Genealogía de la dependencia

Genealogía de la dependencia

Raúl Prada Alcoreza
Contenido:
Critica a la economía política del extractivismo
Madre tierra y vivir bien
Descolonización y transición
Crítica a la razón jacobina
La decadencia ideológica
Crítica a la economía política del extractivismo
Índice
La recreación anacrónica del imaginario desarrollista                                                 
Reflexiones sobre el Ornitorrinco                                                                                        
El modelo populista                                                                                                                     
Apuntes sobre la episteme boliviana                                                                                 
Arqueología del ideologüema del nacionalismo revolucionario                                
Ciclos largos y medianos del capitalismo                                                                         
Nacimiento del ciclo de la plata                                                                                               
Nacimiento del ciclo del Estaño                                                                                                              
Perfiles del ciclo del petróleo                                                                                                 
La genealogía de las nacionalizaciones                                                                                 
Genealogía de la revolución industrial                                                                                 
El modelo extractivista                                                                                                              
El extractivismo minero                                                                                                                             
Los campos problemáticos de la Madre Tierra                                                              
La recreación anacrónica del imaginario desarrollista
Nacionalistas, izquierda nacional, izquierda colonial y lumpen-burguesía comparten el imaginario desarrollista, todos son modernistas, creen en la evolución, al estilo de Herbert Spencer, en la linealidad de la historia y en la fatalidad del capitalismo. Consideran que la tarea es el desarrollo, que un país es soberano si se desarrolla, olvidando que el “desarrollo” del que se habla está articulado a la acumulación ampliada de capital que dibuja una geopolítica en el sistema-mundo entre centros de acumulación y periferias de transferencia de recursos naturales, que el “desarrollo” del que hablaban produce “subdesarrollo”, que el mapa del mundo es un tejido de centros y una malla de periferias, un mapa de espacios de “desarrollo” y un mapa de espacios de “subdesarrollo”, ambos complementarios, produciéndose mutuamente. Olvidan que ese “desarrollo” del que hablan produce dependencia, fortalece las cadenas de la dependencia.
No se puede olvidar que los gobiernos nacionalistas de América Latina intentaron salir en el siglo pasado de la dependencia orientando la estrategia económica y las políticas económicas hacia la sustitución de las importaciones. Soñaban con la industrialización así como los liberales del siglo XIX soñaban con los ferrocarriles. Los gobiernos nacionalistas estuvieron acompañados por apoyo popular, tomaron medidas que beneficiaron a cierta redistribución de la riqueza, también optaron por las medidas de nacionalización para recuperar el control de los recursos naturales, principalmente mineros e hidrocarburíferos, por parte del Estado. Todo esto ocasionó modificaciones en los términos de intercambio en la economía-mundial capitalista, pero no afectó a la estructura de dominación, de explotación y de control por parte de los grandes consorcios, oligopolios y monopolios trasnacionales. En algunos casos las revoluciones nacionalistas promovieron actos heroicos como los que se dieron durante el gobierno del General Lázaro Cárdenas (1934-1940) en México, quién nacionalizó a las empresas petroleras que residían en México y tuvo que enfrentar el boicot de estas empresas y su influencia a nivel mundial.  También se dieron acontecimientos transformadores durante los primeros años de la Revolución Nacional de 1952-1964 en Bolivia; incluso antes, en 1937 en Bolivia se incursionó en la experiencia de la nacionalización del petróleo, durante el gobierno del General David Toro, una vez culminada la conflagración bélica del Chaco; más tarde, en 1969, se produjo una segunda nacionalización del petróleo bajo el gobierno del General Alfredo Ovando Candía y con la firma del ministro Marcelo Quiroga Santa Cruz. La tercera nacionalización de los hidrocarburos se produjo el 1 de mayo de 2006 durante la primera gestión del gobierno de Evo Morales Ayma.
En Argentina, el primer gobierno de Juan Domingo Perón (1946-1952) ahondó la política de sustitución de importaciones mediante el desarrollo de la industria liviana. Perón también financió a la agricultura, especialmente en lo que respecta a la siembra de trigo. Frente a la carencia de recursos monetarios provenientes de la exportación, ocasionada por el estancamiento del sector primario, con las que se importaban los bienes de capital e insumos necesarios para el proceso de industrialización, se eligió la ruta de la nacionalización del comercio exterior. En esta perspectiva, en 1948, el gobierno peronista adquirió los ferrocarriles a los capitales extranjeros, en su mayoría ingleses, creando la empresa pública de Ferrocarriles Argentinos. En esta tónica,  en el diseño del Plan Quinquenal se buscó fortalecer las nuevas industrias creadas, comenzando con la industria pesada de la siderurgia y la generación de energía eléctrica en San Nicolás y Jujuy.
También en Brasil se vivió la experiencia populista y nacionalista, incursionando en proyectos modernizadores y de desarrollo. Este panorama político es irradiante en América Latina, también en las geografías periféricas el sistema-mundo de entonces, que algunos casos incluso terminaban expresándose en tono antiimperialista. En Brasil, entre 1937 y 1945, durante el Estado Novo, Getúlio Vargas dio un impulso fundamental a la reestructuración del Estado y a la profesionalización del servicio público, creando el Departamento Administrativo del Servicio Público (DASP) y el IBGE. Suprimió los impuestos en las fronteras inter-estatales y creó el impuesto a la renta. Se orientó cada vez hacia la intervención estatal en la economía y se concentró en impulsar la industrialización. Fueron creados el Consejo Nacional del Petróleo (CNP), posteriormente llamada PETROBRÁS, y en 1951 la Compañía Siderúrgica Nacional (CSN), la Compañía Vale do Rio Doce, la Compañía Hidroeléctrica de São Francisco y la Fábrica Nacional de Motores (FNM).Promulgó, en 1941, el Código Penal y el Código Procesal. Durante 1943, Getúlio Vargas logró la Consolidación de las Leyes del Trabajo (CLT), garantizando la estabilidad del empleo después de diez años de servicio, descanso semanal, la reglamentación del trabajo de menores, de la mujer, del trabajo nocturno y fijando la jornada laboral en ocho horas de servicio.
Como se puede ver vivimos periodos de efervescencia nacionalista y populista en América Latina encaminados a la independencia económica y a la consolidación de la soberanía por la ruta de la nacionalización, las medidas sociales y las medidas del trabajo, persiguiendo también la modernización de la administración estatal y de las leyes. El nacionalismo es un movimiento democrático por la ampliación de la participación popular, es un movimiento independentista por la lucha contra la dependencia económica, busca la modernización del Estado y apunta al desarrollo nacional, impulsado desde el Estado.
Estos fueron los periodos heroicos del nacionalismo; empero,  a pesar de los grandes esfuerzos, las medidas de nacionalización, los países que incursionaron por estos horizontes no pudieron romper con la dependencia; al contrario, como formando parte de un dramatismo histórico, terminaron de ahondarla. De la dependencia de las manufacturas pasaron a la dependencia de las transferencias tecnológicas y a las incursiones masivas del capital financiero, comprendiendo sus redes de dominio en forma de mallas, abarcando circuitos dúctiles, flexibles, rápidos, articulados a los mecanismos de los sistemas de la informática. Los nacionalistas de estos periodos lucharon denodadamente contra la dependencia, pero no pudieron salir de ella, debido a que, en la medida que no podían escapar a los circuitos de los ciclos del capitalismo, a las estructuras de dominación y reproducción de la dominación y de la acumulación de capital, no pudieron romper con los condicionamientos de las lógicas de la acumulación de capital del sistema-mundo, de la economía-mundo, que dibuja una geopolítica condenatoria: centro-periferia, norte-sur. En el mejor de los casos, lo que pudieron hacer estas políticas de sustitución de importaciones, estas políticas de nacionalización, es modificar los términos de intercambio, pero no cambiar las estructuras de dominación mundial ni las estructuras de acumulación de capital. Entonces terminaron recreando el mismo sistema-mundo, comprendiendo algunos desplazamientos.
Los neo-nacionalismo de comienzos del milenio intentan repetir la misma historia, empero sin la heroicidad de aquellos nacionalismos, lo hacen como en una comedia disminuida, sin convicción y renunciando a los grandes alcances desde un  principio, como ocurrió en Bolivia con el proceso de nacionalización de los hidrocarburos iniciado el primero de mayo del 2006, proceso inconcluso, que terminó paradójicamente desnacionalizando en el mismo proceso de nacionalización al acordar contratos de operaciones que entregaban el control técnico a las empresas trasnacionales, reduciendo a Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) a una mera administración y a un control nominal, sin retener el gas y el petróleo en Bolivia para su industrialización, como así manda la Agenda de Octubre y el Referéndum sobre los hidrocarburos.
Hay que distinguir pues entre los actos heroicos de los nacionalismo de la mitad del siglo XX y los nacionalismo del siglo XXI, que lo único que hacen es apoderarse de las imágenes de estos procesos soberanos, invistiéndose de su ropaje, empero sin llevar a cabo las medidas de expropiación de las empresas trasnacionales. También es indispensable comprender que, a pesar de los actos heroicos de aquellos nacionalistas, sus esfuerzos chocaban con la estructura geopolítica y la lógica de acumulación de capital. En tercer lugar es indispensable no olvidar la gran enseñanza de la escuela de la Teoría de la Dependencia, quienes lograron develar que el “desarrollo” que se busca produce “subdesarrollo” y dependencia, como parte de una dialéctica perversa. Esta enseñanza nos lleva a replantear los alcances de las políticas soberanas, de defensa nacionalista, en contextos y horizontes complejos de los ciclos del capitalismo, en el panorama de las nuevas luchas anticapitalistas y descolonizadoras, que llevan adelante las naciones y pueblos indígenas originarios. No se puede salir de la dependencia si es que se sigue por los caminos de la ilusión desarrollista, no se puede salir de la dependencia si es que no se sale de los horizontes de la modernidad y del prejuicio de desarrollo. Para salir de la dependencia es menester un cambio civilizatorio. La guerra anticapitalista es primordialmente una guerra anticolonial y descolonizadora, es una guerra contra el modelo civilizatorio de la energía fósil, de la desbastadora destrucción y depredadora de la naturaleza. Salir del capitalismo significa construir una civilización libre de la compulsión del dominio sobre la naturaleza.
Esa es también una enseñanza de la Escuela de Frankfurt; el capitalismo y la modernidad se han construido sobre la base de dos mitos, el mito de la dominación de la naturaleza y el mito del progreso. Recogiendo estas enseñanzas, la de la teoría de la dependencia y la de la escuela de Frankfurt, no se puede seguir ingenuamente y obsesivamente por las rutas consabidas del desarrollismo; hay que salir de esta perspectiva linealista. Es indispensable un mundo alternativo.
Ahora bien, así como no era posible el socialismo en un solo país, el cambio civilizatorio también tiene que darse mundialmente. Esto no quiere decir que haya que esperar a que las transformaciones radicales se den mundialmente, sino que estas transformaciones hay que transitarlas en cada país, en cada región, dependiendo de sus condiciones y sus contextos histórico-políticos. Lo que significa que de lo que se trata es de orientar transiciones transformadoras en múltiples niveles. Algunos teóricos e historiadores de los ciclos de capitalismo proponen la figura de la desconexión, no como aislacionismo, sino como método de transición económica; esto significa escapar de los condicionamientos del mercado externo y de la división internacional del mercado y del trabajo, orientando la producción al mercado interno. Esta posición es sugerente pues propone, sin renunciar a otras formas de industrialización, incorporando tecnologías limpias, no agresivas y destructoras, armonizar y complementar la producción con los equilibrios ecológicos. No hay que olvidar de ninguna manera, olvido que corresponde a la amnesia desarrollista, que no se puede transferir los costos del desarrollo a la naturaleza, que esta transferencia tiene sus límites y su bumerang. La destrucción desarrollista termina destruyendo el mismo desarrollo.
En lo que corresponde al balance de las rutas desarrollistas contemporáneas, sobre todo en lo que respecta a las llamadas potencias emergentes, es aleccionador leer a Francisco de Oliveira cuando hace un análisis ilustrativo de lo que ocurre con la potencia emergente de Brasil[1].  El autor de El neo-atraso brasileño propone dos hipótesis interpretativas; una, que por un lado fueron las actividades rurales de subsistencia, el trabajo informal y la precarización de los salarios los que subsidiaron el crecimiento de la industria y los servicios. La segunda hipótesis se refiere a la emergencia de una nueva burguesía compuesta por técnicos, economistas y banqueros, núcleo duro del Partido de los Trabajadores (PT). Ambas condiciones determinan la identidad paradójica que adquiere el capitalismo periférico en esta parte del mundo, aquí el capitalismo se financia con la explotación de los trabajadores, en tanto que el progreso sucede siempre en otro lugar, allí donde se produce la ciencia y la tecnología de punta, en el centro del sistema-mundo capitalista.
Este balance es contundente, no hay desarrollo en las potencias emergentes, por lo menos entendiendo a este fenómeno de una manera integral, sino neo-atraso, repitiendo las condiciones perversas de este rezago. El desarrollo de las fuerzas productivas deja en la ruina a una parte de la humanidad, el subdesarrollo aparentemente deja de existir, no así sus calamidades, el trabajo informal, el mismo que se transforma un indicador de la desagregación social. Lo que se produce son modernidades heterogéneas y de contrastes. Por un lado, centros urbanos que imitan el iluminismo edificado de las urbes del norte, burguesías articuladas a las redes del capital financiero, por lo tanto que forman parte de la misma burguesía globalizada; por otro lado, incluso en las mismas ciudades, cordones, espacios, amplias zonas de marginamiento y economía informal, incluso ilícita. Grandes mayorías discriminadas. En las potencias emergentes se ha dado lugar a la emergencia industrial, que no es otra cosa que el desplazamiento de la desindustrialización del centro del sistema-mundo capitalista, que ha optado por tecnología de punta, transfiriendo tecnología obsoleta a las llamadas potencias emergentes. En estos lugares se ha dado lugar a la formación de  nuevas burguesías, que no tendrían que nada que envidiar a las burguesías del norte, sobré todo en lo que respecta a su opulencia; empero este esplendor se construye sobre la base del marginamiento, la informalización de las grandes mayorías explotadas y dominadas, que habitan las zonas, los espacios del neo-atraso y la pobreza repetida descomunalmente. La emergencia de las potencias se basa en la destrucción devastadora de la naturaleza, la ampliación de la frontera agrícola, el uso de los transgénicos. De esta manera los costos de este progreso son demasiado altos como para hacerlo sostenibles.
No hay pues destino con el desarrollismo, tampoco con el neo-nacionalismo.  Lo que hacen, en el mejor de los casos, en el caso de las potencias emergentes, es volver a modificar los términos de intercambio en las lógicas de acumulación del capital, modificar su participación en la estructura mundial de dominación capitalista. Por eso, podemos volver a decir, que los nacionalismo están mucho más cerca de las ilusiones liberales criollas y gamonales que de los proyectos emancipatorios y libertarios de los movimientos sociales, naciones y pueblos indígenas originarios. Están más cerca de repetir las formas coloniales, las del colonialismo interno, también las reiteradas cadenas de la dependencia, que de lograr construir las soberanías plurales que requiere un mundo alternativo de autodeterminaciones, auto-convocatorias, de participaciones sociales y ejercicios plurales de la democracia. Si bien los nacionalismos heroicos forman parte de la historia de las luchas, pretender repetirlos en los ciclos contemporáneos del capitalismo es apostar e una repetición burda y cómplice de las formas de acumulación mundial capitalista por despojamiento.
Reflexiones sobre el Ornitorrinco
No vamos a hablar de la zoología del ornitorrinco, tampoco del libro de Umberto Eco sobre Kant y el ornitorrinco, vamos a hablar de la metáfora que usa Francisco de Oliveira para analizar el perfil y la estructura histórica de la formación económica del Brasil. A partir de esta reflexión sobre una potencia emergente vamos a desplegar una reflexión sobre el perfil y la estructura de la formación económica y social boliviana, sobre todo teniendo en cuenta los desafíos del proceso de cambio.
Francisco de Oliveira publica un sugestivo texto crítico, como parte de la crítica a la razón dualista, que separaba los mundos de la economía entre tradicionales y modernos. El sugerente texto de crítica se titula El ornitorrinco, figura que toma de un animal extraño para caracterizar lo que sucede con el denominado desarrollo brasileño. Nos referimos a la extraña apariencia de este mamífero ponedor de huevos, venenoso, con hocico en forma de pico de pato, cola de castor y patas de nutria. Esta figura y esta composición compleja inspiro a Francisco de Oliveira una caracterización también de composición y combinación complejas de las economías capitalistas periféricas. ¿Cómo describe al ornitorrincoeconómico y social?
Altamente urbanizado, con poca fuerza de trabajo y población en el campo, aunque sin ningún residuo pre-capitalista; por el contrario, con presencia de un fuerte agrobusiness. A esto se suma un sector completo de la segunda revolución industrial, avanzando titubeante por la tercera revolución, la molecular-digital o informática. Por un lado, una estructura de servicios muy diversificada – sobre todo cuando está ligada a los estratos de altos ingresos que, en rigor, son más ostensiblemente perdularios que sofisticados – . En el otro extremo, una estructura muy primitiva, ligada directamente al consumo de los estratos pobres. Posee también un sistema financiero  todavía atrofiado  pero que, precisamente por la financiarización y el aumento de la deuda interna, acapara una gran proporción del PIB[2].
Francisco de Oliveira visualiza la recreación y expansión de la informalidad, la mantención del crónico desempleo, el encubrimiento del subempleo, como formas de articulación y subvención a la acumulación de capital, formas completamente articuladas y funcionales a los sistemas de industrialización e incursión en la tecnología molecular-digital. Combinaciones que forman parte de esa complementariedad y recreación violenta entre la forma de acumulación ampliada y la forma de acumulación originaria por despojamiento. Todo esto atravesado por un sistema financiero que cubre el funcionamiento económico, succionando las esferas y los circuitos económicos a la lógica de la financiarización, que empuja al uso especulativo del capital financiero. Produciendo entonces un endeudamiento externo e interno que caracterizan a las actuales economías dependientes, llamadas emergentes. Este ornitorrinco económico y social se sostiene sobre la extensa base de la diferenciación social excluyente y marginada de la distribución de la riqueza y el excedente, que se concentran desproporcionalmente en la minoría poblacional de empresarios privilegiados por el monopolio y el apoyo estatal, a la que se suman las clases medias beneficiadas por la expansión de los servicios e impulsadas al consumo. La gran mayoría de la población está condenada a vivir en los márgenes de esta modernidad, pasando de ser el ejército industrial de reserva a la masa gigantesca de trabajadores informales, proletariado nómada y habitante de los barrios prohibidos.
Se trata del reino de la informalidad, el desvanecimiento del salario, del adelanto del costo de producción.
La tendencia moderna del capital es suprimir el adelanto: el pago a los trabajadores pasa a depender de los resultados de las ventas de los productos-mercancía. En las formas de tercerización del trabajo precario, y en lo que – entre nosotros – se continúa denominando “trabajo informal”, éste es un cambio radical en la determinación del capital variable. Así, aunque parezca extraño, los rendimientos de los trabajadores pasan a depender de la realización del valor de las mercancías, lo que antes no ocurría. En los sectores todavía dominados por la forma salario, sigue en pie la anterior modalidad, tanto es así que la reacción de los capitalistas  es desemplear la fuerza de trabajo. El conjunto de los trabajadores es transformado en la suma independiente de un ejército de activos y de reserva, que se intercambia no de acuerdo con los ciclos de negocios, sino diariamente[3].
Esto es, se produce la suspensión de la producción, de la valorización de la producción, por lo tanto de la valorización del tiempo socialmente necesario del trabajo. Lo que se hace, sobre la base de su ocultamiento, es abrir nuevamente las temporalidades de la super-explotación, así como del dominio absoluto de la circulación y el mercado, obligando a la gente al sacrificio y a la donación de sus vidas en aras de la realización de la ganancia. Suspendiéndose con esto los derechos conquistados en la historia de las largas luchas sociales. Desde entonces ya no se trata de los derechos, tampoco del sujeto de los derechos, sino de la realización descarnada de las ventas y de los resultados del sistema. Se vive entonces la dramática experiencia de la precarización, de la fragmentación, de la dispersión y la diseminación de las formas de vida y de las formas de organización. La realización de las super-ganancias, la construcción deslumbrante de las grande urbes metropolitanas, la conformación de barrios de ensoñación y oasis paradisiacos, contando también con los moles comerciales y de consumo para las clases medias, sólo se pueden dar si al mismo tiempos se transfieren los costos de la magnificencia a extensas zonas suburbanas, a expansivos entornos de miseria, a favelas interiores o ruralidades vaciadas y detenidas en el tiempo. El costo no sólo se materializa en los perfiles de la marginación y la exclusión, sino también la conformación de mundos paralelos y periféricos.
El caso boliviano nos lleva a otra figura; podemos decir que no se vive una primera, tampoco una segunda revolución industrial, como en el caso de Brasil. Si bien los gobiernos nacionalistas impulsan la nacionalización de las empresas mineras y de las empresas hidrocarburíferas, estas nacionalizaciones no pasan a una etapa de industrialización. La economía boliviana se estanca básicamente en un modelo extractivistas primario exportador. La explotación minera e hidrocarburífera es la base de la economía, aunque también podemos hablar de la participación de la agroindustria, que abre un espacio en la explotación de los monocultivos, principalmente de la soya, también de la quinua, así mismo el monocultivo de la coca; debemos anotar que el cultivo de la coca dibuja en el mapa alarmante de la expansión de los monocultivos un desplazamiento avasallante respecto a la frontera agrícola, los parques y los territorios  indígenas, sólo que en este caso las estadísticas son inciertas. No se puede hablar de una revolución industrial, aunque hay que anotar que la industria textil ha venido abriéndose un espacio significativo en las exportaciones. Hay que anotar que para esta clase de manufacturas el mercado interno es pequeño y no atractivo, además esta clase de industria tiene que enfrentar la desleal competencia del contrabando. La tercerización de la economía es notoria sobre todo por el crecimiento de las actividades informales y de la población involucrada en las mismas.
Se ha dado un crecimiento de las ciudades y por lo tanto de la población urbana, empero no se ha llegado a la situación del crecimiento urbano exacerbado de las metrópolis de Sud América. Podemos hablar de un crecimiento modesto, aunque ha cambiado el perfil demográfico de la población, convirtiéndose la población urbana en la mayoritaria. En estas condiciones se han formado algunas ciudades talleres, como la ciudad de El Alto, donde se cuenta con una cantidad inmensa de micro-empresas, empero con características informales. Por lo tanto la demanda de los servicios ha aumentado sin que los gobiernos municipales puedan responder adecuadamente al crecimiento de la demanda. Se entiende entonces que ha crecido la marginalidad que acompaña al crecimiento de las ciudades, los barrios suburbanos que no cuentan con los servicios básicos. El peso de la economía campesina ha venido disminuyendo considerablemente de una manera paulatina, economía que ha alimentado tradicionalmente a la población de las ciudades, sobre todo de la región occidental del país, comparando con la actual expansión y crecimiento de la agricultura, la agro-industria y la agropecuaria de la región oriental del país, controlada por propietarios privados, empresarios y terratenientes.
Ciertamente el impacto económico de la nacionalización de los hidrocarburos o del proceso de nacionalización ha sido importante en la configuración de la disponibilidad dineraria del Tesoro General de la Nación, de las prefecturas, ahora gobernaciones, de los municipios y universidades. Empero esta disponibilidad no ha redundado en la modificación de las estructuras económicas del país, tampoco regionales. Ha aumentado la capacidad de gasto aunque no notoriamente de la ejecución, tampoco de la inversión. Sin embargo, esta disponibilidad ha permitido la redistribución de los recursos monetarios a estratos de la población necesitados. El Bono Dignidad, para los adultos mayores, el Bono Juancito Pinto, destinado a los niños en edad escolar, el Bono Juan Azurduy, con el objeto de atender a las madres y disminuir la mortalidad materno infantil, son los  mecanismos de esta redistribución, que si bien tiene impacto inmediato no resuelve a largo plazo los problemas de demanda de los estratos más pobres de la población.
Al no contar con una industria en un sentido integral, al no poder abastecer a la demanda interna, sobre todo de mercancías manufacturadas, el país se convierte en un espacio privilegiado para el comercio, tanto formal como informal, tanto legal como ilegal. Una de las mayores ocupaciones de las poblaciones fronterizas es el contrabando, incluso las ciudades cercanas a la frontera convierten al contrabando en una de las actividades más rentables. El contrabando también se halla vinculado a otras actividades ilícitas, el narcotráfico, el lavado de dinero y otros tráficos, como el tráfico de tierras. Son estos circuitos paralelos los que terminan desfigurando el campo económico.
La dinámica económica depende del mercado externo, tanto de las exportaciones como de las importaciones, donde las exportaciones son las que permiten las mismas importaciones. Entonces es el comercio exterior el que impulsa la producción económica. El principal rubro de exportaciones es el gas, le sigue el zinc, después la plata, continúa la soya, le sigue el estaño metálico, continúan los combustibles, sigue el plomo, después el girasol, para seguir con la castaña. Como puede verse estamos ante un perfil primario exportador por excelencia.
¿Qué podemos decir de este perfil económico en comparación con el perfil económico del Brasil, formación económico-social caracterizada por Francisco de Oliveira con la figura del ornitorrinco? Ciertamente no estamos comparando las dimensiones, los volúmenes, las cantidades, sino los perfiles. Ante la fabulosa composición y combinación compleja entre las estructuras de la primera revolución industrial y la segunda revolución industrial con la extensión de la economía de los servicios, las formas de la economía informal y las formas de la economía virtual del Brasil, Bolivia muestra un perfil más modesto, empero con una hipertrofia, si se puede hablar así, de los sectores extractivistas, de las actividades vinculadas a la explotación de materias primas, pero también de los servicios.
El modelo populista
Vamos a interpretar la coyuntura económica del país a partir de la Memoria de 2010 del Ministerio de Economía y Finanzas Públicas, una memoria que básicamente hace una evaluación macro-económica y monetarista, que a pesar de las restricciones descriptivas y reducidas a indicadores generales, nos permite la excusa para hacer un recorrido al perfil y la estructura de la formación económico y social boliviana. Además de evaluar los propios alcances del discurso economicista y del discurso populista.
El Ministerio de Economía y Finanzas Públicos en su Memoria Anual de 2010 dice que se estima un crecimiento del 4.1 %, y que además la política económica se ha encaminado a garantizar la estabilidad macro económica, a continuar con la política social de apoyo a la población vulnerable, además del fomento al sector productivo. La memoria dice que el desempeño de la economía se ha debido al dinamismo del transporte, las comunicaciones, los hidrocarburos, los servicios financieros y la industria manufacturera, además del continuo trabajo de la construcción y servicios básicos. Aunque el crecimiento minero fue negativo, asociado a conflictos sociales, particularmente el de Potosí.  Por otra parte, el sector agropecuario tuvo un leve decrecimiento debido a efectos climáticos. Los indicadores externos mostraron saldos positivos, los depósitos y créditos del sistema financiero alcanzaron nuevos niveles récord, la bolivianización de la economía se aceleró. La solidez del sistema financiero también se evidenció. Los créditos del Banco de Desarrollo Productivo (BDP) y la creación del Fondo Propyme Unión continuaron promoviendo el acceso al financiamiento y fomentando la actividad productiva, especialmente de los pequeños y medianos productores. Se dice también que se registró un superávit en las cuentas públicas; esto debido a mayores ingresos, principalmente tributarios e hidrocarburíferos, así como al control del gasto corriente. El nivel de recaudación superó el nivel del año pasado, esto asociado al desempeño económico y a la eficiencia tributaria. Por el lado del gasto fiscal, el incremento de recursos necesarios para las actividades de mayoreo de las empresas públicas estratégicas determinó un incremento de las partidas de bienes y servicios que incidió mayoritariamente en el crecimiento del gasto corriente. El año de evaluación de la memoria la inversión pública superó los 1500 millones de dólares, asignándose mayores recursos a la infraestructura, a proyectos sociales y al sector productivo. No se ve con preocupación la deuda interna y la duda externa; la primera llega al 23 % y la segunda el 15 % del PIB.
Como se puede ver estamos ante un análisis típicamente monetarista, no muy distinto a los análisis que se hacen en otras partes y en los gobiernos anteriores. La diferencia radica en la en el papel del Estado, que ciertamente creció y tiene una mayor participación que en los periodos de implementación del proyecto neoliberal. Lo que se muestra con mayor notoriedad son los logros en el equilibrio macroeconómico, que en comparación con los periodos neoliberales, se logró con mayor eficacia. ¿Pero, esto qué nos dice? ¿Mayor consecuencia respecto a las políticas monetaristas? ¿Esa es una buena señal cuando se trata de transformar el modelo económico extractivista e incursionar en un modelo productivo que salga del paradigma primario exportador? ¿No se debería proyectar la política económica a una agresiva campaña de inversiones en los sectores productivos, prioritariamente en los que tienen que ver con la soberanía alimentaria, además de encaminarse seriamente a la industrialización de las materias primas? ¿Importa el equilibrio? ¿No es necesario y hasta urgente un desequilibrio dinámico destinado a una estrategia de inversión en la producción?  Estas son las preguntas a las que hay que responder. No convence el seguir una política tan conservadora cuando se trata de transformar la estructura económica extractivista, comercial, informal y soyera. Sólo sirve de propaganda, incluyendo  los modestos alcances de la política social.
La memoria estima que son como unas tres millones de personas las que se beneficiaron con las trasferencias condicionadas, cerca del 30 % de la población boliviana. Por ese camino se ponderan los logros de la alfabetización, el programa Bolivia Cambia, Evo Cumple; también Tarifa Dignidad y Vivienda solidaria, aunque con menos incidencia y más problemas en su cumplimiento. Son ciertamente de impacto inmediato la política de los bonos, empero no dejan de ser medidas de corto plazo; no llegan a resolver los problemas estructurales, pues las condiciones que determinan estos problemas se mantienen y no desaparecen con estas medidas. Lo que llama la atención es que ya en la segunda gestión de gobierno no se cuente con políticas a mediano y largo plazo, no se cuente con estrategias transformadoras y se siga optando por medidas coyunturales que terminan convirtiéndose en intrascendentes, pues no modifican la estructura de exclusiones y desigualdades.
Se dice que la pobreza moderada bajo del 56 % al 50 % y que la pobreza extrema lo hizo casi del 30 % al 26 %. No dejan de ser modestas estas variaciones en un gobierno popular y en proceso de cambio. No hay una política radical de erradicación de la pobreza; todo se parece a los objetivos del milenio, que es una herencia de gobiernos anteriores en acuerdos con la Cooperación Internacional. Lo mismo podemos decir de la reducción del desempleo que habría disminuido de un 7 % a menos de un 6 %. No se habla del subempleo ni del desempleo encubierto. La verdad es que no se ha resuelto el gran problema de las fuentes de trabajo, estables y con pleno reconocimiento de los derechos sociales de los trabajadores. El Ministerio de Economía y Finanzas no salió del discurso de propaganda, cuando lo que le compete al gobierno es un agudo análisis de la situación y enfrentar los problemas de manera abierta y crítica.
Lo que se ha notado es un incremento en la construcción con la participación compuesta de crédito bancario privado y empresas constructoras privadas. ¿A qué se debe este auge de la construcción, sobre todo de edificios de vivienda y de oficinas? ¿Gran disponibilidad de dinero de los bancos, que se dice que supera los cuatro mil millones de dólares? ¿Especulación financiera y de la construcción? ¿A qué se debe esta sobreoferta de viviendas caras en las ciudades del eje central? ¿Por ahí va la solución a los problemas de la transformación económica, de la exclusión y la desigualdad? La verdad es que este auge contrasta con el pobre rendimiento de los programas de vivienda social, programas además llenos de obstáculos y con múltiples denuncias de corrupción. La iniciativa privada de sobreoferta para las clases medias altas contrasta con los exiguos alcances de la iniciativa pública en los programas de vivienda social. No vamos a preguntarnos por qué no se nacionalizó la banca, que forma parte del sistema financiero internacional, puesto que esto no está al alcance de un gobierno populista que no ha cumplido con la nacionalización de los hidrocarburos. Vamos a preguntarnos por qué no se ha condicionado a la banca a orientar el crédito a la producción y el crédito a los estratos necesitados. ¿Qué clase de compromisos tiene el gobierno con la banca para que no cuente con una política financiera clara y de transformación?
En la memoria se llama la atención sobre las políticas encaminadas a superar el modelo primario exportador; se menciona el apoyo a 16000 pequeños productores a través de EMAPA, contribuyendo a la producción de trigo, arroz, soya y maíz. Estos apoyos no dejan de ser importantes a partir del BDP y del Fondo Propyme Unión, pues tienen incidencia en los rubros que pueden armar las condiciones para la seguridad y soberanía alimentaria, empero los alcances de estas iniciativas son todavía modestas; 184 millones de dólares por parte del BDP y 4,2 millones de dólares por parte del Fondo. ¿Por qué no se tiene una política agresiva en este terreno?
Volviendo a las reflexiones sobre el ornitorrinco debemos preguntarnos: ¿A qué figura se parece el perfil de la formación económica y social boliviana? Estamos ante un perfil económico cuya base densa y fundamental radica en el extractivismo de hidrocarburos y minerales, con cierto peso de la producción agrícola y agroindustrial destinada al mercado interno; esta última también con acceso reciente al mercado externo. La construcción y la manufactura tiene su importancia, sobre todo la primera, que no ha dejado de tener incidencia, incluso en tiempos difíciles de la crisis; la segunda sobre todo en lo que tiene que ver con la producción alimentaria, sin descartar la industria textil con todos sus altibajos. En la memoria se dice que la producción de gas creció en el orden del 16,7 %, en tanto que la producción de petróleo en el orden de un 2,3 %. La construcción tuvo un crecimiento promedio desde el 2006 al 2010 del orden del 10%. Ahora bien hay que diferenciar los montos comprometidos tanto en hidrocarburos como en la construcción; la participación del petróleo crudo y gas natural en el PIB es el doble de la participación de la construcción. Lo mismo ocurre con los minerales metálicos y no metálicos, cuya participación es el doble que la participación de la construcción. Bajo esta misma comparación, la participación en el PIB de la industria manufacturera es el quíntuple que la participación de la construcción. La participación en el PIB de la agricultura, silvicultura, caza y pesca es el cuádruple que la participación de la construcción. En comparación la participación del comercio es dos veces y medio que la participación de la construcción y la del transporte, almacenamiento y comunicaciones es el triple y medio que la participación de la construcción. Comprendiendo este cuadro, ¿qué quiere decir esto? Si nos basamos en el esquema que divide la economía en tres sectores, primario, secundario y terciario, siendo el primario el extractivista, el secundario el de la industria y el terciario el de los servicios y el comercio, podemos decir que si bien el ingreso del país depende básicamente de las exportaciones hidrocarburíferas y minerales, se nota el peso creciente de los servicios y el comercio en el gasto, en el empleo, en el uso del excedente. Lo que se llama industria no deja de ser un espacio intermedio bastante exiguo, sin identidad propia, altamente vulnerable, dependiendo de los vaivenes del mercado interno, a pesar de su reciente incursión en el mercado externo.
Desde el punto de vista de la estructura social, no hay propiamente una burguesía industrial, como ocurre por ejemplo en Brasil; lo que puede observarse es una burguesía banquera y comercial, fuertemente articulada a un núcleo de formación agroindustrial, ligada a los latifundios del oriente del país. El papel del Estado ha cobrado peso desde la nacionalización de los hidrocarburos, incursionando en la formación de empresas estatales, que sin embargo no han terminado de consolidarse, salvo quizás EMAPA. De acuerdo a informes del mismo gobierno, se dice que el Estado tiene una participación del 32 % en la economía del país.
Ahora bien, desde el punto de vista de la formación de capital, no parece formar un capital estatal el ingreso por concepto de exportaciones de hidrocarburos y minerales, pues no hay acumulación de capital, es decir valorización dineraria, inversión en el sentido de la acumulación capitalista. Más parece ser una masa importante de disponibilidad dineraria, de ingreso, tragada por el Tesoro General de la Nación, por el presupuesto, con fines de gasto y de distribución. Lo que quiere decir que las grandes empresas estatales no son manejadas en términos de la formación de capital sino como dispositivos de captación de recursos dinerarios, el excedente no se convierte en plusvalía. Sin embargo, la formación de capital se produce en la burguesía bancaría, comercial y agroindustrial.
En esta descripción se puede ver que ni el Estado ni la burguesía industrial están realmente interesados ni en una primera ni en una segunda revolución industrial. El Estado está atrapado en la captación de recursos dinerarios, destinados al presupuesto, también a la acumulación de reservas, que ya llegan a más de los doce mil millones de dólares; empero, se encuentra como rezagado a desarrollar una política de revolución industrial. La burguesía financiera, comercial y agro-industrial tampoco está interesada en una inversión de magnitud hacia una revolución industrial. La banca se encuentra conforme con la generación de ganancias debido a la captación del ahorro, la intermediación financiera y la especulación financiera; la burguesía agroindustrial está interesada en la ampliación de la frontera agrícola, transfiriendo los costos de su crecimiento y enriquecimiento a la naturaleza; la burguesía comercial prefiere seguir creciendo aprovechando su papel intermediario en la circulación de mercancía. Los pequeños núcleos industriales estatales y privados están muy lejos de articular e integrar un proyecto de revolución industrial.
Cuando se habla de revolución industrial, se lo hace más desde un imaginario estatal, que orienta la política económica, de la inversión económica, más en la apertura a la construcción de una logística, de una infraestructura económica, ligada fuertemente a la construcción de carreteras. Se han recuperado fundiciones, cono la de Vinto, que no abastece en absoluto para atender a la producción minera, que sigue exportando en la condición de minerales y materia prima. El complejo de Karachipampa no termina de comenzar a funcionar como se debe; tampoco hay otros proyectos de fundición de minerales, salvo el incierto proyecto siderúrgico del Mutún, que no termina de instalarse y de funcionar. Por lo tanto no podemos hablar de una industria pesada y de unas industrias livianas articuladas. Estamos ante fragmentos dispersos, islas, que no lograr formar una plataforma industrial. La industrialización sigue siendo un sueño, un imaginario, que no se toma en serio, pero sirve para el discurso de propaganda.
En este sentido, no se puede hablar de desarrollo, en el sentido de la interpretación que hacían los nacionalistas del siglo pasado, cuyo eje era la sustitución de importaciones. Aunque haya crecimiento económico, variaciones positivas del producto interno bruto, acumulación de reservas, no hay desarrollo, no hay acumulación de capital. Lo que hay es expansión del modelo extractivista, mayor dependencia de las exportaciones de materias primas, mayor control del Estado en la captación de los recursos monetarios, participación en el control administrativo de las empresas públicas, hidrocarburíferas y mineras, pero no formación de un capitalismo de Estado, aunque este proyecto haya estado en ciernes en los proyectos políticos. El capitalismo de Estado es un proyecto no una realidad.
No hay desarrollo, en el sentido mencionado, lo que hay es crecimiento, un crecimiento que permite la formación de una burguesía financiera, comercial y agroindustrial, un crecimiento donde el Estado juega un papel importante como administrador y captador de recursos monetarias, un Estado que no llega a ser empresario. Este crecimiento se basa en la super-explotación de los trabajadores, la mayoría de los cuales está reducido a su condición informal o de proletariado nómada, que no se encuentra sindicalizado, tampoco goza de derechos y de seguro. Se han formado miles de micro-empresas sobre la base de la explotación familiar y explotación semi-esclava, parecidas a las condiciones salvajes del capitalismo. En este panorama se distribuyen de manera dispersa algunas industrias textiles y de alimentos que no llegan a articular una plataforma industrial. El crecimiento del núcleo agro-industrial se basa en la expansión de la frontera agrícola, por lo tanto en la transferencia de los costos a la naturaleza.
Lo que sí se puede constatar es la presencia gravitante de empresas trasnacionales en la minería, así como en los hidrocarburos, aunque estas últimas aparezcan supuestamente nacionalizadas y como empresas de servicios. Por lo tanto un peso condicionante en el campo económico son estas empresas trasnacionales.
¿Qué tenemos entonces como figura del perfil económico? La descripción se parece a la mayoría de las economías de las periferias del sistema-mundo capitalista; se trata de espacios de extracción y explotación de recursos naturales que alimentan la insaciable maquinaria del capitalismo. Se trata de países altamente dependientes y fuertemente condicionados por el mercado internacional. Países que se reducen a la relación incongruente y desarticulada entre un sector primario, dedicado primordialmente a la exportación, y un sector terciario, cuyo servicios y comercio conforman el mercado interior. La industria es incipiente, dispersa y fragmentada, no logra abastecer a la demanda interna y enfrenta la competencia de la importación y el contrabando. Si se forman burguesías, estas son mas bien intermediarias, mas bien vinculadas a la globalización, y no cuentan con un proyecto nacional.
¿Esto significa que hay que retomar el proyecto desarrollista y el proyecto nacional, tanto en su versión de capitalismo de Estado o en su versión de burguesía nacional? De ninguna manera; no tanto porque estos proyectos son tardíos, sino porque enfrentan limites en la lógica de la acumulación ampliada de capital; sólo pueden disputar los términos de intercambio, no se proyectan a cambiar las estructuras de la dominación mundial del sistema capitalista. Por otra parte, una industrialización al estilo de las potencias emergentes, como Brasil, la India, México y sobre todo China, solo puede darse bajo costos muy altos ecológicos y de explotación salvaje de la población trabajadora. Además, que en el contexto de la globalización y la crisis del capitalismo, lo que hacen estas potencias emergentes es ampliar los plazos de la crisis del capitalismo, modificando las estructuras de mediación de las formas de dominación y la participación en la acumulación ampliada de capital. La tarea de los proyectos emancipatorios en las periferias del sistema mundo capitalista es mas bien contribuir a la abolición del capitalismo aperturando un horizonte civilizatorio alternativo.
 Apuntes sobre la episteme boliviana
A modo de introducción
Vamos a desplegar algunos apuntes sobre la episteme boliviana, apuntes de los que no esperemos un dibujo completo de los horizontes de visibilidad y de decibilidad de las arqueologías del saber periféricos, en este caso de un país andino amazónico y chaqueño. Esta tarea, la de una arqueología de los saberes en Bolivia, la dejamos pendientes para una investigación exhaustiva. Deben considerase temporalidades, contextos y espesores culturales, la historia de la literatura, de las expresiones artísticas, estéticas y culturales, también, por qué no, sobre todo los saberes corporales, la gramática de los cuerpos, la gramática de las multitudes, que son las que abren verdaderamente los horizontes. Los “intelectuales”, si podemos seguir usando este término tan discutible, se ponen a trabajar sobre estos horizontes abiertos por los colectivos convulsionados. Esto ha sucedido en Bolivia en toda la dramática historia de su insurgencia permanente. Ahora nos encontramos ante un nuevo horizonte, el abierto por los movimientos sociales y las luchas indígenas, sobre todo en el intenso periodo de 2000 a 2005; este horizonte es pluralista y comunitario, también ecologista y territorial. Ante este horizonte abierto la mayoría de los “intelectuales” ha preferido retroceder y defender sus saberes aprendidos en horizontes históricos pasados y sobrepasados por la nueva condición de visibilidad.
A propósito, lo que ofrecemos en estos apuntes, es un recorrido crítico de lo que llamaremos el pensamiento político de la cuestión nacional y estatal, pensamiento construido en la experiencia convulsiva social posterior a la Guerra del Chaco. Lo que interesa es lograr una caracterización de las sugerentes expresiones críticas y búsquedas de iluminación, de inteligibilidad, de comprensión de las formaciones sociales y económicas periféricas. Lo que importa es lograr comprender la correspondencia con su tiempo y sus problemas, aprender de esa experiencia, también de las representaciones construidas. Así como, sobre todo, comprender la diferencia de tiempos que vivimos, de horizontes históricos-culturales que vivimos, de periodizaciones del ciclo del capitalismo que vivimos, por lo tanto también de sus crisis. No se trata de cuestionar una forma de pensamiento, una forma de saber, una forma de conocimiento, sino de lograr comprender su estructura y sus alcances.
Lo que importa ahora es vislumbrar los desafíos que enfrentamos después del ciclo de movimientos sociales de 2000-2005, desafíos políticos y epistemológicos. Por eso importa una revisión como la que efectuamos. Hay que anotar que el ideologüemadel que hablamos, de la episteme de esa formación discursiva y enunciativa, de alguna manera se ha clausurado. Se notan su culminación crepuscular cuando se desatan las movilizaciones y construcciones discursivas políticas y culturales kataristas, después de la masacre del valle, perpetrada por la dictadura del General Bánzer Suárez (1974).También se nota en los quiebres, en los desplazamientos conceptuales que se dan después de estos acontecimientos. Una notoria intelectual crítica, sensible a estas irrupciones y desplazamientos, como Silvia Rivera Cusicanqui expresa en sus escritos las rupturas con el ideologüema del nacionalismo revolucionario[4]. También las intervenciones, prólogos , ensayos y polémica de Javier Mediana, sobre todo el haber abierto un campo de publicaciones como las de Hisbol, donde se plasmas las investigaciones antropológicas del mundo andino, muestra también las marcas de la ruptura y el distanciamiento con una forma de pensar del iluminismo criollo.
Arqueología del ideologüema del nacionalismo revolucionario
Uno de los proyectos, que realizó en parte, de Hugo Zemelman Merino era escribir un libro sobre el pensamiento latinoamericano, concentrarse sobre todo en la episteme latinoamericana. Para tal efecto tomó en cuenta como referentes a connotados intelectuales críticos, de los que se podría decir construyeron un pensamiento propio. Entre ellos se encontraban dos bolivianos, uno era Sergio Almaraz Paz, el otro era René Zabaleta Mercado. Del primero decía que le asombraba su lucidez sobre la cuestión nacional y sobre el segundo su lenguaje tan rico y metafórico, tan propio y creativo, a la vez poético y conceptual. Al primero no lo conoció, pero leyó sus libros; al segundo lo conoció en México. De Marcelo Quiroga Santa Cruz tenía una gran consideración por su papel político; en lo que respecta a la labor intelectual del país, en general apreciaba mucho lo que se producía en Bolivia. Una vez nos dijo, de tantas llegadas consecutivas que tuvo desde 1985 hasta 1995, que Bolivia era un país apto para la epistemología. Se refería a las condiciones históricas y políticas para la construcción de un pensamiento propio. Le impresionaba la historia rebelde de las clases populares, del proletariado minero y los estratos explotados de la sociedad, le llamaba la atención la historia de insurrecciones que habían marcado las temporalidades políticas. En el periodo que estuvo aprendía el valor de la emergencia indígena de la gente que trabajaba la episteme andina en el colectivo Episteme. El libro proyectado salió publicado por Siglo XXI, es un aporte a una especie de arqueología del pensamiento latinoamericano[5].
¿Cómo caracterizar a Sergio Almaraz Paz, a René Zavaleta Mercado y a Marcelo Quiroga Santa Cruz? Se trata de un pensamiento nacional, fuertemente vinculado a la defensa de los recursos naturales, sobre todo el primero y el tercero. Aunque su labor intelectual no puede reducirse a este decurso, va más allá, fuertemente vinculada a comprender la formación social y económica boliviana, particularmente el segundo. Los tres terminan vinculados a una formación marxista, sobre todo el primero y el segundo. El primero venía de su experiencia en el flamante Partido Comunista que impulsó a fundar, después de abandonar la juventud del PIR; el segundo, venía del MNR y termina militando en el Partido Comunista. Parecen historias complementarias con rutas inversas. El tercero tiene otra historia, más vinculado a la literatura, después al ensayo, bastante distanciado de la Revolución Nacional de 1952, de la que tenía muy poca consideración. Su participación como diputado opositor en el gobierno del General René Barrientos Ortuño va a ser notoria sobre todo por sus críticas, acusaciones y denuncias a su gobierno. Empero su papel como ministro del Gobierno del General Alfredo Ovando Candía, empujando la nacionalización de la Gulf Oíl, lo va encumbrar como político y luchador de los recursos naturales, combatiente de la soberanía[6]. Definitivamente cuando forma el PS1 y logra una votación importante en los barrios obreros y los populares, después de insistir en sucesivas elecciones, se proyecta como un candidato alternativo, incluso a la decadente y complicada UDP. Los tres intelectuales bolivianos forman parte de una trayectoria y una tradición. Hablamos de un pensamiento crítico y nacional. No me atrevería a calificarlo de nacionalista, prefiero usar un término que se empleó después, para caracterizar un posicionamiento político en la cartografía ideológica; se trata del término que caracteriza el posicionamiento de la izquierda nacional para distinguirlo del planteamiento o mas bien de los planteamientos políticos de la izquierda tradicional, estructurados sobre todo por el POR y los partidos comunistas.
Los libros de Sergio Almaraz Paz forman parte de esta herencia nacional; Petróleo en Bolivia, El Poder y la Caída y Réquiem para una República son investigaciones y ensayos iluminadores sobre las estructuras de poder que condicionan la historia política y económica del país. En Petróleo en Bolivia asistimos a un penetrante análisis de la dramática historia del petróleo en Bolivia y en el mundo, se abren los entretelones de las determinantes de la Guerra del Chaco, se muestra el comportamiento sinuoso de la Gul Oíl, así como de los personeros de gobierno de turno. También se narra la lucha por la recuperación del petróleo, donde se involucran personas comprometidas, algunas instituciones patrióticas, las resistencias populares y las tomas de posición de organizaciones. Se forja la narración de la historia de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), sobre todo en su etapa inaugural, y un análisis comparativo de los contratos, donde se hace evidente el entreguismo de funcionarios de gobierno y de los bufetes. La investigación de El poder y la Caída asombra por hacer inteligible lo que hoy podríamos llamar la genealogía del poder en Bolivia, la estructura del poder minero, de los llamados barones del estaño. El análisis es penetrante y devela el diagrama de fuerzas institucional, sobre todo por las tesis en juego, la vinculación entre la estructura económica y la estructura política; no tanto tomando esta última como superestructura, como en un análisis esquemático marxista, sino mostrando las compenetraciones de ambas estructuras, estructura o base económica y superestructura o estructura estatal, política, ideológica y cultural; su invención, institución y configuración a partir de ciclos, particularmente el ciclo del estaño, ligado al ciclo de la hegemonía del capitalismo británico. El análisis de la temporalidad política y de las temporalidades estructurales del poder es sobresaliente por el enfoque analítico de lo concreto. ¿De qué estamos hablando en estos casos? ¿De una economía política, de una sociología política, de una antropología política? Hablamos de un autor que tiene la habilidad de moverse en varios campos teóricos para dar cuenta de realidades complejas como las formaciones económicas y sociales periféricas. Quizás el libro más apasionado es Réquiem para una república, donde hace una evaluación crítica de la Revolución Nacional (1952-1964). Con un lenguaje camusiano enfrenta la decadencia de la revolución, de la que dice que hay que aprender sus lecciones. Psicología de la vieja rosca prácticamente abre el análisis del libro, en tanto que Psicología de la nueva rosca clausura el recorrido de una temporalidad decadente. Empero hay capítulos conmovedores como Cementerios mineros donde interpela a la nación desde la experiencia del proletariado minero y dice que llegará un día cuando los mineros se nieguen seguir sosteniendo la nación sobre el escarnio de su propio cuerpo. El capítulo más elocuente sobre la decadencia de la revolución es El tiempo de las cosas pequeñas, donde se describe el minucioso y detallado retroceso del gobierno y del partido nacionalista, el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), retroceso del que no se dan cuenta, no toma conciencia, incluso cuándo se encuentran al otro lado de la vereda enfrentando al pueblo[7]; por ejemplo en el enfrentamiento den Sora-Sora contra las milicias mineras (1963).
La obra de René Zavaleta Mercado es prolífica y puede caracterizarse por periodos; desde la Formación de la Consciencia Nacional hasta Lo nacional-popular en Bolivia el autor atraviesa intensamente por distintas elaboraciones teóricas que tratan de responder a una obsesión de vida: ¿Cómo hacer inteligible una formación histórica y social abigarrada? Luis Tapia Mealla caracteriza esta trayectoria como La producción de un conocimiento local[8]. Requeriríamos tiempo y espacio para detenernos en la producción de René Zavaleta Mercado; por estas razones preferimos concentrarnos en la última producción intelectual de la autor, publicada póstumamente; hablamos de Lo nacional-popular en Bolivia[9].
La querella del excedente es un capítulo impresionante donde se analiza la Guerra del Pacífico desde una perspectiva densa y compleja que pone en consideración las condiciones histórico-políticas de Bolivia, Perú y Chile en el momento de la guerra. Es un análisis de la condición de sus bloques históricos, de su articulación específica entre estructura y superestructura, relacionados a la legitimidad y hegemonía logradas en sus sociedades, además de la evaluación de la construcción estatal. Como se puede ver el enfoque teórico gramsciano atraviesa este análisis histórico-político. Otro capítulo imponente es El mundo del temible Wilka, donde se interpreta la guerra aymara en la Guerra Federal (1898-1899) en el contexto del mundo capitalista, del ciclo del capitalismo inglés y la revolución industrial, en el contexto de la perversa relación ente la acumulación originaria y la acumulación ampliada de capital. Se trata ciertamente de un análisis marxista, pero no al estilo esquemático como se acostumbra en el difundido marxismo vulgar, sino desde una erudición densa y asombrosa, análisis que da cuenta de la complejidad de la crisis de Estado. En El estupor de los siglos se efectúa un análisis histórico de la crisis de Estado, caracterizando al Estado oligárquico en sus distintas fases, dese la condición del Estado aparente hasta la condición de la autonomización estatal en tanto autonomía relativa del Estado, respondiendo al carácter de capitalismo organizado. La conclusión es que no logra formarse el Estado que se mueve en una oscilación entre el Estado aparente y el Estado instrumental, oscilación que no resuelve su condición espacial y territorial, pues estamos ante una oligarquía restringida a sus propiedades mineras.
¿Se puede decir que es nacionalismo este pensamiento, esta formación discursiva? No, de ninguna manera. Estamos ante un pensamiento marxista elaborado, trabajado desde la experiencia del abigarramiento de la periferia boliviana, comprendiendo la intensidad de la crisis del Estado. La cuestión nacional es trabajada como parte de la cuestión estatal, no resuelta, inacabada, problemática. Un lenguaje poético y barroco busca romper las dificultades de las resistencias a ser conocida de la realidad de la formación económica social periférica. El recurso a la erudición pone en juego la contrastación con otras experiencias y la comparación con figuras teóricas; de esta forma hace hablar a los personajes, haciendo emerger significaciones que los mismos actores históricos quizás desconozcan, empero reproducen en los contextos y tejidos históricos. En comparación, se puede decir que el discurso de Carlos Montenegro era nacionalista; reivindica la nación imaginada frente al coloniaje, al proyecto de supeditación de la oligarquía minera y terrateniente. Podemos considerar que La formación de la consciencia nacional se mueve en los códigos del discurso del nacionalismo revolucionario; incluso libros anteriores como El asalto porista (1959), Estado nacional o pueblo de pastores(1963) y La revolución boliviana y la cuestión del poder  (1964) también pueden considerarse textos del discurso del nacionalismo revolucionario. No ocurre lo mismo con El poder dual(1974), Bolivia hoy (1983), Las masas en noviembre (1983), Lo nacional-popular en Bolivia (1986), Escritos sociológicos y políticos (1986), Clases sociales y conocimiento(1988), El Estado en América Latina(1989), 50 años de historia (1992); estos escritos no pueden considerarse formar parte del discurso del nacionalismo revolucionario, salvo La caída del MNR y la conjuración de noviembre, que se publica con posterioridad, siendo un escrito anterior (1995). En estos textos estamos ante un Zavaleta Mercado que se ha apropiado a su manera de la teoría sobre hegemonía y sus consideraciones sobre la superestructura de Antonio Gramsci, que la utiliza modificándola hasta el escándalo de cruzar sus límites, aportando con una teoría propia, con uso crítico del marxismo, para lograr una hermenéutica de la formación económico-social boliviana.
Ciertamente, no se puede desconocer en estas preocupaciones intelectuales la problemática de la cuestión nacional, como parecen hacerlos los teóricos de la izquierda tradicional. La relación entre René Zabaleta Mercado y Sergio Almaraz Paz es amistosa y afectiva, militaron en el mismo partido (MNR), pertenecieron ambos, uno primero y el otro después, al PC; la entrañable amistad se la puede vislumbrar en el Prólogo que le dedica Zavaleta Mercado en Réquiem para una República a Sergio Almaraz Paz. No pasa lo mismo en su relación con Marcelo Quiroga Santa cruz, que más bien es polémica, sobre todo cuando Zavaleta milita en el MNR. Revisando estas trayectorias, sobre todo la producción intelectual de estos autores, Sergio, René y Marcelo, la formación enunciativa en cuestión no puede restringirse al discurso del nacionalismo revolucionario, va más allá; el análisis de la estructura de poder, el papel de la centralidad minera y el socialismo vivido, como lo califica Hugo Rodas morales, no se circunscriben a un pensamiento nacionalista.
Marcelo Quiroga Santa Cruz va a ser conocido primero como literato, novelista, después como ensayista y por último como político socialista. Las novelas de Los deshabitados y Otra Vez marzo van a ser reconocidas y connotadas internacionalmente. Estamos ante un escritor, un literato, en pleno sentido de la palabra. Preocupado por las expresiones artísticas y estéticas. Lo que no deja que también se ocupe de la candente cuestión política boliviana. Es notoria su oposición a la revolución nacional, tiene ante ella críticas morales y éticas; no podríamos hablar de una polémica propiamente política, menos que se lo hace, en aquél entonces, desde una perspectiva socialista. Es también difícil sostener, como algunos apresurados han tratado de interpretar, que Marcelo Quiroga hacia una crítica desde las posiciones de clase de la oligarquía terrateniente. En todo ese tiempo está más cerca de la literatura y bastante distante de los intereses materiales como para defender una posición de clase. René Zavaleta Mercado es duro en la polémica con este Marcelo Quiroga Santa Cruz. René Zavaleta más rudo, más experimentado en las cuestiones políticas, más cerca del debate de coyuntura, en tanto que Marcelo Quiroga mas bien sensible a los códigos morales; ambos intelectuales están abismalmente distanciados. Uno escribe desde la penetrante experiencia de la revolución nacional (1952-1954), el otro lo hace desde la esfera de la crítica estética y ética desplazada desde los espesores de la literatura. Realidad y ficción no se encuentran.
Podemos decir que es después de la caída del MNR, con el golpe militar de 1964, que Marcelo Quiroga Santa cruz incursiona decididamente e la política. Una breve reseña de su vertiginosa vida puede resumirse de la siguiente manera:
Durante las elecciones de 1966 consigue ser elegido diputado por Falange Socialista Boliviana, partido que lo inscribe en sus listas y lo postula.  Entonces es representante del departamento de Cochabamba. En estas elecciones es elegido como presidente el candidato militar General René Barrientos Ortuño. Desde el Congreso Marcelo Quiroga Santa Cruz, en su condición de diputado, efectúa un juicio de responsabilidades contra el presidente elegido. Siendo una voz solitaria – hasta el partido que lo postulo lo abandona -, en un Congreso mayoritariamente barrientista el juicio de responsabilidades le cuesta el desafuero parlamentario, después sufre el secuestro, seguido por el confinamiento en Alto Madidi, culminando esta represión en la cárcel. En la memoria popular Marcelo Quiroga Santa Cruz va a ser conocido como defensor de los recursos naturales. Contando con estos antecedentes se convierte en el autor intelectual de la nacionalización del petróleo, en su condición de Ministro de Minas y Petróleo (1969) en el gobierno del General Alfredo Ovando Candía.  Empero fue ministro durante sólo un lapso, hasta su renuncia, asumida debido a lo que consideraba  la capitulación gubernamental frente a la empresa de petróleos nacionalizada (Gulf Oíl Co.) cuando el gobierno cede a las presiones de la empresa para ser indemnizada. Ya curtido en la ingrata experiencia política, fundó el Partido Socialista en 1971,  acompañado por un grupo de intelectuales y dirigentes sindicales. Su estadía en Bolivia ha de durar poco, hasta el cruento golpe militar del 21 de agosto de 1971, encabezado por el General Bánzer Suárez.  En el exilio se ocupa de múltiples actividades, académicas, es columnista, participa en distintas instituciones y organizaciones, forma parte del Tribunal Socialista con sede en Yugoeslavia. El 1977, cuando se evidencia la crisis de la dictadura militar, retorna clandestinamente a Bolivia, retoma la conducción del Partido Socialista, partido proscrito durante régimen dictatorial; el partido asume otra sigla, va a ser conocido como PS-1. Incursiona como candidato a la presidencia durante las elecciones consecutivas de 1978,1979 y 1980. En su trayectoria electoral logra conquistar y seducir paulatinamente a un electorado popular y obrero, llegando a aglutinar en las últimas elecciones unos 120.000 votos, logrando de esta manera el cuarto puesto. En su condición de parlamentario en la legislatura de 1979 retomó la tarea del juicio de responsabilidades a la burguesía, como le gustaba decir; esta vez era en la representación del General Hugo Bánzer Suárez. La alocución de Marcelo Quiroga Santa Cruz fue brillante, minuciosamente trabajada, con una voluminosa documentación de apoyo; su voz aguda y de gran orador fue escuchada ante la impavidez del resto de diputados, que incluso como Guillermo Bedregal se hicieron la burla. 
El programa de gobierno del PS-1 en las elecciones nacionales de 1980 contrastaba con el programa tímidamente reformista que enarbolaba la UDP; se trataba de un programa de nacionalizaciones frente a un programa que no se atrevía ni a discutir la posibilidad de la nacionalización. Lo mismo ocurrió con el frente de Izquierdas, Frente Revolucionario de Izquierda (FRI), que tampoco quiso plantearse un programa de nacionalizaciones, a pesar de los reclamos de Domitila Chungara, quien fue reprendida por el propio PC-ML. Este contraste llama la atención en plena apertura democrática después de la noche de las dictaduras militares. En esta sintomatología se nota la desubicación de la izquierda tradicional ante los acontecimientos políticos, ante la irrupción democrática de las masas. La izquierda tradicional se encontraba lejos de comprender la cuestión nacional y la necesaria recuperación de la soberanía por medio de la recuperación de los recursos naturales. La UDP prefirió optar por la demagogia nacionalista, demagogia expresada elocuentemente por el Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR), entrapada en dos frentes, un frente con la derecha en el Congreso y un frente con la izquierda obrera, con la Central Obrera Boliviana (COB), en las calles.
La entrega apasionada y comprometida en la lucha socialista y el proyecto nacionalizador lo llevó raudamente a su desenlace fatal, a su asesinato por las huestes militares bolivianas y argentinas.  Esto ocurrió el 17 de julio de 1980; el narco-golpe militar de García Meza y Arce Gómez decidió una guerra sucia y de exterminio, tomando el ejemplo de los militares argentinos. Marcelo Quiroga fue reconocido y herido por los paramilitares que tomaron la sede de la COB, fue apresado y conducido al Estado Mayor del Ejército, dónde lo asesinaron, haciendo desaparecer ignominiosamente sus restos, que hasta ahora no han sido recuperados. Se entrevé una complicidad del gobierno de Evo Morales Ayma con los militares bolivianos para encubrir este asesinato y evitar su esclarecimiento, así como la devolución de sus restos.
Un recuento de sus participaciones puede resumirse de la siguiente manera: En 1952 fundó y dirigió el semanario «Pro Arte»; en 1959 la revista «Guion», dedicada a la crítica cinematográfica y teatral; en 1964 abre el periódico «EL SOL». En 1953 es nombrado delegado boliviano en el Congreso Continental de Cultura; en 1969 en el Congreso Intercontinental de Escritores. En 1957 publica su primera novela Los deshabitados; junto a Garciliano Ramos de Brasil, Miguel Ángel Asturias de Guatemala, Augusto Roa Bastos del Paraguay, José María Arguedas del Perú y Juan Carlos Onetti del Uruguay recibe el premio William Faulkner, premio que es entregado en 1962 a la mejor novela escrita desde la segunda guerra mundial. La otra novela, Otra Vez Marzo, se publica en 1990; se trata de una novela póstuma, aunque inconclusa. Fuera de su labor literaria amaba el arte cinematográfico, incursiona en este campo; en 1964 realiza el cortometraje El Combate. Esta multifacética trayectoria nos muestra el ímpetu y el talento del insigne e intenso intelectual. Sin embargo, debemos concentrarnos en  su vasta producción de ensayos, de los que hay que hacer una clasificación; algunos de ellos es indispensable nombrarlos por su carácter polémico, otros por su vinculación a la defensa de los recursos naturales. La crítica a la Revolución Nacional se encuentra en La victoria de abril sobre la nación (1960); la crítica a las políticas entreguistas ya aparecen en Desarrollo con soberanía, desnacionalización del petróleo (1967); se retoma esta crítica en Lo que no debemos callar (1968). Un elocuente testimonio se encuentra en Acta de transacción con la Gulf -análisis del decreto de indemnización a Gulf (1970). El análisis y la denuncia consecuente podemos encontrarlos en un libro más elaborado que titula El saqueo de Bolivia (1973);  lo mismo acontece en Oleocracia o patria (1976), donde ya hallamos una caracterización de la estructura del poder en Bolivia, caracterización no disímil a la que hizo Sergio Almaraz Paz.
Volviendo ya a un enfoque de evaluación, dejando las trayectorias de vida, a propósito de esta construcción de un pensamiento propio, de esta formación discursiva, ¿podemos hablar de una episteme boliviana, en el sentido que le da Michel Foucault al término episteme, como horizonte de visibilidad y de decibilidad? Ciertamente para responder a esta pregunta no basta circunscribirnos a tres trayectorias intelectuales, por más intensas y profundas  que estas hayan sido. No es suficiente la consideración en el terreno que nos hemos movido, que es el del análisis político, el de la crítica política, que puede incorporar lo que podemos llamar la economía política de los recursos naturales y la interpretación de la superestructura estatal. Debemos tener en cuenta que hemos considerado la formación discursiva desde la problemática de la cuestión nacional y la cuestión estatal. Hay otras construcciones concurrentes, que no hemos mencionado, el discurso obrerista, lo que defino como el marxismo de guardatojo[10], desarrollado sobre todo por el POR, particularmente por un prolífico intelectual, militante e historiador, Guillermo Lora. Elaboración intelectual de la que no se puede decir que su trabajo se reduce a una transferencia de la tesis de la transición y la tesis de la revolución permanente de León Trotsky. Eso sería no comprender las particularidades propias de un marxismo minero, construido desde los socavones. Un producto de esta peculiar manera de interpretar la revolución boliviana se encuentra precisamente en la Tesis de Pulacayo. No se desentiende de las llamadas tareas nacionales, empero las interpreta en un recorrido ineludible hacia la revolución socialista conducido por el proletariado minero.
No nos vamos a detener en una evaluación de la obra de este intelectual trotskista, sino solamente llamar la atención en formaciones discursivas paralelas, pero que no se reconocen, no se leen ni llegan a discutirse en serio. Se ignoran. Salvo quizás Zavaleta Mercado quien tenía una gran consideración a Guillermo Lora, lo leía y comentaba; lo llamaba graciosamente el “Fiero”. En la abundante producción de este intelectual militante, la voluminosa Historia del movimiento obrero boliviano[11]es la más conocida; empero hay otros escritos de importancia que deben ser tomados en cuenta como La revolución boliviana[12]. El enfoque indudablemente tiene un contenido de clase, el análisis y la interpretación de la historia giran en torno a la organización proletaria, a su potencialidad revolucionaria y de vanguardia. Al respecto habría que separar sus investigaciones históricas, apoyadas con abundante archivo y documentación, de sus intervenciones políticas. Las investigaciones históricas arrojan luces sobre la dinámica molecular de los hechos, en tanto que los escritos políticos expresan la voluntad obrera, la intransigencia de la conducción y la dirección.
Ambas formaciones discursivas, la de la izquierda nacional y la de la izquierda tradicional, a pesar de sus distintas perspectivas, hablan prácticamente del mismo, de la crisis del capitalismo periférico, de la crisis estatal y del no cumplimiento de la cuestión nacional y ciertamente, en el caso de Guillermo Lora de la perspectiva socialista. Son, de alguna manera, discursos contemporáneos, aunque no terminen de encontrarse. ¿Por qué ocurre esto? ¿Hay una mutua descalificación? Sobre todo en el caso del discurso trotskista, que considera a los otros discursos como burgueses, por lo tanto en esencia impotentes para dar cuenta de la crisis y la lucha de clases. El discurso del POR en los periodos de formación de la conciencia de clases, de la organización del proletariado minero, ha de ser un dispositivo enunciativo y organizativo importante; empero su irradiación se detiene en los límites de la clase obrera boliviana. No construye hegemonía y por lo tanto le va a ser difícil lograr lo que persigue, liderar un frente de clases explotadas a partir de la alianza obrero-campesina. Por otra parte, su apego a la problemática de clases lo aleja de interpretar y analizar las estructuras de poder, la crisis de la superestructura estatal, las problemáticas de la dependencia en las periferias del capitalismo. Lo que el otro discurso, el de la izquierda nacional, en contraste hace. En comparación, a un discurso le falta lo que el otro tiene; lo que parece estar ausente del discurso de la izquierda nacional es el análisis de la lucha de clases, el análisis a partir de la lucha de clases, aunque este análisis termine siendo muy esquemático en las interpretaciones de la izquierda tradicional.
El crítico literario y epistemólogo Luis H. Antezana escribe un análisis filológico y lingüístico sobre el discurso del nacionalismo revolucionario. En el documento observa que se trata del mismo ideologüema que comparte la izquierda y el nacionalismo; el nacionalismo revolucionario es como una herradura que contiene distintas expresiones, desde la derecha a la izquierda, siempre moviéndose en el imaginario de la nación y bajo la referencia del Estado-nación[13]. Este ideologüema vendría a ser una episteme, es decir, un horizonte de visibilidad y de decibilidad, compartido tanto por los discursos nacionalistas como por los discursos izquierdistas, tanto de la izquierda nacional como  de la izquierda tradicional. En otros términos desde otra perspectiva, más filosófica, hasta podríamos hablar de un horizonte de mundo[14]. Hablamos de estructuras de pensamiento, que orientan a los mismos discursos y a las mismas acciones de los sujetos involucrados. En este sentido podríamos hablar de una episteme boliviana, que es como el campo de posibilidades históricas de los conocimientos que se van a desatar desde la experiencia dramática de la guerra del Chaco. ¿Cuándo se clausura esta episteme? ¿Se clausura la episteme boliviana? ¿Cuáles son las características de las estructuras de pensamiento del pensamiento político boliviano? Dejando para otra ocasión la tarea de una configuración más completa de la episteme boliviana, vamos a señalar algunos rasgos definidores del perfil, con el objetivo de lograr seguir sus alcances temporales.
Un rasgo sobresaliente es la comprensión o la certeza del inacabamiento, de la no conclusión, de la tarea pendiente del Estado-nación. Hay una gama de consideraciones que expresan el dramatismo de esta condición incompleta del Estado;  desde las caracterizaciones del Estado oligárquico hasta las caracterizaciones del poder dual, pasando por las figuras del Estado aparente. Hay como una idea de vivir una constante transición hacia la totalización de la nación y del Estado. Pueden caber distintas versiones de esta transición, distintas direcciones de la transición, desde las más conservadoras hasta las más radicales. Empero todas se encaminan a resolver la cuestión estatal, a completar el Estado-nación, incluso por la vía revolucionaria de la dictadura del proletariado. Por esto y por otras razones la relación con el Estado resulta problemática; el Estado es el referente paternal, el instrumento indispensable para resolver los problemas económicos, sociales, políticos, culturales, salariales. Por eso también el Estado se convierte en el botín absoluto; la disputa se da por el control de esta fabulosa maquinaria.
Otro rasgo con-figurante es el mito del origen de la nación; la nación se origina en las arenas y trincheras de del Chaco, donde las distintas clases del país se encuentran y mueren, derraman su sangre, escribiendo trágicamente un pacto político y social. Aunque no todas las expresiones discursivas comparten este mito, el mismo es un referente histórico de la bolivianidad, de la formación de su consciencia nacional. Este mito del origen de la nación es altamente significativo pues no sólo plantea un nuevo comienzo, más profundo, mas abarcado, mas consensuado, más inclusivo, que el comienzo histórico de la independencia. La hipótesis implícita, si podemos hablar así, de hipótesis en el mito, es que es la primera vez que se encuentra todo el pueblo o que, mas bien, se constituye el pueblo, todas las clases de la nación. Campesinos, obreros, clases medias, se encuentran y se reconocen; se da lugar como una autoconciencia[15]. Enfrentando a la muerte se reconocen como semejantes y comprenden que comparten un destino, no solamente el destino de enfrentar a la muerte, sino el destino de la nación misma. Descubren que el enemigo no es el que está enfrente, el paraguayo o lo que llamaban popularmente el “pila”, sino en el propio país, gobernando, manejando los destinos del país, apropiándose indebidamente de los recursos naturales. El enemigo es la oligarquía minera y terrateniente. La desmovilización, después, de la guerra, es el retorno a las ciudades para recuperar lo que es nuestro. El camino a la revolución nacional comienza en esta revelación en pleno combate: la nación tiene que liberarse de la oligarquía, la nación tiene que liberarse del coloniaje de la oligarquía, de la anti-nación.
Un tercer rasgo es el mito de la modernidad, que viene acompañada por el mito del progreso, el mito del desarrollo, el mito de la industrialización. Así como los liberales del siglo XIX soñaban con la construcción de ferrocarriles, que traería progreso, los nacionalistas del siglo XX soñaban con la industrialización como el medio primordial del desarrollo. La industrialización conlleva al desarrollo, saca del atraso, provoca la modernización. En este sentido se espera la modernización de las conductas, la modernización de las instituciones, la modernización de las ciudades, la modernización de las comunicaciones, entre las que entran las carreteras. Ahora bien, no todos comparten de la misma manera estos mitos. El ideologüemadel nacionalismo revolucionario, la episteme, tiene estratos, composiciones, diferencias y desplazamientos. Hay quienes, que llamaremos los técnicos, se concentran en la necesidad de las fundiciones, es decir, en la industria pesada. Este estrato es minoritario, empero es el que asume de manera consecuente el proyecto de la industrialización. Los otros se pierden en discursos, en proyectos que incluso cuentan con recursos, empero los despilfarran, los desvían y usufructúan de los mismos. Para estos, la industrialización es una meta que hay que alcanzar algún día, lo primero que hay que hacer es formar la burguesía nacional y esto se logra primero enriqueciéndose, aunque sea a costa del Estado. Este quizás era el estrato mayoritario que compartía el ideologüema del nacionalismo revolucionario. Hay otra composición sugerente, los que consideran que la modernización se efectúa primero por la burocratización, la formación de una gran masa de funcionarios, instituyendo un aparato en forma de malla que cubriera el país. La formación del Estado pasa por la construcción weberiana del Estado,  por la conformación de una burocracia de especialistas, de una gran arquitectura de funciones y especializaciones. Esta es otra de las salidas que se ha de tomar en serio en esto de la modernización del Estado. En un país de mayoría campesina, que es el término que se utilizaba para referirse a las naciones y pueblos indígenas, el mejor camino de la modernización, de acuerdo a la tendencia más liberal del nacionalismo, es la reforma agraria por la vía farmer, es decir, de los propietarios privados. De esta forma se convierten en hombres iguales, en tanto propietarios privados de la tierra. Esta idea incluso la llega a compartir René Zavaleta Mercado cuando reflexiona sobre el acontecimiento de la igualación de los hombres. Sin embargo, en esta metáfora de la herradura, que es el mapa del ideologüema del 52, hay que nombrar también a los radicales, que si bien no son nacionalistas, comparten la episteme nacional, el imaginario de la nación y del Estado-nación, el imaginario de la modernidad, el progreso y el desarrollo. La Izquierda del ideologüema, la versión proletaria o de expresión de los proletarios mineros, pensaba que el camino al desarrollo socialista era conformar propiedades colectivas campesinas, koljóses, para avanzar en la industrialización y en la solución masiva de la alimentación. Como se puede ver, en este asunto de la modernización, el progreso, el desarrollo y la industrialización, el mapa del ideologüemadel nacionalismo revolucionario es más diverso y estratificado.
Un cuarto rasco del ideologüema en cuestión es el proyecto de conformar la burguesía nacional. Ante la constatación de que la burguesía minera formaba parte de una burguesía intermediaria, mediadora de los intereses de las burguesías de los imperialismos dominantes, de que los intereses de esta burguesía internacionalizada no coincidían con los intereses de la nación y el Estado, era indispensable formar una burguesía nacional, que cumpla con las tareas pendientes, democráticas y burguesas. Esta interpretación era de alguna manera compartida por los ideólogos del nacionalismo y por el propia partico comunista, que tenía una concepción por etapas de la revolución socialista. Esta interpretación no era compartida por los troskystas, quienes tienen una concepción permanente de la revolución; son los propios obreros, en alianza con los campesinos, los que tienen que cumplir estas tareas pendientes de una burguesía nacional inexistente. De todas maneras, a pesar de las divergencias, esta hipótesis sobre la ausencia de la burguesía nacional forma parte de una concepción histórica, de una compresión de las temporalidades históricas, de los cursos y el devenir históricos. Esta concepción histórica está íntimamente compenetrada con el desarrollo capitalista, en tanto que este desarrollo ha pasado a la fase imperialista, a la fase del dominio del capital financiero, las contradicciones con el imperialismo, entre nación dominada e imperialismo se suman a las contradicciones de clase, entre proletariado y burguesía, entre campesinos y terratenientes. Las burguesías de los países dominados por el imperialismo nacieron tarde, prefieren aliarse a los latifundistas y conservadores que cumplir con sus tareas democráticas. En estas circunstancias, las revoluciones populares en la periferia del capitalismo han optado por dos salidas a la crisis. Una de ellas es conformar simuladamente una burguesía nacional, conformación artificial que ha terminado constituyendo estrato social de nuevos ricos, los mismos que han preferido el gasto de la reproducción placentera a la inversión y ahorro calvinista, los mismos que terminan aliándose a las viejas clases dominantes. La otra salida es la opción de la sustitución de la burguesía inexistente con el papel administrativo del Estado, la burocracia sustituye a la burguesía. Este segundo camino ha terminado convirtiendo al Estado en un administrador de empresas.
Quizás un quinto rasgo del perfil del ideologüema del nacionalismo revolucionario es la apreciación fatal, el sentido común que se tiene sobre la inevitabilidad del avance, expansión y cumplimiento del capitalismo. Esta es la realidad. Este prejuicio histórico es compartido entre nacionalistas, liberales, neoliberales, pero también por la izquierda, tanto nacional como tradicional. El capitalismo no sólo es una realidad sino una especie de destino que tiene que cumplirse, aunque sólo sea para crear las condiciones objetivas, el desarrollo de las fuerzas productivas, para construir el socialismo y el comunismo. A partir de este sentido común sobre el capitalismo, podemos ver que si bien hay posiciones enfrentadas entre los que defienden el capitalismo como fin de la historia, culminación de la evolución humana, y los que consideran que debe vivirse el capitalismo como etapa al socialismo, los que consideran que es proletariado que va cumplir con las tareas pendientes de la industrialización, en un proceso de transición, todos se mueven en el horizonte de la modernidad, todos son desarrollistas, asumen el ritmo histórico como desarrollo en la linealidad del progreso. Todos comparten la matriz de los valores de la misma civilización, la civilización moderna.
Un perfil epistemológico, aunque todavía insuficiente en su acabado, del ideologüemadel nacionalismo revolucionario, puede obtenerse a partir de algunos rasgos diseñadores, algunas figuraciones ideológicas, componentes de una weltanschauung, de una concepción de mundo compartida.  Como hemos visto, estos rasgos diseñadores son la certidumbre del Estado inconcluso, el origen dramático de la nación en la Guerra del Chaco, el mito de la modernidad, el progreso, el desarrollo, la industrialización, la formación de la burguesía nacional y la inevitabilidad del capitalismo como realidad.
¿Qué clase de mundo es este, es decir qué ante imagen de mundo estamos? ¿Qué saber, qué arqueología de saber? Ciertamente no podemos separar este saber de lo que pasa en el mundo, del debate que se da en el mundo, particularmente en las academias, aunque también en las organizaciones, aunque estas se encuentren rezagadas respecto al débete teórico, debido a su temprana inclinación al dogmatismo. No podemos olvidarnos que, en el periodo de construcción del pensamiento nacional, estamos asistiendo en América Latina a los desarrollos de la Teoría de la Dependencia, la misma que ya plantea un concepto integral del capitalismo, nos referimos al concepto de sistema-mundo. Se trata de un concepto geopolítico que comprende una gran división geográfica entre centro y periferia del capitalismo, convirtiéndose la periferia en el gigantesco espacio dominado, convertido en dependiente y reducido a la transferencia de recursos naturales. Podemos decir que se trata de una inmensa geografía donde se produce constantemente la acumulación originaria de capital por los métodos del despojamiento y el extractivismo. Por otra parte, la académica crítica, ligada al marxismo teórico, va a buscar dar curso a una mirada renovada, sobre todo después de las dramáticas experiencias de la primera y segunda guerras mundiales, las burocráticas y autoritarias experiencias de la Unión Soviética y de República Popular de China. Hay dos propuestas renovadoras que comienzan a circular; una es la de la escuela de Frankfurt y la otra es la lectura e interpretación de los Cuadernos de la Cárcel de Antonio Gramsci. Ambas propuestas teóricas van a ser tematizadas en las academias latinoamericana, en las investigaciones y en los debates teóricos, sobre todo la segunda, que va a ser la más conocida y estudiada. Es explicable entonces que se use como herramienta analítica y como recurso interpretativo las tesis de Gramsci sobre  el Estado, el partido, la hegemonía, el bloque histórico, la sociedad y la cultura. Así mismo es explicable que Sergio Almaraz Paz adquiera un tono camusiano en su hermoso libro Réquiem para una república. Hay necesidad de dar cuenta de las nuevas realidades históricas o de los desplazamientos históricos a partir de nuevos conceptos. Entonces estamos ante una imagen de mundo que responde a estas circunstancias, a la condición periférica desde dónde se emiten los discursos, a la condición de una conciencia temporal basada en la incertidumbre de la transición, en el deseo de alcanzar las metas postergadas, en la necesidad imperiosa de una identidad nacional, aunque también en el deseo de resolver los problemas de transición de una manera radical. Como puede verse, no estamos dentro la configuración epistemológica de la ciencia general del orden, tampoco en la de las ciencias de la historicidad, de las empiricidades, de la vida, el trabajo y el lenguaje, de la antropología, la psicología y la sociología. Estas epistemes pueden ser las matrices profundas de los saberes contemporáneos y regionales, delos saberes nacionales, empero asistimos a la emergencia de saberes de la transición, que buscan desesperadamente comprender los tránsitos, los despliegues, los puentes, las mediaciones, y por lo tanto los desarrollos en el tiempo y el espacio. Por eso esa certeza de lo incompleto, de lo inacabado, por eso esa ansia de modernidad, pero también de identidad, por eso esa búsqueda del sujeto encargado de estas tareas, por eso también la paradójica idea de la realidad como adversidad.
Sin embargo, hay algo sobresaliente en este ideologüema, se ignora la condición colonial de la mayoría de la población boliviana, se ignora la cuestión indígena. Se ignoran los levantamientos indígenas y su interpelación al Estado, a la nación y a la sociedad boliviana. Se supone tácitamente que este problema está resuelto con la reforma agraria y con la incorporación campesina al proyecto nacional. Esta realidad histórico-política, la relativa a las formaciones coloniales y al diagrama de poder colonial, esta parte impenetrable de la realidad, este lado oscuro del mundo, es taxativamente desconocida. No es un problema de conocimiento para el iluminismo criollo. Esta gran falta le impide a la episteme boliviana comprender los alcances de la problemática histórica sobre la que se asientan proyectos tan inestables como el Estado-nación, la modernización, el desarrollo, la industrialización. Estos límites del ideologüema del nacionalismo revolucionario le impiden construir una crítica completa de las dominaciones, de las explotaciones, de las razones profundas de la dependencia, de las razones profundas del inacabamiento del Estado y de la nación. No puede desarrollar una teoría crítica del capitalismo desde la matriz y la condición colonial de este sistema-mundo y modo de producción. El marxismo boliviano y también el latinoamericano se queda en el umbral epistemológico para comprender las matrices profundas de la historicidad de sus complejas fonaciones económico-social-culturales. No puede desarrollar una teoría crítica descolonizadora del Estado, por lo tanto tampoco puede comprender la condición colonial del Estado-nación. Ha preferido quedarse en ese umbral y repetir consabidamente generalidades, verdades universales, que no le hacen mella a los órdenes, instituciones y formas de dominación capitalista. La izquierda se termina convirtiendo en un factor más de la reproducción del colonialismo interno y en un discurso funcional a la modernidad y al capitalismo contemporáneo, mientras los izquierdistas siguen peleando contra las formas antiguas el capitalismo, básicamente las del siglo XIX, las que estudió Marx.
Claro que hay intuiciones, anticipaciones, perspectivas solitarias como las de Carlos Mariátegui, pero estas son voces solitarias, desdeñadas en su tiempo y retomadas después de su muerte con objeto de difusión, sin reflexionar profundamente sobre las implicaciones de sus desplazamientos enunciativos, sus aproximaciones a la problemática colonial y a la cuestión indígena. Podemos encontrar otros trabajos solitarios, empero ninguno de ellos se convierte en escuela, en comportamiento, en conducta, en una nueva forma de pensar,  en un proyecto político descolonizador.
En relación a esta falta, a esta restricción de la realidad histórica y social, llama también la atención el síntoma de que este saber de lo nacional ignore al pensamiento indio, los desconozca, lo descalifique de entrada. Por eso el discurso del Otro va a ser desterrado de la comprensión del ideologüemadel nacionalismo revolucionario. Hay una forma sugerente de hacerlo, cuando se lo hace a nombre del mestizaje. Bajo este postulado el indígena y lo indígena habría desaparecido en la realización de la raza cósmica, la mestiza, tal como pregona José María Albino Vasconcelos Calderón. Este escritor mexicano no podía hacerlo de otra manera pues responde a la a la experiencia de la revolución mexicana, pero sobre todo al proyecto cultural e institucional después de la revolución, proyecto institucional que se construye sobre el asesinato de Emiliano Zapata, sobre el cadáver el insigne revolucionario campesino. En todo caso deberíamos discutir tesis más contemporáneas, renovadas y diferenciales sobre la condición mestiza, como las de Serge Gruzinski, quien en el Pensamiento Mestizo plantea la comprensión del mestizaje cultural sin borrar las diferencias entre la herencia indígena y las otras herencias que configuran la modernidad periférica.  Hay que anotar varias confusiones en esta interpretación de la raza cósmica; no está en discusión el mestizaje biológico; todos somos mestizos desde nuestra condición biológica. Lo que está en cuestión es la condición histórica de subordinación, de dominación, de explotación, de exclusión en las que se encuentran las comunidades indígenas, sus formas sociales, culturales, políticas e institucionales de cohesionarse, de ser en el mundo. Lo que está en cuestión es la violencia inicial, la guerra de conquista, la colonia, la continuidad colonial, las formas del colonialismo interno, que tiene sometidos a pueblos que devienen de otros proyectos civilizatorios. Todas las sociedades criollas, desde Alaska hasta el Estrecho de Magallanes, se han construido sobre cementerios indígenas, sobre territorios despojados, sobre violencias coloniales. Estas sociedades no pueden reclamar una condición democrática si es que no se resuelve la cuestión de la herencia colonial. Tampoco puede pretender abolir el pasado colonial mediante la amnesia mestiza de que sólo cuenta el proyecto nacional.
Podemos apreciar entonces dónde radica la importancia de la emergencia y la movilización de las naciones y pueblos indígenas originarios, dónde radica la importancia de la insurrección indígena, de los levantamientos y marchas. Donde radica la importancia de su propuesta, el proceso constituyente y la Constitución. Se trata de superar la condición de incompletud permanente del Estado-nación, de un Estado-nación subordinado al orden mundial del capitalismo, mediante otra transición, la transición pluralista y comunitaria. La forma institucional de transición es el Estado plurinacional comunitario y autonómico. Una transición que se plantea el cuestionamiento mismo de la matriz cultural que cobija al capitalismo, la modernidad. Que se plantea superar el capitalismo de la única forma que se puede hacerlo, de una manera civilizatoria, el cambio civilizatorio de la modernidad. La riqueza de estos planteamientos no se los puede eludir, sobre todo después de las experiencias del socialismo real. La transición de la dictadura del proletariado en la medida que se quedaba en los límites de la modernidad, por lo tanto en su condena histórica, no podía sino revivir al capitalismo por otras vías, por la vía burocrática. Las transiciones populistas y nacionalistas que se han dado en la periferia no podían sino reproducir la dependencia por otras vías sin mellar las estructuras de dominación del capitalismo a nivel mundial. Estas experiencias no pueden ser propuestas ahora como solución, ya han sido experimentadas y adolecen de límites congénitos insuperables, pues no comprendieron integralmente la problemática del capitalismo, no comprendieron la matriz colonial del capitalismo, no comprendieron la matriz extractivista y destructiva del capitalismo.
Al respecto, no se puede decir, como dicen algunas voces apresuradas y poco reflexivas de la izquierda, que el Estado plurinacional ha periclitado, hablando y refiriéndose a la crisis del proceso, cuando este Estado plurinacional nunca ha sido construido. Lo que ha hecho el gobierno es restaurar el Estado-nación para beneplácito de izquierdas y derechas. Esta izquierda es demasiado indolente y orgullosa de sus propias pobrezas como para ponerse a trabajar seriamente y reflexionar sobre los alcances de seis años de luchas semi-insurreccionales, luchas que abrieron el proceso que todavía vivimos, con todas sus contradicciones inherentes. Prefiere repetir los viejos y desgastados discursos de la dictadura del proletariado o de la soberanía Estado-nación. Un firme aliado de ambos discursos, sobre todo del segundo  es el gobierno populista, pues ha restaurado el Estado-nación y hace la propaganda de un nacionalismo descollante. Aunque también por ahí sigue hablando de un socialismo comunitario, figura paralela y complementaria del socialismo del siglo XXI, proyectos que no son otras cosas que renovaciones fragmentarias e inconsecuentes del socialismo real. Así mismo tiende a optar por métodos totalitarios para acallar la interpelación de las naciones y pueblos indígenas originarios y de los movimientos sociales que lucharon por la apertura del proceso. Eso, aunque sea un remedo cruel de la dictadura del proletariado, repite el procedimiento de los estados en su confrontación con las sociedades, el procedimiento del Estado de excepción.
A modo de conclusión
Hay algunos sepultureros que se adelantan ansiosamente, mostrando su apresuramiento, para diagnosticar la muerte temprana del proceso constituyente, regodeándose de sus contradicciones, como si éstas no se dieran en todo proceso revolucionario, como creyendo que estas contradicciones presentes anulan sus propias contradicciones históricas, manifiestas en sus fracasos e incomprensiones de las formaciones coloniales, periféricas del sistema-mundo capitalista. A estos sepultureros debemos decirles que cuando se abre un proceso como el abierto por los movimientos sociales y las luchas indígenas, no se clausura este horizonte, aunque fracase un gobierno, que no necesariamente ha respondido al horizonte abierto, sino mas bien ha mostrado su apego al pasado. El horizonte queda abierto como desafío, como visibilidad, como espacio que hay que recorrer. Esta es la tarea, tanto política como epistemológica, reconducir un proceso contradictorio y aperturar una comprensión y conocimiento pluralista, en el contexto de las teorías de la complejidad y las cosmovisiones indígenas.  
                                                         
Ciclos largos y medianos del capitalismo
Es indispensable contar una mirada temporal del capitalismo, así como una mirada espacial; a David Harvey le hubiera gustado decir geográfica, pero quizás sea mejor volver a recoger la perspectiva geopolítica del sistema-mundo capitalista, así como también las estructuras y ciclos de larga duración ya investigados por Fernad Braudel. En lo que respecta a la periferia del sistema-mundo es también importante evaluar lo que ocurre en la economía-mundo desde la perspectiva del saqueo de sus recursos naturales; desde este punto de vista, desde la temporalidad propia de los recursos naturales, de los tiempos del modelo extractivista, de la renta vinculada a la explotación con los recursos naturales, podemos hablar de los ciclos de la extracción y explotación de estos recursos, de las estructuras periféricas vinculadas a las formas del capitalismo dependiente y de los Estado-nación subalternos, a las formas de su economía rentista.
En el presente ensayo vamos a tratar de dibujar algunas de las articulaciones estratégicas entre periferia y centro del sistema-mundo capitalista, a partir de los ciclos de los recursos naturales. No se trata de configurar las formaciones económicas y sociales, tampoco la articulación de los modos de producción en la formación económica y social, aunque estos temas sean subyacentes, sino de comprender como funciona el sistema-mundo en la periferia, sobre todo en periferias determinadas, vinculadas a la extracción minera e hidrocarburífera. Uno de los casos paradigmáticos, por las características de tierra adentro, el condicionamiento geológico de la Cordillera de Los Andes, sus cadenas y ramales, del altiplano, de la Amazonia y el Chaco, es ciertamente Bolivia, su historia económica, historia política y social, si podemos hablar así. Entonces vamos a tratarnos de situar al interior de los ciclos de la minería de la plata y de la minería del estaño, y después al interior del ciclo de los hidrocarburos, como ejes dominantes en la formación de las matrices económicas. En relación a esta delimitación, se va buscar incidir en las estructuras cualitativas y no en los cuadros e indicadores cuantitativos. Estas descripciones cuantitativas se dejaran para otro momento. Lo que interesa es poder construir una interpretación conceptual de los ciclos del capitalismo desde la periferia y teniendo en cuenta la materialidad de los recursos naturales.      
Giovanni Arrighi describe los ciclos largos del capitalismo en lapsos de prolongada duración, ciclos que comienzan a durar como 220 años (largos siglos XV-XVI), es el caso del ciclo que contiene a la hegemonía genovesa, para ir acortando su duración, haciéndola menos extensa, pero sí más intensa; el siguiente ciclo dura 180 años (largo siglo XVIII), es el caso del ciclo que contiene a la hegemonía holandesa; le sigue un ciclo de 130 años (largo siglo XIX), es el caso del ciclo que contiene la hegemonía británica; por último le sigue un ciclo de 100 años (largo siglo XX), que corresponde al ciclo que contiene la hegemonía estadunidense[16]. Durante estos ciclos la estructura de la hegemonía se mantiene, también la configuración y composición del estilo del capitalismo desplegado. Lo que se observa es un avance hacia el dominio del capital financiero, pasando por el capital comercial y el capital industrial. Habría que hacer dos apuntes sobre el estilo hegemónico de los países y las burguesías involucradas; la hegemonía genovesa se basa en una fuerte red comercial y financiera, apoyada de alguna manera por las ciudades Estado; la hegemonía holandesa se basa en la creación de un sistema de acciones que amplían considerablemente los recursos de capital, apoyados de alguna manera por su Estado, constituido después de una larga lucha con el imperio español, del que formaron parte; la hegemonía británica se basa en el imperialismo del libre comercio, el dominio del mar, y en la revolución industrial, que trastoca las condiciones de la producción capitalista, apoyada directamente por un Estado territorial que se articula plenamente con el capitalismo; la hegemonía estadounidense se basa en el auge del sistema de libre empresa, una revolución administrativa y en la organización de la producción en cadena, apoyados por un imperialismo geopolítico y estratégico a escala mundial, emergiendo después de las conflagraciones mundiales como hiperpotencia económica, tecnológica, militar y comunicacional.
Comprendiendo estos grandes ciclos del capitalismo, debemos entender cómo han incidido en la configuración del sistema-mundo capitalista, en la relación entre centro y periferia, cómo han afectado y estructurado las economías en la periferia, pero también cómo han afectado en la formación de sus estados y sus formaciones económicas y sociales. Para hacer esto es conveniente centrarse en lo que pasa con los recursos naturales, pues los países de la periferia del sistema capitalista son convertidos en reserva de recursos naturales, productores y exportadores de materias primas. La división internacional del trabajo les asigna esta tarea, reduciéndolos a países que transfieren valores, que constantemente sufren de des-acumulación relativa y de despojamiento de sus recursos naturales y económicos, debido a la constante reaparición de a acumulación originaria de capital, en beneficio de la acumulación ampliada de capital de los países del centro, sobre todo de la potencia hegemónica. Desde esta perspectiva, desde las miradas de la periferia, se puede hablar de los ciclos de despojamiento de los recursos naturales, durante los ciclos hegemónicos del capitalismo. En Bolivia podemos distinguir los ciclos de la plata, del estaño y de los hidrocarburos, correspondientes a la hegemonía británica y a la hegemonía estadounidense. Lo que se da antes, durante la hegemonía genovesa y holandesa, ocurre bajo el manto del dominio del imperio español; la articulación con el sistema-mundo se produce a través de las redes comerciales monopolizadas por la Corona española. Los virreinatos, las audiencias y las capitanías son formas administrativas extraterritoriales de la Corona y del imperio; en ese contexto histórico otra modernidad se gestaba durante esos siglos coloniales, anteriores a la revolución industrial[17]. Las independencias en el continente coinciden con la hegemonía británica y las repúblicas constituidas se articulan con el sistema-mundo a través de las redes comerciales del dominio marítimo británico. Entonces los ciclos de la economía de la plata, de la economía del estaño y de la economía de los hidrocarburos son como las matrices de espacio-tiempos que condicionan la conformación de los circuitos, de los mercados, de los flujos de capital, de la infraestructura técnica y material de las instalaciones productivas, de las minas, de los ingenios, de los sistemas de exploración y explotación de yacimientos, de los ferrocarriles y los caminos. Un tejido de relaciones sociales atraviesa y usa estos dispositivos, formas de propiedad, relaciones con el mercado externo, con el capital financiero, relaciones con el Estado, normas jurídicas, cruzan estos ámbitos de circuitos, flujos y stocks. Las poblaciones se asientan en los territorios y en los espacios configurados por estos procesos de articulación al capitalismo, las sociedades forman sus estratificaciones, se conforma un mapa institucional y se termina dándole un carácter al Estado, definido por el perfil de los gobiernos. Lo que interesa es comprender en qué se distinguen estos ciclos en la periferia; ¿cuál es la característica del ciclo de la plata a diferencia del ciclo del estaño y en qué se distinguen estos ciclos del ciclo de los hidrocarburos?
Nacimiento del ciclo de la plata
No se puede insertar mecánicamente los recorridos de los minerales, de los hidrocarburos, en general de los recursos naturales, dentro de los llamados ciclos del capitalismo, pues estas materialidades geológicas, sus lógicas de explotación y producción, terminan imponiendo también sus propias temporalidades y sus propios ritmos, que no necesariamente coinciden con los ciclos del capitalismo, aunque hay que entender que estos terminan condicionando a partir de sus propias estructuras y trasformaciones estructurales a las formas de exploración y explotación de los recursos naturales. Sin embargo, lo que interesa es identificar las formas de articulación de la periferia y el centro del sistema-mundo capitalista para entender las lógicas de acumulación y des-acumulación, las lógicas de acumulación ampliada de capital y las lógicas de la acumulación originaria o por despojamiento, cómo se forman las estructuras especificas económicas en la periferia y cuáles son las características de la administración estatal participes de estas lógicas e inscrita en el campo de las articulaciones entre centro y periferia. Por estas razones usamos la figura de ciclo de los recursos naturales más como una aproximación al condicionamiento de los ciclos hegemónicos del capitalismo.
A propósito, hay que hacer por lo menos dos anotaciones, que una cosa es la geología de los recursos naturales no-renovables, cuyos orígenes tienen que ver con la formación de la tierra, y por lo tanto su tiempos se pierden los nacimientos mismos del sistema solar; también que otra cosa es las grandes temporalidades históricas de la explotación minera, que incluso datan de tiempos pre-coloniales, y atraviesan varios ciclos del capitalismo, en los periodos coloniales y en los periodos republicanos; y algo distinto es tratar de identificar los condicionamientos de los ciclos del capitalismo, sus hegemonías y dominaciones, sobre las formas de explotación de los recursos naturales. Como se puede ver, la preocupación del ensayo no es geológica, tampoco hacer una historia larga de la minería como base de la economía de una región de la periferia, sino entrever las articulaciones entre ciclos del capitalismo, formas de acumulación y formas de explotación, coincidentes en temporalidades identificadas de hegemonía y dominio del capitalismo.      
Sergio Almaraz Paz dice que la estructura de poder de la minería de la plata era directa, los propietarios de minas eran a la vez los que ejercían también las funciones de gobierno, además de contar con tierras[18]. Antes de ellos los caudillos militares ejercieron directamente el ejercicio de gobierno, en una compulsa intensa y caótica entre caudillos, usando el motín como medio de expresión política, en un ambiente donde preponderaba precisamente el vacío político[19]. La Guerra del Pacífico (1879) marca dramáticamente el derrumbe de una forma de Estado, condicionado por la propiedad latifundista y la explotación servil de la población nativa, por las relaciones de explotación gamonal, ámbito de relaciones mezcladas con las relaciones capitalistas, promoviendo articulaciones complejas como las que se dan en la explotación de las propiedades mineras, explotación que se hace de manera rudimentaria y combinando relaciones salariales con relaciones casi serviles. La crisis del Estado gamonal se hace sentir hasta el fin del siglo XIX cuando estalla la Guerra Federal (1898-1899). El derrumbe del Estado gamonal abre el espacio a los periodos del Estado liberal, que no expresa una figura federal sino mas bien unitaria, como resultado de los acuerdos entre la burguesía comercial y minera paceña con los terratenientes y mineros del sur, entre el ejército del norte y el ejército del sur. El epicentro del poder deja de ser Sucre con el traslado de la sede de gobierno a La Paz. Se inicia una nueva época en la historia política, se conforma un sistema liberal, reciclado y reproducido por elecciones, se establece legalmente un sistema democrático, empero reducido a una restringida población votante de hombres, propietarios privados e ilustrados. Las grandes mayorías, sobre todo las naciones y pueblos indígenas fueron excluidos de participar en este Estado liberal. Los partidos liberales y después los republicanos se harán cargo del gobierno hasta la siguiente crisis estructural. Este es el perfil de la configuración de la superestructura, en tanto que en la estructura o base económica se va conformando un modo de producción capitalista subalterno y supeditado. Después de la firma del tratado de 1904, que terminaba entregando a Chile los territorios costeros conquistados por medio de la violencia de la guerra, se termina de resolver la salida de los minerales Bolivianos por el pacífico. En este sentido podemos decir que los más interesados en la firma del tratado de 1904 eran los liberales y los propietarios de minas.
Hagámonos una pregunta directa: ¿Cuáles son las articulaciones en este ciclo de la plata con la economía-mundo capitalista y con el sistema-mundo capitalista? Para responder esta pregunta, basémonos en las investigaciones de Antonio Mitre y Gustavo Rodríguez Ostria, quienes efectúan una prospección histórica en la historia de la minaría durante el siglo XIX. Antonio Mitre publica su tesis de doctorado con el título sugestivo de Los patriarcas de la plata[20]y Gustavo Rodríguez trabaja un ensayo evaluativo de la investigación de Antonio Mitre titulado Fuentes para historia de la minería boliviana del siglo XIX[21]. En eta evaluación Gustavo Rodríguez hace al principio dos anotaciones que deberíamos resaltar en nuestro análisis. Dice que desde 1873 a 1885 la minería de la plata logró movilizar un importante flujo de capital tanto extranjero, preponderantemente chileno, y nacional para tecnificar la fase de extracción, refinado de mineral y sistema de transporte. La otra anotación nos muestra el desarrollo de una minería de la plata que no integra el mercado interno, tampoco se integra al mercado interno, ocasionando más bien su desmembramiento, fortaleciendo el mercado chileno por medio de la importación. De estas dos anotaciones obtenemos dos datos de suma importancia, la articulación con la economía-mundo a través de la inversión de capital y la tecnificación de la extracción minera. El otro dato es que este despliegue de capital y su articulación con el mercado internacional a través de las rutas del pacífico desmembra el mercado interno, no beneficia una acumulación endógena de capital sino una acumulación exógena de capital. Hablamos de un desarrolloeconómico articulado al mercado externo empero des-articulador del campo económico nacional, lo que no ocurría, según Sempat Assadourian con el funcionamiento del espacio peruano de raigambre colonial[22].
¿Cómo funciona esta forma de capitalismo extractivista? ¿Desarticula completamente el campo económico nacional, de alguna manera cohesionado por el mercado interno? No ocurre de una forma tan extrema, se dan ambas conformaciones, una red de articulaciones al mercado externo, también un campo económico endógeno, cohesionado por un incipiente y rudimentario desarrollo del mercado interno. En este contexto estructurado el mercado interno termina supeditado al mercado externo, el campo económico nacional termina supeditado a la economía-mundo capitalista. Gustavo Rodríguez Ostria nos muestra que paralelamente al emprendimiento de grandes empresas y grandes inversiones de capital se daba un entorno significativo y extendido de pequeñas empresas vinculadas al kajcheo, a un trabajo a destajo, improvisado y rudimentario, no asalariado, sino que puede entenderse como una forma combinada y perversa de la reciprocidad, el kajchero ingresaba a la mina aportando las herramienta, los instrumentos y la pólvora, dirigidos por un barretero; en cambio el dueño de la mina aportaba con la propiedad. Una vez terminado el trabajo se hacían las entregas del mineral y el reparto se daba a mitades. La ventaja del propietario consistía en que tenía sometidos a los trabajadores mineros del kajcheo por adelantos y anticipos; terminaba comprándoles el mineral a precios más bajos que en el mercado, obteniendo ventajas comparativas. Puede observarse que alrededor de estos trabajadores, de las pequeñas y medianas empresa, que terminaban supeditadas a las grandes empresas, se forma una red de circuitos mercantiles destinada al consumo de estas poblaciones y centros mineros. Por lo menos la producción agrícola de los valles se encuentra vinculada al consumo de los centros mineros y de las ciudades. ¿Qué pasa con la producción agrícola y pecuaria de Santa Cruz? Parece que desde la vinculación de la minería al mercado externo y a las grandes inversiones de capital, desde la explotación a gran escala, se opta por la importación marginando a la producción del oriente. Se descompagina el espacio nacional o la construcción de este espacio, se lo descoyunta, replegándose hacia la región minera, que creara sus propios entornos en los valles y sus rutas comerciales con Chile, Perú y Argentina. Con esto también se aleja de toda posibilidad de elaborar una geopolítica propia, articuladora, por lo menos cohesionadora de los territorios y de la geografía nacional. Esta cohesión, esta articulación tendrá que esperar a la revolución nacional de 1952 cuando se articule oriente y occidente con la construcción de la carretera que une Cochabamba y Santa Cruz, cumpliendo con lo proyectado con el Plan Bohan. Hasta entonces se tiene que cerrar el ciclo de la minería de la plata o del dominio de la minería de la plata, sufrir la crisis de esta minería, y abrirse un nuevo ciclo, el de la minería del estaño. Además se tendrá que vivir la dramática experiencia de la Guerra del Chaco.
Nacimiento del ciclo del Estaño
La clausura del ciclo de la plata no quiere decir que se ha dejado de explotar este mineral, sino que ya no va a ser el eje de la economía boliviana. La crisis de precios de la plata en el mercado internacional a fines del siglo XIX, su reducción calamitosa, va a convertir en insostenible su explotación, por lo menos con la tecnología empleada en el siglo XIX. El mercado internacional va demandar durante el siglo XX otros minerales para el consumo de su industria, entre ellos el estaño, sobre todo debido a la demanda de la industria bélica en los periodos de las dos guerras mundiales. Esta demanda del estaño va hacer emerger en Bolivia otro estilo de minería, con mayor composición tecnológica y mayor composición del capital, articulado de una forma más directa al sistema financiero internacional. En este contexto emerge una burguesía minera cualitativamente más fuerte y dominante que la anterior; una burguesía cuyo epicentro se va conocer como el núcleo hegemónico de los “barones del estaño”. Ellos son los conocidos personajes como Simón I. Patiño, Mauricio Hoschild y Carlos Víctor Aramayo. Simón I. Patiño comenzó fortuna con el descubrimiento de una veta sumamente rica el año 1900, en la mina La Salvadora; por esta razón la mina lleva ese nombre. Esta mina se encuentra en el cerro Llallagua del departamento de Potosí. A partir de entonces emprende una carrera ascendente en el rubro de la minería, convirtiéndose no solamente en el más emprendedor propietario minero sino en uno de los hombres más ricos del mundo.  En adelante fue adquiriendo otras minas, su fortuna creció raudamente. Durante 1910 termina conformado un complejo minero vigoroso aglutinando las minas de Llallagua, Catavi, Siglo XX, Uncía y Huanuni, además de otras propiedades de su entorno. Durante 1911 con el objeto del transporte de minerales desde sus minas construyó el Ferrocarril Machacamarca-Uncía. Este magnate fue adquiriendo acciones de mineros chilenos en minas bolivianas mediante compras secretas en la bolsa de Santiago de Chile. Así de este modo logro obtener la mayoría de las acciones de la Compañía Estañífera de Llallagua, hasta entonces en manos de capitalistas chilenos. Cuando se cumplió con el cometido se podría decir que habría nacionalizado la minería. En de 1924 apuntaló su emporio en la Patiño Mines and Enterprises and Consolidated, Inc., cuyo registro se encuentra en Delaware de los Estados Unidos de América. En el conglomerado se encontraban la Compañía Estannífera Llallagua, la Salvadora y el ferrocarril Machacamarca Uncía. La expansión del magnate siguió avanzando, Patiño adquirió las fundidoras de Liverpool (Willams Harvey & Co.), también lo hizo con la fundidora de estañó en Alemania. Su expansión lo llevó a la lejana Malasia, comprando también minas en este país asiático. Se trata, como se puede ver de un crecimiento vertical, logrando conformar un dominio integral de sus intereses; esta ubicación en la economía-mundo del estaño le otorgó la gran posibilidad de jugar un papel determinante en la conformación del Comité Internacional del Estaño. Este comité fue, en realidad, el primer cartel que intentó controlar el precio de una materia prima.
En la historia y perfil de este magnate se puede observar las formas de articulación de la economía boliviana con la economía-mundo en ese periodo del ciclo del estaño. La economía boliviana, una economía dependiente, circunscrita al modelo extractivista, se hace cada vez más accesoria del mercado internacional, cada vez más se supedita al mercado externo y a sus condicionamientos. Los que ganan en este proceso de subsunción, en esta intermediación, son los miembros de esta burguesía minera; el que pierde es el Estado boliviano, que no se beneficia con este crecimiento vertiginoso de la riqueza de esta burguesía y su internacionalización. Obviamente en este proceso de supeditación los grandes perdedores son las mayorías de la población boliviana, en términos estructurales y sistémicos, la sociedad boliviana.  El Estado no llegaba a percibir sino un porcentaje miserable de las ganancias de las empresas mineras. Esta polarización, si se puede hablar así, entre la expansión, el crecimiento internacional de la minería privada, y un Estado pobre, sin recursos, atormentado por sus conflictos y contradicciones, es mantenida, inducida, y legitimada por el llamado super-estadominero, es decir el conjunto de dispositivos y mecanismos de influencia de las empresas mineras sobre el Estado. Los ministros eran nombrados por el super-estado, había una planta de abogados y bufetes que defendían los intereses de los magnates, los medios de comunicación caían en el campo gravitatorio de esta estructura de poder, también el ejército formaba parte de este diagrama de poder. En El Poder y la caída Sergio Almaraz caracteriza a la estructura del poder minero de una manera penetrante y analítica, escribe:
El nuevo poder es consciente de sí mismo. Al saber que hay diferencia entre sus intereses y los de Bolivia, busca una cierta forma de unidad entre sus integrantes, trata de armonizar la conducta de las empresas, de estereotipar actitudes y planteamientos y se afana por lograr un sentido solidario en la conducta de los mineros grandes. Todo ello le servirá para la actividad legal y la conspirativa, para presentar el rol «progresista» y «nacional» de la empresa y para definir ese mismo rol en términos más íntimos y menos propagandísticos.
Se forma un espíritu de cuerpo, se podría decir también que se forma una conciencia de clase; si fuera dúctil este término y esta clasificación, puesto que de lo que hablamos es de una estructura de poder, una red de relaciones y de fuerzas influyentes, de un conjunto de engranajes y mediaciones que manejan al Estado. Se trata de comportamientos y de subjetividades, de posicionamientos afines, que terminan reproduciendo la estructura de poder dominante.
No se trata aquí de hacer la historia del poder y la caída de esta burguesía minera; esto ya se hizo, se efectuó el análisis del ascenso de esta burguesía no solamente en la estructura económica, en la estructura social y en la estructura política de Bolivia, sino en los ámbitos del dominio de los grandes monopolios capitalistas y de las finanzas. Sergio Almaraz Paz nos dejó esta mirada penetrante de la formación económica y social de Bolivia en época definida por la explotación del estaño. Lo que hacemos es teniendo en cuenta estas estructuras de poder es dibujar las articulaciones que conectan y condicionan la relación entre centro y periferia en el sistema-mundo capitalista. De lo que se trata es de responder a la pregunta de cómo se configura, se conforma y se consolida esta articulación de una manera específica en una historia concreta, como se articulan la explotación minera, los ferrocarriles, los caminos, los mercados y las instituciones al sistema-mundo capitalista y a la economía-mundo capitalista, cómo se realiza este sistema-mundo en regiones determinadas con características definidas por contener reservas estratégicas de recursos naturales. De lo que se trata es entender cómo el modelo extractivista convierte las articulaciones con el sistema-mundo capitalista en cadenas que atan y condenan a la división internacional del mercado, convirtiéndose en una estructura de dominación del orden mundial sobre las regiones de la periferia.
Perfiles del ciclo del petróleo
Sergio Almaraz Paz escribe en su libro Petróleo en Bolivia que:
Hay una abundante bibliografía acerca de la existencia de petróleo en Bolivia. Varios autores coloniales se refieren a “bitúmenes o jugos de tierra” que afloran a la superficie en diversos puntos del territorio del Alto Perú. Desde fines del siglo pasado científicos bolivianos y extranjeros exploraron el territorio nacional en busca de petróleo. En 1895 se obtuvieron las primeras muestras en la zona de Incahuasi, a orillas del río Azero, en el departamento de Chuquisaca. Según se cuenta, su descubridor, Ignacio Prudencio, intentando una segunda exploración, fue devorado por un puma o algún otro felino. Varias monografías e informes científicos demostraron la indudable riqueza petrolera en el norte. Centro y sudeste del país[23].
La historia del petróleo en Bolivia no es distinta a la del ciclo de la plata y a la del ciclo del estaño, salvo porque se trata de un recurso fósil y obviamente la extracción del petróleo requiere de otros métodos y otra tecnología. También podríamos decir que se produce un desplazamiento en la propia forma del capitalismo, de las estructuras del capitalismo, pues a partir de un determinado momento, que de alguna manera es posterior a la revolución industrial, la modernidad, la civilización moderna, puede ser concebido como la civilización del recurso fósil. La matriz energética de este capitalismo es indudablemente la energía obtenida de los hidrocarburos, prioritariamente del petróleo. Hablamos de un capitalismo que se va alimentar de petróleo, aunque no sólo, pues la explotación de los recursos minerales va a continuar, sólo que esta vez, fuertemente articulados al extractivismo hidrocarburífero.
Aunque la importancia de los hidrocarburos en la economía boliviana es reciente; se hace indispensable cuando se da la crisis de los precios de los minerales. La baja de estos precios convierte el ingreso por concepto de exportación de petróleo y gas en el de mayor peso gravitante, a tal punto que podemos hablar de una economía hidrocarburífera, sobre todo gasífera. El año 2010 las exportaciones por concepto de hidrocarburos se aproximaron a los 3000 millones de dólares, lo que hace una participación preponderante en un total del valor de las exportaciones que se aproximan a los 7000 millones de dólares, lo que convierte su aportación aproximadamente en un 43% de la estructura de las exportaciones. Comparando con la participación de los minerales en la estructura las exportaciones, que es del orden del 27%, y con la participación agropecuaria que fue del orden del  26%, ya se puede ver la importancia de los hidrocarburos en la economía boliviana. Pero también se puede ver que se trata de una típica economía primario exportadora.
Recogiendo la perspectiva histórica, podemos decir que al ciclo de la economía de la plata le sigue el ciclo de la economía del estaño y a este ciclo de extracción minera le sigue el ciclo de la economía de los hidrocarburos. Podemos decir que el primer ciclo extractivista, el de la plata, está asociado a la hegemonía del ciclo del capitalismo británico, en tanto que el ciclo de la economía del estaño, se reparte entre la clausura de la hegemonía británica y el inicio de la hegemonía del ciclo norteamericano. El ciclo extractivista de los hidrocarburos continúa acompañando a la hegemonía del ciclo capitalista de hegemonía norteamericana, empero en una etapa avanzada de este ciclo, cuando se vislumbran síntomas de la crisis estructural del capitalismo, en pleno dominio estructural de la forma del capitalismo financiero. Síntomas de la crisis que muestran también la curva descendente del modelo energético, de la llamada civilización de la energía fósil, así como también se tienen evidencias de la extensión del a crisis ecológica.
La extracción hidrocarburífera deja huecos, pozos vacíos, así como la extracción minera dejó cementerios mineros, además de dejar la contaminación en la zona y en la región, cuyos costos ecológicos nunca son contabilizados. ¿Cuánto de esta historia extractivista ha beneficiado al país? Ya dijimos que la división internacional del mercado y del trabajo, la geopolítica del sistema-mundo capitalista, convierte a los países de la periferia del capitalismo en la geografía del despojamiento, de la eterna acumulación originaria de capital. En tanto que los países del centro del sistema-mundo se convierten en el espacio de la acumulación ampliada de capital, principalmente donde concurre la hegemonía y el dominio del ciclo del capitalismo vigente.
Dadas las características del control y administración de los recursos hidrocarburíferos de la empresa estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), por lo menos nominal, se puede seguir lo que pasa con los ingresos provenientes de los hidrocarburos, provenientes de la parte del excedente que retiene el Estado por la explotación del recurso fósil. Esto se encuentra en el Presupuesto General del Estado.
Lo que se observa es que los ingresos de los hidrocarburos se distribuyen y son absorbidos por el Tesoro General de la Nación, por los gobiernos departamentales, por los gobiernos municipales, por las universidades y por el Fondo Indígena. En otras palabras, la mayor parte del ingreso de destina al gasto administrativo del complejo de gobiernos del Estado, gobierno central y gobiernos autonómicos, además de universidades. El modelo extractivista no sirve para salir del extractivismo sino para mantenerse en el mismo, como una condena. No es una lógica que apunte a la inversión productiva, al cambio de la matriz económica, sino es un modelo de economía rentista. En este caso, mucho más que en el caso de la minería, se puede decir que la economía extractiva de los hidrocarburos vive de la expoliación a la naturaleza, aunque también hay la parte de la explotación de la fuerza de trabajo, pero una intensidad y extensión menor que la dada en la minería.
La venta de los hidrocarburos se divide, de acuerdo a su destino, en una mayor parte  destinada al mercado externo, en su condición de materia prima,  y una parte mucho menor destinada al mercado interno, en su condición de combustibles. Del Impuesto Especial a los Hidrocarburos IEHD, que es un impuesto a la importación y a la comercialización de los hidrocarburos en el mercado interno, el 75% se queda en el TGN, el 20% de distribuye a los gobiernos municipales y el 5% se distribuye a las universidades. Del Impuesto Directo a los Hidrocarburos IDH, que corresponde al 32% de la producción de hidrocarburos, el 19% se queda en el TGN, el 10% va a los gobiernos departamentales, el 35% a los gobiernos municipales, el 7% a las universidades, el 3,5% al Fondo Indígena y el 25,5% a la renta dignidad. De las regalías por hidrocarburos, que corresponde al 18% de la producción, el 33,3% se queda en el TGN y el 66,7% va los gobiernos departamentales.
Como se puede ver y como dijimos antes, estamos ante un modelo económico típicamente extractivista, empero, también y casi por lo mismo estamos ante una economía rentista. La excusa del extractivismo, de la incursión en el extractivismo de las élites gobernante, de las fracciones de la burguesía minera, pero también de los gobiernos nacionalistas, sobre todo cuando se trata de la explotación de los hidrocarburos, es de que esta apertura a los capitales, esta explotación extractivista va permitirnos ingresar en el desarrollo, suponiendo que la acumulación extractivista va crear las condiciones iniciales de la inversión industrial. Pero esto no ocurre generalmente, es una ilusión de los desarrollistas; la lógica de la acumulación vinculada a la explotación de hidrocarburos está íntimamente relacionada a la lógica de la acumulación de capital, que se da a nivel mundial. Los efectos multiplicadores de esta explotación, la mayor parte del excedente, no se queda en los países periféricos, sino vive el curso de los ciclos de inversión y acumulación a escala mundial. Los que se benefician son los que controlan  el monopolio financiero, el monopolio tecnológico, el monopolio de acceso a los recursos naturales, el monopolio de los mercados y el monopolio militar. Generalmente la industria, el capital industrial, no nace porque tiene como antecedente alguna matriz extractiva, nace porque se formó un capital industrial, por intermediación de una burguesía industrial, o en su caso por participación del Estado. Incluso, cuando esto último ocurre se observa la tendencia a que no se dé propiamente una acumulación; no se comporta el Estado como un administrador de empresas, sino que tiende a seguir mas bien una lógica rentista, salvo en los escasos casos donde la geopolítica estatal logra cruzar los umbrales de la lógica rentista e ingresa en la lógica de la acumulación.  
La genealogía de las nacionalizaciones
La historia de los hidrocarburos en Bolivia está vinculada a la historia dramática de sus insurgencias y de sus actos heroicos, a los procesos de nacionalización, en contraste con los periodos de apertura y de concesiones al gran capital de las empresas trasnacionales. Hay que seguir esta historia en el devenir de tres nacionalizaciones, la de 1937, después de la Guerra del Chaco, la de 1969, durante el gobierno del general Ovando Candía, y la de 2006, en el primer año y la primera gestión del gobierno de Evo Morales.
En un sentido homenaje al Ingeniero Enrique Mariaca, homenaje que se encuentra en una revista de Jubileo, dedicada a la nacionalización de los hidrocarburos, reproduciendo las Memorias del insigne ingeniero ligado al destino de los hidrocarburos en Bolivia, en la introducción la de las memorias se  escribe:
Al mediodía del 14 de junio de 1935, bolivianos y paraguayos dejaron caer sus armas para darse un abrazo emotivo, en medio de un llanto sin rencor. La Guerra del Chaco había llegado a su fin, pero no era la última batalla de los patriotas en la defensa del petróleo[24].
Dos años más tarde se nacionalizaba a la empresa concesionaria Standard Oíl por incumplimientos múltiples y estafa al Estado boliviano. Entre los acuerdos que tenía con el Estado era el abastecimiento del mercado interno, que nunca cumplió. En la misma revista, en la parte de las memorias del Ingeniero Mariaca, el autor de las mismas interpreta la situación del modo siguiente:
Sin embargo, el abastecimiento del mercado interno no fue prioritario para la Standard Oíl que buscó, principalmente, obtener información valiosa sobre el potencial hidrocarburífero del país, a objeto de preservar reservas hidrocarburíferas a futuro ya que, en ese tiempo, contaba con importantes volúmenes de producción en el ámbito mundial. Toda esta información geológica, junto con los datos de las inversiones realizadas dentro del contrato de concesión, no fue entregada al gobierno boliviano para su aprovechamiento. Además, Bolivia debía importar desde Perú el combustible necesario para el consumo interno, el cual, irónicamente, era producido y comercializado por la misma Standard Oíl en Perú. Este conjunto de irregularidades, además del incumplimiento del pago de regalías y patentes, la resistencia a ingresar en etapas de producción y las denuncias presentadas sobre exportaciones ilegales de petróleo del campo Bermejo hacia Argentina –donde también la empresa tenía concesiones– ocasionaron que en marzo de 1937, durante el gobierno del general David Toro, se decidiera la caducidad de todas las concesiones de la Standard Oíl en territorio boliviano y la reversión total de sus bienes a favor de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), empresa estatal creada el 21 de diciembre de 1936. Finalmente, en 1942, luego de varias solicitudes presentadas, y a cambio de la información geológica obtenida por la Standard Oíl durante el tiempo de permanencia en Bolivia, se llegó a un acuerdo de indemnización por un millón de dólares aproximadamente, equivalente a unos sesenta millones de dólares en la actualidad[25].
Estas situaciones de enfrentamientos entre Estado y empresas trasnacionales de los hidrocarburos va volver a repetirse, sobre todo por el comportamiento sinuoso de las empresas, acostumbradas a manejar los negocios, los altos negocios, los negocios estratégicos, como es este del petróleo y del gas, como creen que se debe, imponiendo la ley del más fuerte. Si no imponen sus propias normas internacionales, que siempre les favorece, transgreden las propias normas nacionales. Siempre buscan el sobre-beneficio, la ganancia extraordinaria  en todos los detalles, en todas las transacciones, y cuando pueden ocultan información. Ante sus jugadas, todos los conquistadores y piratas se quedan pequeños. Han ocasionado guerras por todas partes, como en el caso de la Guerra del Chaco y siguen haciéndolo.  Esta historia de trampas se vuelve a repetir con la Gulf Oíl treinta años más tarde.
El ingeniero Mariaca escribe:
El 26 de septiembre de 1969, el General Ovando Candía asumió la Presidencia de la República y casi inmediatamente, en fecha 17 de octubre del mismo año, decidió revertir las concesiones de la Gulf Oíl Company al Estado, así como nacionalizar todos sus bienes e instalaciones, incluidos muebles, medios de transporte, estudios, planos, proyectos y todo otro bien, sin excepción alguna. Producto de esta nacionalización, la Gulf Oíl Company entró en disputa con el gobierno boliviano y aplicó un embargo petrolero que impedía a Bolivia la comercialización del petróleo producido y la continuación de la construcción del Gasoducto Bolivia–Argentina, que hasta entonces presentaba un avance de 10%, aproximadamente.
En los dos casos, el de la nacionalización de la Standard Oíl en 1937 y el de la nacionalización de la Gulf Oíl en 1969, ambas empresas consiguieron hacerse indemnizar, lo que descapitalizó a la empresa estatal. En la medida que tienen el monopolio del mercado, el monopolio financiero y el monopolio tecnológico, logran chantajear, presionar, efectuar coerción sobre los gobiernos nacionalistas. Ante la eventualidad de no poder vender la producción, se sienten acorralados y ceden.
De la primera nacionalización a la segunda, las reservas comprometidas son mayores, la escala de la economía hidrocarburífera es mayor, así también los compromisos de venta, sobre todo en el caso de la Gulf Oíl, que contaba con reservas gasíferas y con negociaciones de venta de gas a la Argentina. El Estado se hace cargo cada vez de mayores dimensiones del proceso hidrocarburífero, comprendiendo la exploración, la explotación, la separación de líquidos, la industrialización y la comercialización. Por lo tanto la confrontación con los dominios de estas empresas es mayor. La situación de enfrentamiento entre Estado y empresas trasnacionales hidrocarburíferas vuelve a reaparecer en los primeros años del milenio, esta vez haciéndose clara y directa la confrontación entre empresas trasnacionales y pueblo, incluso entre pueblo y gobierno neoliberal.
Después de seis años de luchas semi-insurreccionales, de procesos desatados por los movimientos sociales autogestionarios, autoconvocados y con vocación al autogobierno, se abre un proceso constituyente que irradia el poder constituyente de los movimientos sociales y naciones y pueblos indígenas originarios. Se optan por elecciones después de la fabulosa movilización de mayo y junio de 2005, que toma la ciudad de La Paz, de El Alto, de Oruro y Potosí, culminando con la toma de la capital, Sucre, donde se encontraba sesionando Congreso para tratar una nueva sustitución constitucional. El pueblo movilizado obligó a la extraordinaria sesión del Congreso a la renuncia del presidente del Congreso y del presidente de la cámara baja, habilitando la sustitución constitucional del presidente de la Corte Suprema, quien recibía el mandato de convocar a elecciones.
En adelante transcribimos el balance que hace de la tercera nacionalización la Fundación Jubileo en la revista mencionada[26].
Las elecciones realizadas a fines del año 2005 llevan a la presidencia a líder sindical Evo Morales Ayma, quien asumió la Presidencia de la República el 22 de enero de 2006. Entre las primeras medidas que adoptó el flamante gobierno popular fue la promulgación del Decreto Nº 28701 de Nacionalización de los Hidrocarburos “Héroes del Chaco”. El objetivo de esta norma fue recuperar, a favor del Estado, la propiedad y el control absoluto y total de los recursos naturales hidrocarburíferos del país. Además, con la emisión de este decreto, se pretendía que las empresas petroleras que realizaban actividades de producción de gas natural y petróleo entregasen toda esta producción a YPFB, empresa que definiría nuevas condiciones comerciales, aplicando una política de reposición de reservas que no fue aplicada luego del proceso de capitalización.
La medida inmediata más efectiva y más visible de cambio, a propósito de la nacionalización, fue la aplicación, durante un periodo de seis meses, de una participación para YPFB equivalente a 32% del valor de la producción, adicional al pago de 50% que ya se tributaba a partir de la vigencia de la Ley Nº 3058. Hay que aclarar, sin embargo, que esta participación no se aplicaba a todos los campos, sino solamente a aquellos cuya producción de gas natural se encontraba por encima de los 100 millones de pies cúbicos por día, es decir que esta participación se aplicaba prácticamente a los mega-campos San Alberto y Sábalo, operados por la empresa Petrobras Bolivia S.A.
Una segunda medida importante fue la conminatoria para la suscripción de nuevos contratos petroleros, los mismos que debían ser firmados dentro de un plazo máximo de 180 días, en las condiciones establecidas por el Gobierno nacional, caso contrario, las empresas petroleras no podían seguir operando en el país. Para este fin, se instruyó al Ministerio de Hidrocarburos y Energía realizar auditorías petroleras que permitan cuantificar el monto de inversiones que iba a ser reconocido a cada una de estas empresas, así como las amortizaciones, costos de operación y rentabilidad de cada campo.
Con estas medidas se potenciaría a YPFB para que nuevamente, después de tantos años, asuma la operación y administración de toda la cadena productiva de hidrocarburos. De acuerdo con el Decreto de Nacionalización, YPFB debía reestructurarse de manera integral y debía convertirse en una empresa modelo, transparente y eficiente. Lamentablemente ese cambio tan esperado aún no se ha producido, ya que la empresa petrolera todavía se encuentra en una situación muy crítica, con falta de recursos humanos, técnicos y económicos.
La información sobre el sector todavía es muy escasa y los datos que se publican de manera oficial no son presentados de manera oportuna. Respecto a otras determinaciones de esta tercera nacionalización, no se puede dejar de mencionar la transferencia a favor de YPFB, a título gratuito, de las acciones del Fondo de Capitalización Colectiva de las empresas capitalizadas Chaco S.A., Andina S.A. y Transredes S.A., que eran administradas por las AFP. Complementando esta medida, se instruye, como parte de la nacionalización, que YPFB controle, como mínimo, el 50% + 1 de las acciones necesarias en las empresas citadas, además de Petrobras Bolivia Refinación y la Compañía Logística de Hidrocarburos Bolivia.
Con el control de estas empresas se pretendía que YPFB retome las actividades de exploración, explotación, transporte, refinación, almacenaje y comercialización de todos los hidrocarburos en el territorio nacional.
Sin embargo, luego de la promulgación del Decreto de Nacionalización se sucedieron eventos que alteran al mismo proceso de nacionalización:
En septiembre de 2006 se iniciaron las auditorías a las empresas petroleras a cargo del Ministerio de Hidrocarburos y Energía, bajo la dirección del ingeniero Enrique Mariaca Bilbao. A través de un proceso de contratación, estas auditorías fueron adjudicadas a 11 empresas consultoras, a objeto de determinar las inversiones que serían reconocidas para la puesta en vigencia de los nuevos contratos petroleros. Sin embargo, considerando la elevada tasa tributaria fijada para los mega-campos y el plazo definido en el Decreto Supremo, estos contratos fueron suscritos en fechas 27 y 28 de octubre de 2006, dejando de lado los resultados que dichas auditorías estaban obteniendo.
El tipo de contrato aplicado fue el Contrato de Operación, el mismo que contenía siete anexos técnicos, contables y económicos. Entre ellos se encuentran el Anexo F y el Anexo G que establecen, respectivamente, las fórmulas para la retribución al titular y las inversiones que les serán reconocidas. De acuerdo con el Ingeniero Mariaca, a pesar del  establecimiento de estas fórmulas, aún no se cuenta con la información necesaria a objeto de verificar cuán beneficiosas son las condiciones económicas establecidas en cada contrato para YPFB; más aún, se desconoce la metodología para la determinación de las mismas.
Un aspecto observado en los 44 Contratos de Operación, aprobados por el Congreso Nacional, es el tema de inversiones. Si se lee y revisan bien estos contratos se notará que en ninguna parte existen obligaciones claras para realizar inversiones que permitan incrementar los niveles de producción de cada campo. Esta ausencia de inversiones ha traído consigo disminuciones en la producción de petróleo y, por ende, en las cargas de refinerías que actualmente entregan menores volúmenes de combustibles líquidos.
En el caso del diesel oíl, el país se ve continuamente obligado a importar cada vez mayores cantidades a precios internacionales, para luego comercializarlos a precios subsidiados, cuya diferencia es asumida por el Gobierno nacional, a través de la emisión de notas de crédito fiscal a favor de YPFB. En el caso de la gasolina, a la fecha, YPFB está importando aditivos de alto octanaje que, mezclados con la gasolina blanca, permiten obtener gasolina especial dentro de las especificaciones de calidad establecidas para este producto en el reglamento de calidad correspondiente.
Con relación al GLP, Bolivia, a pesar de ser un país productor de hidrocarburos, ha iniciado la importación de volúmenes mínimos de este combustible, a través de la República Argentina. Por lo anteriormente expuesto, YPFB debería ajustar los contratos petroleros vigentes, a través de la suscripción de adendas que establezcan compromisos y garantías de inversión que permitan incrementar los niveles de producción, así como las cargas en refinería, a objeto de garantizar el abastecimiento del mercado interno y reducir el nivel de importación de combustibles.
Siguiendo con el proceso de nacionalización, posterior a la suscripción de los nuevos Contratos de Operación, YPFB inició negociaciones con la empresa Petrobras Refinación S.A., a fin de recuperar las principales refinerías del país. Producto de estas negociaciones, en junio de 2007, YPFB compró el 100% de las acciones de las refinerías Guillermo Elder Bell y Gualberto Villarroel, hasta entonces propiedad de Petrobras Refinación, en 112 millones de dólares americanos. Así, más que una nacionalización de las refinerías del país fue más bien un proceso de concertación y compra de las empresas por parte de YPFB, sin existir de por medio procesos de confiscación de bienes y/o pagos por indemnización.
Como siguiente paso, YPFB decidió adquirir el 50% + 1 de las acciones de la Compañía Logística de Hidrocarburos Bolivia (CLHB), encargada del transporte y almacenaje de productos derivados como gasolina, diesel oíl, GLP, etc. Luego de intensas negociaciones en las que CLHB no cedía, el Gobierno emitió, en fecha 1º de mayo de 2008, el Decreto Supremo Nº 29542, a través del cual YPFB adquiere el 100% de las acciones, pagando un monto total de 12 millones de dólares americanos, aproximadamente.
La siguiente empresa que fue adquirida por YPFB fue Transredes S.A., cuyas acciones fueron “nacionalizadas” mediante Decreto Supremo Nº 29586, de fecha 2 de junio de 2008. El costo de esta adquisición, de acuerdo a información proporcionada por el Gobierno, fue de aproximadamente 240 millones de dólares. La empresa Andina S.A. llegó a un acuerdo para que YPFB adquiera el 50% + 1 de sus acciones, tomando el control de la misma y participando de manera conjunta en la administración de la empresa, toma de decisiones y operación de los campos que se encuentran bajo contrato.
Finalmente, en fecha 23 de enero de 2009, el Gobierno emitió el Decreto Supremo Nº 29888, mediante el cual “nacionaliza” la totalidad de las acciones de la empresa Chaco S.A., a un costo aproximado de 233 millones de dólares americanos.
A diferencia de las primeras nacionalizaciones de los hidrocarburos en Bolivia, la tercera no se produjo bajo políticas de confiscación de bienes y resolución inmediata de contratos, sino que respondió a un proceso de concertación y negociación de nuevas condiciones económicas para la suscripción de nuevos contratos, así como para la adquisición del total del paquete accionario de aquellas empresas capitalizadas y privatizadas[27].
Como se podrá ver se trata de una nacionalización sui generis, sin expropiación, como en los otros casos, la primera y la segunda nacionalización de los hidrocarburos. Esta es la razón por la que hemos preferido, en su momento, hablar de un proceso de nacionalización que tiene que completarse. Sin embargo, el proceso parece revertirse en el mismo momento que se firman los contratos de operaciones. Se entiende que las dificultades cada vez son mayores para la realización de una nacionalización, más si se trata de la explotación de los hidrocarburos. Se entiende que nos encontramos con un dominio mucho más estructurado del capital financiero, se entiende también que la globalización ha conformado redes complejas de asociación, subsidiarias, flujos de capital, cadenas de producción, complementariedades de rubros y capitales, que estas redes hacen más difícil que antes lograr los resultados de la nacionalización. Sin embargo, esto no quiere decir que sea imposible una nacionalización, que no se pueda llevar adelante un proceso de nacionalización, teniendo muy claro que se debe tener un control del proceso productivo y del proceso comercial, que se tiene que tener sobre todo el control técnico de la producción, que se debe refundar YPFB en todo el sentido de la palabra. Que esta empresa estatal debe tener, además del control nominal, el control real de las decisiones, del proceso técnico y de los flujos del petróleo y el gas. El problema radica en esto, no se tiene este control técnico, no se tiene el control real de las decisiones técnicas y operativas, no se tiene el control de los flujos; el control técnico y real la siguen teniendo las empresas trasnacionales.
En un estudio de CEDLA se afirma que:
En el 2009, el 85,2% del total de reservas de gas y petróleo de Bolivia estaba bajo el dominio de las petroleras extranjeras como Petrobras, Repsol y Total[28].
En el informe de CEDLA mencionado se sacan algunas consecuencias de esta situación, una de ellas es la siguiente:
Al no tener el control real del sector hidrocarburífero y mantener una presencia estatal secundaria a través de YPFB, el gobierno nacional optó por ofrecer mejores condiciones a las transnacionales para intentar superar por esta vía los grandes problemas del sector como la caída en la producción de líquidos y el virtual estancamiento en la producción de gas.
De acuerdo al estudio se interpreta que la reversión del proceso de nacionalización tiene que ver con los desesperados intentos del gobierno por viabilizar la medida de shock conocida popularmente como el “gasolinazo”. La baja de la producción de los combustibles, la subida de la demanda interna, el estancamiento de las reservas, el control efectivo de las empresas trasnacionales, han incidido en una situación altamente problemática en lo que respecta a los hidrocarburos. Empero, lo que es más grave, el balance del proceso de nacionalización muestra que no hubo tal nacionalización, que no se llegó a completar el proceso, que no se refundó YPFB, que no se controla el proceso productivo y el flujo de exportaciones. Lo que se tiene ahora es un proceso de reversión de la nacionalización. Esta lectura del proceso de nacionalización amerita una reflexión sobre los proyectos de nacionalización, sobre sus perspectivas de romper las cadenas de dependencia, sobre los proyectos de desarrollo casados a las nacionalizaciones.
Una pregunta directa que habría que hacerse es: ¿qué pasó con las nacionalizaciones, por qué no fueron la base del desarrollo? Dejemos las respuestas fáciles, dejemos de lado el problema de la burocratización, también el de la corrupción, así como la hipótesis de la conspiración, la traición o la falta de consecuencia. El problema es comprender las condiciones de posibilidad histórica y económica para lo que se supone es el desarrollo, centrado en la industrialización. ¿Puede una nacionalización llevarnos de por sí a la industrialización, por lo menos a la industrialización de los hidrocarburos? En relación a esta pregunta hay que despejar una confusión, que debería estar despejada desde la crítica de la economía política; el dinero no es capital, el ahorro no es capital, el ahorro de dinero no es capital; el capital es el dinero que se valoriza en el proceso de producción. El principal problema de las nacionalizaciones tiene que ver con esta distinción, que acabamos de hacer. Las nacionalizaciones tienden a llevar al Estado a optar por una economía rentista; el ingreso proveniente de la nacionalización es usado para el gasto no productivo, es usado para cubrir demandas, es usado en la distribución del presupuesto, que mayormente usa los recursos para cubrir gastos administrativos del fabuloso aparato de Estado. No se trata sólo de redistribuir el ingreso, que puede darse a través de bonos, sino, de lo que se trata es cómo la nacionalización convierte la recuperación del excedente en acumulación, en inversión productiva, en transformación de las condiciones de producción.
¿Ausencia de una burguesía nacional?  Esta era la hipótesis de la izquierda latinoamericana. ¿Falta de vocación industrial del Estado? Hipótesis de la inconsecuencia. Estas hipótesis son posibles si se tiene como referente la historia europea o por lo menos parte de esta historia, lo que se cree saber sobre esta historia, su reducción a la interpretación de la revolución industrial inglesa, de la formación de la burguesía francesa y con dificultades de la vía prusiana, la vía emprendida por Otto von Bismarck, donde el Estado juega un papel fundamental en la industrialización de Alemania. A propósito de estas hipótesis, resultan contraídas como por imitación de una supuesta historia europea; por otra parte, pecan de ser generales. Suponen una identidad universal de la burguesía, portadora del desarrollo capitalista; no tienen para nada en cuenta la historia efectiva de las burguesías nacionales y de la variación de sus identidades. Por otra parte, también se tiene una idea abstracta del Estado, de la que se deduce su papel protagónico en la industrialización y el desarrollo.  Lo llamativo de ambas hipótesis es que pretenden resultar de apreciaciones históricas; sin embargo, hay que decirlo, la historia es concebida como repetición o emulación. La historia efectiva, pensada en el espesor del flujo de acontecimientos, no se repite, ni siquiera dos veces. Cuando Hegel se expresa de esa manera lo hace desde la fenomenología del espíritu y de la filosofía de la historia, donde el devenir de los acontecimientos se convierte en la dialéctica de los conceptos. Cuando Marx parafrasea a Hegel, lo hace irónicamente, diciendo que la historia se repite dos veces, pero una como tragedia y la otra como comedia.
Hay que rescatar a la historia de estas interpretaciones teleológicas; hay que entender la historia no sólo como relato, no sólo como narración; es evidente que forma parte de las experiencias y el trabajo de la memoria, empero también, se ha convertido en un campo de batalla de las interpretaciones. Se ha distinguido, por ejemplo la historia de los vencedores de la historia de los vencidos. Empero, todo esto nos lleva a re-plantearnos nuestra relación compleja con las temporalidades, las experiencias, las memorias, las vivencias de los acontecimientos. Quizás se acerca a esta comprensión la relación que establece la hermenéutica entre historia y singularidad. La historia es singular, no universal, salvo la que tiene que ver con la narratividad de los vencedores. Las historias son singulares, hay que contar historias singulares, los acontecimientos son singulares, además de estar configurados por múltiples singularidades. Vale decir, la historia es plural. Cada presente, cada coyuntura, cada momento, cada perfil histórico, por ejemplo, de tal o cual burguesía, es singular. Desde esta perspectiva no podría hablarse de una identidad única de la burguesía. Lo que ocurrió en el siglo XIX con la burguesía británica no se repitió con la burguesía francesa, menos con la burguesía alemana. Se trata de distintas constituciones de la clase propietaria de los medios de producción. Menos puede pasar lo mismo con las burguesías latinoamericanas. No sólo porque los tiempos son diferentes, las condiciones distintas, los contextos heterogéneos, sino porque la historia de su constitución obedece a la combinación singular de condiciones y factores sociales, económicos, políticos y culturales que se dan en las periferias del sistema-mundo capitalista.
Genealogía de la revolución industrial
La pregunta que deberíamos hacernos es qué es lo que ha llevado a ciertas burguesías a la industrialización. La historia de la revolución industrial comienza en Gran Bretaña a mediados del siglo XVIII y se arrastra el despliegue de las transformaciones tecnológicas durante el siglo XIX. No hay que olvidar que el requerimiento de una transformación constante tecnológica forma parte de la compulsión productiva. Durante el siglo XIX comienzan su industrialización Estados Unidos de Norte América, Francia, Alemania y Japón. Durante el siglo XX la revolución industrial arrastra a más países, que intentan desesperadamente ponerse a la par. Son sintomáticos los casos de la Unión Soviética y la República Popular China, países de construcción socialista en formaciones sociales mayoritariamente campesinas, que se dan la descomunal tarea de industrializar sus países a paso forzado, de una manera militarizada. A fines del siglo XX saltan a la palestra de la renovada y actualizada revolución industrial los famosos países asiáticos denominados los tigres del Asia (Hong Kong, Singapur, Corea del Sur  y Taiwán), también China se integra a esta revolución en una escala gigantesca, convirtiéndose en la principal potencia emergente industrial. Como puede verse, no se trata de las mismas condiciones de emergencia de la llamada revolución industrial. Sin pretender hacer una historia de las revoluciones industriales en estos países, podemos distinguir algunas tendencias particulares.
Respecto a las condiciones de la revolución industrial inglesa el historiador Hobsbawm dice que la Revolución industrial inglesa fue precedida, por lo menos, por doscientos años de constante desarrollo económico. También dice que las principales condiciones previas para la industrialización ya estaban presentes en la Inglaterra del siglo XVIII. Otra caracterización importante es lo que acontece en el área rural; hacia 1750 es dudoso que se pudiera hablar con propiedad de un campesino propietario de la tierra en extensas zonas de Inglaterra y es cierto que ya no se podía hablar de agricultura de subsistencia. El país había acumulado y seguía acumulando un excedente lo bastante amplio como para permitir la necesaria inversión en un equipo no muy costoso, antes de los ferrocarriles, para la transformación económica. Buena parte de este excedente se concentraba en manos de quienes deseaban invertir en el progreso económico. Además Inglaterra poseía un extenso sector manufacturero altamente desarrollado y un aparato comercial todavía más desarrollado.El transporte y las comunicaciones eran relativamente fáciles y baratos, ya que ningún punto del país dista mucho más de los 100 km. del mar, y aún menos de algunos canales navegables. Esto no quiere decir que no surgieran obstáculos en el camino de la industrialización británica, sino sólo que fueron fáciles de superar a causa de que ya existían las condicione sociales y económicas fundamentales, porque el tipo de industrialización del siglo XVIII era comparativamente barato y sencillo, y porque el país era lo suficientemente rico y floreciente para que le afectaran ineficiencias que podían haber dado al traste con economías menos dispuestas[29]. 
Respecto a las condiciones iniciales y el nacimiento de la revolución industrial francesa podemos identificar las diferencias. Se trata más de una lenta transformación de las técnicas de producción; por lo tanto en este caso es difícil hablar de una revolución; se trata más bien de un desarrollo gradual. A lo largo del siglo XIX la economía francesa se transforma progresivamente. La clave de este proceso se encuentra en el desplazamiento paulatino del centro de gravedad, que se hallaba en la agricultura, hacia lo que va a ser la nueva médula de gravitación, el desarrollo industrial. Si el primer centro estaba extendido casi en todo el país, el segundo centro se encuentra mas bien localizado en algunas ciudades del norte del país.
De todas maneras hay que tener en cuenta que podemos contar con un conjunto de factores que favorecieron el desarrollo industrial francés, factores que tienen que ver con las transformaciones revolucionarias, en las transformaciones institucionales y políticas. Haciendo una interpretación comparativa un poco apresurada podríamos decir que Francia se adelanta con la revolución política y social, en tanto que Gran Bretaña se adelanta con la revolución económica.  La revolución de 1789 liquidó el feudalismo y abolió la servidumbre, la ley de marzo de 1791 sepultó el régimen gremial de las corporaciones de oficio. También hay que considerar el nuevo ordenamiento territorial de la geografía política. Todo esto se encaminó a organizar una estrecha centralización administrativa, sobre todo impulsada por Napoleón Bonaparte.  Se suprimieron las aduanas interiores entre las provincias, dejando que se produzca una libre circulación de humanos, mercancías y capitales. De esta manera se convirtió el espacio nacional en un mercado único, protegido por un elevado arancel exterior.    
El caso alemán en la revolución industrial es también diferente, la peculiaridad sobresaliente es el papel del Estado. Hay que comprender dos fases en este proceso, la primera fase corresponde al periodo de 1830-1880; una segunda fasecorresponde al lapso que comienza en 1880 y se extiende a la segunda década del siglo XX, a 1914. En este segunda etapa es  cuando la composición de la industrialización se complejiza, no sólo por las transformaciones tecnológicas requerida, que exigen mayor inversión, sino por la participación gravitante del sistema financiero.  
Un resumen de esta historia se expresa de esta manera:
La historia económica de Alemania nos enseña que el papel del Estado fue importante en el proceso de su industrialización. La revolución industrial se inició más tarde en Alemania que en Gran Bretaña o Francia. Este desfase explica por qué la construcción de ferrocarriles pudo jugar un papel motor en el proceso de industrialización alemán. La demanda de equipo ferroviario condujo a la expansión de la producción de carbón, de hierro y acero. La economía alemana se orientó desde el comienzo a la industria pesada. No podemos de dejar de recordar, sin embargo, que el gobierno prusiano había fomentado directamente la producción de hierro y carbón desde mediados del siglo XVIII. Estos recursos eran necesarios para la fabricación de armamento y bienes de producción. La economía alemana pudo industrializarse a partir del Zollverein, que consiste en la apertura aduanera y la libre circulación.
Las iniciativas estatales en el campo económico y la puesta a punto de una red de vías de comunicación ayudaron al proceso de industrialización. La abundancia de recursos carboníferos y minerales no hizo sino acelerar el desarrollo. La revolución industrial alemana dependió menos, en esta fase, del comercio colonial de lo que lo habían hecho Gran Bretaña y Francia, pues su mercado fue principalmente interno. Los progresos de las industrias textiles, siempre secundarias, se debieron más a la utilización de materias primas domésticas. En cualquier caso, a partir de 1850, aumenta considerablemente el proceso de concentración empresarial -siendo otra característica importante de la industrialización alemana-. Numerosas pequeñas empresas desaparecieron (en el contexto de la Gran Depresión; fase B o ciclo depresivo en los ciclos Kondratieff) y, con ellas, la figura del empresario individual. Este proceso de concentración se  puede explicar por tres causas:
1. El aumento constante de la complejidad técnica hace aumentar mucho los costes de la maquinaria utilizada.
2. Se buscaba obtener la mayor rentabilidad creando unidades de producción cada vez más grandes.
3. En el caso alemán se añade también la ausencia de colonias, lo que favorece, sobre todo en momentos de crisis, la concentración.
Esta evolución señala el paso del viejo capitalismo liberal hacia el capitalismo financiero y monopolista.
Tras la gran crisis del capitalismo de los años setenta se inicia una nueva etapa de expansión que ya no se detuvo hasta 1914.  El  desarrollo considerable de los medios de transporte (nueva extensión de la red ferroviaria, construcción de canales, de una flota marítima) así como la implantación de nuevos sectores industriales – químico, eléctrico, automovilístico… – dio un fuerte impulso a casi todas las actividades. La concentración del mercado financiero en manos de un reducido grupo de grandes bancos palió la insuficiencia de capitales y permitió la financiación de las empresas.  Hacia 1895 la  concentración de recursos financieros había llegado al extremo de que los cuatro grandes bancos de Berlín controlaban el 50 % del capital bancario y el 80 % de la actividad financiera. Se formaron así los llamados konzerne –que eran trust que, a su vez, estaba agrupados en cárteles, y que llegaban a controlar todo el mercado–.
Las industrias pesadas impulsan  el desarrollo económico alemán.  Los comienzos de la industria química se remontan a la década de 1860 y se basaron en los yacimientos de sal y potasa de la Sajonia prusiana.  A ello se sumó la existencia de una magnífica red de institutos técnicos que formó muy buenos químicos capaces de desarrollar nuevos métodos de producción que se impusieron en la fabricación de tintes y fertilizantes agrícolas. La creación de la industria eléctrica  constituyó un importante logro de la industrialización alemana.  Las  invenciones del generador electromagnético, del telégrafo y del teléfono favorecieron la rápida expansión de este sector.  Buena parte del mercado de estas industrias estaba en el extranjero –Suiza, Italia y Escandinavia especialmente–.
La industria del motor de combustión interna fue más tardía.  En su desarrollo tuvieron un papel fundamental tres ingenieros: Daimler, Benz y Diesel. Pero hasta principios del siglo XX  no se organizó ni cobró importancia esta industria. La influencia de los intereses agrarios y el deseo de no depender del extranjero -nacionalismo económico- explican que Alemania, a diferencia de Gran Bretaña, no sacrificase su agricultura, que en estos años experimentó una gran modernización y llegó a asegurar el 80 % del consumo[30].
Los tres casos europeos son distintos, cada uno tiene su propia peculiaridad; Gran Bretaña conforma un sistema mundial basado en el libre mercado; en esa expansión, en esa mundialización, un conjunto de desafíos la llevan a la revolución industrial. La misma lucha de clases, donde el proletariado organizado arranca acotar las horas de trabajo, obliga a la burguesía a incrementar la productividad y disminuir el tiempo de trabajo necesario. El requerimiento de comunicaciones y transportes rápidos que conecten su gran imperio y el mercado-mundo. La formación de un gran capital que requiere ritmos acelerados de reproducción y acumulación. Todo esto se podía resolver incorporando la tecnología al proceso de producción y absorbiendo la tecnología al capital, es decir, haciendo que la tecnología se incorpore al proceso de valorización. En contraste, Alemania incursiona en la revolución industrial como parte de su geopolítica. La industrialización es un tema de Estado, forma parte de las estrategias de Estado. Por eso se recurre rápidamente a la concentración de capital y al monopolio, así como a la intervención financiera. El ritmo de la industrialización alemana es acelerado en comparación. En cambio Francia se toma tiempo para experimentar un proceso gradual de transformación industrial. En Francia se combina una centralización administrativa con transformaciones graduales de la composición de capital. No se abandona la agricultura, se efectúa la reforma agraria, y se construye lentamente el sistema industrial.            
Esta rápida y breve revisión de los nacimientos de la revolución industrial en Europa nos lleva a remarcar algunos rasgos y tendencias. Comprendiendo que se trata de historias singulares, propias y particulares, que combinan las condiciones económicas, sociales, políticas y culturales de cada país, en el contexto histórico de las propias intervenciones de la burguesía, del perfil particular de la burguesía, con la intervención estatal, podemos encontrar ciertos rasgos y tendencias sobresalientes.
1.       Se ha definido el capitalismo como el sistema que valoriza el dinero, esto sólo puede hacérselo en la esfera de la producción, como lo comprendió claramente Karl Marx. También se ha dicho visto que el capitalismo es un modo de producción y de funcionamiento múltiple que decodifica los códigos culturales, que deja de moverse en codificaciones, y recurre a una axiomática cuantitativa, tal como ha interpretado Gilles Deleuze. Empero, ahora también comprendemos, a partir de la historia de los ciclos del capitalismo, que el capitalismo supone varios ciclos estructurales de larga duración, que manifiestan diferencias estructurales entre los mismos ciclos del capitalismo, así como distintas estratificaciones de las formas capitalistas, tal como lo ha estudiado Giovanni Arrighi. Tenemos entonces en la geología de la genealogía capitalista una matriz de los desplazamientos y devenires capitalistas, esa matriz es comercial; después tenemos como un “fantasma” articulador y de conversión de los productos en mercancías, es la inexistente economía mercantil simple. Un supuesto, una hipótesis, un “fantasma” del modo de producción y del modo de circulación capitalista. Sobre la base de la matriz comercial del capitalismo, sobre el espacio diferencial y heterogéneo de los mercados, tenemos la formación, consolidación y expansión de capitalismo industrial, que Marx entendía como el modo de producción propiamente capitalista. Sin embargo, éste no es el último estrato del capitalismo; se ha tejido, desde un momento de simultáneo encuentro entre Estado y mercado, un sistema y red financiera que poco a poco se ha convertido en la expresión dominante del capitalismo, por su gran capacidad dual de centralización y de descentralización, de concentración y de desconcentración, de retención del ahorro y de inversión, añadiéndole constantemente a los flujos y las transacciones un interés, que no es valorización del capital, sino apropiación especulativa de la plusvalía. Al respecto, Arrighi observa que es el paso de la dominación del capital industrial a la dominación del capital financiero el que anuncia la clausura de un ciclo y el comienzo de otro, paso que se da en forma de crisis. Visto de esta forma, la historia y la estructura del capitalismo, sus desplazamientos y transformaciones, y comprendiendo que la valorización del dinero no es otra cosa que acumulación, acumulación originaria y acumulación ampliada de capital, vemos que el fenómeno de la acumulación conduce necesariamente a la revolución industrial. Esto nos lleva a diferenciar centros donde se produce la acumulación ampliada de capital y periferias donde no se produce la acumulación ampliada de capital, periferias que viven de la venta de sus recursos naturales, mayoritariamente de una forma rentista. Son pocos los casos dónde se intenta retener el excedente e iniciar un proceso de acumulación, por medio de incipientes revoluciones industriales o, en su caso de gigantescas revoluciones industriales, como en el caso de la China contemporánea.
2.       Otra característica notoria es que, fuera de Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos de Norte América, donde la revolución industrial llega prioritariamente por iniciativa de sus burguesías, en los demás países el Estado aparece como promotor de la revolución Industrial. Estos son los casos históricos de Alemania, Japón, la Unión Soviética y la China Popular, además de la China del “socialismo de mercado”. También va  a ser el caso de procesos inconclusos de revolución industrial como los dados en Argentina y Brasil. Casi en todos estos casos el problema de la revolución industrial se convierte en un problema geopolítico, en unos casos como proyecto de hegemonía y dominación, en otros como tareas necesarias en la construcción del socialismo, y en otros como modificación de las relaciones de intercambio entre centro y periferia.
3.       Una tercera característica sobresaliente es que se da una revolución verde que acompaña a la revolución industrial, por lo menos en los casos típicos de la revolución industrial. Algo que no ha ocurrido necesariamente en los casos a-típicos de la revolución industrial, como en la Unión Soviética, la China y los países periféricos. En estos casos, los gobiernos se obsesionan tanto por la revolución industrial que descuidad la producción agrícola, contrayendo graves problema en lo que respecta a la reproducción social y a la alimentación de la población.
4.       Otro aspecto importante es lo que tiene que ver con la masa crítica de la ciencia y la tecnología. Una revolución industrial requiere necesariamente de una formación cualitativa en la ciencia y en la tecnología. Hablamos de una masa de científicos y técnicos. No contar con esta masa te lleva a una dependencia atroz en lo que respecta a la trasferencia tecnológica. Algunos países periféricos que han incursionado en  la revolución industrial descuidan este aspecto creyendo que sólo se trata de comprar tecnología y de inversión de capital. Esta incompetencia les lleva a dramáticos desencuentros con la revolución industrial.
5.       Por último, debemos decir que no se puede hablar en general de la revolución industrial, ésta tiene su historia, sus etapas, sus fases, en la medida que avanza el desarrollo científico y tecnológico resulta más complicado iniciar la revolución industrial o continuarla, tanto por las inversiones que implica como por las actualizaciones que exige en la ciencia y en la tecnología, tomando en cuenta también la complejidad de las articulaciones entre capital financiero, inversiones, estados y mercados.
En relación a la revolución industrial en Estado Unidos de Norte América, el Japón, la Unión Soviética, los tigres del Asía y China, vamos a hacer apuntes muy rápidos y sintéticos, salvo en lo que respecta a China, de la que vamos a hacer una consideración un poco mayor.
De alguna manera la revolución industrial en Estados Unidos de Norte América es en parte extensión de la revolución industrial británica y en parte es también una revolución industrial propia. La expansión al oeste, conquistando los territorios de las naciones y pueblos indígenas, la Guerra de Secesión, la victoria del norte sobre el sud, la conformación de un extenso espacio y de una nación de migrantes, sobre todo la conformación de un inmenso mercado interno, dinámico y exigente, en pleno auge del capitalismo americano, terminan incidiendo favorablemente en una revolución industrial que adquiere características innovadoras, pujantes, contando con una masa crítica en crecimiento de científicos y técnicos, incluso cooptados de otros países. Aquí también es la burguesía la que se involucra tempranamente en la revolución industrial como consecuencia ineludible de una vertiginosa acumulación de capital. Cuando el nuevo ciclo del capitalismo sustituye al ciclo del capitalismo británico, la hegemonía y dominio estadounidense configura un sistema de la libre empresa a diferencia del sistema del libre mercado británico.
En contraste la revolución industrial nipona también va a ser un asunto de Estado, forma parte de la geopolítica del Imperio del sol naciente. La monarquía nipona se encontraba obsesionada por apropiarse de la tecnología europea, sobre todo se encontraba intrigada por la tecnología militar. En la segunda mitad del siglo XIX la monarquía absoluta nipona decide una transformación de la sociedad y de la economía japonesa, particularmente destinada a crear las condiciones de la industrialización y arrancar con la revolución industrial. Esta revolución va a ser conocida como Revolución Meiji.
La revolución industrial en la Unión Soviética y en la República Popular de China se dan en el siglo XX; primero en la Unión Soviética, en la segunda mitad del siglo XX, después de la revolución proletaria de 1917. Posteriormente la República Popular de China se encamina a una revolución industrial, esta vez en la segunda mitad del siglo XX. Esta tarea es ineludible, una vez que el Ejército Rojo entra a Pekín en 1949.   Para la Unión Soviética y la China Popular la revolución industrial era una tarea primordial, sobre todo comprendiendo la condición periférica en la que se encontraban respecto a la geopolítica del sistema-mundo capitalista. Se produce una industrialización forzada y militarizada. Se dan pasos gigantes en poco tiempo, a costos que todavía no se han evaluado. Esta industrialización se concentra en la tecnología militar. Como se puede ver no solo se trata de una geopolítica, sino de la construcción del socialismo. Se entendía por parte de los partidos comunistas que una condición necesaria para lograr el socialismo era el desarrollo de las fuerzas productivas, entonces podemos decir que esa fue la tarea primordial de estas revoluciones, cumplir las metas de la revolución industrial. La herramienta para lograr este objetivo, acompañados de otras aspiraciones fueron los famosos planes quinquenales.
Empero, lo que nos interesa, por ahora, es la segunda revolución industrial de la China, la que se da a finales del siglo XX, después de la derrota de la Revolución Cultural promovida por Mao Zedong, cuando, después de la muerte del líder, se da un viraje fuerte hacia el mercado y hacia la inversión extranjera, promocionada por el propio Comité Central del Partico Comunista. A este viraje se le va llamar el “socialismo de mercado”. Vamos a detenernos un poco en este tema, pues nos interesa, no solamente por ser un tema actual, sino porque es un referente en el contexto y la coyuntura mundial. Debe discutirse este tema sobre todo por los dilemas del proceso boliviano.
La sorpresa de la dinámica desatada por la emergencia de la China del “socialismo de mercado” puede resumirse en una pregunta que hace John K. Fairbank:
 ¿Puede pasar China de una economía planificada al libre mercado en bienes, capital, personas y hasta ideas? En tal caso, ¿puede mantenerse la dictadura del partido? La construcción de ferrocarriles y ciudades, que parecía corresponder al siglo XIX, coincide con el florecimiento de la tecnología electrónica posindustrial. Cuestiones que en Occidente se plantearon durante el Renacimiento o la Ilustración compiten con la reapropiación de valores tradicionales chinos. En China se vive un cambio precipitado, en el que el desarrollo tensa las fuerzas y las ideas. La unidad entre teoría y práctica de Wang Yang-ming, tan admirada desde el siglo XVI, resulta difícil de encontrar. No es extraño que las reformas de Deng Xiaoping nos confundan a nosotros como a los propios chinos[31].
La discusión está echada: ¿Es posible un “socialismo de mercado”? En todo caso, ¿qué es un “socialismo de mercado”? Al respecto las posiciones son encontradas, hay quienes descalifican esta incursión y apertura al mercado por parte de la revolución socialista, manifestando su total desacuerdo con este proceso. A propósito de este debate Giovanni Arrighi anota en su libro Adam Smith en Pekín que la profesora He Qinglian de la Universidad de Fudan de Shanghai afirmaba que el principal resultado de las reformas de Deng era una gran desigualdad, una corrupción generalizada y la erosión de la base moral de la sociedad. En su opinión, en lugar de producir nueva riqueza, lo que se había producido durante la década de 1990 era un “saqueo” –esto es, la transferencia de propiedades estatales a los poderosos y sus secuaces y de los ahorros personales de ciudadanos corrientes a las empresas públicas desde los bancos estatales. Lo único que se había filtrado a la gente corriente era el cinismo y el hundimiento de la ética[32]. La revista marxista Monthly Reviewasume esta postura crítica ante el viraje chino, como la mayor parte de los marxistas occidentales; sin embargo, no todos los marxistas comparten con esta interpretación, incluyendo al mismo Giovanni Arrighi, quien escribe:
Aunque nadie niegue la penetración de tendencias capitalistas a raíz de las reformas de Deng, su naturaleza, alcance y consecuencias siguen siendo controvertidos, incluso entre los marxistas. Samir Amin, por ejemplo, no cree que por el momento el socialismo haya ganado o perdido en China, y afirma: “En tanto que sea reconocido y puesto en práctica el principio de acceso igualitario a la tierra, no será demasiado tarde para que la acción social influya con éxito en una evolución todavía tan incierta”[33].
La posición de Arrighi se hace evidente a continuación:
Acontecimientos recientes corroboran la valoración de Amin sobre el alcance y eficacia de las luchas populares en China. En febrero de 2006 el gobierno chino, preocupado por la creciente desigualdad y los disturbios en el campo, anunció importantes iniciativas bajo el estandarte de un “nuevo campo socialista” para ampliar los servicios de salud, educación y bienestar para los campesinos, posponiendo nuevamente la privatización de la tierra[34].
El debate también se encuentra en el seno del Partido Comunista Chino. El Congreso Popular Nacional abrió un debate ideológico sobre socialismo y capitalismo. La cuestión de fondo del debate no era tanto cuestionar la apertura al mercado sino las disparidades y desigualdades que creaba esta apertura. ¿Cómo evitar que esto ocurra? Insistir en el espíritu socialista de igualdad y responsabilidad social para no caer en la economía de mercado elitista[35]. Arrighi considera que asistimos a la clausura del ciclo del capitalismo hegemonizado por los Estados Unidos de Norte América, imperio que habría ingresado a la etapa de dominación a secas, sin hegemonía, cree que la crisis actual del capitalismo es estructural y financiera, que esto anuncia un nuevo ciclo o el crepúsculo de los ciclos del capitalismo mismo. Ve en la emergencia de la superpotencia China la posibilidad de un nuevo ciclo del capitalismo hegemonizada por China. Sin embargo, esto no está claro, todo depende de los alcances de la crisis y de las posibilidades de un nuevo ciclo. La crisis actual parece comprometer el provenir mismo del capitalismo, su continuidad, sobre todo por los alcances de la crisis ecológica que ha desatado. Los costos ecológicos y sociales de la reciente revolución industrial de las llamadas potencias emergentes son muy altos. Si bien sorprende la emergencia China, su gravitante peso en la economía mundial, la combinación entre una segunda revolución industrial y la revolución tecnológica científica, cibernética y digital, su participación en el sistema financiero, su influjo en otras economías como un gigante comprador, las consecuencias de esta reconfiguración geopolítica del sistema-mundo capitalista son inciertas y hasta pueden ser abrumadoras, sobre todo por las consecuencias ecológicas. El ascenso vertiginoso de la economía china ha vuelto a promocionar el mercado de las materias primas, de los minerales y de los hidrocarburos, haciendo subir el precio de las mismas y dinamizando las economías periféricas exportadoras de materias primas. También ha dinamizado la producción agrícola y agroindustrial, sobre todo de la soya. Empero esta situación refuerza el carácter dependiente de estas economías. Particularmente esta situación es problemática en América Latina, que mira con buenos ojos la emergencia china. ¿Cuál es el destino de las economías latinoamericanas? ¿Trasladar sus relaciones dependientes que tienen con Estados Unidos y Europa a relaciones con China? ¿Cómo van a ser estas relaciones? En este contexto: ¿Son posibles revoluciones industriales en los países latinoamericanos? Particularmente en Bolivia: ¿Es posible una revolución industrial? ¿Este es el camino? Son preguntas a las que se debe responder con una profunda reflexión histórica, política, económica, social y cultural. Una evaluación del capitalismo y del socialismo es necesaria a la luz de la crisis ecológica que vivimos, también de los resultados alcanzados en lo que respecta a las emancipaciones y a la resolución de los grandes problemas heredados.
A modo de conclusiones        
1.       El Estado ha jugado un papel primordial en las revoluciones industriales que se han dado desde las periferias. Estas revoluciones han formado parte de una geopolítica. Sin embargo, ninguna de estas revoluciones ha podido cambiar las estructuras de dominación mundial, salvo la actual emergencia China, que parece disputar la hegemonía y dominación a la hegemonía y dominación norteamericana. Sin embargo esto no está claro. No conocemos los resultados de este reacomodo mundial de las estructuras capitalistas. Un tiempo atrás, la Unión Soviética parecía disputar la hegemonía y la dominación, su presencia parecía mostrarnos un mundo bipolar a lo largo de la guerra fría, empero la Unión Soviética implosiona estrepitosamente después de siete décadas de régimen socialista, mostrando sus profundas debilidades y vulnerabilidad ocultadas. ¿Qué ocurre con China, que a diferencia de la Unión Soviética ha decidido incursionar en el mercado, abriéndose al libre mercado tanto internacional como nacional? ¿Es real su socialismo de mercado o es mas bien el desarrollo del capitalismo, combinando todas las formas feroces del capitalismo, desde el capitalismo salvaje hasta el capitalismo de redes de la revolución tecnológica-científica? ¿Qué pasa con Brasil, que es la otra potencia emergente regional? ¿La salida son revoluciones industriales paralelas acompasadas a la revolución industrial y cibernética china? ¿Es esto posible? ¿Cuál es el papel de los estados en este reacomodo de la estructura mundial del sistema-mundo? Sobre todo: ¿Cuál debería ser el papel de los estados involucrados en procesos de transformación?
2.       Haciendo un balance de las revoluciones en las periferias, vemos que ninguna de ellas ha resuelto el problema de las desigualdades y de las inequidades, no fueron la base, el desarrollo de las fuerzas productivas para resolver los grandes problemas. El derrumbe de la Unión Soviética nos trae una forma de capitalismo salvaje peculiar, dominado por las mafias. El viraje de la revolución china nos reproduce otra vez desigualdades, corrupciones, y el peligro de la privatización de la tierra. Se ha formado un burguesía china, con sus propias particularidades, ciertamente ha aparecido una clase media gigantesca que se beneficia de la emergencia china, altamente consumista. Al mismo tiempo que esto ocurre, se han acrecentado los desequilibrios sociales, sobre todo en lo que respecta a los estratos campesinos.
3.       La disyuntiva boliviana, del proceso descolonizador, es crucial. Optar por estos caminos de la revolución industrial – que en todo caso es mejor que optar por la sola ilusión  y demagogia desarrollista, que esconde el modelo extractivista adoptado – o abrir una nueva alternativa que combine una revolución tecnológica y científica, que incorpore tecnología de punta y tecnología limpia, combinada con una revolución en la soberanía alimentaria, que no es revolución verde, sino la recuperación formas comunitarias y sociales encaminadas al vivir bien. No renunciar a transformaciones tecnológicas, empero encauzarlas a satisfacer la demanda interna, desconectándose relativamente de la dependencia del mercado externo, orientando la estrategia a la soberanía alimentaria y a la armonía con los ecosistemas.
4.       Sin embargo, estas opciones no son fáciles de viabilizar sino se logra construir transiciones trasformadoras, si no se tiene claro el significado de la transición, si no se producen transformaciones institucionales y estructurales adecuadas. Sobre todo si no se logra resolver el problema fundamental, inherente a todo esto, que es construir una alternativa a la acumulación capitalista. ¿Cómo salimos de la esfera de la valorización cuantitativa?  ¿Cómo liberamos las potencialidades inherentes a la reproducción de la vida que tienen que ver con la apreciación cualitativa de la plenitud y el cuidado de la vida?       
      
El modelo extractivista
El tema de fondo de nuestra discusión es el modelo extractivista, modelo que forma parte de la organización y de la división del trabajo a nivel internacional, forma parte de la economía-mundo capitalista, del sistema-mundo capitalista. Hay dos formas de explotación en el proceso de acumulación del capital, la explotación de la fuerza de trabajo y la explotación de los recursos naturales. Se puede decir que la primera forma de explotación ha sido ampliamente explicada por la teoría del valor y que la segunda forma, en parte también ha sido explicada por la teoría del valor, en tanto se la puede considerarla como parte de esta teoría a la teoría de la teoría de la renta, no de la tierra sino precisamente de los recursos naturales. Empero en este caso habría que diferenciar las formas de renta de los recursos naturales, la de los minerales, la de los hidrocarburos, la de las otras formas de recursos naturales. Sin embargo, esta investigación, sobre la renta de los recursos naturales, articulada al proceso de valorización no ha sido de ninguna manera agotado, acabado; al contrario, se trata de investigaciones pendientes. Esta problemática se complica mucho más desde la perspectiva ecológica, cuando se introduce como imponderables los daños causados a los ecosistemas, daños que pueden ser irreparables y que están afectando a los ciclos vitales de la reproducción de la vida. La teoría de la renta de la tierra se basa en que el capital o la incorporación del capital, en las explotaciones agrarias, termina valorizando, como si fuese producto del trabajo, algo que no tiene valor, en ese sentido, en el sentido económico. Al hacerlo introduce el concepto de renta, anexo al de ganancia y salario, en la composición del capital. ¿Pasa lo mismo cuando hablamos de renta minera, de renta petrolera, de rentas de otros recursos naturales? Ciertamente se les atribuye valor, como si formaran parte del capital, ingresando de este modo al proceso de acumulación de capital, es decir de valorización. En este caso, la renta no la reciben los terratenientes sino otros actores que aparecen en la escena, preponderantemente el Estado si es que no se reconocen propietarios territoriales, que pueden ser privados o comunidades. En este caso el Estado, si tomamos esta figura, que es la que más aparece, no alquila, sino concesiona territorios de explotación, recibiendo a cambio un tipo de tributación por volúmenes de explotación. El Estado incluso puede participar como socio o, en su caso, como dueño exclusivo, y contar con empresas de servicios. El Estado entonces participa en la renta o percibe la renta de la explotación minera o hidrocarburífera, puede incluso participar en la ganancia, empero el control de la acumulación múltiple y agregativa se produce en el mercado internacional, bajo la condición de control de grandes monopolios empresariales, dándose lugar las respectivas transformaciones productivas e industriales. En este itinerario podemos ver dos fenómenos limítrofes; uno que ocurre en los territorios de explotación y en los respectivos ecosistemas, ocasionando depredación y desequilibrio ecológico, sin compensación equivalente al daño; el otro que ocurre en los centros de acumulación de capital, lugar del control efectivo de la acumulación y de los sistemas de control, como los relativos a las estructuras y redes financieras. En resumidas cuentas, la explotación no beneficia a los países convertidos en exportadores de materias primas sino a las burguesías de los países donde se manejan los grandes monopolios, el financiero, el de los mercados, el tecnológico, el comunicacional y el militar. En conclusión el modelo extractivista es un modelo colonial. En tanto tal sostiene el proceso de acumulación de capital mediante la explotación de los recursos naturales, el método de despojamiento, que no es otro que la reiterada acumulación originaria del capital. Así como hay trabajo no pagado que explica la formación de la plusvalía, también hay extracción no compensada, depredación no repuesta, desequilibrio no armonizado, en lo que respecta los componentes, los sistemas de vida, de lo que llamaremos la Madre Tierra. El capitalismo también se explica por esta dialéctica de la destrucción de las condiciones naturales de la reproducción de la vida.
Ciertamente el modelo extractivista no se circunscribe solamente a la geografía extensa de la periferia del sistema-mundo capitalista, pues forma parte de la historia y de los recorridos de los ciclos del capitalismo, extrayendo también recursos naturales en el centro del sistema-mundo. Sin embargo, hay que tener en cuenta, que en la geopolítica de la economía-mundo se ha especializado prácticamente a la periferia en las formas extractivas, respondiendo a una división del mercado internacional. Aunque las fronteras de centro y periferia no son inmovibles, al contrario, son móviles y cambiantes, haciendo emerger nuevas potencias con vocación industrial, de todas maneras mientras haya un dominio y una hegemonía en el ciclo del capitalismo, en este sentido se puede seguir hablando de centro y periferias en los procesos de acumulación de capital. Visto desde la perspectiva de las periferias, el modelo extractivista es una condena al círculo vicioso de la dependencia. Visto desde una perspectiva ecológica, el modelo extractivista pone en peligro la reproducción de la vida, de sus ciclos vitales, de sus interrelaciones integrales. La acumulación desmedida o la compulsión por la acumulación tienen un costo irreparable y sin retorno, la vida misma.  Una segunda conclusión tiene que ver con que el modelo extractivista es depredador, en el sentido más destructivo del término. A mediano o a largo plazo sus daños son irreparables.
El modelo extractivista es una estructura compleja de explotación de la fuerza de trabajo. La incorporación de tecnología cada vez más avanzada ha ocasionado un uso intensivo de la fuerza de trabajo, disminuyendo el número de trabajadores, aumentando su rendimiento con las maquinarias y tecnologías sofisticadas, incluso pagando mejor a sus trabajadores, técnicos, ingenieros administrativos, empero produciendo entornos de poblaciones pobres y dependientes, afectadas por la contaminación y supeditadas a formas desmesuradas de dependencia y de discriminación. La diferencia descomunal entre los enclaves extractivistas, mineros e hidrocarburíferos, y los poderes locales, incluso el poder del Estado, provocan relaciones corrosivas con las instituciones locales, regionales y nacionales. Una tercera conclusión tiene que ver con la potencia altamente corrosiva del modelo extractivista respecto de las formas de cohesión social y las formas institucionales.
El modelo extractivista está íntimamente ligado al mercado internacional, es como ajeno al mercado interno, su lógica entonces se mueve con los vaivenes de los precios internacionales de las materias primas, no con los requerimientos del mercado interno. Por eso mismo es tan difícil  arrancar desde el modelo extractivista un proyecto de industrialización de las materias primas. Esto ocurre cuando se modifican los términos de intercambio y se modifica la misma división del mercado internacional, transfiriéndose la industria pesada a las potencias emergentes. En todo caso, cuando esto pasa, las potencias emergentes no dejan de estar apegadas al modelo extractivista y les resulta difícil armonizar la composición desgarrada de su economía. Ya la vinculación con el mercado externo es muy grande y gravitante.
Ahora bien, hay que entender que cuando se habla de modelo extractivista se lo hace desde cierta perspectiva, la perspectiva de las periferias, donde el modelo concurre de manera expansiva y gravitante, condicionando toda la economía de los países, irradiando su lógica a todos los sectores e incluso orientando las políticas económicas de los gobiernos. Lo que hay que tener en cuenta es que este modelo no es un modelo distinto del modo de producción capitalista, no es un modelo externo a la economía-mundo capitalista, no está fuera del sistema mundo capitalista; al contrario forma parte del modo de producción capitalista, garantiza el flujo constante de materias primas, que serán transformadas e industrializadas. Forma parte integrante de la economía-mundo capitalista, de la división del trabajo internacional, de la articulación de flujos y stock en las redes de los mercados, en la articulación de un consumo productivo dado escala mundial. No cabe duda que el modelo extractivista es el modo de producción capitalista en su forma de dominación sobre la naturaleza, recogiendo esa idea brillante de los mitos de la modernidad, expuestos en Dialéctica del iluminismo de Horkheimer y Adorno, de que la modernidad y el progreso de basan en un dominio sobre la naturaleza, que pueden ejercer este dominio, sin tener consecuencias. El modo de producción capitalista supone no solo la transformación de la materia de producción, además de consumir tiempo de trabajo y producir la valorización en el proceso de producción, sino también la transformación de sus propias condiciones de producción. Lo que hay que anotar al respecto es que también produce la transformación de los ecosistemas, transformando radicalmente los territorios y espacios donde se asienta el sistema productivo. La economía-mundo capitalista convierte a todas estas gestiones extractivistas en dispositivos de una maquinaria global integrada, articulando plenamente al modelo extractivista a los procesos de acumulación de capital. El sistema-mundo capitalista define el papel del modelo extractivista en el contexto de la geografía y la geopolítica mundial.  Lo que queremos decir es que el modelo extractivista es parte estratégica de un modelo de acumulación, de un modelo de producción, de un modelo de consumo, incluso de un modelo energético. No es un modelo independiente, tampoco controla los hilos que hacen funcionar su maquinaria, pues al ser parte del modo de producción capitalista, de la economía-mundo y del sistema-mundo capitalista se encuentra sometido a los juegos del capital financiero, de los grandes monopolios, de las trasnacionales, de los mismos mercados y sus vaivenes de precios de las materias primas. Podemos decir que este modelo se encuentra ligado a la base económica de los Estado-nación subalternos de la periferia, así como a su ilusión de desarrollo y progreso basado en la economía extractivista. El modelo extractivista es básicamente el modelo que adoptan estos Estado-nación y sus gobiernos. Esta apuesta explica el circulo vicioso de la dependencia; cuanto más apuestan al modelo extractivista más dependientes son sus economías particulares. Por eso estos Estado-nación terminan funcionando como engranajes administrativos de la transferencia de recursos naturales al centro del sistema-mundo capitalista. Se convierten en dispositivos políticos de la dominación capitalista a escala mundial. Cuando se dan intentos de replantear las condiciones de las relaciones de intercambio, buscando una salida nacionalista, puede mejorarse la situación, en la medida que se mejore el control del excedente, de parte del excedente, optando incluso por la industrialización de las materias primas; empero en la medida que sus propias salidas independientes mantienen el modelo extractivista, vuelven a caer en la lógica perversa de la dominación, que ocasiona la subalternidad, y en la lógica destructiva de la dependencia.  Los proyectos nacionalistas no dejan de ser intentos dramáticos de independencia económica en contextos definidos por el orden mundial de dominación capitalista. No es que no hay opción sino que las opciones deben ser alternativas, tienen que salir de la lógica extractivista, tienen que desconectarse de los condicionamientos del mercado internacional, del condicionamiento del sistema financiero, buscando en la pluralidad de intercambios posibles transiciones transformadoras y emancipadoras. La construcción de otro mundo es posible en tanto se den alianzas, complementariedades e intercambios alternativos.  Conformar otras lógicas de producción, abrir el horizonte de la valorización de la vida, saliendo de la valorización del capital.
El extractivismo minero
Maristella Svampa dice que hay catorce mitos en torno al extractivismo, uno de ellos supone que los que se oponen al extractivismo son fundamentalistas, están en contra de todo tipo de minería. Cosa que no es cierto, pues depende de las características de la minería; de lo que se trata es de oponerse al extractivismo minero de las empresas trasnacionales debido a su capacidad destructora y depredadora. También es necesario detener el desplazamiento depredador de una explotación minera contaminante, que aunque sea nacional, termina también afectando los ecosistemas. Por ejemplo, incluso las cooperativas mineras han optado por formas de explotación salvajes y depredadoras de sus propias regiones. Lo que se requieres es abastecer primordialmente el mercado interno, no así las exigencias compulsivas del mercado externo; lo que se requiere es una minería al servicio de una estrategia económica que se encamine a cumplir con la soberanía alimentaria. Una minería que sea como un sostén, una infraestructura que sustente esta estrategia de la seguridad y soberanía alimentaria.
Un segundo mito supone que la minería es un “motor de desarrollo” que impulsa la economía nacional. Esta afirmación desarrollista y extractivista es completamente insostenible a la luz de la experiencia histórica de nuestros países periféricos del sistema-mundo capitalista. La minería ha sido una de las formas de articulación de nuestros países a un modelo capitalista impuesto, por medio de procedimientos de violencia colonial. El modelo extractivista es históricamente un modelo colonial impuesto a los países periféricos. El extractivismo no deja sino cementerios mineros y los escombros de la explotación desmesurada, el empobrecimiento de las poblaciones involucradas y la depredación de los suelos de las regiones afectadas por la minería. El excedente, el plus-producto, la plusvalía, la acumulación ampliada de capital se transfiere al centro de acumulación del sistema mundo capitalista. Este “desarrollo” genera el subdesarrollo y la dependencia. La explotación minera de las empresas trasnacionales y de las empresas mineras nacionales, articuladas a los circuitos del mercado internacional y a los circuitos del capital financiero, no genera sino la ilusión del desarrollo.
Relacionado al anterior, otro mito es el que supone que la minería genera empleo y crecimiento económico local. Así también el que supone que la minería crea muchos puestos de trabajo indirectos. En el mismo tono se dice que la minería se instala en zonas postergadas, crea un círculo virtuoso, genera desarrollo y eleva el nivel de vida de la población. Al respecto, Maristella Svampa y los autores de 15 mitos y realidades de la minería transnacional en la Argentina  escriben:
Desde Voces de Alerta, cuestionamos radicalmente la actual colonización que los grandes poderes económicos producen en las universidades, sistemas científicos y en la educación pública en general. Estamos convencidos de que no existe ninguna posibilidad de avanzar en la democratización de la sociedad, si no se pone coto tanto al modelo extractivo (régimen social de acumulación y distribución de riqueza), que necesita dominar y doblegar bajo cualquier medio a las poblaciones que habitan esos territorios, como a las guardias pretorianas que los custodian[36].
El cuarto mito es el que dice que la minería crea muchos puestos de trabajo indirectos. Lo que no es cierto, recogiendo las experiencias e la minería en el continente se ve que si bien se crea un entorno de población y actividades, básicamente comerciales, no se ve de ninguna manera un incremento del empleo indirecto, sino mas bien un incremento de las actividades comerciales, incluso del contrabando, pero principalmente de las actividades informales. Lo que se crea son el subempleo, o el desempleo encubierto. El problema es que el conjunto de estas actividades terminan sosteniendo el ciclo vicioso de los bajos salarios y de la super-explotación de los trabajadores. Se trata mas bien de un aporte a la formación de la plusvalía de parte de estos entornos que de un gasto o una inversión de la empresa minera. Si las empresas mineras llegan a invertir en proyectos de salud, culturales e incluso productivos agrarios, lo hacen en muy baja escala y sobre todo para legitimar y encubrir sus actividades desbastadoras y depredadora, cuyos costos jamás los cubren, más bien los ocultan, como aquellos que tienen que ver con la contaminación múltiple, la destrucción a escala, el desequilibrio ecológico, además de la destrucción de la cohesión social y los fenómenos de deculturación y aculturación.   
El quinto mito tiene que ver con que cuando la minería se instala en zonas postergadas, crea un círculo virtuoso, genera desarrollo y eleva el nivel de vida de la población. Esto tampoco es cierto, para tal efecto aproximémonos a una de las experiencias de la instalación en una “zona postergada” de una de las empresas trasnacionales que desarrolla la tecnología desbastadora de cielo abierto, arrancando toneladas de tierra y minerales a los territorios afectados. Hablamos de la Empresa San Cristóbal, que paso de manos de la corporación financiera y de inversiones del famoso empresario Soros a la empresa japonesa Sumimoto. Resulta que el pueblo y la población que habita el lugar donde se concentran los minerales a explotar, hablamos de los yacimientos mineralógicos, con sus propias características, era un obstáculo para la explotación minera. Ante la negativa del pueblo a dejar el pueblo para permitir la explotación extractiva, la empresa se ve obligada a proponer un plan espectacular; trasladar al pueblo a otro logar, en el entorno de la zona de explotación. ¿Este nuevo pueblo es una muestra elocuente de desarrollo? No, quizás haya mejorado la construcción, que se hizo como los que corresponde a los planes de vivienda, homogeneizando la arquitectura; empero lo que ocurrió notablemente es la marginación del poblado, ahora se trata de un pueblo aislado de los beneficios del excedente que extrae la explotación minera y los transfiere a los centros de acumulación de capital. Se pueden tocar muchos ejemplos, los mismos que, a pesar de sus características particulares, expresan análogos efectos, aislamiento, marginación, subempleo, subalternidad.
Quizás el mito más sobresaliente es el que enuncia que los beneficios de la minería se quedan en los países donde se extraen los minerales, y las empresas contribuyen con el pago de diferentes impuestos en el desarrollo del país. Este enunciado es una falacia, se propone contra toda evidencia empírica, evade descaradamente la aritmética de la acumulación originaria y ampliada de capital. La explotación minera, el extractivismo, que corresponde más bien a la acumulación originaria, a la acumulación por despojamiento, es el comienzo del ciclo de la acumulación ampliada de capital. ¿De lo que extraen, del excedente formado,  las empresas trasnacionales cuánto se llevan? ¿Cuánto queda en el país que es objeto del extractivismo y el despojamiento? ¿Cuál la relación de lo que invierten y lo que se llevan como ganancia? Las cifras que se pueden arrojar son escalofriantes, además dependen de los rubros, los contextos, los periodos; en otras palabras, de la historia de la explotación minera. Por efectos de síntesis sólo empleemos uno de los indicadores que da una de las investigaciones sobre la capitalización o la privatización en Bolivia. Este estudio encuentra que por cada dólar invertido en el rubro de hidrocarburos las empresas trasnacionales se llevan siete dólares. Ciertamente el estudio habla de las empresas dedicadas a la explotación de los hidrocarburos, empero el caso no es distinto en minería, incluso podríamos aseverar que, con la nueva tecnología arrasadora de cielo abierto, las ganancias son mayores, podríamos hablar de que por cada dólar invertido las empresas mineras se llevan de 8 hasta 10 dólares. Estamos entonces hablando de ganancias extraordinarias. Si las empresas trasnacionales tienen el control financiero, tienen el control tecnológico, tienen el control de los mercados, tienen el control incluso de los gobiernos, además del resguardo militar, se entiende que crearon las condiciones de posibilidad de super-ganancias; hablamos de inversiones con muy alta rentabilidad, con tasas de retornos a corto y mediano plazo. ¿Qué queda en las zonas, países y regiones de intervención extractivista? Cementerios mineros, huecos gigantescos en los territorios, ecosistemas desequilibrados, contaminados y depredados, con daños irreparables.
El séptimo mito plantea una total contradicción con la realidad, dice que la minería puede ser limpia, no contamina el ambiente, y se puede hacer sin riesgos ambientales. Hay una solución técnica para cada problema ambiental. Mas bien el carácter contaminante y depredador de la minería ha ido avanzando e incrementándose con el desarrollo tecnológico y a aplicación de tecnologías avanzadas que son desbastadoras, por lo tanto el alcance de sus efectos multiplicadores se han expandido, afectando cada vez más a amplias zonas y regiones, sumando nichos ecológico y ecosistemas desequilibrados. Los casos más patéticos, que hoy son muestra de estudios descriptivos de estas calamidades, son los que tienen que ver con la tecnología de extracción a cielo abierto. Por otra parte es escandaloso el uso gratuito y depredador que hacen del agua, incluso de agua fósil, desecando los entornos y acabando con los bofedales, por lo tanto también atentando contra la producción agrícola, fundamentalmente campesina y comunitaria.     
El siguiente mito tiene que ver con el cumplimiento institucional, dice que los emprendimientos cumplen con exigentes regulaciones ambientales y la minería es la única actividad regulada por una ley ambiental en nuestro país. La experiencia de nuestros países muestra todo lo contrario; la gran minería, la minería con emprendimientos trasnacionales, goza de paraísos fiscales, incluso se da el lujo sistemático de atravesar las normas y regulaciones mineras corroyendo la institucionalidad y corrompiendo a los funcionarios. Hay una historia larga de escándalos financieros y fiscales que involucran a estas empresas mineras. Podemos hablar de pillaje, corrupción y criminalidad,  como así lo  hace Alain Deneault en su estudio de Noir Canadá[37]. Se puede decir que la historia de la minería está íntimamente ligada a la historia de las violaciones y transgresiones a las normas y reglamentaciones mineras. 
El noveno mito tiene que ver con la necesaria consulta a las poblaciones afectadas por el extractivismo minero y la violación al Convenio 169 de la OIT, dice que ningún proyecto minero se hace sin el consentimiento previo de las comunidades involucradas. La costumbre es más bien que no se consulte de acuerdo a los procedimientos adecuados y establecidos; cuando las empresas se ven impelidas a consultar ya sea por las normas ambientales o las normas relativas a los territorios y pueblos indígenas, lo hace a su manera, manipulando consultas a las poblaciones afectadas, comprometiendo a dirigentes, ofreciendo dinero y compensaciones, que obviamente están muy lejos de subsanar los daños ocasionados. En estos casos generalmente se benefician dirigentes corruptos o que han sido atropellados o sorprendidos en su buena fe. No se cumplen con las normas internacionales sobre consulta e impacto ambiental. 
El décimo mito dice que la minería fortalece el tejido social, reduce la migración y la descomposición de las comunidades. El enunciado de este mito parece una ironía, parece reírse de lo que acontece; precisamente la minería ha demostrado su gran potencia destructiva del tejido social, de la cohesión social, disgregando a las comunidades, fragmentando a la sociedades aledañas, pervirtiendo las costumbres. En lo que respecta a la migración, podemos evaluar dos efectos migratorios; uno que tiene que ver con los migrantes climáticos, quienes se desplazan precisamente por el factor destructivo y depredador de los ecosistemas, que afecta directamente a la agricultura; el otro que tiene que ver con la aculturación y deculturación, con la introducción de esquemas de comportamiento modernos que motivan precisamente la migración a las ciudades. 
El siguiente mito tiene que ver con la afectación a los derechos democráticos, que tienen que ver con la transparencia y la evaluación, dice que las empresas transnacionales garantizan transparencia y libertad de opinión en cuanto a la evaluación de sus actividades. Es difícil sostener semejante aseveración cuando precisamente tenemos la intromisión de la gran empresa minera en los medios de comunicación, su incidencia manipulada en la opinión pública, su interposición, a través de los medios fiscales y policiales, sobre la libertad de opinión, cuando se tiene una larga historia de encubrimiento, de ocultamiento, de falsificaciones, de doble contabilidad, es decir, cuando precisamente estamos ante ejemplos elocuentes de total falta de transparencia.  
El siguiente mito dice que cada país es autónomo y soberano en sus relaciones con empresas mineras transnacionales. Las empresas mineras transnacionales respetan el marco legal de los países donde operan. Este mito contrasta con la larga y dramática historia de la dependencia y la supeditación de los Estados de los países periféricos des sistema-mundo capitalista a la dominación de los circuitos e inversiones del gran capital, de la hegemonía y dominación imperialista, de la conspiración constante de las empresas trasnacionales, vulnerando las soberanías nacionales. Ahora que ya se tiene la opción claramente implementada por el proyecto neoliberal de los tribunales internacionales, las empresas trasnacionales optan por estos tribunales escapando a las leyes nacionales.  
Los siguientes mitos son también discutibles, no se sostienen ante la evidencia de los hechos y la experiencia de la minería en nuestros países. El mito treceavo dice que las empresas transnacionales se comportan con responsabilidad social empresarial, robusteciendo el tejido socioeconómico de la zona. El siguiente mito dice que los que se oponen a la minería a gran escala, nacional o trasnacional, no tienen alternativas de desarrollo. Y el último mito de la lista dice que América tiene un destino mineral. Sin desarrollo minero, no hay futuro para nuestras sociedades. El mito sobre la responsabilidad social empresarial contrasta con las exiguas inversiones que realiza en este sentido, comparadas con las enormes riquezas que se lleva. El decir que los que se oponen a la minería a gran escala no tienen alternativas de desarrollo choca con las experiencias que han logrado sacar a la minería y han optado por la soberanía alimentaria. Por último decir que no hay alternativa económica sino es con la minería, es apostar a un modelo colonial, al modelo extractivista que ha generado precisamente “subdesarrollo”, pobreza, desigualdades y ausencia de horizontes, en los países precisamente donde se ha practicado esta minería.
Los campos problemáticos de la Madre Tierra
A estas alturas de la luchas y las reivindicaciones de las naciones y pueblos indígenas, sobre todo teniendo en cuenta los alcances de las constituciones de Ecuador y Bolivia, además de los problemas de su aplicación, sobre todo en lo que tienen que ver con la materialización de los derechos de las naciones y pueblos indígenas originarios y los derechos de la Madre Tierra, debemos ponernos a evaluar y analizar las problemáticas que son a su vez los desafíos que hay que sobrellevar para continuar el camino de la descolonización y la construcción de alternativas al capitalismo y la modernidad. En ese sentido, vamos a trabajar con los campos problemáticos que todavía enfrentan las organizaciones y movimientos indígenas en el camino de su emancipación. Un primer tópico es el que tiene que ver con el modelo extractivista, sus consecuencias para las comunidades y territorios indígenas. En esa perspectiva es indispensable ahondar la problemática de la minería y sus efectos irradiantes de contaminación, además de destrucción y descohesión social. En el mismo camino, tenemos que ver lo que pasa con los hidrocarburos, que es el segundo rubro importante en la composición y estructura del modelo extractivista. También aquí se sucede una afectación irremediable a los territorios indígenas y a los ecosistemas. Hay más rubros vinculados al extractivismo, empero, por el momento nos concentraremos en estos dos. Sin embargo, es importante considerar las formas del extractivismo en lo que se viene en llamar neo-extractivismo; no solamente nos referimos a las tecnologías avanzadas en minería y en hidrocarburos, como son la explotación a cielo abierto que se da en minería, también las nuevas tecnologías destructivas de la explotación hidrocarburífera, sino también nos referimos a la compleja biotecnología de los transgénicos. Aunque esté en discusión si los transgénicos pertenecen o no al neo-extractivismo, lo que importa es que forman parte de los avances del bio-poder y la bio-producción en los últimos desplazamientos del capitalismo. Es importante tratar esta problemática de los transgénicos, pues ataca de manera directa al control de las semillas y al control de proceso reproductivo de los cultivos, así como ataca a lo que llamamos la soberanía alimentaria. En esta perspectiva es indispensable escudriñar los temas relativos al control de la información genética; también a la recuperación de la biodiversidad genética, recurriendo a los saberes ancestrales. En este terreno se asocia al control de la información genética el control de los saberes ancestrales, que son de propiedad colectiva, comunitaria y de las naciones y pueblos indígenas. Por eso mismo debemos tratar de evaluar someramente los alcances de la destrucción de la biodiversidad, así como también los alcances de la destrucción comunitaria.
En contraposición debemos también evaluar y visualizar las posibilidades de salida de la crisis ecológica, de la crisis capitalista, de la crisis de la modernidad, así también de la crisis del desarrollo. En ese sentido debemos trabajar con los tópicos o los horizontes que tienen que ver con la gestión territorial comunitaria de la Madre Tierra, la soberanía alimentaria, la transición del modelo extractivista al Vivir Bien, la defensa de la biodiversidad, la defensa de los saberes colectivos y ancestrales, la defensa de las comunidades y territorios indígenas, la garantía de recorrer los caminos de la  descolonización. Por lo tanto, tratemos de analizar cada uno de estos tópicos.
Madre Tierra y Vivir Bien
Nos movemos en lenguajes e imaginarios, pero también en un mundo al alcance de la mano. Mundo lleno de sentidos, porque a pesar de ser un mundo construido de manera práctica y útil, comprendiendo mundo como el ámbito al alcance de la mano, como mundo de la cotidianidad; por lo tanto mundo que escapa en parte a la ocupación de los lenguajes y los imaginarios. Sin embargo, este mundo al alcance de la mano, de la circunmundaneidad,  es un mundo que se hace comprensible precisamente por los sentidos que lo habitan y lo componen, por lo tanto se encuentra atravesado por los lenguajes. Mundo que también puede ser leído como redes, circuitos, recorridos, tejidos sociales; por lo tanto habitado por los sentidos implícitos en los propios utensilios, usos y prácticas. De todas maneras, los lenguajes, las formaciones discursivas, los núcleos enunciativos, el haz de relaciones, juegan de mapas expresivos de articulación.   Ese mundo del que hablamos se ha vuelto cada vez mas complejo, no sólo por la crisis y los cambios de sentido, sino por su expansión misma, por su apertura a otros mundos, por los horizontes abiertos a partir de experiencias liminares. El mundo de la modernidad está en crisis, en su interior los propios procesos que lo conforman lo desarticulan. El mundo de la modernidad está en crisis porque ya no puede dar vueltas sobre sí mismo, se encuentra a la deriva. Ante esta crisis ya no se trata de ponerlo en su curso sino de construir otro mundo alternativo, uno que incluya a lo excluido, a lo inhibido, a lo discriminado, a lo ocultado, a lo que no se ha tomado en cuenta desde una perspectiva homogeneizadora y universalizadora, desde una perspectiva cuantificadora. Empero también que incluya lo nuevo, lo que emerge como desplazamiento y líneas de fuga, lo subversivo, lo alterativo, la invención. Se trata de construir un mundo complejo e integrador, que sea capaz de contener los mundos posibles, los proyectos civilizatorios conculcados, un mundo abarcador pero también aperturante. Un mundo así contiene otros ejes, otros ámbitos de relaciones, otros recorridos. Entre estos ejes estratégicos contamos con la interpelación indígena, interpelación que ha cobijado y actualizado sus propias cosmovisiones ancestrales, sus propias prácticas, normas, procedimientos e instituciones, que aunque han sufrido isomorfismos, transformaciones, sincretismos y simbiosis, contienen la memoria de otros tiempos. Memoria que se ha convertido en la interpretación utópica del pasado y que apunta a su reconstitución política en el presente.
Desde las cosmovisiones indígenas se nombra al mundo como Madre Tierra o, mas bien, el mundo es construido y comprendido desde el imaginario de la Madre Tierra. Hablamos de una tierra dadora de vida, fértil y fecunda. El imaginario, a pesar de que se refiere primordialmente a los otros seres y a otros ciclos vitales, se nombra desde un antropomorfismo, madre. Paradójicamente se descentra del antropomorfismo, cuando no considera como centro al ser humano, empero lo hace desde un nombre antropomórfico, la madre. No entendamos esto como una contradicción, sino mas bien veamos la riqueza dinámica de la imaginación y de los lenguajes. La riqueza de las combinaciones de las figuras y de las referencias. De todas maneras esto se entiende a partir de la misma relación que tienen las comunidades con el Hogar territorial del que forman parte. Hay que entender los nombres a partir de las relaciones que establecen vínculos indisociables con la complejidad de planeta. Al nombrar la Madre Tierra las comunidades expresan su afecto y manifiestas su dependencia, su vínculo, que requiere ser complementario.
Lo importante no está tanto en las ceremonias y en los ritos, que son variados, conformando un mapa diverso en una geografía cultural, sino en el vínculo que se establece con la tierra, el agua, el aire, los suelos, los bosques, los cerros, los vientos, los climas, los ciclos vitales. La importancia de este vínculo radica en la comprensión de ser parte de y no estar aparte, no estar separado, sobreponiéndose dominantemente a esa modalidad que se nombra como Madre Tierra y los modernos han nombrado como naturaleza. No hay separación sino continuidad. Ser es ser parte de y no ser distinto, especial, la imagen de Dios, ser en cuanto humano, en cuanto mortal, en cuanto único y diferente de las piedras, de las plantas y de los animales. Ser parte de en cuanto formamos parte de los mismos ciclos. La Madre Tierra es entonces el imaginario que incluye la participación humana, de las comunidades, de las sociedades, en los ciclos vitales.
Ante el acontecimiento cultural ancestral, la proliferación de sus formas y expresiones, no importa tanto la variedad de imágenes que tienen los pueblos cuyo imaginario tiene como origen la configuración de la Madre Tierra, sino la analogía de estas imágenes en tanto formas de expresión de relaciones de inclusión, de articulación y de pertenencia a una matriz originaria. Estas relaciones suponen ciclos, climáticos, de caza, de pesca, de recolección, ciclos agrarios; ciclos, por lo tanto movimientos de retorno y de salida. Ciclos que suponen recorridos; ciclos que suponen viajes, flujos, pero también articulaciones y alianzas. Entonces los tiempos de la Madre Tierra son circulares.
¿Cuál es la importancia de este imaginario de la Madre Tierra y de las cosmovisiones indígenas? No radica solamente en su ancestralidad, pues de todas maneras se trata de cosmovisiones que se han venido actualizando, haciéndose presentes, en tanto sistemas de interpretación dinámicos, que sufren de mutaciones debidas a la propia interculturalidad a la que se ven sometidos. Su importancia también radica en su potencia interpeladora del mundo moderno, de su base capitalista, de su sentido de desarrollo y progreso. Sobre todo su importancia aparece en la contemporaneidad, en el momento presente, en plena del ciclo del capitalismo bajo la hegemonía norteamericana, crisis que también se ha convertido en una crisis ecológica. Las interpretaciones de la Madre Tierra de las cosmovisiones indígenas desmoronan la idea de naturaleza, separada, convertida en objeto de dominación del hombre. Por lo tanto esta interpretación de la Madre Tierra se abre a otra perspectiva y relación con los territorios, los bosques, los ríos, las plantas, los seres, los climas, los mares y océanos, las cordilleras y los nevados, con los ciclos vitales, la compleja matriz cósmica de la que formamos parte y participamos en su reproducción que llamamos Madre Tierra.
Ya que comenzamos usando algunos conceptos existenciales y fenomenológicos de Martín Heidegger para referirnos al mundo moderno, a la circunmundaneidad, valdría la pena poner en la mesa la cuestión de si es posible, en lo que respecta a la Madre Tierra, hacerse la pregunta por el sentido del ser. Esta pregunta tiene como centro al ente en cuanto tal, a la diferencia analítica entre ser y ente, tiene como eje al Dasein, a la existencia arrojada al mundo, al ser humano, el único que tiene mundo según Heidegger. Ante esta cuestión, nuestra apreciación es  que no es posible hacerse esta pregunta cuando el humano deja de ser el eje de una complejidad que deja de ser una unidad homogénea, centrada en la perspectiva humana, dejad de ser el eje no ya de la existencia ni el mundo, sino de la complejidad cósmica de la que formamos parte.
No es posible hacerse la pregunta por el sentido del ser, en el sentido de la analítica existencial, de la diferencia fenomenológica, entre ser y ente, tomando en cuenta de que hablamos de la existencia humana; empero es posible hacerse la pregunta por el sentido de la Madre Tierra. Ahora bien, ¿podemos hablar del ser de la Madre Tierra? ¿Es una unidad o es una multiplicidad, una pluralidad? ¿Esta multiplicidad, esta pluralidad, es totalizable, conforma una totalidad o, mas bien, su dinámica se encamina a una permanente des-totalización, reinvención, recreación? En todo caso, obviamente, este sentido, el sentido de la Madre Tierra,  ya no tendría nada que ver con la interpretación filosófica que le otorga  al sentido Heidegger; el sentido, en la interpretación de Heidegger, tiene que ver, en su primer estrato, con la utilidad, con el uso, con la manipulación, en el sentido práctico o factico, de lo al alcance de la mano, sentido práctico dado por el humano en su cotidianeidad. Este sentido fáctico tiene que ver con la analítica de la diferencia entre ser y ente, en su segundo estrato. El sentido tiene que ver con el ser mortal, el humano como mortal, como el único que muere, pues los animales perecen, con el ser destinado a la muerte; tiene que ver con muerte que da sentido a la vida. No es este sentido en todo caso el sentido de la Madre Tierra. La complejidad del sentido o, incluso, la pluralidad complementaria de significados, quizás su devenir sentido escape a la comprensión; tenga múltiples sentidos, incluso, no haya sentido. La Madre Tierra está más allá del sentido y del ser.
Ciertamente las cosmovisiones indígenas se componen de estratificaciones interpretativas y narrativas. En principio estamos ante la revelación de fenómenos cósmicos, como las estrellas, el firmamento, las constelaciones, también la presencia diaria del sol y la presencia nocturna de la luna, así como la revelación de las fuerzas, la del agua, también la de la tierra, la de los bosques, de los climas, de los elementos, así como la presencia anterior de otros vivientes. En un segundo estrato tenemos a los mitos, a las explicaciones sobre los orígenes de las plantas, del fuego, de los instrumentos, de los cultivos, de la comida. En un tercer estrato tenemos la interpretación de los ciclos, de las metamorfosis, de las mutaciones; por ejemplo, las explicaciones de un devenir volcán desde las entrañas mismas de la tierra hasta las espectaculares alturas desde donde se arroja la lava, el polvo y las cenizas, vinculando, articulando, lo más interior con lo más exterior, lo profundo con lo lejano, las entrañas de la tierra con el cielo. En un tercer estrato tenemos a las interpretaciones integrales de la complejidad misma, de todos los fenómenos, procesos, ciclos integrados. Entre estas narraciones se encuentran las configuraciones y las narrativas de la Madre Tierra, así también de las representaciones cósmicas.
Descolonización y transición
¿Qué se entiende por colonialismo, descolonización y colonialidad?
Debemos acercarnos a los problemas a través de las estructuras de pensamiento; de alguna manera podemos decir que los problemas dependen de las estructuras de pensamiento. Éstas los inventan o los construyen; por lo menos están asociadas estructuras de pensamiento y problemas. No podemos separar las formaciones enunciativas de las reglas que definen los juegos de verdad. El colonialismo a pesar de ser una realidad cruda y expansiva desde el siglo XVI, asociada a la expansión capitalista, al ciclo del capitalismo del mediterráneo, no es tratado como materia del discurso teórico hasta mucho después. Si bien se puede decir que se desplegaron discursos anticoloniales constatables desde el siglo XVIII, conformándose de un modo moderno durante el siglo XIX, es a mediados del siglo XX, sobre todo después de la segunda guerra mundial y las consecuencias irradiantes de las revoluciones orientales, la rusa (1917) y la china (1949), cuando se construye un discurso descolonizador articulado al discurso antiimperialista. Uno de los artífices de esta construcción es indudablemente el intelectual crítico martinico Franz Fanon (1925-1961). Diremos que la teoría sobre el colonialismo está íntimamente ligada al discurso descolonizador; podríamos decir que es la voluntad descolonizadora la que ilumina sobre la problemática del colonialismo y la colonialidad. Lo que permite hacer ver de manera más estructurada las formas de dominación colonial, su subsistencia y perdurabilidad, dando lugar a la colonialidad en las sociedades llamadas poscoloniales, es decir, a la herencia colonial en los países independizados. Sin embargo, a pesar de esta constatación, de que el discurso descolonizador se da con bastante posterioridad al hecho colonial, no podemos de ninguna manera desentendernos de expresiones y discursos anticoloniales que aparecieron con anterioridad; primero durante el siglo XVIII y después durante el siglo XIX en el continente americano, atravesado por las guerras anticoloniales y por las guerras de independencia.  Durante estos dos siglos se extiende la crisis de los dominios coloniales extraterritoriales británico, español y portugués. Se trata de discursos anticoloniales heterogéneos y diferenciados. Durante el siglo XVIII en los Andes se desata una guerra anticolonial indígena que cuestiona las mediaciones coloniales de los caciques y el dominio de las autoridades coloniales, configurándose un proyecto político cultural de reconstitución que adquiere distintas tonalidades en los distintos periodos y contexto del conflicto. Durante el siglo XIX se conforma un nacionalismo criollo articulado al discurso liberal, vinculando los conflictos locales y regionales a un ideario republicano o patriótico. Se puede decir que el ámbito de esta formación discursiva política tiene dos umbrales, uno que corresponde a la guerra anticolonial norteamericana (1775-1783) y el otro que corresponde a la revolución independentista de los esclavos africanos en la isla La Española (1795), inspirada en la revolución francesa, revolución que emite la declaración de los derechos del hombre. Pero también se puede decir que el ámbito de esta formación discursiva política anticolonial se abre a horizontes que no terminan de desplazarse.
En toda esta historia de la problemática colonial no pueden confundirse las distintas formaciones discursivas y estructuras de pensamiento, no son las mismas interpretaciones. Las expresiones comunitarias nativas, ligadas a las estructuras del ayllu, son distintas a las invenciones políticas de los criollos andinos, usando un título de Marie Danielle Démelas[38]. En un caso hablamos de una combinación compleja y en transcurso de representaciones mesiánicas en combinación con cosmovisiones cíclicas del pachakuti, articuladas también con problemas de legitimidad de los caciques y mediadores entre el Estado colonial y las comunidades reconocidas. En el otro caso hablamos de la incorporación del discurso liberal a los conflictos de poder y representatividad entre criollos, mestizos y españoles, colocando como transformado a la comunidades indígenas. La incorporación liberal fue bastante complicada pues no era simple asimilarla en una coyuntura histórica atiborrada, definida por la invasión napoleónica al centro del imperio español, la abdicación del rey Carlos IV, la transferencia de la monarquía a Felipe VII, preso también del ejército francés, contando así mismo con pretensiones de la infanta Carlota Joaquina, en medio de los conflicto de las juntas que reaccionan a la ocupación, la de Sevilla y la Central. Una confusión que lleva a los primeros levantamientos a hablar a nombre del rey, acudiendo a la legitimidad del monarca, incluso en contra de las autoridades coloniales, los virreyes y las autoridades de la Audiencia de Charcas[39]. Este discurso adquiere ribetes cada vez más liberales en la etapa de la elaboración de las constituciones, después de la guerra de independencia.
Durante el siglo XX emergen otras estructuras de pensamiento y formaciones discursivas que ponen en cuestión las herencias coloniales, podemos identificar entre éstas a las alocuciones indigenistas en el despliegue de estos discursos. Habría que remontarse a la experiencia de las escuelas indígnales ambulantes que se inician en 1905, recorriendo ayllus y comunidades para enseñar el alfabeto. En esta secuencia, cinco años después, debemos tomar en cuenta la publicación de la Creación de la pedagogía nacional de Franz Tamayo, que con una visión vitalista define al indio como fuente de la energía nacional. Después de la guerra del Chaco los gobiernos nacionalistas van a retomar la perspectiva indigenista de una manera más integral vinculándola a las políticas públicas y a las estrategias nacionales. Primero será el gobierno militar de Gualberto Villarroel el que se comprometerá en abrir espacios para las reivindicaciones indígenas en el Estado, después será la misma revolución nacional de 1952 la que conforme institucionalmente una política indigenista en el marco del nacionalismo revolucionario. Sin embargo, hay que tener en cuenta que los nacionalismos articulan el indigenismo en la perspectiva del mestizaje. Comparando nacionalismo y liberalismo, si el liberalismo quería civilizar a las poblaciones nativas, el nacionalismo buscaba su mestización. Ambos proyectos buscan la incorporación modernizadora al Estado de los pueblos nativos, desconociendo la historia, la cultura, la civilización propia de las naciones y pueblos indígenas, aunque recogen preocupaciones por la condición y destino de las poblaciones nativas. También podemos decir con cierta certeza que ambos proyectos no cobran conciencia de que no dejan de ser prolongaciones de las políticas coloniales, aunque se den por otros medios y caminos, con otras metodologías, utilizando un discurso indigenista.
Habría que preguntarse si de esta colonialidad del saber escapa el marxismo boliviano de aquellos tiempos. Por razones de espacio no podemos hacer una evaluación descriptiva de los autores considerados marxistas, empero podemos seleccionar algunos, que por su incidencia en el tema son importantes. Uno de ellos es indudablemente Gustavo Navarro, que es más conocido por su seudónimo, Tristán Marof. A diferencia de una interpretación mas bien culturalista del indigenismo Tristán Marof va tocar claves materiales de la emancipación indígena. En la Tragedia del Altiplano comprende que lo queinteresa al indio no es su instrucción inmediata sino su libertad inmediata. Vale decir, su independencia económica, la ruptura de su sumisión con el patrón, la reivindicación de sus condiciones de hombre[40]. El discurso marxista introduce en la interpelación a la explotación la perspectiva de la emancipación del trabajo, la toma de tierras y la nacionalización de las minas. Es conocida la consigna de Tristán Marof de tierras al indio y minas al Estado. Reivindicaciones con las que cumplen la revolución nacional de 1952 con la reforma agraria y la nacionalización de las minas. Ante la elocuencia de este discurso y ante las medidas de la revolución, habría que hacerse una pregunta: ¿Se agota en este discurso y con estas medidas la problemática colonial? Retomando lo que dijimos, podemos afirmar que no se resuelve de ninguna manera la problemática colonial con la incorporación del indio a la llamada civilización, que no es otra cosa que la imitación de modernidad, tampoco con su incorporación al Estado, así mismo no se resuelve el problema con la reforma agraria y la emancipación económica. Estas soluciones políticas suponen una perspectiva colonial, considerar que la civilizaciónes la occidental, consolidada después como cultura moderna, y que de lo que se trata es de civilizar, modernizar y liberar económicamente al pongo. Lo que ha hecho precisamente la dominación colonial es destruir las civilizaciones, las culturas, las instituciones nativas, atravesando los cuerpos, inscribiendo su dominio como historia política en la superficie de los mismos, induciendo a comportamientos y conductas de sumisión. La dominación colonial es polimorfa, afecta el ámbito de las subjetividades, se efectúa en la desconstitución de sujetos colectivos y trabaja la constitución de sujetos sumisos, domesticados, después, con el establecimiento de las instituciones modernas, trabaja la constitución de sujetos disciplinados. Por eso, si bien podemos aceptar que de alguna manera, los discursos liberales, nacionalistas y también de la izquierda tradicional se enmarcan en el horizonte del  derrumbamiento de las potencias coloniales, no llegan a ser discursos descolonizadores, no responden a la problemática de la dominación civilizatoria, tampoco de la crisis de la modernidad y su universalización.
Las anotaciones de Karl Marx en los Cuadernos Kovalevsky nos muestran un interés por aprender sobre las comunidades campesinas, sus orígenes, su pervivencia y su posibilidad alternativa a superar el capitalismo, sin esperar el desarrollo del capitalismo en la periferia del sistema-mundo. Esta lectura abre la posibilidad de pensar la condición multilineal de la historia, escapando a esa visión reduccionista y evolucionista de la linealidad de los modos de producción. Planteando también otras posibilidades de transición del capitalismo al comunismo[41]. En esta perspectiva se encuentra también las tesis de Marx sobre el modo de producción asiático, mostrando la necesidad de una interpretación histórica diferente de las formaciones económicas sociales y modos de producción de las civilizaciones asiáticas. Aunque Gayatri Chakravorty Spivak critica esta forma de manejar una excepción histórica, la del modo de producción asiático, inventándose otra homogeneidad asiática sin poder ver la pluralidad de formaciones y multinilealidad de historias,  queda claro que no se puede asumir la historia europea como historia universal[42]. Así mismo queda planteada la necesidad de discutir el concepto de modo de producción.  Estos desplazamientos de Karl Marx, incluyendo las cartas a Vera Zasulich, muestran búsquedas alternativas comprendiendo la evidencia deferencial de los procesos históricos[43]. Estos análisis, tomando en cuenta también a los Grundrisse, estuvieron ausentes en las lecturas y reflexiones de la izquierda tradicional, en gran parte porque las publicaciones y traducciones vinieron con posterioridad. Sobre todo no fueron atendidas sus consecuencias cuando se trataba de definir estrategias y tácticas políticas en las luchas sociales de cada país. Fueron los estudiosos de la obra de Karl Marx los que terminaron introduciendo estos tópicos, frecuentemente en la formación académica, teórica e investigativa. Ahora bien, retomando la crítica de Gaya Chakravorty Spivak, podemos decir que, de todas maneras, Marx no dejó de ser un hombre de su tiempo y no dejó de pertenecer a la episteme naciente de la modernidad. Se notan condicionamientos epistemológicos de la economía política inglesa, por lo tanto también de concepciones liberales sobre el capitalismo, también es notoria la perspectiva en un horizonte eurocéntrico en expansión[44].  No se puede esperar que en aquel tiempo se desarrolle una tesis descolonizadora sobre el capitalismo. Estas tesis vendrán después; los portadores serán intelectuales que emergen de la experiencia dramática del colonialismo.
El colonialismo moderno, del siglo XVI adelante, corresponde a la expansión violenta del capitalismo como acciones sucesivas de conquista, ocupación de territorios, sometimiento de poblaciones, extracción desmesurada de los recursos naturales, explotación, sometimiento y esclavización de las poblaciones nativas y africanas. Por esto mismo el colonialismo está asociado con la expansión universalizadora de la modernidad, aunque ésta al implantarse en territorios periféricos del sistema-mundo sufra adecuaciones heterogéneas. Lo que significa que el colonialismo no es solamente la dominación de las potencias europeas, tampoco solamente la dominación del capitalismo a escala mundial, sino la dominación de la civilización occidental de acuerdo a los códigos de la modernidad. Por lo tanto la lucha contra el colonialismo implica esta comprensión múltiple y compleja, también integral, del fenómeno colonial, lo que implica el combate en múltiples niveles a las formas y engranajes de dominación colonial, particularmente interesa la lucha contra la dominación civilizatoria, eurocéntrica y moderna. Lucha múltiple que implica abrirse a los diferentes proyectos civilizatorios inhibidos con las conquistas y los ciclos coloniales. En el continente de Abya Ayala, llamado América, implica la interpretación del presente y su futuro alternativo a partir de su pasado contenido, bajo la interpretación de las cosmovisiones indígenas. Esta lucha anticolonial, descolonizadora, es también una lucha anti-imperialista y contra el capitalismo.
La descolonización significa revertir la cristalización en los huesos de la violencia colonial contra las estructuras, instituciones y formas de la dominación colonial[45]. Significa alternativamente la deconstrucción, el desmontaje, desandando el camino, de los engranajes, las maquinarias y las prácticas de la colonialidad. Lo que también implica la desconstitución de subjetividades sumisas, domesticadas y sometidas, así como la constitución de subjetividades de resistencia, de emancipación, abiertas a distintos posicionamientos del sujeto liberado, en sus condiciones individuales, grupales, colectivas, comunitarias y multitudinarias. La descolonización significa también transiciones múltiples, institucionales, políticas, económicas, sociales y culturales. En Bolivia el camino optado de la transición descolonizadora tiene el nombre de Estado plurinacional comunitario y autonómico. Lo que comprende un nuevo mapa institucional, la transformación estructural del Estado de acuerdo a su condición plurinacional y comunitaria, también de acuerdo al sistema político de la democracia participativa, en el sentido de un ejercicio pluralista de la democracia, directa, representativa y comunitaria. Así mismo comprende un nuevo modelo territorial de acuerdo al pluralismo autonómico establecido por la Constitución. Entendiendo los mandatos de la constitución, también comprende la transformación del modelo económico, abriendo caminos hacia la economía social y comunitaria. Estos tres modelos constitucionales, el de Estado, el territorial y el económico, se encuentran articulados por el modelo civilizatorio alternativo al capitalismo, a la modernidad y al desarrollo del vivir bien.
             
Descolonización y anticapitalismo
Parece que la clave de la discusión de la coyuntura del proceso radica en cómo resolver la necesaria articulación entre la lucha anticolonial, que con el tiempo se transformó en una lucha anti-imperialista y también en una lucha descolonizadora, con la lucha anticapitalista, con la lucha de emancipación proletaria, en contra de la explotación del capital, de las formas de acumulación del capital. La pregunta en términos sociales y políticos puede traducirse del modo siguiente: ¿cómo articular la perspectiva de los movimientos sociales, de las naciones y pueblos indígenas originarios campesinos con la perspectiva del proletariado? Ciertamente no podemos contentarnos con el uso del término pueblo, que es demasiado amplio, aunque la convocatoria anti-imperialista acude a la movilización del pueblo contra la dominación e intervención imperialista. En el análisis de esta posibilidad, de la posibilidad de una articulación compleja y múltiple, que encare la combinación y composición de la lucha descolonizadora y anticapitalista, aparecen varios problemas. Detengámonos en algunos de ellos, sobre todo los más determinantes.
La perspectiva de los movimientos sociales se configura desde las capacidades inherentes de resistencias y auto-convocatorias autogestionarias de los sujetos y subjetividades interpelantes de las instituciones, las leyes, los ordenamientos jurídicos, políticos y sociales, las limitaciones económicas impuestas por las realidades económicas concretas. La perspectiva de las naciones y pueblos indígenas originarios campesinos deviene de las luchas anticoloniales del siglo XVIII; se trata de una acumulación política y cultural, de una interpelación a las formas del colonialismo, la colonialidad, incluso en sus herencias y condiciones poscoloniales. La perspectiva proletaria ha sido construida en la lucha económica y política de los trabajadores, con incidencia del discurso marxista y de las formas de organización partidista, que apunta a la revolución de los trabajadores contra las formas de explotación, de subsunción, de acumulación del capital. En las condiciones de los países periféricos, esta lucha adquirió las formas de una lucha anti-imperialista combinadas con las formas de una revolución que se nombró como ininterrumpida, permanente, guerra prolongada. En Bolivia adquiere el diseño de un programa de transición que combina las tareas propias del proletariado que apunta a una sociedad sin clases y las tareas no cumplidas por la burguesía nacional. En la jerga de los militantes se hablaba de la combinación de las tareas socialistas y las tareas democrático-burguesas. Esta interpretación se puede adscribir bien a las tesis sobre el desarrollo desigual y combinado, también a las tesis orientales elaboradas por Lenin, Trotsky y Mao Zedong sobre el desplazamiento de la revolución a los países dominados por imperialismo, con incipiente desarrollo industrial y poblados preponderantemente por campesinos.
Estas tres perspectivas, corresponden a distintas temporalidades, a distintos campos problemáticos, aunque también se superponen en contextos de realidad compartidos, conformados en la complejidad del sistema-mundo capitalista. Estas perspectivas han convivido de manera entrelazada en el estallido de la crisis múltiple del Estado y del proyecto neoliberal durante el periodo de movilizaciones de 2000 a 2005. Ciertamente, se puede notar, que los discursos preponderantes en este periodo, incluso desde antes, durante la última década del siglo XX, van a ser los discursos autogestionarios y auto-determinantes de los movimientos sociales, también los discursos críticos del colonialismo interno y de la de-colonialidad. En cambio el discurso obrerista y los discursos izquierdistas van a quedar rezagados, afectados por el derrumbe del movimiento obrero con la derrota de la Asamblea Popular (1971), también afectados por la derrota del gobierno de la Unidad Democrática y Popular (UDP; 1984), derrotas patentizadas con la frustración de la marcha por la vida de los mineros, que trataban de impedir la relocalización y el cierre de los centros mineros (1986). Lo que viene desplegándose desde la guerra del agua (abril de 2000) es la conformación de una perspectiva descolonizadora, plurinacional, comunitaria y autonómica. Perspectiva expresada en la concurrencia de distintos discursos, indianistas, populistas, nacionalistas, izquierdistas, también autonomistas, que no terminan de irradiar su propia hegemonía. Sin embargo logran darle una textura a la escritura de la Constitución Política del Estado. Esta convivencia discursiva, que no logra configurar una formación enunciativa plasmada, ha durado aproximadamente y dramáticamente la dificultosa temporalidad de la primera gestión de gobierno. Los primeros problemas aparecen en la propia Asamblea Constituyente, durante el proceso constituyente, también aparecen en el conflicto de Huanuni en el enfrentamiento entre mineros trabajadores de COMIBOL y cooperativistas mineros (2006). Sin embargo, los problemas de convivencia discursiva y de perspectivas se hacen acuciantes después de la aprobación de la Constitución, cuando hay que asumirla y aplicarla, con el objetivo de las transformaciones institucionales y estructurales económicas, políticas, sociales y culturales. Los enfrentamientos con el CIDOB, que exigía el cumplimiento de la Constitución, de los derechos de las naciones y pueblos indígenas originarios, el respeto al territorio indígena y a las áreas protegidas, muestran patentemente el choque de enfoques diferentes, de discursos ya contradictorios y de perspectivas políticas distintas. El enfrentamiento se da entre un discurso populista-nacionalista y un discurso indianista descolonizador. También los enfrentamientos en Caranavi con las organizaciones sindicales campesinas y las instituciones locales muestran patéticamente que no es fácil conjugar intereses locales y los intereses del gobierno, perspectivas burocráticas institucionales y demandas específicas de desarrollo local. Hay pues una crisis del discurso campesino y del discurso populista. Así mismo, los enfrentamientos en el departamento de Potosí, con el Comité Cívico de Potosí, acompañado por otras instituciones y organizaciones del departamento, muestran las complicaciones del discurso autonomista, pero también muestran las contradicciones inherentes entre las regiones y la estrategia del gobierno central.
Avanzando en la revisión de los conflictos, podemos observar claramente que la crisis del gasolinazo ha destapado profundas contradicciones latentes del proceso (fines de 2010). El levantamiento popular contra el decreto de nivelación de precios muestra patéticamente el desarrollo de la contradicción entre las políticas públicas y el pueblo. Esta contradicción se ha vuelto el rasgo fuerte de la coyuntura crítica del proceso. Hay demandas económicas insatisfechas, también hay demandas políticas, que tienen que ver con la participación social en el marco de la democracia participativa, contradicciones en las lecturas del proceso de nacionalización. Después del decreto 748, de su abrogación, los precios de los bienes, sobre todo de los alimentos, subieron para no bajar, ocasionando grados de intensidad en el incremento de la inflación. Frente a esta situación, la COB reclama un incremento salarial acorde a la situación. El gobierno responde con un incremento del orden del 10%, empero la COB rechaza esta oferta y opta por una lucha salarial y económica, con algunos ribetes de crítica política, desatando un conflicto social en las principales ciudades capitales, sobre todo en la sede de gobierno. Este conflicto deriva con una prolongada movilización, en marchas y bloqueos de caminos, que sólo consigue arrancar al gobierno un 1% más de incremento sobre el 10% ya ofrecido. Podríamos decir que se ha movido una montaña para parir un ratón. Sin embargo, las características mismas del conflicto nos muestran tendencias a la reorganización del proletariado en el contexto de un proceso en crisis. Por eso es menester analizar las posibilidades de los sujetos involucrados, de sus perspectivas, sus discursos y sus estrategias políticas.
 Al respecto, la hipótesis interpretativa que podemos lanzar se expresa de la siguiente manera:
No se puede ser consecuentemente anticapitalista si no se es consecuentemente anticolonial, por lo tanto descolonizador; tampoco se puede ser consecuentemente descolonizador si no se es consecuentemente anticapitalista. Por lo tanto, es indispensable para salir del estancamiento del proceso, de la crisis política de la coyuntura, articular ambas estrategias, la anticapitalista y la anticolonial. Esto en términos organizacionales significa resolver las diferencias entre los sindicatos urbanos y los sindicatos campesinos; en términos políticos significa una discusión profunda sobre los alcances y límites de los discursos en concurrencia, proyectando la construcción consensada de una formación enunciativa que dé cuenta de la complejidad de la transición transformadora. En otras palabras, se requiere de una perspectiva que interpretante del diálogo necesario entre proletarios, movimientos sociales y naciones-pueblos indígenas originarios campesinos.  En términos teóricos se requiere elaborar una estrategia anticapitalista y descolonizadora; en términos prácticos se requiere responder a la pregunta sobre cómo articular la demanda de desarrollo de los trabajadores y la demanda por la soberanía alimentaria de los campesinos, decodificada en la perspectiva ecológica de armonía con los seres vivos de la madre tierra de las naciones y pueblos indígenas originarios.                
Contradicciones y transformaciones en el proceso
El proceso constituyente
Dos preguntas de inicio: ¿Cuándo comienza el proceso constituyente? ¿Cuándo acaba el proceso constituyente? Estas preguntas son fundamentales al momento de abordar el análisis del proceso constituyente boliviano. ¿Comenzó con la marcha indígena de tierras bajas al inicio de la década de los noventa? ¿Comenzó con la interpelación del discurso katarista de la segunda década de los setenta? ¿Comenzó con la guerra del agua, en pleno Cabildo, cuando se propuso la convocatoria a la Asamblea Constituyente? ¿Comenzó con la convocatoria de la Agenda de Octubre, después de la guerra del gas? ¿Comenzó, con la formalidad del caso, con la convocatoria del Congreso de 2006? Estas preguntas son importantes no sólo por el corte que proponen sino debido a que podemos entender el proceso constituyente de diversas maneras. Empero la interpretación primordial tiene que ver con el acontecimiento histórico y político. Hay que asociar el proceso constituyente con la crisis del Estado. ¿Desde cuándo está en crisis el Estado? ¿Desde cuándo hay consciencia colectiva de la crisis estatal? ¿Desde cuándo se tiene la voluntad de construir una alternativa al Estado? Nosotros asociamos todo lo que ha ocurrido en la Asamblea Constituyente con lo desatado durante el ciclo de movimientos sociales de 2000 al 2005. Esto parece ser lo más apropiado evaluando la concomitancia de los acontecimientos; empero la crisis del Estado comienza antes del 2000 y el proceso de interpelación al Estado tiene varios hitos que conviene tener en cuenta. Ahora trataremos de evaluar estos hitos, estos momentos de crisis del Estado, para comprender desde una perspectiva más amplia el proceso constituyente, a través de esta visualización.
¿Cuándo comenzar? ¿Desde el inicio mismo de la república? ¿Qué es lo que se conformó con la independencia? ¿Un Estado-nación? Hay que construir las respuestas a la luz de los campos de fuerzas con-figurantes del proceso y de la guerra de la independencia. El panorama histórico de la época no es nada claro, menos cuando se trata de evaluar los proyectos republicanos en un entorno de posicionamientos monárquicos en defensa de del rey cautivo.
Lo que se formó entonces en el contexto de los quince años de guerra de guerrillas y los años de la guerra de independencia son las condiciones histórico políticas barrocas de un de una forma de Estado que era imaginariamente moderno, empero su materialidad preservaba la materialidad práctica e institucional de la administración colonial, por lo menos en su escala local y regional. En la jerga de la época incluso se habló de “republiquetas”, casi definidas por el dominio de las oligarquías regionales y locales. Al respecto, lo que se puede decir como una primera conclusión es que preponderaron los intereses de las castas y clases dominantes locales y regionales frente a los intereses de una burguesía continental o subcontinental, que en ese entonces era prácticamente inexistente. En todo caso se descartaron los grandes proyectos nacionales y estatales de Túpac Amaru y Simón Bolívar. Se puede decir que se llegó como a un acuerdo y un pacto entre todas las parte al momento de la conformación de las administraciones políticas independientes. Terratenientes, comerciantes, iglesia, abogados, sobre todo los famosos doctorcitos de Charcas, militares, sobre todo los del ejército independentista, no tanto los comandantes guerrilleros, pues a ese momento se encontraban bajo tierra o en desgracia como es el caso del “Tambor” Vargas. En el caso de las repúblicas criollas, los indígenas fueron prácticamente descartados, lo que no ocurrió en el pacto colonial, cuando la nobleza indígena formó parte de la estructura de poder colonial y los caciques mediaron entre dos formas administrativas, la relativa a las autonomías indígenas y la correspondiente a la administración colonial.  En esta independencia los indígenas perdieron su autonomía, por lo menos la que les quedaba y todavía conservaban durante la colonia. La guerra de la independencia fue complicada y enrevesada, los ejércitos libertadores y realistas tenían prácticamente casi la misma composición, españoles, criollos, mestizos, indígenas en ambos bandos. La diferencia radicaba en los intereses que defendían, un comercio todavía ligado al monopolio de la Corona en contraposición con un libre comercio propugnado por Gran Bretaña. El Estado que nace en estas condiciones es un Estado Pactante[46]; en el contexto de la distribución de fuerzas o, mas bien, en el contexto de las fuerzas distribuidas y diseminadas se pacta, usando un discurso republicano, aunque conservando todos los modales coloniales. A propósito, se puede decir que todos los Estado-nación se han basado en una especie de pacto, pero entre las fuerzas victoriosas, aunque el caso británico nos muestre también un pacto entre fuerzas encontradas, que no terminan de definir contundentemente de parte de quién está la victoria; en todo caso este pacto inicial del Estado-nación se asienta en una victoria, algo que no terminó de ser concluyente en América Latina, salvo lo que ocurrió en la Isla La Española, con la revolución y la independencia de Haití, donde la revuelta de los esclavos comandados por François Dominique Toussaint-Louverture pone fin a la dominación francesa y a la esclavitud en 1795.
En lo que respecta a Bolivia, se ilustra muy bien esta complicada red de alianzas en El complejo proceso hacia la independencia de Charcas (1808-1826) de María Luisa Soux[47]; se vuelven a repetir estos complicados procesos en plena crisis de la república durante la Guerra Federal. También se ilustra esta perdurabilidad de la crisis estatal en Entre la alianza y la confrontación de Pilar Mendieta[48]. Se trata de pactos matriciales, empero también de alianzas inestables, por eso mismo condiciones explicables de la crisis permanente estatal. Se trata de estados que se construyen en su propia crisis política y luchan denodadamente contra sus propias vulnerabilidades, se parecen a fortalezas en constante desplazamiento flexible, aplastando rebeliones y resolviendo conflictos. Estados que renacen de sus pactos y alianzas, los recomponen y los reorganizan, empero muchas veces hasta los traicionan, como en el caso de la alianza entre el General José Manuel Pando y el ejército aymara conducido por Zarate Willca. Son estados construidos sobre la definición de las armas, pero también sobre la gravitación de las propiedades latifundistas, así como sobre las formas administrativas heredadas, las formas burocráticas, las formas jurídicas, pero también la de las formas administrativas de las almas, correspondiente a las parroquias. Se puede decir que la república era una idea no necesariamente una realidad. Su existencia cobraba fuerza en los discursos, pero perdía peso material en las prácticas, en las normas y en las instituciones. En las repúblicas criollas se confundía los espacios públicos y privados, lo privado latifundista, minero y comercial se confunde con lo público. Lo público fue un espació de difícil y lenta construcción; lo mismo podemos decir de la ciudadanía.
Hablar de Estado en estas condiciones es no solamente hacerlo desde la tesis de la relación sino también desde la tesis de la articulación. Desde esta perspectiva el Estado no solamente respondería a relaciones sino a articulaciones; un Estado visto desde su ámbito relacional, pero también de su ámbito de articulaciones, lo que comprende también el entendimiento de sus alianzas. Un Estado como acontecimiento político es este minucioso tejido relacional, articulador y de alianzas, que de ninguna manera detiene el conflicto, sino al contrario, lo contiene e interpreta. Desde esta perspectiva también podemos decir que el Estado tarda en lograr su condición moderna, como instrumento separado de la sociedad; en principio está fuertemente atravesado por el juego de las fuerzas, de sus intereses, de sus perspectivas, de sus propios circuitos e imaginarios. Se puede constatar una utopía del Estado moderno en el imaginario de las elites, sobre todo liberales, empero un uso práctico que distribuye su ejercicio institucional de acuerdo a los poderes locales y regionales concretos. Démonos a propósito una figura, recurramos a una representación metafórica para ilustrar mejor lo que queremos decir. La historia la genealogía política del Estado-nación en Bolivia se parece al a un cuadro literario, el cual podría narrar una tragicomedia.
En un país perdido en los inmensos territorios de la periferia concurren intentos repetidos y minuciosos de grupos de pobladores dispersos e itinerantes por ocupar un edificio en construcción, algo así como una torre de Babel, empero esta vez no se trata de la proliferación de las lenguas sino de la abundancia de las formas políticas. En cada intento se fracasa y se vuelve a intentar más tarde cuando la construcción del edificio esté más avanzada. La pregunta que se hace un observador es de si ¿una vez terminada la construcción del edificio podrán ocuparla los grupos desesperados de contar con un condominio? El observador no puede responder a la pregunta pues queda asombrado ante la diversidad y variedad de ocupantes quienes conllevan además distintos intereses. Hay en todo esto una sensación de improvisación, de incertidumbre, de contingencia y de inacabamiento. Ciertamente, mientras no logran ocupar y habitarlo permanentemente los distintos grupos el edificio, viven en otros lugares, donde mantienen el control de sus territorios, sus antiguas casas dispersas y barrocas. Las incursiones al edificio en construcción son asaltos intempestivos de distintas vanguardias y dirigencias. El observador empieza a sospechar; es posible que el edificio no sea otra cosa que un ideal, un proyecto, que en su materialidad práctica siempre va a ser una construcción inacabada, que además debe adecuarse constantemente a los rediseños y la escasez de material de construcción o a los cambios de insumos.
Saliendo de la figura literaria, que nos ayuda a ilustrar la complejidad material e imaginaria del Estado Nación, podemos interpretar que el ideal de Estado moderno ha sido constante, ha permanecido presente en las cabezas de las elites, lo estuvo en Simón Bolívar, lo está ahora en la mentalidad del bloque nacionalista que domina el gobierno indígena-popular, lo estuvo en las élites liberales de la Guerra Federal, volvió a hacerse presente en los nacionalistas revolucionarios de las décadas de los cincuenta y sesenta, así también, aunque de otra manera, en las élites neoliberales.                   
En conclusión podemos decir que en la historia política de Bolivia el Estado moderno se ha mantenido en construcción y reconstrucción constante, forma parte del imaginario liberal y también del imaginario nacionalista, también de los diseños y rediseños, de los proyectos, de las edificaciones inacabadas y de las reformas de modernización. Sin embargo, en esta historia, en la genealogía política del Estado, hay que considerar los recorridos, los circuitos, las estrategias, los socavones, si se puede hablar así, las influencias, las visitas, las salas, los lobbies,  las ocupaciones temporales de distintos visitantes, de diferenciadas clases, castas, grupos de poder. Para expresar mejor lo que queremos decir, volviendo a la figura literaria, podemos decir que al final el observador de la narración se da cuenta que, aquello que se llama Estado moderno y está en construcción no es solamente ese edificio, esa edificación visible, sino que resulta precisamente edificado por esos recorridos, esas prácticas, esas estrategias de influencia y de ocupación provisorias. Llamemos a esta configuración dinámica Estado barroco; dicho de otra manera, veamos a esta fabulosa instrumentalidad, a esta maquinaria jurídico-política,  a este complejo mapa institucional, que es el Estado moderno, a partir de los recorridos, los circuitos, las relaciones de poder que lo atraviesan ocupándolo perentoriamente, a partir de sus propios fragmentos e intereses, en el tiempo continuo político. No se trata tanto del análisis de las formas de gubernamentalidad, sino de las formas de penetración, ocupación e influencia de distintos grupos y estratos de poder; se trata en todo caso del ejercicio descarnado del poder, ejercicio dado en sus formas no-institucionales, empero cristalizada en las prácticas que denominaremos de economía política de la coerción. Practicas efectivas, empero no reconocidas formalmente, ni legalmente ni institucionalmente. Sobre todo interesa esta perspectiva por las profundas y compenetradas articulaciones de estas dinámicas moleculares con la misma edificación del Estado moderno, compenetraciones que dan precisamente vida, si se puede hablar así, a este Estado y a sus formas de gobierno. No se trata de la burocracia y del ejercicio de la burocracia, tampoco de las normas y la administración de las normas, ciertamente no se trata de la institucionalidad, sino del crudo desenvolvimiento de las influencias, de las transacciones, de los circuitos y las ocupaciones intermitentes del Estado por parte de los grupos y estratificaciones que hacen uso de diversas relaciones de poder. Esta perspectiva es importante a la hora de entender el funcionamiento efectivo del Estado, el accidentado accionar de los gobiernos, las desviaciones prácticas de la norma, el sentido atiborrado de las acciones administrativas, y sobre todo, desde el enfoque de este ensayo, el uso retórico de las constituciones y sus formas deformadas de aplicación.
Historia de la Asamblea Constituyente
¿Dónde comienza esta historia? No puede por cierto restringirse esta historia a la descripción temporal de las constituyentes, convenciones y asambleas desplegadas durante los siglos XIX y XX, diez y ocho en total[49], pues como dijimos más arriba esta historia está íntimamente ligada a la crisis estatal. Las asambleas constituyentes van intentar construir un nuevo Estado, por lo menos en la letra escrita, o, de alguna manera hacer reformas constitucionales, como es la mayoría de los casos de esta historia de constituyentes, convenciones y asambleas, empero de lo que se trata es comprender todo el proceso constituyente. Esto significa relacionar lo acontecido en las asambleas constituyentes con la crisis estatal, pero sobre todo relacionar estas acciones jurídico-políticas con los acontecimientos histórico-políticos, relacionar las formas de expresión con las luchas sociales y la guerra anticolonial, con su desemboque en la lucha descolonizadora. Retomando esta perspectiva, como dijimos, este análisis quedaría incompleto si no se termina de relacionar las formas de expresión también con los juegos de poder. Todo esto nos lleva también a comprender que el proceso constituyente y el poder constituyente no se reducen al texto escrito sino mas bien hay que entenderlos como acontecimientos vitales, la constitución viva, encarnada en la acción de las multitudes. Así mismo hay que entender que lo que se opone al proceso constituyente y al poder constituyente no se reduce a una anterior constitución y estructura de leyes sino a un viejo mapa institucional y el ejercicio del poder de los grupos y estratos dominantes, aunque también de los subalternos. En esta dinámica de la materialidad política y de la dinámica molecular se encuentra el secreto de la contingencia y de los acondicionamientos de los desenlaces y el despliegue efectivo de los acontecimientos. Por lo tanto vamos a tratar de concentrarnos en el análisis de la crisis del Estado-nación, de las luchas sociales y de las naciones y pueblo indígenas originarios campesinos y afro-bolivianos, como define la Constitución, en el análisis de la lucha descolonizadora y anticapitalista, así como en el análisis de la inercia estatal y los juegos de poder. Todo esto para permitirnos una perspectiva abierta, móvil y plural que nos ayude a interpretar la complejidad y la pluralidad de significaciones inherentes a la Constitución del Estado plurinacional comunitario y autonómico.
La Crisis del Estado-nación         
Ya habíamos dicho que la construcción del Estado moderno se efectúa en el contexto de la crisis política, crisis que expresa la crisis de los pactos, crisis del pacto colonial, crisis del pacto señorial, crisis de la mediación de los caciques, crisis de la jerarquía colonial, crisis de la administración colonial y su legalidad, teniendo al rey preso por las fuerzas de ocupación francesa, crisis de la elites locales y regionales. Todo esto en el contexto de la crisis de la minería de la plata, pero también del monopolio comercial y mercante del imperio español, crisis dada en el cierre de un ciclo del capitalismo, el correspondiente a la hegemonía del capitalismo genovés, repetido con el cierre del ciclo del capitalismo bajo la hegemonía del capitalismo holandés, en plena apertura a un nuevo ciclo del capitalismo, el relativo a la hegemonía del capitalismo británico, que introduce dos cambios estructurales profundos en la composición del sistema-mundo capitalista: uno es el que tiene que ver con la articulación e integración del Estado con el Capital, el segundo es el correspondiente a la revolución industrial. La respuesta política a este contexto histórico crítico, que manifiesta los alcances y la complejidad de la conformación universal de la modernidad, van a ser, en el continente nombrado como América, las guerras de la independencia, por lo tanto el logro de la independencia misma, conformando repúblicas, es decir, estados modernos. En el caso de la Audiencia de Charcas se constituye la República de Bolívar, que después va a ser llamada República de Bolivia.
Hay que anotar que cuando se habla de crisis del Estado-nación, este enunciado puede tener por lo menos dos connotaciones temporales: una que se hable de crisis cuando se cierra el ciclo del Estado-nación, otra que se dé la crisis mas bien al comienzo, en el nacimiento mismo del Estado-nación. Este parece ser el caso boliviano y de otros países del continente. Se trata de una crisis en la composición misma del nacimiento del Estado-nación, de alguna manera como anunciando su propia incompatibilidad. Hablamos entonces de la crisis del Estado-nación en tanto construcción incompleta, como inacabamiento, en el sentido de una incongruencia inherente. Al respecto, puede ser que todos los estados modernos hayan enfrentado esta disconformidad, sin embargo, muchos de ellos, sobre todos los Estado-nación del centro de la geopolítica del sistema-mundo-capitalista, sin descartar a los Estado-nación de la periferia, han resuelto el problema mediante la violencia y el monopolio de la violencia imponiendo a sangre y fuego la nueva institucionalidad y el imaginario de la nación. Otros Estado-nación de la periferia habrían aplicado también la violencia, empero a pesar de los aplastamientos de los pueblos nativos, no habrían terminado de resolver el problema, dejando pendiente la compatibilidad y la coherencia institucional y la articulación de la formación económica y social, optando por la renovación incierta de pactos y acuerdos provisorios, entendidos más como treguas, que repetidamente han sido traicionados. Este es el caso de la República de Bolivia.
Que la crisis sea de inacabamiento no quiere decir que se pueda resolver acabando de construir, de completar el Estado-nación. Esto parece ya no ser posible en el contexto avanzado y consolidado de la mundialización, en el contexto de la propia crisis de la modernidad, sobre todo teniendo en cuenta la maduración y emergencia de las fuerzas descolonizadoras. La solución a la crisis permanente del Estado en Bolivia, inventada por las multitudes, movimientos sociales, naciones y pueblos indígenas originarios, proletariado nómada, es la configuración del Estado plurinacional comunitario y autonómico. Una perspectiva intercultural y descolonizadora que enfrenta la estrategia de la transición pos-capitalista. Una perspectiva que reivindica a las naciones y pueblos indígenas originarios y se abre a las posibilidades y potencialidades de otros proyectos civilizatorios alternativos a la modernidad y al capitalismo.
De la resistencia a la ofensiva indígena y popular
Se puede decir que fueron cinco los procesos de modernización, incluyendo a las reformas borbónicas, del último periodo colonial: las reformas borbónicas (fines del siglo XVIII), la misma constitución e institución de la república (1825-1826), las reformas liberales (1899-1920), la revolución nacional (1952-1964), las reformas estructurales neoliberales (1985-2000). De todos estos procesos el de mayor impacto y profundización fuel el correspondiente a la revolución nacional, todo esto sobre todo por las características de la propia revolución con clara participación obrera, campesina y popular, por las reformas profundas que introduce, la nacionalización de las minas, la reforma agraria, el voto universal y la reforma educativa, por el proyecto de constituir la nación a partir de la simbiosis del mestizaje, como ocurrió en otras partes de América Latina, siendo el caso más paradigmático el mexicano. Sin embargo, este proceso de construcción del Estado-nación, que se puede decir es el único intento serio de constituir un Estado-nación, fracasa debido a las contradicciones internas mismas de la revolución, el proletariado tenía una versión propia de la construcción del Estado-nación, en tanto que las clases medias, si se puede hablar así, tenían otra versión de la construcción del mismo-Estado. Para el proletariado se trataba de una transición al socialismo, para las clases medias y quizás también para el campesinado, se trataba de una revolución democrática y burguesa. La revolución nacional fracasa también por sus propias indefiniciones y ambigüedades, sus propios retrocesos y traiciones; los gobiernos nacionalistas del periodo de la revolución terminan entregándose a la hegemonía norteamericana, convirtiendo al país en zona de influencia del sistema de libre empresa, conformado en el ciclo de hegemonía del capitalismo norteamericano. Así mismo, y no podemos dejar de mencionarlo, la revolución nacional cae por los niveles irracionales de burocratismo y los escandalosos alcances de la economía política del chantaje, es decir, de la corrupción, la corrosión de las formas administrativas por las prácticas prebéndales y clientelares, el funcionamiento de los circuitos de influencia y de presión, así como de ocupación esporádica del complejo edificio de la construcción del Estado moderno.
El último proceso de modernización fue el proceso neoliberal, que no se puede decir que intenta conformar y consolidar el Estado-nación, sino más bien se propone articular la economía boliviana a la globalización por medio de la estrategia de la privatización, lo que se llama en la jerga de los estudios críticos acumulación por despojamiento y desposesión de los recursos naturales, de las empresas públicas, de la economía popular y del ahorro de los trabajadores. Los trabajadores, el proletariado, los pueblos indígenas, el pueblo resiste a las reformas neoliberales en un contexto de correlación de fuerzas nacionales y mundiales adverso. La resistencia no logra cambiar el curso programado del proyecto neoliberal, sin embargo es la experiencia mediante la cual se constituyen un nuevo sujeto insurgente que emerge de las profundidades de las estructuras de larga duración históricas, las estructuras de la rebelión anticolonial, de la memoria larga, este es el sujeto indígena que ocupa el vacío político dejado por el sujeto proletario, que había definido las características de las luchas desde 1945 hasta 1986, año de la desesperada marcha por la vida, desplegada por los trabajadores mineros, que intentaban detener el cierre de los centros mineros y la relocalización. A lo largo de la década de los noventa se articulan nuevos movimientos que aparecen como movimientos anti-neoliberales, movimientos anti-privatizadores, movimientos de resistencia de todo tipo, que poco a poco van adquiriendo forma y perfil definidos. La irrupción de las marchas indígenas de tierras bajas por la dignidad y el territorio de 1990 y de 1992 abre un periodo de acumulación de fuerzas y de organización de los movimientos indígenas y originarios, planteando como reivindicación la recuperación, reconstitución, reconocimiento y defensa de los territorios indígenas. Este planteamiento abre una nueva perspectiva e interpretación a la lucha política, la significación de la problemática territorial y la demanda de los derechos de las naciones y pueblos indígenas originarios. Esta emergencia descolonizadora ya plantea la necesidad de reformas constitucionales, tema que va a ser retomado durante el ciclo de movimientos sociales de 2000 a 2005 como convocatoria a la Asamblea Constituyente.
El ciclo de movimientos sociales de 2000 a 2005 se caracteriza por una permanente ofensiva, se puede nombrar a todo el periodo de luchas sociales como una movilización prolongada. También se caracteriza por la proliferación de múltiples movimientos y diversos perfiles de los movimientos, sin embargo hay determinadas movilizaciones gravitantes en todo el desplazamiento de las luchas. Podemos mencionar dos formas de movilizaciones decisivas en todo el ciclo: las relativas a la guerra del agua y a la guerra del gas.  Estas movilizaciones en defensa del agua y de la vida, así como en defensa de los recursos naturales, particularmente de los hidrocarburos, como acontecimientos políticos y sociales irradiantes a todo el país, como que se desdoblaron convergiendo en dos ciudades y en dos tiempos sucesivos. La guerra del agua estalló en Cochabamba en abril de 2000, pero también se dio otra guerra del agua en la ciudad de El Alto prolongada durante dos años, en el 2004 y 2005. La guerra del gas estalló en la ciudad de El Alto en octubre de 2003, pero también se dio otra guerra del gas en mayo y junio de 2005 en varias ciudades, La Paz, el Alto, Oruro, Potosí, confluyendo la movilización en Sucre. Se puede decir que estas movilizaciones fueron los ejes articuladores del ciclo de movilizaciones, transfirieron responsabilidades a la Asamblea Constituyente en relación a una concepción ecológica y soberana de los recursos naturales. Otro acontecimiento referencial e irradiante del ciclo de movilizaciones fue el bloqueo indígena y campesino de septiembre de 2000, cuando emerge nuevamente no solamente la cuestión de la tierra sino también la cuestión que ahora llamamos plurinacional, que en ese entonces se planteó en el discurso de las dos Bolivia, la indígena y la blanca-mestiza. Este acontecimiento se comporta mas bien como sustrato de todo el ciclo de movilizaciones, conectado a las estructuras de larga duración de la rebelión indígena. Estos dos ejes y este sustrato del ciclo de movilizaciones terminan dándole una textura a todo el proliferante flujo de movilizaciones, de marchas, de protestas, de bloqueos y pronunciamientos. Las marchas de los y las cocaleras comenzaron antes del 2000 y atravesaron todo el periodo del ciclo de movilizaciones, sus reivindicaciones eran más bien focalizadas, correspondientes a la zona del Chapare y los Yungas, y casi circunscritas a la defensa de la hoja de coca, empero terminaron formando parte de todo el tejido, uno de los colores de la narrativa del awayo. Otras marchas como la de los y las prestatarias, los jubilados, la llamada clase sándwich, forman también parte del colorido de la narrativa colectiva de las movilizaciones. En conjunto, los acontecimientos del ciclo de movilizaciones son como el plano de consistencia, el plano de intensidades, de todo el proceso; son también el antecedente, el referente y la causa del proceso constituyente. No podríamos explicar el proceso constituyente con su núcleo instituyente de la Asamblea Constituyente, tampoco interpretar apropiadamente la Constitución sin tener en cuenta el ciclo de movilizaciones.
La Asamblea Constituyente
La Asamblea Constituyente tiene dos convocatorias; una práctica y efectiva dada por las propias movilizaciones, un cabildo en Cochabamba, la Agenda de Octubre y como mandato de las movilizaciones de mayo y junio de 2005; otra formal dada por el Congreso. Estas dos convocatorias nos muestran el intervalo de la contradicción en la que se va mover la propia Asamblea Constituyente y la redacción del texto constitucional, contradicción que puede expresarse como conflicto entre el poder constituyente y el poder constituido. Esta contradicción explica no solamente el conflicto sino también todos los dilemas de la redacción de la Constitución, así como lo sucedido después de la aprobación de la Constitución en Oruro. Como se sabe sucede algo inaudito, el Congreso se declara constitucional y revisa la redacción aprobada por los constituyentes, violando de esta forma los alcances ilimitados del poder constituyente, forzando una corrección de la redacción por parte de un poder constituido, limitado en sus atribuciones, como es el Congreso. Esto se hizo lastimosamente en connivencia con el ejecutivo; el objetivo era claro, limitar los alcances de la Constitución.     
La Asamblea Constituyente se instala el 6 de agosto de 2006 en la ciudad de Sucre, capital de Bolivia, acompañada por un desfile apoteósico de las naciones y pueblos indígenas originarios, pero también por un desfile militar; lo que nos muestra también los contrastes del escenario donde se va a desenvolver las sesiones de la Asamblea. La composición de la Asamblea Constituyente es la siguiente: cuenta con 255 asambleístas mayoritariamente representantes sindicales e indígenas. La correlación de fuerzas, móvil y flexible por cierto, es la siguiente: El Movimiento al Socialismo (MAS) cuenta con 142 asambleístas, en tanto que el resto de las representaciones políticas cuenta con 113 asambleístas. Como se puede ver el MAS contaba con la mayoría absoluta, un 56%, empero no podía resolver el problema de la aprobación, pues la convocatoria formal, la del Congreso, introduce en la redacción de la convocatoria la fórmula de aprobación por dos tercios del texto constitucional. La discusión en una primera etapa dentro de la Asamblea Constituyente se va demorar en resolver esta problemática de la aprobación, nombrada sugerentemente como de la aritmética de las decisiones. Para resolver este problema se van distinguir etapas en el proceso de aprobación, la aprobación de detalle y la probación integral del texto, también se van a identificar temas cruciales que tendrían que ser aprobados por dos tercios o en consenso. El tratamiento del problema de la aprobación es tedioso y genera el primer conflicto de la Asamblea Constituyente, conflicto que detiene las sesiones por aproximadamente medio año. Quizás valga la pena detenerse un poco en este primer conflicto para mostrar de una manera ilustrativa la marcha de las contradicciones que atraviesan a la Asamblea Constituyente.
Recurriendo a la comparación, tomemos en cuenta la solución por la que opta la Asamblea Constituyente de Ecuador respecto del problema de la aprobación, en este caso se aprueba por mayoría simple. En Bolivia, teóricamente la aprobación debía haber sido por mayoría absoluta, sin embargo, como dijimos, el Congreso introduce la fórmula de los dos tercios. La primera comisión de la constituyente, encargada de elaborar el reglamento de la Asamblea Constituyente, llega en doce días a elaborar el reglamento y a un acuerdo, dos tercios para el texto final, dos tercios para el desafuero y dos tercios para la revisión del reglamento; todo lo demás era por mayoría absoluta. La bancada del MAS se reúne para discutir esta propuesta, cuando la mayoría de las bancadas departamentales se inclinan por la propuesta de la comisión, se interrumpe abruptamente la reunión y se declara cuarto intermedio. Una comisión del ejecutivo llega a Sucre con la orden de mantener la posición por mayoría absoluta, a pesar de que se les informa que se llegó a un acuerdo en la comisión, de que si no se acordaba un arreglo la Asamblea Constituyente podía entrar a un conflicto sin precedentes, y que, además la mejor forma de aprobar por mayoría absoluta es aceptar la aprobación por dos tercios en algunos temas. Lo que viene después es conocido, no se acepta la propuesta de la comisión y estalla el conflicto. Después de medio año se llega a un acuerdo parecido al de la comisión de reglamento.
Sobre qué nos ilustra esta experiencia; primero que el conflicto se explica en gran parte por la contradicción inherente entre el poder constituyente y el poder constituido; segundo que es muy grave no tomar en cuenta la experiencia en el terreno de los constituyentes, quienes evalúan las condiciones concretas del desenvolvimiento de la Asamblea, esta desconexión entre la experiencia de los constituyentes de la bancada mayoritaria de la Asamblea y el ejecutivo va a traer consecuencias graves, debido a órdenes y orientaciones desatinadas del ejecutivo a la propia dirección de la Asamblea; se pierde mucho tiempo en problemas como el de la aprobación dejando pendientes las tareas primordiales como era de concentrarse en la estructura del texto constitucional y en la redacción de la Constitución.
Otro conflicto también pone en peligro la continuación de la Asamblea Constituyente, este conflicto va a ser conocido como el conflicto de la “capitalía”, que consiste en la supuesta reivindicación de Chuquisaca por el retorno de la sede de gobierno a la capital, de la ciudad de La Paz a Sucre, reivindicación asumida políticamente por el Comité Interinstitucional de Chuquisaca y respaldada por las organizaciones cívicas de la llamada “media luna”, Santa Cruz, Tarija, Beni y Pando. Este conflicto es sumamente grave dada las circunstancias; primero porque la sede de la Asamblea Constituyente se encontraba en Sucre; después por que el conflicto estalla cuando se inicia el trabajo de las comisiones de la estructura del texto constitucional, una vez cumplidos los encuentros territoriales; tercero por que el conflicto impide que se termine de redactar el texto constitucional en el plazo de tiempo, de un año, dado por la convocatoria del Congreso a la Asamblea Constituyente para terminar con la redacción de la Constitución. Una vez cumplido el tiempo otorgado la Asamblea se encuentra en dificultades, está obligada a contar con una ampliación del plazo; para tal efecto tenía al alcance dos alternativas, una, que la propia Asamblea, recurriendo a sus propias atribuciones, amplié su propio tiempo de funcionamiento, la otra, que el Congreso, quien había convocado formalmente a la Asamblea Constituyente, sea el que amplíe el plazo. Lo segundo significaba supeditarse nuevamente al poder constituido. Lastimosamente se decide por la segunda alternativa obedeciendo a las decisiones del ejecutivo. Estas supeditaciones constantes del poder constituyente  al poder constituido van a tener consecuencias no sólo en el desarrollo mismo de la Asamblea Constituyente sino también en la redacción del texto constitucional, en la revisión que sufre la redacción de la Constitución y en desenlace posterior, que tiene que ver con la aplicación de la Constitución.         
Haciendo un balance de lo sucedido podemos decir que a pesar de las grandes dificultades y contradicciones que tiene que afrontar la Asamblea Constituyente, a pesar de la revisión humillante que tiene que sufrir el texto constitucional aprobado en Oruro, la Asamblea logra redactar y aprobar una Constitución, donde los ejes fundamentales del mandato de las movilizaciones y de la propuesta del Pacto de Unidad para la Asamblea Constituyente se mantienen; esto es el planteamiento descolonizador de la fundación de un nuevo Estado, las condicionantes fundamentales del nuevo Estado, la condición plurinacional, la condición comunitaria y la condición autonómica. Los derechos de las naciones y pueblos indígenas originarios campesinos y afro-bolivianos son constitucionalizados. Se plasman los valores y principios de las naciones y pueblos indígenas originarios, orientadores de la interpretación de la Constitución como el vivir bien, suma qamaña, suma kausay, ñandereko, ivimarey, la complementariedad y reciprocidad, además de los principios universales democráticos.   En lo que respecta a la Organización Económica del Estado, se conserva la perspectiva de la economía social y comunitaria en el contexto de la articulación e integración complementaria de la economía plural. El modelo económico comprende un enfoque ecológico y territorial encaminado al vivir bien. Toda esta concepción y este espíritu constituyente, que se preserva recogiendo el mandato de las luchas sociales, es la médula de la Constitución Política del Estado, lo demás tiene que interpretarse a partir de este núcleo conceptual, a pesar de las contradicciones que puedan haberse dado. Hay que comprender a la Constitución como la construcción dramática del pacto político. En este sentido se comprende no sólo la complejidad del texto, sino también la presencia dispersa y esporádica de artículos que pueden sonar a contradictorios. La propia constitución contempla la posibilidad de su reforma, este recurso puede servir para mejorar la coherencia y la armonía del texto constitucional de acuerdo al espíritu constitucional y a la voluntad del constituyente.
La Constitución es aprobada el  2008 en Oruro con la presencia de 164 de los 255 asambleístas, es decir con el 64% de su conformación. La redacción de la Constitución es revisada por el Congreso, que efectúa 144 modificaciones que afectan a 122 artículos. En términos cuantitativos la Constricción aprobada en Oruro es modificada en un 30%. Una vez acontecido esto, quedaba pendiente la aprobación del pueblo boliviano. El Congreso aprueba la convocatoria al referéndum constitucional  y el 25 de enero de 2009  el pueblo boliviano aprueba la Constitución Política del Estado  con el 61,43% de los votos. La Constitución política del Estado Plurinacional de Bolivia fue promulgada el 7 de febrero de 2009 por el Presidente Evo Morales y publicada en la Gaceta Oficial de Bolivia el 9 de febrero de 2009, fecha en que entró en vigencia.
Interpretación genealógica de la Constitución
Se pueden hacer varias interpretaciones de la Constitución, situarse en distintas perspectivas, detenerse en describir lo que dicen los artículos, por lo menos los más importantes, se puede desarrollar una interpretación constitucional y tener discusiones jurídicas con este propósito. Sobre todo esto último se ha hecho viniendo de las tradiciones constitucionales y jurídicas. No creemos que se trate de esto, sobre todo tratándose del proceso constituyente boliviano, que está íntimamente vinculado con las luchas sociales y descolonizadoras de los movimientos sociales y los pueblos indígenas originarios campesinos y afrobolivianos. Se trata de contar con una interpretación desde el espíritu y la voluntad constituyente, ¿qué es lo que han querido transcribir las multitudes y el poder constituyente? ¿Cuál es la significación histórica y política de la Constitución a partir de los saberes comunitarios y colectivos, a partir de las pasiones y esperanzas de las multitudes? ¿Cuál es la significación del texto comprendiendo el espesor histórico y cultural de su propia memoria? Vamos a abordar entonces la interpretación de la Constitución desde los paradigmas de la pluralidad, que la propia Constitución exige, desde la gramática de las multitudes, desde las normatividades colectivas de las luchas. También vamos a tener en cuenta el recorrido de la dramática construcción del pacto social, la propia historia efectiva de la Asamblea Constituyente.
El primer artículo de la Constitución abre el nuevo escenario constitucional, el nuevo horizonte histórico político, establece que:
Bolivia se constituye en un Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario, libre, independiente, soberano, democrático, Intercultural, descentralizado y con autonomías. Bolivia se funda en la pluralidad y el pluralismo político, económico, jurídico, cultural y lingüístico, dentro del proceso integrador del país.
Este artículo, como dijimos, tiene que ser leído desde varias perspectivas, indudablemente su redacción corresponde a un acuerdo político entre la propuesta del informe por mayoría, que recoge lo sostenido en la Comisión Visón de País, que a su vez defiende el documento articulado del Pacto de Unidad. La propuesta de las organizaciones atribuía las características de plurinacional, social y comunitario. La caracterización social de derecho se encontraba ya en la anterior Constitución y fue defendida por una de las minorías dispuestas a acordar una redacción conjunta. La definición del Estado como libre, independiente, soberano, democrático, intercultural, también se encuentra en la anterior caracterización constitucional del Estado; la caracterización nueva viene, fuera de la definición de plurinacional comunitario, de la definición de descentralizado y con autonomías. Esto es resultado de la incorporación en la Asamblea Constituyente de las reivindicaciones regionales, que demandaban descentralización y autonomías. Lo nuevo en la caracterización del Estado es su condición plurinacional, su condición comunitaria y su condición autonómica. En este sentido se puede decir que el nuevo horizonte descolonizador e intercultural se abre con la comprensión de que se trata ahora de un Estado plurinacional comunitario y autonómico, ya no hay cabida para el Estado-nación. Constitucionalmente este Estado habría muerto; de lo que se trata es de fundar y construir el Estado plurinacional comunitario autonómico mediante transformaciones estructurales institucionales, económicas, políticas, sociales y culturales, abriendo el espacio a formas de relacionamiento integrales y participativas entre los ámbitos políticos y sociales. La forma, el contenido y la expresión de lo que se llama Estado se convierten en instrumento de las sociedades, las comunidades, las naciones y pueblos indígenas originarios campesinos y afrobolivianos, del proletariado nómada, de los estratos populares, del pueblo. Se puede decir que el primer artículo de la Constitución Política del Estado define la transición necesaria del Estado social de derecho al Estado plurinacional comunitario y autonómico, comprendiendo, claro está, las descentralizaciones administrativas y políticas. Por otra parte el artículo da una clave fuerte para la transición:
Bolivia se funda en la pluralidad y el pluralismo político, económico, jurídico, cultural y lingüístico, dentro del proceso integrador del país.
Esto es, el pluralismo, pensar la transición desde la pluralidad; interpretar la Constitución desde las móviles perspectivas de la pluralidad; aplicar la constitución respondiendo al pluralismo político, económico, jurídico, cultural y lingüístico. Esto significa no solamente el reconocimiento pleno de la interculturalidad, de su manifestación y ejercicio en múltiples planos, sino también el cambio epistemológico. No se puede pensar y posibilitar esta transición desde un pensamiento universal, esto sería volver al monoculturalismo, no se puede transitar la transición manteniendo las mismas formas y estructuras institucionales correspondientes al Estado-nación subalterno; no se puede mantener la forma dominante económica del capitalismo dependiente, que es la forma de la economía-mundo en la periferia de la geopolítica del sistema-mundo capitalista; no se puede mantener el dominio del sistema jurídico único, incluso en el caso de una apertura a ciertas formas de la justicia indígena originaria campesina; se debe entonces, abrirse plenamente, consecuentemente, desde la episteme y praxis pluralista, al pluralismo jurídico. Es comprensible que deben liberarse las potencialidades culturales, inhibidas por la cultura dominante, no sólo poniéndolas en igualdad de condiciones, sino también convirtiendo a las culturas en verdaderos mundos simbólicos, significantes e imaginarios, capaces de una hermenéutica abierta y enriquecedora de interpretaciones e intercambios culturales. Ciertamente debe quedar claro que el pluralismo lingüístico no se reduce al reconocimiento constitucional de las lenguas de las naciones y pueblos indígenas originarios campesinos, no puede reducirse a la oficialización de estas lenguas, sino que exige que se liberen las potencialidades lingüísticas y culturales de las lenguas, promocionando su reconstitución plena.
El segundo artículo de la Constitución ratifica las condiciones plurinacional, comunitaria y autonómica, desde la perspectiva fuerte de la descolonización. El artículo dice que:
Dada la existencia precolonial de las naciones y pueblos indígena originario campesinos y su dominio ancestral sobre sus territorios, se garantiza su libre determinación en el marco de la unidad del Estado, que consiste en su derecho a la autonomía, al autogobierno, a su cultura, al reconocimiento de sus instituciones y a la consolidación de sus entidades territoriales, conforme a esta Constitución y la ley.    
El artículo 2 de la Constitución convierte el carácter plurinacional del Estado en un camino de descolonización; se constitucionaliza la condición ancestral de las naciones y pueblos indígenas originarios campesinos, por lo tanto el derecho al dominio ancestral sobre sus territorios, a la libre determinación, el derecho a la autonomía y al autogobierno. Aquí radica el desplazamiento fuerte respecto al Estado moderno, al Estado-nación, al Estado centralizado; este desplazamiento debe ser retomado en las leyes fundacionales del nuevo mapa legal, del nuevo mapa institucional en la transición fundacional del Estado plurinacional comunitario y autonómico. Cuando el artículo establece que las naciones y pueblos indígenas originarios tienen derecho a su cultura, al reconocimiento de sus instituciones y a la consolidación de sus entidades territoriales exige no sólo crear las condiciones institucionales de la interculturalidad sino la incorporación de las instituciones propias a la forma de Estado, tal como va a ser expresado en los derechos de las naciones y pueblos indígenas originarios. Esto también implica un descentramiento profundo del Estado moderno por la forma de organización del nuevo estado, que exige un pluralismo institucional. Otro tópico importante tiene que ver con los territorios indígenas, territorios que no sólo deben plasmarse en el nuevo ordenamiento territorial sino que deben concebirse en su propio espesor cultural y formas espaciales, en armonía con la Madre Tierra, los seres vivos y los ecosistemas. A partir de estos desplazamientos jurídicos y políticos debe comprenderse que la descolonización no solamente es cultural sino que implica profundas transformaciones institucionales y en los ámbitos de las relaciones de las comunidades, de las sociedades y de los pueblos con sus hábitats. A esto es a lo que podemos llamar alternativa civilizatoria a la modernidad. En este sentido la autonomía debe ser concebida plenamente, en toda su integralidad, y no como un apéndice de un Estado. Mas bien el Estado está constituido por autonomías, la forma de Estado es un entrelazamiento de autonomías. Este es el carácter plural del nuevo Estado; el pluralismo autonómico nos lleva a un pluralismo de gobiernos. La descolonización no solamente es desandar el camino colonial, desmontar los engranajes de la dominación colonial, sino también avanzar por los caminos de la emancipación.
En el artículo 3 se define al pueblo, tema que fue de fuerte discusión en la bancada del  Movimiento al Socialismo (MAS). Algunos decían que el pueblo no se define, mientras otros planteaban que dado el carácter diverso e intercultural del pueblo, había que definirlo. Como se puede ver, es la segunda posición por la que se optó prácticamente en consenso. Sin embargo, esta redacción sufrió varios cambios, quedando con una descriptiva, a partir de su condición cultural e identidad colectiva. Por eso el artículo expresa que:   
La nación boliviana está conformada por la totalidad de las bolivianas y los bolivianos, las naciones y pueblos indígena originario campesinos, y las comunidades interculturales y afrobolivianas que en conjunto constituyen el pueblo boliviano.
 Al respecto debemos hacer una aclaración, cuando se habla de comunidades interculturales se habla de todas las poblaciones y conformaciones demográficas cuya composición es explícitamente intercultural, como son las poblaciones de las ciudades, las poblaciones migrantes, las poblaciones multiétnicas. Esta aclaración es indispensable cuando la organización sindical de los llamados anteriormente colonizadores se nombra como interculturales, y después de su último Congreso, interculturales originarios; la aclaración tiene que ver en el sentido de que la definición del pueblo boliviano que se refiere a las comunidades interculturales no solamente se refiere a estas poblaciones de migrantes climáticos sino a toda condición social y demográfica e intercultural diversa y entrelazada, por lo tanto también se refiere a las poblaciones urbanas así como de asentamientos multiétnicos. Desde el punto de vista del discurso constitucional es interesante que se defina el concepto de pueblo de una manera plural, mostrando su composición compleja y diferencial, de esta forma se acerca el concepto de pueblo al concepto de multitud renacentista, dejado de lado por el propio proceso de estatalización que vivieron las sociedades y los países. De esta forma el concepto de pueblo se acerca más a su composición plural, a su múltiple perfil, volviendo a abrir las compuertas a una desestatalización de la sociedad, incursionando nuevamente por las rutas de la autogestión y la participación.
Los tres artículos que hemos analizado, hasta el momento, nos muestran el carácter intercultural, el carácter comunitario, el carácter autonómico, el carácter descolonizador y el carácter pluralistas de la Constitución. Es así como comienza la Constitución, con una ruptura epistemológica con el pensamiento único, con el pensamiento universal, con el pensamiento moderno, se abre a la circulación de distintos paradigmas y, por lo tanto, a la transformación de los mismos, al desplazamiento y a la transformación de las formaciones enunciativas y discursivas. Pero, lo que es más significativo, apunta a la transformación pluralista del Estado, a la transformación pluralista de las instituciones y de la política. No se puede interpretar la constitución sino es desde este pensamiento pluralista, lo que tiene implicaciones no solamente en la interpretación sino también en la producción significativa de un pluralismo normativa y de un pluralismo institucional. Quizás aquí radica uno de los problemas de acceso a la interpretación de la Constitución que, en los círculos oficiales y los círculos de la oposición se sigue haciéndolo desde lecturas estrechas, circunscritas al constitucionalismo académico, al modelo jurídico-político del derecho o, en el mejor de los casos, a una sociología constitucional o una sociología política, que no dejan de limitarse a estructuras conceptuales generales y universales, como si hubiesen objetos de estudios susceptibles de ser afectados por las teorías, conmoverse ante la mirada científica, descubriendo sus secretos ocultos. Lo que mas bien nos muestra la episteme pluralista es que estamos ante construcciones políticas-conceptuales de campos de objetividad, entendidos como campos de posibilidad, perspectivas descubiertas por los recorridos y los viajes, sobre todo por las luchas sociales que abren nuevos horizontes de decibilidad y de visibilidad. Las leyes que se deriven y se construyan con la participación popular nos son repeticiones monótonas del formato de leyes anteriores, sino instrumentos contra-normativos de cambio. En la medida que no se entiende esta apertura y, por lo tanto esta ruptura, se comprende que la aplicación de la Constitución se encuentra detenida y el proceso de transformaciones estancado, moviéndose en un círculo vicioso, el círculo vicioso de la repetición y la restauración. El quiebre sólo puede ser producido por el trasgresión de las prácticas, sobre todo de las prácticas políticas y las prácticas legislativas, por la fractura de las prácticas de gobierno, abriéndose al acto de gobierno de las multitudes, al acto perceptivo de la construcción colectiva de las leyes, al acto primordialmente político, que es la efectuación concreta de la lucha de clases y de la guerra anticolonial; no la reducción de la política al manejo administrativo, a la policía, no la defensa del orden, que en la medida que no se lo afecte reproduce el orden liberal y el orden colonial. Por eso la importancia de los artículos de la Constitución, sobre todo los que marcan el inicio instituyente y constituyente del modelo de Estado.
Vamos a dejar pendiente los artículos 4, 5 y 6. El artículo 4 trata de la libertad de religión y de creencias, que en definitiva es la declaración del Estado laico, a pesar de las modificaciones hechas en la redacción, que buscaban amortiguar la expresión; el artículo 5 trata de la oficialización de las lenguas de las naciones y pueblos indígenas y originarios; el artículo 6 trata sobre la ratificación constitucional de la ciudad de Sucre como capital, además de establecer los símbolos del Estado. Nos concentraremos en artículos que consideramos estratégicos, como son el artículo 7, que define el sujeto de la soberanía. Este artículo se encuentra en el capítulo segundo, donde se establecen los principios, valores y fines del Estado. Así también el artículo 8, donde se definen los principios ético-morales de la sociedad plural. De aquí saltaremos al tercer capítulo que trata del sistema de gobierno, capítulo que analizaremos íntegramente en sus dos artículos, el 11 y el 12.
El artículo 7 establece que el sujeto de la soberanía es el pueblo, dice expresamente que:
La soberanía reside en el pueblo boliviano, se ejerce de forma directa y delegada. De ella emanan, por delegación, las funciones y atribuciones de los órganos del poder público; es inalienable e imprescriptible.
Esta es una declaración primordial democrática, supone la transferencia de la legitimación del poder al pueblo, el ejercicio de la soberanía en el pueblo, la potencia de elaborar leyes en el pueblo. Este artículo es de suma importancia, sobre todo por que contrasta con la definición primera del Estado como social de derecho. El artículo 7 expresa claramente que la soberanía radica en el pueblo, no en la ley, con lo que queda relativizada, supeditada y articulada la característica de social de derecho. Estos contrastes nos muestran la presencia todavía de complejas combinaciones en una transición constitucional, en el contexto de una Constitución de transición, en el proceso de las transformaciones pluralistas del Estado. ¿Cómo interpretar esto sobre todo cuando un poco más abajo, en el capítulo sobre el sistema de gobierno, el artículo 11 defina a este sistema como de democracia participativa? En primer lugar, como dijimos más arriba, la característica del Estado como social de derecho se encuentra en una definición compleja y plural de Estado unitario social de derecho plurinacional comunitario y autonómico. Es en este pluralismo constitucional dónde debemos encontrar la ubicación relativa de la caracterización del Estado como de social de derecho. Esta discusión es importante al momento de la elaboración de leyes que sustenten las transformaciones institucionales. En la interpretación que hacemos de la Constitución es de suma importancia tener en cuenta algunos condicionamientos históricos y políticos, la condición temporal de la transición, la condición radical de la transformación, la condición política de la descolonización, la condición epistemológica del pluralismo y la condición de la heterogeneidad intercultural. Este es el contexto para interpretar el texto, para desentrañar la textura del texto, para figurar, configurar y refigurar las imágenes inherentes a un texto descolonizador. Pero también este es el contexto para la comprensión conceptual que sirve de marco teórico para la elaboración de las leyes; así como también este es el contexto histórico y político para el desarrollo de las transformaciones institucionales.
El artículo 7 continúa estableciendo que la soberanía se ejerce de forma directa y de forma delegada, combinando el ejercicio directo de la participación con el ejercicio delegado de la representación. Aquí también nos encontramos con la combinación de formas de soberanía o de ejercicio de la soberanía. Hablamos entonces de una soberanía plural. ¿Cómo puede entenderse esto? El pueblo ejerce la soberanía de acuerdo a su propia compleja composición, hablamos del ejercicio de la  soberanía de los distintos sujetos y subjetividades, las colectivas, las comunitarias, las individuales, el ejercicio de la soberanía de las naciones y pueblos indígenas originarios campesinos y afrobolivianos, el ejercicio de la soberanía del proletariado, el ejercicio de la soberanía popular, el ejercicio de la soberanía de los ciudadanos, ejercitando también su ciudadanía plurinacional e intercultural. Como se podrá ver estamos ante una transformación pluralista de los conceptos. Esto es importante al momento de descentrarnos de la modernidad universal e ingresar a las modernidades heterogéneas, que es como debemos asumir un presente de interpelación y de emergencias, modernidades barrocas y modernidades alternativas.
Cuando se dice que de la soberanía que radica en el pueblo emanan, por delegación, las funciones y atribuciones de los órganos del poder público, no se dice otra cosa que lo que dice la tesis sobre el poder constituyente. La tesis afirma que del poder constituyente emana el poder constituido; pero el problema es que esta institución termina limitando al poder constituyente, limitando los alcances desbordantes del poder constituyente. La teoría del poder constituido es la teoría que establece los límites al ejercicio directo del poder constituyente. Esta contradicción es inherente al ejercicio mismo de la soberanía, a la realización misma de la soberanía, en tanto y en cuanto ésta se da en forma delegada. En el caso de la Constitución boliviana lo importante es resolver el problema en las tareas relativas a las trasformaciones institucionales correspondientes a la fundación del Estado plurinacional comunitario y autonómico. La institución de los órganos del poder público deben darse de tal forma que el poder constituyente no se quede relegado a las puertas del aparato institucional, sino hacer que el poder constituyente atraviese la propia maquinaria institucional, la utilice como instrumento, llegando a desplazar los propios límites que impone el poder constituido. De lo que se trata es que lo constituido no solamente esté transformado pluralmente, interculturalmente, comunitariamente y participativamente, sino que constantemente esté abierto a su reinvención, adecuándose a las distintas problemáticas que se le presenten. Entre ellas las problemáticas territoriales y eco-sistémicas. La nueva institucionalidad exige plasticidad, flexibilidad, salir de las formas rígidas de las estructuras administrativas liberales. La salida de las hipertrofias burocráticas no se encuentra en las reformas institucionales modernizadoras, que hasta ahora lo único que han hecho es conformar distintos sedimentos de estrategias administrativas, formando una geología institucional densa. La clave de la desburocratización parece encontrarse en la relación directa de la gestión de las políticas públicas con las poblaciones concretas que son el fin de estas políticas. Hablamos de la gestión compartida, también de la cogestión e, incluso, dependiendo de los casos en la autogestión. Como se puede ver, el ejercicio de la soberanía popular no es meramente un problema jurídico, de interpretación jurídica, de legislación, tampoco de realización institucional, sino que es un problema práctico, de realizaciones concretas de la participación y el control social.
No vamos a leer completo el artículo 8, pues la parte que corresponde a lo que podríamos llamar los principio negativos, ama qhilla, ama llulla, ama suwa (no seas flojo, no seas mentiroso ni seas ladrón), está en discusión por las corrientes descolonizadoras y los investigadores de los primeros periodos coloniales, sobre todo el relativo al siglo XVI, quienes dicen que no son principios del incario sino de la Colonia. También estuvo en discusión por algunos amautas, quienes plantean que son cuatro categorías y no tres. En todo caso, creemos que la importancia de los valores radica en lo que sigue:
El Estado asume y promueve como principios ético-morales de la sociedad plural: … suma qamaña (vivir bien), ñandereko (vida armoniosa), teko kavi (vida buena), ivi maraei (tierra sin mal) y qhapaj ñan (camino o vida noble).
Estos valores son primordiales pues tienen que ver con el proyecto civilizatorio del vivir bien, la vida armoniosa, la vida buena, la tierra sin mal y el camino o vida noble. A la luz de la apropiación de la Constitución y de su uso político, cultural y social, sobre todo respecto a la problemática del cambio climático, estos valores se han convertido en las resoluciones de Tiquipaya en el modelo civilizatorio alternativo al capitalismo, a la modernidad y al desarrollo del vivir bien. Entonces el vivir bien se convierte no solo en una transversal en el texto constitucional, en la estructura del texto, sino también en un macro-modelo que articula tres modelos constitucionales: el modelo de Estado, plurinacional comunitario; el modelo territorial, el pluralismo autonómico; el modelo económico, social y comunitario. El vivir bien no sólo le da una perspectiva y abre un horizonte civilizatorio sino también le da sentido y dirección a la aplicación de la Constitución.
¿Qué es el vivir bien? Esta es una de las traducciones del aymara y del quischwa más discutidas en Bolivia y Ecuador, se ha traducido del suma qamaña aymara y del suma kausay quischwa. Los aymaristas y quischwistas no se han puesto de acuerdo; hay interpretaciones puntuales, que tienen que ver con los usos prácticos del lenguaje presentes, en contextos específicos; así como interpretaciones contextuales, recurriendo a figuras como el taqui, el camino, la armonía, interpretada como pacha. También se dan interpretaciones filosóficas que conciben el vivir bien como plenitud o vida plena. El término qamaña está asociado al término qamiri, que quiere decir jaque, es decir alguien, hombre y/o mujer, rico, empero en el sentido de que tiene condiciones y sabe vivir bien. La discusión lingüística va continuar y quizás mejore las condiciones de la interpretación; lo sugerente es que el vivir bien ha sido apropiado políticamente como proyecto político y cultural de las naciones y pueblos indígenas originarios, por los movimientos sociales, por la Asamblea Constituyente, por el gobierno y por la Conferencia de los Pueblos y Movimientos sociales Contra el Cambio  Climático, por el proyecto de Planificación Plurinacional del Vivir bien. En otras palabras, el vivir bien ha adquirido vida propia, forma parte de la enunciación política y del debate plurinacional, que se ha irradiado al manejo discursivo de parte de la cooperación internacional, incluso de estudios en algunas universidades. No vamos a abordar este tema tan rico en lo que respecta a la invención de horizontes o, si se quiere, en la renovación de utopías, desde la discusión de la verdad del vivir bien. Consideramos que si bien esta discusión puede ser esclarecedora sobre todo cuando se desprende desde la erudición y desde la investigación, no resuelve los usos políticos y culturales que se hacen en el presente de las transiciones y de los procesos abiertos por los movimientos sociales. ¿Entonces qué es el vivir bien desde esta perspectiva?
El vivir bien es la búsqueda de alternativas a la modernidad, al capitalismo y al desarrollo, la búsqueda de lograr una armonía con los ecosistemas, una armonía con los seres vivos, sus ciclos vitales, con las comunidades, sociedades y pueblos. Es una búsqueda de lograr un nuevo ámbito de relaciones, nuevas formas de producción y reproducción sociales, armónicas con las formas de reproducción de la vida. En este sentido es una búsqueda para lograr resolver los grandes problemas como los relativos a la soberanía alimentaria, a la escasez de agua, al calentamiento global, a la pobreza, a la explotación, a la discriminación, a las dominaciones polimorfas sobre la Madre tierra, los seres, los cuerpos, los pueblos, las mujeres. ¿Es una nueva utopía?  Se podría decir que sí sobre todo si pensamos el horizonte emancipador que abre, pero también es una crítica al bienestar, al desarrollo, a la reducción de las valoraciones de las condiciones y la calidad de vida a los códigos economicistas del ingreso y del gasto.          
La declaración de principios, valores y fines no solamente contiene valores de las naciones y pueblos indígenas originarios sino también valores democráticos largamente conquistados y posesionados en la historia de las luchas sociales. El artículo en su segunda parte establece que:
El Estado se sustenta en los valores de unidad, igualdad, inclusión, dignidad, libertad, solidaridad, reciprocidad, respeto, complementariedad, armonía, transparencia, equilibrio, igualdad de oportunidades, equidad social y de género en la participación, bienestar común, responsabilidad, justicia social, distribución y redistribución de los productos y bienes sociales, para vivir bien.
Lo interesante de este enunciado es que la combinación de valores democráticos y los de las naciones y pueblos indígenas originarios sustentan la predisposición ética en la perspectiva del vivir bien, con lo que resulta que el vivir bien es también una construcción posible desde los valores democráticos. Lo que nos lleva nuevamente a plantear la alternativa en tanto apertura a las modernidades heterogéneas, en contextos dinámicos de hermenéuticas interculturales. El enunciado también nos plantea los recorridos de las distintas disposiciones de los sujetos y las subjetividades, también la complementación, si se puede hablar así, de los sujetos individuales, colectivos, grupales, comunitarios. Pero sobre todo el enunciado define la posibilidad de una valoración del vivir desde la composición de valores plurales y combinados.
En el capítulo tercero sobre el sistema de gobierno se produce uno de los desplazamientos más importantes en lo que respecta al ejercicio de la democracia, por lo tanto al ejercicio del contra-poder, pues se constitucionaliza no sólo la participación sino el sistema de gobierno, el sistema político, de la democracia participativa, que se ejerce pluralmente. Este pluralismo democrático y participativo transforma constitucionalmente el ejercicio de la democracia. Ya no se trata solamente de la transferencia simbólica de la soberanía del rey al pueblo, sino de la transferencia efectiva del ejercicio del poder de la burocracia administrativa al pueblo, creando nuevas formas de gobierno o de gubernamentalidad, que llamaremos gobierno de las multitudes.   
El artículo 11 establece en el numeral I que:
La República de Bolivia adopta para su gobierno la forma democrática participativa, representativa y comunitaria, con equivalencia de condiciones entre hombres y mujeres.
Este enunciado configura el ejercicio plural de la democracia y también la concepción de un pluralismo democrático. Esto es retomar la profundización y expansión de la democracia por los caminos de las formas de la democracia, formas plurales que además comprenden dos figuras avanzadas, el ejercicio directo y el ejercicio comunitario de las formas de la democracia, compartiendo su vigencia con el ejercicio representativo de la democracia. Este pluralismo democrático, esta democracia plural, plantea desafíos complejos en lo que respecta a las formas de gobierno, que llamaremos pluralismo gubernamental. Lo que equivale también a diseñar y construir de manera compartida los espacios del pluralismo institucional. En lo que respecta a la constitucionalización de las reivindicaciones de género, el artículo establece la equidad de género en la representación. Este es un gran avance en lo que respecta al reconocimiento del sujeto femenino en la configuración política del Estado plurinacional comunitario y autonómico. La pluralidad del Estado también tiene que ser entendida desde la perspectiva de género, como pluralidad introducida por la sensibilidad, inteligibilidad y praxis femeninas. 
En el segundo numeral el artículo dice que: 
La democracia se ejerce de las siguientes formas, que serán desarrolladas por la ley:
Directa y participativa, por medio del referendo, la iniciativa legislativa ciudadana, la revocatoria de mandato, la asamblea, el cabildo y la consulta previa. Las asambleas y cabildos tendrán carácter deliberativo conforme a Ley.
Este ejercicio directo de la democracia es el que reivindica el proyecto más anhelado por los movimientos autogestionarios y auto-determinantes. Mediante la efectuación de las formas de la democracia directa se da sustento y materialidad política a la democracia participativa. El referendo, la revocatoria de mandato, la asamblea, el cabildo y la consulta previa son las formas de la democracia directa. Se trata de mecanismos de deliberación y de participación en la construcción colectiva de la decisión política. ¿Si el proceso ha sido construido por asambleas y cabildos como recursos de la movilización, por qué no van a ser precisamente las asambleas y los cabildos los recursos de la conducción del proceso? Ciertamente en el mismo artículo se dice que la asamblea y el cabildo son instancias deliberativas cuyos alcances serán definidas por la ley. Este es uno de los lugares donde se manifiesta a la vez la voluntad de abrirse a la participación y una preocupación por delimitarla. En todo caso habría que vivir la experiencia de la participación para comprender sus dinámicas y entrelazamientos, además de las relaciones con las otras formas democráticas, antes de pretender regular la participación con una ley. 
Ciertamente la forma de la democracia representativa es la más conocida, además es la que funciona en los sistema políticos republicanos, que consideran que la forma representativa es la única forma de democracia. Esta reducción de la democracia a su forma delegada y representativa ha reforzado la división entre representantes y representados, entre gobernantes y gobernados, reforzando también la relación de dominación en todas sus formas. Aunque la forma de democracia representativa se ha ido ampliando y extendiendo en la medida que las luchas por la ampliación de los derechos han ido plasmándose, esta extensión de la democracia representativa con la expansión de los derechos no resuelve, sin embargo, la problemática del ejercicio del gobierno de todos, del gobierno del pueblo, también de la problemática de la articulación entre comunicación, deliberación, argumentación colectivas y formulación de políticas consensuadas, materializadas en gestiones publicas transparentes. Estos problemas solo se pueden resolver si salimos del círculo de la democracia representativa y se profundiza la democracia con el ejercicio de formas de democracia participativas, como son la democracia directa y la democracia comunitaria.
En el artículo en cuestión la democracia representativa se la define así:      
Representativa, por medio de la elección de representantes por voto universal, directo y     secreto, conforme a Ley.
El gran avance del ejercicio plural de la democracia es la democracia comunitaria. Esta es una transformación descolonizadora de la política, sobre todo al reconocer las formas propias de participación colectivas, de mandos rotativos, de juegos de complementariedades y de caminos (taqui) que recorren las autoridades originarias en el ascenso de sus responsabilidades. Aunque el artículo se atiene a definir el carácter de representación directa comunitaria, por medio de la elección, designación o nominación de autoridades y representantes, atendiendo a las normas y procedimientos propios de las naciones y pueblos indígenas originarios campesinos, el hecho jurídico de la constitucionalización de la democracia comunitaria abre el espacio a la institucionalización de las estructuras y prácticas del ejercicio de las formas de gobierno comunitario. Desde esta perspectiva podemos hablar de la transformación comunitaria del Estado y las formas de gobierno, así como de las formas de gestión.
En el artículo se define así a la democracia comunitaria:
Comunitaria, por medio de la elección, designación o nominación de autoridades y representantes por normas y procedimientos propios de las naciones y pueblos indígena originario campesinos, entre otros, conforme a Ley.
Por lo tanto el ejercicio plural de la democracia se da en esta composición rica de formas democrática, en su ejercicio propio de cada una de estas formas, en la combinación y complementación de las mismas, en la articulación de estas formas que conforman un mapa abierto y dinámico de los campos políticos.
En cuanto a la organización del Estado, se cambia el nombre de los poderes por el nombre de órganos, creándose un nuevo órgano o, mas bien, convirtiendo a la Corte Electoral en Órgano Electoral Plurinacional. La discusión sobre este artículo fue importante, pues, en un principio se planteó coherentemente que debería constituirse un poder social, que además debía ser la matriz de todos los otros poderes, de donde emerjan éstos. Esta propuesta de los dirigentes sociales era consecuente con el sentido histórico-político de las luchas, los  movimientos sociales de las naciones y pueblos indígenas originarios, era coherente con el alcance ilimitado del poder constituyente, se establecía la base amplia y participativa de la organización del Estado plurinacional comunitario y autonómico. Empero el argumento del ejecutivo fue que no se podía confundir a los dirigentes sociales con los funcionarios, que una cosa eran la organizaciones sociales y otra las organizaciones políticas. Con estos argumentos se impidió dar lugar a una de las más avanzadas formas de organización del Estado, replanteando la propia composición de los poderes desde la matriz fundante del ejercicio mismo del poder, del gobierno y de la organización estatal. Del poder social es de donde emanan los otros poderes, tomados no como división sino como formas de funcionamiento del poder social. Lo que quedó de este planteamiento es lo que se trasladó al Título VI de la Constitución Política del Estado, donde se define la Participación y el Control Social. Volviendo a la interpretación integral de la Constitución podemos decir que con la definición del sistema de gobierno como democracia plural, participativa, directa, representativa y comunitaria, y con el título sobre la Participación y Control Social, se puede recuperar el sentido inicial de cómo construir una nueva forma de organización del Estado.      
El artículo 12 establece que:
El Estado se organiza y estructura su poder público a través de los órganos Legislativo, Ejecutivo, Judicial y Electoral. La organización del Estado está fundamentada en la independencia, separación, coordinación y cooperación de estos órganos.
En el numeral II se amplían las funciones de la organización del Estado al Control, a la Defensa de la Sociedad y la Defensa del Estado. Se está hablando de mecanismos legales de control y defensa, como se puede ver en los desarrollos específicos de la Constitución al respecto. Aunque interpretando desde el espíritu constituyente también se puede llegar interpretar como ejercicios políticos de control y defensa, ejercicios atribuidos a la misma sociedad, tareas prácticas de las organizaciones, las instituciones, los colectivos, las comunidades, los grupos y los individuos. De este modo puede resolverse el problema en beneficio del sentido participativo de la democracia plural.
El enunciado del numeral citado es el siguiente:
Son funciones estatales la de Control, la de Defensa de la Sociedad y la de Defensa del Estado.
Dejando claro que se trata de órganos independientes los correspondientes a la organización del Estado, recogiendo además implícitamente la figura de la división, el numeral III deja despejado que no puede haber una unificación de poderes, ni tampoco una invasión de los mismos, ni transferencia de sus funciones. Esta idea de división de poderes debe ser discutida a la luz del espíritu constituyente, de la voluntad constituyente, así como del sentido histórico y político del Estado plurinacional comunitario y autonómico, de las transformaciones institucionales y estructurales que implica.
Esta figura de la división se expresa en el artículo de la manera siguiente:
Las funciones de los órganos públicos no pueden ser reunidas en un solo órgano ni son delegables entre sí.
Conclusiones
Se hizo el análisis del proceso constituyente, que todavía no ha concluido, pues nos encontramos en la etapa de la aplicación de la Constitución. También nos concentramos en el Capítulo primero, que trata sobre el modelo de Estado, del Título I, que trata sobre las bases fundamentales del Estado. Se puede decir que estos artículos son fundamentales pues dan inicio a la interpretación de la Constitución, definiendo los marcos conceptuales desde los cuáles hay que leer el texto constitucional de una manera integral.
Para comenzar con las conclusiones podemos decir que estamos ante una Constitución de transición, de la transición descolonizadora, correspondiente a la construcción de un Estado en transición, que es el Estado plurinacional comunitario y autonómico, en una coyuntura mundial que está caracterizada como de la crisis de la modernidad y del capitalismo. Aquí radica el valor de esta Constitución, por diseñar las bases y mecanismos de la descolonización, partiendo de la exigencia de las transformaciones institucionales y la fundación del Estado plurinacional comunitario y autonómico. Esto significa la muerte constitucional del Estado-nación, que es la forma moderna del Estado liberal, que a su vez, en los territorios de la periferia, responde al carácter colonial del Estado al desconocer los derechos de las naciones y pueblos indígenas originarios, al desconocer sus instituciones, normas y procedimientos propios.
Partimos de que el proceso constituyente se debe a la crisis del Estado, una crisis permanente desde los inicios mismos de la república. Se ha mostrado que una manifestación de la crisis se da en los reiterados pactos para sostener la endeble administración del poder, también se ha redefinido la idea de Estado moderno en la periferia del sistema-mundo capitalista como la de un Estado en construcción y articulado a circuitos de redes, influencias, presiones, cohechos,  ocupaciones de disímiles grupos de poder. Después de una evaluación de los intentos de modernización del Estado y teniendo en cuenta los fracasos sucesivos de las reformas de modernización, además de la crisis del proyecto neoliberal, del desenlace de esta última reforma estructural, se concluye que ya no hay cabida para seguir construyendo el Estado nación en plena crisis global del capitalismo y de la modernidad. Se deduce que se ha abierto una etapa de transición descolonizadora y alternativa al capitalismo, a la modernidad y al desarrollo, y que esta etapa puede ser considerada como la temporalidad de las condiciones de posibilidad históricas de la descolonización, de la transición pos-capitalista y trans-moderna, condiciones de posibilidad histórica que hacen de contextos mundiales de la crisis del Estado nación. Se puede entender entonces que se dan también entonces las condiciones históricas de posibilidad de la construcción del Estado plurinacional comunitario, como forma organizacional estatal en la transición descolonizadora.
El análisis ha remarcado el sustrato de proceso constituyente, sustrato candente de movilizaciones, luchas sociales y de las naciones y pueblos indígenas originarios campesinos y afrobolivianos. Es este sustrato el que explica la apertura al proceso constituyente y el ingreso a una temporalidad descolonizadora. A propósito se ha señalado que el ciclo de movilizaciones de 2000 al 2005 puede ser interpretado a partir de un tejido de la eclosión social, este tejido tiene dos ejes articuladores, la guerra del agua y la guerra del gas, y un plano de consistencia, la emergencia de los levantamientos indígenas desde las estructuras largas de la rebelión y la memoria larga anticolonial. Estos ejes y este plano de consistencia articulan y son atravesados por múltiples movilizaciones y marchas de los distintos sujetos de la interpelación; cocaleros, gremialistas, proletariado nómada, jubilados, prestatarios e incluso policías que demandaban mejores condiciones. Los movimientos sociales se caracterizan por su capacidad de convocatoria y su perspectiva autogestionaria, estos movimientos se sostienen y sustentan una movilización prolongada, que derrota al modelo neoliberal, abriendo el horizonte del proceso constituyente.
La Asamblea Constituyente ha sido definida como el escenario convulsivo de la construcción dramática del pacto social. Asamblea que se ha movido en el dilema contingente de la contradicción entre el poder constituyente y el poder constituido, dilema que ha afectado su desenvolvimiento, en un contexto adverso de una ciudad que termina oponiéndose al proceso constitúyete, a la asamblea y a la Constitución que se iba elaborando, en un contexto donde las oligarquías regionales intentan trucar el proceso constituyente, recurriendo a movilizaciones fuera de la Asamblea y boicot dentro de la Asamblea. Empero, a pesar de todo, la Asamblea logra aprobar una Constitución que recoge los mandatos más caros de las organizaciones y movimientos sociales y de las naciones y pueblos indígenas originarios campesinos y afrobolivianos.
En lo que respecta al modelo de Estado, a los doce primeros artículos analizados de la Constitución, hemos visto que los tres primeros artículos configuran el Estado plurinacional comunitario y autonómico, en tanto instrumentalidad de la transición descolonizadora, exigiendo una epistemología pluralista y dando apertura a transformaciones pluralistas institucionales y estructurales. Los otros artículos analizados constituyen las bases jurídicas y políticas de la democracia participativa, del ejercicio plural de la democracia, nombrado como un sistema de gobierno de la democracia participativa, representativa y comunitaria.            
               
La crisis del proceso
Antes una anotación sobre el concepto de proceso, prosessus, en latín, que significa ir adelante, hacia un fin, comprendiendo el transcurso del tiempo, fases sucesivas; hay en la idea de proceso un presupuesto acumulativo, también evolutivo, incluso de transformación. Está claro que el concepto contiene el sentido teleológico, de encaminarse a un fin, y de alguna manera que todos los componentes del proceso están articulados, no necesariamente como una unidad, empero sí afectando simultáneamente una dirección, una orientación. También puede entenderse el proceso como una producción, usando la metáfora del proceso productivo, donde se controla la transformación de las materias primas en el proceso productivo mediante la intervención de los medios de producción, la tecnología, y la fuerza de trabajo, la administración de la composición del capital, llegando a la realización del producto y la valorización del valor. Ciertamente hay que comprender que se trata de una metáfora cuando se usa el concepto de proceso para referirse a los acontecimientos políticos, a la lucha de clases, a la lucha descolonizadora, pues en este caso no se controlan las condicionantes, los factores intervinientes, las múltiples singularidades intervinientes. Lo que da la sensación de un cierto control, de una afectación, es la fuerza de las movilizaciones, la fuerza de la multitud, la fuerza de la masa, la participación de las organizaciones, el flujo interpretativo de los discursos interpeladores. Para que haya proceso, en el sentido riguroso del término, es menester que se dé una constante afectación, cambio y transformación de las condiciones, factores, estructuras, instituciones, relaciones, singularidades intervinientes. De alguna manera una especie de control de la composición del acontecimiento. En la medida que la transformación de las condiciones no se da no es tan fácil sostener hablar de proceso para referirse a la coyuntura y a las coyunturas del periodo crítico. En este sentido lo que vamos a hacer es poner a prueba el concepto de proceso en relación al periodo de crisis y de emergencia que se vive en Bolivia desde el 2000 al 2011. 
Es imprescindible hacer una reflexión teórica sobre el proceso que vivimos, llamado proceso de cambio; reflexión teórica pues requerimos evaluar la complejidad del curso de los acontecimientos inherentes, sus articulaciones, complementariedades y vecindades, la fuerza de sus tendencias, la correlación de fuerzas, los ritmos, las resistencias y obstáculos al cambio. Sobre todo responder a la pregunta: ¿Por qué está en crisis el proceso? Decimos que hay crisis por las evidencias que se presentan en la coyuntura del proceso: 1) el proceso se ha estancado, no puede realizarse, seguir ascendiendo, continuar con los cambios, con las transformaciones; 2) no se aplica la Constitución aprobada por la mayoría del pueblo boliviano, al contrario, en vez de lograr las transformaciones institucionales, las transformaciones estructurales económicas, políticas, sociales y culturales, se mantiene la vieja maquinaria estatal, se restaura el Estado-nación, se mantienen las normas y prácticas liberales; 3) se producen enfrentamientos entre el gobierno indígena y popular con el pueblo, con las organizaciones indígenas originarias, con sindicatos campesinos y organizaciones e instituciones regionales, ciertamente también con los sindicatos obreros y de los sectores urbanos de maestros y trabajadores de salud; 4) se devela con la medida de nivelación de precios, llamada popularmente gasolinazo, las profundas contradicciones y estancamiento del proceso. Al respecto de esta medida conocida popularmente como gasolinazo, se trata de una medida antipopular, pensada desde la más cristalizada mentalidad monetarista, medida de shock, que termina mostrándonos el estancamiento del proceso de nacionalización, el dominio de las empresas trasnacionales, la efectiva vigencia de los procedimientos neoclásicos en el gabinete económico, la bondadosa política con las transnacionales mineras, la derechización de la conducción del gobierno, perdido en un imaginario industrialista, que no es otra cosa que la supeditación a las necesidades de energía de una potencia emergente vecina. Por lo tanto es esta crisis política la que debe ser analizada.
A propósito, no es suficiente decir que todo proceso vive esta curva de ascenso y descenso, que llega a un momento cuando las contradicciones logran estancar el proceso, detenerlo, que es menester en esa coyuntura precisa, resolver las contradicciones acumuladas, de tal manera que se afecte a las correlaciones de fuerzas en el campo político, en el campo social, en el campo económico y en el campo cultural, empujando las transformaciones institucionales postuladas por los movimientos sociales. Tampoco es suficiente decir que las razones de este estancamiento se encuentran en el realismo político y pragmatismo optado, en el diferimiento de las tareas de cambio; así como no es suficiente decir que un bloque dominante nacionalista se ha hecho cargo de la conducción del gobierno y del proceso; por lo tanto empuja el desenlace del proceso a una dirección y orientación estatalista, centralista, nacionalista, industrialista y desarrollista, desestimando la realización de las trasformaciones estructurales y la fundación del Estado plurinacional comunitario. De lo que se trata es de comprender como se ha llegado a una situación donde las formas del contra-proceso apuntan a no sólo detener el proceso mismo sino también a desarticularlo. Nos acercaremos a este análisis a través de la evaluación de la dinámica molecular de las fuerzas concurrentes del proceso.
Hipótesis
La crisis múltiple del Estado emergida desde las entrañas mismas del mapa inscrito de los dispositivos de poder, de los diagramas de poder, que atraviesan los cuerpos, crisis manifestada como crisis política, en la contundencia de las movilizaciones explosivas que atravesaron los espesores subjetivos y los mapas sociales, sus geografías políticas y cartografías, durante seis años de luchas insurreccionales sostenidas, muestra la vulnerabilidad de las instituciones, de la clase política y de la maquinara estatal, empero también oculta los sedimentos acumulados de las costumbres, de los sentidos comunes, le las propias organizaciones y dirigencias involucradas en la movilización. En otras palabras, la rebelión social y de los pueblos indígenas originarios, los levantamientos populares múltiples, expresan la fuerza de la interpelación de los sujetos colectivos, empero terminan ocultando el carácter conservador de los sujetos individuales, de las subjetividades labradas en las instituciones y organizaciones. La movilización social abre el horizonte descolonizador, plurinacional, comunitario y autonómico del proceso, empero esconde la persistencia y fortaleza de esta persistencia, por así decirlo, de las estructuras consolidadas de una sociedad heredera de las patrimonios y transmisiones coloniales.
Las fuerzas capaces de convocatoria a la movilización, capaces de desplegar formas organizativas autogestionarias y de autoconvocatoria, con fuerte configuración organizacional horizontal, no estaban preparadas para inventar nuevas formas de administración autogestionarias. Esto se puede observar cuando la Coordinadora del Agua y Defensa de la Vida debe hacerse cargo de la administración del agua en Cochabamba, se opta a volver a la administración municipal, donde se termina ahogando el proyecto de administración autogestionaria. Casi lo mismo ocurre o algo parecido cuando las dirigencias se hacen cargo de las administraciones municipales, donde terminan ahogados por las normas, procedimientos y formas administrativas del viejo Estado. Terminan tragadas y lo que es lo peor se convierten en los mejores defensores de estas administraciones liberales y nacionales. Lo más patético ocurre cuando el MAS llega al gobierno, el poder termina tomando al MAS y no el MAS al poder. El MAS se convierte, a través de los celosos ministros invitados, en el mejor dispositivo de mantención, conservación del Estado-nación, como forma moderna del Estado liberal y como forma oculta, opaca, del Estado colonial. El gobierno llamado indígena-popular se agarra de las redes, de los amarres, de los engranajes e instrumentos operativos y técnicos del Estado, buscando refugio en el aprendizaje dramático de la administración pública. Los altos funcionarios y los mandos medios, incluso la poca dirigencia que ingresa al aparato ejecutivo, terminan convirtiéndose en los mejores defensores del sistema administrativo, de sus normas y sus prácticas. Se gana de esta forma un nuevo funcionario, perdiéndose un dirigente. ¿Qué nos muestra esta experiencia? ¿Qué los postulados, las agendas y los objetivos que se proponen los movimientos sociales son sólo utopías, que no pueden trastrocar las estructuras fosilizadas de una sociedad de clases y de un Estado colonial? ¿O mas bien, qué no hay voluntad política, que no hay las condiciones para la realización de esta voluntad, que no se dan las condiciones subjetivas, para usar términos de una vieja discusión? El problema es que no es tan fácil responder a esta pregunta, pues tenemos, de todas maneras, a pesar de la construcción dramática del pacto social y político, aprobada una Constitución, la escritura de los planteamientos caros de las movilizaciones: Estado plurinacional, comunitario, autonómico, modelo pluri-institucional del Estado, democracia participativa, modelo de pluralismo autonómico, modelo de economía social y comunitaria, manteniendo la condición comunitaria del Estado y apuntando a la perspectiva de un paradigma alternativo al capitalismo, la modernidad y el desarrollo, el vivir bien. Esta decisión es mayoritaria, está constitucionalizada, ese es el programa político, ese es el querer de la mayoría de los bolivianos. ¿Cómo es que no se convierte este querer en voluntad o cómo la voluntad no se plasma en materialidad política y en un nuevo mapa institucional? Considero que para poder responder esta pregunta es menester considerar un grave problema político, que puede ser llamado como de disyunción, desencajamiento, desacoplamiento, incluso de hasta contradicción política; problema político que tiene que ser comprendido, hecho inteligible, mediante una cruda interpretación: en el fondo, a pesar de los discursos, el gobierno, los ministros, los funcionarios, tampoco el MAS, y, lastimosamente, la dirigencia ejecutiva de las organizaciones, no creen en la Constitución. Consideran que es un discurso político bueno para lanzarlo en las campañas electorales, contra la derecha, y en los escenarios donde se recicla la ritualidad y ceremonialdad del poder, está bien para el teatro político, pero no para aplicarla, no para tomarla en serio, menos para usarla como instrumento de transformación. Esa posición nos muestra fehacientemente que se ha llegado al poder para estar en el mismo, aposentarse,  gozar de sus beneficios y privilegios, pero no para transformarlo, se ha llegado al Estado para mantenerse en el mismo, habitarlo, pero no para destruirlo y construir otra forma política que ayude a efectuar las emancipaciones múltiples.
              
El llamado modelo económico extractivista tiene varado a todo el campo económico en las formas de reproducción de la dependencia, de la supeditación y subsunción a las formas de acumulación del capital a escala mundial. En este sentido se entiende que todos los dispositivos administrativos, normativos e institucionales estatales estén condicionados por las formas de la economía extractiva y estén para mantener este sistema, conservarlo e incluso mejorarlo, ampliando la expansión extractiva. Por eso mismo se puede entender que la administración estatal de la economía sea uno de los espacios más conservadores y resistentes al cambio. No es tan fácil cambiar las políticas económicas cuando estas se han consolidado en las formas de funcionamiento de las oficinas del gabinete económico. Menos aun cuando se trata enfoques y métodos incorporados desde los programas de apoyo de la cooperación internacional. Hay como una concomitancia entre los programas internacionales y las reformas nacionales en la perspectiva de reforzar los engranajes del orden internacional, de la dominación mundial del centro sobre la periferia del sistema-mundo capitalista. No es casual entonces que en este espacio de acción institucional se haya gestado el gasolinazo, tampoco que se oriente la política económica desde la cautelosa lectura del supuesto del equilibrio macroeconómico. Usando términos relativos a la metáfora arquitectónica del Prefacio de El capital, podríamos decir que entre estructura económica y superestructura jurídica, política, ideológica y cultural, se produce un condicionamiento perverso induciendo una estrategia económica dependiente. Estos condicionamientos materiales impiden la aplicación de la Constitución en lo que respecta a la transformaciones económicas, al cambio de modelo económico, salir del modelo extractivista e ingresar a un modelo productivo-producente, orientado a la economía social y comunitaria, articulando y complementando la economía plural de una manera integral, en la perspectiva de la democracia económica, la armonía ecológica y la soberanía alimentaria, en el horizonte del vivir bien.
No se ha construido el sistema de gobierno de la democracia participativa, no se ejerce la democracia plural, ejerciendo la democracia directa, representativa y comunitaria. No se han abierto las puertas a la participación y el control social. Al contrario, se mantienen las formas de gestión liberal, que separa Estado de sociedad civil, gobernantes y gobernados, especialistas de neófitos, los que saben respecto de los que no saben, es decir, recreando la división del trabajo entre la clase política respecto de las y los ciudadanos, las y los trabajadores, las comunidades. Por lo tanto se trae, como consecuencia de todo esto, el moverse en un círculo vicioso, los que creen saber terminan repitiendo lo mismo que hicieron la burocracia y los funcionarios de anteriores gobiernos, reforzar la auto-referencia de un sistema institucional parasitario, que sirve para mantener las dominaciones múltiples, bajo la ilusión de que se hace política, cuando lo que se hace es legitimar las estructuras de poder.
No se han abierto los espacios de crítica y autocrítica, al contrario se han cerrado, optando mas bien por descalificar estas opciones, de reforzar las formas de reproducción de la alabanza generalizada, del contingente de aduladores, los llamados popularmente lluncus, recreando los escenarios patéticos de supeditación servil a los jefes, ocasionando grotescas sobre-estimaciones de sus egos. Empujando con todas estas prácticas sumisas a la desconexión institucional de la realidad, generando microclimas organizacionales aislados de los contextos concretos, de las contradicciones y de los conflictos. De esta forma se puede explicar la formación de una consciencia paranoica en los altos funcionarios, que los empuja a la permanente defensa y a identificar enemigos por todas partes.
No se ha podido extirpar la corrupción, mas bien se ha generalizado, invadiendo expansivamente zonas que antes estaban como exentas de estas prácticas, pues estaban al margen de ellas. Se retoma la idea del botín en expresiones como que ahora nos toca, reutilizando viejas prácticas prebéndales y clientelares, de circuitos de influencias, de corrosiones exacerbadas, demoliendo con esta imposición de relaciones morbosas las posibilidades de prácticas transformadoras y comprometidas con el cambio. Lo grave de esta proliferación corrosiva es que se articulan redes de alianzas complicadas entre las viejas castas dominantes y ciertos estratos de decisión política.
Conclusiones
Hay que acercarse a la dinámica molecular del proceso para comprender sus cursos, sus rutas y recorridos, sus contradicciones, su campo de posibilidades, sus tendencias y sus correlaciones de fuerzas. Sobre todo tratar de explicarse la crisis del proceso. Teniendo en cuenta las hipótesis planteadas y la experiencia del proceso, lo que llama la atención es la separación casi inmediata entre ejecutivo, incluso gobierno, y movimientos sociales en lo que respecta a la construcción de la decisión política, de las políticas públicas y de las medidas que deberían estar destinadas al cambio. En otras palabras, los que lucharon y abrieron el camino del proceso no gobiernan, gobiernan los funcionarios. Quizás esta separación forma parte importante de la matriz de la crisis, empero para tratar la matriz de la crisis debemos tener una mirada integral. Tampoco debemos circunscribirnos sólo a las condicionantes internas de la crisis del proceso sino también debemos abrirnos a sus condicionantes externos; no podemos olvidar que nos encontramos insertos en un sistema-mundo y en una economía-mundo capitalista, que, por lo tanto estamos también afectados por la crisis global. En este sentido, al conjunto de hipótesis relativas a las condicionantes de la crisis del proceso, debemos añadir una lectura de la crisis estructural del capitalismo. 
¿A qué llamamos crisis estructural del capitalismo?  Hablamos de una crisis múltiple, crisis de reproducción, de sobreproducción, crisis de hegemonía, crisis financiera. Esta crisis es estructural porque afecta al sistema-mundo y a la economía-mundo capitalista, pero lo hace bajo las condiciones históricas concretas, las que corresponden al ciclo del capitalismo vigente, nos referimos al ciclo que contuvo la hegemonía norteamericana y ahora contiene el dominio a secas de los Estados Unidos de América. Este ciclo ha ingresado a su fase de crisis financiera, que es como el lugar especulativo del sistema económico del capital, cuando se transfiere la crisis de sobreproducción a los mecanismos especulativos financieros. Los Estados Unidos hegemonizan el despliegue del ciclo de acumulación capitalista vigente desde el fin de la segunda guerra mundial, imponen su sello, transformando el sistema de libre comercio, conformado por la hegemonía británica, en un sistema de libre empresa, produciendo transformaciones estructurales en la forma del capitalismo, introduciendo nuevas formas de administración industrial y de administración económica, como el taylorismo y el fordismo, expandiendo estas formas por el mundo, amparados por su dominio y mediante la inversión directa de capital y la instalación de sus corporaciones trasnacionales. Esta hegemonía se clausura con la derrota en la guerra de Vietnam, dándose lugar desde entonces a una crisis política, a un replanteo de sus estrategias y a un dominio a secas sobre el mundo, sin hegemonía y sin legitimidad. Hablamos de un mundo capitalista estructurado y jerarquizado geopolíticamente y geográficamente; en la cúspide contamos con el dominio tecnológico, militar, económico y comunicacional de los Estados Unidos de América; después están los países centrales, que comparten la dominación y se comportan ambiguamente, a veces como satélites, otras veces resistiendo o abriendo la posibilidad de bloques alternativos como la Unión Europea, también emergiendo como posibilidades de un nuevo ciclo, como es el caso del desplazamiento capitalista de China en la red regional asiática; después vienen los países semi-periféricos; por último se encuentra el gigantesco espacio multi-diverso de la periferia, lugar indomable, de plurales resistencias, aunque también de complicadas sumisiones. En este contexto del sistema-mundo nos interesa las formas de inserción e irradiación de la crisis estructural del capitalismo en la periferia, sobre todo interesa comprender los efectos de esta crisis en el desenvolvimiento de las crisis políticas y las crisis económicas en la periferia. En lo que respecta a Bolivia interesa entender cómo la crisis política desatada el 2000 y la crisis del Estado-nación que se extiende hasta nuestros días (2011) son afectadas, se articulan y forman parte de la crisis estructural del capitalismo. De cómo ambos escenarios de las crisis, la mundial y la periférica, desatan procesos de emancipación y de descolonización. Esto sobre todo para evaluar las posibilidades y los alcances de los procesos desatados.
 Volviendo a la anotación del comienzo, podemos concluir lo siguiente:
Los movimientos sociales desatados el 2000 y que continúan hasta el 2005 logran desarticular la legitimidad y la dominación de la clase política, representantes de la burguesía intermediaria y de la casta blancoide-mestiza privilegiada por la perduración de las estructuras coloniales, logran poner en evidencia la crisis múltiple del Estado-nación y logran expulsar a los gobiernos neoliberales, abriendo un nuevo curso descolonizador con el gobierno de Evo Morales, el proceso constituyente y el inicio de un proceso de nacionalización. Empero, una vez en el gobierno, los movimientos sociales no logran transformar las condiciones, las estructuras y las instituciones sobre las que se conforma y reproduce el Estado-nación. Los aparatos, la maquinaria estatal, las estructuras de gobierno, siguen siendo prácticamente las mismas. Las prácticas de gestión siguen siendo recurrentemente liberales, las normas de la gestión siguen las mismas lógicas liberales. También en la sociedad perduran las estructuras desiguales, las estratificaciones históricas, las relaciones y prácticas de reproducción de clases y de castas. Lo que se ha dado es una irrupción indígena, un empoderamiento de espacios, un trastrocamiento simbólico de los imaginarios coloniales. En este sentido, lo que podemos decir es que desde el 2006 se experimentan intentos de construir un proceso de transformación, empero de una manera diferida, pragmática, contradictoria, que incluso puede tomarse como regresiva. Este intento de cambio se efectúo desde el gobierno a través de políticas, que en principio fueron de irrupción, como el inicio del proceso de nacionalización de los hidrocarburos y la convocatoria a la Asamblea Constituyente, pero, en la medida que pasaba el tiempo, las otras políticas fueron excesivamente tímidas, en la medida que se dejó intacto el aparato estatal, la estructura ejecutiva y la forma de gobierno y la forma de gestión. El intento de trasformación también se hizo sentir, de alguna manera, desde las actividades desesperadas de las organizaciones sociales, intentando desordenadamente incidir en las decisiones políticas del gobierno. Así mismo desde el accionar crítico de las organizaciones indígenas originarias, intentando redefinir voluntariamente un proyecto coherente con la descolonización. Ciertamente el mayor intento de transformación se efectúo desde la Asamblea Constituyente, escribiendo una Constitución descolonizadora que apunta al Estado plurinacional comunitario y autonómico. También se puede decir que el intento de transformación se efectúo de una manera dispersa y distribuida, a partir de un conjunto de puntos y líneas de enfrentamiento que intentan lograr transformaciones concretas y específicas. Sin embargo, estos intentos no han logrado articularse y conformar una fuerza hegemónica de conducción del proceso; han prevalecido las fuerzas resistentes al cambio, consolidadas en estructuras, en instituciones y en la arquitectura estatal, han prevalecido las prácticas y relaciones consolidadas en la costumbre social. Entonces se puede decir que la articulación de un proceso de transformación está pendiente.
 En relación a la puesta en prueba del concepto de proceso para referirnos a la segunda etapa del periodo en cuestión, pues la primera corresponde más claramente a un proceso de movilización social que replantea la correlación de fuerzas en el campo político, descompagina las estructuras de poder, cuestiona las formas de dominación y legitimación liberal del Estado-nación, barre con el modelo neoliberal. El proceso de transformación del que hablamos, etapa cuya delimitación arranca el 2006, no está articulado, en otras palabras, no está conformado, se encuentra en curso de una difícil construcción; se encuentra como emergiendo, empero enfrentando grandes resistencias y obstáculos de las estructuras de la vieja maquinaria estatal, de las costumbres liberales, de la ideología nacionalista cristalizada en los huesos de los funcionarios y dirigentes. La exigencia del momento, la emergencia de la coyuntura, es desatar una revolución cultural descolonizadora y una movilización generalizada que reconduzca el proceso a sus cauces iniciales, establecidos en la Constitución. 
Apuntes sobre el Estado plurinacional comunitario autonómico y pluralismo jurídico[50]
Podemos decir que el Estado plurinacional supone una nueva concepción de la transición pos-capitalista, la anterior tesis de transición estaba íntimamente ligada a la transición de la dictadura del proletariado. La gran diferencia de ambas tesis consiste en que la dictadura del proletariado pensada como transición socialista al comunismo no salía de los horizontes de la modernidad, en cambio la transición pluralista atraviesa los límites de la modernidad, cruza el umbral de la misma, y entra a otros agenciamientos civilizatorios. Además se trata de transiciones pensadas pluralmente en distintos planos y niveles. Por lo tanto la configuración del Estado plurinacional supone otra teoría crítica del capitalismo, ya no se trata sólo de visualizar un desarrollo desigual y combinado, ni tan sólo quedarse en la tesis del imperialismo como fase superior del capitalismo. Ya es un avance visualizar los ciclos del capitalismo, los ciclos de las crisis del capitalismo, las transformaciones estructurales de los ciclos y las transformaciones estructurales de las crisis. Pero esto no es suficiente; en lo que respecta a la compresión del Estado plurinacional se requiere entender los ciclos del colonialismo, sus transformaciones, la estructura de sus crisis, además de sus estrechos vínculos con el capitalismo y la modernidad. Es indispensable comprender la crisis civilizatoria y los alcances de la crisis ecológica. Por otra parte es urgente situar el pensamiento pluralista en el contexto de las cosmovisiones indígenas, en su profundo animismo e inmanencia. La concepción del Estado plurinacional se construye desde la perspectiva de las cosmovisiones indígenas en interpelación de la modernidad y el capitalismo; cosmovisiones que hay que entenderlas como sistemas interpretativos dinámicos, rememorándose y actualizándose, interpretando críticamente las conformaciones institucionales y estructurales de la modernidad, entre ellas del Estado, sobre todo en su condición de Estado-nación.
Entonces estamos ante la concepción de la transición política elaborada desde las cosmovisiones indígenas en interpelación de los paradigmas y las formas institucionales de la modernidad. Esta tesis implica el desmantelamiento del Estado-nación en forma de transformaciones institucionales, transformaciones que se abren al pluralismo institucional, al pluralismo normativo, al pluralismo administrativo y al pluralismo de gestiones. Estas transformaciones institucionales se asientan en procesos de transformaciones estructurales. El cambio civilizatorio supone la transformación múltiple de los ámbitos y campos de relaciones donde se recrea la vida social. También significa la incorporación plena de las relaciones con los otros seres y ciclos vitales que circundan, conforman y componen el mundo y el cosmos. Estas aperturas terminan transformando los cimientos y las matrices civilizatorias de la modernidad. Ya no hay posibilidades de una reducción de las temporalidades a la linealidad del desarrollo y del progreso, ya no hay posibilidades de sostener esta linealidad en la marcha de la producción y en el espejo de la producción. Desde la perspectiva de las cosmovisiones indígenas es imprescindible garantizar la reproducción de los ciclos vitales, por lo tanto poder armonizar dinámicamente los ciclos de la reproducción humana, los ciclos de la reproducción social, los ciclos de la reproducción comunitaria, con los ciclos de los seres y ciclos vitales integrados.
El Estado plurinacional se constituye en el desmantelamiento múltiple del Estado-nación, es el estado, en el sentido de situación, de la transición plural, de la descolonización abierta en los distintos planos y factores componentes de los múltiples engranajes de dominación, es la condición móvil de los flujos des-constitutivos de la vieja maquinaria estatal y constitutivos de los agenciamientos y dispositivos de las formas de la participación social y política de los colectivos y comunidades.  El Estado plurinacional supone la transformación pluralista, comunitaria, intercultural y participativa de los instrumentos de la gestión pública. El Estado plurinacional es la condición política y la estructura de las transformaciones, de las transiciones transformadoras, de las metamorfosis de las prácticas políticas, democráticas y culturales. Hay que observar al Estado plurinacional en su movimiento, en su dilatación, en su flexibilidad y adecuación, en la expansión y proliferación de articulaciones, en sus movimientos inclusivos, en sus dinámicas moleculares de apertura, de democratización, de igualación, también en sus entrelazamientos interculturales.
Genealogía del Estado plurinacional
En adelante se describe la gestación de la idea de un Estado plurinacional a partir de la acción de diversos sectores sociales —especialmente indígenas—, la forma en que ello se plasmó en la Constitución y los equívocos que aparecieron en el camino, los cuales han derivado en la negación del proyecto plurinacional y del modelo del vivir bien. El conflicto por el Territorio y Parque Isiboro-Sécure (TIPNIS) exhibe esos retrocesos y una reconfiguración de alianzas entre el gobierno y distintos actores unidos alrededor del desarrollismo extractivista.
Umbrales y horizontes del Estado plurinacional
Hay que tratar el tema del Estado plurinacional siempre a partir de las condiciones en que se encuentra el debate. Y las condiciones de hoy no son las mismas que cuando empezábamos el proceso constituyente o cuando se daban las discusiones en el Pacto de Unidad, formado por las organizaciones indígenas y campesinas[51]. No hay que olvidar que el Pacto de Unidad fue fundamental porque elaboró un documento sobre el Estado plurinacional, social y comunitario, que fue entregado como mandato a los constituyentes y que sirvió en las mesas de las 21 comisiones de la Asamblea Constituyente.
Ahora hay otro contexto, un contexto que se ha ido complicando. Una vez que se aprueba la Constitución Política del Estado por el 64 por ciento de los bolivianos, supuestamente debíamos esperar su cumplimiento. Esto significa, por lo menos dos cosas: la muerte del Estado-nación, que es la expresión colonial del Estado liberal y de la República, y la construcción del Estado plurinacional, comunitario y autónomo. Sin embargo, hasta la fecha, se ha hecho todo menos eso. Se ha restaurado al Estado-nación y su mapa institucional con sus normas y estructuras liberales. Así, en vez de descolonizarnos, nos estamos recolonizando.
Las condiciones del debate, además, ahora deben ser pensadas desde el conflicto por el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Sécure (TIPNIS), el cual nos muestra, en toda su desmesura, lo que está ocurriendo.
Finalmente, el poder termina tomando al Movimiento al Socialismo (MAS)  de la misma manera que acabó tomando al Partido de los Trabajadores del Brasil (PT), al gobierno de Rafael Correa en Ecuador, así mismo al gobierno de Hugo Chávez de Venezuela. Haciendo un balance estos gobiernos no tomaron el poder, sino que éste los tomó a ellos. Los supuestos transformadores se transforman en el poder y terminan ejecutando las lógicas inherentes del poder.
Las lógicas del poder no son abstractas, son concretas, aunque se desarrollan en ámbitos de relaciones tremendamente complejas. Hablamos de la geopolítica del sistema-mundo capitalista, en el que hay un centro de acumulación ampliada de capital y una periferia que le transfiere sus recursos naturales. En ese marco fijado por las estructuras y diagramas del poder nos movemos como sojuzgados.
En ese ámbito del poder hay operadores. Los grandes operadores son, por una parte, las empresas transnacionales inscritas en el ciclo del capitalismo norteamericano, cuya estructura está dominada por el capital financiero. Y, por otra parte, por el mapa geográfico de los Estados-nación.
¿Cuáles son los umbrales y horizontes del Estado plurinacional? Podemos decir que los umbrales se encuentran en la clausura del Estado-nación y los horizontes se visualizan en la lontananza de la dilución del Estado en la matriz auto-determinativa de las sociedades. En esta transcurso se esperan las transformaciones pluralistas, comunitarias, autonómicas, interculturales y participativas del Estado. Son indispensables para tal efecto las transformaciones estructurales e institucionales, los nuevos mapas políticos e institucionales, así como normativos y de los recorridos y de las prácticas sociales. En este viaje se espera la constitución proliferante y plural de sujetos y de subjetividades, liberando capacidades y potencialidades corporales, emancipando las creatividades múltiples. En este despliegue aparece la urgencia del consenso y los convencimientos colectivos, la interculturalidad, la revolución cultural, como herramientas de las transformaciones en la transición.  
El surgimiento y papel de los Estados-nación
Los Estados-nación se constituyeron en un momento en el que se produjeron dos fenómenos fundamentales:
Por primera vez el Estado forma parte de la lógica del capital y funciona como su instrumento. Ya no son Estados territoriales todavía no integrados al capital, aunque si articulados, pues el ciclo del capitalismo genovés los uso en la búsqueda de nuevas rutas, como era el caso de los Estados portugués y español.
El segundo fenómeno, que se produce en el ciclo del capitalismo inglés, es la Revolución Industrial. Ésta transforma estructuralmente al capitalismo al trastocar profundamente las condiciones de reproducción del capital. En esa situación surge la disputa con España y Portugal por el monopolio que poseían esos imperios sobre sus colonias. Por eso no es extraño que los ingleses hubieran armado a los ejércitos independentistas.
¿Y para qué sirven los Estados-nación en la periferia? Son Estados-nación subalternos y supeditados a la geopolítica del sistema-mundo capitalista. Son operadores de la transferencia de nuestros recursos naturales. Y si no sirven para eso, se los ataca, se los descarta, se saca a sus gobiernos resistentes o se los invade; se puede hacer con ellos cualquier cosa. Esa es la lógica imperial.
En esa situación surgen las primeras crisis del siglo XVIII, con la plata y las reformas borbónicas. Hay levantamientos indígenas que se oponen a esas reformas porque eso supone la ruptura de un pacto colonial entre la administración española y la autonomía indígena, entre las formas de gobierno indígenas y las formas de gobierno españolas, relaciones que estaban mediadas por los caciques.
Inicialmente, el levantamiento se produce contra los caciques, donde las comunidades, representadas por los jilakatas, se enfrentan contra los caciques, y luego se enfrentan contra las reformas borbónicas. Después, empieza a adquirir un carácter anti-colonial y descolonizador, aunque en muchos casos se levantaban en nombre del rey Fernando VII, preso del ejército de ocupación francesa. Es una etapa  intrincada que debe ser estudiada con minuciosidad para comprender nuestro presente.  Posteriormente, durante los periodos republicanos, se vuelven a suceder los levantamientos indígenas, primordialmente en defensa y por la recuperación de tierras comunitarias. También se vuelven a dar lo que podríamos seguir llamando pactos, aunque de una manera perversa; de esta manera se habla del pacto señorial, con  el propósito de interpretación histórica de los periodos republicanos. El proceso en el que se resuelven estas contradicciones es el de la constitución del Estado-nación. Podríamos decir que se termina de instituir éste con la revolución nacional de 1952. La Constitución plurinacional del 2009 ha planteado la ruptura histórica con el Estado-nación; sin embargo, la experiencia reciente del proceso en curso nos muestra las grandes dificultades de lograr esta ruptura. ¿Por qué no podemos zafarnos del Estado-nación?, ¿por qué no podemos zafarnos tan fácilmente de las estructuras coloniales inscritas en nuestros esqueletos?
Las relaciones de poder son relaciones de fuerza, fuerzas actúan contra fuerzas afectándolas; se puede considerar fuerzas activas inscribiendo su incidencia en fuerzas pasivas, reactivas o resistentes. Las fuerzas activas actúan sobre los cuerpos e inscriben en ellos, en la superficie de los cuerpos, historias políticas, adentrándose hacia el espesor profundo de los cuerpos, constituyendo sujetos y subjetividades, internalizando relaciones y estructuras de poder, imaginarios, representaciones, induciendo comportamientos y conductas. Las relaciones y estructuras coloniales, las instituciones coloniales, se inscriben de esta manera en los cuerpos y en el espesor de los mismos. Se cristalizan en los huesos como violencia materializada. Es esa violencia guardada la que explica las conductas de sumisión y supeditación, pero también, paradójicamente, también los comportamientos que devuelven la violencia cristalizada a los dominadores. No es suficiente devolver la violencia a los dominadores, pues puede resultar sólo una catarsis, sólo una descarga coyuntural; de los que se trata es de deshacerse de toda la herencia colonial, para eso es menester desmantelar, de-construir, desandar el laberinto colonial, sus formas externas e internas. Es indispensable el recorrido intenso de las emancipaciones múltiples. El Estado-nación es a la vez la realización política del mapa institucional de la república, así como la imagen y el concepto de una unidad requerida como identidad y como monopolio de la representación y la acción pública. El Estado-nación es el instrumento político por excelencia de la administración del capital, ya sea para su acumulación, como para el despojamiento de recursos naturales y territorios. Hay Estado-nación dominantes y Estado-nación subalternos, la distribución de ambos en la geografía mundial expresa las estructuras móviles de la geopolítica del sistema-mundo capitalista. No es fácil desmantelar estos fabulosos aparatos, pues se requiere resolver problemas pendientes con los ciclos del capitalismo y los ciclos del colonialismo. Sobre todo es indispensable desarmar el arsenal aparatoso y estratificado de las herramientas y artefactos de los recursos de la estatalidad, de sus monopolios de las violencias y de las representaciones, de las coerciones y de las cooptaciones. Para lograr desmantelar esta maquinaria pesada, oxidada, pero aún en funcionamiento, aunque también fantasmagórica, es menester descentrar las prácticas, desplazar los ámbitos de relaciones donde se ha edificado esta instrumentalidad, desestructurar las instituciones donde se afinca el Estado. Para eso se requiere no solo una voluntad decidida sino constancia y consecuencia en la tarea de desmantelamiento.  
      
La urgencia de analizar descarnadamente lo que está pasando
Estamos en una etapa en la que necesitamos discutir a fondo estos temas y hacerlo con investigaciones histórico-políticas. Ya no estamos en la etapa de la lucha ideológica cuando necesitábamos grandes discursos y narrativas para interpelar al neoliberalismo y al colonialismo y para encaminarnos en una propuesta descolonizadora. Ahora debemos entender lo que está pasando y verlo de una manera descarnada, transparente y sin mitos. Si nos quedamos con éstos sólo oscureceremos la discusión, lo que impedirá actuar en el presente para lograr las transformaciones que nos hemos propuesto. El tema es ese.
Con ese propósito es menester reflexionar sobre los últimos conflictos, el conflicto del TIPNIS y el anterior, el conflicto del gasolinazo. ¿Qué se muestra con lo del TIPNIS? ¿Qué nos muestra el conflicto del gasolinazo? Hipótesis de interpretación: El gobierno ha cruzado la línea, se encuentra al otro lado de la vereda enfrentando al pueblo, enfrentando a las naciones y pueblos indígenas originarios. También vemos que el gobierno no se encaminó, de ninguna manera, por la ruta de la construcción del Estado plurinacional. Si revisamos sus leyes, todas son inconstitucionales; son leyes que restauran el viejo Estado, no son fundacionales ni están edificando el Estado plurinacional. Las políticas públicas son como una continuidad de las formas administrativas liberales y nacionalistas, repitiendo la obsesión por la ilusión del desarrollo, como en el siglo pasado. El modelo económico se ancló en el extractivismo, modelo colonial del capitalismo dependiente. Estos son las disposiciones políticas que llevaron al enfrentamiento con las comunidades indígenas del TIPNIS y con las organizaciones indígenas del CIDOB y del CONAMAQ.
Estos conflictos nos muestran la desmesura de las contradicciones del proceso; también la enorme distancia de la ruta restauradora del gobierno en relación a la construcción del Estado plurinacional comunitario y autonómico. El Estado plurinacional exige transformaciones estructurales e institucionales profundas, exige construir un nuevo mapa institucional sobre la base de pluralismo institucional, administrativo y normativo. Significa poner en práctica lo que los indígenas de Ecuador y Bolivia, lo que los indígenas zapatistas y los de Guatemala, a diferencia del pensamiento y planteamiento marxista, habían pensado: una transición distinta y posterior al capitalismo. Se trata de una transición civilizatoria.
Precursores del Estado plurinacional
Lo que el marxismo propuso fue la transición a la dictadura del proletariado —no discutiremos sobre eso ahora—, mientras que los indígenas propusieron una transición del capitalismo y la modernidad hacia lo plurinacional y descolonizador. Es otra propuesta teórica y política. Es, a diferencia del marxismo, una alternativa civilizatoria diferente a la modernidad capitalista y al desarrollo.
Esa propuesta formó parte de la matriz de las discusiones del Pacto de Unidad y de la Constituyente. Esa idea latía en los movimientos sociales que habían abierto el horizonte hacia el Estado plurinacional. Fueron los movimientos sociales anti-sistémicos, como los de la coordinadora del agua, los bloqueos indígenas y campesinos en septiembre de 2000; las articulaciones entre El Alto y los sindicatos campesinos en octubre de 2003; y la marcha indígena de tierras altas y bajas en 2002 que no pedía elecciones, sino Asamblea Constituyente.
Eso era lo más lógico, porque la vía electoral sólo restauraría las lógicas de poder, las lógicas liberales. El planteamiento del Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasusyu (CONAMAQ) y de la Confederación de Pueblos Indígenas de Bolivia (CIDOB) era coherente. Pero la decisión política se encaminaría por las elecciones y con eso se producirían grandes confusiones.
Las confusiones y el MAS
Una de las grandes confusiones derivó en equivocar el protagonismo electoral con la conducción de los movimientos sociales, en creer que el MAS era el representante de los movimientos sociales, cuando nunca lo había sido. Los movimientos tenían su propia capacidad de convocatoria, su orgullo y su propia capacidad de autogestión; eran movimientos autogestionarios que tenían como objetivo la Asamblea Constituyente y de ninguna manera las elecciones.
El MAS era visto, más bien, como un movimiento cocalero, importante, empero en comparación con los movimientos autogestionarios, aparecía como uno de los más conservadores. Después de la crisis de la izquierda, los restos de una fragmentación migraron, por así decirlo, a los territorios donde se experimentaría la conformación de un instrumento político de las organizaciones sociales, cosa que no se pudo realizar, limitándose el proyecto a la conformación de un instrumento electoral.  En el MAS se refugió parte de la vieja izquierda. Una de las ventajas de esta experiencia fue que contaba con la herencia de la estructura organizativa minera, que transmitieron los relocalizados migrantes al Chapare,  además de contar con la memoria de lucha y también la intuición de dirigentes de izquierda de esa época, como es el caso de Filemón Escobar. Estos dirigentes encontraron la oportunidad de convertir la defensa de la coca en una lucha anti-imperialista. En ese contexto se revivieron proyectos pendientes; algunos grupos plantearon proyectos guerrilleros, otros grupos proyectos insurreccionales y otros francamente se limitaron a postular proyectos electorales. Hay que considerar que estos proyectos, de todas maneras, los límites de estos proyectos, correspondían a los límites de la vieja izquierda. En comparación los movimientos sociales anti-sistémicos contemporáneos habían atravesado esos límites, estaban más allá: cuestionaban los límites desarrollistas y modernizadores de la misma izquierda.
En la atmósfera convulsionada de las luchas, en el avance de las victorias políticas populares e indígenas, cuando los desenlaces de la crisis se orientaba a las salidas electorales, el MAS llegó a ser la segunda fuerza en 2002. Este resultado electoral muestra cambios en la predisposición de la votación, cambios que no pueden explicarse sin las victorias políticas. Desde esta perspectiva podemos decir que las elecciones ratificaban estadísticamente las victorias políticas. Empero estas victorias no pueden atribuirse al MAS sino a los movimientos sociales anti-sistémicos, autogestionarios y autodeterminantes. Lo que pasa es que los movimientos sociales tenían capacidad de convocatoria a la movilización, empero no tenían experiencia electoral, que si el MAS había acumulado desde su incursión en elecciones municipales y elecciones nacionales. Después comenzaron a plasmarse claramente las diferencias, sobre todo en el debate sobre la nacionalización. La propuesta del MAS era de 50%-50%, respecto de la distribución de ingresos por el gas para el Estado y las empresas trasnacionales, mientras que la propuesta de El Alto y de los movimientos sociales era la nacionalización de los hidrocarburos. Se puede ver en el diagrama de las posiciones que había muchas diferencias que se acumularon en la memoria del debate, diferencias que no se terminaron de discutir ni de abordarse plenamente.
Llegó el 2005 y el gran conflicto de mayo y junio. A los movimientos sociales rurales y urbanos se incorporaron los mineros y con eso creció el perfil complejo de los movimientos. La movilización social tomó La Paz, Oruro, Potosí y Sucre, y se obligó al Congreso a un salto mortal de sustituciones constitucionales y renuncias para que Eduardo Rodríguez Velzé, presidente de la Corte Suprema, asuma la presidencia de país y responda a un nuevo mandato popular: la convocatoria a elecciones.
El mandato a este último presidente de la sustitución constitucional ya no era la convocatoria a Asamblea Constituyente ni tampoco la nacionalización de los hidrocarburos encomendados a Carlos Mesa. ¿Por qué? Porque se interpretó lo acaecido, la falta de cumplimiento de la Agenda de Octubre,  como que Mesa no había cumplido porque no era de nuestra clase ni tampoco era nuestrogobierno, por lo tanto teníamos que nombrar a un gobierno propio para que cumpla con la Agenda de Octubre.
Sabemos lo que vino después, con las elecciones del 2005. El desenlace político catapultó a un presidente indígena; con este resultado todo el mundo se sintió regocijado por eso y hubo una gran fiesta política. Era el comienzo de la descolonización y de la ruptura de todas las estructuras coloniales: simbólicas, psicológicas, políticas, etcétera.
En estas condiciones de entusiasmo, nadie quería arruinar la fiesta ni discutir y poner sobre la mesa el temario que estaba pendiente. Y así se produce la segunda confusión; la interpretación oficial rápida, apresurada y triunfante, decía que el MAS es el gobierno de los movimientos sociales; cuando nunca lo fue, ni lo podía ser. No hay un gobierno de los movimientos sociales, este enunciado es un contrasentido.
Lo que representa el TIPNIS
Se debe tomar en cuenta estas mescolanzas de tendencias y posicionamientos en un proceso rico en movilizaciones, que empero derivaba en salidas electorales a la crisis política. Estas complicaciones se deben tomar en cuenta para entender qué es lo que está pasando ahora; qué es lo que pasa en el TIPNIS.
Lo que se devela en el TIPNIS es la distancia del gobierno respecto al sujeto de la rebelión, el sujeto indígena. Desde la década de los setenta, del siglo pasado, con la masacre del valle (1974) y el despliegue del discurso katarista, pasando a 1990 con la marcha indígena de tierras bajas, y a 2002, con la marcha de tierras bajas y de tierras altas, se da lugar a la constitución del sujeto político indígena, que sustituye al sujeto proletario, que había orientado la historia política desde 1945 hasta la Asamblea Popular (1971), incluso hasta la caída de la UDP (1984) y la marcha minera por la vida (1986). En todo este lapso se produce la construcción política de un sujeto político, en pleno sentido, comprendiendo sus significaciones históricas, políticas y teóricas: el sujeto indígena, que sustituye al sujeto obrero en la interpelación al sistema-mundo capitalista.
Se trata de una revolución indígena descolonizadora —si podemos utilizar la palabra revolución— que significa no solamente la incorporación de las cosmovisiones indígenas, o de los derechos de las naciones y pueblos indígenas originarios en la Constitución, o del criterio de una transición descolonizadora a cargo del Estado plurinacional comunitario y autonómico, sino también significa un modelo alternativo: el sumak kawsay o el suma qamaña, el ñande reko, el ivimarey, traducidos en Bolivia como el vivir bien. Eso significa un modelo alternativo al capitalismo, a la modernidad y al desarrollo.
Eso es lo que se puso en la escena internacional y también se expresó en los discursos del Presidente: que lucharemos por la defensa de los derechos de la Madre Tierra. En Tiquipaya declaramos la guerra al capitalismo y a la modernidad en defensa de la Madre Tierra. Hacemos una conferencia que es una contra-cumbre y decimos que las causas estructurales del cambio climático tienen que ver con el modelo civilizatorio capitalista, moderno y desarrollista. Estas son resoluciones fuertes, firmadas por todos los países de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y vinculantes para el país.
A partir de entonces, el Pacto de Unidad retoma la tarea y formula una ley de la Madre Tierra que recoge las resoluciones de Tiquipaya y plantea una tesis fundamental: no se puede hablar de recursos naturales, pues esto denota la explotación capitalista, la dominación moderna de la naturaleza, convirtiendo en objetos a los seres, que son sujetos múltiples, además de bondades, componentes, ciclos vitales integrados y seres que tienen derechos desde la concepción de la Ley de la Madre Tierra. Ese proyecto de ley está en la Asamblea Legislativa, que hasta ahora no se la ha discutido y promulgado. ¿Por qué? Por una razón que deja en claro el conflicto del TIPNIS. El gobierno se encaminó por el modelo extractivista del capitalismo dependiente, en tanto que la constitución plantea un modelo ideal, el vivir bien, que debe realizarse en la transición transformadora.
El TIPNIS pone en evidencia que en este proceso hay dos proyectos que no se pueden juntar y que ya se están enfrentando. Uno plantea la continuidad del modelo extractivista, capitalista, dependiente y desarrollista; es la continuidad de todo lo que se ha hecho durante los periodos republicanos hasta ahora. El modelo extractivista es un modelo colonial;  el carácter colonial de la geopolítica del sistema-mundo capitalista es reducirnos a exportadores de materias primas. El otro modelo es el postulado por los movimientos indígenas y los movimientos anti-sistémicos contemporáneos, el modelo del vivir bien.
Ambos modelos civilizatorios se enfrentaron en el conflicto del TIPNIS y ha quedado en evidencia que el gobierno escogió por dónde ir: por la ruta del extractivismo.
El modelo que escogió el gobierno, el poder externo y las nuevas alianzas
Hay un código minero como borrador de anteproyecto, que todavía no lo presentó el gobierno a la Asamblea Legislativa, pues no saben cómo van a justificarlo. Se trata de un anteproyecto extractivista que entra en contradicción con la Ley de la Madre Tierra, proyecto que se encuentra en la agenda de la Asamblea Legislativa; así también entra en contradicción con el discurso previo sobre la Madre Tierra, ventilado por el gobierno. Se trata de un código minero que vuelve a la ilusión de la inversión de capitales internacionales, asignando también responsabilidades en la expansión extractivista a la inversión pública,  compartidas con la inversión esperada de las grandes empresas transnacionales.
En el marco de este modelo extractivista, en su estructura efectiva, debemos tener en cuenta las consecuencias de una supuesta nacionalización. El proceso de nacionalización queda inconcluso; esto se constata en el efecto desnacionalizador de los contratos de operación; estos contratos entregaron prácticamente el control técnico a las empresas transnacionales. De este modo, estamos en manos de ellas. Podemos decir que las transnacionales mineras e hidrocarburíferas gobiernan.
La pregunta de ¿quién gobierna? es importante. ¿Quién gobierna cuando estalla el conflicto del TIPNIS? Gobierna la empresa trasnacional brasilera OAS, la empresa con la que se ha acordado la construcción de la carretera depredadora que atraviesa el territorio indígena. Las empresas de ese país están construyendo nuestros caminos y van a construir el ingenio azucarero de San Buenaventura, donde, al parecer, no se plantará caña, sino palma para agrocombustibles. ¿Quién gobierna? Vamos a hacer macro-hidroeléctricas para darle energía a la potencia emergente de Brasil. En el contexto mundial, podemos decir que hay un reacomodo de la estructura del poder mundial con la aparición de las potencias emergentes: México, Brasil, India y, fundamentalmente, la China.
El conflicto por el TIPNIS ha destapado todo esto. En él se enfrenta el proyecto por el que se ha peleado entre 2000 y 2005, que se expresa en la Constitución y proyecto que están defendiendo las naciones y pueblos  indígenas originarios, organizados en el CONAMAQ y la CIDOB.
¿Quiénes están al otro lado del conflicto? Obviamente, el gobierno y todo su aparato, pero además las transnacionales y el gobierno del Brasil. Estamos supeditados a la política de ese país; la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA) es el proyecto hegemónico de ese país, y el TIPNIS está incluido en él.
¿Quiénes más? En pleno conflicto del TIPNIS, Lula viene desesperado a hablar con Evo, luego hay una reunión en Santa Cruz, ¿quién la financia?, ¿quiénes más están ahí? La CAINCO y las “trillizas”: la CSUTCB, las Bartolinas y los Interculturales[52], quienes deberían seguir llamándose colonizadores, pues demostraron no respetar la condición intercultural, sobre todo en el bloqueo de Yucumo[53]. Esa es la nueva alianza, la recomposición de la burguesía, la antigua con los nuevos ricos, vinculados al proyecto hegemónico de la burguesía internacionalizada brasilera.
Hay nuevas alianzas entre quienes apuestan por los proyectos extractivista y desarrollista, por el proyecto cocalero y, lastimosamente, también por el proyecto que podemos llamar de la economía política de la cocaína. Hay alianzas con los agroindustriales de Santa Cruz, que también apuestan por el desarrollismo con la ampliación de la frontera agrícola, y con las transnacionales.
Ese es el frente que se ha abierto. ¿Quién va a ganar? No lo sabemos. ¿Quiénes tienen posibilidades de ganar? Lo sabemos. Pero si se pierde el TIPNIS habrá muerto el proceso. Si no cruza esa carretera por el TIPNIS todavía habrá una posibilidad de reconducir este proceso.
Seguir apostando al extractivismo es apostar por una ilusión
La estructura del Estado de transición tiene una condición plurinacional, una condición comunitaria, una condición autonómica y, obviamente, esto implica una condición intercultural. ¿A dónde apunta todo esto? A una transición transformadora hacia el macro-modelo del vivir bien. Éste es el modelo civilizatorio alternativo al capitalismo, a la modernidad y al desarrollo. Ese es el sentido de la Constitución.
El planteamiento de lo plurinacional ha traído problemas desde un principio. Las críticas han ido en el sentido de que el Estado plurinacional nos desunirá, que cada nación pedirá su autodeterminación y, por lo tanto, nos dividiremos. Eso responde a un miedo o sentimiento que no evalúa claramente el significado de plurinacional.
En relación a la evaluación de la Constitución, sobre todo de su carácter plurinacional, tomaré palabras de Eugenio Raúl Zaffaroni, una autoridad constitucional, así también palabras de Bartolomé Clavero, como de Rubén Martínez Dalmau, constitucionalista que apoyó a la Constituyente; todos ellos coinciden en que estamos hablando de un nuevo constitucionalismo. El nuevo constitucionalismo latinoamericano – que está siendo estudiado en algunas universidades europeas – comienza con la Constitución colombiana de 1991 y continua luego la venezolana, la anterior ecuatoriana, la boliviana y la última Constitución ecuatoriana. Aunque hay un antecedente importante con la experiencia de las construcción de la Constitución brasilera, que se promulga en 1988 y tiene un plebiscito en 1993. Empero dejemos pendiente la discusión del comienzo de este nuevo constitucionalismo, usemos los acuerdos convencionales, por el momento, relativos a la historia del constitucionalismo latinoamericano[54].  
Estas constituciones se diferencian de las europeas y norteamericanas en que, primero, son participativas; segundo, no las hacen los doctorcitos y son ampliamente discutidas; y tercero, son ampulosas: no se reducen a unos cuantos artículos constitucionales, sino a cientos; la Constitución brasileña tiene 245 artículos, la Constitución colombiana tiene 380 artículos con 59 transitorios, la Constitución venezolana tiene 9 títulos, 33 capítulos y 350 artículos, la Constitución ecuatoriana tiene 444 artículos y la Constitución boliviana consta de 411 artículos. Se trata de una nueva forma de pensar la configuración y la conformación de las constituciones, un pensamiento que considera a la Constitución no sólo como una norma de normas, sino como un instrumento que debe permitir transformaciones y resolver los grandes problemas sociales, económicos y políticos heredados. En ese marco también se habla del constitucionalismo andino, fundamentalmente de los casos de Ecuador y Bolivia, sobre todo por la perspectiva civilizatoria del vivir bien.
No se pueden interpretar las constituciones de estos países a partir del derecho y del constitucionalismo, sino que se exigen un pensamiento pluralista y un movimiento deconstructivo de los paradigmas. Por eso se pierden los abogados constitucionalistas tradicionales y terminan interpretando artículos como si tuviéramos que encontrar los artículos claves, cuando se trata de una interpretación integral, desde el espíritu constituyente, es decir, desde el preámbulo.
Por otra parte, la Constitución, en su primer artículo, plantea un “pluralismo político, económico, jurídico, cultural y lingüístico”. Si no somos capaces de pensar pluralmente estamos perdidos. No se podrán interpretar estas constituciones desde visiones universales; hay que pensar pluralmente; esta forma de pensamiento se encuentra en las cosmovisiones indígenas, son animistas e inmanentistas. También podemos encontrar analogías en las teorías de la complejidad. Estas analogías son sorprendentes y plantean un dialogo intercultural de saberes, ancestrales y contemporáneos.
Recogiendo estas características constitucionales y del pensamiento pluralista, podemos decir que, en el proceso en cuestión, estamos planteando una transición post estatal que se mueve en distintos planos: sociales, económicos, políticos, culturales, jurídicos. Esta transición supone el cumplimiento de transformaciones institucionales y estructurales; transformaciones que tienen que venir acompañadas con prácticas políticas participativas. Esto lo establece claramente la Constitución: la definición de un sistema político participativo, en el que se efectúa un ejercicio plural de la democracia; democracia directa, democracia comunitaria y democracia representativa.
El sentido de la democracia participativa se encuentra en la Constitución en el título VI se la Segunda parte, Estructura y organización funcional del Estado, que trata de la participación y el control social. Éste título plantea la construcción colectiva de la decisión política, de la ley y de la gestión pública. Esta práctica política es el eje de realización del Estado plurinacional: una profunda democratización dentro de los códigos de la interculturalidad emancipadora. Eso es, por lo menos, lo que se ha tratado en la Constitución. Podemos ver, haciendo una evaluación somera, que estos objetivos no han sido alcanzados.
Sabemos que hay una concepción de interculturalidad que viene del pluralismo liberal, que arrojó instrumentos importantes como el Convenio 169 de la OIT y la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. Se trata de pluralismo liberal que no hay que descartar, aunque en la constituyente y en la Constitución se trató de ir hacia un pluralismo emancipador y descolonizador.
Entonces, a quienes se preguntan sobre si el Estado plurinacional nos divide o no, les plantearía la siguiente interrogante: ¿No es al revés? ¿Acaso lo que aparentemente nos ha unido, más bien no nos dividió? Esa aparente  unidad del Estado-nación consistió en un proyecto mestizo colonial que invisibilizó nuestra propia pluralidad y diversidad.
Eso no sólo ocurrió en Bolivia o en el sur, en la periferia del sistema-mundo capitalista; también pasó en Europa. Los Estados europeos terminan de constituirse después de sus grandes expansiones coloniales y de la tarea emprendida por sus grandes administraciones extraterritoriales, en el combate a sangre y fuego por el dominio, la conquista y la colonización. Estos estados modernos también luchan por hacer desaparecer las múltiples lenguas practicadas en sus territorios, por imponer la lengua nacional. La colonialidad es una herencia dramática y demoledora, que nos ha afectado a unos y a otros; ha sido un instrumento al servicio de la acumulación de capital. La interpretación histórica adecuada de la conformación de la nación, de la comunidad imaginada, es que es posterior a la conformación del Estado moderno. La interpretación  ideológica es la que supone que el Estado se conforma a partir de la nación, como una continuidad institucional de su existencia. Al respecto las investigaciones de Immanuel Wallerstein son esclarecedoras; a partir del seguimiento de las estructuras de larga duración y de sus ciclos se constata empíricamente que la nación es una construcción estatal. Primero se construye el Estado, y su legitimación ideológica es la invención de la nación; ésta es una comunidad imaginaria.
Las rebeliones del siglo XVIII en Perú, Bolivia y Ecuador se enfrentaron a las formas de dominación colonial. Este es como una matriz de arranque, la configuración inicial de la estructura larga de la rebelión, aunque se hayan dado antes rebeliones mas bien locales, como una especie de anuncio. La historia larga de las rebeliones, esta lucha anticolonial a lo largo de la historia se dio en diferentes contextos; es imprescindible reflexionar sobre ellos y sus diferencias. Por ejemplo, es distinta la situación histórica y política durante la Guerra Federal (1898-1899). En esa ocasión, el guerrero aymara Zárate Willka llegó a un acuerdo con el General liberal Pando en términos de construir un sistema federal; ahí se piensa en un federalismo aymara a partir de un posible nacionalismo aymara. Sin embargo, por miedo al ejército aymara, norteños y sureños, liberales y conservadores o federales y unitarios apresuran un acuerdo que termina con una solución estrambótica: ya no hay federalismo, sino se mantiene el unitarismo; empero, como compensación de consuelo, se da lugar al traslado de la sede de gobierno de la ciudad de Sucre a la ciudad de La Paz. Esos son los límites de la clase política.
Un debate similar se tuvo en la Comisión de Visión de País de la Asamblea Constituyente. ¿Cuál debería ser la configuración del Estado plurinacional? Una de las hipótesis puestas en mesa planteó directamente que  Estado plurinacional no puede ser unitario, tiene que tener la forma de una confederación de naciones. Eso está en los anales de la Asamblea Constituyente y en el informe de minoría de la Comisión, que fue más bien un informe de izquierda y no de derecha como ocurrió en las demás comisiones.
En la Asamblea Constituyente se llegaron a dar este tipo de debates, pero no se los pudo recoger por los mismos miedos de quienes ven con un gran recelo la conformación del Estado plurinacional. También se manifestaron posiciones conservadoras en nuestros compañeros, indígenas y campesinos. Había una especie de terror a que se discuta sobre una confederación de naciones porque el mito de la unidad, del Estado unitario, estaba muy impregnado en ellos.
De esta manera, por inclinación mayoritaria, se llegó a la solución del Estado unitario, social, de derecho plurinacional, comunitario y con autonomías. En relación a esta solución, sin embargo, los problemas de la construcción del Estado plurinacional seguían pendientes; se requería para plasmarlo un nuevo ordenamiento territorial. Al respecto se planteó una acción concreta:
Hagamos un nuevo ordenamiento territorial, ¿cómo vamos a construir el Estado plurinacional si no hay un nuevo ordenamiento territorial? La expresión espacial del Estado-nación es la geografía política de los departamentos. No podemos mantener eso y también tenemos que cambiarla si es un Estado autonómico.
Pero nadie se atrevía a asumir esta tarea, sobre todo por razones de apego localista;   nadie quería que le toquen su cantón o su provincia. Como se ve, las posiciones conservadoras también estaban entre nosotros. Además, las alianzas que se dieron en la Constituyente fueron complicadas; inclusive, algunas compañeras se aliaban a las asambleístas de la derecha en temas como el aborto y las opciones sexuales.
En relación a este prejuicio sobre la unidad, podemos decir que lo plurinacional mas bien nos une más porque expresa de manera coherente, no solamente nuestra diversidad, sino los proyectos civilizatorios latentes. Además expresa una percepción ecológica: hay que pensar lo plurinacional no sólo desde la perspectiva de lo plural cultural o plural civilizatorio, sino también desde la perspectiva territorial: los ecosistemas. La cohesión se construye sobre la base del reconocimiento de las diferencias y la pluralidad, no en abstracto, suponiendo una identidad nacional y una unidad forzada.
Lo plurinacional es una dimensión que plantea otro tipo de cambios en plena crisis del capitalismo, en plena crisis civilizatoria de la modernidad y de estos Estados
En Abya Ayala, la propuesta indígena, que comienza con el levantamiento zapatista y termina con los levantamientos bolivianos, es un planteamiento inquietante que va más allá de las propias propuestas políticas concebidas dentro de los límites de la modernidad.
El planteamiento es trastrocador, tiene consecuencias políticas, no se tata del despliegue enunciativo de unos intelectuales radicales, sino que es un producto participativo del saber colectivo. Estas propuestas han sido construidas colectivamente en congresos y reuniones
Lo interesante de estos planteamientos de transición es que en su formulación y expresión ya desapareció la figura del intelectual de vanguardia, en todo caso sólo es de retaguardia, y también desapareció la figura del partido revolucionario, externo a los movimientos sociales; son sujetos colectivos los que están emergiendo. Si queremos entender el Estado plurinacional, por lo menos deberíamos acercarnos al “pensamiento del sur” propuesto por Boaventura de Sousa Santos, a la sociología de las ausencias, a la sociologías de las emergencias, a la ecología de los saberes y a la ecología de las temporalidades.
Entonces hay que empezar a pensar pluralmente. Ese es el gran desafío y, además, salir del mito de la modernidad, el mito del progreso, del desarrollo. No es posible concebir una evolución al estilo del darwinismo de Spencer, basado todavía en esas insostenibles figuras evolutivas que distinguen lo salvaje, lo bárbaro y lo civilizado.
Ese es un cuento positivista de legitimización de la modernidad, tremendamente cuestionado, no sólo por racista, sino porque no tiene ningún sentido. ¿Por qué? Porque se ha develado que no hay una modernidad, sino muchas. La corriente de la subalternidad hindú lo ha planteado: estamos moviéndonos en una heterogeneidad de modernidades.
El historiador francés Serge Gruzinski, radicado en México, plantea que había otras modernidades posibles. Esa otra modernidad la que construían España y Portugal, de alguna manera en connivencia con las noblezas indígenas, aztecas, incas y de otras regiones de Abya Ayala. Era una modernidad que articulaba a la China y a la India, amarradas por circuitos navegantes y por  entrelazamientos interculturales, también por misiones religiosas, como la de los jesuitas. Desde el punto de vista cultural y religioso, era una modernidad que articulaba a La Nueva España, es decir el actual México, a los circuitos de un mundo y una modernidad barroca. Esta otra modernidad se clausuro abruptamente  ante la emergencia de otra modernidad que va disputar la hegemonía mundial, una modernidad vertiginosa que se configura a partir de la revolución industrial inglesa.
Esas modernidades heterogéneas se expresan en los diarios náhuatl de nobles indígenas que empiezan a escribir desde una perspectiva de mundo, difundiendo una nueva versión del renacimiento, ahora indígena, con una comprensión diferente de la modernidad y del mundo.
El debate sobre la modernidad es amplio y complejo. De todas maneras, es aconsejable  dejar de creer que estamos moviéndonos sólo en nuestras localidades, en nuestro sitio circunscrito; no hay eso desde la Colonia. Desde esa época estamos atravesados por procesos absorbentes problemáticos: nos hemos reconstituido de una manera barroca, y lo indígena ha adquirido un carácter de resistencia, pero esta reinvención de lo indígena se hace en este espacio de la modernidad.
Inicialmente, hay una invención del indio desde la perspectiva de los conquistadores. Éstos tienen que llamar indígena al nacido en el lugar, a toda esa multiplicidad de pueblos y culturas, de civilizaciones y territorialidades, que habitaba el continente, el Abya Yala. Lo curioso es que en realidad los indígenas en Europa eran los nobles por herencia. Aquí, ese concepto se invierte de acuerdo a los términos impuestos de la dominación colonial. Una vez homogeneizados como indígenas las múltiples y diversas sociedades, pueblos y poblaciones del continente, una vez vivida la experiencia de la descalificación y la discriminación, lo indio, lo indígena, es recuperado políticamente, reivindicado y valorizado en la guerra anticolonial y descolonizadora.  Es como dice Franz Fanon en Los condenados de la tierra: La violencia cristalizada en mis huesos se revierte contra el dominador.
Hay una reinvención para actualizar utopías no realizadas, pero sobre todo para inventar un mundo emancipado. La propuesta indígena en el continente, en los Andes, no puede resolverse sólo en la región, menos en un solo país; estamos obligados a que sea una propuesta con características mundiales. Es esto precisamente lo que ha ocurrido en Tiquipaya; e esto lo que se ha planteado en la conferencia de los pueblos. Allá se ha convocado a una internacional de los pueblos en defensa de la Madre Tierra, contra el capitalismo y la modernidad.
La discusión sobre los modelos de desarrollo, sobre los modelos alternativos, se da en el ámbito latinoamericano de las ciencias de vanguardia, más que en las ciencias académicas.
Las preguntas sobre el desarrollo, sobre desarrollo alternativo y alternativas al desarrollo no se pueden responder desde el supuesto positivo del desarrollismo. Los marxistas latinoamericanos de los años 60 ya habían dicho que el desarrollo produce subdesarrollo y éste produce una dependencia de la que hay que salir. Entonces, seguir creyendo en el desarrollo extractivista es seguir cavando en lo mismo, seguir constituyéndonos en esa dependencia y reproduciendo constantemente el subdesarrollo. Ese es un absurdo.
La respuesta está en nuestra Constitución y es muy clara: la complementariedad articulada e integrada de la economía plural que avanza en la perspectiva de la economía social y comunitaria. Ésta tiene que avanzar, fundamentalmente, a partir de una articulación complementaria entre las distintas formas de organización económica: la comunitaria, la privada y la estatal. Pero integradas hacia un fin y ese fin tiene que ser la economía social y comunitaria con la perspectiva del vivir bien. Eso plantea una transición. Obviamente, de la noche a la mañana no saldremos del extractivismo, pero hay que empezar a salir porque si no estaremos perdidos en el círculo vicioso de la dependencia y el sometimiento.
Así, cuando nos preguntan de dónde vamos a sacar la plata para la salud y la educación, es absurda la respuesta de que tenemos que seguir apostando por el extractivismo. ¿No se dan cuenta de que no somos nosotros quienes verdaderamente ganamos?
Como dice Sergio Almaraz Paz: Aquí, en las periferias del sistema-mundo capitalista quedan los cementerios mineros, aquí quedan los huecos que dejan las explotaciones extractivistas. Aquí no queda la ganancia; unos pocos ganarán: grupos de la burguesía intermediaria, los que están en el gobierno y se han hecho cargo del Estado. Quizás parte del derrame de todo esto vaya al Tesoro General de la Nación y a las burguesías intermediarias. Quienes se llevan el gran pedazo de la torta, quienes ganan realmente son los que controlan los monopolios financieros, los que controlan la acumulación de capital.
Seguir apostando al modelo extractivista es una locura, es apostar a la ilusión. No tiene sentido. ¿Cómo salir de eso? Hay que salir del modelo extractivista, apostar por otro modelo energético alternativo, por la soberanía alimentaria, que tiene que ver con la reproducción de la vida humana. Y eso significa, fundamentalmente, resolver los gigantescos problemas que se manifiestan en el mundo.
Es indispensable la armonía con los seres y los ciclos vitales integrales de la Madre Tierra. Si no, estamos perdidos. Hay que recordar que estos temas se plantearon en la escuela marxista de Frankfurt; esta corriente crítica quiso superar los límites del horizonte de experiencia de Marx. Adorno y Horkheimer encontraron que Marx se había limitado a un horizonte, el de la revolución industrial inglesa; esta limitación lo llevó a creer que era suficiente una crítica a la economía política. En realidad es indispensable una crítica a la matriz de la economía política capitalista, es indispensable una crítica a la modernidad. La modernidad produjo mitos como el progreso y que se puede dominar a la naturaleza.
A propósito de la separación entre sociedad y naturaleza, que se produce en la modernidad, el concepto de naturaleza es un invento moderno que supone precisamente  una separación dominante, la separación entre sociedad y naturaleza. Desde una perspectiva ecológica, no hay tal separación, nosotros formamos parte del gran oikos, del gran hogar,  y si destruimos nuestro hogar nos estamos destruyendo a nosotros mismos. En comparación, la propuesta más civilizatoria es la del vivir bien en contraposición con un proyecto destructivo, desforestador y depredador que es el capitalismo.
Notas sobre el pluralismo jurídico
Cuando hablamos de derechos no podemos olvidarnos de que todas las generaciones de derechos se basan en el presupuesto de la igualdad. Desde la declaración de los derechos del hombre hasta la declaración de los derechos humanos tenemos el desarrollo legislativo de este presupuesto de la igualdad. Los derechos de primera generación, los derechos individuales, civiles y políticos; los derechos de segunda generación, los derechos sociales, los derechos de los trabajadores; los derechos de tercera generación, los derechos colectivos, los derechos comunitarios y de los pueblos indígenas; y los derechos de cuarta generación, los derechos de la madre tierra, de los seres y ciclos vitales; todos ellos suponen el principio y el concepto de igualdad. Hablamos del despliegue de la igualdad en distintos contextos históricos, políticos y culturales; hablamos de diferentes sujetos, individuales, sociales, colectivos y seres componentes de la madre tierra. No podríamos hablar de esta diferencia, de la comparación de esta diferencia, de la pluralidad y del respeto a la diversidad, sin contar con el concepto de igualdad. En este sentido, se podría decir que la historia de los derechos corresponde a la historia de las luchas y la ampliación de derechos en la modernidad, a pesar de la historia contradictoria, dramática, colonial, de explotación capitalista, dada en la conformación de la modernidad, a pesar que se haya tenido que arrancarle a la modernidad los derechos colectivos y los derechos de la madre tierra, luchando contra la hegemonía cultural e ideológica de la transvaloración universal de los valores.
Cuando hablamos de pluralismo jurídico, de administración de justicia indígena originaria, también lo hacemos suponiendo la heterogeneidad de las modernidades, la hibridez de sus conformaciones y configuraciones. Se trata de formas administrativas de justicia distintas, diferentes, que se mueven bajo otros valores, otra ética, otra lógica, que son arrancadas al sistema de la administración de justicia imperante, de corte liberal. Cuando hablamos de normas y procedimientos propios lo hacemos desde la actualización de prácticas ancestrales, retomadas en el presente, en mezcla, en sincretismo, en simbiosis con prácticas que se han venido cristalizando desde la colonia, pasando a los periodos republicanos, con sus deformaciones modernizadoras. Cuando hablamos de instituciones propias, nos referimos a estructuras y organizaciones comunitarias resistentes a la desterritorialización y a la descohesión comunitaria. Esta propiedad de las instituciones ancestrales es recuperada, actualizada, en forma de sistemas comunitarios dinámicos, que también interpretan sus contornos. Estas instituciones viven las exigencias de la contemporaneidad, resisten y dan respuestas a las fuerzas de la modernidad. El derecho a la interculturalidad, el derecho a la existencia, el derecho a mantener su propiedad ancestral, forma parte del entrelazamiento cultural, pero también de proyectos políticos alternativos.
¿Cómo entender lo de la jurisdicción indígena originaria campesina de la Constitución boliviana? ¿Cómo entender la Ley de deslinde jurisdiccional? Para efectos de su comprensión no podemos desligarnos del contexto dibujado más arriba; la jurisdicción indígena originaria campesina forma parte de las conquistas del proceso constituyente, que tiene como contenido estratégico la tarea inmensa de la descolonización. La Constitución boliviana contempla tres jurisdicciones: la jurisdicción ordinaria, la jurisdicción ambiental y la jurisdicción indígena originaria campesina. En concreto este es el pluralismo jurídico del que se habla constitucionalmente. Por lo tanto un problema fundamental va a ser el deslinde de las jurisdicciones. De cómo se haga este deslinde va a depender la apertura al pluralismo o su clausura, la creación de espacios diferentes y alterativos que permitan la recreación de otras formas y contenidos de expresión, de otras materialidades prácticas y de otros substratos ético-culturales. Esta tarea de deslinde era una gran oportunidad para lograr una complementariedad abierta entre las jurisdicciones y permitir la expansión de las formas de expresión y formas de administración de justicia alternativas a la jurisdicción ordinaria; empero esta tarea se la ha culminado rápidamente sin responder a la demanda de discusión, de reflexión, de crítica y de análisis descolonizador. A pesar de haber consultado a las organizaciones y pueblos indígenas, se ha desechado los aportes de la participación, prefiriéndose el consejo del gremio de abogados que ha cerrado filas contra cualquier apertura. Por eso se tiene una norma que norma los procedimientos propios de las naciones y pueblos indígenas; lo que implica una violación de los derechos de las naciones y pueblos indígenas originarios. La Ley de deslinde jurídico termina arrinconando a la jurisdicción indígena originaria campesina dejándola en un espacio tan restringido que prácticamente no le queda materia importante de administración de justicia. Después de esta Ley la jurisdicción indígena originaria campesina termina supeditada a la jurisdicción ordinaria y al sistema de justicia hegemónico, que sigue siendo el liberal.
A propósito de esta reducción, de esta supeditación, de esta re-colonización es indispensable hacer un balance de lo sucedido, buscando visualizar las fuerzas, la correlación de fuerzas, las estructuras de poder, los intereses preponderantes, que impiden avanzar en el tratamiento abierto y emancipador de estos temas primordiales. En tal sentido trataremos de lanzar algunas apreciaciones sobre el estado de la cuestión y el estado de fuerzas que han empujado a una solución tan pobre y represora como la Ley de deslinde jurisdiccional.
Para comenzar una pregunta: ¿cuál es la situación de las prácticas, del esquema de comportamientos, de las estructuras, de las concepciones inherentes de la efectuación de la administración de justicia de acuerdo a normas y procedimientos propios en las comunidades? ¿Cuál es el mapa diferencial de estas prácticas tanto en las comunidades llamadas originarias y las comunidades campesinas? Esta información es indispensable para contar con una base material social y cultural en cuanto respecta a las posibilidades de realización misma de la jurisdicción indígena originario campesina.
Una revisión de lo que ocurre en el Altiplano arroja luz sobre el estado y situación de la justicia comunitaria. Para tal efecto tomaremos como fuente los resultados de la investigación del equipo de la Fundación Diálogo, dirigida por el antropólogo Ramiro Molina. El área de estudio se sitúa en las jurisdicciones indígenas de Achacachi, Carabuco, Sicasica y Viacha. El estudio nos dice que el sistema de autoridades se basa en la forma de organización sindical, aunque se combina con la forma de organización del ayllu. A lo largo de la historia se notan dos tendencias; desde la década de los cincuenta, sobre todo después de la revolución nacional y la reforma agraria, la tendencia de la organización rural va a ser la de la forma del sindicato. Desde las décadas de los ochenta y noventa la tendencia a la recuperación de la forma de organización del ayllu va a ser notoria. Esto quizás se deba a la irrupción del movimiento katarista, al proyecto político y cultural descolonizador, también al trabajo de movimiento indianista, así como también, de una manera concreta al trabajo del Taller de Historia Oral. Lo que se va a notar desde un principio es la diferencia de las formas de organización y las diferentes combinaciones entre ayllus y sindicatos.
En Achacachi las comunidades tienen en la base como autoridades al secretario general y su directiva, secretarios de relaciones, de justicia y de actas. En las subcentrales cantonales se tiene como autoridades al Secretario General Sub Central Cantonal  y su directiva. En la primera sección de la provincia, Achacachi, se tiene como autoridad al Secretario Ejecutivo Cantonal y su directiva. En cambio en Carabuco contamos con una combinación entre autoridades originarias y autoridades sindicales. Se tiene en la base como autoridad al Jilkata y segunda hacienda, también se tiene al Secretario General y su directiva. Como se puede ver tenemos a las comunidades organizadas en ayllus y sindicatos. Los cinco cantones de Carabuco tienen una central agraria por cada cantón. En Sica Sica también tenemos una combinación de autoridades, empero esta vez la forma de organización de las autoridades originarias atraviesa toda la estructura organizativa. En el ayllu se tiene como autoridades al Secretario General y su directiva, en los trece cantones se tiene a un Subcentral por cantones, también a un Jiliri Mallku, a un Sulka Mallku y a un Jilacata, así también se tiene a una autoridad política, que es el corregidor y agente cantonal. En el nivel del municipio se tiene como autoridad a la Central Agraria, en el nivel provincial al Ejecutivo Provincial. En Viacha se nota la presencia organizativa del ayllu; en la saya, en la comunidad se tiene como autoridad al Jiliri Mallku, al Sulka Mallku, al Jalja Mallku, que es la justicia, al Kelka Mallku, a los Kamanis Yati Kamani, al Yapu Uywa Kamani, a los Anat Kamani Chasqui, que son los vocales. En los nueve ayllus se tiene como autoridad a los subcentrales, donde funge el Jiliri Mallku del ayllu; después se tienen a la markas o cantones, donde funge el Jach’a Mallku; por último tenemos al Suyu o Provincia Ingavi, donde funge el Jiliri Jach’a Mallku del Suyu, acompañado por el Jiliri Jach’a Sullka Mallku, Jiliri Jach’a Jalja Mallku, que es la justicia, también al Jiliri Jach’a Kelka Mallku, y a los Kamani de educación, de agricultura y deportes.
¿Qué nos muestra esta forma organizativa combinada? Las formas organizativas campesinas y comunitarias están atravesadas y cruzadas por estratificaciones y estructuras organizativas ancestrales y modernas, afectadas ciertamente por los periodos coloniales, así como los acontecimientos de los periodos republicanos. Empero, tenemos también a una forma sindicato que tiene como matriz a la forma ayllu; entonces la misma forma sindicato es un devenir sindicato desde el devenir ayllu. Lo mismo ocurre al revés, el sindicato ha afectado a la forma ayllu, lo ha condicionado a las lógicas de las estructuras organizativas del sindicato. Las formas de representación de ambas formas de organización también se ven entremezcladas. Esto no solamente afecta a la representación en lo que tiene que ver a la delegación comunitaria, sino también afecta a las prácticas, a la toma de decisiones, así como a las ceremonias. Esta figura de por sí compleja, se complica más con la presencia de las llamadas autoridades políticas, que representan al Estado. Todo esto, todo este mapa, se hace sugerente cuando se trata de comprender el funcionamiento de la administración de justicia.
En el documento de sistematización de la investigación sobre justicia comunitaria se escribe que la muestra del poder que tienen las autoridades originarias es el uso del chicote. En las sayas estudiadas, el chicote es utilizado por las autoridades en las fiestas patrias y en las fiestas de comunidades. Las autoridades utilizan el chicote desde que asumen el cargo hasta que por rotación deben transferirlo[55]. El símbolo de autoridad es entonces el chicote, pero también el pocho, cuyo color depende de la región, así también se lleva un sombrero de ala ancha. En el documento de sistematización se anota que aparte del Jiliri Mallku (máxima autoridad originaria), los representantes que más intervienen en la justicia comunitaria, desde la recepción de las denuncias, la investigación y la sanción, son los jaljas mallkus. A nivel de la saya se tiene al Jalja Mallku, el Jalja Mallku del Ayllu, a nivel de la marka el Jalja Jach’a Mallku y a nivel del Suyu el Jiliri Jach’a Jalja Mallku[56]. Sin embargo, no son todas las autoridades que intervienen en la administración de justicia; además de las autoridades originarias intervienen también en la administración de justicia comunitaria otras como el Kama Amauta, sabio, cuya ocupación es la de regularizar con los jaljas mallkus los procesos que deben ejercer los casos denunciados[57]. Los kama amautas son cargos a nivel de la marka, así mismo se tiene compartiendo a este nivel al corregidor, autoridad política que intercede en los conflictos que son transferidos desde el ayllu hacia la marka[58]. Es el mismo caso del Agente Cantonal quien interviene en los conflictos transferidos por la saya al ayllu.
Una anotación de la sistematización hay que retener:
Es importante hacer notar que indistintamente del tipo de organización sociopolítica, las autoridades descritas cumplen varias funciones, entre ellas, las políticas y religiosas ceremoniales, al mismo tiempo las jurídicas, como parte del sistema de turnos. Por otra parte, es necesario resaltar el grado de legitimidad que tienen estas autoridades, por lo cual se cumplen los requisitos mínimos que hacen del sistema jurídico, no solamente vigente por la presencia de autoridades sino por su poder coercitivo, altamente legítima y base fundamental de las estructuras organizativas comunitarias[59].
Hablamos entonces de autoridades polifuncionales; no estamos ante la especialidad de funciones y la individualización de los responsables, no estamos ante la autonomización del espacio administrativo de justicia de otros espacios como el político y económico, como es el caso de la institucionalidad moderna.  Las autoridades comunales ocupan varias funciones, son responsables de varias funciones; su autoridad moral las unge como autoridades polifuncionales. Esto nos muestra que las esferas sociales, económicas, culturales y políticas no están separadas. Una buena administración de justicia responde a un manejo integral de los problemas, de los conflictos, de las transgresiones a las normas y procedimientos propios comunitarios. Es entonces la autoridad moral y la representación comunitaria la que avala y sostiene estas funciones articuladas. Además se cuenta con el Amauta para atender el seguimiento a los procedimientos y también consejos de índole “espiritual”. Esta figura transversal repite el ciclo y el taki, el camino que tienen que seguir los jaque, los alguien, los adultos, la pareja chacha-warmi. La tarea de las autoridades de justicia comunitaria es armonizar; resolver los problemas, los conflictos, los casos de transgresiones a la norma comunitaria, armonizando, buscando la armonización y el retorno al equilibrio. Este es el sustrato de la administración de justicia comunitaria. Empero, como se puede ver, este sustrato ha sido afectado por las otras formas de administración de justicia, por la forma de administración de justicia ordinaria, liberal, vigente formalmente en el país; también ha sido afectada por las formas y prácticas de la institucionalidad política del Estado. En este sentido se pueden observar mezclas, entrelazamientos, combinaciones, que terminan incidiendo en las propias prácticas de la administración de justicia comunitaria.
A propósito de esta problemática, del entrelazamiento de formas institucionales, de estructuras y de formas administrativas, debemos preguntarnos qué significa el deslinde, ¿qué debe hacer una ley de deslinde jurídico? ¿Qué hay que deslindar? ¿Separar competencias? ¿Distinguir campos de dominio? ¿Defender a la forma de administración de justicia dominante, la liberal? ¿Potenciar la forma de justicia comunitaria, comunal, la jurisdicción indígena originario campesina? ¿Cuál es la tarea de una ley de deslinde jurisdiccional en el contexto de la construcción del Estado plurinacional comunitario y autonómico? Estas son las preguntas a las que tenemos que responder ante el asombro de leer una ley de deslinde jurisdiccional promulgada por  el gobierno de Evo Morales Ayma, una ley de deslinde que ha optado por defender la administración de justicia liberal, recomponiendo su dominio en todos los terrenos, incluso avasallando los campos de dominio de la jurisdicción comunitaria.
¿Qué quiere decir deslinde? Deslinde, acción de deslindar, que quiere decir señalar, distinguir los términos de un lugar, aclarar una cosa para que no haya confusión ni equivocación en ella. Es  interesante relacionar esta palabra con otra, desliar, que quiere decir deshacer el lío, desatar lo liado, separar los lías del mosto. También podemos relacionarla con la palabra desligar, que quiere decir desatar, soltar las ligaduras, desenmarañar y desenredar una cosa no material, así también, en otros contextos, absolver de las censuras eclesiásticas, dispensar de la obligación contraída, picar, hacer sonar las notas con una breve pausa entre ellas[60]. Empero interesa sobre todo relacionar con el sentido de deslinde en lo que tiene que ver con los linderos, con la necesidad de delimitar los alcances y límites de los linderos, pleitos numerosos, que obligaron a la acción de deslinde, donde intervienen autoridades para solucionar los pleitos de linderos. Quizás sea este el referente más interesante en lo que respecta al deslinde jurisdiccional. Los linderos son límites dominios de propiedad, limitan, señalan, el alcance de estos dominios, son marcas que distinguen las fronteras de propiedad, si se puede hablar así. El deslinde jurisdiccional tiene que ver con la delimitación de los alcances del dominio jurisdiccional de las formas de administración de justicia; en este caso distinguir los alcances y el dominio de la jurisdicción indígena originaria campesina de la jurisdicción ordinaria; también podría suceder en lo que respecta a la jurisdicción ambiental. Empero el problema radica aquí de saber en qué contexto hablamos, en qué nivel hablamos, local, comunitario, regional. Esto es importante pues las competencias de las jurisdicciones pueden variar dependiendo del lugar, de si es local o regional, como hemos podido ver en lo que respecta a la organización de la administración de justicia comunitaria en el Altiplano. Hasta la fecha de la ley de deslinde la competencia de la administración de justicia sobre temas de tierras era un atributo de las autoridades originarias y de las autoridades sindicales en el nivel comunal; se puede decir incluso que dependiendo de los casos también a nivel regional. Esta competencia la habrían perdido con la Ley promulgada.
Por otra parte, no sólo se trata de comprender los distintos niveles de la jurisdicción indígena originario campesina y por lo tanto concebir acciones de deslindes múltiples en los distintos planos de concurrencia; de lo que se trata es de potenciar la administración de justicia comunitaria, la jurisdicción indígena originario campesina en los distintos niveles y planos. Este potenciamiento es adecuado a la construcción del Estado plurinacional comunitario y autonómico.  De lo que se trataba no era de restringir sino de avanzar, reforzar, expandir, reconstituir la posibilidad de una administración de justicia complementaria e integrada, teniendo como uno de sus ejes a la jurisdicción indígena originario campesina. De lo que se trata es de enriquecer y ampliar las formas de administración de justicia logrando avanzar en una concepción intercultural, plurinacional y comunitaria. Empero, la Asamblea Legislativa Plurinacional se ha desentendido de estas tareas y ha preferido retroceder restaurando mas bien los alcances de la jurisdicción ordinaria, invadiendo incluso los dominios de la competencia comunitaria.
Gestión pública e interculturalidad
Uno de los temas más inquietantes con la transformación estatal tiene que ver con la gestión pública, el conjunto de instrumentos y acciones encaminadas a realizar las políticas públicas. Herederos de la gestión pública liberar y de las reformas de modernización del Estado, se tiene la tarea imperiosa de transformar el Estado, de construir el Estado plurinacional comunitario y autonómico, por lo tanto de realizar transformaciones institucionales que sean la base del nuevo Estado o del Estado en transición. En este contexto y teniendo en cuenta la Constitución política del Estado se ha discutido por ocho meses a la cabeza del Ministerio de Economía y Finanzas el Anteproyecto de Ley de Gestión Pública Plurinacional Comunitaria e Intercultural. En el presente ensayo vamos a detenernos en el análisis de esta propuesta, sobre todo teniendo en cuenta los alcances de las transformaciones institucionales exigidas por la Constitución.
Un primer punto en la elaboración del anteproyecto de ley de gestión pública es el concepto de gestión pública. En relación a la construcción del nuevo Estado se requería prioritariamente una nueva concepción de la gestión que no solamente escape a los moldes de la gestión pública liberal, incluso neoliberal, si consideramos la última reforma de modernización del Estado. ¿Qué tipo de gestión exige la Constitución? Esta es la pregunta insistente a la que se ha buscado responder con la propuesta de gestión pública articulada a la condición plurinacional, a la condición comunitaria y a la condición intercultural. Estos son los tres ejes de la gestión pública del nuevo Estado. Ahora bien, qué significa articular estos tres ejes en la gestión pública.
La condición plurinacional exige transformaciones pluralistas del Estado, esto equivale a salir de la homogeneidad institucional moderna y adentrarse en el pluralismo institucional, que a su vez implicaba conformar un pluralismo administrativo, un pluralismo normativo y un pluralismo de gestiones, incorporando la institucionalidad indígena originaria campesina a la institucionalidad del Estado. Esta tarea significa la conformación de una arquitectura compleja que comprenda distintas formas institucionales, que articule distintas formas institucionales, las mismas que logren sistematizar las formas de gestión de las naciones y pueblos, de las comunidades y de las sociedades que constituyen a la formación económica-social-cultural de Bolivia. El pluralismo institucional se convierte en la base material del Estado plurinacional.
La condición comunitaria exige la irradiación de la forma institucional y de gestión de las comunidades en el Estado. Sobre todo se busca asumir la gestión comunitaria como forma de gestión alternativa a las formas de gestión liberales, especialistas y separadas de la sociedad. Ciertamente estas formas de gestión son persistentes en el área rural, entonces no se trata solamente de reconocer, si se puede hablar así, institucionalizar, las formas de gestión comunitarias, sino también de irradiar en el Estado la gestión comunitaria. No hay que olvidar que se trata de un Estado comunitario, el que define claramente la Constitución, además de un Estado plurinacional. La condición comunitaria rompe con la separación entre la esfera pública y la esfera privada, nos muestra claramente que hay una esfera comunitaria donde lo público y lo privado desaparecen y dan lugar a la participación plena de lo común.
 La condición intercultural plantea uno de los desafíos más importantes de la transformación estatal, que obviamente no se resume al reconocimiento y circulación de las lenguas y que va más allá del entrelazamiento e interpretación cultural, de la convivencia cultural. En términos institucionales significa conformar condiciones institucionales para el ejercicio pleno de la intra-inter-transculturalidad. Esta tarea va más allá del aprendizaje de las lenguas, incluso de su circulación simbólica y práctica, pues se trata del potenciamiento y la realización de la diversidad cultural, de su intercambio, interpretación y entrelazamiento en igualdad de condiciones.
Desde la perspectiva de la articulación de los ejes plurinacional, comunitario e intercultural en la gestión, se trata de efectuar transformaciones pluralistas, transformaciones comunitarias y transformaciones interculturales de los instrumentos de la gestión. Todo esto significa también hacer las transformaciones participativas de los instrumentos de la gestión, tal como exige la Constitución. El sistema de gobierno de la democracia participativa, del ejercicio plural de la democracia, directa, representativa y comunitaria, exige la gestión participativa. En el título sobre participación y control social de la Constitución se establece la construcción colectiva de la gestión pública, esto es la participación en todos los niveles de la gestión.
Una vez hecho esto, una vez definido el concepto gestión pública plurinacional, comunitaria e intercultural, la tarea es transformar los instrumentos de la gestión, la planificación, la ejecución, el seguimiento y la evaluación. La tarea más difícil es esta, pues aquí radica el cambio de gestión; en la materialidad institucional, en la materialidad de las prácticas institucionales, es dónde realmente cambia la gestión. La clave en esta transformación práctica se encuentra en dos formas de desplazamiento de la gestión; uno tiene que ver con la búsqueda del impacto de la gestión. No concebir la gestión por la administración de la norma, del cumplimiento de la norma, tampoco por el logro de los resultados, sino por el impacto. Concebir la gestión como un instrumento de transformación. La otra forma de desplazamiento radicaba en la transformación pluralista, comunitaria y participativa de los instrumentos de la gestión. Se trata de realizar la planificación integral y participativa, tal como establece la Constitución, así como cumplir con el presupuesto participativo. Lo mismo pasa con la ejecución, la misma que debe ser participativa y con control social. El seguimiento forma parte del control social y la evaluación debe ser integral, teniendo el impacto y el cambio logrado, comprendiendo el control y la participación social. Por lo tanto estos desplazamientos transformaban en la práctica los instrumentos de la gestión.
El anteproyecto de ley de gestión pública plantea dos medios para incursionar en la trasformación de la gestión pública; una es la Escuela de Gestión Pública, que debería hacerse cargo no solo de la formación de los servidores públicos en el nuevo concepto de la gestión de todos los gobiernos, desde el nivel central hasta los niveles autonómicos, sino también debería formar a los que van hacer de control social y van a ejercer la participación social. La escuela de Gestión Pública formaría parte una revolución cultural, que tiene como tarea la transformación de los comportamientos, de las conductas y de las prácticas. Claro que también de las prácticas. Otro medio de transformación de la gestión es la conformación del gobierno electrónico, que vendría a ser un gobierno paralelo. El gobierno electrónico tiene como tarea no sólo el acceso abierto a la información sino precisamente hacer efectiva la participación y la construcción de las decisiones colectivas.
Estos medios, la Escuela de Gestión Pública y el gobierno electrónico, y los ejes de la gestión, la condición plurinacional, la condición comunitaria y la condición intercultural, no podrían lograr las transformaciones de la gestión pública si es que no hay movilización. Es indispensable para el despliegue y la realización de la revolución cultural la movilización, la participación de todos en las transformaciones en la transición. La construcción del Estado plurinacional comunitario y autonómico no se realiza sin movilización popular. Las transformaciones no son tareas de funcionarios sino de movimientos sociales antisistémicos.
Uno de los temas importantes a dilucidar para comprender estos planteamientos tiene que ver con la crítica al Estado liberal, a la forma del Estado liberar, conformado como Estado-nación, sobre todo en lo que tiene que ver con la separación entre Estado y sociedad. Esta separación que corresponde a una gran división del trabajo entre los que gobiernan y los gobernados. La nueva relación se encamina por la ruptura de esta separación, por reintegrar el Estado a la sociedad, por convertirlo en un instrumento de la sociedad y al servicio de la sociedad. Hablamos entonces de una sociedad integral, que ha recuperado sus funciones de autogobierno y autodeterminación en un proceso democrático sin precedentes, profundizando y ampliando el ejercicio de la democracia. Haciendo efectivamente posible el gobierno del pueblo.
Ahora bien, la gestión pública plurinacional comunitaria e intercultural tiene que incorporar la gestión autonómica, en todos sus niveles, comprendiendo su potestad gubernativa y su potestad legislativa, además de la potestad jurídica para las autonomías indígenas originarias. En este terreno autonómico ciertamente es importante comprender la gestión comunitaria de las autonomías indígenas de acuerdo a sus normas y procedimientos propios, de acuerdo a su institucionalidad propia, cosmovisiones propias y gestión territorial, ambiental y beneficio exclusivo de los recursos naturales renovables.
Como se podrá ver, asistimos al desafío de la transformación de la gestión pública en múltiples niveles. La apertura a esta complejidad se beneficia con la ampliación y profundización de la democracia, con la viabilización de las emancipaciones y los alcances mayores de las libertades y la realización de los derechos. Sobre todo es importante esta transformación pluralista de la gestión por la apertura y la invención de nuevas formas de gubernamentalidad, que no son la de la razón de Estado, la liberal y la neo-liberal, sino la gubernamentalidad de las multitudes.
Ciertamente hay temas más técnicos que tienen que ver con los procedimientos y las rendiciones de cuentas, procedimientos y rendición que se tiene que hacer en el contexto de la participación social. La rendición de cuentas debe ser abierta y a la sociedad, debe ser transparente y debe responder a los compromisos con la transformación no solo institucional sino también de la realidad social. Ahora bien los procedimientos son múltiples y variados, dependiendo de lo que se trata, de las políticas y de las tareas, de las funciones, de los controles y las operaciones. Este tópico de los procedimientos no se lo puede resolver en el anteproyecto de ley, tiene que ser tratado en las reglamentaciones y atendiendo a las problemáticas concretas.
Hay otros dos temas más que contempla el anteproyecto de ley y que vale la pena mencionarlos; uno es el que tiene que ver con la gestión de las empresas públicas y el otro tema es el del presupuesto y la contabilidad. En lo que respecta a las empresas públicas la Constitución establece la necesidad que el Estado participe en toda la cadena productiva e incursione decididamente en la transformación del modelo económico, hoy por hoy primario exportador, es decir, modelo extractivista. La Constitución prohíbe taxativamente exportar materias primas. El Estado entonces debe plantearse la industrialización de los recursos naturales. Las empresas públicas deben cumplir con esta tarea, aunque también se comprende la conformación de empresas públicas de servicios. En ambos casos el Estado se mueve con los recursos naturales declarados estratégicos y destinados al vivir bien. El papel del Estado se encuentra en el contexto de la parte constitucional que titula Organización Económica del Estado, parte que define la finalidad de construir una economía social y comunitaria, además de entrar en armonía con la naturaleza, de garantizar la biodiversidad, los equilibrios ecológicos, los usos limpios de la energía. Entonces, como se ve, asistimos también a una nueva concepción de empresas públicas, que ya no son aquellas que formaron parte del proyecto de sustitución de importaciones, en la intención de la revolución industrial, sino aquellas que deben crear una transición al Vivir Bien respondiendo a las demandas del mercado interno, quizás incluso al proyecto de una segunda revolución industrial digital-cibernética. Esto equivale a desplazarse a una nueva concepción de la gestión de las empresas públicas. Algo que no se hizo en el anteproyecto de ley en consideración.
Hablando de las transformaciones de la gestión pública también el anteproyecto toca un tema neurálgico, el tema del presupuesto, que quizás es uno de los más importantes desde el punto de vista de la condición material económica de la realización de la gestión misma. Este es el lugar más importante pues se decide la disponibilidad de los recursos para el funcionamiento del Estado. Dependiendo del tamaño del presupuesto, de su composición, se determina el carácter mismo del funcionamiento del Estado y el carácter de su reproducción. En la transición hacia un Estado plurinacional comunitario y autonómico, la decisión sobre la estructura de presupuesto es decisiva pues determina la dirección misma de los recursos. En el anteproyecto el tratamiento de este tema también es uno de los más conservadores. Se sigue manteniendo los criterios centralistas heredados del presupuesto, no se avanza en el presupuesto participativo, por lo tanto tampoco se viabilizan aperturas para avanzar en esta perspectiva.
Lo mismo ocurre con un tema íntimamente vinculado al presupuesto que es el de la contabilidad, el de las llamadas las cuentas nacionales. También ocurre lo mismo; el Ministerio de Economía y Finanzas Públicas no ha querido ceder estas herramientas imprescindibles, herramientas que son claves en la configuración de una estructura de poder en el mismo gobierno.
Ambos temas deben ser discutidos y ventilados abiertamente, el del presupuesto participativo y el de las cuentas nacionales, sobre todo cuando se trata de transformar, de orientar las políticas en el sentido de la transformación, más aún cuando se trata de transformaciones que se orientan a abrir un horizonte pos-capitalista.
Hasta aquí una evaluación del anteproyecto de ley de gestión pública, el mismo que ha quedado pendiente, pues nunca se lo presentó al gabinete para su consideración. En adelante nos concentraremos en la problemática intercultural, que el mismo anteproyecto aborda como un eje primordial de la nueva gestión pública.
Gestión intercultural
Haciendo una evaluación de las dos gestiones de gobierno, desde el 2006, se puede concluir taxativamente que no hubo incorporación de la interculturalidad a la gestión pública, como tampoco hubo un cambio de gestión. Se mantuvo la gestión liberal, las mismas normas y la administración de las normas, las mismas prácticas, por lo tanto se restauró el mismo Estado-nación. En esta situación es muy difícil esperar transformaciones interculturales de la gestión. Lo que se hizo de manera muy poco creíble es pedir el aprendizaje de las lenguas nativas a los funcionarios. Se abrió un viceministerio de descolonización y una unidad de des-patriarcalización en el viceministerio. No se puede decir que estas modestas creaciones corresponden a dispositivos interculturales, a pesar de los matrimonios andinos que ha propiciado el viceministro. La gestión en su conjunto del gobierno se ha seguido moviendo en los marcos de la estructura y la concepción normativa liberal, hasta neoliberal, si consideramos la famosa ley 1178, que es una ley de control y administración. El gobierno no se ha planteado una discusión seria sobre el problema de la interculturalidad en la gestión pública, ha optado por seguir en las mismas prácticas y ofrecer algunos cambios simbólicos y de nombres, que no tienen mayor trascendencia en la gestión misma.
¿Cómo explicar este rezago, esta inercia, este estancamiento de la vieja institucionalidad? Este rezago está relacionado con la cuestión estatal no resuelta. La arquitectura estatal, la maquinaria del Estado, sus formas, sus engranajes, sus agenciamientos, dispositivos y prácticas se mantienen persistentemente. No se ha desmantelado el Estado-nación, el gobierno se encuentra preso en este condicionamiento institucional, jurídico y político. Esta herencia estatal es como la matriz y la estructura del poder, de las relaciones de poder, de las relaciones de fuerza, que son relaciones de dominación. Una de las formas de dominación es precisamente la cultural. El desconocimiento y el encubrimiento de las culturas ancestrales de las naciones y pueblos indígenas originarios forman parte de la deculturación y aculturación, pero sobre todo de la violencia simbólica contra otras expresiones comunicativas, simbólicas e interpretativas. Los proyectos indigenistas de los gobiernos populistas lo que hacían es acentuar la condición de supeditación y subordinación de las culturas nativas, convirtiéndolas en folclore o reconocimiento de museo, quizás también como recurso ideológico, como antecedente del mestizaje. Ahora bien, en la medida que esta condición de subalternidad se mantiene, no es modificada radicalmente, sobre todo en lo que tiene que ver con sus relaciones con las formas institucionales, la interculturalidad no es posible.
En relación a esta problemática lo que llama la atención es la disociación entre lo que ocurre socialmente y lo que pasa institucionalmente. Hablamos de sociedades atravesadas por el entrelazamiento cultural, por sincretismos, simbiosis culturales, también por resistencias culturales y actualizaciones culturales; empero estatalmente la mono-cultura dominante se impone, es la cultura oficial, la lengua oficial, el referente oficial el que se usa. Ciertamente se han incorporado en la ceremonialidad del poder rituales andinos, empero estos son como adornos en el despliegue de representaciones nacionalistas persistentes.
En contraste, la interculturalidad se hace posible cuando la interpretación entre las culturas se da de manera horizontal, cuando los horizontes históricos culturales, la diferencia de los horizontes culturales, son constantemente abiertos en la circulación e intercambio cultural. Para que esto ocurra es indispensable salir de los marcos en los que se mueven las relaciones de dominación. En la creación de estas condiciones pueden jugar un papel de apertura, de liberación y potenciamiento precisamente las transformaciones institucionales y el reconocimiento de derechos colectivos y comunitarios.
Sin embargo, en esta discusión hay que distinguir la interculturalidad que viene del pluralismo liberal, de la interculturalidad emancipadora que trata de ser construida como propuesta indígena. La diferencia radica en que el multiculturalismo liberal reconoce la existencia de otras culturas a partir de la centralidad de la modernidad dominante. Forma parte de la ampliación de derechos. En tanto que el la interculturalidad emancipatoria deviene de un pensamiento pluralista y la condición pluralista de las culturas, esto equivale a no tener una centralidad sino redes, mallas, tejidos de encuentros, haciendo posible un juego de interpretaciones y de-codificaciones. Incluso la diversidad cultural se abre a modernidades heterogéneas.
Empero la pregunta es: ¿Cómo se hace posible una interculturalidad emancipatoria? Acompañando esta pregunta, en relación a la gestión pública intercultural, debemos también preguntarnos: ¿Qué es una gestión pública intercultural? ¿Cómo se conforma una gestión pública intercultural? A estas preguntas vamos a tratar de responderlas hipotéticamente, pues estos temas requieren de experiencia y experimentación. En todo caso una mirada teórica del problema sobre todo de las posibilidades de aplicación puede ayudar a comprender el alcance de las transformaciones pluralistas de la gestión pública, sobre todo el alcance de las transformaciones interculturales de la gestión pública.
La primera hipótesis, que ya lanzamos y la retomamos, es que la transformación intercultural de la gestión pública requiere de una revolución cultural y de que esta revolución cultural implica la movilización general. Una transformación del Estado no se hace sin movilización. En este escenario hay que tomar en cuenta varias cosas, una de ellas es que se requiere tener plenamente informada a la población sobre los alcances de la revolución cultural, sobre la riqueza y la complejidad de la interculturalidad, sobre la necesidad de las transformaciones interculturales de la gestión pública, sobre la significación de una gestión pública intercultural. Una segunda condición que tiene que cumplir esta movilización por la revolución cultural es la comunicación en las lenguas, pero también en las culturas, lo que implica el uso de los imaginarios y sistemas simbólicos implícitos. Esta movilización debe convertirse en una fiesta de encuentros culturales donde todas las naciones y pueblos sean convocados para mostrar sus más ricas formas de expresión como aporte a la revolución cultural.
Ahora bien, cuando se trata de la gestión pública intercultural, es importante que las culturas ocupen el espacio público, se hagan cargo de las transformaciones interculturales de la gestión pública, que aporten a los cambios de las normas, comportamientos, conductas y prácticas de la gestión. Sobre todo es importante la irrupción de los códigos culturales. La transformación estatal tiene que ser apropiada por las culturas, por las naciones y pueblos, por sus formas de organización, por sus formas institucionales. Esto implica ya pensar en un Estado no sólo como Confederación de naciones y pueblos sino también como Encuentro Permanente de Culturas, donde se dé lugar la interpretación abierta entre las mismas, enriqueciendo las posibilidades mismas de la condición humana.
Todo esto parece una utopía, sobre todo por la bondadosa figura del encuentro festivo de las culturas. En la medida que nos movemos con figuras hipotéticas no se tienen en cuenta las dificultades, los problemas, los obstáculos concretos, que tienen que ver con contradicciones y microfísicas del poder, microclimas culturales, micro-políticas y micro-sociologías locales. Más de un problema aparece cuando se efectúa, cuando se realiza, cuando se pasa a la práctica. El ámbito de realizaciones o mas bien los ámbitos de la realidad, son muchos mas complejos de lo que pueda elucidar la teoría o el programa de transformación. Esta es razón suficiente para exigir una constante evaluación, la apertura a la crítica y a la autocrítica, la apertura a aprender, a construir colectivamente las transformaciones estatales.
Una de las condiciones de la transformación intercultural tiene que ver con la transformación de los espacios públicos, con la ocupación pluralista de los espacios públicos, con la reinvención de lo público. Son estos contextos los que permiten la apertura concreta a las participaciones sociales en la conducción de lo público. Ahora bien, en lo que respecta a los procedimientos técnicos, a las normas específicas y a la administración de las normas, sobre todo al manejo especialista de la función pública, es indispensable que estas labores sean transparentes y ampliamente conocidas, para que pueda hacerse seguimientos y se viabilicen observaciones y correcciones desde los distintos sujetos involucrados. Como se puede ver, no se niegan las tareas especializadas, sino que la especialización no debe convertirse en una excusa para dar lugar a las separaciones entre especialistas y profanos. Se debe dar apertura a la revisión pública de la práctica de funciones y de tareas especializadas, sobre todo buscando la circularidad, la rotación, la administración abierta y el control social.
Otro tema importante que hay que introducir, en relación al alcance de la revolución cultural que comprende la interculturalidad emancipadora, es la liberación de las capacidades y potencialidades de las culturas, sobre todo de las que han sido inhibidas por la modernidad. Esto implica la liberación de las potencias creativas y de los imaginarios radicales. Esta tarea también implica abrir la promoción de investigaciones sobre la arqueología y la genealogía de las culturas, abriéndose a la memoria profunda de las mismas, a sus umbrales y horizontes.
Conclusiones
Una primera conclusión tiene que ver con las resistencias gubernamentales a los cambio y transformaciones, concretamente se niegan cambiar sus prácticas, la gestión pública. Esta es la razón por la que el Anteproyecto de Ley de Gestión Pública Plurinacional Comunitaria e intercultural ha sido archivado.
Una segunda conclusión tiene que ver con la necesidad de vincular la condición intercultural del Estado plurinacional con el conjunto de transformaciones pluralistas del Estado. La interculturalidad en la gestión pública depende de la creación de condiciones de posibilidad histórica, que tienen que ver pues con la construcción del Estado plurinacional comunitario y autonómico.
Una tercera conclusión tiene que ver con que la transformación intercultural de la gestión pública está asociada a la revolución cultural y a la movilización general. Revolución cultural que busca la revolución de las conductas, los comportamientos, las prácticas y las mentalidades.
Una cuarta conclusión tiene que ver con la interculturalidad emancipadora, concepción que exige una Confederación de Naciones y Pueblos además de un Encuentro Permanente de las Culturas abiertas a una interpretación horizontal, creativa y potenciadora de las relaciones inter-subjetivas.
                       
La constitución en medio de la tormenta[61]
¿Es inviable la Constitución Política del Estado?
Esta es una pregunta que escuche por ahí. También es como una hipótesis. Ambas, la pregunta y mucho más la hipótesis, son apresuradas. No responden a una preparación de la pregunta, a una evaluación del proceso constituyente, tampoco a la evaluación de la gestión de gobierno que debería aplicar la Constitución. No responde a un análisis de coyuntura, tampoco a un análisis de la crisis del proceso. Responde a otra cosa, a una predisposición. Un sentimiento y una impresión adelantada de que la Constitución es demasiado ampulosa, también demasiado exigente, define demasiados derechos, que el Estado no puede cumplirlos. ¿Por qué se hace eso? ¿Por qué se hace esa pregunta? ¿Por qué se lanza esa hipótesis? ¿Se presupone que debemos desechar la Constitución? De todas maneras la discusión que propone la pregunta y la hipótesis es importante, vamos a abordarla abriendo el debate, la lectura del problema desde varios ángulos.
Lancemos otras preguntas: ¿Por qué sería la Constitución Inviable? ¿El Estado plurinacional comunitario y autonómico es inviable? ¿Es un proyecto imposible? ¿No podemos salir del Estado-nación? ¿Esta invención indígena de la condición plurinacional del Estado es imposible de realizar?  Estas preguntas deberían ser las principales en el debate y no si hay excesivos derechos que el Estado no puede cumplir, pues este tema del no cumplimiento de los derechos se encuentra en todos los estados, en todos los gobiernos y en todas las constituciones.  Las constituciones abren horizontes que deben ser asumidos y hacia los cuales debemos aproximarnos. Los derechos fundamentales que establece la Constitución le da prioridad a los derechos sociales sin descuidar los derechos civiles y políticos. Es donde se plantea el derecho de los bolivianos a la vivienda, al trabajo, al agua potable, a los servicios, a la energía, a la salud, al medio ambiente sano. ¿Por qué no poner esto en la Constitución? ¿Tiene o no tiene derecho todo boliviano y boliviana  a estas condiciones, que son condiciones de una buena vida? ¿Es acaso imposible cumplir con estas demandas? La razón de existencia de un Estado es precisamente cumplir con estos derechos fundamentales, si no los cumple, un Estado no se merece la existencia. Si sigue existiendo el Estado sin cumplir con esta satisfacción de la población es porque se basan en el desprecio de no sólo estos derechos sino de la propia gente. En el fondo se supone que la mayoría de la gente esta asociada a la condición de “pobreza” de una manera natural; como qué ha vivido acostumbrada en ausencia de estas condiciones, de condiciones adecuadas para vivir, entonces pueden seguir haciéndolo. Están habituados. Esa actitud es la demostración más clara de que estos Estados sirven a los intereses de las clases privilegiadas, de las clases dominantes, que obviamente gozan de sobremanera de esos derechos.
No es un buen argumento decir que no hay dinero para abordar el cumplimiento de estos derechos. Pues al decir esto, los que dicen no se dan cuenta que están mostrando las grandes falencias administrativas y de distribución de los recursos. Una demostración; para muestra basta un botón. El programa de gobierno de vivienda popular, que contaba con bastantes recursos, se ha desmoronado, no por falta de dinero, sino por corrupción. El dinero se ha esfumado, las empresas fantasmas se han llevado el dinero y no han construido viviendas. Lo poco que se ha construido con otras empresas suena a negociados pues las casas no cumplen con los mínimos requisitos de habitabilidad adecuada y cómoda. A los ministros y viceministros involucrados, en vez de pasarlos a la justicia y a ser investigados, se los premia con otros puestos. ¿Cómo se pueden entender estas señales sino como complicidades opacas? En contraste se muestra, como ostentando, una compulsiva construcción de edificios de departamentos de lujo y para oficinas. Claro que en este caso está metida la banca, con los préstamos, y las grandes constructoras, que cuentan con estos préstamos, y probablemente el lavado de dólares. Entonces se produce una oferta especuladora de viviendas caras, que obviamente no están destinadas a los pobres. ¿Qué tiene que ver con esto el gobierno? Las políticas económicas permiten este destino del dinero acumulado por la banca, que es como de cuatro mil millones de dólares, sin exigirle mediante leyes y políticas una orientación productiva. Hay una suerte de complicidad en este circuito especulativo. Respecto a este ejemplo podemos decir que ilustra que no es un problema de recursos, sino una falta total de voluntad, de disposición a transformar las condiciones de vida; en vez de esto se da una especia de complacencia con lo que ocurre. Una renuncia a todo cambio.
Lo mismo podemos decir con los otros derechos fundamentales. No se trata de que se cumplan de la noche a la mañana, sino de comenzar un tránsito transformador que avance en su cumplimiento. No se puede aceptar de ninguna manera que no se pueden cumplir con los derechos fundamentales. Esto no hace inviable a la Constitución. Lo que no se puede aceptar es que se acepte como viable lo que ocurre, la mantención de la diferenciación abismal de clase, la persistencia de un orden social discriminador y explotador, que arrincona a la mayoría de la población a la marginalidad. No se puede aceptar que algunos o muchos acepten como natural las condiciones de vida de la mayoría de la población, condenada a la miseria. La explotación social, la discriminación, la marginalidad, la miseria, no son fenómenos naturales sino históricos sociales. Estas realidades son productos de estructuras de poder, de relaciones de fuerza. Lo que la Constitución ha puesto en mesa es precisamente esto, que los diagramas de poder deben cambiar, que las relaciones de fuerza deben cambiar, que la correlación de fuerzas debe transformarse a partir de la participación abierta de las multitudes, de los estratos populares, del proletariado, de los movimientos sociales anti-sistémicos, de las naciones y pueblos indígenas originarios.
Lo que no se puede olvidar es que la Constitución es producto de la crisis múltiple del Estado, crisis que abrió el terreno a fabulosas movilizaciones, luchas sociales con características semi-insurreccionales. El proceso constituyente asumió las demandas populares, de las naciones y pueblos indígenas, los tomó en cuenta y las trabajó en la Asamblea Constituyente, donde se escribió el texto constitucional, que contempla jurídica y políticamente las pasiones, los deseos, las esperanzas y las utopías de la gente, conformando un escrito que abre un horizonte histórico-cultural, un horizonte civilizatorio, estableciendo las rutas de la transición transformadora del Estado y la sociedad. La Constitución fue aprobada por la gran mayoría del pueblo boliviano. Este es el hecho político que no puede olvidarse, que no puede borrarse con ninguna triste pregunta sobre la viabilidad del proceso, sobre la viabilidad de la Constitución, ni con su hipótesis consecuente de la inviabilidad del proyecto.
A propósito de hipótesis en juego y en consideración, podemos lanzar una hipótesis política con el objeto de interpretar lo que acontece. No es que es inviable la Constitución sino que el gobierno jamás la tomó en serio, creía que era un librito que podía ponerlo en la vitrina y usarlo para propaganda, de manera discursiva, mientras ejecutaba políticas que respondían a la orientación dada por un grupo reducido del ejecutivo. Esta orientación es la continuación del modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente. El gobierno interpretó la confianza de la gente como si le dieran un cheque en blanco, creyó que podía jugar con esta confianza mientras hacía lo que quería, otra cosa, diametralmente diferente a la Constitución. Se equivocó; el pueblo se levanto contra el gasolinazo, el pueblo defendió el TIPNIS, apoyando la marcha indígena, obligando al gobierno y a la Asamblea Legislativa a promulgar una ley en defensa del territorio indígena y de la madre tierra. Ahora el pueblo va exigir el cumplimiento de la Constitución.
La Constitución Política del Estado es un horizonte, éste define una transición civilizatoria, hacia el vivir bien; establece la transformación pluralista, comunitaria, autonómica, intercultural y participativa del Estado; se abre a un modelo económico que apunta a la economía social y comunitaria, partiendo de la complementariedad integrada de las formas de organización económicas existentes, transitando por la industrialización de los recursos naturales, la intervención del Estado en la economía, en el marco de un condicionamiento ecológico, en armonía con la biodiversidad, en clave sustentable. El eje de esta transición es la soberanía alimentaria. Este horizonte abre un espacio de tránsito que debe ser remontado. De lo que se trata es de esto, de programas de transición; unos pueden ser más largos que otros, más curvos que otros, más complejos que otros, mas diferidos, pero estos programas diseñan caminos, rutas que conducen a transformaciones estructurales e institucionales. Se sabe que después de unos pasos, que van en ese sentido, vienen otros; no como ahora, de acuerdo a la conducta ambivalente del gobierno, cuando se tienen improvisaciones calamitosas, pasos desconectados, que empero conducen a la regresión y a la restauración. No es un tema de recursos, este cuento siempre ha sido utilizado como espectro en contra los pueblos que demandan. No es falta de capitales, pues las empresas trasnacionales se llevan grandes capitales en la condición material de recursos naturales. Se trata de relaciones de poder. El gobierno ha preferido continuar con la sumisión y la supeditación a los poderes vigentes, del país e internacionales, antes de pelear contra ellos junto al pueblo.
Volviendo a la pregunta del principio, ¿es viable el Estado plurinacional comunitario autonómico? La construcción de este Estado exige la muerte del Estado-nación, la sustitución de éste por el Estado plurinacional mediante transformaciones profundas estructurales e institucionales, que implican el pluralismo institucional, administrativo, normativo y de gestiones. ¿Por qué no se podrían hacer estas transformaciones? ¿O es que se cree que el Estado-nación es eterno o es el fin de la historia? Lo primero no es sostenible empíricamente pues conocemos la historia y genealogía del Estado, se ha venido transformando no sólo desde esa historia europea de los estados patrimoniales, salidos de feudalismo, pasando por los estados de las monarquías absolutas, para llegar a las repúblicas, cuando se conforman los estados modernos, los llamados Estado-nación. Sino también, desde una perspectiva más amplia, incluyendo a los otros continentes; se puede hablar de la forma de Estado correspondiente a lo que se nombró como despotismo asiático, que corresponde a lo que llamó Marx el modo de producción asiático, comprendiendo sus diferencias, sus particularidades y singularidades, que Marx no pudo tomar en cuenta. Lo mismo podemos decir en el caso de Mesoamérica y la región andina, donde se conforman otras formas de estados, basadas en una articulación centralizada o confederada, dependiendo de los casos, de las comunidades, de las formas de comunidad involucradas. Tal parece que podemos hablar de esta forma política e institucional complementaria, que comprende un juego complejo de confederaciones combinadas con centralizaciones sobre la base de la articulación territorial de formas de comunidad. Algunos investigadores han encontrado analogías con los estados asiáticos, empero estas son comparaciones apresuradas, que no pueden sostenerse desde la perspectiva de las recientes investigaciones. En todo caso, cuando hablamos de la forma Estado, desde una perspectiva amplia, no necesariamente se usa la concepción marxista de Estado, tampoco la concepción moderna de Estado, sino una perspectiva epistemológica diferente. Gilles Deleuze y Félix Guattari comprenden la forma general de Estado como aparato de captura, como configurado y conformado por la práctica y función de captura; así también por su conflicto con las formas nómadas de las sociedades, con los espacios lisos, constantemente abiertos e inventados por los recorridos itinerantes. Se trata de aparatos de captura asociados a la construcción de espacios estriados, opuesto a los espacios lisos de las formas de ocupación y organización nómadas. Esta es una perspectiva diferente para entender la genealogía de los estados, que incluso hace más inteligible la crisis de los estados modernos. Empero, independientemente de las teorías del Estado no se puede sostener, desde ningún punto de vista la tesis de la inmovilidad del Estado-nación.
Ahora bien, la hipótesis tardía del fin de la historia y de su culminación realizada en el Estado liberal, es también insostenible. ¿Fin de la historia? ¿Fin de los tiempos? ¿Realización absoluta de la historia en la forma de política liberal? ¿Fin de las guerras? Todo esto también implicaría el fin de la política; ¿la realización subjetiva e individual del último hombre? En el conocido libro de Francis Fukuyama El fin de la historia y el último hombre, el autor se esmera por exponer estas tesis, utilizando proposiciones fragmentarias de Hegel y de Nietzsche, por lo tanto des-contextuadas, bajo una lectura voluble de sus obras, polémicas y contrastadas por cierto, incluso opuestas. Por lo tanto la fuerza de este libro no radica en el uso escolar de los filósofos alemanes sino en otro lugar. Podemos decir que el peso radica en el inmenso peso del orden mundial de las dominaciones, conformado después de las guerras mundiales y la guerra del Vietnam. Una especie de Imperio moderno, como figuran Antonio Negri y Michael Hardt en el Imperio y en Multitud, retomando su tesis revisada en Commonwealth. No vamos a discutir aquí esta tesis sobre la figura moderna del imperio, tampoco el debate abierto y las críticas que ha suscitado. Así mismo no vamos a tomar una posición en este ensayo al respecto; dejaremos pendiente la evaluación del debate. Lo que interesa es mostrar la función ideológica del libro de Francis Fukuyama, la legitimación teórica de este orden mundial, llamados por unos Imperio, por otros imperialismo, o formas desenvueltas y complejas de imperialismos coaligados. El peso de las tesis de Fukuyama radica en la situación mundial, la estructura del poder mundial,  en la realidad constatada de la coyuntura, visualizada por el autor como fin de la historia y no como crisis. De todas maneras el mismo Fukuyama revisó sus posiciones en libros posteriores, ante la evidencia de la continuación de las guerras, las guerras del golfo, la nueva guerra en los Balcanes, la guerra de Chechenia y las guerras de intervención en Afganistán, Irak, Libia[62].
Lo que importa es ver que tanto en la historia como en el presente no es sostenible la hipótesis de la inmovilidad del Estado;  en la historia sufre transformaciones en su propia genealogía, en el presente no deja de ser afectado por las contingencias, la crisis y las luchas. No hay fin de la historia, tampoco puede sostenerse que el Estado liberar es la realización suprema de la historia política. De la misma manera, no se puede sostener, en una perspectiva menos ambiciosa que la tesis de las transformaciones que podemos llamar reformista, incluso escéptica, que el Estado tal cual se encuentra no requiere experimentar cambios y modificaciones. La adecuación del Estado a los requerimientos estratégicos y de políticas, incluso si se quiere su mejoramiento, entiéndase éste como modernización o no, implica desplazamientos administrativos, por más estrechos que sean. Estas transformaciones, estas modificaciones, estas reformas estatales no pueden detenerse con el argumento de la inviabilidad. Este argumento no sólo es conservador, sino expresa un abismal desconocimiento de la política, de la historia estatal y de la complejidad institucional. Este argumento expresa la pusilanimidad de quienes pronuncian estas apreciaciones, su desapego completo de la política, su renuncia a toda mejora, no soló al cambio, que sería mucho pedirle. Una muestra del profundo nihilismo incrustado en sus cuerpos y comportamientos.
Durante las dos gestiones del gobierno de Evo Morales se tuvieron varias oportunidades de viabilizar las esperanzas, los deseos, las pasiones, los objetivos trazados por los movimientos sociales anti-sistémicos. Al principio, el 2006, cuando se asume el gobierno, contaba con todo el entusiasmo de la gente, con todo el apoyo, toda la legitimidad, toda la fuerza para comenzar por lo menos desplazamientos significativos en lo que respecta a la modificación de la función estatal. Se trataba de cambiar las prácticas de la política, las prácticas de la gestión, las prácticas de la ejecución, las prácticas de los estratos de funcionarios. Romper con la ceremonialidad del poder, la sombra inaudita de edecanes y sombras que acompañan a ministros y viceministros. Comenzar con la forma de democracia participativa, con la expresión del poder popular. Pero no lo hizo, prefirió mantener la vieja ceremonialidad del poder; edecanes, sombras de todo tipo y características conductas serviles, además de entornos de “lluncus” que crean microclimas de desapego de la realidad, amueblando los espacios de la función pública con el derroche de alabanzas serviles  a los jefes. Al principio los nuevos ministros, de origen popular, manifestaron su asombro ante estas demostraciones, empero después de un tiempo perentorio les comenzó a gustar; dejaron placenteramente que continúe este ritual espantoso de servilismo, de acompañamiento fatídico de sombras y “llunqueriós” que encubren la pesada carga burocrática ineficiente e ineficaz.
¿Qué no se podía hacer nada? ¿Qué era inviable? ¿Quién lo dice? Incluso en una perspectiva reformista, en el lapso de tiempo anterior a la promulgación de la Constitución, no se trataba de grandes cambios sino de pequeños desplazamiento hacia otro orden de relaciones en el ámbito político y gubernamental. Lo importante en estos casos es obviamente la voluntad política, pero sobre todo la acción, la decisión y la práctica de las modificaciones. Lo importante es comenzar, definir fácticamente un punto de partida, después lo que sigue. Estas decisiones no se las tomaron; es comprensible que todo esto se haya dado en un ambiente de sorpresas. Se llegó directamente al gobierno al haber sacado la mayoría absoluta; no hubo necesidad de la pugna en el congreso y en las calles. Después el llegar al ejecutivo sin experiencia alguna. Empero estos saltos abruptos pueden provocar el principio una suerte de inmovilidad y una sensación de vulnerabilidad; sin embargo, hay como dos alternativas: una aceptar lo que se ha heredado, ocupar sus espacios, sin cambiarlos; otra, intentar cambios, desmarcándose de la herencia. Se optó por lo primero, dejando los cambios para después, postergando la decisión hasta la aprobación de la Constitución. Por este camino no se cambio la arquitectura estatal, la estructura normativa y la administración de las normas liberales. Se trató de compensar con medidas vinculadas a la Agenda de Octubre, la nacionalización de los hidrocarburos y la convocatoria a la Asamblea Constituyente. Medidas que no sólo respondían al programa definido por los movimientos sociales, sino también medidas que abrieron rumbos políticos del proceso recuperando la capacidad soberana del pueblo. El problema era que si bien estos rumbos eran de apertura, se lo hacían en un mapa institucional que se había mantenido incólume.  No tardarían de llegar las contradicciones. No se puede sostener un proceso de nacionalización y un proceso constituyente con un mapa institucional conservador. Este mapa condicionó los comportamientos políticos respecto al proceso de nacionalización y en relación al proceso constituyente. Esta es la razón última de que el proceso de nacionalización se haya truncado y de que el proceso constituyente haya terminado en una Constitución no asumida como mandato, sino como discurso, quedando en la práctica como modelo ideal. 
Otro gran momento, quizás cualitativamente más importante que el anterior, sobre todo por la oportunidad otorgada de transformaciones estructurales e institucionales profundas, fue cuando se aprobó la Constitución.  El mandato es abolir el Estado-nación y construir el Estado plurinacional comunitario y autonómico. Con este mandato y la aprobación por la mayoría del pueblo boliviano se podía iniciar un proceso de transformaciones pluralistas, comunitarias, autonómicas, interculturales y participativas del Estado. Para esto se requería no sólo difundir la Constitución sino aprenderla colectivamente, también aprehenderla socialmente, discutirla abiertamente y asumirla como programa político y de movilizaciones transformadoras. En vez de hacer esto, se limita todo a la difusión sin su aprendizaje colectivo, sin asumirla ni siquiera por el gobierno y el ejecutivo. Se opta de manera improvisada sacar 100 leyes, transfiriendo esta responsabilidad a los ministerios. Los resultados son elocuentes; las leyes que se promulgan no son constitucionales, no son fundacionales, sino que responden a la inercia y continuidad de la forma de hacer leyes por parte de ministerios burocráticos, por parte de abogados, que se creían ser los indicados por su formación, sin haber entendido el proceso ni el sentido histórico-político de la Constitución. Sin embargo, se abrieron espacios de trabajo en equipos que tomaron en serio la apropiación de la Constitución y la elaboración de leyes fundacionales. Vamos a nombrar dos, por la proximidad que tuvimos con ellos. Uno es el espacio de trabajo del anteproyecto de ley de gestión pública, el otro es el espacio de equipos multidisciplinarios del Plan Plurinacional del Vivir Bien. Ambos proyectos culminaron después de varios meses de trabajo y discusión. Uno de ellos, el anteproyecto de gestión pública se presentó al Ministerio de Economía y Finanzas Públicas, encargado oficial del anteproyecto. Sin embargo, el anteproyecto hasta ahora no se lo expuso al gabinete para su discusión. El otro proyecto, el del Plan Plurinacional del Vivir Bien, llegó incluso a presentarse en el gabinete donde se aprobó la parte conceptual del plan, dejando pendiente las políticas y metodologías. Una vez ocurrido esto se interrumpió abruptamente este perspectiva, indispensable para la aplicación de la Constitución, para incursionar en el modelo económico alternativo, para articular el trabajo del ejecutivo, de los ministerios e instituciones en el sentido de su propia transformación, contemplando también las tareas de transformación social, económica, política, cultural, encargada a la planificación integral y participativa con enfoque territorial. En ambos casos se muestra que el ejecutivo ya iba por otro lado, no por la transformación y el cumplimiento de la Constitución. Había ya escogido el camino de retorno, el de la restauración del Estado-nación y mantenerse en el modelo extractivista.
¿La razón de esto es que es inviable la Constitución? ¿Es imposible cambiar la gestión pública? ¿Es imposible la planificación integral y participativa con enfoque territorial, como establece la Constitución? ¿Cómo se puede saber si no se ha intentado? La verdad es que se renuncio antes de efectuar el recorrido de estas posibles experiencias. ¿Es que la gestión liberal, burocrática, pesada, sedimentada en varios estratos administrativos es la única viable? ¿Estamos condenados? ¿Quién lo dice? El problema que las propuestas de cambio se estrellaron con intereses consolidados y cristalizados en el aparato del Estado.  Los funcionarios, la mentalidad de los funcionarios, a la que se adscriben plenamente los ministros, no podían aceptar cambios que atentaban con los intereses de la clase de funcionarios, de la clase burocrática del país.
Se podía comenzar con la aprobación de la ley de gestión pública plurinacional comunitaria e intercultural, después seguir con desplazamientos y transformaciones institucionales sobre la base de una ingeniería institucional, de una ingeniería de la transformación, que podría llevar sus tiempos diferenciales, dependiendo de las áreas. Empero se retrocedió ante esta posibilidad, optando por aferrarse a lo mismo, encubriendo esta ineptitud con discursos rimbombantes. Lo mismo ocurrió en el caso del Plan Plurinacional del Vivir Bien. Se podía seguir adelante, en el trabajo en equipos, elaborando las políticas, las estrategias, abriéndose a la participación en todos los niveles, incluyendo los gobiernos autonómicos, las asambleas legislativas, las poblaciones y organizaciones de los territorios. Quizás esto habría durado su tiempo, empero ya se habría comenzado a consensuar un plan plurinacional del vivir bien orientado a abolir el modelo extractivista y construir el modelo alternativo productivo, ecológico, de la economía social comunitaria, en la perspectiva del vivir bien. Hubieran aparecido muchas dificultades en el camino; en su momento deberían enfrentarse las mismas de una manera participativa y abierta, buscando nuevamente salidas, en la perspectiva del horizonte abierto, la Constitución y la planificación integral y participativa.
¿Faltaban recursos para hacer todo esto? De ninguna manera. Lo que faltó es voluntad política. Se entiende que se pasó por momentos problemáticos de enfrentamiento con las oligarquías regionales, con los partidos de la derecha, con los medios de comunicación empresariales. Este periodo atraviesa todo el proceso constituyente, se vuelve altamente violento después de la aprobación de la Constitución, con la toma de instituciones y ciudades del oriente. Este periodo concluye en la masacre de El Porvenir, en el departamento de Pando. La derecha es derrotada políticamente y militarmente. Esta derrota se refleja en su derrota electoral del 2009, no llegan a tener ni siquiera el tercio de la Asamblea Legislativa, políticamente esta derecha se disemina. Al respecto hay que hacer dos anotaciones; primero que el conflicto con la derecha no puede detener, no puede suspender, la necesidad de los cambios institucionales; al contrario, inmovilizarse es hacerse vulnerables  ante la ofensiva de la derecha. Por otra parte, una vez culminado el conflicto, con la consolidación electoral de la absoluta mayoría del MAS en la Asamblea Legislativa, en la segunda gestión de gobierno, se tenía limpio el camino para realizar las transformaciones diseñadas por la Constitución. Empero, paradójicamente, ocurrió lo contrario; en la segunda gestión el gobierno se mostró más conservador, más defensivo, más alejado de la Constitución, incluso cometiendo flagrantes violaciones a la Constitución tomando medidas que lo enfrentaron al pueblo. Una de esas medidas fue la llamada nivelación de precios; la otra política descabellada y contraria a la Constitución, fue el compromiso del gobierno con el gobierno brasilero, con la empresa OAS de atravesar la carretera por el núcleo del TIPNIS, territorio indígena y parque protegido por la Constitución y por las leyes, violando los derechos de las naciones y pueblos indígenas y los derechos de la Madre Tierra.  En ambos casos el gobierno tuvo que enfrentar la movilización popular y en ambos casos fue derrotado.
La pregunta es por qué ocurrió esto, justo cuando se tenía la mejor disposición para aplicar la Constitución. Para responder a esta pregunta vamos a recurrir a hipótesis de interpretación del lapso del proceso que corresponde a las gestiones de gobierno.
Hipótesis                             
Habría que recurrir al recurso y uso adaptado del método estructuralista, a su esquema metodológico, que se estructura a partir de opuestos, de opuestos binarios. Aparece una oposición entre dos etapas claras del proceso; la primera corresponde a la etapa de las luchas sociales (2000-2005); la segunda etapa corresponde a las gestiones de gobierno (2006-2011). Ambas etapas se oponen, una abre el horizonte mediante la intensidad de las luchas, la otra parece clausurar esta apertura, cerrando este horizonte y retornando al anterior, el correspondiente al Estado-nación. Auscultando en la segunda etapa, la oposición parece repetirse, aunque en menor contraste, pues también pueden entenderse como una continuidad regresiva. El contraste es entre la primera gestión y la segunda, la primera gestión inicia el proceso de nacionalización, convoca a la Asamblea Constituyente y promueve bonos, que implican redistribución del ingreso; durante la segunda gestión se lanza la medida de nivelación de precios, una medida de shock, al mejor estilo monetarista, enfrentando el gobierno al pueblo; también se desata el conflicto del TIPNIS, enfrentando el gobierno con las naciones y pueblos indígenas originarios, las organizaciones indígenas y el pueblo que apoyó la marcha. Otro contraste que podemos anotar es que durante la primera gestión estalla el enfrentamiento con las oligarquías regionales y los partidos de derecha, en tanto que en la segunda gestión se establece la alianza con la burguesía. 
El método estructural remarca los contrastes en la perspectiva de armar estructuras explicativas; si bien este método se ha aplicado prioritariamente en el análisis lingüístico, en el análisis antropológico, en el estudio de los mitos y de las instituciones culturales, también es susceptible de aplicarse en el análisis de otros campos, como el político. Si bien se encuentran avances de este recurso analítico estructuralista en investigaciones sociológicas, no ocurre necesariamente lo mismo con los análisis políticos, a no ser que consideremos los trabajos de Bourdieu y Foucault como si fuesen estructuralistas o post-estructuralistas, como los han calificado sus críticos y detractores. Ciertamente hay una marcada tendencia a resaltar los contrastes como opuestos en el armado de la estructura explicativa; esto hay que tomar en cuenta para no perder de vista la génesis y genealogía molecular del proceso mismo.
En todo caso es interesante preguntarse sobre lo que muestra la estructura armada por el análisis estructuralista. Al respecto, es importante antes hacer algunas anotaciones sobre la lógica en la que se mueve el estructuralismo. No olvidar que se trata de una problemática del sentido y del significado, del sistema de signos que sostiene la formación de sentidos y significados. Lo que se trabaja son las lenguas, los sistemas de signos, los sistemas de símbolos, las armaduras culturales, configuradas a partir de lo que podríamos llamar sistemas de mitos. Estamos como ante narrativas y textos que tienen que interpretarse a partir del develamiento de sus estructuras. Cuando salimos de estos sistemas y entramos a terrenos institucionales, como los relativos a las formas de organización, también se trata a las instituciones culturales como si fuesen sistemas de signos; se busca en estos sistemas institucionales sus estructuras subyacentes para poder interpretar sus sentidos y significados, que no dejan de ser culturales. Ahora bien, cuando nosotros nos desplazamos hacia los ámbitos y campos políticos, y aplicamos el método estructuralista de una manera adaptativa, lo mismo, podemos encontrar estructuras a partir de las oposiciones binarias; estas estructuras nos van a volver a plantear el problema del sentido y del significado de las estructuras políticas. El análisis estructuralista en los terrenos políticos no es un análisis histórico, tampoco empírico, ni descriptivo. Podemos también decir que tampoco es un análisis genealógico, no es un análisis del presente a partir de una mirada retrospectiva del pasado. Es un análisis que busca el sentido y el significado político a partir de las estructuras encontradas. Ocurre como si estuviéramos ante lenguajes políticos conformados por acciones y hechos; de lo que se trata es de descifrar los sentidos estructurales que nos plantea una trama de hechos y de acontecimientos.
¿Qué nos dice una estructura política configurada a partir de oposiciones binarias? Desencadenamiento de las luchas en contraposición de la gestión de gobierno, emancipación en contraposición de dominación, utopía en contraposición de realismo, ascenso en contraposición de descenso, participación en contraposición de especialización, y así sucesivamente. ¿Qué nos dice la articulación entre la primera etapa del proceso, la de las luchas, y la segunda etapa del proceso, la de gobierno? ¿Qué nos dice la articulación entre la primera gestión de gobierno y la segunda? ¿Qué nos dice la articulación entre medidas progresistas y medidas regresivas? ¿La estructura compleja de estos opuestos, de estos contrastes, devela una escisión profunda de la política?
La política no solamente distingue amigo de enemigo sino que se da como relación imposible entre amigo y enemigo; la política también distingue utopía de realidad y se da como imposible articulación ente utopía y realidad; la política distingue emancipación y dominación, se da en la imposibilidad misma de unir emancipación y dominación. La política se da en esa escisión, en esa separación, en ese choque, como un intento imposible de unir lo contrapuesto, lo antagónico, la contradicción misma. La política emerge de este choque, de esta pugna, de esta lucha profunda. Es como si no lograra resolver su problema una y otra ves, empero para para intentarlo de nuevo, una y otra vez. La política es como una explosión y un proceso desgarrado, que vuelve a nacer de su propia derrota. Su victoria relativa, que también puede interpretarse como su derrota relativa, radica en su nacimiento incesante, en la latencia e irradiación de la esperanza y el entusiasmo. Una vez que logra emerger y posesionarse en el espacio-tiempo destrozando la estabilidad de las dominaciones, nada puede volver a su estado inicial; todo ha cambiado, aunque esta efervescencia termine desplazada por un nuevo sosiego, aunque la rebelión termine derrotada por un nuevo conservadurismo.
Que una mirada estructuralista interprete la composición contradictoria de la política, de los procesos políticos, de los asensos y descensos de las revoluciones, no quiere decir que hay una especie de condena o de fatalidad de que esto ocurra siempre así; esto no es así, pues desde otra perspectiva no estructuralista, desde un análisis histórico-político, desde un análisis genealógico, se puede develar otras posibilidades otras potencialidades y otras alternativas de desenlaces.   Lo interesante del análisis estructuralista es que expresa la trama contenida en un mapa de institucional, en una cartografía política, en un contexto de realidad. Mientras estos diagraman no cambien parece ser que la trama va desenvolver su propio recorrido como una escritura o una narrativa. En cambio si logran cambiar los diagramas, si logran emerger planos de consistencia, planos de intensidad, que transformen los mapas de fuerza y el mismo sentido de los mapas institucionales, se abren campos de posibilidad para otros desenlaces.
El problema no está en que no hay otros contextos de realidad que el que parece repetirse, sino que, en la medida que persistan determinados diagramas de poder, determinadas cartografías, determinados mapas de estructuras y relaciones de poder, estos hacen como condicionamientos para repetir la trama, aunque sea con distintas versiones. La tarea entonces de los movimientos emancipatorios es afectar no solo el escenario político, en el sentido de la ocupación de instituciones, del gobierno, del Estado, sino de modificar las condiciones mismas del espacio de las fuerzas, del espacio de las instituciones. Inventar otros espacios y tiempos, desterritorializar y reterritorializar, modificar la condición misma de los espacios. Por lo tanto. Nos abrimos con esto a otra producción de sentidos y significados más allá de la política.
La rebelión no solamente es contra el poder, contra el Estado, contra las dominaciones, sino contra la propia historia, contra las propias condiciones de posibilidad históricas. Hay que salirse de la historia para escribir otra cosa.
Retomando la pregunta sobre los contrastes del proceso, podemos decir que, en la medida que no se ha modificado el mapa institucional, el diagrama de poder, la curva del proceso vuelve sobre sí misma, como que retorna al peso gravitacional de sus condicionantes. El orden tiene que restablecerse, aunque en otro escenario. Las jerarquías retornan y las diferencias, las dominaciones vuelven, aunque los ejecuten otros personajes y nuevas alianzas. Y lo más perturbador es que se restablecen las supeditaciones al orden de dominación mundial y las formas de hegemonía regional; peor aún, se restablecen los circuitos perversos de la corrosión y la corrupción, que acompañan como lógicas y relaciones paralelas a las relaciones y lógicas oficiales del poder.
               
Sería peligroso quedarse con la  impresión de que la hipótesis anterior suspende a los protagonistas políticos de sus responsabilidades en la incidencia del proceso, como si todo fuese una historia de estructuras y relaciones, donde no intervienen los sujetos, las personas, los actores y perfiles individuales. Sabiendo además que los sujetos también responden a relaciones y estructuras constitutivas.  Nada más equivocado que esta impresión; los individuos, los perfiles individuales inciden en los desenlaces del proceso, aunque estos desenlaces no pueden explicarse por la actuación personal en los mismos. Esto sería caer en la comprensión de la política como si fuese una novela o, en el peor de los casos, una eterna conspiración. Esta es la inclinación del sensacionalismo de los medios, pero también de los analistas políticos, así como de los llamados políticos. Una vez que nos hemos puesto de acuerdo en que estamos hablando de matrices histórico-políticas, de estructuras y relaciones de poder, de diagramas de fuerzas, de mapas institucionales, como condicionantes de los decursos políticos, la pregunta que tenemos que hacernos es ¿cómo inciden los perfiles individuales en los cursos y desenlaces de un proceso? Vamos a tratar de responder a esta pregunta con otra hipótesis interpretativa.
Estamos en desacuerdo con el conjunto de teorías que le dan un papel preponderante al individuo en la historia, sobre todo cuando estos individuos se sitúan en lugares decisivos de los acontecimientos. En primer lugar porque el suponer individuos históricos en contraste con individuos que padecen la historia forma parte de un supuesto altamente discutible; primero, precisamente por razones que tienen que ver con las figuras complejas de acontecimiento y de proceso. No hay individuos que hagan solos historia, siempre responden al ámbito de relaciones en los que se encuentran, sobre todo relaciones con organizaciones, movimientos, masas, multitudes. En todo caso el papel de los individuos llamados históricos se encuentra en interrelación con conjuntos, colectivos, clases, naciones y pueblos, que actúan en el mapa dinámico de los acontecimientos. Segundo, estos individuos son producto de imaginarios colectivos, aunque también del imaginario de los historiadores. La historia no es una novela, empero los individuos, todos los individuos, los llamados históricos y los que padecen la historia, no dejan de tener responsabilidades en el decurso de los acontecimientos.
¿Cuál es esta responsabilidad? Las decisiones que se toman, las acciones que se asumen, las prácticas en las que se participa, incluso, obviamente las relaciones en las que se comprometen, juegan un papel en la incidencia de los hechos. Estas responsabilidades son altamente comprometedoras cuando se asume la función de gobernante.  Las decisiones que se tomaron al principio, en los primeros pasos del gobierno durante el 2006, las decisiones sobre la forma del proceso de nacionalización, las decisiones sobre la forma de convocatoria a la Asamblea Constituyente, las decisiones sobre la forma de los contrato de operaciones, las decisiones sobre las políticas económicas, las decisiones sobre la nivelación de precios, las decisiones sobre los acuerdos con el gobierno de Lula da Silva el 2008 y la aceptación de la construcción de la carretera que pasaría por el TIPNIS, incluyendo la aceptación de que sea OAS la constructora de la carretera, son decisiones que ciertamente han incidido en el decurso del proceso. 
Ahora bien, estas decisiones se dan en contextos, en marcos institucionales, en ámbitos de relaciones y de estructuras de poder, se dan también en atmósferas donde otros también toman decisiones. Los dirigentes de las organizaciones toman decisiones, los dirigentes medios y las bases también toman decisiones. El pueblo también toma sus decisiones, aunque generalmente lo hace en las elecciones, y circunstancialmente en momentos de emergencia y movilización general. Unas decisiones pueden reforzarse con otras, viendo los mapas en juego de los conjuntos de las decisiones, o en su caso truncarse, provocar desplazamientos. Ocurre que, en la primera gestión de gobierno el mapa de las decisiones es como acompasado, las decisiones se refuerzan, se complementan, por decirlo así. El conjunto de las organizaciones, que acompañaron a las movilizaciones del 2000 al 2005, decide replegarse y dejar la iniciativa al ejecutivo. Las tensiones que pueden haberse creado quedan como diseminadas en el contexto. Aunque hay que considerar sus variabilidades debido a tal o cual tema; incluso cuando se llegan a dar conflictos, como el caso de Huanuni donde se enfrentaron obreros mineros y cooperativistas, estos son de carácter corporativo y gremial. No llegan a cuestionar el mapa de las decisiones concomitantes.
Los conflictos entre percepciones y decisiones encontradas se dan en la segunda gestión de gobierno, cuando parte del bloque de apoyo al gobierno decide oponerse al gasolinazo, cuando las organizaciones indígenas deciden defender el TIPNIS y el pueblo boliviano de las ciudades, las organizaciones sindicales urbanas, la COB, deciden apoyar la marcha indígena de defensa del TIPNIS. En este caso no solo se constata el conflicto de las percepciones, también el conflicto de las subjetividades y las decisiones, sino que se muestra palpablemente que las decisiones de los gobernantes no prosperan, tiene que retroceder ante un levantamiento popular y abrogar la medida de nivelación de precios, tiene que retroceder ante una marcha indígena persistente y que cuenta con el apoyo de las ciudades, sobre todo de la ciudad de La Paz y del distrito 14 de la ciudad de El Alto. Las decisiones inciden en el decurso, empero lo hacen en el contexto de relaciones y estructuras de poder.
Lo que se puede observar en lo que respecta a las decisiones del gobierno, a su insistencia en una conducción altamente centralizada y, podríamos decir, elitista, en una orientación que pasó de pragmática a inconstitucional, apostando por la continuación del modelo económico extractivista, apostando por el autoritarismo y descartando la participación, ha ahondado la crisis del gobierno y la crisis del proceso. En este caso la estructura de los perfiles personales de los gobernantes se ha terminado de convertir en obstáculos para viabilizar soluciones concertadas en la imprescindible tarea de revitalización del proceso.
Los perfiles individuales, las estructuras subjetivas, pueden volverse obstáculos en un proceso que requiere circulación de ideas, de debates, flujo de críticas, que requiere participación y construcción colectiva de la decisión política, que requiere la democratización de la gestión. Quizás el lugar más difícil de cambios sea uno mismo, ese lugar donde se guardan secretos, memorias, frustraciones y logros, pero sobre todo ese lugar profundo donde se forma la persona y la personalidad, sobre la matriz incognoscible del sujeto y la subjetividad. Podremos hasta decir que ese espesor del cuerpo donde se aloja el sujeto es a la vez el lugar donde se conservan los efectos más moduladores del poder, así como también es el lugar turbulento de las crisis y de la escisión del sujeto, lugar también de la ruptura del equilibrio interno.
Si se termina aceptando el guion del caudillo, del clarividente, de especialista, del jefe, del experto, se termina aceptando un rol, un papel que reproduce precisamente la diferencia entre el que manda y el que obedece, dejando de lado la posibilidad de construir el conocimiento de lo que ocurre y las políticas de incidencia y transformación en la coyuntura de manera colectiva. Se reproduce la élite, los entornos, es decir, las estructuras que separan al gobierno del pueblo. Se convierte a los gobernantes en los amos de la política y al pueblo en espectador.  Esta es precisamente la estructura de la trama de los gobiernos liberales, criticados por esta separación y esta división de roles. De esta forma en las repúblicas la democracia se reduce a la periodicidad de las elecciones, en tanto que el ejercicio democrático termina convirtiéndose en un ejercicio burocrático de funcionarios y especialistas. En este sentido la democracia no se ejerce, no se ejerce el gobierno del pueblo.  Llama la atención que esto haya ocurrido precisamente con un presidente y un gobierno que usan hasta el cansancio el eslogan zapatista de gobernar obedeciendo.
No solo habrían entrado en contradicción pasado y futuro, estructuras del pasado y tareas del futuro; también la maquinaria fabulosa heredada del Estado-nación y la tarea de construir un Estado plurinacional comunitario y autonómico; así como viejas practicas administrativas y la exigencia de la democracia participativa, el ejercicio plural de la democracia; sino también habrían entrado en colisión estructuras subjetivas, perfiles subjetivos, conservadores frente a la necesidad de abrirse a relacionamientos fluidos, intersubjetividades plásticas, potencialidades creativas colectivas. Los lugares más difíciles de cambiar son estos perfiles patriarcales, estas complicidades machistas conformadas en fraternidades cómplices.
Conclusiones
Una primera conclusión tiene que ver con que no es que la Constitución es inviable, lo inviable es el estado de cosas existente, la perdurabilidad de la explotación, la desigualdad, la discriminación, la sumisión y el sometimiento. No son inviables los derechos fundamentales, las cuatro generaciones de derechos, los derechos individuales, civiles y políticos; los derechos sociales; los derechos colectivos y los derechos de la madre tierra; lo inviable es seguir por el camino del no cumplimiento de estos derechos. Lo inviable no es el Estado plurinacional comunitario y autonómico, sino el mantenernos en la condición de un Estado-nación subalterno, administrador de la transferencia de nuestros recursos naturales al centro del sistema-mundo capitalista. Lo inviable no es optar por un modelo económico alternativo que salga del extractivismo, apunte ala industrialización de los recursos naturales, a la soberanía alimentaria, bajo los condicionamientos ecológicos y de una concepción sostenible, en la perspectiva del vivir bien, lo inviable es continuar por la ruta del despojamiento y la destrucción del modelo extractivista.
Una segunda conclusión tiene que ver con que no es sorprendente que el proceso haya llegado al nivel de las contradicciones profundas manifiestas en los conflictos del gasolinazo y del TIPNIS; las contradicciones profundas, históricas y políticas forman parte de todo proceso, de toda revolución. Revisando la historia podemos ver que ninguna revolución ha podido sortear estas contradicciones, ha terminada hundida en las mismas. De lo que se trata ahora es de resolver las contradicciones en el sentido de la profundización del proceso; esta profundización sólo se la puede hacer con el empleo del ejercicio plural de la democracia, el ejercicio de la democracia participativa, la construcción de consensos, además de las transformaciones estructurales e institucionales que requiere la construcción del Estado plurinacional comunitario y autonómico.
Un a tercera conclusión tiene que ver con que las contradicciones de las que hablamos tienen que ver con estructuras, relaciones y diagramas de poder, que, en la medida que no se los desmantele, terminan condicionando, determinando, orientando las estrategias y políticas del gobierno. De lo que se trata es de enfrentar y desmantelar estas relaciones, estas estructuras, estos diagramas de poder, acompañados por movilizaciones populares, de tal manera que la invención de otro mundo, de un mundo alternativo, de la transición civilizatoria forme parte de la experiencia colectiva y los saberes colectivos, las prácticas y las acciones colecticas, dando pasos firmes de transformación compartida por todos.
Una cuarta conclusión tiene que ver con la responsabilidad individual de los gobernantes. No escapan de la responsabilidad y su incidencia en el decurso del proceso por orientar el análisis a las relaciones, estructuras y diagramas de poder, sino que su responsabilidad aparece en el ámbito de la toma de decisiones, donde los individuos, las reuniones de individuos, los espacios de decisión de grupos que agrupan individualidades delegadas, terminan asumiendo una forma de gobierno, una forma de gobernar que incide gravitatoriamente sobre los desenlaces. Se ha dicho que este lugar, de la subjetividad y de los perfiles subjetivos, es  el que entra en conflicto con los grandes desafíos del momento, pues es el sitio más conservador del proceso. Este es el lugar donde se guarda la memoria patriarcal.  
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                             
El crepúsculo de los caudillos
El crepúsculo cierra el día, es también el comienzo de la noche y anuncia otro día, el amanecer. Podemos usar esta figura, como se lo ha hecho repetidas veces, para referirnos a la clausura de una época, en este caso una época signada por el imaginario del patriarca. En la historia política latinoamericana se ha identificado a los caudillos como la expresión arrebatada de la personificación fuerte de la crisis política y también la emergencia política de lo popular. Ocurre como si en ciertas personalidades se plegaría la expectativa y la esperanza de los grandes estratos de los condenados de la tierra; también estas personalidades fueron los símbolos de las naciones imaginadas como emergencia dramática. Aparecen como acontecimientos históricos empero son productos de creativos imaginarios colectivos. La multitud los inventa, pues proyecta en ellos sus esperanzas e ilusiones; se convierten como los mesías, portadores de del cambio de ciclo y el anuncio de nuevos tiempos. Hay que estudiar detenidamente el perfil de estas apasionadas subjetividades. Los caudillos terminan atrapados en las tramas de estos imaginarios, terminan asumiendo su papel en guiones altamente exigentes. La masa no podría perdonarlos si no se parecen a sus retratos. Ambos, masa y caudillo, viven sentidamente su complicidad con un proyecto salido de las entrañas mismas de los deseos y pasiones colectivas.
Ahora bien, no podemos homogeneizar el perfil de los caudillos, no solamente porque lo que corresponden a distintos periodos, a distintas épocas, a distintos contextos, sino también por sus propias singularidades, por sus propias individualidades, sus propias historias de vida. Comparándolos vamos a encontrar grandes diferencias. Son también estas diferencias las que tienen que ser comprendidas a partir de lo que representan. Sin embargo, los caudillos cargan en el cuerpo de su simbolismo con el dramatismo contradictorio de la historia política de sus propios países. En la historia de la región, por lo menos, desde el corte que produce la colonia, aparecen los caudillos como salidos de terremotos sociales y políticos, expresando las profundas crisis estatales de las coyunturas vividas. Durante el siglo XVIII los caudillos indígenas emergen desde la profundidad de las comunidades y pueblos dominados por las estructuras coloniales impuestas, por la administración colonial que entró en crisis; también emergen de las grietas abiertas por la  crisis de la colonia y del imperio español. Durante el siglo XIX emergen caudillos criollos y mestizos como expresión de las contradicciones de los nacidos en el continente americano y los peninsulares. Una economía pujante basada en la minería y el comercio choca con el monopolio de los peninsulares, protegidos por la administración de los virreinatos y capitanías. Todo esto se da en plena declinación de la dominación española y portuguesa de los mares, declinación que acompasa el cierre de los ciclos del capitalismo genovés y holandés. Estos ciclos transfieren la posta a la hegemonía británica en un nuevo ciclo del capitalismo, estructurado a partir de la revolución industrial y la incorporación plena del Estado como instrumento de la acumulación de capital. Frente al monopolio español y portugués, los británicos enarbolan la bandera del libre mercado. En este contexto los caudillos criollos y mestizos simbolizan los proyectos republicanos.
Durante el siglo XX, cuando declina la hegemonía británica y el ciclo que va a caracterizarla y emerge como potencia los Estado Unidos de América, abriendo un nuevo ciclo y una nueva hegemonía, el ciclo caracterizado por la libre empresa y por las revoluciones administrativas y productivas a escala, el fordismo y el taylorismo, un ciclo determinado también por el consumo de la energía fósil, emergen caudillos nacionalistas como expresión de las contradicciones entre las naciones y Estados-nación periféricos con el imperialismo, que es la caracterización conceptual que se da a esta hegemonía, aunque también a una combinación compleja entre capital financiero y Estado-nación dominantes. Estos caudillos cargan, en el cuerpo del simbolismo que representan y en el simbolismo de su cuerpo que experimentan, con los proyectos de soberanía y de independencia nacional, construidos en luchas sociales de matriz nacional-popular. Las nacionalizaciones de los recursos naturales y de empresas trasnacionales, las políticas económicas de sustitución de importaciones, del fortalecimiento del mercado interno, por lo tanto también de industrialización, forman parte de acciones políticas estatales que buscan transformar las estructuras de la dependencia y sustituirlas por una institucionalidad estatal moderna y democrática.
Las contradicciones inherentes a estos procesos someten a los gobiernos populistas, a sus proyectos y a sus bases sociales a duras pruebas. El desenvolvimiento de los procesos, de sus contradicciones, lleva a los mismos a puntos de encrucijada, donde hay que escoger por la profundización de estos procesos o por una salida aparentemente cautelosa de equilibrios y negociaciones, que ha conducido al desenlace de catastróficos hundimientos o de deshonrosas claudicaciones. En la historia latinoamericana sólo se cuenta con un caso donde la lucha nacional antimperialista se convirtió en un proyecto socialista. Las contradicciones del proceso nacional, antimperialista y en contra de la dictadura, condujo al punto decisivo; la profundización del proceso llevó rápidamente a una salida social y geopolítica, en el contexto de la guerra fría entre dos superpotencias, una capitalista, la otra con-figurante del llamado socialismo real. Este proceso sigue en curso, aunque en otro contexto, ya no de la guerra fría, sino el de la globalización avanzada del capitalismo tardío, bajo el dominio absoluto de las redes del capital financiero. Otras contradicciones han aparecido en la construcción del socialismo en un solo país, contradicciones nacidas de la demanda creciente social de bienes, debido a la profesionalización a gran escala de la población, contradicciones debidas al aislamiento, agravadas por el bloqueo impuesto, también contradicciones del mismo proyecto socialista en plena crisis de la modernidad, acompañada por la crisis ecológica.
A fines del siglo XX y comienzos del siglo XXI aparecen nuevamente la figura carismática de los caudillos, en un contexto mundial altamente complejo, signada por las crisis financieras, el diferimiento financiero de la crisis, la especulación y las burbujas financieras; también de un escenario de guerras de nuevo tipo, casi policiales del gendarme del orden mundial capitalista, guerras por el control de las reservas petroleras, serie de guerras que están lejos de haber terminado. Contexto mundial del capitalismo que anuncia el agotamiento del modelo energético, basado en la energía fósil, mostrando síntomas peligrosos de la crisis ecológica, debidos al desborde de la contaminación, la depredación ambiental y los desequilibrios ecológicos. Podemos también hablar de la crisis de la forma Estado y las formas de representación políticas. Estos caudillos expresan el desacuerdo de la gente con el proyecto neoliberal, basado en el despojamiento de los recursos naturales, ahora dados a gran escala, a través de megaproyectos como los conformados con la mega-minería, interpretados en su tendencia global en el proyecto neoliberal efectuado como programa de privatizaciones, proyecto del capitalismo tardío que tienden a privatizarlo todo, incluyendo a los espacios públicos y bienes naturales. Una de las característica de estos caudillos es haber emergido de luchas sociales anti-neoliberales; otra de las características tiene que ver con que los procesos en los que están insertos se enfrentan a desafíos del fin de ciclos; el ciclo capitalista de hegemonía norteamericana, el ciclo de la modernidad, el ciclo de la energía fósil, pero también enfrentan el desafío de lograr otro proyecto emancipatorio ante la crisis  del proyecto socialista. Se puede detectar estas búsquedas en los discursos sobre el socialismo del siglo XXI, también en los discursos sobre el Estado plurinacional y los planteamientos civilizatorios sobre el vivir bien. Los procesos en cuestión han expresado sus visiones políticas en constituciones que pretenden ser la apertura al nuevo horizonte abierto por las luchas sociales.
Aquí es donde se muestra el perfil contradictorio de los caudillos. Forman parte de la herencia de la solución carismática de la política cuando, en cambio, sus procesos se encaminan al diseño de democracias participativas. Terminan replegándose a los proyectos inconclusos de los imaginarios nacional-populares cuando, en cambio, sus procesos se abren a la condición plurinacional, a construir estados plurinacionales, por lo menos en dos de los casos emergentes. Al hacerlo reproducen una contradicción profunda en sus gobiernos, precisamente al intentar concluir con los proyectos inconclusos de desarrollo nacional, enfrentándose a demandas de alternativas al desarrollo, sobre todo por parte de los pueblos indígenas. También, al hacerlo, terminan manteniendo la fabulosa maquinaria chirriante y oxidada del Estado-nación, con toda su burocracia, centralización y normas administrativas liberales. Los caudillos se convierten en los puntos neurálgicos de la crisis política en una nueva encrucijada de los procesos. ¿Por donde ir? ¿Por la profundización del proceso o por la administración dilatada de la crisis? A diferencia de los caudillos de los siglos pasados, los caudillos del siglo XXI son pragmáticos, realistas y cautelosos; se inclinan mas bien por lo segundo, por la administración desplegada de la crisis económica y política. Los caudillos del siglo XXI no tienen el perfil heroico de los tiempos gloriosos de la lucha antimperialista, prefieren investirse de los oropeles de aquellos protagonistas, nombrarlos como sus antecesores, pero sin seguir sus ejemplos.
Los caudillos, en general, la figura de los caudillos, lo que representan, el simbolismo que expresan, sobre todo por el imaginario al que responden, forman parte de las complexiones subjetivas más antiguas correspondientes a las sociedades patriarcales. La interpretación de la significación de los caudillos tiene que remontarse a esta figura ancestral basada tanto en la forma de la familia que tiene su eje simbólico de dependencia en el padre, así como también en la complicidad de la fraternidad masculina. Las relaciones patriarcales devienen desde entonces, desde los remotos tiempos en que las sociedades antiguas construyeron el eje simbólico del poder en la figura dominante del padre. Seguramente vamos a encontrar variedad de expresiones, perfiles, mitos, de esta figura dominante masculina; en algunos casos ligados al anciano de la familia o de las familias vinculadas consanguíneamente, en otro caso vinculados al guerrero o también al chamán, al adivino, al que lee las marcas y los signos, al interprete de los sueños. La mitificación del patriarca ha sido favorecida por el mismo proceso de sedentarización, por la conformación de las sociedades agrarias, también por la formación de las ciudades ceremoniales o comerciales, donde las fraternidades podían generar alianzas duraderas y estratégicas. Esta figura, el mito del patriarca, también ha sido favorecida por la consolidación, expansión y difusión de las religiones monoteístas. La unidad trascendente de la divinidad creadora se asienta en la memoria empírica y referente del padre de todas las cosas. En relación a este arquetipo único del comienzo de los tiempos se encuentra la aparición de los mensajeros, del mesías, de los anunciadores del apocalipsis y del juicio final. Los imaginarios milenaristas proliferaron al cumplirse los milenios o los ciclos conmensurados de distintas maneras. Si bien esto acontecía en los imaginarios religiosos, sobre todo populares, en los periodos tempranos de la modernidad estos significados se transfieren al campo político. La figura carismática del patriarca se adecúa en los espacios de la lucha política, donde el padre conductor aparece como el caudillo, el líder, en el que se depositan las esperanzas de una gran familia, que es el pueblo, que son los desposeídos. No podía ser sino un mesías político el que se convierta en la promesa de la emancipación, promesa que antes era de la salvación. Se entiende entonces la capacidad de convocatoria que tienen los caudillos en la medida que despiertan profundas esperanzas religiosas, interpretadas como esperanzas políticas. Las luchas políticas se pueden convertir en guerras santas.
El gran problema de esta enigmática herencia y profunda memoria subjetiva es que construye una dependencia infantil de los seguidores, esta dependencia se conforma en una relación figurada de hijos con el padre, relación de subordinación y obediencia; radica en la autoridad que otorgan los valores semi-religiosos. Esta relación jerárquica es un obstáculo para liberar relaciones horizontales que permitan la crítica. Esta relación de dependencia es un obstáculo para crear las condiciones de posibilidad de un uso crítico de la razón, también para lograr desprender formas democráticas participativas. El problema histórico-cultural y civilizatorio de este devenir de las estructuras patriarcales es que se asienta en el desconocimiento político de las mujeres, de sus potencialidades creativas, de su alteridad potencial para construir otros ámbitos de relaciones y otros horizontes civilizatorios. Las mujeres han tenido que conquistar el reconocimiento de la igualdad, el derecho a voto, la ampliación de los derechos ciudadanos y el derecho a participar en los ámbitos considerados de dominancia masculina.
Las estructuras patriarcales se encuentran en los substratos organizativos e imaginarios de las instituciones, sobre todo son el sostén imaginario, simbólico del poder; en conjunto son como el arquetipo ancestral del Estado. El devenir Estado arraiga en esta metamorfosis de las relaciones y estructuras patriarcales, desde su conformación en las comunidades y sociedades agrarias, basadas en la cohesión de las relaciones consanguíneas y alianzas familiares, hasta la formación de los estados modernos, pasando por una variedad de instituciones sociales y políticas que formalizan las relaciones de poder. El cuestionamiento a las formas autoritarias, a las limitaciones a la democracia y al ejercicio de la democracia, a las limitaciones a las formas múltiples y plurales de la ciudadanía, incuso el cuestionamiento al Estado, nunca va a ser completo si es que no se adentra la crítica a esta matriz patriarcal. Los cimientos del Estado se encuentran en estas estructuras patriarcales. Por eso la crítica al Estado, como instrumento separado de la lucha de clases y de la dominación colonial, la crítica al Estado-nación, en la perspectiva de descolonizar el Estado y construir un Estado plurinacional comunitario y autonómico, nunca va tocar raíces si es que no se hace sobre todo una critica al Estado patriarcal.
La figura del caudillo revive de una manera individualizada y personificada los significados y los usos simbólicos del Estado patriarcal. Por eso su figura es tan compleja, tan paradójica y contradictoria. Puede llevar adelante proyectos y expectativas nacional-populares, empero acompañadas por formas de supeditación y dependencia de la masa. En un principio, cuando nace un proyecto nacional-popular esta relación apasionada con el líder puede incidir en los alcances de la convocatoria, puede cohesionar fuertemente a los seguidores, empero, en la medida que el conflicto alcanza niveles de mayor complejidad o cuando a nivel de gobierno se tienen que asumir decisiones políticas, esta forma carismática de la política se convierte en una debilidad del proceso mismo. Impide la maduración política del pueblo, de las multitudes movilizadas, impide la politización de la base, su incorporación participativa en las decisiones políticas.
No se puede culpar a los caudillos de estos desenlaces, pues no hay que olvidar que son producto también del imaginario de la gente, el pueblo los inventa. Los caudillos caen atrapados en la trama de estos imaginarios. Hay entonces como una complicidad entre ambos, caudillo y masa, caudillo y pueblo. El imaginario del caudillo lo tienen incrustado en su propio cuerpo, en sus propias conductas y comportamientos, en sus propios imaginarios, los conglomerados y pueblos organizados y movilizados. Esto se hace visible y evidentemente problemático cuando los caudillos asumen el gobierno; las dirigencias, las organizaciones involucradas, tienden a desplegar una relación de dependencia con el Estado, que aparece decodificado como figura paternal. Esta relación con el Estado patriarcal, con el caudillo-padre, puede prosperar en formas complicadas de clientelismo. Con lo que las organizaciones, las dirigencias, los conglomerados, involucrados terminan perdiendo su propia potencia política y terminan no solamente supeditados y cooptados, sino inmovilizados.
La crisis múltiple del Estado-nación, la crisis de representaciones, la crisis política, en sentido general, muestran que estas formas, contenidos, expresiones de las relaciones y estructuras de poder se han desgastado, incluyendo, claro está, la figura carismática del caudillo. La crisis del Estado-nación exige transiciones a otra forma de Estado o si se quiere a otra forma de organización política de la voluntad general. La crisis de las representaciones exige que abandonemos las formas delegadas de la democracia representativa y construyamos las condiciones y las bases de la democracia participativa. La crisis política exige salir de la definición de la política a partir de la relación amigo-enemigo, construyendo relaciones solidarias y hospitalarias que van más allá de esta dicotomía amigo-enemigo. En la apertura de este horizonte la alteridad potencial del feminismo de-colonial, de las diversidades subjetivas, se convierte en una promesa hacia una transición civilizatoria más allá de la política.
Tribulaciones del caudillo en tiempos del poder comunitario
Las limitaciones y contradicciones del caudillo en tiempos de emergencia de la circulación de los saberes y del poder comunitario se hacen estridentes. Más que las propias instituciones modernas, mas que el Estado-nación, más que las formas de organización partidaria y de los sindicatos, que han sabido convivir y compartir con los caudillos, es la emergencia de los movimientos sociales anti-sistémicos, el resurgimientos de las asambleas, cabildos y comunidades, la circulación de los saberes y la participación colectiva, con sus formas autogestionarias y de autoconvocatoria, lo que ha terminado cuestionando y haciendo evidente el anacronismo de la figura del caudillo. El caudillo no corresponde a las luchas del presente, no puede sostenerse ante la manifestación de iniciativas colectivas, de deliberaciones abiertas, de debate y discusiones callejeras. No puede sostener su perfil individual y personalizado ante la multitud, los múltiples rostros y voces que emergen y se hacen presentes, que hacen gala de sus elocuencias y el despliegue del lenguaje de sus cuerpos. El caudillo no puede sostenerse ante la exigencia de la participación y el avance de la democracia participativa. Se encuentra de sobra en estos escenarios; es una reliquia del pasado. Empero lo acompañan fuerzas que no quieren deshacerse de las instituciones, de los agenciamientos concretos de poder, de las relaciones y estructuras, que sostienen privilegios, monopolios, centralismos y clientelismos. Hay como una resistencia desesperada ante los cambios de contextos y de la subversión de la praxis. Es sintomático el comportamiento de este bloque conservador ante la apertura abierta por la Constitución. Para la gente coaligada en este bloque conservador la Constitución es un texto útil para la propaganda, pero no para aplicarlo ni cumplirlo. Incluso, paradójicamente y forzadamente puede ser utilizada para mantener el estado de cosas, el mapa de las instituciones liberales, el Estado-nación, el modelo extractivista y, sobre todo, los ámbitos de circuitos clientelistas conectados al Estado y manejados por el gobierno. Ciertamente la figura del caudillo es completamente funcional a los intereses de casta, de clase y de élite de este bloque. Necesitan del caudillo, requieren de este símbolo de autoridad, usan la imagen de patriarca, no sólo para mantener el estado de cosas sino para lograr reproducir las sumisiones, los servilismos, las dependencias y clientelismos. Por eso alimentan la figura del caudillo y también, por eso mismo, paradójicamente, lo tienen al caudillo como un rehén de sus entornos. Aunque el caudillo acepta placenteramente este enclaustramiento dorado, acogido por alabanzas y pleitesías.
Un síntoma indicativo de la convivencia entre instituciones modernas y Estado-nación con la figura emblemática del caudillo es el sistema presidencialista. Esta forma republicana y de la democracia formal; aunque en el mismo esquema político podía haberse dado otro sistema representativo y de gobierno, por ejemplo el parlamentarista. Nadie está tomando partido por el parlamentarismo, pero lo ponemos como ejemplo para mostrar que incluso en el marco liberal había otras opciones. Empero el presidencialismo, aunque se presenta formalmente como forma de gobierno republicana y liberal, como forma de representación y organización de las decisiones, refuerza con su jerarquía la figura del caudillo. El monopolio de las decisiones no sólo queda en el Estado, en su núcleo ejecutivo, que es el gobierno, sino que queda en manos del presidente. Obviamente es el presidente y los entornos los que terminan expropiando la voluntad al pueblo y usan esta referencia para imponer su voluntad particular.
Hay otros problemas derivados del presidencialismo. Entre estos tenemos que mencionar la restricción de la deliberación, con ello del cotejamiento y de los contrastes. Restricciones que pueden derivar en la suspensión de la libertad de expresión y de pensamientos, que acompañan a la restricción de la deliberación junto al apocamiento del raciocinio. En todo caso, revisando la historia política de los regímenes republicanos, podemos decir que los presidencialismos son más propensos a limitar los alcances de la democracia que los parlamentarismos. No es una defensa del parlamentarismo, empero como que la selección de la opción presidencialista esta ligada a requerimientos de centralización  y concentración del poder de las élites dominantes. Aunque esto no sea categórico, son las tendencias prácticas inherentes a las experiencias políticas las que han mostrado esos desenlaces. También, claro esta, pueden darse formas combinadas entre presidencialismo y parlamentarismo; empero lo que se observa en América Latina es la preponderancia de la forma presidencialista, incluso su reforzamiento entregando al presidente prerrogativas especiales en temas estratégicos. Sin embargo, debemos recordar que la discusión no es sobre las alternativas del presidencialismo o del parlamentarismo, sino de evaluar cómo la forma presidencialista refuerza la figura anacrónica del caudillo.
Otro espacio donde se observa el anacronismo del caudillo es su contraste con los campos problemáticos del presente; medio ambiente, crisis ecológica, crisis energética, soberanía alimentaria, transgénicos, alternativas al desarrollo, derechos de las naciones y pueblos indígenas originarios, derechos de la madre tierra, alternativas de transición al modelo extractivista, alternativas a la industrialización en la revolución tecnológica científica y cibernética, democracia participativa. Estos problemas rebasan a la convocatoria del caudillo y  de sus mapas de fuerzas, de sus diagramas institucionales, de sus bloques de complicidad y clientelismo, que lo sostienen. El tratamiento y la resolución de estas problemáticas altamente complejas requieren de participaciones deliberativas, criticas, requieren de circulación de conocimientos y saberes, de contrastaciones, de construcciones colectivas de la comprensión de los problemas, de formación de consensos, de incorporación de saberes tradicionales y de las sabidurías comunitarias, cosa que la lógica centralista, monopolista, elitaria y clientelista que mantiene el Estado-nación, el gobierno de administración liberal, las cúpulas de especialistas y abogados, en combinación y componenda con el caudillo, no puede soportar. Este diagrama de fuerzas que sostienen al caudillo entra en contradicción con esta emergencia de la democracia participativa y de las lógicas colectivas y comunitarias.
No deberíamos extrañarnos que un caudillo que incluso llega a incorporar en su discurso tópicos como la defensa de la madre tierra, la descolonización, la emancipación indígena, el vivir bien, termine efectuando en la práctica políticas públicas totalmente contraria a los discursos emitidos en campañas, en foros internacionales, en la primera etapa de la gestión de gobierno, sobre todo durante el proceso constituyente. ¿Cómo explicar este contraste? No olvidemos que ante todo el caudillo es un imaginario, es un símbolo, emergido de las profundidades de las matices históricas del poder, de las relaciones y estructuras patriarcales, que ha vivido sus reconfiguraciones con los códigos de las representaciones milenaristas, también con las experiencias modernas de las migraciones a las ciudades, donde los marginados reviven al mesías en su forma política y comunicacional. El caudillo también cree en su propia imagen, se deja atrapar por ella, se considera un profeta y portavoz de los vientos de cambio. Empero esto no va más allá del juego de imágenes; mientras esto quede en los escenarios, en los discurso, en  la plasticidad del lenguaje de la imagen, no hay problema. El problema comienza cuando hay que llevar a cabo la promesa. Pues esto significaría romper con el mismo teatro político a la que ha sido reducida la realidad, y al hacerlo romper con los andamiajes, con las estrategias inherentes al montaje. Como en un efecto dominó, desencadenaría la ruptura con las complicidades de los entornos y de los clientelismo. En otras palabras se derrumbaría la estructura de poder donde se sostiene el caudillo. El defender efectivamente la madre tierra, en la práctica, lo llevaría a cuestionar el modelo económico que sostiene el Estado, el modelo extractivista. Esto exige poner en cuestión todas las articulaciones y circuitos entrelazados del modelo económico del círculo vicioso de la dependencia. Incluso habría que discutir consecuentemente el sentido de la industrialización y del mercado interno, su ligazón con las imposiciones del mercado externo. El mismo sistema financiero se encontraría cuestionado, el papel de la banca. De este modo se volvería a problematizar la propiedad privada de la tierra. El uso de la tierra por parte de los terratenientes y campesinos, el uso de los transgénicos, el efecto desforestador, depredador y  de generación de desiertos por parte de los monocultivos. Empero, sobre todo, el tratamiento de estos problemas, al requerir el concurso de colectividades y de formas abiertas de participación, de acceso a la información y de transparencia, evaporaría la importancia del caudillo en este ajetreo democrático.
El caudillo es parte de una trama, de una textura dramática, trama y drama que responden a una escritura dada, sobre todo a un formato de leyenda. Esta trama lleva a la soledad absoluta del caudillo, sobre todo, paradójicamente, cuando aparece más protegido por la maquinaria estatal, que cada vez más se parece al Estado de excepción,  cuando más adulado se encuentra por la organizados grupos de funcionarios, por el copamiento de todos los poderes del Estado, por el control de la mayoría parlamentaria. El caudillo puede cumplir con la actuación pero no puede realizar su fantasía, no puede materializar sus promesas, pues significaría salir del encantamiento. El caudillo es una ficción; lo inquietante es que se trata de una ficción funcional a la política, a la política de Estado, al ejercicio de prácticas políticas, clientelares, de poder, que nada tienen que ver con el imaginario de esperanza que alimenta el caudillo. Por eso la vida de los caudillos es dramática, terminan martirizados por las propias masas que han creído en ellos o terminan desterrados, también pueden terminar como en el Otoño del patriarca de Gabriel García Márquez, desolados, aislados del mundo, abandonados en su fortaleza de angustias y comedias.
En este contexto interpretativo es imposible sostener la tesis de la conspiración, la tesis de la traición. Esta tesis es muy simplista, reduce todo al factor subjetivo individual, otorgándole el privilegio del control racional de todas las variables. El caudillo no puede traicionar, es parte de su trama, de su drama, por lo tanto también de sus contradicciones. Vive su papel empujado por las olas de la ficción. Lo asombroso es que los caudillos creen en la tesis de la conspiración; se sienten traicionados, encuentran hasta en su sombra los signos de la conspiración. En este contexto el caudillo ya no responde a ningún principio de realidad sino a sus propios fantasmas, a su propio imaginario que inventa enemigos por todas partes. El caudillo se siente incomprendido y saboteado. Por eso es capaz de desencadenar la represión más sañuda, creyendo que ésta ya está justificada.
Mientras el caudillo se encuentre en la ventaja de tomar decisiones políticas lo va a hacer, respondiendo a los compromisos, a las complicidades, a los circuitos clientelistas. Pues en estos espacios se siente protegido.  Puede ocurrir que en ciertos momentos y hasta en ciertos casos el caudillo opte más bien por la imagen que pregona y tome otras decisiones, más próximas a las esperanzas de la ilusión que encarna que al pragmatismo de las relaciones de poder donde está incrustado. Esto ocurre muy escazas veces, sobre todo al principio de su gestión, cuando todavía no esta montado el escenario, tampoco esta consolidado el mapa de relaciones concomitantes. Es muy improbable que esto ocurra en una etapa avanzada de su gestión; aunque estos actos heroicos se pueden dar. En esas circunstancias hasta sus entornos lo pueden considerar peligroso.
Ahora bien, cuando dijimos que el caudillo es prácticamente un rehén de sus entornos, también dijimos que esto se da con la complicidad gustosa del caudillo. Esta relación es enmarañada, resulta que también los entornos se tienten seducido por el caudillo, pero también temerosos. El caudillo se convierte en el jefe, también el juez, se encuentra sobre ellos, puede dirimir, pero también mandar en pleno sentido de la palabra. Como la tendencia de los entornos es no hacer crítica al jefe, la palabra del jefe es la verdad indiscutible. Su participación en las reuniones es inhibida por la presencia central del jefe. Es como ir a un examen; cuando la tensión sube y los examinados sufren. En estos estrechos escenarios del poder la telaraña de las relaciones entre jefe y subalternos es una red atrapante para ambos, jefe y entorno. Desde una perspectiva, el caudillo es rehén de los entornos; pero desde otra perspectiva, desde la perspectiva del jefe, de la autoridad suprema, el caudillo es el poder absoluto, es un dictador, ante el cuál tiemblan ministros, viceministros, técnicos, funcionarios de todo tipo. Por eso, estas relaciones concomitantes en los estrechos escenarios del poder, pueden mirarse también como dramas pasionales. Hay como una competencia por agradar al jefe; un gesto, una mirada, una palabra, un silencio, pueden ser interpretados como desaprobaciones, ante las cuales los funcionarios terminan profundamente deprimidos. En estos trámites se ocultan informaciones negativas, se presentan mas bien los informes positivos, de tal manera que ambos, jefe y entornos, terminan atrapados en sus propias mentiras.
Esta puede ser una de las explicaciones de cómo se construyen los errores garrafales en política. La imagen que tiene el poder de la realidad es como si ésta fuera un espejo de los sueños de grandeza. Entonces los datos que se asumen de la realidad, que pasan el filtro, son los que confirman la imagen positiva que tiene el poder de sí mismo. Cómo todo va bien, cómo se supone que tienen la aceptación de la gente y de la opinión pública, se toman decisiones en el marco agradable de este paraíso. Si la respuesta es de rechazo por parte del pueblo, que tiene que soportar las consecuencias de estas decisiones, entonces la interpretación mecánica del conjunto de funcionarios, del bloque en el poder, es que han sido incomprendidos, de que la gente requiere de explicaciones más minuciosas. Estas explicaciones tienen que ser armadas y las fuentes de estas explicaciones no pueden ser otros que los cuadros positivos y de avance, de crecimiento y de logros del gobierno. De este modo las explicaciones se convierten en propaganda. Lo que termina haciendo exasperar a la gente que vive la vida cotidiana y tiene otra perspectiva de la realidad.
Si una medida ha sido rechazada, incluso si el gobierno se ha visto obligado a retroceder, abrogando su medida, esto no quiere decir que ha renunciado a cumplirla y a efectuarla. Es cuestión de tiempo; el gobierno no puede estar equivocado, tiene una perspectiva más amplia que el pueblo, ve más lejos; lo que pasa es que el pueblo no ha comprendido la estrategia. La medida queda suspendida como una espada de Damocles. La medida puede volver a aparecer cualquier rato, disfrazada, como si fuese otra medida, incluso la medida consultada al pueblo. La psicología de los políticos es de antología, son los grandes prestidigitadores, tienen al alcance múltiples herramientas, muchas artimañas, pueden optar por caminos de los más laberínticos para llegar a los objetivos trazados. Nunca se inmutan, están como acostumbrados a moverse en esos territorios movedizos, esa tierra de nadie, entre la ficción y la realidad. Para los políticos la objetividad es ese procedimiento habilidoso de convencimiento, esa constante negociación entre realidad y ficción, con el objeto de lograr domesticaciones de determinados recortes de realidad, que son su campo de dominio. Sus hipótesis se corroboran cuando logran imponer una política, una ley, una estratagema. Han burlado a los demás.
Empero todo esto son los campos de dominio de las relaciones y estructuras de poder, donde la figura del caudillo cabalga como el fantasma insomne. Estos dominios se ven amenazados por los nuevos campos problemáticos, los contextos de realidad presentes, los nuevos sujetos sociales, las nuevas relaciones intersubjetivas, las vocaciones autogestionarias, autodeterminantes y de autoconvocatoria. Estos dominios se ven amenazados por la construcción de nuevas relaciones emergentes, horizontales, participativas, colectivas, comunitarias, expresión de saberes colectivos. Ante la evidencia de que los tiempos han cambiado, la herencia política, de las prácticas, de sus instituciones y de sus imaginarios, ha quedado obsoleta. No puede responder a los desafíos del momento. No puede resolver los problemas. No puede encontrar salidas, salvo la del círculo vicioso de la propia reproducción del poder y de lo mismo. Para resolver estos problemas, para abordar estos desafíos, se requiere de otros ámbitos de relaciones, de otras formas políticas, participativas, colectivas, del intelecto general y de los saberes colectivos, de la formación de consensos y convocatorias multitudinarias, y sobre todo de formas gubernamentales de las multitudes.            
Critica a la razón jacobina I
Tensiones y contradicciones de la ficción política
Puede inventarse historias, pueden formar parte de la ficción, también de lo imaginario, formar parte de la novela o del arte, pero también hay historias que pretenden decir la verdad. Son discursos de la verdad, que tienen la pretensión de expresar la verdad. En los discursos filosóficos uno se encuentra con estas pretensiones abiertamente declaradas, sobre todo son estas intenciones complicadas cuando se trata de la filosofía política, pero también de la filosofía de la historia. De lo que trata en esta última es sobre el sentido de la historia, Hegel ha querido atribuirle un sentido teleológico, el fin de la realización del espíritu, que es entendido como el camino de desarrollo de la idea. Algunos lectores e intérpretes críticos de la filosofía de la historia de Hegel han mostrado que el filósofo no hace otra cosa que una exégesis especulativa de la dominación de los imperialismos y colonialismos europeos. De esto habla esa figura de la realización del espíritu en Occidente, después de deambular por el Oriente, en la China y en la India, donde el espíritu se encuentra en su manifestación pre-filosófica, sin lograr la totalización y racionalización. Las corrientes marxistas no tienen una misma posición respecto a la historia y a la filosofía de la historia; no pueden dejar de tomar en cuenta el punto de partida, la crítica a la filosofía dialéctica especulativa de Hegel por parte de Marx, aunque hay corrientes que van a caer en la dialéctica iluminista, en una apología del progreso y la evolución, encontrando también la realización de la razón en la historia, aunque esta razón sea definida como la realización del reino de la libertad. Empero hay también corrientes que no le encuentran un sentido a la historia, es más, consecuentes con la idea de la especificidad de la lucha de clases en las formaciones económico-sociales concretas, en el contexto mundial del capitalismo, conciben mas bien distintas linealidades históricas. En la contemporaneidad los historiadores del capitalismo entienden mas bien la historia en su multiplicidad y heterogeneidad, imbricada de rupturas y de ciclos. Esta es la herencia de la influencia de la escuela de los anales. Ahora es difícil sostener una linealidad o curso de le historia, estas hipótesis resultan en todo caso construcciones imaginarias, cuya utilidad es atribuirle una dirección al tiempo político, evidentemente para legitimar las propias acciones del poder y del gobierno, si es que no es, en otros casos, la legitimación de una interpretación especulativa o ficticia.
En un libro de Álvaro García Linera, titulado Las tensiones creativas de la Revolución. La quinta fase del proceso, difundido gratuitamente a través del periódico Cambio, se expone sus tesis sobre el proceso, de una manera un poco más amplia, desarrollando lo que el vicepresidente argumentó en un discurso de balance del  proceso, que también se difundió, de una manera más reducida con cierta anterioridad, en el periódico La razón. El libro consta de dos partes, la primera, Hacia un nuevo horizonte de época, y la segunda, Las tensiones creativas de la quinta fase. La primera está compuesta de siete capítulos: Del republicanismo propietario al republicanismo comunitario, Las fases del proceso revolucionario, Primera fase: Develamiento de la crisis de Estado, Segunda fase: El empate catastrófico, Tercera fase: Capacidad de movilización convertida en presencia estatal gubernamental, Cuarta fase: El punto de bifurcación o momento jacobino de la revolución, y Quinta fase: La emergencia de las contradicciones creativas. La segunda parte está compuesta de cinco capítulos: Primera tensión: Relación entre Estado y movimientos sociales, Segunda tensión, Flexibilidad hegemónica frente a firmeza en el núcleo social, Tercera tensión: Intereses generales frente a intereses particulares y privados, Cuarta tensión: El socialismo comunitario del vivir bien, y Las tensiones secundarias creativas como fuerzas productivas del proceso de cambio. Se trata de un libro ordenado por fases, por las que supuestamente ha pasado y pasa el proceso. De entrada llama la atención el hablar de tensiones creativas en un discurso que se pretende dialéctico, un discurso que tiene como referencia además los dos textos conocidos de Mao Tsé-toung sobre las contradicciones. En el primer libro de Mao Tsé-toung Sobre las contradicciones, publicado en agosto de 1937, no hay nada parecido a tensiones creativas; en el libro del marxista chino se habla de Las dos concepciones del mundo, de La universalidad de la contradicción, de La particularidad de la contradicción, de La contradicción principal y el aspecto principal de la contradicción y deEl papel del antagonismo en la contradicción. En el texto Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo, publicado el 27 de febrero de 1957, tampoco hay algo parecido a tensiones creativas. Lo que se escribe en el citado documento es ilustrativo:
Las contradicciones entre nosotros y el enemigo son antagónicas. En cuanto a las contradicciones en el seno del pueblo, las que existen dentro de las masas trabajadoras no son antagónicas, mientras que las existentes entre la clase explotada y la explotadora tienen, además del aspecto antagónico, otro no antagónico. Las contradicciones en el seno del pueblo no datan de hoy, pero tienen distinto contenido en los diferentes períodos de la revolución y el período de la construcción socialista. En las condiciones actuales de nuestro país, esas contradicciones comprenden: las contradicciones dentro de la clase obrera, dentro del campesinado y dentro de la intelectualidad; las contradicciones entre la clase obrera y el campesinado; las contradicciones entre los obreros y campesinos, por una parte, y los intelectuales, por la otra; las contradicciones entre la clase obrera y los demás trabajadores, de un lado, y la burguesía nacional, del otro; las contradicciones dentro de la burguesía nacional, etc. Nuestro gobierno popular es un gobierno que representa realmente los intereses del pueblo y que está al servicio de éste. Sin embargo, entre el gobierno y las masas populares también existen ciertas contradicciones. Estas incluyen las contradicciones entre los intereses del sector estatal, los intereses del sector colectivo y los intereses individuales, entre la democracia y el centralismo, entre dirigentes y dirigidos y entre las masas y ciertos trabajadores gubernamentales con estilo burocrático. Todas éstas también son contradicciones en el seno del pueblo. Hablando en términos generales, las contradicciones en el seno del pueblo son contradicciones que se dan sobre la base de la identidad fundamental de los intereses de éste. 
 Por lo tanto Mao Tsé-toung habla de contradicciones, lo que tiene sentido, en el discurso y las teorías dialécticas, sobre todo en el materialismo dialéctico y el materialismo histórico. Pero, ¿Qué significación en la dialéctica puede tener lo de tensiones creativas? Remontándonos a la Fenomenología del espíritu de Hegel podemos decir que el pensamiento dialéctico especulativo supone una tensión intrínseca a toda la exposición de la experiencia de la consciencia, esta tensión se da entre inmanencia y trascendencia, entre las experiencias de extrañamiento y las experiencias de retorno a la intimidad de la consciencia. Algunos autores marxistas, como Ernst Bloch, plantearon esto como dialéctica sujeto-objeto. ¿Tensiones creativas como categoría distinta y anexa a las categorías de las contradicciones? ¿Por qué no llamarlas simplemente contradicciones en el seno del pueblo? Para distinguir este discurso del discurso de Mao Tsé-toung? ¿Con qué objeto? ¿Qué es lo que se quiere decir cuando se habla de tensiones creativas? ¿Qué también hay tensiones no creativas? ¿Qué las tensiones a diferencia de las contradicciones son creativas? En el pensamiento de la dialéctica especulativa  las contradicciones forman parte de un desenvolvimiento que tiende a la superación; en la exposición materialista de Mao Tsé-toung las contradicciones son tratadas para distinguir la universalidad de la contradicción, la particularidad de la contradicción, que ayuda a hacer el análisis especifico de la realidad concreta, para distinguir la contradicción principal del aspecto principal de la contradicción, además de la identidad y la lucha entre los aspectos de la contradicción, fuera de entender el papel del antagonismo en la contradicción. También se puede decir que se trata de diferenciar en la estrategia y la táctica política del partido las contradicciones antagónicas con los enemigos del pueblo de las contradicciones en el seno del pueblo. Se puede entender que así como hay contradicción principal y aspecto principal de la contradicción, también hay contradicciones secundarias, que forman parte del complejo de contradicciones de una realidad concreta. Empero, tratemos de entender qué quiere decir esto de tensiones creativas en el discurso del declarado pensamiento jacobino boliviano.
Al principio del libro Las tensiones creativas de la revolución, se hace una constatación, a la que se le llama primordial; esta es que:
Hoy, el pueblo boliviano ha consolidado su unidad histórica en torno a un único proyecto de Estado, economía y sociedad.
Es muy difícil verificar esta constatación después del “gasolinazo”, que, por cierto, el libro citado no dice nada. ¿Cuál Estado? ¿El Estado-nación, defendido por el bloque nacionalista en el gobierno, o el Estado plurinacional comunitario y autonómico, establecido en la Constitución Política del Estado? Si se trata del Estado-nación lo que se puede constatar que hay una unidad entre los nacionalistas del gobierno, los nacionalistas militares, los nacionalistas dispersos en la sociedad, incluso la ideología nacionalista cristalizada en los huesos de muchos dirigentes, además de la burguesía intermediaria, que si le interesa la mantención del Estado-nación; también podríamos hablar de la ideología nacionalista de la burocracia. Si se trata del Estado plurinacional comunitario y autonómico, está lejos de ser una voluntad política su construcción por parte del gobierno. Las organizaciones que tienen una claridad meridiana sobre el Estado plurinacional comunitario y autonómico son las organizaciones indígenas del CONAMAQ y del CIDOB, y con estas organizaciones las naciones y pueblos indígenas originarios. Lo que se tiene como apoyo al proyecto plurinacional descolonizador es la aprobación por parte del pueblo boliviano de la Constitución por una mayoría absoluta, el 64% de la población votante. El camino hacia la construcción de Estado plurinacional está por resolverse en una compleja transición, atiborrada de contradicciones, que pueden ser clasificadas algunas como principales, encontrando en ellas los aspectos principales de las contradicciones, además también de identificar las contradicciones en el seno del pueblo. De hecho hay una contradicción entre el Estado-nación y el Estado plurinacional. Sobre el rumbo económico también hay toda una discusión, debate que puede resumirse entre la opción del modelo extractivista, optado por el gobierno, y el diseño de economía social comunitaria definido por la Constitución. Sobre el proyecto de sociedad también nos encontramos ante otra contradicción, entre una nebulosa idea de sociedad que tiene el gobierno, donde convive la sociedad de la colonialidad heredada conjuntamente con emergencias de los pueblos indígenas que se empoderan de los espacios sociales y culturales haciéndose visibles, idea contradictoria a la concebida por la Constitución, que apertura una sociedad comunitaria, intercultural y autonómica. Son evidentes los aferramientos desesperados del gobierno a los recónditos centralismos y a velados mono-culturalismo y mono-nacionalismo pervivientes. La unidad de la que se habla sólo queda en el imaginario jacobino.
A propósito habría que preguntarse si se requiere una unidad o un núcleo común de articulación de la pluralidad; un núcleo dinámico, capaz de articular la pluralidad en sus distintos momentos y escenarios. Se trata de una cohesión móvil, de un tejido multicolor de textura cambiante, proponiendo nuevas articulaciones e interpretaciones. Esta es la discusión y la perspectiva que reclama la Constitución, que ya se abre a los horizontes de un pensamiento pluralista. No se trata de la unidad del Estado, sino de la articulación cohesiva de la pluralidad en el Estado plurinacional comunitario y autonómico. Este núcleo común es lo que se tiene que construir de una manera participativa y formando consensos. El imaginario de una unidad absoluta en torno al Estado corresponde al pasado, cuya arqueología puede remontarse a la república de los jacobinos. Este imaginario ha acompañado al proyecto institucional estructurado en la centralización más rigurosa y obsesiva. No todas las repúblicas y estados modernos optaron por este camino; de alguna manera fueron las exigencias de mando centralizado, de administración y organización centralizada de la burguesía francesa, en el contexto de la correlación de fuerzas del proceso de la revolución francesa.
El primer capítulo se titula Hacia un nuevo horizonte de época. Del republicanismo propietario al republicanismo comunitario. ¿Qué se quiere decir con horizonte de época? ¿Se trata de los horizontes abiertos por la Asamblea Constituyente, los horizontes del Estado plurinacional comunitario y autonómico? ¿Qué es eso de republicanismo propietario, también eso de republicanismo comunitario? Se puede decir que el republicanismo es una teoría liberal, basada en la concepción del Estado de derecho  y la vigencia de la ley.
Ciertamente el republicanismo forma parte de las corrientes  teóricas, concretamente el republicanismo  se figura la república como el paradigma de gobierno inmejorable para un Estado. La república se explica en tanto antítesis a las otras formas clásicas de gobierno: la monarquía y la aristocracia; así como a sus concernientes depravaciones: el despotismo y la oligarquía. También se concibe como un sistema político basado en el ejercicio de la libertad,  primordialmente se fundamenta en el derecho, en la ley como expresión de la voluntad soberana del pueblo, voluntad general a la que no puede escamotear nunca un gobierno legítimo. Hay que tener en cuenta, para evitar cualquier confusión, que el concepto de república en lo que respecta a la  forma de gobierno no es equivalente al concepto de democracia. Elexpresión republicanismo correspondencia a una formación discursiva de la teórica política, teoría cuya arqueología emerge en algunas municipalidades italianas de la Edad Media,  dispensando nuevas significaciones a ciertas tradiciones institucionales ciudadanas griegas y romanas. También se puede decir que la idea de república y la concepción del modelo republicano  formaron parte de los debates políticos de la Inglaterra de los siglos XVII y XVIII. En migración de Inglaterra al nuevo continente influyó sobre los ideólogos fundadores de la independencia estadounidense. Se puede decir también que esta formación discursiva, esta corriente teórica, también irradió en los criollos independentistas liberales latinoamericanos. El ideal de la república y la concepción política del republicanismo forman parte de la defensa jurídico-política del Estado liberal en los actuales tiempos de crisis múltiple del Estado.
¿Hay algo parecido a un republicanismo de propietarios? Teóricamente no, como corriente teórica, obviamente que no. Se puede entender esta expresión como que en nuestros territorios de heredad colonial los propietarios, vale decir los propietarios mineros y los terratenientes, se han apropiado del discurso republicano usándolo en defensa de sus intereses particulares. Así se puede entender siempre distinguiendo que se trata de usos prácticos del republicanismo. No de corrientes teóricas. Eso es importante anotar al momento de discutir estos temas. Más complicada se vuelve la interpretación de un  republicanismo comunitario. ¿Puede concebirse algo parecido a esta estrambótica expresión? En todo caso las corrientes políticas comunitaristas se basan en otras perspectivas teóricas, en otra concepción de la resolución política, mas vinculadas a las teorías libertarias o, también, a las concepciones de reconstitución de las tradiciones ancestrales. ¿O es que se está propugnando un liberalismo comunitario? ¿Cómo puede ser este? Habría que enunciar su diseño o su composición enunciativa. Mientras no se lo haga los términos que se usan quedan en la nebulosa o forman parte de un discurso ideológico, en el sentido de reproducción imaginaria de la legitimidad o de la construcción de legitimidad, con todo el despliegue retórico que incumbe, buscando el convencimiento de la audiencia.
A propósito de lo que acabamos de decir debemos preguntarnos cuál es el sentido de un discurso como este de Las tensiones creativas de la revolución. ¿La legitimación de la conducción del gobierno? ¿Un análisis de las fases del proceso? Estas preguntas son importantes cuando es indispensable contar con un mapa de la concurrencia discursiva en el proceso y en sus distintas coyunturas, sobre todo para entender el uso práctico que se le da a los discursos, que es donde se encuentra el significado pragmático, en el sentido del pragmatismo lingüístico. ¿Qué buscan los discursos en el proceso? ¿Profundizarlo? ¿Truncarlo? ¿Diferirlo? ¿Desviarlo? La respuesta a estas preguntas depende de los contextos, de los dispositivos y de los agenciamientos discursivos. Es notorio que en el discurso de Las tensiones creativas de la revolución la intensión que sobresale y el tono escuchado sea el de la justificación de los actos de gobierno. No así la discusión, el debate sobre los temas planteados por las sucesivas coyunturas del proceso, menos evaluar la cuestión principal de si está en crisis o no el proceso, que es lo que se ha puesto en el tapete. Se ignoran estos temas, se obvia sobresalientemente la evaluación y el análisis de la medida de nivelación de precios, llamada popularmente como el “gasolinazo”. Por lo tanto no estamos ante un discurso académico, no es un discurso teórico: se trata de un discurso político, empero no tanto de debate sino de justificación; muy ligada a la búsqueda convencimiento de la propaganda, de la publicidad y de la difusión ideológica de la línea de gobierno.
En el libro se escribe que el carácter de las contradicciones habría cambiado, ya no se trataría de las contradicciones desatadas antes de la primera gestión de gobierno (2006-2009) sino de nuevas contradicciones, no las que plantean la crisis múltiple del Estado sino las que persiguen profundizar el proceso de cambio. Hay por lo menos dos diferencias en el carácter de las contradicciones en el proceso:
La primera, que a dife­rencia de lo que sucedía años atrás, no propugnan un nuevo tipo de sociedad ni plantean un nuevo ho­rizonte de Estado o economía, sino la ralentización o la radicalización del proceso pero en el marco del horizonte de época de la plurinacionalidad[63].
La segunda diferencia consiste en:
La segunda, que como son contradicciones al in­terior de los tres principios ordenadores de la realidad y de las luchas por transformarla (plurinacionalidad, autonomía y economía plural), son también contradic­ciones al interior del amplio bloque popular que con­duce y sostiene el Proceso de Cambio. Incluso las fuer­zas conservadoras que intentan utilizarlas para revita­lizar su presencia, lo tienen que hacer con el lenguaje y el norte que delimita el horizonte de época dominante[64].
Habría que hacerse una primera pregunta: ¿Ya se ha construido el Estado plurinacional comunitario y autonómico? ¿Ya estamos en otro campo social, que habría superado la sociedad edificada sobre las herencias coloniales y las estructuras raciales? Esto por lo menos parecen suponer las diferencias características entre un complejo de contradicciones y otro, antes y después de la primera gestión de gobierno. Es difícil sostener lo que se  afirma, que las contradicciones no propugnan un nuevo tipo de sociedad ni plantean un nuevo ho­rizonte de Estado o economía.
En un análisis del comienzo de la gestión del gobierno de Evo Morales la politóloga Grace Ivana Deheza comenzaba el mismo de la siguiente manera:
Bolivia, en el 2006, inició una etapa nueva en su historia. Por primera vez un líder de origen aymara, Evo Morales Ayma, asumía constitucionalmente la Presidencia del país. Durante este año el Presidente emitió políticas destinadas a reformar el Estado y a recuperar el control estatal de los recursos naturales. El proceso de cambio de la Constitución política del Estado se abrió con el llamado a la Asamblea Constituyente y con el referéndum autonómico, procesos paralelos que están hasta la fecha redefiniendo la nueva configuración político-administrativa del país[65].
Podríamos decir que este primer párrafo del análisis de Grace Ivana Deheza sobre Bolivia 2006: reforma estatal y construcción del poder, que sale en la Revista de ciencia política, en el volumen especial del 2007,  refleja un sentir promedio, quizás también el sentir académico, en relación al desenlace de la crisis múltiple del Estado, desenlace del mismo proceso de movilizaciones de 2000 al 2005, que culminó en la victoria electoral del Movimiento al Socialismo y la asunción al gobierno de Evo Morales Ayma.   Las políticas de reformas estatales, de nacionalización de los hidrocarburos, de convocatoria a la Asamblea Constituyente y de referéndum autonómico inician las transformaciones esperadas en la gestión del gobierno indígena popular, respondiendo al mandato de los movimientos sociales y de las naciones y pueblos indígenas originarios. El ambiente era de entusiasmo y de optimismo, se dejaron los temas pendientes de discusión, lo importante era apoyar al proceso y al flamante gobierno popular. No se discutían mucho los alcances de las medidas iniciales, de la reforma estatal, tampoco el contenido y los mecanismos efectivos de la nacionalización de hidrocarburos. Hubo un amague de debate sobre la convocatoria a la Asamblea Constituyente a través del Congreso. Se dio un posicionamiento de parte de las organizaciones sobre el referéndum autonómico oponiéndose a las autonomías. Esto en tanto se consideraba por parte de las organizaciones que la propuesta autonómica venía de las oligarquías regionales, como una estrategia para conservar el poder regionalmente, que lo habrían perdido nacionalmente. Una gran legitimidad sostenía al flamante gobierno y al presidente indígena. También se gozaba de una gran simpatía internacional. En la cancillería se comenzó a trabajar en la perspectiva de una diplomacia indígena, que descolonice nuestras relaciones con los países en el mundo diplomático, también se comenzó a trabajar en la diplomacia de los pueblos, una idea del presidente que abría la posibilidad de que los mismos pueblos intervengan efectivamente en las relaciones entre los países, dejando de tratarse de relaciones sólo entre estados. Aunque el 2006 comenzaron algunos conflictos que empañaron esta fiesta inaugural de la gestión de gobierno, todo parecía augurar un proceso continuo de cambio.  
Empero esto es lo que no ocurrió, aparecieron las interrupciones y discontinuidades, del 2006 al 2007 se vivió la dramática experiencia de la Asamblea Constituyente, la misma que tuvo que enfrentar el ambiente convulso ocasionado por las convocatorias en las capitales departamentales de la llamada “media luna”, Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija, incluyendo en una última etapa a Chuquisaca con las demandas del Comité Interinstitucional con asiento en la ciudad de Sucre. Son por lo menos tres tipos de desafío que tuvo que afrontar la Asamblea Constituyente: La convulsión de las capitales departamentales de la “media luna”; la resistencia interna en la propia Asamblea Constituyente de parte de las brigadas de constituyentes de los partidos de derecha, vinculados a las oligarquías regionales de sus respectivos departamentos; la convulsión en la propia ciudad de Sucre, sede de la Asamblea Constituyente,  dirigida por el Comité Interinstitucional por la “capitalía”, es decir por el retorno de los poderes a la sede de la Capital de Bolivia, del poder legislativo y del poder ejecutivo, pues el asiento del poder judicial residía en Sucre; sede de los poderes que después de la Guerra Federal fue trasladada a La Paz. No anotaremos las dificultades internas de organización y de conducción de la Asamblea Constituyente, que también cuenta, pues estos problemas también fueron desafíos que se tuvo que afrontar en el proceso de desarrollo del texto constitucional.
Es alrededor de la Asamblea Constituyente que se juegan varias conflictos y enfrentamientos; la Asamblea resulta ser un denso escenario donde se ponen en juego distintas tendencias inherentes al proceso. Ya no hablamos sólo de los conflictos desplegados por las oligarquías regionales dentro y fuera de la Asamblea sino de las propias diferencias al interior mismo de la bancada mayoritaria. Una bancada compuesta por dirigentes, sobre todo campesinos e indígenas, también por representantes cooperativistas, mujeres populares, invitados, elegidos en las circunscripciones, resulta ser una expresión múltiple y dinámica, potente al momento de expresar las distintas miradas plurales del pueblo boliviano. Una bancada que contenía potencialidades organizativas, de deliberación, de reflexión y de comparación integrables, una bancada que empero se la anulo por el celo del ejecutivo por dirigir y  orientar la conducción de la Asamblea. Desde un principio no se dejó desplegar las propias capacidades organizativas de la Asamblea, se decidió desde afuera la dirección de la Asamblea, impidiendo que las formas organizativas propias puedan dar lugar a una dinámica política interpeladora y crítica. Si de todas maneras esto llegó a ocurrir fue por el propio desborde de las fuerzas, de la pasión contenida en las oradoras y oradores populares. Una de las imágenes más intensas de las primeras sesiones la dieron las asambleístas indígenas originarias campesinas, quienes fueron elocuentes al momento de actualizar la memoria de medio milenio de violencia colonial. Fueron las polimorfas formas de dominaciones coloniales las que se desenmascararon, se puso en el tribunal de la historia al Estado colonia, que es el mismo Estado liberal, en su versión de Estado-nación, desde la independencia. Este desborde de pasiones, de enunciaciones interpeladoras, de discursos vitales, sobre todo femeninos, mostraba los horizontes de posibilidad de la irrupción popular; sin embargo, fue trabado por el manejo burocrático y jerárquico de los mandos externos a la Asamblea. Debido a las contra órdenes del ejecutivo el desarrollo de la Asamblea se trabó varias veces, mostrando alarmantemente las desconexiones entre las experiencias vividas al interior de la asamblea y el imaginario burocrático y de mando jerárquico centralizado del ejecutivo, acompañado por asesores que hacían de profesores de los constituyentes.  No se entendió que la Asamblea Constituyente formaba parte del intenso proceso constituyente, que al mismo tiempo formaba parte del despliegue de las luchas y movilizaciones descolonizadoras, anticapitalistas y anti-neoliberales. Que lo que se expresaba como posibilidad en la Asamblea era la irradiación de las fuerzas de los movimientos sociales, de los sujetos del poder constituyente.  Se puede interpretar este periodo como el definido por la contradicción entre el poder constituyente y el poder constituido, donde el poder constituido trata de poner límites al desborde del poder constituyente. Primero, a pesar de que las victorias populares de abril del 2000, octubre del 2003 y mayo-junio del 2005 convocan directamente a la Asamblea Constituyente, el ejecutivo y el Congreso acuerdan una convocatoria formal, desde el legislativo, desde el poder constituido a la Asamblea Constituyente. Esta convocatoria formal impone un formato limitativo a la Asamblea Constituyente; es cuando se introduce la aritmética de la decisiones de los 2/3, también cuando se delimita la elección de los constituyentes a la representación partidaria, además de poner una camisa de fuerzas a la constituyente, buscando supeditar la Asamblea Constituyente al Congreso. Algo insólito, que va terminar ocurriendo cuando sea el propio Congreso el que termine revisando el texto constitucional aprobado en la Glorieta de Sucre y en Oruro, efectuando 144 revisiones y corrigiendo 122 artículos de la Constitución. Sin embargo, en esta pugna entre poder constituyente y poder constituido, la potencia del poder constituyente, la irradiación de los movimientos sociales, el mandato de las organizaciones del Pacto de Unidad, que entregaron dos textos constitucionales a la Asamblea, definiendo el carácter de Estado como plurinacional y social comunitario, terminó manteniendo la estructura esencial de la Constitución aprobada en Oruro. El Estado quedó definido como unitarios social de derecho, plurinacional comunitario y autonómico. Los once primeros artículos de la Constitución son prácticamente los artículos presentados por el documento articulado del Pacto de Unidad. Se puede interpretar entonces que la Constitución Política del Estado es la construcción dramática del pacto social.
 
Hay que estar atentos a la compleja dinámica de la Asamblea Constituyente y del proceso constituyente para aproximarnos a las dinámicas moleculares del proceso y a sus propias contradicciones. ¿Qué es lo que se ha jugado en este contexto? Viendo retrospectivamente, una de las batallas más importantes, si es que no es la más importante, del proceso se ha dado precisamente durante el año y cuatro meses que duró la Asamblea Constituyente.  Tres condicionantes son nuevas en la caracterización del nuevo estado, la condición plurinacional, la condición comunitaria y la condición autonómica. Estas tres condiciones definen una ruptura y un desplazamiento estructural, definen las transformaciones institucionales que implican la construcción del nuevo Estado. La primera condición rompe con el Estado-nación, la segunda condición incorpora la configuración y la actualización de lo ancestral a la forma de Estado, la tercera condición ocasiona una radical descentralización administrativa y política, abriéndose a un pluralismo autonómico, dando lugar a un enfoque territorial y su ampliación a perspectivas eco-sistémicas. La incorporación de estas tres condicionantes estructurales e institucionales a la definición del Estado no fue fácil. Las organizaciones indígenas como el CIDOB y el CONAMAQ tenían meridiana claridad sobre su necesidad, sobre todo teniendo en cuenta la perspectiva descolonizadora de la fundación del nuevo Estado. El Pacto de Unidad, donde se encontraban también la Confederación Única de Campesinos de Bolivia (CSUTCB), la Confederación Nacional de Mujeres  Campesinas Indígenas de Bolivia Bartolina Sisa (CNMCIOB “BS”) y la Confederación Sindical Campesina Intercultural Originaria de Bolivia (CSCIOB), asumió en los documentos entregados a la Asamblea Constituyente también las condicionantes de plurinacional y comunitaria del Estado. En cambio otros constituyentes del MAS no tenían clara esta perspectiva descolonizadora, todavía estaban apegados al imaginario nacionalista del Estado-nación. Las discusiones al interior de la bancada del MAS fueron indispensables para formar un consenso sobre la definición del Estado Plurinacional comunitario y autonómico. En su tesis doctoral  Salvador Schavelzon hace una apreciación sugerente al respecto:
No faltaron personas que en momentos difíciles de la Asamblea decían que una vez en el poder, los campesinos del MAS y sus aliados de clase media ya no necesitaban hacer una Asamblea Constituyente y que sería suficiente con acciones desde el Poder Ejecutivo, como lo había sido la nacionalización de los hidrocarburos, que había aumentado los ingresos estatales considerablemente y dado lugar a una política de bonos sociales para los niños en edad escolar, y más adelante para los ancianos. Se trataba más bien, según esta posición del debate en el ámbito del “proceso de cambio”, de impulsar un Estado fuerte interviniendo en la economía para redistribuir el excedente económico, desmontar el sistema neoliberal instaurado desde 1986 y, para algunos, apuntar al socialismo. Desde esta visión, de lo que se trataba era más bien de concentrarse en la gestión e impulsar la industrialización de los recursos naturales, lo que permitiría redistribuir el ingreso reduciendo los índices de pobreza y recuperando la soberanía nacional sobre los recursos, principal fuente económica del país. La nueva Constitución era para muchos tan solo un apéndice de las acciones del gobierno que pondría “candado” a las políticas estatales, y buscaría también introducir cambios en los tres poderes para consolidar el poder del nuevo gobierno, y habilitar la reelección.
Para otros, en los debates de esta época, la Asamblea era fundamental para refundar un Estado que desde el nacimiento de la república en 1825 había dejado de lado a los pueblos originarios y dado continuidad al gobierno colonial. El Estado debía ser transformado, y no sólo ocupado por los que habían sido excluidos. En el camino de la crítica al Estado boliviano actual, la Comisión de Visión País iniciaría un “Juicio al Estado Colonial Republicano y Neoliberal” que buscó conformar un tribunal que pusiera énfasis en la “descolonización”, pieza clave del proyecto político plurinacional, y presente en el discurso de Evo Morales. Entre los actores sociales de este proceso político, los que apostaban a la Asamblea Constituyente antes que a los cambios desde el Poder Ejecutivo, eran más que nada las organizaciones indígenas de tierras bajas, que como pueblos minoritarios veían a la Asamblea como urgente para la inclusión de derechos[66].
La controversia política e ideológica fuerte que se tuvo que llevar a cabo al interior de la bancada del MAS en la Asamblea Constituyente fue contra el imaginario nacionalista del Estado-nación, polémica que parece seguir ahora contra el mismo imaginario nacionalista en el gobierno y la Asamblea Legislativa Plurinacional. Esta situación no es tan sorprendente si es que se toma en cuenta a los representantes constituyentes de las otras organizaciones no pertenecientes al Pacto de Unidad, obreros, trabajadores, cooperativistas, representantes de las juntas de vecinos, los mismos representantes del MAS, pues en todas estas organizaciones no ha tenido lugar una larga discusión y reflexión sobre el Estado plurinacional y la descolonización, como ocurrió en el Pacto de Unidad. Sin embargo, no deja de sorprender pues estos temas formaron parte de la proliferación interpeladora del periodo de luchas y movimientos sociales de 2000 al 2005. En todo caso, la gran oportunidad para la discusión sobre estos temas se dio en la Asamblea Constituyente. En el debate se enfrentaron algunos reduccionismos en la interpretación del Estado plurinacional; un primer reduccionismo tiene que ver con que el Estado plurinacional es el mismo Estado-nación, sólo que con concesiones pluralistas a los derechos de las naciones y pueblos indígenas originarios campesinos. Otro reduccionismo tiene que ver  con la interpretación del multiculturalismo o el pluralismo liberal, que toma en cuenta la ampliación de los derechos, empero no comprende el necesario desmontaje, desmantelación y deconstrucción descolonizadora; no llega a pensar la interculturalidad emancipadora y las rutas de la  reconstitución. Sin embargo, el más peligroso y difundido reduccionismo databa de asimilaciones dispersas, fragmentarias y localistas, que anteponían primero las reivindicaciones del lugar y gremiales antes que avanzar sobre los grandes proyectos descolonizadores.  En relación a este mapa conceptual, la pregunta que debemos hacernos es ¿por qué el nacionalismo es perdurable a pesar de la crisis múltiple del Estado y el desborde descolonizador de los movimientos sociales y las naciones y pueblos indígenas? ¿Por qué sigue perdurando en el imaginario de los gobernantes, ejecutivos, asambleístas, funcionarios e incluso en dirigentes campesinos?
Puede haber explicaciones estructurales, también culturales e ideológicas, pero lo que interesa analizar es la recurrencia gubernamental y de la Asamblea Legislativa Plurinacional a restaurar el Estado-nación eludiendo el mandato constitucional de construir un Estado plurinacional comunitario y autonómico. Las razones estructurales tienen que ver con el papel de la escuela y las instituciones de formación en la constitución de sujetos nacionales; también tiene que ver el cuartel como instancia e institución de ciudadanización, así como de iniciación en las comunidades. Parece ser incluso un requisito para ser jaque, es decir alguien, adulto con pareja que comienza la formación de la familia. Ciertamente juega una función importante en la reproducción ideológica el sistema y la red de comunicación, que forman parte la construcción imaginaria de la nación, la cereminialidad, los símbolos y los ritos que la reproducen.  No dejan de jugar una función reproductora las memorias familiares, las anécdotas y el recuerdo de las guerras. Hay pues una atmósfera de recreación de la ideología nacionalista.  Todo esto se entiende, aunque esta atmosfera ha entrado en crisis afectada por la globalización, virtualización de la información, la crisis de la escuela y los institutos de enseñanza, las universidades, por la misma irradiación de los movimientos sociales y pueblos indígenas. Lo que es menester entender es la recurrencia al nacionalismo por parte de un gobierno supuestamente indígena y popular, un gobierno encomendado a cumplir con la Constitución y por lo tanto con la construcción del Estado plurinacional comunitario y autonómico, por lo tanto un gobierno que debe traspasar los límites del nacionalismo y orientarse en los códigos de la interculturalidad emancipadora, un gobierno que debe encargarse por sepultar el Estado-nación y construir con los movimientos sociales y las naciones y pueblos indígenas originaros el Estado plurinacional comunitario y autonómico. La respuesta que se viene ante esta pregunta es que se trata, a pesar de lo esperado, de un gobierno nacionalista, que se mantiene en los límites de la ideología liberal, un gobierno interesado más bien en mantener el imaginario de la nación boliviana. Un gobierno restaurador del Estado-nación. ¿Cuál es la razón que tengamos un gobierno así y no otro, uno emancipador y libertario, uno encaminado a transitar transformadoramente hacia el modelo civilizatorio del vivir bien, abriendo rutas de transformación institucional hacia el Estado plurinacional comunitario y autonómico, encaminado a conformar la economía social y comunitaria? El problema es que el 2006 se ha conformado un gobierno de la misma manera que se conforman los gobiernos liberales, salidos de las elecciones, sobre el mismo mapa del ejecutivo, sobre el mismo perfil de los ministerios, de las instituciones descentralizadas y las empresas públicas. Optando por criterios de selección individuales y derivados del grupo de poder, aunque se tuvo al alcance listas de las organizaciones y listas del MAS. El problema no era este, resolver la selección y la conformación del gabinete, sino discutir la estrategia de transformación.
El 2006 era el momento de pasar de la movilización en las calles, en los caminos y en los territorios a una movilización política y cultural, ingresar masivamente a un debate multitudinario, configurando la perspectiva colectiva de la estrategia transformadora y de ruptura. Por lo tanto en el nacimiento del gobierno popular se incursionó por las mismas rutinas y procedimientos de los gobiernos liberales; el resultado no se dejó esperar, un nuevo gobierno liberal y nacionalista, acompañado por un discurso nacional popular, matizados por enunciaciones que hacían referencia a la descolonización y al horizonte abierto por las naciones y pueblos indígenas. La nación boliviana volvió a ser el referente principal de los discursos, la matriz de este imaginario nacionalista. Se usó esta imagen patriótica contra los intentos separatistas de las oligarquías regionales, sobre todo de la oligarquía cruceña. Se entiende en este caso la recurrencia dramática al patriotismo ante la conspiración de las oligarquías terratenientes y la burguesía intermediaria, sin embargo no deja de tener problemas, pues de lo que se trataba es defender el proyecto plurinacional, otra forma de integración y cohesión social. En el contexto del proceso constituyente, se trataba defender la integralidad y la articulación de lo plurinacional, de lo comunitario, de lo intercultural, del pluralismo autonómico. El debate con las oligarquías conservadoras y reaccionarias no era oponerles el Estado-nación sino algo que habían negado el Estado liberal, el Estado-nación, el Estado colonial; esta algo era precisamente la existencia de las naciones y pueblos indígenas originarios, la condición plurinacional, la condición comunitaria, la condición autonómica del proyecto constituyente. El debate quedó encerrado en los mismos límites de los anteriores debates, en los contornos del debate nacionalista, donde los sujetos de la pelea son la nación y la anti-patria. El debate propuesto por la constitución era emancipación de las naciones y pueblos versus colonialismo, colonialidad, herencias coloniales, dominaciones y violencias coloniales. En los límites y contornos de este debate quedó atrapada la lucha contra la burguesía intermediaria, la clase de los terratenientes, la casta colonial. No se pudo entonces continuar la lucha del 2000-2005 en los términos de la reforma agraria y la descolonización. Fue una pelea por la defensa institucional contra la conspiración de la derecha, que quería trucar el proceso constituyente. No fue una lucha “revolucionaria”, déjenme usar esta palabra, por la transformación de las relaciones y de las estructuras de poder. Por ese camino se llegó ciertamente a la derrota política y militar de la expresión política de las oligarquías regionales, pero no se llegó a la transformación de las condiciones de propiedad y de las relaciones económicas de explotación, tampoco se llegó a extender el proceso de movilizaciones en una revolución cultural. Las cosas quedaron como en una suspensión de las hostilidades, en condiciones de derrota política de la derecha, que empero mantiene el control sobre la tierra, las empresas económicas, el comercio, los mercados. Con el tiempo los derrotados terminaron imponiendo políticas y leyes.
Desde esta perspectiva, la que desarrollamos a partir de la dinámica molecular del proceso, también desde la revisión empírica del proceso, no es sostenible la hipótesis sobre   Las fases del proceso revolucionario, las cinco fases del proceso; la primera fase entendida como develamiento de la crisis de Estado, la segunda fase llamada como la del empate catastrófico, la tercera fase nombrada como la relativa a la capacidad de movilización convertida en presencia estatal gubernamental, la cuarta fase vista como el punto de bifurcación o momento jacobino de la revolución, y la quinta fase del proceso revolucionario entendido como el de la emergencia de las contradicciones creativas. La primera fase tiene la periodicidad del 2000 al 2003, se inicia con el estallido de la guerra del agua y concluye con la victoria de la guerra del gas en octubre; la segunda fase se inicia el 2003 y acaba el 2008; esta fase atraviesa la segunda parte del ciclo de movilizaciones del 2000 al 2005 y se extiende gran parte de la primera gestión de gobierno, culminando con la victoria política y militar en Pando, cuando el gobierno declara Estado de sitio regional, ocupando territorialmente el departamento del norte amazónico acabando con la conspiración y la espiral de violencia ascendente, optada por las oligarquías regionales. ¿Por qué se llama a esta fase la del empate catastrófico? Porque los “insurrectos” tenían el control político, el gobierno nacional, empero no controlaban el poder económico, éste estaba en manos de las oligarquías regionales. La caracterización de esta fase por parte del autor se parece a la de un poder dual:
Se trata de dos bloques de poder con dos proyec­tos de poder, con dos capacidades de presencia te­rritorial y con liderazgos antagónicos se disputaban el orden estatal paralizando hasta cierto punto la reproducción de la dominación[67].
Un poco más adelante vuelve a caracterizar esta situación de empate catastrófico en su forma de extensión del empate:
Nos referimos claramente a una coyuntura po­lítica de Estado, dividido entre gobierno controla­do por los insurrectos, y poder de Estado (lógica y mando institucional) controlado por las clases eco­nómicamente dominantes. En cierta forma es tam­bién una radicalización de la segunda fase del empa­te catastrófico, pero la novedad del desplazamiento territorial y clasista de este “empate” que se inscribe en la propia institucionalidad dinámica del Estado, hace necesario tratarla como una fase específica[68].
Llama la atención el uso subrepticio que se hace de a tesis del poder dual, llamándolo empate catastrófico; empero esta vez usado para interpretar una especie de resistencia tenaz y capacidad de boicot de las oligarquías regionales y la burguesía intermediaria. La tesis del poder dual fue usada para elucidar la potencia y la capacidad de poder de las clases subalternas y sus formas de organización y control territorial armado, como es el caso de los concejos, de los soviets, de las milicias obreras y campesinas. ¿Las clases dominantes económicamente tendrían la misma capacidad de hacerlo en una situación adversa, cuando habrían perdido el control del gobierno central? Por otra parte, ¿por qué empate? ¿Se puede interpretar como empate la victoria política de octubre de 2003, cuando el gobierno liberal y su presidente son expulsados del país? ¿No es mas bien una victoria, no es mas bien un desborde de las fuerzas populares, no comienza mas bien las sucesivas derrotas de la clase política, de los partidos políticos, del modelo neoliberal, por lo tanto la derrota política de las oligarquías regionales y la burguesía intermediaria? ¿Por qué hablar de empate cuando lo que estaba ocurriendo es una modificación plebeya de los escenarios? ¿La victoria electoral del 2005 se puede considerar un empate catastrófico? ¿El tener un gobierno popular del 2006 al 2008 es un empate catastrófico? Parece no sostenerse esta idea ni teóricamente, la inversión del uso conceptual de la tesis del poder dual, ni empíricamente, las victorias políticas y electorales, la conformación de un gobierno popular no pueden interpretarse como empate, menos catastrófico. ¿Para quién es catastrófico? Obviamente para las oligarquías regionales, para la burguesía intermediaria y también para el imperio. La hipótesis del empate catastrófico parece ser una proposición limitativa y conservadora, que resalta más la fuerza de las organizaciones y dispositivos de las oligarquías que la propia fuerza de los movimientos sociales. No es una lectura hecha desde los movimientos sociales sino desde el alma desconcertada de un académico que esperaba otra cosa. ¿Qué? ¿Una revolución radical? No se entiende, en todo caso los movimientos abrieron el camino para contar con un presidente indígena, para el cumplimiento de la agenda de octubre, para la nacionalización de los hidrocarburos y la convocatoria a una Asamblea Constituyente. ¿Por qué se enaltece la fuerza de las oligarquías llegando a decir que controlan el poder de Estado; es decir, lógica y mando institucional controlado por las clases eco­nómicamente dominantes? La pregunta y la sorpresa es instantánea: ¿Controlaron el Estado?  Contralaron las prefecturas y las alcaldías de la llamada “media luna”, pero decir la lógica y mando institucional es un exceso que no se sostiene empíricamente. El control del gobierno y a través del gobierno del Estado mismo lo tenía el MAS, por lo menos desde la perspectiva de la ocupación de espacios y manejos de instrumentos institucionales, incluyendo a la policía y el ejército. Se puede decir que parte del Estado, en su sentido geográfico, estaba controlado por las oligarquías regionales, en tanto controlaban parte del espacio político, empero esto no los convierte en los controladores del Estado. No es sostenible lo del empate catastrófico. Esta hipótesis se la ha usado conservadoramente para inhibir a las fuerzas de los movimientos sociales, para limitar los alcances del poder constituyente en el proceso constituyente. Esta hipótesis política ha terminado fortaleciendo a las fuerzas de la burguesía intermediaria, incluso a los estratos de la burguesía agroindustrial, pues son esta burguesía y estos estratos los que terminaron beneficiándose con las políticas económicas del gobierno, incluyendo al sistema financiero, a la banca.
En esta misma tónica el autor convierte en una interpretación positiva algo que merece una crítica, convierte en victoria un retroceso. Rescata positivamente la revisión del texto constitucional por parte del Congreso, convierte la violación del poder constituyente por parte del poder constituido como algo positivo.
La consensuada modificación congresal de la Constitución en octubre del 2008 continuaría política­mente esta victoria militar y tras el desbaratamiento del intento contrarrevolucionario del separatismo ar­mado organizado por el grupo La Torre y sus merce­narios contratados en Europa, el bloque nacional-po­pular quedaría consolidado en el poder con la victoria electoral del Presidente Evo en las elecciones del 2009[69].
La 144 revisiones del Congreso y la corrección de 122 artículos de la Constitución no solamente son acciones violatorias contra el poder constituyente, sino también son revisiones y corrosiones conservadoras, que terminan limitando los artículos de la Constitución aprobada en Oruro, introduciendo contradicciones y extirpando de la Constitución la reforma agraria. A este retroceso patético se lo considera consolidación de la victoria política y militar de Pando. La pregunta es: ¿Si hay victoria político y militar sobre la derecha? ¿Si se desbarata su conspiración? ¿Si la derecha es pulverizada, por qué se acoge una alianza con las expresiones parlamentarias de la derecha llegando a un acuerdo disminuyendo los alcances de la Constitución? Esta paradoja forma parte de un conjunto de paradojas y ambigüedades inentendibles de un gobierno que llama avances precisamente a los retrocesos. Las tensiones creativas de la revolución pretenden mostrarnos fases de avances sucesivos del proceso, empero el contraste empírico nos muestra fases de retrocesos continuos. ¿Por qué darle un significado distinto a esta reversión del proceso? Volvamos a lo que dijimos a un principio, al discurso del libro en cuestión hay que entenderlo desde su utilidad práctica; se requiere justificar la conducción del gobierno, las políticas contradictorias del gobierno, el proyecto elegido, la opción colonial del modelo extractivista y su perspectiva desarrollista. Se soslaya las contradicciones reales con el pueblo, en el proceso,  se obvian los enfrentamientos con sectores populares y los pueblos indígenas, se oculta el levantamiento popular de diciembre de 2010; en contraste se teje un relato imaginario que intenta sustituir, por medio de procedimientos retóricos, la efectiva historia reciente de las contradicciones. En un artículo titulado la Política del avestruz hablamos de esta manera de ocultar la cabeza y cerrar los ojos ante las evidencias. Bueno pues, esta retórica del avestruz trata de convencernos de lo bien que marchamos, de los avances políticos, de la acumulación de las fases de la revolución, cuando precisamente nos encontramos sacudidos por la crisis del proceso, crisis que hay que afrontar con los ojos bien abiertos y la cabeza bien despierta. 
Volviendo a las fases, la periodización de la tercera fase comenzaría el 2008 y culminaría con la victoria electoral del 2009. La última fase comienza entonces con esta victoria y se extiende hasta el 2011, sin haber concluido. Como se puede ver las fases sucesivas no tienen la misma periodización; la primera fase dura un poco más de tres años, la segunda fase dura un poco más de cinco años, la tercera fase apenas un año, la última ya cuenta con una extensión de dos años. ¿Cómo explicar estos desfases de las fases? Ciertamente los tiempos cronológicos no son los tiempos políticos, pero las periodizaciones deberían contar con constatación empírica, mostrando claramente los hitos o los umbrales cuando pasamos de una fase a la otra. Esto no se encuentra en el texto, estamos ante un cuadro hipotético no demostrado, ante la exposición de una lógica imaginaria del proceso, que no puede encontrarse en su desenvolvimiento práctico.  De lo que se trata es de poner las cosas en su sitio, de comprender al proceso a partir de sus dinámicas moleculares, de sus ritmos, de sus temporalidades, sobre todo de sus acontecimientos, sucesos, eventos y hechos. Se trata de encontrar figuras apropiadas que hagan inteligible el proceso. Ciertamente toda clasificación es arbitraria, empero de lo que se trata es de aproximaciones adecuadas, consistentes, que puedan sostenerse por medio de la contrastación y las evidencias empíricas.
Al respecto, en primer lugar hay que distinguir el ciclo de movimientos sociales de 2000 al 2005 de lo que viene después, con la asunción al gobierno del primer presidente indígena, la primera gestión de gobierno, la nacionalización de los hidrocarburos y la convocatoria a la Asamblea Constituyente, como acontecimientos irradiantes. Se trata de dos grandes etapas, la de la movilización y la de la gestión de gobierno. Ahora bien, cuando se habla de la gestión de gobierno, ya podemos hablar de dos gestiones, la de 2006 al 2009 y, la segunda, de 2010 al 2014, aunque nos encontramos en el 2011. ¿Qué pasó en estas gestiones? Hay que encontrar señales en los hechos y acontecimientos que puedan mostrarnos la orientación de las dinámicas inherentes, así como de las tendencias en concurrencia. Es indudable que una temporalidad de la segunda etapa tiene que ver principalmente con el proceso constituyente, por el sello que le imprime la Asamblea Constituyente a esta coyuntura, aunque no podemos olvidar la irradiación que tiene la medida de nacionalización de los hidrocarburos tanto en el terreno político como económico, también en el terreno institucional. Para darle un nombre a esta coyuntura, coyuntura que no deja de estar obviamente articulada a la etapa anterior de las movilizaciones, llamemos al periodo coyuntural, el correspondiente al cumplimiento de la agenda de octubre, agenda que contenía principalmente como mandatos primordiales precisamente la nacionalización de los hidrocarburos y la convocatoria a la Asamblea Constituyente[70]. Entonces se trata de una coyuntura compleja, signada por dos ejes articuladores, uno la nacionalización, el otro la Asamblea Constituyente. La recuperación del control del excedente, del control nominal de la cadena productiva, aunque no del control técnico de la producción, trae como consecuencia contratos de operaciones que mejoran notablemente los ingresos del Estado en todos sus niveles, Tesoro General de la Nación (TGN), prefecturas, municipalidades y universidades. El impacto económico se va a hacer sentir inmediatamente el los montos del manejo administrativo, contando con más recursos. En este contexto se van a desarrollar las actividades de la Asamblea Constituyente. Como dijimos a un principio el proceso dramático de la Asamblea Constituyente va a arrojar una Constitución descolonizadora, que sienta las bases para una transición hacia la forma de Estado plurinacional comunitario y autonómico. Históricamente este es el mayor logro no solamente del proceso, pues abre un horizonte distinto al Estado-nación subalterno, sino también de toda la historia política de Bolivia, así como de la historia de las dominaciones y resistencias desde la Colonia. El Estado plurinacional exige una nueva forma de pensar y de interpretar la política, la emancipación y las transformaciones del Estado. Hemos dicho también que a pesar de las intervenciones conservadoras y limitativas del Congreso, la estructura descolonizadora de la Constitución se mantiene. Entonces diremos que en esta coyuntura de la gestión de gobierno se inicia el periodo de las transformaciones institucionales y estructurales. La pregunta que adelantamos es: ¿Por qué se quedan ahí las transformaciones?
No tratemos de responder a esta pregunta con propaganda, como se hace en otro libro del mismo autor de Las transiciones creativas[71],  buscando la continuidad de las transformaciones en los bonos, el Bono Juancito Pinto, el Bono de la Renta Dignidad, el bono Juan Azurduy, tampoco tratemos de mostrar cambios en las desigualdades estructurales utilizando estadísticas que nos muestran la diminución de la pobreza apoyándonos en apreciaciones del Banco Mundial y del PNUD, aunque el informe de este último, usando el coeficiente de Gini nos muestra más bien que las desigualdades han aumentado a pesar del mejoramiento de los indicadores macroeconómicos. En todo caso, sin todavía entrar a discutir las estadísticas generales usadas, no se puede decir que estos son logros en las transformaciones estructurales. Los estrechos límites de estas medidas tienen que ver con los modestos alcances de una política socialdemócrata en un país periférico. Incluso así, es indispensable una comparación con los resultados en otros país, una análisis comparativo de las estadísticas relativizan los alcances de los desplazamientos cuantitativos. Nada de esto se ha hecho; sólo se ha usado indicadores discutibles para responder a un manifiesto político que quería poner en discusión problemas. Las preguntas son concretas: ¿Por qué no se construye el Estado plurinacional comunitario y autonómico? ¿Por qué no se realizan las transformaciones institucionales y las transformaciones estructurales? ¿Por qué no se sacan leyes consecuentes con la Constitución? Estas preguntas no se pueden eludir con descalificaciones y demostraciones represivas. Hay que abordarlas directamente para responder a las problemáticas que plantean. Al respecto contamos con algunas hipótesis de interpretación.
Un problema no resuelto, el de la transformación de la maquinaria estatal, con su consecuente reproducción instrumental, acompañada por la mantención  de formas de gestión liberales, manteniendo a los equipos técnicos neoliberales; problema combinado con una secuencia de enfrentamientos con las oligarquías regionales y sus brazos políticos y de choque, terminan de orientar la estructura de toma de decisiones de manera defensiva, reforzando el método de las ordenes sin discusión. Esta perspectiva defensiva termina anulando toda posibilidad de discusión, de reflexión y análisis, empujando al ejecutivo a la improvisación. Se responde a la agenda impuesta por la derecha a través de sus puestas en escena y convocatorias movilizadas, se descarta construir una estrategia de transición transformadora. Debido a esta combinación inhibidora entre un problema no resuelto y el de la ofensiva conspirativa de la derecha, se ocasiona un resultado paradójico: La oligarquía regional a pesar de ser derrotada políticamente termina desgastando el impulso del proceso y limitando los alcances de las políticas. Se puede decir que hoy la burguesía intermediaria es la mejor aliada del gobierno, sobre todo por la concomitancia con las políticas y leyes económicas.
Una vez aprobada la Constitución por el 64% del pueblo boliviano, ya había corrido mucha agua bajo el puente. Nos encontramos como a tres años de la gestión de gobierno, se dio lugar al proceso de nacionalización, se culminó con la etapa del proceso constituyente que tiene que ver con la Asamblea Constituyente, la conspiración de las oligarquías regionales y la espiral desatada por sus grupos de choque termina en una derrota contundente de la derecha, el referéndum revocatorio de mandato termina en una ratificación clara del presidente Evo Morales Ayma. Acontecimientos que vienen acompañados por otros sucesos acontecidos, como la superación, por lo menos momentánea, del conflicto entre trabajadores mineros y cooperativistas, también otros no superados como los conflictos internos del MAS por la representaciones departamentales, incluso la llamada representación “nacional”, la coordinación institucional del gobierno, además de los rendimientos del Congreso. Por otra parte, también debemos considerar las reformas que quedan en el camino, empero se comienzan con intentos de reorganización ministerial; hablamos de la reforma institucional. También se dan reordenamientos en algunas normas de gestión, como son las normas de contratación de bienes y servicios. Sin embargo ambas reformas no terminan rompiendo con las lógicas burocráticas, mas bien las reviven. Podemos seguir con una lista exhaustiva cada vez más detallada, pero lo que importa de todo esto es saber qué pasó con el proceso, también qué pasó con la conducción del gobierno. Podríamos esperar que después de estas pruebas el gobierno haya terminado fortalecido y el proceso encaminado hacia el cumplimiento de la Constitución, es decir, las transformaciones institucionales y estructurales fundacionales. Todo parecía promisorio sobre todo después de la promulgación de la Constitución Política del estado el 7 de febrero del 2009. ¿Qué pasó a partir de entonces?
La decadencia ideológica
Del debate de las ideas al monopolio de la propaganda
Índice:
La decadencia ideológica
Un esquema simplón
Lo que esta en juego es el proceso
La decadencia ideológica
Se extrañan las discusiones ideológicas del siglo pasado, cuando se participaba de escenarios de resistencia a las dictaduras militares, donde se buscaba explicar las razones no solamente de la resistencia, pues esto estaba inmediatamente comprendido y aceptado, sino se trataba de las razones históricas y políticas que vinculaban la lucha a un proyecto político y social. Estas discusiones entre grupos de formación marxista, de distinta tendencia,  recurrían a la comparación de las grandes revoluciones socialistas, además de recoger la experiencia boliviana en la lucha de clases y contra el capitalismo, sobre todo la experiencia del proletariado minero. Un lugar necesario de debate era la Tesis de Pulacayo y su proyección en las Tesis de la COB. El gran dilema en el debate era escoger entre la tesis de transición de la revolución permanente y la tesis por etapas, defendidas por las corrientes de los partidos comunistas, tanto el PC pro soviético y el PC pro chino. Otros temas de debate, aunque con menor intensidad, eran los relativos a la caracterización del país, así como la caracterización de las dictaduras. En relación a la caracterización del país, se contaba con la tesis sostenida por el POR de que se trata de un país capitalista atrasado y dependiente, de desarrollo combinado; en tanto que otros caracterizaban al país como todavía de herencia semi-feudal articulada a enclaves capitalistas. La tendencia general era aceptar que se trataba de un país capitalista, la diferencia estribaba en de qué manera lo era; unas posiciones consideraban que se trataba de una semi-colonia, en el sentido de la teoría del imperialismo, otras posiciones, quizás con más lectura del marxismo contemporáneo, distinguían la teoría de la formación económico social de la teoría del modo de producción, y buscaban una caracterización a partir de la articulación específica de los modos de producción. La caracterización de las dictaduras militares era un poco más dispersa; algunos aseveraban sin discusión el carácter fascista de las dictaduras; los más sofisticados usaban la tesis del bonapartismo y diferenciaban dictaduras militares nacionalista y populistas, muy pocas, de las dictaduras militares francamente reaccionarias y al servicio del imperialismo.
Durante el periodo de resistencias a las dictaduras militares (1964-1982) estos debates transcurrieron con más o menos intensidad, dependiendo de la coyuntura y los involucrados en la discusión, también de las tareas pendientes y presentes. En el segundo quinquenio de la década de los setenta se incorpora de manera irradiante e interpeladora la visión katarista, su tesis de colonialismo interno, planteando que en Bolivia no se había resuelto la problemática colonial. El tema indígena entra al debate político en el contexto y la atmósfera política de entonces. A la izquierda tradicional le era difícil aceptar la tesis del colonialismo interno pues consideraba que no tomaba en cuenta la lucha de clases, convirtiendo el conflicto en una lucha de razas. El estado de arte de estos debates nos muestra una tendencia a ampliar las perspectivas y las consideraciones abriéndose a la complejidad del asunto político, social y económico de las formaciones sociales abigarradas, así como de sus luchas sociales. Debemos incorporar también en el debate una perspectiva de la izquierda-nacional introducida por el Grupo Octubre, quienes en el lapso de tiempo de los gobiernos del General Ovando y del General Torres (1970-1971) plantean el tema de la cuestión nacional como primordial en la lucha contra el imperialismo; por lo tanto de lo que se trata es de distinguir en esta lucha a los gobiernos nacionalistas anti-imperialistas de los gobiernos pro-imperialistas, en ese sentido, sacan la conclusión de que, en el proceso de la lucha de clases bajo el dominio imperialista, era indispensable dar apoyo crítico a los gobiernos nacionalistas anti-imperialistas. Esta tesis apunta a un frente anti-imperialistas contra el enemigo principal, el imperialismo y sus cipayos. El debate de la izquierda-nacional era con lo que llamaba izquierda internacional, que no hacía estas distinciones y, de acuerdo a la interpretación dada, cometía errores políticos.
El panorama del debate se trasforma durante el segundo quinquenio de la década de los ochenta y durante la década de los noventa. La crisis de la izquierda, provocada ya por la derrota de la Asamblea Popular (1971) y después con la caída del gobierno de la UDP (1984), abre un gran vacío ideológico, aprovechado por el proyecto neo-liberal, que se introduce casi sin resistencias, salvo quizás la marcha por la vida de los trabajadores mineros, que tratan desesperadamente defender los centros mineros contra el cierre y la relocalización. En este contexto de implantación del proyecto neoliberal, el debate se reinicia con la crítica al neoliberalismo y su proyecto privatizador; sin embargo este no es el único debate, también se efectúa una evaluación crítica de la izquierda tradicional, no sólo en cuanto a sus errores teóricos y políticos, sino sobre todo por no haber considerado la problemática indígena y el tema colonial, por no haber comprendido que la lucha fundamental sigue siendo anticolonial y descolonizadora, pues la lucha contra el capitalismo es una lucha contra su matriz colonial. Este debate es importante por su directa vinculación con lo que va a ocurrir durante el ciclo de luchas y movimientos sociales anti-sistémicos del 2000 al 2005.
Podemos decir que el debate adquiere una tonalidad apropiada y alcance histórico no solamente porque tiene en cuenta la discusión acumulada, el análisis y la reflexión desplegada por lo menos durante un siglo, sino porque adquiere un carácter político inmediato debido a la crisis múltiple del Estado y la asonada de los movimientos sociales emergentes. También se introducen tópicos a la discusión importantes que tienen que ver con la crisis de la izquierda debido a la caída de los estados socialistas de la Europa oriental y de la Unión Soviética. Estos tópicos críticos tienen que ver con el partido, los intelectuales, la vanguardia, el Estado y el socialismo. Sobre el partido se tiene una posición crítica, se dice que ya no corresponde a las luchas contemporáneas contra el capitalismo; en consecuencia la figura del intelectual y de la vanguardia también son cuestionados sino desechados como recursos indispensables en los nuevos movimientos sociales. Además se interpreta que la caída paradójica de los supuestos destructores del Estado en la formación calamitosa de un Estado totalitario, con dominio absoluto de la burocracia del partido, no solo se debe a una deformación estalinista sino que sus antecedentes ya se encontraban en el partido, también en el papel sustitutivo de la vanguardia y en la función orientadora de los intelectuales. Ante estas experiencias dramáticas de la revolución y de la construcción socialista en un solo país, es indispensable replantearse la forma de organización de las luchas sociales. En este sentido se rescatan las figuras colectivas de la crítica de la economía política; por ejemplo, el concepto de intelecto general, así como del trabajo cooperativo frente a la apropiación privada en el capitalismo. Se trabajan los conceptos de masa y de comunidad, incorporando también nuevos conceptos de la crítica contemporánea al capitalismo de las nuevas corrientes contestatarias, marxistas y no marxistas.  Entre los conceptos nuevos se adquiere la perspectiva de la multitud para comprender las transformaciones en el proletariado, que adquiere una condición nómada. Se trabaja con la idea de la gramática de la multitud, para comprender los otros lenguajes de la multitud movilizada, los lenguajes corporales, los lenguajes de la imagen, para comprender el mismo movimiento, la misma movilización, como un tejido. Pero, sobre todo el eje del debate de los últimos años de década de los noventa y los primeros años del siglo XXI se desenvuelve en la comprensión de la genealogía del colonialismo, de la transformación de sus formas. Se tiene la certeza que el sujeto indígena sustituye al sujeto proletario en las luchas descolonizadoras y anticapitalistas.
Como se puede ver, el debate adquiere una intensidad sobre todo por la premura de la crisis política y las victorias de los movimientos sociales, que empujaban indudablemente a una salida revolucionaria, si todavía podemos hablar así. Empero este debate se corta abruptamente y de una manera inesperada con la llegada al gobierno, después de las elecciones nacionales del 2005. La pregunta es: ¿Si se llegó a esta intensidad del debate hasta el 2005 por qué se clausura el debate desde el 2006? Esta es la cuestión. Lo que se observa después es el vuelco de los esfuerzos por gobernar, por resolver problemas administrativos, y cuando se desata el ataque de las oligarquías regionales, en pleno proceso constituyente, el esfuerzo se vuelca en defender al gobierno y al proceso. No hay debate interno al bloque que abrió el horizonte del Estado plurinacional. No lo hay en la Asamblea Constituyente, salvo unos cuantos amagues de reflexión, de análisis y discusión, dados sobre todo por la preocupación de las organizaciones sociales del Pacto de Unidad. La Asamblea Constituyente tiene que enfrentar movilizaciones de todo tipo, básicamente de resistencia a los planteamientos fuertes del documento base para la constituyente elaborado por el Pacto de Unidad, además de enfrentar el ataque directo de los partidos de derecha al proceso constituyente. El ejecutivo daba instrucciones inadecuadas, sin comprender lo que sucedía en la Asamblea Constituyente, poniéndola en peligro más de una vez. El conflicto de los 2/3, de la aritmética de las decisiones, y el conflicto de la “capitalía”, el traslado de la sede de gobierno y de los poderes de La Paz a Sucre, ponen al borde del abismo a la constituyente. En estas circunstancias no se dieron condiciones para el debate; lo que se hizo es defender el mandato dado por los movimientos sociales, tener como referente el texto del Pacto de Unidad, y pugnar con las minorías en cada una de las comisiones. Es el documento del Pacto de Unidad el que salva a la Asamblea Constituyente, de esta manera se logra escribir el texto constitucional.
Esta claro que nunca se debe dejar de debatir, de reflexionar, de analizar, de desplegar la crítica, incluso en momentos difíciles por las que paso la Asamblea Constituyente; sin embargo, eso es lo que ocurrió, se impusieron las tareas urgentes de defensa del proceso y del gobierno. Empero, una vez aprobada la Constitución, no se podía ya tener ninguna escusa para no hacerlo. Era más que urgente discutir la construcción del Estado plurinacional comunitario y autonómico; sin embargo no se lo hizo, salvo en contados casos, en la elaboración del anteproyecto de ley de gestión pública, en la elaboración del Plan Plurinacional del Vivir Bien (Plan de Desarrollo Económico y Social) y en la elaboración del proyecto de Ley de la Madre Tierra.
En la primera gestión de gobierno la crítica y el debate fue suspendido con el argumento de que debemos defendernos ante la derecha, dejar estos debates a la constituyente; después, en la constituyente, el debate fue imposible. Más tarde, cuando se promulgó la Constitución, se prefirió optar por la difusión de la Constitución sin ningún aprendizaje y discusión colectivos; cuando se tenía que elaborar leyes, se buscaron artículos pertinentes para las leyes, de una manera des-contextuada, abandonando la interpretación del espíritu constituyente, optando por el alma leguleya de los abogados, que no entendían ni el proceso ni la Constitución. Durante la segunda gestión de gobierno, ya había corrido mucha agua bajo el puente, el peso del pragmatismo político condujo a un derrotero inesperado; el gobierno eligió pragmáticamente mantener el Estado-nación, como lo venía haciendo durante la primera gestión, por lo tanto eligió el camino de la restauración. También el gobierno escogió la continuación de la ruta por el modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente, siguiendo la huella de las castas criollas gobernantes. Cómo ambas decisiones contrastaban elocuentemente con el mandato Constitucional, se optó por un uso propagandístico de la Constitución sin asumir jamás sus contenidos, ni tampoco mucho menos explicar las contradicciones evidentes del gobierno. Como por decreto se dijo que ya somos un Estado plurinacional después de la promulgación de la Constitución. ¿Por arte de magia? En otras palabras, se renunció a la demolición del Estado-nación, se renunció a las transformaciones estructurales e institucionales para construir el Estado plurinacional comunitario y autonómico, se desecharon el pluralismo institucional, el pluralismo normativo, el pluralismo administrativo y el pluralismo de gestión, como transformaciones necesarias en la transición al Estado plurinacional. Se cayó en la retórica estéril de la propaganda, también del teatro político y los montajes, el doble discurso. Esto no podía sostenerse por mucho tiempo, cayó el montaje como castillo de naipes. Después de las resoluciones de Tiquipaya se hizo evidente que el gobierno no cumplía con las resoluciones, que ya eran vinculantes para el Estado boliviano. Después de estas comprobaciones el discurso boliviano en los foros internacionales ya no es creíble. Esta diferencia se la puede comprobar en el contraste de la convocatoria boliviana en las dos últimas cumbres de Naciones Unidas sobre cambio climático. En Copenhague el presidente boliviano habla ante cien mil activistas y declara la guerra al capitalismo en defensa de la madre tierra; en Cancún la delegación boliviana se queda sola, sin apoyo incluso de los países del Alba.  El descrédito se ahonda con la medida de nivelación de precios, con la introducción de dos artículos que tácitamente aprueban los transgénicos en la ley de la revolución productiva, con el sinuoso y represivo comportamiento del gobierno en el conflicto del TIPNIS.
El proceso está en crisis y en peligro, pero ante esta crisis y el peligro cierran los ojos los gobernantes, el MAS, los funcionarios, los dirigentes campesinos. Llama la atención que incluso cierran ostensiblemente los ojos a quienes se consideraron como intelectuales críticos, que fueron en su momento críticos. ¿Por qué dejaron de serlo? ¿Sólo por el hecho de que se encuentran ocupando la función pública? ¿Por el hecho de ser funcionario se pierde la condición de crítico? De todas maneras es ineludible la responsabilidad que se tiene con el proceso. El proceso es producto de las luchas sociales, de las naciones y pueblos indígenas originarios; el proceso pertenece a la gente que ha luchado en la guerra del agua, en el bloqueo indígena campesino de la CSUTCB en septiembre del 2000, en la guerra del gas del 2001 y en los acontecimientos de mayo y junio del 2005, en los múltiples movimientos sociales que atravesaron la sociedad, incluyendo a los jubilados y prestatarios, pertenece a la gente que ha votado consecutivamente a favor apostando por el proceso. El proceso no le pertenece al MAS, no le pertenece al presidente, ni al vicepresidente, no les pertenece mucho menos a los funcionarios. Esta responsabilidad por el proceso exige la crítica y el debate colectivos. Incluso siendo funcionario la persona que se considera comprometida con el proceso tiene que optar, o ser cómplice del derrumbamiento, aplaudiendo como “lluncu” las barrabasadas del gobierno, o ser crítico y poner en mesa los problemas, por lo menos para su discusión. Pero esto no se hace, se ha preferido recurrir al guion prestablecido, al esquema simplón de que si no estás conmigo estas con la derecha, eres mi enemigo.  Llama a atención que esta pose se parece mucho a la lanzada por el presidente estadounidense Busch después del ataque a las torres gemelas.          
Un esquema simplón
No dejan de sorprender la expuesta y ostensible debilidad de las argumentaciones del gobierno en todo el debate en torno al TIPNIS. También no deja de dejar una sensación de pena cuando se observan los exacerbados esfuerzos desesperados de los funcionarios por querer defender a su gobierno, mostrando más celo que lógica. Da tanta pena y tristeza como la huella de desolación que dejó la marcha del CONISUR. Toda la estrategia comunicacional del gobierno, su cuadro de respuestas al conflicto, se basan en un esquema simple e inocente. Hay derecha e izquierda, nosotros los del gobierno somos, desde luego, la izquierda; los que nos critican son de derecha. Sobre todo los que nos critican en el tema de la carretera de Villa Tunari a San Ignacio de Moxos, debido a que los que critican la construcción de la carretera están contra el desarrollo. El desarrollo es también un derecho de los indígenas. Los temas ambientalistas han sido manejados por ONGs, detrás de esta estrategia ambientalista está la sombra de la embajada estadounidense y la efectiva intervención de USAID. Esta incumbencia se ha comprobado con el apoyo a la VIII marcha indígena de parte de la derecha, la gobernación de Santa Cruz, los ganaderos asentados en las proximidades del camino y recorrido de la marcha, incluso han apoyado a la marcha empresarios privados. Ahora que hay una ley de consulta para que decidan las comunidades del TIPNIS, nuevamente se ponen en contra; todo esto por atacar al gobierno que cumple con la Constitución y los convenios internacionales. Las organizaciones indígenas están con la derecha, han firmado un convenio con la gobernación de Santa Cruz. “Dime con quien andas y te diré quien eres”. Este es el refrán de sentido común que se utiliza para descalificar a los dirigentes del CIDOB, creyendo que tiene alguna proyección desde la vida cotidiana a la vida política, como si esta certeza popular sobre las relaciones personales pudiera proyectarse a los escenarios políticos. A este juego pueril de argucia hogareña se ha reducido la discusión.
Este esquema simplón ha sido usado una y otra vez por la propaganda del gobierno y por los funcionarios celosos que hacen gala de repetir lo mismo. El esquema utilizado es extremadamente estrecho y pobre. Una de sus más grandes debilidades radica en que no toma para nada en cuenta el tiempo político ni la perspectiva histórica. Están lejos de hacerse preguntas si tiene sentido seguir usando el esquema parlamentarista francés de izquierda y derecha, cuando la misma escenografía del congreso francés comprende además a la montaña, los más radicales, y los del llano, los oportunistas. Incluso si se usa el esquema reductivo, no se puede suponer que la izquierda y la derecha son entidades invariables, abstractas y a-históricas, como si no tuvieran nada que ver las posiciones que se toman respecto a determinados problemas, como si la política no estuviera al interior de procesos que  se desplazan  y transforman en el periodo y las coyunturas. Derecha e izquierda son referencias a posicionamientos en las distintas coyunturas de un proceso histórico. La derecha tradicional, por así decirlo, fue derrotada en el Pando, después del conflicto del Porvenir. Su derrota política y militar se corrobora en las elecciones del 2009, cuando no sacan ni siquiera un tercio de los representantes de la Asamblea Legislativa. Después de esta derrota, en el lapso de la segunda gestión de gobierno, la conducción política escoge un derrotero de enfrentamiento con el pueblo y con las naciones y pueblos indígenas originarios. Lanza una medida de shock monetarista de nivelación de precios en relación a los carburantes y hace evidente en el conflicto del TIPNIS su acuerdo con el gobierno brasilero, con la empresa constructora OAS, saltando las normas de contratación de bienes y servicios, violando la Constitución, sin efectuar la consulta y consentimiento previo libre e informado, cuando lo debía hacer. Estos enfrentamientos, el levantamiento popular contra la medida llamada popularmente gasolinazo, el apoyo del pueblo boliviano a la defensa del TIPNIS, sobre todo el recibimiento de un millón de paceños a los marchistas, muestran empíricamente la situación y la posición del gobierno. Ha cruzado la línea, se encuentra al otro lado de la vereda enfrentando al pueblo y a las naciones y pueblos indígenas. ¿Cómo se describe esta posición? ¿De izquierda? ¿De derecha? Según los funcionarios defensores, sigue siendo de izquierda. ¿Por qué?  Nadie sabe por qué. Es imposible sostener que la supeditación a las empresas trasnacionales del petróleo, el compromiso con la empresa corrupta OAS, el ataque al territorio indígena y parque Isiboro-Sécure, la violencia contra la VIII marcha indígena, la restauración del Estado-nación, la opción por el modelo extractivista sean posiciones de izquierda. 
Como todos conoces el conflicto del TIPNIS, la VIII marcha que llegó a la ciudad de La Paz, el apoyo multitudinario que recibió, obligaron al gobierno a aceptar el pedido de la CIDOB de una ley en defensa del TIPNIS. La ley corta en defensa del territorio indígena y parque Isiboro-Sécuré es una conquista de la marcha indígena y pueblo boliviano, las organizaciones sociales, juntas de vecinos y la COB que apoyaron la VIII marcha. Empero al poco tiempo, sin ningún rubor, el gobierno prepara su contraofensiva, atizando el fuego en la región del Chapare y en San Ignacio de Moxos para que las organizaciones cocaleras y las organizaciones cívicas de San Ignacio de Moxos pidan la abrogación de la ley corta. Lo que ha escrito con la mano lo quiere borrar con el codo. Prepara la marcha del CONISUR, organización del polígono siete, de la zona de avasallamiento del TIPNIS, que no pertenece a la TCO del TIPNIS, ocupada por productores de la hoja de coca y nueve comunidades yuracares, cuyas familias decidieron renunciar a la TCO, convertirse en propietarios privados y productores de coca. Los sindicatos del CONISUR están afiliadas a las federaciones cocaleras del Chapare. En otras palabras, la marcha del CONISUR no tiene ninguna legitimidad para decidir sobre el TIPNIS, sobre si pasa o no la carretera por el núcleo del TIPNIS, si hay que hacer una consulta extemporáneo o no, pues el territorio de la TCO del TIPNIS no les pertenece. Sin embargo el gobierno sigue su estrategia de montaje y manipulación, incluso a pesar que la marcha del CONISUR resulta desacreditada desde un principio y sin apoyo de la población, que optó por la indiferencia absoluta.
Sobre este montaje el gobierno intenta en principio abrogar la ley corta, a pedido de los del CONISUR. Lo que resultó que no ser tan fácil, al enfrentar las críticas de organizaciones sociales, de la opinión pública, además de las organizaciones indígenas y los organismos internacionales. En su embrollo encuentra un camino laberíntico para continuar con el atropello a los derechos de las naciones y pueblos indígenas. Se inventa una consulta extemporánea a la que le pone el nombre de consulta previa, creyendo que todos pueden creer que se trata de la consulta previa libre e informada sólo con ponerle el nombre. Este cuestionario del gobierno, que introduce dos preguntas que le preocupan, sobre la intangibilidad del territorio y sobre la carretera, no cumple con las condiciones, los requisitos, las características, la estructura y el concepto de lo que es una consulta y consentimiento previo libre e informado establecidos claramente el los convenios internacionales, Convenio 169 de la OIT y la Declaración de Naciones Unidas sobre derechos de los pueblos indígenas, tampoco cumple con lo establecido en la Constitución en los que respecta a los derechos de las naciones y pueblos indígenas originarios, así como en lo que se refiere a la consulta previa. Obviamente además de ser extemporánea, pues el contrato de la carretera y el diseño, además de la adjudicación a la empresa constructora OAS se la efectuó el 2008.
Ante estos hechos evidentes los funcionarios defensores de los procedimientos escandalosos del gobierno no se inmutan, prosiguen con la repetición ritual del mismo discurso, del mismo esquema simplón,  ahora haciendo esfuerzos denodados contra toda lógica de demostrar que el cuestionario del gobierno es una consulta previa y cumple con la Constitución y los convenios internacionales. ¿Cómo pueden hacer esto? Desconociendo el contenido de los convenios internacionales, desconociendo el contenido de la Constitución, citando partes intrascendentes, sin análisis, sin interpretación del conjunto de los textos, del sentido de los mismos y de su espíritu normativo. Esta no es solamente una manipulación bastante bochornosa sino la expresión más calamitosa de la decadencia, del descrédito y de la deshonestidad. No es necesario caer tan bajo para defender al gobierno; se lo puede hacer recurriendo a otros argumentos, de carácter más bien pragmático.
Estos argumentos pragmáticos tienen que ver con la recurrencia al discutido e interpelado imaginario del desarrollo. Cuando se escucha hablar a los funcionarios de lo que se trata es del desarrollo, de los beneficios del desarrollo para las comunidades indígenas del TIPNIS, que viven en condiciones miserables, llama la atención que lo hagan funcionarios de los que se creía que habían cuestionado estas ilusiones de las castas y elites criollas republicanas, que se creía que habían entendido y participado en la idea del modelo alternativo del vivir bien, de lo que significa la construcción del Estado plurinacional comunitario y autonómico, construcción que exige transformaciones estructurales e institucionales que hasta ahora no se han dado. Empero es esto lo que se ve, una renuncia a la crítica, una renuncia práctica a la Constitución, a la construcción del Estado plurinacional y al modelo civilizatorio alternativo del vivir bien. Prefieren defender la ruta del barco al naufragio, aplaudir este derrotero a la muerte del proceso, ciegamente, que optar por la necesaria reconducción del proceso. ¿Por qué lo hacen? ¿Por obediencia? ¿Por mantenerse en sus puestos?
Lo que esta en juego es el proceso
El tema de fondo de este debate es que se trata del destino del proceso. ¿Vamos a dejar que se hunda el proceso por el choque insoslayable de las profundas contradicciones que contiene? Ciertamente todo proceso, toda revolución contiene contradicciones; de lo que se trata es de resolver estas contradicciones en el sentido de la profundización del proceso, no en el sentido de la regresión y de la restauración, con el triste argumento de que se trata de tensiones creativas. Todo el que se cree revolucionario debería saber que las contradicciones son parte de los procesos, que además llegan momentos de encrucijada del proceso mismo, donde hay que decidir por donde se va. Por la profundización del proceso o por la administración dilatada de la crisis del Estado-nación, que conlleva a mantener el modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente. No debería sorprenderlos que lleguen estas encrucijadas, estos puntos de alta tensión y por lo tanto de debate. Sin embargo, con la amnesia que corresponde a un marcado oportunismo, olvidan las lecciones históricas y pretenden hacer creer a la gente que la lucha es contra una derecha que ha muerto, como si la derecha fuera una esencia metafísica, abstracta, fuera de la historia, un mal, la expresión del mal. Así piensan los moralistas más recalcitrantes de las religiones monoteístas. En realidad pelean contra los fantasmas de una derecha ya muerta; lo que no pueden ver los funcionarios es que la derecha efectiva es una posición conservadora y reaccionaria frente a determinados problemas fundamentales, que en derecha puede convertirse el gobierno precisamente por que opta por posiciones conservadoras y reaccionarias frente a estos problemas fundamentales. Ante la responsabilidad de construir el Estado plurinacional comunitario y autonómico, ha preferido restaurar el Estado-nación, liberal y colonial. Ante el modelo alternativo al capitalismo, la modernidad y el desarrollo, como dicen las resoluciones de Tiquipaya, ha preferido continuar y extender la amplitud del modelo extractivista. Ante la defensa de los derechos de la madre tierra –hay una ley corta de los derechos de la madre tierra aprobado por la Asamblea Legislativa y promulgado por el gobierno, hay un proyecto de ley de la madre tierra que espera ser atendida por los legisladores -, ha optado por ampliar la frontera agrícola, por la depredación y la destrucción ecológica, recurriendo a ingenuos argumentos del imaginario desarrollista. Estas opciones del gobierno lo convierten en la derecha real, practica, efectiva, frente a la re-emergencia de los movimientos sociales y la lucha de las naciones y pueblos indígenas originarios.
En este posicionamiento del gobierno hay un nuevo reacomodo de alianzas. Los aliados del gobierno son precisamente la burguesía recompuesta, los nuevos ricos, los banqueros, los agroindustriales y los terratenientes. Todos ellos coinciden con la ruta tomada por el gobierno, modelo extractivista, ampliación de la frontera agrícola, restauración del Estado-nación, suspensión del saneamiento de tierras por cinco años, suspensión de la reversión de tierras por no cumplir con la función económico social y por desmontes ilegales. Estos últimos acuerdos se los tomaron en la Cumbre Social, donde asistieron los empresarios privados. Es esto lo que cuenta en el análisis, el comportamiento de las clases sociales, no los fantasmas de una derecha muerta. Aunque queden resabios de la derecha tradicional en la Asamblea Legislativa y en la gobernación de Santa Cruz, aunque estos resabios intenten aprovecharse de las marchas, esto no cambia el estado de la correlación de fuerzas. Estos resabios de la derecha tradicional está desubicada, quiere seguir peleando a la antigua, como lo hacía, contra el gobierno de la primera gestión, cuando, ahora, en el contexto de las nuevas alianzas, su clase social, la clase a la que representa es ya aliada del gobierno. Otros desubicados son estos funcionarios defensores del gobierno que creen que el tiempo político no pasa, que el proceso se ha detenido en la coyuntura del conflicto con la derecha tradicional; no observan los hechos, los acontecimientos, de las recientes etapas del proceso. No atienden a las contradicciones. Prefieren quedarse en la apología y propaganda del gobierno a pesar de los grandes contrastes entre su discurso y la realidad.


[1] Francisco de Oliveira: El neo-atraso brasilero. Siglo XXI-CLACSO.
[2] Francisco de Oliveira: El neo-atraso brasileño. Los procesos de modernización conservadora, de Getúlio Vargas a Lula. Siglo XXI, CLACSO, 2009. Buenos Aires. Pág. 144.
[3] Ibídem: Pág. 148.
[4] Revisar de Silvia Rivera Cusicanqui: Oprimidos pero no vencidos. Yachaywasi; La Paz.
[6] Revisar los tres tomos de Hugo Rodas Morales: Marcelo Quiroga Santa Cruz. El Socialismo Vivido. Publicado por Plural. La Paz.
[7] Revisar de Sergio Almaraz Paz Obra Completa. Plural. La Paz.
[8] Revisar de Luis Tapia Mealla La producción del conocimiento local. Historia y política de la obra de René Zavaleta Mercado. Muela del diablo. La Paz.
[9] René Zavaleta Mercado: Lo nacional-popular en Bolivia. Plural; La Paz.
[10] Tengo proyectado un libro sobre el Marxismo de guardatojo. La consciencia histórico política minera.
[11] Guillermo Lora: Historia del movimiento obrero boliviano. Los amigos del libro. La Paz.
[12]La Obras completas de Guillermo Lora se encuentran a la venta el propio POR, en la Sección de Enlace por la Reconstrucción de la IV Internacional. La Revolución bolivianaha sido publicada en la ciudad de La Paz por la editorial d la Librería Juventud. También podemos mencionar los dos tomos de la Revolución de 1943. Contribución a la historia política de Bolivia. Tomos que se encuentra en las Obras Completas.
[13]Luis H. Antezana: Sistemas y procesos ideológicos en Bolivia (1935-1979); en Bolivia Hoy. Siglo XXI 1983. México.
[14] Desde la perspectiva de la filosofía existencialista y fenomenológica de Martín Heidegger.
[15] Revisar el concepto de autoconciencia en la Fenomenología del espíritu de Hegel. Siglo XXI. México.
[16] Ver de Giovanni Arrighi El largo siglo XX. Akal 1999; Madrid.
[17]Ver de Serge Gruzinski Las cuatro partes del mundo. Historia de una mundialización. Fondo de Cultura Económica 2010; México. 
[18] Ver de Sergio Almaraz Paz El poder y la caída. Amigos del libro; La Paz.
[19] Revisar los escritos de Carlos Montenegro, particularmente Nacionalismo y coloniaje
[20] Antonio Mitre: Los Patriarcas de la plata. Estructura económica de la minería boliviana en el siglo XIX. IEB, Lima, 1981.
[21] Gustavo Rodríguez Ostria: Fuentes pala historia de la minería boliviana del siglo XIX. América Latina en la historia Económica; enero-junio 1994. 
[22] Sempat Assadourian: Integración y desintegración regional en el espacio colonial: un enfoque histórico. Revista Latinoamericana de Estudios Urbano-Regionales. EURE, Santiago de Chile, 1972.
[23] Sergio Almaraz Paz: Obra completa. Plural 2009; La Paz. Pág. 99.
[24]Nacionalizaciones de los Hidrocarburos en Bolivia. Memorias de Don Enrique Mariaca Bilbao. Fundación Jubileo. La Paz 2009. 
[25] Ibídem.
[26]Sólo se han hecho algunas pequeñas correcciones de sintaxis y alguna interpretación más insistente de cuándo comienza la reversión del proceso de nacionalización.       
[27] Ibídem.
[28] CEDLA: Cuadernos de coyuntura.
[29] Eric Hobsbawm. Industria e Imperio.
[30] La industrialización alemana: 1830-1914. Introducción usuarios.multimania.es/geohist/Rev%20Ind%20alemana.pdf
[31] John K. Fairbank: Keeping Up with the New China. The New York Review of Books, 16 de marzo de 1989; pág. 17. Citado por Giovanni Arrighi, en Adam Smith en Pekín. Orígenes y fundamentos del siglo XXI. Akal 2007; Madrid.  
[32] Ob. Cit.; pág. 23.
[33] Ibídem: Pág. 24.
[34] Ibídem: Págs. 24-25.
[35] Comentario de Liu Guoguang, de la Academia China de Ciencias Sociales.
[36]Colectivo Voces de Alerta. Horacio Machado, Maristella Svampa, Enrique Viale, Marcelo Giraud, Lucrecia Wagner, Mirta Antonelli, Norma Giarracca y Miguel Teubal. Aportes de Javier Rodríguez Pardo y Darío Aranda: 15 mitos y realidades de la minería transnacional en la Argentina. Guía para desmontar el imaginario pro-minero. Colección Cascotazos. Editorial El Colectivo y Ediciones Herramienta, Buenos Aires, Argentina, octubre de 2011, ISBN 978-987-1497-46-1, 224 páginas.
[37]Alain Deneault, en colaboración con Abadie y William Sacher: Noir Canadá. Pillage, corruption et criminalité en Afrique. Les Éditions Écosociété, Montréal, Québec 2008.
[38] Marie Danielle Démelas: La invención política. Bolivia, Ecuador, Perú en el siglo XIX. IFEA-IEP.
[39]Revisar de María Luisa Soux El complejo proceso hacia la independencia de Charcas (1808-1826). Guerra, ciudadanía, conflictos locales y participación en Oruro. Plural 2010; La Paz. 
[40] Tristán Marof: La tragedia del altiplano. Claridad 1935; Claridad.
[41]Revisar de Álvaro García Linera, Introducción al Cuaderno Kovalevsky de Karl Marx, La Paz, Ofensiva Roja, 1989.
[42]Gayatri Chakravorty Spivak: Crítica de la razón poscolonial. Hacia una historia del presente evanescente. Akal 2010; Madrid.
[43]Carta de Carlos Marx a Vera Zasulich. Material de formación política de la «Cátedra Che Guevara– Colectivo AMAUTA».
[44] Revisar de Pierre Rosanvallon El capitalismo utópico. Nueva visión 2006. Buenos Aires.
[45]Revisar de Franz Fanon Los condenados de la tierra. Fondo de Cultura Económica. México.
[46] Rossana Barragan: El Estado Pactante. Tesis de Doctorado. Publicación en preparación.
[47]María Luisa Soux: El complejo proceso hacia la independencia de Charcas (1808-1826). Guerra, ciudadanía, conflictos locales y participación indígena en Oruro. Plural 2010; La Paz.
[48]Pilar Mendieta: Entre la alianza y la confrontación. Pablo Zarate Willka y la rebelión indígena de 1899 en Bolivia. Plural 2010; La Paz.
[49] Revisar de Rossana Barragan y José Luis Roca Regiones y poder constituyente. Una historia de pactos y disputas. PNUD 2005. Cuadernos del Futuro. La Paz. 
[50]Esta es una parte de Contradicciones y transformaciones en el proceso. Hay que tener en cuenta que corresponde a una exposición oral. Ha tenido que pasar por varias revisiones en su transformación a la escritura. También se hace una corrección de un dato que se da en la premura de la exposición, que empero se corrige; se trata del tamaño de la Constitución del Brasil.
[51] El Pacto de Unidad está conformado por la CNMCIOB-BS, la Cidob, el Conamaq, la CSUTCB y la CSCIB (ex Confederación de Colonizadores).
[52] Las organizaciones a las que alude el expositor son: la cámara de Industria, Comercio, Servicios y Turismo de Santa Cruz (Cainco), la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), la Confederación Nacional de Mujeres Campesinas Indígenas Originarias de Bolivia «Bartolina Sisa» (CNMCIOB-BS) y la Confederación Sindical de Comunidades Interculturales de Bolivia (CSCIB).
[53]En septiembre de 2011, cerca de esa población, afiliados a la CSCIB impidieron el paso de la octava marcha indígena.
[54]La Constitución de la República Federativa del Brasil fue promulgada el 5 de octubre de 1988. En ella se establece que Brasil es un Estado democrático de derecho y de estructura Federal. En 1993 se llevó a cabo un plebiscito para que el pueblo decidiese la forma de gobierno, eligiendo entre monarquía y República; también sobre definiese el sistema de gobierno, presidencialista o parlamentarista. El resultado fue continuar con la forma en vigor: un régimen republicano de sistema presidencialista, junto con la división tripartita de poderes. La República Federativa del Brasil está compuesta de 26 Estados federados y el Distrito Federal.
[55]Ramiro Molina Rivero: ¿Dos racionalidades y una lógica jurídica? La justicia comunitaria en el Altiplano boliviano. Sistematización y análisis realizado por Ramiro Molina Rivero y Ana Arteaga Bohrt de testimonios recopilados por estudiantes del programa de técnico universitario superior del programa de justicia comunitaria (PJC) de la Facultad de Derecho de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA). Fundación Diálogo 2008; La Paz. Pág. 45. 
[56] Ibídem: Pág. 45.
[57] Ibídem: Pág. 45.
[58] Ibídem: Pág. 45.
[59] Ibídem: Pág. 45.
[60] Ver Gran diccionario enciclopédico visual. Océano 1996. Barcelona. 
[61]Paráfrasis al título de la novela de Lin Yutang Una hoja en la tormenta. Editorial Sudamericana 1999; Buenos Aires. 
[62]Los libros publicados en español de Francis Fukuyama son: América en la encrucijada. Ediciones B. Trust: la confianza. Ediciones de Bolsillo 1998. La construcción del Estado: hacia un nuevo orden mundial en el siglo XXI. Ediciones de Bolsillo 2004.  El fin de la historia y el último hombre. Editorial Planeta 1992.  El fin del hombre: consecuencias de la revolución biotecnológica. Zeta Bolsillo 2008.  La gran ruptura; Punto de Lectura 2001. 
[63]Álvaro García Linera: Las tensiones creativas de la revolución. La quinta fase del proceso de cambio. Vicepresidencia del Estado plurinacional; La Paz 2011. Pág. 12.
[64] Ibídem: Pág. 12.

[65] Grace Ivana Deheza: Bolivia 2006: reforma estatal y construcción del poder. Revista de ciencia política. Número especial; Santiago  2007. Págs. 43-57.

[66] Salvador Schavelzon: Tesis de Doctorado LA ASAMBLEA CONSTITUYENTE DE BOLIVIA: Etnografía del Nacimiento de un Estado Plurinacional. Defendida 25 de Octubre 2010, PPGAS-Museu Nacional-UFRJ, Orientador Marcio Goldman. Págs. 8-9 de la Introducción.
[67] Álvaro García Linera: Libro citado; pág. 15. 
[68] Ibídem.: Pág. 18.
[69] Ibídem.: Pags. 22-23.
[70]En esto sigo la interpretación de Oscar Vega, quien dice que la importancia de la primera gestión de gobierno radica en que retoma la agenda de octubre, incluso llega a decir que se gana las elecciones del 2005 porque el MAS se hace cargo de la agenda de octubre.
[71]Nos referimos al libro de Álvaro García Linera titulado El “Oenegismo”, enfermedad infantil del derechismo (O cómo la “reconducción” del Proceso de Cambio es restauración neoliberal). Publicado por la Vicepresidencia. La Paz; 2011. Título que muestra desde el inicio el carácter panfletario del contenido del libro. La incoherente paráfrasis a un libro de Lenin titulado La enfermedad
infantil del «izquierdismo» en el comunismo
muestra mas bien una desesperación y una falta argumentativa. Se cometen de entrada errores conceptuales, se utiliza el título de un texto leninista que corresponde a otro contexto y a otro problema. Lenin no habría combatido a una desviación de derecha de esa manera, a la derecha se la combate de otra, no es un debate interno. Lenin discute las posiciones radicales de tendencias comunistas en Europa, en un momento que requería el PCUS en el poder la unidad de la izquierda. Esta manipulación sin estilo de utilizar un texto leninista para abordar un problema de otro tipo desenmascara al autor. Lo que hace no puede nombrarse ni como bolchevique, que es lo que se pretende, pues los bolcheviques tenían el problema de consolidar la revolución en Rusia buscando extenderla a Europa, enfrentando a las estrategias del imperialismo. La discusión con los que califica de estar afectados por la enfermedad infantil tiene que ver con la caracterización del momento, la necesidad de afrontar problemas de organización, estratégicos y tácticos. Esta vulgarización atroz de un libro de lectura y su uso panfletario muestra las carencias que ya sufre el discurso gubernamental, que no sabe cómo explicar su propia desviación restauradora del Estado-nación, su compromiso con el modelo extractivista y su supeditación a las políticas de una potencia emergente.   

Deja un comentario