Mi amigo Tano
(Segunda versión)
Sebastiano Monada
Mi amigo Tano
Una mañana bañada por la lluvia solar
Caricia copiosa de luces encendiendo los colores
De la ciudad amante de la cordillera
Salimos a encontrarnos con la marcha minera
Y el desfile fabril de los trabajadores
Fue un primero de mayo
Quinto mes del año abatido en el circuito
Encandilado por el sol alborotado
Conmemorando en marchas de overoles
Y de estandartes por fábrica,
Por laburo y gremio
La masacre de Chicago
Repetida y perpetrada como venganza y castigo
Blandiendo el peso de su Estado
El alargado régimen capitalista
Contra los guerreros anarquistas
Quienes se rebelaron con todos sus órganos
Y circulantes sangres rojas
Contra la explotación absoluta
Del fantasma equivalente general
Dios oro de la burguesía dominante
Salimos en la mañana adolescente
Vestida como para una feria
Acompañados con la bohemia del amigo Tano
Llevando soberbias banderas negras
Fue de los primeros sombríos años
De la panóptica dictadura militar
Despiadada impuesta a sangre y fuego
Frente a un desvelado pueblo ilusionado
Al repetir terca y cíclicamente
Su indómita prolija rebelión
En un esbozo de carbón sobre piel
Haciendo de papiro emocionado
Asamblea Popular, comuna inmensa
Emergiendo de los socavones clausurados
Y de los surcos de papas melancólicas
Subversión de la praxis
Contra la historia, la realidad y el poder
Contra la oligarquía señorial
Autogestión, cogestión y consejos populares
Los obreros conmemoraron su día
Como todos los años repetidos
En su letargo o en sus imprevistas sacudidas
Recordando a los caídos de la lucha de clases
Guerra de los cuerpos contratados por el fetiche
De fragmentadas bochornosas mercancías
Trayectorias de luchas inolvidables
Por las hazañas heroicas humanas
Retomando el valor inconmensurable de la vida
Contra la abstracta contabilidad de las cantidades
Sin espesores, sin sangres, ni cuerpos
Recorridos entrañables de la memoria
De los condenados de la tierra
Llegamos a la Plaza San Francisco
Donde está la iglesia de piedras cenicientas
De la congregación de monjes descalzos
Allí mismo en su espacio adoquinado
Como coraza pétrea contra el tiempo
Se concentran periódicamente los sindicatos
Cuando la marcha pasaba sigilosa
Cantando estribillos acostumbrados
Nosotros, adolescentes matutinos
Sin ningún instinto de sobrevivencia
Sin miedo a la muerte y sus fantasmas
Enarbolando soberbias banderas negras
Gritamos como cantan los trovadores
Al lanzarse a la conquista del amor
De unos ojos gitanos voladores
Y de un dibujado suave rostro
Amasado en quinuas y cantutas
Gritamos iniciando la sinfonía de coros
¡Los obreros al poder!
Sorprendida como en lluvia repentina
Después de la piedra tirada al estanque
Una multitud de voces retomó la resonancia
Crepuscular del fuego
Prendido por anarquistas asesinados
Por cuchillos empapelados
De la burocracia gris
Del Estado al servicio del capital
Gritando estruendosamente lo mismo
Convencidos de lo que sentían
En lo profundo de su carne expoliada
Saliendo el grito desde adentro
Desde su íntima morada pasional
¡Los obreros al poder!
Quedamos sorprendidos como niños traviesos
Que después de la diablura se asustan
De sus ramificaciones desencadenadas
Ante esta apoteósica voz multitudinaria
Como sinfonía colectiva contestataria
Proletaria en su espeso cuerpo magullado
Remontando proliferante en la atmósfera
Ocupando nubes solícitas el aire
Y arrebatando el cielo por asalto
El principal dirigente de la Central Obrera
Propagó el inmenso grito del proletariado
¡Los obreros al poder!
Los encorvados comisionados de la dictadura
Militantes decrépitos como roperos desvencijados
Del descompuesto movimiento nacionalista
No pudieron controlar el desborde prodigioso
De los multitudinarios trabajadores
Que alegres y provocativos cantaban la consigna
¡Los obreros al poder!
La pronunciación clara y categórica
Como la desnudez metálica del estaño
De la legendaria tesis de Pulacayo
Quedamos complacidamente anonadados
Ante la espontaneidad deslumbrante
De la palmaria consigna asumida
¡Los obreros al poder!
Los dictadores fueron vencidos
A pesar del peso descomunal de las armas
De la otoñal dictadura
El general Banzer fue derrotado
En la Plaza San Francisco
Plaza de los monjes descalzos
Y del proletariado desarrapado
Un primero de mayo,
Día del proletariado internacional
Dos adolescentes matutinos
Con sus soberbias banderas negras
Desplegadas como canción de olas
Y música esférica de ondas
Quedamos asombrados, impávidos
Ante el desborde tumultuoso de las voces
Que volaron como cóndores hambrientos
Por el cielo celeste acongojado
Las miradas perplejas adolescentes
Volaron como mariposas primaverales
En el seco clima paceño
Ante este acontecimiento de cuerpos abultado
De multitudes copiosas sobresaltadas
Felices de desencadenar nuevamente el grito
Contenido en los cálidos pechos
De las creativas muchedumbres obreras
En principio aparentemente rendidas
En un agosto aciago de 1971
Ese otro día, primero de mayo
Como merecido resarcimiento intrépido
Destronamos todos a la dictadura,
A pesar del peso de sus armas
Otro amigo, de acero templado
Sin soberbia bandera negra desplegada
Ocultando su soberbia bandera roja,
Sin embargo, queriendo como nosotros
Extenderla radiante y primorosa
Recordando a las revoluciones rojas
Como alboradas sociales y crepúsculos políticos
Se acercó a nosotros disimuladamente, sigiloso
Nos dijo deberíamos guardar los soberbios blasones
Convendría tener siempre precauciones
Como hermano mayor nos protegió
Con cariñoso afecto y tierna solidaridad
Usando los orgánicos procedimientos
De andino bolchevique en clandestinidad
Los tres, como silogismo corporal
Dos changos anarquistas y un joven bolchevique
Nos fuimos deslizando como agua de lluvia
Por la adoquinada avenida Mariscal Santa Cruz
Después del grandioso evento imprevisto
Insólito en su ritmo compuesto de aleteos
De bandas de palomas azoradas
Un día de azul abierto
Mientras los cóndores
Como mallkus enardecidos
Aleteaban contra las ondas
Intangibles del torbellino
De la concavidad ardiente del cielo
Batimos una mañana, un medio día,
A la otoñal dictadura militar
Compartimos fraternalmente
La intrepidez anarquista
Y la sensatez comunista
Hoy recuerdo a mi amigo Tano
Ya no está con nosotros
Fue como fue,
Apasionado e inorgánico
Desplegando soberbias banderas negras
También recuerdo a mi amigo Fidel
Fue como fue,
Clandestino y orgánico
Lo sigue siendo,
En su reflexión profunda
En sus responsabilidades humanas
Habiendo dejado su huella
En una universidad recuperada
De las camisas blancas huestes fascistas
Habiendo dejado su perdurable rastro
En la hilada vinculación tejida
Entre el cobrizo proletariado minero
Y los flamantes estudiantes consagrados
A la resistencia tenaz y voluntariosa
Desde un andino partido bolchevique
Propugnando la guerra prolongada
En las tierras custodiadas por la cordillera
Desde la espontaneidad intuitiva y subversiva
Activando la canción libertaria de las comunas
Tano era bohemio,
Con ojos descomunales
Inmensamente negros
Como todos los gitanos
Brillantes como el ritmo fogoso del flamenco
Cabellera vasta como sus aspiraciones
Botas manifiestas a la usanza alquimista
Inventores conspicuos de la piedra filosofal
Acullicador nocturno,
Actor de teatro
Amante de los recovecos
De la dilatada noche
De La Paz de las concordias
Ciudad acurrucada como niña
En los nudosos brazos
De las lerdas olas de la cordillera
Amante de los placeres de la noche
Así como el mismo corazón poético
Del noctámbulo Jaime Sáenz
Ya no está con nosotros,
Pero sigue todavía
Como el viento de Van Gogh,
Con el molino desaparecido
El molino ya no está, pero el viento sigue todavía
Las soberbias banderas negras siguen desplegadas
En todos los primeros de mayo
Cuando el proletariado grita
¡Los obreros al poder!