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Arqueología del concepto de revolución

Arqueología del concepto de revolución

 

La irrupción de las multitudes

 

 

Raúl Prada Alcoreza

 

 

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Cuando uno se pregunta qué es lo que ha ocurrido, cómo comprender lo que ha pasado, incluso, tomando consciencia del presente, cómo hemos llegado a ser lo que somos en el momento presente, se enfrenta a uno mismo, a su memoria, contenido en los demás, en la sociedad, también en la memoria social. No basta hacer historia, basada en fuentes, en registros, documentos, incluso testimonios, experiencias colectivas recabadas. Tampoco basta lo que se ha escrito, las versiones de las narraciones, descriptivas, analíticas, teóricas. Es indispensable imbuirse en los acontecimientos.

Cuando los cuerpos hablan por sí mismos, sus desplazamientos, sus irrupciones repentinas, la manera como ingresan al imaginario social, su tremenda fuerza, es cuando se devela el secreto de los acontecimientos, puesto que se despeja el velo cotidiano, que encubre lo que realmente ocurre. A las instituciones, sobre todo al Estado, les interesa que todo sea como siempre, que se mantenga el orden, que, si algo ocurre, algún evento perturbador, que todo vuelva a su cause “normal”. Pero, mientras dura la fiesta popular, mientras se desenvuelvan libremente los cuerpos, sin coerción, sin camisas de fuerzas, se hace visible lo que se oculta, el secreto de la vida.

Lo primero que aparece en la escena es el desacuerdo, los insurrectos no están de acuerdo con lo que ha venido ocurriendo, con el orden establecido, que, en realidad, es la dominación de las oligarquías, de las burguesías, de las élites, de los grupos de poder, de lo que se viene en llamar las clases dominantes. Después irrumpen las multitudes como protagonistas, hacen, por así decirlo, historia. Desbordan con sus voluntades singulares, crean la realidad emergente. A esto se ha venido en llamar la revolución.

Es importante situar todo esto, el acontecimiento, en una interpretación espaciotemporal, en una narración que trabaja la memoria, aunque lo haga desde su propia configuración. El referente que se ha venido utilizando es la clasificación de modernidad de lo que ha venido ocurriendo desde inicios del siglo XVI. Puede discutirse este referente, incluso puede plantearse una clave heterogénea de la modernidad, de todas maneras, nos introduce al desafío de las interpretaciones que suponen el acontecimiento de la modernidad como horizonte vertiginoso y transformador, donde todo lo sólido se desvanece en el aire.

Si aceptamos lo anterior, entonces habría que descifrar las distintas formas de construcción de la modernidad. Las revoluciones han construido una modernidad desbordante y multitudinaria; se trata del ejercicio de la democracia plena como autogestión y autogobierno, como comuna. Las multitudes insurrectas han detenido el tiempo o lo han atravesado con la intensidad de la potencia social liberada.

El problema, como lo dijimos antes, viene después, la fiesta se acaba. No dura. ¿Por qué? Los asistentes de la fiesta vuelven a lo mismo, a lo de antes. ¿Por qué? ¿Por qué lo cotidiano no se vuelve la continuidad de la fiesta? ¿Por qué la potencia social deja de desplegarse y vuelve a las camisas de fuerza institucionales? ¿Por qué se restaura el Estado? Estas son las preguntas, tratamos de responderlas con hipótesis interpretativas como las relativas al círculo vicioso del poder; otra hipótesis interpretativa, conectada con la anterior, era la de que la contrarrevolución emergía desde la misma revolución, una vez que se logra la victoria, que se toma el poder, incluso antes, en el mismo proceso revolucionario, ocultándose las herencias obstaculizadoras. Todo esto tiene que ver con las herencias conservadoras, con la permanencia de estructuras y diagramas de poder heredados. En la medida que estas estructuras sobrevivieron a la revolución, se mantuvieron sumergidas, luego, poco a poco se volvieron a consolidar, encontrando el momento cuando vuelven a imponerse. Se puede decir que la revolución no ha sido consecuente.

Ahora debemos volver a las preguntas y a la reflexión sobre el acontecimiento. Las respuestas no parecen haber sido completamente satisfactorias. Es menester auscultar sobre la fuerza de permanencia de las estructuras y diagramas de poder heredados, también es necesario averiguar sobre las debilidades inherentes en la sociedad y el pueblo, que se esconden cuando irrumpen las multitudes y parecen indetenibles e incontenibles. ¿Qué conservadurismos contienen las multitudes a pesar de su rebelión y desborde?

Jacques-Lucien Monod decía que todo se da entre el azar y la necesidad, en su mezcla y combinación, en su complementariedad y mutua condicionalidad. Que precisamente la persistencia en la transmisión de la información del programa genético se producían imperceptibles desplazamientos, que corresponden a los cambios, a las variaciones. Esta perspectiva de la biología molecular puede ayudar de referencia para abordar las preguntas que hicimos en el espesor de los planos de intensidad, que podemos nombrarlo como relativo a la problemática compleja histórica-social-cultural-política.

Si bien lo social supone las asociaciones y programaciones biológicas moleculares, debemos abordar la problemática compleja social tomando en cuenta sus propias características. En los planos de intensidad de lo social se dan también asociaciones, combinaciones de asociaciones, composiciones de asociaciones, desplazamientos y transformaciones. Solo que parece que ocurren de una manera más rápida, mas bien, perceptible. Por eso, se puede decir que el concepto de revolución es relativo, dependiendo si se trata de la referencia a estructuras de larga duración, de mediana duración o de corta duración.

El devenir de la revolución

¿Por qué en el campo político no aparece, de manera permanente, la multitud en la vida cotidiana? Siempre está la población con sus actividades y sus dinámicas, la sociedad es la constante asociación y relaciones sociales y prácticas sociales. En la economía, en el campo económico, se compra y se vende; ahí está la población,  se organizan emprendimientos y en empresas, incluso se da lugar el monopolio, donde no están todos; es una minoría la que controla el monopolio. Empero el campo económico supone al conjunto de la población y sus actividades diferenciadas; se conoce la dualidad de burguesía y proletariado, también la de campesinos y terratenientes; se pueden mostrar distintas diferenciaciones y hasta contradicciones, pero está ahí la población, distribuída en el campo económico. No ocurre lo mismo con el campo político; en el campo político, de manera permanente, aparecen los políticos, los representantes y los delegados; se trata de la casta política. En esta pirámide aparecen los gobernantes, la presidencia, en la cúspide piramidal; hay una estructura piramidal notoria en el campo político.

Cuando interrumpen las multitudes en el campo político es cuando rompen con la pirámide, la interpelan, en principio, después rompen la pirámide, hasta pueden destruirla. Se trastoca este orden. La arquitectura estatalista es trastrocada, aunque después de terminar la revuelta, la rebelión, la revolución, cada manifestación con su estructura de larga, mediana y corta duración, puede volverse a la forma piramidal del campo político y del Estado. Sin embargo, lo que ha ocurrido nos muestra algo importante, que en el campo político el comportamiento es distinto, la estructuración es distinta que en los demás campos sociales. Cuando viene la crisis política y ocurre la irrupción de las multitudes se adecúa o afecta la estructura del campo político a lo que ocurre en el resto de los campos sociales. Se rearticula el campo político a la relativa composición diagonal de los distintos campos sociales, aplastando la arquitectura del campo político a la condición de los otros campos sociales. Ocurre una especie de equilibración. Por eso, entonces tenemos que ver y observar detenidamente esta característica propia del campo político, a diferencia de lo que ocurre en otros campos, aunque en los otros campos se puede repetir la diferenciación, la desigualdad, por ejemplo, como acaece en el campo económico y en el campo social, de todas maneras se ve a la población en la vida cotidiana, a la sociedad en la vida social; lo que no se ve en la vida política, no se hace visible la sociedad, tampoco la población, ni el pueblo, salvo cuando irrumpe, salvo cuando va a votar o es espectador, cuando es opinión pública. El campo político tiene su peculiaridad, esta peculiaridad tiene que ser analizada, porque ahí está la clave de la crisis, no sólo política, sino de la crisis múltiple en los distintos campos de intensidad.

Lo que ha ocurrido efectivamente no es lo que recuerda que ha ocurrido la memoria social, tampoco la memoria singular, grupal o individual; la memoria es trabajada por la imaginación, la imaginación estalla y configura de acuerdo al impacto y a la impresión de lo que ha ocurrido. Construye un recuerdo, de acuerdo a una narrativa, que articula distintos planos de intensidad, sobre todo que articula los hechos a las impresiones que se ha tenido.

Hay que comprender muy bien lo que es una composición; el hecho en sí mismo es una composición fáctica compleja, no hay un hecho puro. El hecho está articulando, en su emergencia, a distintos planos de intensidad, incluso a distintos espesores de intensidad, entonces, cuando tenemos secuencia de hechos, por así decirlo, se están articulando, de manera secuencial, a distintos planos de intensidad y distintos espesores de intensidad. Esos distintos planos y estos distintos espesores tienen su propio ritmo, si ustedes quieren, su propia temporalidad y su propio peso dentro de la composición, dependiendo como éstas se conforman. Entonces el análisis de los hechos, inclusive la descripción de los hechos, tiene que tomar en cuenta esta composición compleja; si no se lo hace se reduce el hecho a una simple expresión, como si se hubiera dado solo en un plano de intensidad, como si solo estuviera compuesto por una misma situación, un mismo espesor y plano intensidad, lo que no es de ninguna manera cierto ni posible. Al olvidar esto la descripción y el análisis puntuales terminan reduciendo el acontecimiento, el evento, el suceso y el hecho a una simplicidad extremadamente esquemática.

La revolución es pues una representación, que, según el caso, de su uso y de su estructura categorial, puede ser un concepto, como concepto puede depender de tal o cual interpretación teórica, dependiendo. La revolución supone una imaginación creativa, abierta al porvenir, es una imagen construida socialmente por la irrupción de la multitud. En consecuencia, estamos ante una representación, que está asociada a hechos, hechos, que, a su vez, suponen composiciones complejas diferenciadas y articuladas de una determinada manera, en su momento. La revolución no responde a lo que efectivamente ha ocurrido, que es mucho más complejo que la representación o la interpretación misma de los que ha ocurrido, de lo que signifique lo quiere decir revolución. Cuando estalla la crisis y se da lugar al levantamiento popular, este punto de convergencia del estallido deviene de distintos procesos, que no dejan de estar articulados, que suponen el deterioro del anterior régimen, de sus instituciones, donde sus narrativas, su ideología, sobretodo de su legitimidad, la que se ponen en cuestión; pero estas tendencias se dan en distintos ritmos, que van acompasándose en la medida que se articulan y hacen una composición, un evento o una sucesión de eventos. El estallido, a su vez, supone distintos eventos, supone distintos sucesos, entonces, se experimenta socialmente lo que llamamos acontecimiento.

Cuando enunciamos, después de una evaluación histórica, que todas las revoluciones cambian el mundo, pero se hunden en sus contradicciones, restauran lo derribado e ingresan, después de los cambios, a una regresión, seguidamente a la restauración y después de la decadencia, lo hacemos en la comprensión del devenir del acontecimiento. Enunciado que parece certero, dada la regularidad histórica de lo que decimos, sin embargo, hay que tener en cuenta y no olvidar lo que dijimos anteriormente, respecto a la revolución, respecto a su composición compleja, respecto a la composición compleja tanto de la representación, de la conceptualización, como también de su referencia fáctica a la complejidad efectiva de la realidad, cuando ésta converge en el estallido. Si tomamos en cuenta esto, entonces podemos explicar lo que hemos dicho en el enunciado, en tanto acontecimiento, como devenir de múltiples procesos singulares y en constante mutación, derivando en articulaciones, articulaciones cambiantes, se entiende que la narrativa revolucionaria se deja llevar por la imaginación, por las impresiones de la imaginación y las representaciones, que derivan de la experiencia; también la conceptualización que deviene, usando una teoría dada, deriva de la experiencia. En ambos casos la esperiencia y la memoria son recordadas para armar una narrativa. No hay que olvidar la complejidad, inmanente y trascendente, de la experiencia; esta referencia vital y efectiva convergente en el estallido contiene una complejidad de ritmos, de tendencias, de concurrencias, las mismas que son complejas y contradictorias. En consecuencia, se puede entender que la revolución deriva en una contrarevolución o que contiene la contrarevolución; cuánto tarda en darse depende de la composición convulsionada de lo que fue la revolución, como evento real y efectivo.

Viendo así la problemática, estamos pues ante lo que llamamos la simultaneidad dinámica de la complejidad, ante el acontecimiento mismo, visto desde su propia complejidad múltiple, de sus múltiples singularidades, en constante devenir, entonces se entiende que la revolución, como concepto, no es necesariamente el mejor instrumento de análisis objetivo, el mejor instrumento de análisis histórico, social, político y cultural, es indispensable movernos del mundo de la representación, del mundo de la conceptualización, del mundo de la imaginación, al mundo efectivo de los acontecimientos.

La revolución: Una evaluación intelectual.

Enzo Traverso, en libro publicado recientemente, titulado Revolución, una historia intelectual[1], hace una revisión exhaustiva de la historia de las revoluciones, de los conceptos y enunciaciones inherentes a las formaciones discursivas revolucionarias, a las metáforas usadas como la más conocida de la revolución como locomotora de la historia. Analiza los cuerpos revolucionarios, sobre todo los imaginarios que suscitan. Se introduce a la hermenéutica de la revolución a través de la interpretación de los conceptos, símbolos, alegorías simbólicas, mitos y paradigmas. Después se sitúa en el perfil subjetivo del intelectual revolucionario. Para terminar con una evaluación entre la libertad y la liberación. Por último nos entrega un capítulo donde se plantea la problemática de historizar el comunismo.

La revolución se convierte en el referente primordial para analizar la crisis de la modernidad, es decir, para analizar la sociedad moderna, en el contexto de su mundialización. De incicio habría que preguntarse si la revolución es el referente primordial para analizar a la sociedad moderna en crisis. Incluso si nos acotamos a los marcos del libro, a la historia de las revoluciones, por cierto modernas, particularmente a la historia intelectual de los revolucionarios, no deja de haber problemas, pues el concepto mismo de revolución amerita ser cuestionado. De todas maneras, estamos ante un ensayo ilustrativo e iluminador sobre la revolución y sus intelectuales.

Interpretando a la Revolución de Enzo Traverso podemos comenzar diciendo que toca con el dedo en las llagas, por lo menos de dos siglos de la sociedad moderna, la del siglo XIX y la del siglo XX. Como decimos nosotros, las revoluciones cambian el mundo, pero se hunden en sus contradicciones.

 

 

Arqueología de la revolución

El libro de Enzo Traverso “Revolución”, una historia intelectual, tiene, como se ve, un eje transversal y articulador del ensayo mencionado, es el concepto de revolución. Enzo Traverso defiende el concepto de revolución en todas sus tonalidades; lo sugerente del ensayo “Revolución” es el repaso intelectual del concepto en cuestión; podemos decir, usando las palabras de Michel Foucault, que se trata de un análisis del presente, de la situación en el presente, de la revolución, a partir de una mirada retrospectiva del pasado, sobre todo de sus debates, sus discusiones, sus dilemas y sus desenlaces, hablando ya de la narrativa sobre larevolución, tanto a favor cómo en contra.

No se puede de ninguna manera negar sino más bien apreciar el aporte de Enzo Traverso sobre la reflexión respecto de la experiencia social,  política y cultural de la revolución, de manera actualizada, podríamos decir genealógica, inclusive arqueológica, en la medida que hurga en los desplazamientos del concepto de revolución. Podemos decir que el debate abarca por lo menos dos siglos, siglo XIX y siglo XX, sin embargo, no olvidemos que Enzo Traverso se sitúa en el siglo XXI, por lo tanto, de alguna manera, toca la problemática dadas en las condiciones del siglo XXI, la problemática actualizada, de acuerdo a las condiciones de los contextos de la crisis múltiple en el siglo XXI.

Como hemos dicho, el debate abarca dos siglos, por lo tanto, hablamos de debates en distintos contextos, en diferentes coyunturas, sobre todo, en distintos contextos de formaciones discursivas diferenciadas, así como en distinguidas formaciones enunciativas, suponiendo la percepción filosófica, en consecuencia, en plural, percepciones filosóficas. Están como referencia historica, politica, social y cultural las revoluciones, empiricamente dadas.  Se tiene, en principio, la crisis política que antecede a la revolución francesa, que se convierte en el punto de convergencia de la crisis. También, por eso mismo, se convirtió en el paradigma de la revolución. Después viene la sucesión de revoluciones, posteriores a la revolución francesa, emergidas durante el siglo XIX, que se caracterizan por su composición social proletaria, levantamientos del proletariado que se dan en Europa, el fantasma que recorre Europa, que sería nombrado en El manifiesto comunista como el fantasma del comunismo, que era el terror del imaginario conservador.

La Comuna de París es otro referente primordial; no solamente actualiza la revolución francesa, sino la transforma, otorgándole un contenido no solamente social, que ya tenía el la revolución francesa, sino un contenido novedoso, donde se replantea la relación entre lo político y lo social,  se diseña la perspectiva de un porvenir que adquiere características libertarias. Eso por las características mismas de la conformación de la Comuna de París, de su composición, de su proyecto enunciativo y práctico. Por la clara conciencia de lo que se estaba haciendo, la emancipación social como desborde político, como trastrocamiento estructural de la sociedad y de sus formas de organización. Sobre todo hay que tener en cuenta a Louise Michel, quién, desde la perspectiva feminista, replantea el concepto de libertad y sus irradiaciones libertarias, se propone liberaciones de mayor alcance,  connotaciones de mayor alcance, que tienen que ver con problemáticas corporales y patriarcales.

Después vienen, en en en adelante, las revoluciones del siglo XX. La revolución mexicana, que es básicamente una revolución campesina, aunque también proletaria, que adquiere características no solamente antiautoritarias, sino la voluntad explosiva de una reforma agraria campesina, con efectos radicales respecto a la tenencia de la tierra. Se trata de un levantamiento múltiple, contra el régimen barroco de las oligarquías terratenientes y de las burguesías gamonales de entonces, que se legitiman paradojicamente con el discurso liberal. La revolución mexicana también retrotrae las luchas anticoloniales, la lucha por la independencia, además de contraer las resistencias, que se dan desde el inicio mismo de la conquista y de la colonización. Entonces, estamos hablando de una revolución compleja, por sus propias características y contextos, sobretodo por la situación y el momento en que se da, en el desenvolvimiento del sistema mundo capitalista. La revolución mexicana tiene connotaciones mundiales, además, no hay que olvidar, es una revolución que antecede a la revolución rusa.

Después viene la revolución rusa. En el análisis de Traverso se repasan los debates, las discusiones, en torno a la revolución rusa, inclusive desde antes de 1905, tomando en cuenta la experiencia de los populistas y, sobre todo, la experiencia de los anarquistas, que son anteriores a los marxistas, en su versión rusa, que van a ser conocidos, en una de sus derivaciones, llamada bolchevismo. Los bolqueviques son los que terminan tomando el poder en octubre de 1917, después de la revolución soviética, que se da en febrero de 1917. Estamos ante la discusión intensa y apasionada, que involucra a los que se van a considerar los intelectuales del comité central del Partido Comunista, de la tercera internacional, incluyendo el Comintern. Después se viene la revolución China, la larga marcha, el desplazamiento de Mao Zedong, el traslado hacia un espacio de resistencias campesinas, después de las derrotas de la revoluciones obreras en los puertos industriales, como en Shangai. Desplazamiento que se  da durante la larga marcha. La revolución campesina va a tener su desenlace con la toma de Pekin en 1949. Tenemos un contexto mayor en la discusión sobre la revolución. Revisando retrospectivamente estamos ante las distintas conceptualizaciones de la revolución, distintos usos del concepto de revolución.

Hacia delante, por así decirlo, vienen las otras revoluciones, que tienen características de liberación nacional, otra forma de revoluciones independentistas, que son anticoloniales, pero también revoluciones socialistas, por la vinculación con el proyecto socialista. Sin embargo, hay que hacer notar la composición barroca en los levantamientos nacional populares, campesinos y proletarios, en las llamadas revoluciones anticoloniales. Un ejemplo paradigmático de esta contemporaneidad es  el caso de la guerra de liberación de Argelia. Otro caso, que se va a convertir en paradigmático, es la revolución vitnamita, dada en la guerra anticolonial, desde la guerra contra el Japón, después contra Francia y seguidamente contra los Estados Unidos de Norteamérica; estas tres guerras las vencen los vietnamitas, convierténdose en un ejemplo de la derrota de los imperialismos, entre ellos del imperialismo norteamericano. Dándose lugar a lo que Antonio Negri y Michael Hardt consideran el desplazamiento de las dominaciones a nivel mundial, desde las formas imperialistas a la forma moderna de imperio.

Obviamente las revoluciones no terminan, continúan. Se viene la revolución cubana, la revolución en Angola, la revolución nicaraguense y otras más. Por otra parte, en una actualidad incierta, nos encontramos, después, ante nuevos levantamientos, por ejemplo los correspondientes a la primavera árabe, que no derivan en revoluciones, aunque sí son levantamientos que causan un terremoto momentáneo en el mapa institucional del poder en el Medio Oriente.

En toda esta revisión sobresale la revolución y la guerra anticolonial haitiana. La revolución haitiana, que en realidad es una guerra anticolonial, que dura 12 años, deriva con las derrotas militares consecutivas de varios ejércitos europeos; el monárquico francés; el español, que se encontraba al otro lado de la isla, que fue nombrada como La Española; el británico, que desembarca para dominar la isla; nuevamente el francés, pero, esta vez, se trata de la derrota del ejército de Napoleón. La guerra anticolonial y levantamiento de los esclavos derrotan a estos ejércitos. Se trata de un acontecimiento político de gran alcance, es una guerra anticolonial que deriva en revoluciones triunfantes, revoluciones que adquieren las características radicales de la suspensión de la esclavización, algo que se da en términos jurídico-políticos, en el Congreso francés, cuando la revolución francesa se radicaliza, haciendo caso a los diputados afrocaribeńos de Haití, que formaban parte de la República.

Cómo se puede ver hay una gama enorme de contextos y coyunturas problemáticas, referencias histórico políticas y sociales, también culturales, respecto a este fenómeno que ha sido nombrado y conceptualiza como revolución, la representación de la crisis múltiple.

En el debate, en la revisión del debate, de la discusión, están involucrados anarquistas y marxistas, anticolonialistas y nacionalistas, atravesando todas las formas discursivas, emitidas desde la revolución francesa, desplegadas en las subsiguientes revoluciones. Todas las revoluciones tienen sus intelectuales apologistas, aunque también sus detractores conservadores. Traverso hace una revisión del debate considerando no solamente a los partidarios de la revolución, sino también a los que están en contra de la revolución, los que podemos llamar contrarrevolucionarios o intelectuales conservadores, como es el caso de  Alexis de Tocqueville, a quien asombra la experiencia de la revolución, en su tiempo, tanto en lo que respecta a la guerra anticolonial norteamericana, correspondiente a la conformación de la primera República moderna liberal, así como en lo que corresponde a la revolución francesa, el paradigma de la revolución. Es testigo de la experiencia de la revolución francesa, así como después de la Comuna de París. Tocqueville es un intelectual conservador, tiene una posición crítica respecto de la revolución, del concepto de revolución y de la experiencia de la revolución. También hay otros intelectuales conservadores, que participan en el debate en torno a la revolución.

En toda esta revisión, en esta arqueología del concepto de revolución, Traverso acude a Carl Schmitt, quien es no solamente ideólogo conservador sino un intelectual nacionalsocialista alemán, de origen católico, quien hace reflexiones sobre el poder constituyente y el poder constituido, la inmanencia del poder en el Estado, sobre los fenómenos nacionalistas,  derivando en una apreciación muy particular, diriamos sui géneris, sobre la revolución, bastante contradictoria, empero ilustrativa, en su libro sobre los partisanos[2], donde considera a la revolución bolchevique como parte de la experiencia partisana. Como se puede ver, el ensayo de Enzo Traverso sobre la revolución es sugerente y erudito. Nos permite actualizar el debate y la reflexión de la crisis múltiple del sistema mundo capitalista, mediante un análisis restrospectivo de las experiencias revolucionarias. Es un libro ilustrativo, que nos ayuda a volver a la discusión, en el contexto y en las coyunturas de la crisis múltiple del sistema mundo moderno, de la civilización moderna, además de revitalizar la discusión sobre las perspectivas y el porvenir de las sociedades humanas, que padecen los alcances demoledores de la crisis múltiple.

La arqueología del concepto de revolución puede inciciarse no con la definición etimológica, sería lo menos sensato, puesto que no se trata de descifrar el sentido a partir de las raíces lingüísticas, que han quedado como pronunciación, en el sonido de la palabra; el sentido del concepto de revolución desborda por la práctica del uso del lenguaje, donde el imaginario social se introduce y emerge contando con la experiencia social abrumadora.

 

La revolución permanente moderna

La revolución industrial, tecnológica, científica, cibernética, nanotecnológica y de la biología molecular

La única revolución que ha permanecido es la revolución cientifica y tecnológica, que ha pasado de la revolución industrial, ha continuado como revoluciones tecnológicas sucesivas, en el marco de las revoluciones científicas, que ahora derivan en la nanotecnología, en la biología molecular y en la inteligencia artificial. En cambio la revolución social y política ha sido coyuntural e intermitente, se interrumpe, se degrada e ingresa a una dramática regresión, después, restauración, para derivar en la decadencia. ¿Por qué ha sucedido esto?

¿Cuándo nace el concepto de revolución? Si nos situamos en la etimología podemos rastrear el nacimiento de la palabra y a partir de ahí podemos situar el nacimiento del concepto. ¿Pero ahí nace el concepto? Por más apropiado que parezca el antecedente lingüístico y etimológico de la palabra, que se anticipa al concepto, no es del todo así, puesto que el concepto tiene que ver con la experiencia social, la experiencia social tiene que ver con la emoción social, con las impresiones que deja la experiencia social en la memoria social. La experiencia social, para decirlo de algún modo, es fáctica pero también corporal. La vivencia de la experiencia no depende del lenguaje utilizado, de las palabras, la experiencia está íntimamente vinculada a la acontecimiento, al acontecimiento sin palabras, sin lenguaje, al acontecimiento, en tanto multiplicidad de singularidades, dados como procesos fácticos, también como inscripciones corporales, emotivas, sensibles, subjetivas. Entonces, esta inscripción de las huellas, sin palabras, antecede a toda palabra, que viene después; en ese sentido tendríamos que hablar, de manera adecuada, de la experiencia del acontecimiento y del acontecimiento de la experiencia, sin palabras. La pregunta sería: ¿Qué siente el colectivo social, un colectivo social que va a atribuirle palabras a lo que siente? Esa sensación colectiva, por así decirlo, antecede al concepto, es el substrato del concepto. Desde esta perspectiva tendríamos que hablar de la experiencia de la transformación, incluso del cambio, también de la ruptura o, de manera singular, del acontecimiento mismo. Es esta sensación, es esta memoria de la sensación, la que hace de substrato de lo que va a venir a ser después el concepto, en este caso el concepto de revolución.

Pero, de qué concepto de revolución hablamos. Hay un concepto de revolución que está íntimamente ligado a la experiencia de la modernidad, de la vertiginosidad de la modernidad, donde todos lo sólido se desvanecen el aire, como lo decía Karl Marx, haciendo paráfrasis a La Tempestad de William Shakespeare. Esa revolución, que corresponde a las transformaciones culturales, es el campo configurante; estamos hablando, en este caso, de modernidad, como acontecimiento cultural. No hay que olvidar que el concepto de modernidad es, en principio, un concepto cultural, un concepto estético, es elaborado por los poetas malditos, quienes conciben la modernidad a partir de la experiencia urbana, de las urbes que se vuelven metrópolis, donde se ve, de manera inmediata, la transformación urbana, que está atravesada por las transformaciones tecnológicas. Estamos asistiendo a revoluciones tecnológicas; estas revoluciones tecnológicas tienen que ver con la energía de vapor, la locomotora, después la energía fósil, con la gasolina, los automóviles. Estamos asistiendo a la metamorfosis, en el contexto de la transformación de las urbes, que construyen avenidas, que atraviesan toda la ciudad, dando lugar a movimientos rápidos, al acortamiento de los tiempos de transporte y de movilización; avenidas donde circulan los automóviles, también  para dar paso a la bala del cañón, que dispara contra las barricadas. Hay pues un concepto de modernidad que está íntimamente ligado a la experiencia de las transformaciones vertiginosas, culturales tecnológicas y científicas, esa experiencia es el de la modernidad, de la revolución de la modernidad. Es la revolución que ha persistido, es la revolución que se ha dado lugar en el contexto de la experiencia de la modernidad. En este contexto, sobre todo en momentos de crisis, aparece el concepto de revolución social y política, que tiene que ver con la insurgencia de las multitudes, de las masas, de las muchedumbres, en distintos planos de intensidad, en distintos estratos y con distintas consecuencias; donde, obviamente, la irrupción de las multitudes es la que actua  concientemente, que se rebela, que nos dice, de manera clara, que las estructuras sociales son cambiables, no son eternas, ni naturales, como había creido el imaginario aristocrático, imaginario que legitimaba a las monarquías. Entonces, tenemos la revolución social y política, que transforma las instituciones sociales, que produce trastrocamientos políticos. Intenta efectuar la revolución social, política y económicamente, buscando la igualación jurídica y económica, que acompañe a la democracia institucionalizada.

Aquí tenemos que hacer un detente reflexivo. La revolución tal como se la concibe, sobre todo como emerge conceptualmente, desde la revolución francesa, el concepto de revolución que emerge de la revolución de los sans-culotes, el concepto de revolución como ruptura con el pasado, dado como insurgencia, el concepto de revolución política y social, se da, empero, de manera coyuntural. No se convierte ni siquiera en un período, de manera permanente y ascendente, en un período revolucionario, aunque si bien, en todo caso, se extiende en un período, se dilata, se trata de un período dramático, donde se observa que la revolución social, que toma el cielo por las armas, termina cayendo de nuevo como ángel sin alas. Se da lugar a una especie de regresión, el ciclo revolucionario deriva en una regresión, después en una restauración, para terminar en una decadencia, que es a lo que hemos asistido precisamente en la historia política de la modernidad en crisis, después de la revolución francesa y en las subsiguientes y secuenciales revoluciones; quizás incluso antes, con la guerra anticolonial norteamericana. Esto lo dijimos en un ensayo. Si revisamos la historia de las revoluciones modernas, las revoluciones sociales y políticas, vamos a ver este decurso dramático, de ciclos, mas bien, cortos. Vamos a ver que la revoluciones sociales y políticas toman el cielo por las armas, pero, después, caen como ángeles sin alas, que se convierten en monstruos; dejan de ser ángeles. Para jugar con la misma figura metafórica, se convierten en demonios, que se comen y asesinan a los revolucionarios y a las propias revoluciones. La pregunta, entonces es: ¿Por qué el concepto de revolución, como modernidad, como vertiginosidad, donde todo lo sólido se desvanece en el aire, perdura? Nuevamente: ¿Por qué las revoluciones tecnológicas y científicas perduran, no así las relativas al  concepto de revolución social y política, que son revoluciones, mas bien, intermitentes, no perduran. Como se dice en Bolivia, parecen sunchu luminarias. Estas son las preguntas que hay que responder. En otras palabras, la revolución social y política ha fracasado; en contraste, las que han seguido sus cursos desplegados son las revoluciones tecnológicas y científicas, las transformaciones de la modernidad.

Ahora bien, lo que parece darse, a lo que parece que asistimos, en este ciclo largo de la modernidad, lo que se viene en llamar la civilización moderna o el sistema mundo moderno, que en clave marxista se llama sistema mundo capitalista, es que estamos asistiendo a una clausura tardía, dada la profundidad de la crisis orgánica y estructural del sistema mundo capitalista. Sabemos que han habido distintos ciclos del capitalismo, comprendiendo estructuras menos largas, como las que considera Giovanni Arrighi, que comienzan con el capitalismo del norte de Italia, avanzan al capitalismo holandés, después al británico y subsiguientemente, derivan en el ciclo largo de hegemonía norteamericana. Se trata de ciclos de hegemonía nacionales, que tienen, en su abarcamiento e irradiación, características mundiales. No se puede hablar del sistema mundo capitalista sino de manera mundial, tampoco podemos hablar del modo de producción capitalista sino de manera mundial. Incluso si hablamos de estructuras de más larga duración, comprendiendo capitalismos regionalizados, continentales, con sus propias características singulares, teniendo en cuenta una temporalidad más prolongada, desde la primera ciudad Urk, en el Medio Oriente, hasta ahora, a pesar de estos ciclos más prolongados, de estructuras de más larga duración, incluyendo el largo ciclo que concebía André Gunder Frank, cuando habla de un sistema mundo capitalista regional, focalizado en China, incluso en este caso estaríamos asistiendo hoy  a lo que aparentemente es la clausura de todos los ciclos largos del capitalismo. Como dice Abdullah Öcalan, estamos asistiendo a la clausura de la genealogía de las civilizaciones. Si fuese esto cierto, asistimos a la clausura crepuscular de las estructuras de más larga duración, las civilizaciones. En ese caso, recién podemos hablar de la clausura misma del concepto más perdurable de revolución, que es el que corresponde al acontecimiento moderno, a las transformaciones de la modernidad, a las revoluciones científico-tecnológica. La intuición sugiere que se clausura la civilización moderna, incluso la genealogía de las civilizaciones. Nos abrimos a otros horizontes, a otros mundos posibles, que, de alguna manera, retrotraen la memoria de más allá de los cinco mil años de civilización. Volvemos a formas ecológicas actualizadas. Volvemos al futuro, a través de la memoria restospectiva. Esto es simultaneidad dinámica en los espesores del presente, ya en un contexto diferente, en un contexto de liberación de la potencia, de la potencia social, de la potencia científica y tecnológica, que estaría atrapada en las camisas de fuerza capitalistas, que impone el modo de producción capitalista, porque utiliza la ciencia y la tecnología como instrumento de acumulación, les da una tarea banal, la acumulación originaria y ampliada de capital. Si liberamos la tecnología, si liberamos la ciencia, si hacemos esto, quitándoles las fuerzas de las relaciones sociales estructuradas, las potenciamos, potenciando a la sociedades humanas; liberamos la potencia de la sociedades humanas, la potencia social, que es parte de la potencia creativa de la vida. En esta perspectiva, seguimos el curso la revolución científica y tecnológica, pero en contextos transcivilizatorios distintos.

La pregunta es: ¿Por qué la revolución social y política no ha persistido, para decirlo de un modo sencillo, fracasa, por qué esta revolución no ha revolucionado de manera permanente, por qué no se ha dado la revolución permanente, de la que hablaba Marx y después Trotski? ¿No había las condiciones de posibilidad históricas, sociales, políticas, económicas y culturales? Las revoluciones sociales y políticas están preñadas por contradicciones insoslayables, contradicciones que las terminan acabando, hundiendo, en la tormenta de sus contradicciones ineludibles.

La hipótesis interpretativa es la siguiente: El concepto de revolución, más conocido y relativo a la revolución social y política, corresponde al imaginario social relativo a la crisis, que tiene que ver con las impresiones que dejan la insurrección, el levantamiento social, popular, proletario, así también las impresiones que dejan los levantamientos y las insurrecciones campesinas, que les anteceden y les acompañan. Levantamientos e insurrecciones que se dan a lo largo de la modernidad, tanto en el centro cambiante como en las periferias del sistema mundo capitalista. El imaginario revolucionario emerge como fuerza volcánica. Las insurrecciones impresionan en el colectivo social, la experiencia intensa de las revoluciones marcan huellas profundas en la memoria colectiva. La memoria y la experiencia social retienen estas impresiones en el imaginario, que se expresa de distintas maneras, estéticamente, en la pictórica, musicalmente, también en la literatura, en la narrativa, así como en las formaciones discursivas; no ha dejado de impactar en la filosofía, tampoco en las llamadas ciencias sociales y humanísticas, por lo tanto en la sociología y en historia, donde se han elaborado los conceptos relativos a la revolución. Hay que tener en cuenta que se trata primordialmente de imaginarios en el contexto de las crisis sociales, políticas, económicas y culturales. Estamos ante formaciones discursivas que pretenden ser conceptuales; podemos decir que lo son en el sentido filosófico, es decir interpretativo, teórico. Pretenden decir la verdad; hay pretensiones de verdad, como decía Jürgen Habermas, sin embargo, no hay corroboración de estos conceptos, es decir, la contrastación se da en los hechos; las revoluciones sociales y políticas no dura. Ahí está el tema y ahí está el problema.

La única revolución que ha sido permanente es la revolución industrial, la revolución científica, tecnológica, cibernética y, ahora, nanotecnológica y de la biología molecular. Al respecto, hemos visto el despliegue y el desenvolvimiento de una revolución permanente, en este sentido, que se va transformando constantemente. Esta es la experiencia social de la modernidad, que contrasta con la experiencia social de la revolución social y política. Como hemos dicho, estas revoluciones sociales han sido abruptas, coyunturales e interrumpidas, por su propia clausura, también abrupta. Ese contraste tiene que mostrarnos la diferencia crucial histórica, política, social y cultural. Tenemos que analizar esa diferencia para entender y descifrar el concepto de revolución, para interpretar el concepto de revolución; no caer en la ideología del concepto de revolución, porque no ayuda a interpretar ni la sociedad moderna, ni la crisis de la sociedad moderna, tampoco vislumbrar las perspectivas y el porvenir de la humanidad.

Hemos hablado de experiencia social, que supone contiene la experiencia individual; esta experiencia en el mundo, que tiene su propia historia o sus propias historias, el conglomerado de historias, que pueden interpretarse a partir de una síntesis, que no deja de ser otra interpretación.

Notas

[1] Enzo Traverso: Revolución. Una historia intelectual. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires, Ciudad de México, 2022.

[2] Carl Schmitt: Theorie des Partisanen. Zwinschenbemerkung zum Begriff des Politschen. Berlin 1995.

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El ejercicio de la violencia en la forma de gubernamentalidad clientelar

El ejercicio de la violencia en la forma de gubernamentalidad clientelar

Raúl Prada Alcoreza

Proliferación de violencias

El sentido antiguo de la palabra gobernar significa dirigir  la nave, navegar, aprovechando las fuerzas a las que se enfrenta la nave, empero, el sentido de la palabra gobernar se ha desplazado adquiriendo otras connotaciones, a partir de lo que podemos llamar la mutación de la metáfora o el uso de la figura en función de sus adecuaciones. El enunciado griego de ocuparte de ti mismo, que se refiere a ejercicios corporales, así como a la buena alimentación, además de a la meditación, se fue transformando o se fue conjugando hasta convertirse en el conócete a ti mismo socrático. Entonces se hablaba de gobernarse a sí mismo, que se desplazó al gobierno de la ciudad, aunque no es tan así, puesto que se complementan el gobernarse a sí mismo y el gobernar la ciudad; no se puede gobernar la ciudad si no se gobierna a uno mismo. El gobierno de un país vino después, prácticamente en la modernidad; en este caso se tiene otras connotaciones, más vinculadas a la administración y al Estado, propiamente a la República.

Sin embargo, no hay que olvidar que en la antigüedad y los imperios de entonces se puede hablar del gobierno del imperio. Aquí tenemos que detenernos y reflexionar. Gobernaba el monarca o gobernaban los funcionarios, no era, exactamente, en todo caso, de manera inmediata, que el que gobernaba era el déspota o el monarca; ellos eran sobretodo los símbolos encarnados del poder. Sin embargo también hay, aunque escasos, monarcas estrategas, conductores de imperios; no olvidar la historia de Gengis Kan.

¿A qué viene todo esto, todo este merodeo histórico, cuando vamos hablar de las formas de gobierno de la modernidad, sobre todo de la forma de gobierno clientelar, que atañe a los llamados “gobiernos progresistas”? Primero, este merodeo tiene que ver con la arqueología del concepto de gobernar o de gobierno; segundo, buscamos la relación del gobernar con la violencia, todo gobierno tiene que ver con la violencia, se gobierna con el uso y el recurso de la violencia, con el ejercicio de la violencia, el ejercicio del poder es violencia. Para no hacerlo esquemático es mejor decir que el ejercicio de gobernar es una composición, donde hay administración y violencia, recordando a Nicolás Maquiavelo que hablaba de una combinación entre consenso y uso de la fuerza. De alguna manera, se trata de una combinación paradójica, considerando el enunciado de este teórico de la política e historiador del poder, algunos lo consideran el filósofo que inaugura la política y el análisis político.

Hemos llegado a lo que queríamos llegar, en la modernidad, en la historia política de la modernidad, no se puede disociar el ejercicio de gobernar y el uso de la violencia, aunque el gobernar también se vincule con la administración y la estrategia, así como con la razón de Estado. El recurso de la fuerza es no solamente competencia del Estado, del monopolio “legitimó”  de la violencia, sino que se puede hablar de la fuerza de la ley, de la fuerza de la administración pública, de la fuerza del gobernar.

El gran problema de la historia política de la modernidad es el desenvolvimiento de la violencia, su intensificación y su expansión, su desmesura demoledora. Se constata, de manera notoria, que en periodos de crisis como que se hace necesaria la violencia, el uso y el recurso de la violencia, de una manera desmesurada. Parece ésta una característica del Estado nación y de las formas de gobierno durante la modernidad; particularmente la presencia y el despliegue desmesurado de la violencia se hace notoria, recurrente y, en algunos casos, continua, en la modernidad tardía. Los problemas de legitimación en el capitalismo tardío, como dice Jürgen Habermas, obligan al Estado en crisis, a la forma de gobierno en curso, al uso desmesurado de la violencia.

Ahora bien durante los “gobiernos progresistas” se ha hecho recurrente el uso desmesurado de la violencia, hasta convertirse en terrorismo de Estado. Esta situación es notoria en casos como la forma de gobierno clientelar de la revolución bolivariana, mucho más patética en casos bizarros como la pantomima del retorno “sandinista” del gobierno de Daniel Ortega. Así como se ha hecho notorio y recurrente el uso de la violencia durante las gestiones de los gobiernos neopopulistas bolivianos. Al hacerse recurrente el uso de la violencia, este recurso adquiere el impulso desmedido del incremento de la violencia.

En Bolivia se ha hecho particularmente notorio este recurso recurrente a la violencia de Estado desde el 2010 para adelante. Se han sumado las persecuciones y los arrestos durante el conflicto del TIPNIS, cuando se busca imponer una carretera ecocida, que atraviese el bosque del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure,  cuando se buscaba detener, a toda costa, la VIII marcha indígena por la defensa de la vida y del territorio. A propósito de este despliegue de la violencia, de su desenvolvimiento, de su incremento en espiral, es menester anotar que desde la primera gestión del gobierno neopopulista, incluso antes de la promulgación de la Constitución, el partido en función de gobierno, busca controlar a las organizaciones sociales. Lo consigue prácticamente durante la segunda gestión del gobierno neopopulista (2010-2014); lo hace, paradójicamente, después de la promulgación de la Constitución. No solamente controla las organizaciones sociales sino se ve obligado a cooptarlas, incluso a destruirlas y formar organizaciones apócrifas y paralelas.

Desde el 2010 hasta ahora, el 2023, hemos asistido al desplazamiento de la espiral de violencia gubernamental, incluyendo al “gobierno de transición”, como interregno entre dos series de gobiernos neopopulistas, el anterior y el retornado. A propósito de esta secuencia política, no vamos a hacer una exposición exhaustiva, ahora, nos remitimos a otros ensayos que lo hacen; de lleno vamos a tomar en cuenta lo que ocurre en el presente, con el apresamiento de los dirigentes yungueños, incluso su secuestro y su tortura, como es el caso de César Apaza. El dirigente de ADEPCOCA se encuentra en reclusión preventiva desde hace seis meses, después de perpetrarse su secuestro por parte de la policía y bajo mandato judicial. Pasa algo parecido con los demás dirigentes yungueños, así también con otros detenidos políticos de la oposición. Además de un constante asedio a las organizaciones auténticas indígenas y a sus dirigencias, a los activistas defensores de las territorialidades. En un contexto donde vuelve a activarse el conflicto del TIPNIS con el teatro de efectuar una nueva consulta sobre la construcción de la carretera que atraviesa el bosque y territorio intangible. No se trata de la Consulta Previa, Libre e Informada, que establece la Constitución, sino la consulta a los ciudadanos de los departamentos de Cochabamba y del Beni, cosa que vulnera los derechos de las naciones y pueblos indígenas.

En un contexto donde, además se da el proliferante avasallamiento de tierras por parte de los colonizadores, mal llamados «interculturales»; la quema apocalíptica de bosques para ampliar la frontera agrícola y la frontera ganadera. Así como no dejar de contar con la invasión a territorios indígenas y parques nacionales por parte de las mal llamadas cooperativas mineras, sobre todo del oro, que, en realidad, son empresas privadas, que contratan a destajo a trabajadores eventuales, no sindicalizados y sin derechos laborales. Cooperativas que median entre esta explotación depredadora, contaminante y destructiva, sobre todo por el uso del mercurio, y las empresas trasnacionales extractivistas chinas.

Los contextos de la violencia son complejos, no se da lugar una sola forma de violencia, de manera aislada y de modo lineal, al contrario una forma de violencia se retroalimenta con otras formas de violencia, se fortalece, reforzando las otras formas de violencia y sus decursos. Las formas de la violencia estatal se entrelazan con las formas de violencia empresarial, sobre todo si son transnacionales, también las formas de violencia de organizaciones de cooptación y clientelajes, así como las formas de violencias de las mafias, de los cárteles. Todo este conglomerado de violencias, que se entrelazan y se complementan, se articulan con formas de violencias, mas bien, micros, las violencias grupales, locales, familiares, individualizadas, particularmente con las violencias perpetradas contra las mujeres, que, en un determinado punto de inflexión, dejan de ser micros para ser macros. Una forma de violencia que entrelaza lo macro y lo micro, lo local, lo grupal, lo colectivo, lo organizativo con lo estatal, es la que corresponde a la corrupción y a la corrosión institucional.

Se puede decir que las sociedades modernas son violentas, sobre todo las que corresponden a la modernidad tardía, particularmente la sociedades que se encuentran en las periferias del sistema mundo capitalista, aunque no solo, pues los centros cambiantes del sistema mundo moderno también son atravesados por la irradición perversa de la violencia. Este es el panorama abigarrado de las violencias en la contemporaneidad. Cuando nos situamos en una coyuntura, en un contexto particular, como el nacional, el panorama de la violencia adquiere un perfil concreto. En el caso de Bolivia, la violencia estatal se articula a las formas de violencia de la corrosión institucional y de la corrupción galopante, impulsadas por la incursión dolosa de las empresas trasnacionales, los cárteles y las mafias de toda laya. Los dirigentes yungueños han sufrido, por lo menos más de una década, la violencia estatal convertida en terrorismo de Estado.

No podríamos explicar lo que pasa si no incluimos la violencia judicial, que aunque forme parte del Estado, tiene sus peculiaridades. Una de ellas tiene que ver con la impostura legal de la administración de ilegalidades y con el desenvolvimiento de los aparatos de extorsión de la administración de justicia. La violencia estatal, la persecución de dirigentes y opositores, de activistas y defensores territoriales, se inviste apócrifamente con pretensiones de legalidad. La fiscalía y la administración de justicia están incorporados a los requerimientos del ejecutivo y del partido oficialista gobernante.

El uso indebido de la reclusión preventiva es considerada por Naciones Unidas como tortura, mucho más si sobrepasa los límites aceptables. Más del 70% del hacinamiento carcelario está cargado de reclusiones preventivas, respecto a las cuales ni siquiera se han iniciado juicios. La situación se agrava cuando se trata de reclusión preventiva no solo indebida sino grotescamente forzada; uno de estos casos es el de César Apaza. A pesar de encontrarse con embolia, ocasionada por la tortura, se ha tardado en enviarlo a una asistencia médica y, lo peor, se ha apresurado su retorno a la cárcel de seguridad de Chonchocoro, sin evaluación médica, en condiciones lamentables, arriesgando su vida. Esto muestra que no solo se trata de tortura política sino de crueldad. Los perfiles de la gente que está a cargo de esta tortura política salta a la vista, miserias humanas llevadas al extremo de la depravación moral.

La crisis múltiple del Estado ha llegado muy lejos. Se puede decir que nada funciona si no es con el objeto de enriquecimiento ilícito, la manipulación de las adjudicaciones, que pasan por licitaciones alteradas, sino es con contratación directa. El Estado como Estado, como aparato administrativo nacional, no existe, pues se ha convertido en una máscara que oculta las formas y prácticas paralelas de poder, que son efectivamente las que se dan. Las grandes beneficiadas de este disfuncionamiento son las empresas transnacionales, los cárteles y las mafias, además del conglomerado burgués, cómplice de la situación, sobre todo la burguesía rentista que gobierna.

Desde la perspectiva temporal o histórica, dada esta descomposición estructural, esta decadencia orgánica, se puede decir que no hay horizontes, no hay porvenir. El presente, entrapado en el despliegue atroz de la crisis múltiple, se agota sobre sí mismo, se hunde por el peso gravitacional de la putrefacción generalizada. Ha desaparecido todo principio de realidad, solo se ha desbocado el principio de placer atrofiado, empero en las condiciones descomunales de la perversión institucional. A los gobernantes solo les importa perdurar, a como dé lugar; a la oposición solo le inquieta aminorar el desplome estatal; a los congresistas les sobrecoge su tarea de guardar las apariencias; a las dirigencias cooptadas, corruptas y encargadas de la gobernanza clientelar, solo les interesa sacar tajada; a las mafias de magistrados, fiscales y jueces solo les preocupa defenderse como casta.

El conglomerado de violencias no solo se refuerza, fortaleciendo cada una de las formas de violencia, sino que genera otras formas de violencia o las lleva al paroxismo, si es que se encuentran sumergidas. Por ejemplo, cuando el Estado desaparece como garante del cumplimiento de la Constitución y de las leyes, el disfuncionamiento estatal se desplaza a áreas altamente sensibles con respecto a las necesidades y derechos de la población, por ejemplo cuando repercute negativamente en el campo educativo. En un contexto de crisis múltiple del Estado y de la sociedad la disfuncionalidad se extiende al campo educativo. Como todo se reduce al montaje político, este montaje repercute en el campo educativo, mermándolo gravemente, prácticamente hasta hacerlo desaparecer. A partir de estas circunstancias catastróficas ya no hay futuro, ha desaparecido.

En estos ámbitos de deterioro extremo, de derrumbe constante, de demolición dilatada , empero efectiva, de la sociedad, de destrucción del tejido social, todo está comprometido. No hay destino, como se dice. Los recursos naturales y las reservas están comprometidas, incluso en situación de mayor saqueo que cuando gobernaba la coalición neoliberal, lo que es mucho decir. Desde la promulgación de la ley minera se ha entregado el agua a las empresas mineras, que pueden usarla a su antojo y gratuitamente. Recogiendo las connotaciones de gobernar, en los ámbitos del capitalismo tardío, podemos decir que se trata de gobernar para las empresas trasnacionales extractivistas.

Hace un tiempo, durante las anteriores gestiones del gobierno neopopulista, se ha subastado el Salar de Uyuni, sin consultar al pueblo boliviano, propietario nato de los recursos naturales; ahora se lo vuelve a entregar inconsultamente, esta vez a empresas trasnacionales chinas. Empero, parece que está en juego la concurrencia entre dos proyectos trasnacionales de explotación, cada uno promovido por los dos bloques del partido oficialista escindido. Esta contienda «desarrollista» es la manzana de la discordia en la guerra intestina partidaria. Al respecto, de manera extraña, en el país de la reserva de litio más grande del mundo no prospera el emprendimiento de explotación y de industrialización del litio. A qué se debe, a pesar de la cuantiosa y millonaria inversión. ¿Por qué la empresa Tierra, productora de boratos, se radicó dentro de los 50 kilómetros fronterizos prohibidos? ¿Por qué el asesoramiento de la Planta de Litio, con el exgerente de Tierra, prácticamente la boicoteo? ¿Cómo explicar que se sacan ingentes cantidades de salmuera en volquetas hacia la frontera? ¿Qué nos muestra el pago millonario a QUIBORAX (42 millones de dólares), a pesar de su mínima inversión, un poco más de 800 mil dólares. Yendo hacia atrás, ¿cuáles fueron las razones ocultas por las que se perdió la demanda marítima en el Tribunal de La Haya? ¿No ha caído nuevamente Bolivia bajo el dominio de emporios trasnacionales que manejan su destino, repitiendo una historia análoga a lo que ocurrió con el guano y el salitre? Por último, ¿qué señala la cuarta derrota de la guerra del Pacífico, que es la pérdida en el diferendo del Silala, dirimido por el Tribunal Internacional de La Haya, siendo la tercera derrota lo acaecido también en La Haya, siendo la segunda derrota la firma del Tratado de 1904, donde se entrega el Atacama a cambio de un ferrocarril, siendo la primera derrota, la militar, dada en 1879?

La violencia prolifera, se expande, se intensifica, irradiándose a todas partes, en distintos planos de intensidad. La violencia destruye el tejido social, abole el porvenir, detiene las dinámicas sociales, las adultera y las pervierte. La violencia proliferante despliega la muerte múltiple. En Resistencias, descolonización y contrapoder[1] escribimos, a propósito de la violencia, lo siguiente:

En realidad, las leyes no norman la vida, no podrían hacerlo; norman la continuidad de la violencia por las filigranas de la paz. Las leyes continúan las violencias iniciales, difiriéndolas, cristalizándolas en hábitos y habitus, sobre todo en habitus sociales, cuando el poder se internaliza en subjetividades, induciendo comportamientos, cristalizándolos en reglas. Estas leyes, normas y reglas sólo se obedecen porque los templos, los aparatos ideológicos, las edificaciones y las maquinarias del poder ocupan estratégicamente los territorios, controlando parte de los movimientos que se dan. Las superficies de los espesores ecológicos se encuentran ocupados e invadidos por estas maquinarias, por estas mallas cartográficas que estarían en el espacio y cronometran el tiempo.

Conclusiones

Proliferación de las violencias

En plena clausura de la civilización moderna, del sistema moderno, cuando los celajes de su crisis anuncian su agonía, lo que acaece no es exactamente el anterior cuadro, que acabamos de mostrar, pues se ha ido más lejos en la proliferación y la espiral de la violencia. La propagación de las violencias ha carcomido al mapa institucional, ha convertido al Estado en una máscara de lado oscuro del poder. En lo que respecta a los esquemas de comportamiento, han quedado alterados; los valores se encuentran suspendidos. Sin embargo, a diferencia de lo que puede ocurrir con las consecuencias de la rebelión  y de la revolución, el derrumbe institucional, debido a la implosión múltiple, no ha ocasionado la liberación de la potencia social, sino todo lo contrario, ha generado el reforzamiento la inhibición de la potencia social, se ha pasado a la posibilidad de su destrucción. Si antes, durante la modernidad, la potencia social se encontraba inhibida y controlada por las estructuras y diagramas de poder, por las cartografías políticas, por las ideologías, por los hábitos incorporados, ahora, en pleno desborde de la decadencia,  la implosión institucional ha derivado, mas bien, en la destrucción del tejido social, en la descomposición de la subjetividades, en la perversión de los comportamientos y de las prácticas sociales, ocasionando la muerte del sujeto.

La violencia se convierte en parte importante de las relaciones sociales, incluso, en los casos extremos del incremento de la espiral de la violencias, la violencia se convierte en la relación social misma, como si no hubiera otra forma de relación social. Cuando se llega a semejante intensidad y expansión de las violencias, entonces asistimos a la muerte de la sociedad. La sociedad no puede sobrevivir en base a relaciones sociales que se han reducido a la proliferación de las violencias, esto equivale a la muerte de la sociedad, es esto precisamente lo que está pasando. No es nada exagerado decirlo cuando los cárteles controlan ciudades, inclusive grandes regiones de operaciones, además de territorios. Cuando controlan espacios, circuitos, rutas de mercados, áreas de tráfico y de producción, cuando controlan poblaciones y, sobre todo, cuando controlan el Estado y a los gobiernos, estamos asistiendo a la muerte de la sociedad, con antelación, a la sustitución de la sociedad institucional por una sociedad perversa, adulterada, corroída por dentro, cuyo tejido social ha sido destruido. Estamos ante una sociedad sometida al terror, no solamente del Estado sino también de los cárteles; nos encontramos ante una sociedad que se controla por miedo; en este caso ha desaparecido todo horizonte de esperanza.

Notas

[1] Raúl Prada Alcoreza: Resistencias, descolonización y contrapoder. Editorial Comuna; Talleres Gráficos Kipus. Cochabamba 2023. Pág. 205.

Hermenéutica de Todas las sangres

Hermenéutica de

Todas las sangres

 

 

Raúl Prada Alcoreza

 

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Tiempo y narración en Todas las sangres

Tiempo y narración es el título del libro de Paul Ricoeur, donde desarrolla la teoría de la narración. Nos muestra la relación que hay entre tiempo y trama. Parte de dos teorías, una es la de Agustín, expuesta en Confesiones, y otra es la de Aristóteles, expuesta en la Poética. En la primera expone la contradicción que hay entre discordia y concordia. Concordia que busca el ánimo, es decir, el espíritu. El tiempo ocasionaría la discordia. Entonces lo que se busca es encontrar la concordia frente a la discordia. En cambio, en Aristóteles tenemos la misma contradicción, que es resuelta por la trama; la textura y la urdimbre del tejido  logran la concordia. Se logra armonizar lo que se disemina en la discordia, dilatada en el tiempo, mediante el tejido de la trama.

Si partimos de esta situación, dialéctica entre la discoria y la concordia, que resuelve la trama, al acudir a la interpretación de Todas las sangres de José María Arguedas podemos decir que la trama de Arguedas se enfrenta a la discordia de la experiencia social o que encuentra en la experiencia social. La trama y la urdimbre del tejido de la narración interpreta, a partir de la novela, el entramado social, las dinámicas del entramado social, cuyos hilos no necesariamente muestran una textura armónica, sino, mas bien, quizás se pierden en la ausencia de una urdimbre, de una trama, que todavía se hallan en ciernes o, lo que el mismo Paul Ricoeur reconoce como prenarrativas fácticas. En dondición de provisionales intersecciones y nudos caprichosos, que se forman, sin embargo, ante la mirada, la sensibilidad, la percepción del novelista. El narrador se adentra en las profundidades mismas territoriales y de los paisajes geográficos, en las melodías del ánimo colectivo, en el canto de la musicalidad cultural, por lo tanto en la proliferante hermenéutica de las interpretaciones sociales. Interpretaciones variadas, diferenciales en su tonalidad, para lograr la concordancia de una interpretación dinámica, que logra tejer y amarrar los lazos, los hilos sueltos, que logra entrelazar conformando una trama y un urdimbre más compleja.

San Pedro de Lahuaymarca es el poblado donde se desenvuelven los dramas, las trayectorias de vida de los habitantes del pueblo, con todos los perfiles que contiene; los criollos, los mestizos, los indígenas. Es más, a partir de un momento, quizás punto de inflexión, aparece otro personaje, que cae como piedra en el estanque y crea ondas, que desordenan la aparente tranquilidad del pueblo; ese personaje es una empresa trasnacional minera, Wisther-Bozart. A partir de su asentamiento, incluso un poco antes, a partir de su aparición a través de agentes que quieren hacerse cargo de la montaña que cobija las vetas de plata, pronosticadas por estudios geológicos, pero no descubiertas todavía. Es Fermín Aragón de Peralta, hacendado de San Pedro, uno de los hacendados más ricos, junto a su hermano, Bruno Aragón de Peralta, que decide incursionar en minería, después del alejamiento de un ingeniero minero, Piskulich, que también está conectado con la trasnacional minera. Sabedor de esto Fermín lo despide y decide continuar con todo para llegar a la venta. Su hermano Bruno lo ayuda, a pesar de que tienen contradicciones y desacuerdos, en lo que respecta no solamente a la explotación minera, sino también y sobre todo a su concepción del mundo. Fermín sueña con una modernidad derivada de la explotación minera, postula que esta explotación conduciría al Perú al desarrollo; en tanto que Bruno considera que esa modernidad y ese desarrollo son endemoniados, que van a traer el sufrimiento al pueblo peruano, a lo más profundo del pueblo peruano, que es la población indígena. Considera, desde la perspectiva de hacendado conservador, que los indígenas tienen que mantenerse puros, intocados, cobijados por el control del hacendado, dedicados a Dios y a las labores agrícolas, en servicio de la hacienda y en beneficio propio.

Se puede decir que la novela comienza con este contraste entre cosmovisiones, una conservadora y la otra modernista, por así decirlo. Este comienzo de la interpretación de Todas las sangres no sería del todo adecuado, puesto que se olvida otro comienzo, quizás el primordial, que es el que corresponde a la descripción, mejor dicho, a la configuración del paisaje serrano. Con mucha maestría el novelista pinta el paisaje, los tejidos del paisaje, el colorido de las sierra, su composición entre montañas de la cordillera y valles fértiles, dónde se extienden los cultivos y habitan los ganados, donde sus atmósferas están recorridas por bandas de pájaros y vuelos de gavilanes, así como también, de manera misteriosa, de vez en cuando, por cóndores. Los ríos cristalinos atraviesan los territorios con la fuerza de sus fluidos, que retumban en el aire y llegan clamorosamente a los oídos. Entonces, tenemos otros protagonistas de la novela, son los relativos de la composición del paisaje, a los otros espíritus y animus, que corresponden a los animales y las plantas.

A lo largo de la novela o, mejor dicho, en la extensión misma de la narración, tenemos el entrecruzamiento, la complementariedad, el acoplamiento constantes entre los paisajes, las atmósferas y las territorialidades serranas, las composiciones variadas y barrocas de las sociedades andinas.

Otro recorrido de reconfiguración de la novela corresponde a la aventura de  sumergirse en los personajes, en sus adentros, si ustedes quieren, en su estructura subjetiva. Hay personajes sobresalientes, unos a la manera de Fedor Dostoyevski, extremadamente contradictorios, sin conciencia de sus propios desgarramientos, empero manifestando, de manera dramática, las mismas. Uno de estos personajes es el hacendado Bruno Aragón de Peralta, católico conservador, diríamos pechón, a la vez déspota y lujurioso, sin embargo, expresando afecto por sus colonos. Un personaje desgarrado, conmovido por el arrepentimiento. Manifiestamente en claro desacuerdo con su hermano, el modernista. Atormentado por recuerdos respecto de su padre y su madre. Este personaje desdichado ha de vivir una transformación, su arrepentimiento lo lleva  hacia un punto de inflexión, desde cuando decide dejarse seducir por su misterioso administrador de la empresa, el “cholo” y el indio Demetrio Rendón Willka, quien tuvo una experiencia difícil pero también un aprendizaje en Lima. El contacto entre Bruno y Demetrio se da a través de la lengua de los incas, el quechua, una lengua antigua, que quizás tenga sus raíces en el pukina, que tiene sus vinculaciones con el aimara; es en esta lengua que se reza, que se canta, que se comunica con los colonos y a través de esta lengua interpreta su alma.

Una disgresión necesaria, en la búsqueda del comienzo o del nacimiento de la novela, por así decirlo, no del origen – distinguimos como Foucault origen  de nacimiento. También se puede decir que la novela comienza con una anecdótica escena en la iglesia del pueblo; el padre de los Aragón de Peralta, de Fermín y de Bruno, don Andrés, considerado borracho y loco, se oculta en la iglesia, se trepa al campanario de la iglesia, sin ser visto por el sacristán ni el cura; desde arriba espera, espiando y mirando la plaza, la presencia de sus hijos y del cura en la plaza, cuando los feligreses salían de la iglesia.

El viejo calculó bien. Se escondió, fatigado, tras de una columna, un instante. Cerca del atrio, en el centro de la plaza, había un castillo de fuegos, quemado ya a la hora de la Elevación. Tras la iglesia, el cerro protector del pueblo aparecía rojo, cubierto a mantos por las flores del k’antu. Era un cerro escarpado, pedregoso, propicio para los arbustos, casi sin pasto. El k’antu crecía ardorosamente hasta cerca de la cima, entre las piedras, marcando el límite de la región fría donde la tierra solo produce paja o espinos bajos, cactos protegidos de cabellera. El viejo miró hacia la montaña[1].

Una vez que aparecen, desde lo alto de la iglesia los increpa, los maldice y los acusa de haberse apropiado de sus tierras, anuncia su suicidio y deja en herencia de sus bienes a los indios. El cura escucha asombrado, junto a sus hijos trata de hablarle, empero el padre de los Aragón de Peralta no los escucha. Se despide del mundo, después de su alocución e interpelación, se va de la iglesia hasta su hacienda, donde habla con su mayordomo Antón, a quien le da unos recados. Antón se da cuenta que algo va a hacer, que va a ser la última vez que lo vea vivo, que asiste  a su despedida, que se va a suicidar. Mientras Antón va a cumplir sus recados, Andrés bebe el veneno. Al volver Antón lo encuentra muerto en la habitación. Esta escena es patética, pero también dramática. Este es otro comienzo de la novela. En este otro comienzo de la narración, en la trama de la novela, aparece el padre en toda su desmesura, su elocuente interpelación, su maldición sobre los hijos, que son considerados, inclusive por la gente de San Pedro como malditos; son odiados por los hacendados empobrecidos. Este comienzo es la apertura de la novela, da sentido a todo el entramado de la narración, es, quizás, un hilo transversal de la trama, para decirlo de ese modo, adelantándonos, el sentido inmanente de la novela, aquí se ventilan todas las contradicciones, la generacional, padres versus hijos, la contradicción entre tradiciones y modernidad,  las contradicciones concurrentes entre hacendados, así también las contradicciones entre hacendados y colonos indígenas, contradicciones entre criollos y mestizos, entre éstos e indígenas. Todo el revuelo de contradicciones en medio del acontecimiento social, que se da singularmente en San Pedro perdido en el ojo de la tormenta.

Cerrando la digresión, nos encontramos, como dijimos, con distintos comienzos de la novela, dependiendo de la lectura y de la interpretación. Estrictamente no hay solo un comienzo, hay varios, no siguiendo la secuencia, sino comprendiendo la composición y la integración de la trama. Estamos ante la posibilidad de seleccionar distintos nacimientos de la trama, obteniendo ordenamientos distintos a la mera secuencia de la lectura; preferimos la apertura envolvente y ciruclar de la interpretación. El círculo hermenéutico. Hablamos de la configuración y la refiguración hermenéutica.

Demetrio Rendón Willka es el personaje más misterioso de la novela, y también el articulador entre distintos planos y espesores de intensidad, entre múltiples historias, que atraviesan la novela. Una de las primeras menciones es cuando asiste a la escuela, enviado por la comunidad a estudiar. Experiencia difícil por la discriminación sufrida, salvo de dos niños que lo defendieron, además del profesor que intervino a su favor.

Los estudiantes se asombraron de ver un indio grande con un silabario en la mano y una bolsa para cuadernos, como la de los más pequeños escolares; sobre los cuadernos asomaba el marco de madera de un pizarrín. Y era eso lo más sobresaliente: debajo de la bolsa escolar, el indio llevaba tejida otra, hinchada de maíz tostado, de mote, de cecina y trozos de queso. Lo usual era que los comuneros llevaran su fiambre en una pequeña manta de lana. Demetrio fue presentado aun en ese detalle como “escolero”. Habían tejido para él una bolsa, algo semejante a las de la coca de los indios mayores, pero más alargada y con una cinta que servía para que el primer estudiante de la comunidad se terciara al hombro esa nueva prenda escolar indígena. Demetrio tenía que caminar diez kilómetros, todos los días, de Lahuaymarca a San Pedro[2].

Como comentamos, Bruno Aragón de Peralta va a acceder a la petición de su hermano, quien necesita de su apoyo para encontrar la veta de la mina de plata, va a entregarle sus indios, sus colonos, para que vayan al trabajo de mina. De esta manera apresuren el hallado de la veta, trabajando juntamente con mineros experimentados, de quienes aprenderan la labor, bajo la mirada vigilante del ingeniero conspirador, Hernán Cabrejos Seminario, costeño, jefe de la mina Apark’ora, que, después, cambia de nombre a Aparcora. Es, como se sabe, agente encubierto de la empresa trasnacional Wisther-Bozart. Cuando la empresa trasnacional se adueña de la preciada mina se convierte en gerente. Bruno entrega a Adrián K’oto, cabecilla de Kuychi y de todos los siervos de los Aragón de Peralta, el mando y control de los colonos que van a trabajar a la mina. Adrián K’oto tiene esta tarea hasta que se encuentre la veta, después todos vuelven a la hacienda. Las instrucciones a Adrián consisten en proteger a los indios de la contaminación con los mineros y evitar que se contaminen con sus prácticas, para Bruno bochornosas, de borrachera, de lujuria y de perdición.

Demetrio es misterioso, es indio comunero de Lahuaymarca, caracterizado como hombre sereno y sabio, conllevando la virtud de la paciencia, expresa notoriamente lucidez, se presenta en toda ocasión valiente y seguro de sí mismo.  Se podría decir que Demetrio es hombre de experiencia, conoce el mundo de la sierra y el mundo de la costa, experimenta la vida social del lado dramático y pobre de Lima. Sin embargo no ha perdido la memoria ancestral, al contrario, la ha fortalecido. Su vinculación profunda con los Andes, a través de la memoria, su vinculación con las utopías que anidan en lo más profundo del cuerpo de las comunidades indígenas. Es por antomasia la encarnación de las resistencias, que datan desde el Taki Unquy, el camino de retorno a las wakas, a los espíritus propios, de la montaña, de los árboles, de los suelos, de los ríos, de las piedras, de la Pacha, que son convocados constantemente por la mirada y la locución de Demetrio. Se hace más misteriosa su figura cuando desde Lima es acusado de ser comunista; esta es una muestra de la incomprensión de los funcionarios de Estado y de los administradores empresariales. Sin embargo, su propio enigmático perfil, su propia composición psíquica y corporal, su estructura psicológica, su propia concepción barroca del mundo, muestran que es definitivamente  alguien distinto, es un hombre andino contemporáneo.

Las mujeres aparecen con distintos perfiles, sin embargo, todas, de alguna manera, secundariaizadas; algunas en los umbrales, otras en la sombra, otras más lejos, en las calles del pueblo o en los barrios de Lima. Pero, hay otras, distintas, en contraste, que iluminan desde su delicada figura sensible, desde su belleza y su feminidad sensual. Se encuentran atrapadas en la guerra entre los hombres. Una de estas mujeres es Matilde, la esposa de Fermín Aragón de Peralta, quien tiene, como se dice, el sexto sentido, la intuición; adivina lo que esconden los personajes que se acercan al marido o están en contacto con el empresario minero. Al principio teme al hermano de Fermín, su marido, a Bruno, su cuñado, fanático conservador, y a Demetrio, el indio misterioso. En el transcuros de la trama va a ser cautivada por ellos, va a descubrir en ellos una profunda conexión con la transparencia y la honestidad, con su capacidad de interpretar los recovecos del mundo.

Perfiles de algunos personajes de Todas las sangres

Como dijimos, don Andrés Aragón de Peralta es el padre de Fermín y Bruno, mencionado al inicio de la novela, en el primer capítulo; es el jefe de la familia más rica e influyente de la Villa San Pedro de Lahuaymarca, en una región dominada por las haciendas latifundistas. Don Andrés acapara tierras desplazando a otros latifundistas, también a comuneros indios. Quizás debido a que llevó una vida solitaria y desenfrenada  deriva en el alcoholismo. La familia se disgrega, sus hijos pleitean entre ellos. En ese contexto, su esposa, descepcionada, también deriva en el  alcoholismo.

La caracterización que se hace de don Fermín Aragón de Peralta es la de un hombre ambicioso, bueno para los negocios, pujante, expresión de la burguesía nacional. Se ilusiona con traer el progreso económico a su provincia,  por eso considera necesario romper con el orden tradicional. Su objetivo añorado es la modernización y el desarrollo; este es el destino de Perú. Se declara nacionalista. Empero, en los tiempos del siglo XX, el mundo, los mercados y los grandes emprendimientos ya son dominio de las trasnacionales. No puede competir con la Wisther-Bozart; se ve obligado, por las circunstancias, a vender su mina de plata. Obtiene solo el 10% del valor, a pesar de haber descubierto la veta de plata. Usando estos recursos dinerarios  incursiona en la industria pesquera, comprando fábricas de harina y conservas de pescado en el puerto de Supe. Por otra parte, se inclina por expandir y modernizar su hacienda de La Esperanza.

En contraste, el hermano, Don Bruno Aragón de Peralta, es el terrateniente de la hacienda La Providencia. Como dijimos es conservador y fanático católico, pero al estilo provinciano. En su hacienda se comportaba despóticamente, empero, después de la muerte de su padre se arrepiente de todo y comienza a cambiar, incluso deja su costumbre sexual lujuriosa. Enfrenta la nuevos tiempos, que reclaman modernización, con la voluntad manifiesta de mantener las tradiciones gamonales. Considera que los colonos indios, inclusive de las comunidades indígenas, deben mantenerse puros, lejos de la corrupción del dinero. Esta es la razón por la que enfrenta a su hermano mayor don Fermín. En su transformación o conversión a un cristianismo comprometido con el bien, retornando, de vez en cuando, a su lujuria sexual, embaraza a una mestiza de Santa Cruz llamada Vicenta, de la cual, a diferencia de las otras víctimas, se enamora. Considerando con otros ojos a sus colonos y a otras comunidades nindígenas necesitadas, se dedica, por mandato divino, a hacer el bien; distribuye sus tierras a los indígenas, ayudando a otros comuneros en sus luchas contra los gamonales. Se convierte en un justiciero; ejecuta al malvado y odiado gamonal don Lucas, después intenta asesinar a su hermano; lo hiere. A consecuencia de esta acción lo llevan a prisión.

Ya hablamos de Demetrio Rendón Willka, sin embargo, anotaremos otras características no mencionadas. Demetrio representa la alternativa al desarrollo, en contraste con el proyecto de modernización desarrollista de Don Fermín, también en contraposición al sistema gamonal feudal que expresa Don Bruno. Entonces, podemos decir que es la alteridad. Demetrio Redón Villca es el primer hijo de comuneros que llega a Lima, metrópoli en la que vive durante ocho años, en las barriadas, trabajando como barrendero, sirviente, obrero textil y de construcción. Aprende a leer en una escuela nocturna, además de aprender de la escuela de la vida, cae en la cárcel, donde conoce el Perú de las sombras. Como dijimos se codea con activistas políticos, sopesa silenciosamente sus discursos. Al salir de la cárcel se siente un hombre renovado, decide regresas a su tierra con la voluntad de liberar a su pueblo. Se pone al servicio de don Fermín como capataz de la mina, luego de don Bruno, se convierte en administrador de la hacienda La Providencia. En pleno desenlace de la trama, Demetrio encabeza el levantamiento indígena. Acaba su vida heroicamente, muere fusilado por el destacamento de guardias mandados a reprimir.

Entre los personajes extremos, a la vez monstruosos y angelicales, se encuentra la Kurku Gertrudis, una joroba enana, que fue violada por don Bruno; de esta copulación aborta un feto con cerdas. A final de la novela se la encuentra en una iglesia del pueblo que cobija a los que emigran de San Pedro de Lahuaymarca, después de quemar la iglesia y abandonar el pueblo. Gertrudis sirve en la iglesia, donde aprende huaynos y canta angelicalmente.

Asunta de La Torre es una joven mujer, proveniente de familia aristocrática del pueblo de San Pedro, es hija del alcalde Diego de la Torre. Es hermosa y de apariencia criolla, es notoriamente atractiva, por eso es pretendida por hombres que son seducidos por su presencia y prestancia, incluso por don Bruno, quien es rechazado. Es copnsiderada virtuosa. Sin embargo demuestra coraje cuando dispara con un revolver contra el ingeniero Cabrejos, vengando así el daño que ocasionó al pueblo y a sus habitantes, sobre todo siendo causante de la muerte del pretendiente Gregorio.

Tambien hablamos de Vicenta, la hermosa mestiza de Santa Cruz, de la que se enamora Don Bruno, la convierte en su esposa y en la madre de su hijo reconocido por él, a quien nombra como Alberto, nombre de su abuelo.

De la misma manera, también hablamos de Matilde, la esposa de Don Fermín. Dijimos que configura la delicadeza y la ternura de la mujer elegante, venida de otro lugar, llevada a la sierra, al pueblo de San Pedro por su esposo, hacendado modernista, minero y después empresario de la industria pesquera.

Antón es criado de don Andrés; éste, el patrón, le regaló un terreno en la hacienda de La Esmeralda, donde construye su casa. Como dijimos, es el último en ver con vida a don Andrés, antes de su suicidio. Va también a inmolarse en un acto heroico; cuando la compañía minera expropia el terreno donde vive, junto a otros terrenos del entorno de las haciendas de San Pedro, se enfrenta a las máquinas aplanadoras, decide no abandonar su propiedad, en cambio se inmola con dinamita haciendo explotar las aplanadoras.

Gregorio es  mestizo,  chofer del ingeniero Cabrejos, tambén es músico, charanguista, mas o menos bonachón, cuando está de fiesta. Se enamora de Asunta de la Torre, la pretende, antes de morir le regala seis mil soles, en reconocimiento por lo que es, mujer virtuosa. Gregorio muere en la explosión que acontece dentro de la mina Apark´ora.

Mencionamos a don Adalberto Cisneros, el cholo, señor de la hacienda Parquiña, es la encarnación del latifundista perverso, que se explaya en torturar a sus peones, que viola a las mujeres, incluso si son menores de edad. Arrebata las tierras de los indios comuneros de Paraybamba. Es uno de los principales rivales de Don Bruno, a quien se las tiene juradas.

Ya hablamos de Hernán Cabrejos Seminario, que es el ingeniero de la mina Apark´ora, depués denominada Aparcora, cuando pasa manos de la empresa extranjera, es mandado por la empresa trasnacional minera Wisther-Bozart para boicotear el trabajo de la mina, todavía en propiedad de don Fermín. Es el ejemplo del profesional inescrupuloso, cínico y sin valores, dedicado a servir de la mejor manera a la empresa que lo contrato como agente encubierto, después lo convierte en gerente de la mina de plata.

 

¿Qué son los personajes?

Los personajes de la novela sintetizan, por así decirlo, figuras que condensan perfiles, características, valores o antivalores, cualidades, que aparecen en la composición de la trama. Los personajes en la narración convierten en personas conceptos o perfiles psicológicos determinados. Se dice que el personaje es una construcción del narrador, aparece investido por el lenguaje o la escritura, ciertamente es imaginado e imaginario, aparece como imagen definida en la novela. Aunque cierta crítica literaria concibe al personaje de manera estática, en su permanencia cualitativa, lo evidente es que no lo son, por lo menos en las novelas intensas, como pueden ser las románticas o las dramáticas, que padecen transformaciones, metamorfosis, adquiriendo un perfil cambiante en la dinámica psíquica de los mismos. Los personajes son, mas bien, dinámicos.

Como sabemos, el término personaje deriva de la palabra persona, prósôpon, πρόσωπον, de origen griego, significa máscara; supone la actuación, si se quiere, la representación, la mimesis, la imitación y la composición de una trama. Hay que distinguir entonces entre persona y personaje, diferenciar entre persona real y personaje literario. Se puede decir que la persona pertenece al mundo real, mientras que el personaje es ficción. Las personas convierten en lenguaje sus percepciones, sensaciones y pensamientos, mientras que en el personaje literario, siendo lenguaje, en sí mismo, vive, percibe, siente y piensa en el universo del lenguaje. Como se podrá ver esta diferenciación de la crítica literaria es endeble, pues nacemos en el lenguaje y desde el lenguaje nombramos el mundo, como dice Emile Benveniste. Jacques Lacan concibe lo real en el triángulo referencial del acontecimiento psíquico de lo real, lo simbólico y lo imaginario.

¿Hay un personaje principal, un protagonista, en Todas las sangres? ¿Es don Bruno Aragón de Peralta o su hermano, don Fermín, mas bien, Demetrio Rendón Willka? ¿El antagonista es don Adalberto Cisneros, el cholo hacendado, desmesuradamente despótico, o el cínico ingeniero Hernán Cabrejos Seminarios? En este caso, tendríamos más de un protagonista y más de un antagonista. No es tan fácil responder a la pregunta si hacemos una lectura hermenéutica, que supone la composición de los hechos, que aparecen ordenados en la ficción, así como la composición psicológica, a través del uso de los personajes. Preferimos optar por la lectura que busca develar el entramado que transmite el narrador, aunque no sea plenamente consciente de ello. Ningún narrador lo es.

Como dijimos, los personajes son figuras de caracteres, cualidades, valores, perfiles psicológicos; la composición en el plano de intensidad de los personajes acerca la narración al drama y a la comedia. En tanto que la composición se basa en los espesores de intensidad de la acción, de los hechos,  la narración se acerca a la tragedia, pasa del drama a la tragedia. La novela comprende todos estos planos y espesores de intensidad.

Paul Ricoeur, recurriendo a las tesis de Aristóteles en la Poética, recoge el sentido de mimesis como composición y de mythos como trama. La pareja mimesis y mythos concibe la composición de la trama. Lo importante entonces, en la hermenéutica de la novela es no perder de vista que la composición se mueve en dos planos de intensidad, la composición en base a la acción y la composición en base a los personajes. Ambas composiciones tienen que tenerse en cuenta en el análisis de la trama. Volviendo a las anotaciones de Ricoeur debemos decir que la que otorga a la trama un alcance mayor, considerando la estética de la narración, es la composición en base a la acción, al desenvolvimiento y desenlace de los hechos. Los personajes adquieren el sentido inmanente de la trama cuando se interpreta su desenvolvimiento en el despliegue mismo de la acción.

Volviendo a Todas las sangres, se puede observar, de manera inmediata, en la apreciación superficial de la novela, que el padre Andrés se opone generacionalmente a los hijos, Fermín y Bruno. En otra dualidad opuesta, que Fermín se opone a su hermano Bruno; y en otra dualidad, se opone al ingeniero Cabrejos. Por otra parte, considerando otras dualidades, que los hacendados empobrecidos se oponen a los hermanos Aragón de Peralta; particularmente aparece la oposición, incluso hasta el antagonismo, del cholo Adalberto Cisneros, hacendado en ascenso, sobre todo después de que compra la hacienda del joven latifundista Aquiles Monteagudo Ganosa. El antagonismo de Cisneros es con Bruno y Fermín. Sin embargo, la oposición más radical se encuentra entre Demetrio Rendón Willca y todos los hacendados, además de los ingenieros y los involucrados con la empresa trasnacional minera Wisther-Bozart. Se puede decir que la cosmovisión indígena se opone a las otras cosmovisiones, la gamonal y la capitalista, tanto nacional como extranjera.

Hasta aquí las oposiciones entre fraternidades de machos, en los espacios masculinos; empero, hay otros bloques contrastantes, el universo de las mujeres respecto al mundo de los hombres, aunque el universo de las mujeres se mueva en varios mundos. Matilde, la esposa de Fermín, trasluce sus diferencias con su pareja dominante, no está del todo de acuerdo con sus procedimientos; por otra parte, en relación a sus primeras impresiones negativas respecto de Bruno y Demetrio, estas impresiones cambian, prácticamente le seduce el misterio de Demetrio y el afecto religioso de Bruno. Se trata de una mujer hermosa, que dice, al final de la novela, que ella también ha sufrido,  refiriéndose a su pasado, incluso que ha sufrido su familia, lo que parece, de alguna manera identificarla con los padecimientos de Demetrio, aunque sean muy distintos, y las convulsiones dostoyevskianas de Bruno. En otras palabras su sensibilidad se opone al racionalismo pragmático de su marido y al racionalismo oportunista de los ingenieros, salvo del que renuncia seguir al servicio de la empresa trasnacional, Jorge Hidalgo Larrabure.

Otra mujer bella es Asunta de La Torre, empero de familia aristocrática empobrecida, comercia en su tienda de pueblo. Ella representa la virtud, no se entrega; se opone entonces a la lujuria de los hombres, a sus juegos de conquista. Sin embargo, cuando se entera de la sinceridad del amor por ella del músico Gregorio, chofer del ingeniero Cabrejos, una vez que se anoticia que fue este ingeniero el involucrado  en la muerte de Gregorio en la mina, decide matar al ingeniero, cuando retorna a la mina y es su gerente. Aquí, el antagonismo entre virtud y cinismo e inmoralidad se expresa de manera dramática y trágica.

Una tercera mujer, que también es bella e inocente, es la mestiza Vicenta, que es mujer de Bruno, la distingue reconociendo el hijo que tiene en su vientre. Es la mujer que apacigua a Bruno, que detiene su lujuria y le da paz. Se puede decir, en este caso, esquematizando, que el amor se opone a la lujuria.

La cuarta mujer, la Kurku Gertrudis, es, mas bien, lo no bello, lo feo, hasta la monstruosidad, enana jorobada, empero, es ella la que figura el sufrimiento corporal, el desprecio y la denigración total, la que termina convirtiéndose en un ángel a través del canto. Se trata de la metamorfosis de la larva monstruosa en ángel de la voz y la melodía.

Desenvolvimiento de la acción en la trama

¿Qué pasa con la composición de los hechos, con el desenvolvimiento de la acción en Todas las sangres? La trama comienza con la desdicha, con el infortunio, uno de los personajes se explaya en contar su despojamiento por parte de sus hijos.

El primer capítulo comienza con una escena dramática, don Andrés Aragón de Peralta, padre, patriarca de la familia, rica y poderosa de Lahuaymarca, interpela a sus hijos desde lo alto de la iglesia del pueblo, ubicada en la plaza. Don Andrés, envejecido y deteriorado por el alcohol, sube al campanario de la iglesia; desde la torre maldice a sus dos hijos, don Fermín y don Bruno. Los acusa de apropiarse indebidamente de sus tierras, que lo despojan, que se comportan como caínes, que son unos parricidas. Decepcionado de todo, deprimido, considedra que no vale la pena seguir viviendo, anuncia su suicidio. Por otra parte, declara públicamente que deja en herencia a sus colonos, a los indios, todos los bienes que conserva. Una vez ocurrido esto, don Andrés se retira, vuelve a su casa, donde ingiere veneno y muere.

La discordia se hace patente en la pugna, en la lucha, en la concurrencia, la competencia y la proliferación de las violencias, desde las solapadas hasta las descarnadas, pasando por distinta formas de descargarlas. La experiencia social corresponde a la discordia, también la experiencia individual; lo que se recuerda es el desorden, el conflicto, la desgracia, el infortunio. Este recuerdo puede efectuarse en clave religiosa como castigo. Entonces se interpreta el sufrimiento como purgando los pecados. De todas maneras, el tiempo está marcado por la dilatación y la discordia, por la perdida de armonía, que se supone hubo en un principio, en el origen. Opuesta a esta visión está la modernista, que supone, mas bien, que en el futuro se armoniza la discordia con lo que llama el desarrollo. No se trtata de discutir consmovisiones sino de evidenciar la marca de la discordia, sobre todo en la acción de los hombres.

Los hemanos Fermín y Bruno se encuentran enfrentados, en permanente discordia. Bruno es el patrón de la hacienda La Providencia, donde centenares de colonos indios se encuentran asentados para servir al patrón. Bruno postula un catolicismo tradicional, con propensión al fanatismo, al contrario de su hemano Fermín, que postula el progreso, mediante el desarrollo y la modernización. Bruno cree que si el progreso llegase a sus tierras se rompería irremediablemente la pureza los indios; se habría inoculado el la inclinación al lucro, al apego a la ganancia, quebrándose su inocencia.

Fermín es el propietario de la mina Apark’ora, que busca explotarla, escapando a la voracidad de las empresas trasnacionales mineras. Don Fermín expresa a la burguesía nacional. Su objetivo es que el progreso y la modernidad lleguen a San Pedro de Lahuaymarca y a la sierra. Como hemos dicho,  en contraposición a su hermano Bruno. Empero, para explorar la mina requiere de la colaboración de su hermano, necesita a sus indios para trabajador en la mina, sobre todo para lograr alcanzar la veta de plata cuanto antes. A pesar del antagonismo entre hermanos y cosmovisiones distintas, Don Bruno acepta colaborar con su hermano, mandarle parte de sus colonos a trabajar gratis a la mina. Lo hace provisionalmente con dos condiciones, una, que no se junten con los mineros para no aprender de ellos malas prácticas; otra, que retornen los colonos una vez que se encuentre la veta de plata.  Con esta tregua Bruno espera que lo dejen en paz y no afecten ni irradien a sus tierras. No podemos olvidar que Bruno accede a la petición de su hermano después de la muerte de su padre, cuando se arrepiente de todo.

La alteridad aparece en la narración; no necesariamente corresponde a la discordancia, mas bien tiene que ser entendida como punto de inflexión mejor dicho como ruptura, que comienza la alteración de lo que había, del orden o desorden anterior. Entonces, la alteridad puede ser el desplazamiento al punto de inflexión y la emergencia de la ruptura. En la novela puede aparecer como acontecimiento, lo que corresponde a la composición de la trama, en tanto secuencia de hechos y acciones, pero, también puede aparecer en la figura de un personaje. Éste es por ejemplo el caso de Demetrio Rendón Willka. Aparece como figura de la alteridad, frente a la figura gamonal, ya sea rica o empobrecida, ya sea en la figura de burguesía nacional o ya sea en la figura de capitalismo trasnacional.

Demetrio Rendón Willka es un indio misterioso, desvinculado de la comunidad, pero también de la hacienda; se podria decir libre respecto de las atadura sociales. Por eso se presenta figurativamente como encarnación de la alteridad o de las resistencias, que tienen una larga data en la historia colonial y de la colonialidad.  Según alguna interpretación aparece como un nativo transcultural, cuya experiencia personal se amplia a la metrópoli limeña. La sugerencias de transculturalidad parece interesante, sin embargo, no se piuede deducir que por esto ha perdido su herencia cultural, su memoria, aunque sea parcialmente. Lo que se puede decir, siendo conseciuentes con la interpretación, que su heredad cultural se transforma y su memoria se actualiza. En esta perspectiva, la figura y el decurso de Demetrio en la novela no solamente es misteriosa, sino que se convierte en el hilo clave de la trama. Para decirlo de nuevo y de manera sencilla, Demetrio define, en el mapa de contradicciones sociales y culturales, la contradicción principal, contra toda la civilización moderna, en todas sus variantes, desde las gamonales hasta las burguesas.

Don Fermín comanda la exploración de la mina a Apark’ora, en busqueda de la veta de plata, usando la mano de obra de cinco centenares de colonos indios, enviados por su hermano don Bruno. La modalidad de trabajo corresponde a la mita, es decir, por turnos; empero, en este caso, no son asalariados sino siervos, no reciben jornal, solo se les entrega alimentos para su subsistencia y la reposición de energía corporal para continuar el trabajo.  En el transcuro de estas labores de exploración don Fermín advierte que para continuar con la explotación de la mina, en la siguiente fase, una vez encontrada la veta, se requiere mucha agua. Solo se la puede encontrar en en las tierras de las haciendas y comunidades, sobre todo apunta a la haciendo de su hermano, quien lo ayudó en la etapa de exploración. Para tal efecto se propone comprar tierras o, en su defecto, inclusive expropiarlas. Fermín no va alcanzar a hacer esto, pues es engullido por la trasnacional minera; es esta empresa extractivista, este monopolio minero, la que va ejecutar con este plan, expropiando las tierras de San Pedro de Lahuaymarca, sobre todo la colindante, las tierras de La Esmeralda.

La convocatoria es tambien una acción que aparece a lo largo de la novela. En el segundo capítulo Nemesio Carhuamayo, mandón de la hacienda “Providencia”, de Don Bruno, recorría a caballo las chozas de los indios colonos. Las chozas formaban pequeños grupos sin calles, cerca de los manantiales o de los irregulares torrentes que bajaban de las cubres nevadas. Esta vez el mandón no se detenía para charlar con algunos de sus amigos de cada estancia. Tocaba un silvato, desde distancias bien calculadas, y encontraba a los “colonos” y sus mujeres renunidos en el “cahuildo”, un campo apisonado con una piedra en el centro[3].

 

La convocatoria al cabildo aparece con cierta intermitencia en Todas las sangres, sobre todo cuando hay emergencia. Al final de la novela en un cabildo se elige al alcalde y a las autoridades de la comunidad de Paraybamba, con esto se evita la intervención y expropiación de sus tierras. En un cabildo se toman decisiones y las mismas cobran legitimidad por la Asamblea, cuando la comuna habla, decide y define, acuerda normas y reglas, así como acuerda acciones. La presencia del colectivo, de la comunidad, de las autoridades indígenas, es constante; aparecen en el umbral o ingresan al espacio principal, al escenario mismos de los eventos. Un cabildo también decide que hacer con las tierras del hacendado don Lucas, muerto por don Bruno; los comuneros se hacen cargo de la tierra, se vuelve tierra de la comunidad.

La intriga y la conspiración aparecen como acciones dañinas, corrosivas, que destruyen el tejido social, el sistema de costumbres, la moral de provincia, los valores heredados. La empresa trasnacional minera Wisther-Bozart infiltra en la mina Apark’ora de don Fermín al ingeniero Hernán Cabréjos Seminario con el objetivo de boicotear el avance hacia la veta de plata, buscando hacer fracasar la exploración. El objetivo mayor esta en que don Fermín, propietario de la mina,  se vea obligado a vender la mina a la empresa trasnacional . Para cumplir con esta tarea Cabrejos cuenta con la colaboración de su chofer Gregorio, que es también músico. Gregorio se interna en la mina, por los socavones, desde el interior  emite sonidos tenebrosos, simulando ser la serpiente del cerro, Amaru. En la cosmovisión andina Amaru es la serpiente mitológica.  Pretende asustar a los indios, sin embargo no lo consigue porque están alertados de la tramoya por Demetrio, quien se entera de los planes del ingeniero Cabrejos; solo algunos no avisado, que no pertenecen a la hacienda de Bruno, caen en la trampa. De todas maneras, para desgracia de Gregorio, se da lugar un explosión dentro de la mina, el cómplice muere despedazado por la explosión.

Cuando se halla la veta de plata don Fermín viaja a Lima buscando formar una sociedad con capitales peruanos, pero no lo logra. La empresa trasnacional minera se adelanta comprando a funcionarios, técnicos, influenciando a empresarios, usando a los medios de comunicación, poniendo a todos de su parte y en contra de la intenciones de Fermín. Aislado y arrinconado Fermín se ve obligado a vender la mina a la Wisther-Bozart, solo recibirá el 10% , además del reconocimiento de su inversión. Estamos ante la elocuente evidencia de la acción monopolica acaparadora, correspondiente a las estructura de la acumulación ampliada del capitalismo. Se cierra la posibilidad del desenvolvimiento de la burguesía nacional, queda limitada a lo que le permiten las empresas trasnacionales. En consecuencia la burguesía nacional se subordina.

Hernán Cabrejos Seminario es el operador de la conspiración del “Zar”, presidente de la compañía Aparcora, subsidiaria de la empresa trasnacional minera Wisther-Bozart. Llega a ser gerente de la mina, es cuando, en su mejor momento va a ser ajusticiado por Asunta de La Torre, que lo mata por haber hecho daño al pueblo y haber estado implicadon en la muerte de su prometido Gregorio. Esta acción de conspiración también es otro de los hilos de la trama, opuesta al hilo primordial de la novela, que corresponde a la alteridad y a la subversión indígena; subversión múltiple, social, cultural, política y económica. Se oponen a la figura de Cabrejos, no solo de manera inmediata, Fermín, debido a los intereses encontrados respecto de la mina, sino también, de manera mediata, Matilde y Asunta, mujeres intuitivas; una representa la delicadeza y la otra representa la virtud, ambas mujeres bellas, solo que de clases sociales diferentes. De manera radical se opone al conspirador Cabrejos la figura alterativa de Demetrio, lo hace de manera radical. Esto en cuanto respecta al entramado de los personajes, en lo que respecta al entramado de las acciones, la acción subersiva se opone a la acción monopólica y a la acción de conspiración de la empresa extractivista minera.

En el entramado de las acciones se puede decir que estamos como en campos de fuerzas, donde las fuerzas pugnan, entonces, todo depende de la correlación de fuerzas. Son campos de batallas. Frente a al conglomerado de fuerzas de la discordia se encuentra el conglomerado de fuerzas de la concordia. Digamos, provisionalmente, que la dialéctica discordia-concordia, que se resuelve en la trama con la síntesis del desenlace, es como el substrato de la trama, de las composiciones, tanto de figuras de personajes, como de configuraciones de acciones. En Todas las sangres el descenlace es la subversión, la toma de tierras, el retorno de la comunidad, teniendo como hecho crfucial del sacrificio el fusilamiento de Demetrio Rendón Willca.

Hemos dicho que la Wisther-Bozart es la que cumple con el plan de Fermín, expropiando las tierras de San Pedro, con ayuda del gobierno y del Estado, cómplices de la empresa trasnacional minera. La compañia consigue una orden judicial, que obliga a los propietarios de San Pedro a vender sus tierras de labranza de la hacienda La Esmeralda. En reunión, convocada de emergencia, un cabildo del pueblo, los vecinos se niegan a vender sus tierras; en vez de esto  deciden quemar su pueblo, incluyendo a la iglesia, como acto de inmolación simbólico. Deciden irse del pueblo. En su marcha, en su éxodo, que probablemente sea la metrópoli costeña de Lima, son acogidos temporalmente por las comunidades indígenas, la primera comunidad es la de los comuneros de Lahuaymarca.

La solidaridad tambien es una acción de la trama; los comuneros acogen a los del pueblo, que se encuentran en exodo. Comuneros y pueblerinos se unen contra la trasnacional estractivista minera. La solidaridad es pues una de las configuraciones de Todas las sangres.

 

La contradicción principal

Volviendo a tiempo y narración, a la búsqueda, mediante la narración, no solamente de la interpretación, sino de la suspención del tiempo, empero en el espacio de trama, que resuelva los problemas que plantea el tiempo, en su dilatación. Volviendo a ese contraste entre la tesis de Agustín sobre el tiempo y la tesis sobre la trama de Aristóteles, en relación a la novela Todas las sangres, podemos decir que la narración busca recorrer los caminos laberínticos de la memoria y resolver los problemas, que han quedado en la experiencia individual, marcando el cuerpo y dejando huella en la memoria. Entonces la narrativa de la novela de José María Arguedas busca, en los recorridos de la memoria, en su viaje, tejer una trama que explique qué sentido, qué destino, tiene todo lo que ha quedado pendiente de la experiencia social y de la memoria social. También en la experiencia y memoria singular, respecto de sus propias preguntas, de su propia experiencia en la formación social peruana, sobre todo serrana. Entonces, el autor parte de su propia experiencia social, de su propia sensibilidad, de su propia interpretación, desde sus primeras herramientas literarias hasta las más maduras, labradas herramientas con la educación adquirida y la formación lograda. El  escritor intenta responder a las preguntas a partir de su propia vivencia, también a partir de las herramientas del lenguaje y de la escritura. El lenguaje del escritor es un lenguaje compuesto y combinado, que conjuga dos lenguas, la quechua y la castellana. En ese sentido recurre o tiene la ventaja de recurrir a las potencias, a las capacidades que tienen ambas lenguas, de interpretar y de nombrar a partir de las propias sensibilidades, que despiertan ambas lenguas. La más sensible, la quechua, la más racional, la castellana. Aquí se tiene la conjugación de dos lenguas, de dos mundos, o muchos más, y de dos universos, o de muchos más, sensibles; en parte, contrastado, y en parte, entrelazados. Lo que interesa aquí es esa composición que logra una escritura singular, la de Arguedas. Escritura que se expresa dinámicamente en sus novelas, sobre todo en Todas la sangres.

Tenemos la cobertura de ambos mundos, el mundo andino y el mundo de la costa, el mundo tradicional y el mundo moderno, en su pugna. No son dos mundos, sino cuatro o más mundos, que siempre están en pugna, en concurrencia, jalando cada quien para su lado. En esta conflafración literaria de la escritura en convulsión, el escritor busca el sentido de esas concurrencias, de esas pugnas, de esos campos de correlaciones de fuerzas. No solomente hay que atender, en la interpretación de la novela, la compulsa entre la sierra y la costa, entre el Cusco, es decir, todos los pueblos, las comunidades, incluyendo a las haciendas, que están en la sierra, y Lima, lo que viene de la costa, el mercado, el capitalismo comercial, además de lo que viene allende los mares, la revolución industrial, pero en su versión extractivista, no de industrialización. Estamos no solamente ante muchas concurrencias, que pueden asociarse dualmente, en su propio contraste. Ante este panorama convulso el escritor busca la solución de estos conflictos, la salida, la superación de los mismos. Conflictos que, por otra parte, también anidan en su propia experiencia, en su propia estructura subjetiva, en su propio drama. No solamente en lo que respecta a su historia personal, sino al dramatismo con que asiste a las experiencias, sociales e individuales,  al dramatismo con que habita su tierra, su país, al dramatismo con que ama, al dramatismo con que despliega su propia trayectoria de vida, que va a tener una conclusión fatal con su suicidio.

En la conformación de la narración, de la escritura de la trama, es decir, de la interpretación escrita, que compone la trama, el mythos, por lo tanto, la composición estructurada del principio, las mediaciones y el desenlace, construyendo, de esta manera, el sentido, intervienen  planos de intensidad, distintos espesores de intensidad, intervienen múltiples factores. Especificando mejor, interviene el cuerpo, que contiene la experiencia, retiene la experiencia individual y social, la social a través de la experiencia individual. Es esta experiencia la que se convierte en memoria, que ya es una forma previa de interpretar, la interpretación corporal, la interpretación de la percepción corporal. Cuando la escritura emerge, cuando se escribe, se convierten las huellas, las hendiduras en el cuerpo, en interpretaciones, transmitidas a través del lenguaje. Es con la escritura que se comienza con la composición y, si se quiere, con la invención del sentido.

Podemos decir que José María Arguedas escribe sobre el sustrato móvil, dinámico, de todos estos factores intervinientes, de todos estos planos y espesores de intensidad, de todo este substrato cultural y su condición de posibilidad ecológica. Esta memoria perceptual es la que se pone en movimiento, adquiere ritmo, es lo que hace que lo que acontece se transforme en escritura. La escritura, entonces, es un acontecimiento. Podemos darnos una imagen circular, como la del círculo hermenéutico, pues, en parte, tiene que ver con propia experiencia, la del escritor, que absorbe la experiencia social, que absorbe las territorialidades, las atmósferas, los nichos ecológicos de su entorno. Recurriendo a su propia memoria, hundiéndose en los recovecos de su propia memoria, purga en los gozo y padecimientos del cuerpo, en los recuerdos felices y en los recuerdos tristes, el dolor y de la alegría. Esta recurrencia tiene que ver con la construcción de la interpretación, de una interpretación singular, con la explicación literaria a sus propias preguntas. Se lo hace de manera novelada. La narrativa de la novela tiene sus propias peculiaridades, hasta podríamos decir que es la narrativa por excelencia, comparte, en la modernidad, con lo que fue el mito en las sociedades ancestrales y lo que fue el epopeya en la sociedades antiguas.

La novela es,  de por sí, un acontecimiento moderno de la escritura. Es a partir de este acontecimiento de la narrativa de la novela que se interpreta un presente, que contiene espesores; se interpretan los espesores del presente. Hablando en código de Agustín, de las Confesiones, se interpreta en un transcurrir, cuya composición es un presente pasado, un presente presente y un presente futuro. A partir de este presente, la interpretación se conecta con el pasado y con el futuro, guarda, de una determinada, manera ese pasado y tiene expectativas respecto del futuro.

Jean-Françoise Liyotard decía que la filosofía es política, no podemos decir lo mismo de la novela, como alguna interpretación lo hace, cuando califica una novela de un determinado modo, de una determinada manera, atribuyendole intencionalidades políticas. Puede ser que el autor las tenga, pero estamos hablando de la novela. Si biern hay una vinculación entre novela y autor, de todas maneras el autor y la novela no son lo mismo. La novela es una criatura del novelista y el novelista es el creador, sin embargo, la criatura del novelista no es completamente controlada por el creador, se libera, es independiente, sobre todo esta independencia, esta autonomía, de la novela, se constata en la lectura. Con la reconfiguración es el lector el que vuelve inventar la novela a partir de la lectura, por lo tanto, incursionamos  en una nueva interpretación. Estamos ante la interpretación de nunca acabar, como dice la hermenéutica, en la eterna interpretación, el círculo permanente de la interpretación. La interpretación también es un acontecimiento. ¿Se puede decir qué es un acontecimiento por excelencia humano?

Cómo dijimos, en Todas las sangres nos encontramos con una novela que relata el encuentro concurrente y dramático de todas las sangres. Se trata de hechos culturales, es más, pluriculturales, que esquemáticamente se reducen a dos, la sierra y la costa, el mundo andino y el mundo colonial, la cultura indígena y la cultura colonial, sin embargo, hay que tener en cuenta que se trata de múltiples facetas del acontecimiento cultura, que es dinámico. No olvidemos que una cultura está ahí para interpretar otras culturas, que una lengua está ahí para interpretar otras lenguas. De ninguna manera se puede concebir cultura y lengua de modo autista, esto es imposible, la cultura y la lengua serían imposibles.  Una lengua está en contacto con otras lenguas, por sí misma ya es una lengua de contacto y en contacto. Esto ocurre con todas las lenguas, ocurre con las lenguas nativas, también ocurre con las lenguas no nativas, en el caso del Perú, con el castellano. Esta lengua en transformación es una lengua de contacto. Todas las lenguas de y en contacto experimentan cambios imperceptibles y transformaciones perceptibles; una lengua ya es multicultural.

Esta anotación nos sirve para posesionarnos en todo el ámbito de interpretaciones sobre la novela de José Maria Arguedas. Nuestra perspectiva corresponde a la teoría de la narrativa, también a la que sume la realidad como complejidad.

Volviendo a la novela Todas las sangres, nos encontramos con varias contraposiciones que, a su vez, se entrelazan y concurren, conformando composiciones complejas. De inicio la contraposición, por así decirlo, es generacional, asistimos a la contradicción entre el padre y los hijos. Después nos anoticiamos de la contradicción entre hermanos, que es de suponer la contradicción de cosmovisiones singulares; una, que puede llamarse modernista y, la otra, que puede llamarse tradicional, que es la versión que ventila la novela. En el panorama social de San Pedro de Lahuaymarca aparecen otras contradicciones, la de estos hacendados ricos y hombres destacados en su abolengo, respecto a los otros hacendados, que la novela señala como empobrecidos, salvo don Lucas Ramón de Manzuelos, un hacendado viejo y déspota, también don Adalberto Cisneros, el cholo, otro hacendado déspota, a su manera cruel, violador y fanfarrón. No solamente aparece el contraste entre los hermanos Aragón de Peralta y el resto de los hacendados, sino, notoriamente el antagonismos con estos últimos hacendados de carácter despótico y conducta tirana. En esto se puede observar un variado perfil singular de los mismos hacendados de la casta gamonal. El término gamonal tiene que ver con esta posesión de tierras, dentro de éstas la posesión de indios que habitan en las haciendas, por lo tanto con esta propiedad de tierras y de indios, con esta relación de dominación de carácter colonial.

En la sucesión de contradicciones aparecen otras bastante sugerentes, la contradicción entre una burguesía nacional, en formación, y la burguesía internacional, ya formada, ya dominante en el mundo. Concretamente nos referimos a la contradicción entre Fermín Aragón de Peralta, el propietario minero nacional, y la trasnacional minera extractivista Wisther-Bozart. Como se podrá ver, estamos ante un conjunto de contradicciones, ante un juego de contradicciones y de contrastes, ante una variedad de perfiles en concurrencia, dependiendo de los planos de intensidad en los que se desenvuelve la acción, que tiene como referente la realidad, sinónimo de complejidad.

La pregunta que tenemos que hacer es: ¿Hay una contradicción principal? Es una buena pregunta, la respuesta quizás dependa de la interpretación que haga el lector. No necesariamente corresponde a la interpretación misma del autor. Desde nuestra interpretación la contradicción principal aparece con el personaje indio Demetrio Rendón Willka. Demetrio es hijo de comunidad, obviamente de padre y madre, con familia, empero es asumido comunitariamente cuando la comunidad paga sus estudios, lo manda a la escuela, donde sufre el vejamen, la discriminación y el racismo de sus compañeros de curso de la escuela, incluso del mismo director, salvo dos compañeros menores, que lo defienden, de los que se va a acordar siempre. En consecuencia, desde nuestra perspectiva, hay contradicción principal, se trata de la contradicción que desata y contiene el indio Demetrio Rendón Willka, respecto a los entornos coloniales y capitalistas. Lo que contiene el indio como memoria, asi como como experiencia social, también como promesa, si se quiere como utopía. Esta es la contradicción principal.

De aquí no se puede deducir que José María Arguedas es indigenista o indianista, que tiene una tonalidad radical. Se ha dicho que José María Arguedas, junto a Manuel González Prada, son influencias notorias de José Carlos Mariátegui, a quien consideramos como el precursor del marxismo latinoamericano y del indianismo. Sin embargo, hay que aclarar que estas aseveraciones tienen que ver con la arqueología del saber del pensamiento propio latinoamericano, no estamos hablando, de manera específica, de una caracterización de José María Arguedas, en tanto novelista. Asumimos nuestra interpretación de que en el conjunto de las contradicciones, de que en el mapa de las contradicciones dinámicas, entrelazadas, conjugadas y concurrentes,  la contradicción principal es la de las comunidades nativas, que resisten a la colonización, a la colonialidad y a la explotación capitalista, contra el mundo colonial, gamonal, burgués y capitalista. Las comunidades en resistencia no son asumidas de manera estática, inmóvil, anacrónica, a la manera que lo hace las ideologías en curso, tanto indigenistas como marxistas, así como también liberales.

La comunidad indígena es dinámica, es la resistencia misma, desde la conquista y la colonización, desde el ingreso mismo a la “evolución” del sistema mundo capitalista, que comienza precisamente con el substrato colonial y del colonialismo generalizado. Se puede decir que la comunidad es una institución transcivilizatoria en resistencia, una institución dinámica en resistencia, no necesariamente reconocida plenamente por la institucionalidad estatal. Al respecto, sin embargo, hay que anotar que la administración colonial reconocía a las comunidades indígenas y las autoridades comunitarias, les atribuía autonomía, lo que no ocurre, sorprendentemente, con las repúblicas liberales, que, prácticamente desconocen las autonomías comunitarias indígenas. Después de la independencia las comunidades pierden su autonomía, son avasalladas por hacendados gamonales y políticos liberales, después, estas actividades de expansión y avasallamiento, se prolongaran con las formas proliferantes del capitalismo dependiente.

Es en la historia reciente que retorna en el discurso jurídico político de la autonomía indígena, que forma parte de la resistencias contemporáneas, de las luchas de las naciones y pueblos indígenas, de sus conquistas, que se plasman en derechos colectivos, institucionalizados jurídica y políticamente, en constituciones; por ejemplo en las constituciones de Bolivia y Ecuador, aunque estas constituciones no se cumplieron por parte de sus “gobiernos progresistas”.

Cerrando estas disgresiones, no olvidar que el tema es la interpretación de la novela. Volviendo a la novela, considerando estas anotaciones, que acabamos de hacer de Todas las sangres, la comunidad aparece como tejido social, como cultura, como musicalidad, como lengua quechua, en combinación y composición con la lengua castellana, como actitud social y cultural, como virtud, es decir, como ética. El carácter dinámico de la comunidad aparece en la comprensión, en el entendimiento y en el conocimiento de Demetrio, puesto que vive, sufre, padece, goza,  registrando en la memoria distintas experiencias. En los entornos envolventes se aprisionan a las comunidades, se las domina, se las someten a las leyes estatales, a las estructuras de explotación gamonales y a las relaciones de poder de la reproducción capitalistas.

En la novela Todas las sangres se desenvuelven distintos perfiles de personajes y diferentes configuraciones de acciones, tejiendo la composición del entramado de figuras subjetivas y del entramado de la praxis. En la novela comentada se muestra una composición compleja y rica culturalmente. La caracterización de Demetrio, en la novela, corresponde, en principio, al indio temido, también se dibuja el perfil de humano astuto e inteligente, al que confía la comunidad la formación en la escuela. Posteriormente, después de la violencia que sufre en la escuela, se ve obligado a viajar a Lima, donde él tiene que ocuparse de laburos provisionales y despreciados. Así mismo, experimentando los males de la pobreza y la miseria, cae en la cárcel, donde se conoce con activistas políticos, a quienes escucha. Demetrio asiste, a lo que se puede llamar, la escuela de la vida, cuando aprende lo que es el mundo, un mundo capitalista dependiente barroco, aterido de herencias gamonales y coloniales, manteniendo, en su reproducción, la dominación colonial sobre naciones y pueblos indígenas. Cuando vuelve Demetrio al pueblo trabaja para Bruno Aragón de Peralta, el hacendado tradicional y conservador, después de emplearse con el hermano, Fermín Aragón de Peralta, el modernista. Don Bruno, en princiopio desconfiando de Demetrio, va cambiando su actitud; Demetrio va ganando cada vez más confianza de Bruno, hasta convertirse en el albacea de su hijo, prácticamente en el heredero, conjuntamente con las comunidades indígenas, de sus bienes, de su hacienda, que va a ser convertida en espacio y territorio comunitario. Entonces recogiendo la novela Toda la sangre tenemos en Demetrio la trayectoria, el desenvolvimiento, la contra-genealogía del contra-poder de la resistencias indígenas. Demetrio muere heroicamente, como dice la novela, resistiendo, es fusilado por un destacamento, que va precisamente a reprimir lo que consideran un alzamiento comunista.

Notas

[1] José María Arguedas: Todas las sangres. Losada. Buenos Aires 2021. Pág. 9.

[2] Ibídem: Pág. 68.

[3] José María Arguedas: Todas las sangres. Losada. Buenos Aires 2021. Pág. 38.

Entropia y trauma en el entramado social y en el teatro político

Entropia y trauma en el entramado social

y en el teatro político

 

 

Raúl Prada Alcoreza

 

 

Trauma político 4 

  

 

 

La doble entrada de la entropía en las sociedades humanas

Es indispensable, a estas alturas del acontecimiento político, desarrollar, por así decirlo, un desplazamiento epistemológico en el análisis y en la crítica, pues se requiere ingresar no solamente, como hemos dicho antes, a las dinámicas moleculares sociales, sino a algo más fino y detallado, a las singularidades.  Más aún, a partir de este viaje hacia las singularidades, a las composiciones, descomposiciones y recomposiciones de la singularidades, en distintos niveles y en distintos planos de intensidad, es indispensable avanzar hacia la teoría unificada de la totalidad, incluyendo, respecto a la teoría del todo, que es preponderante física, a las miradas de las ciencias sociales, de la sociología, de la antropología, de la etnología, de la psicología, de la lingüística y de la historia. Todo esto en conjunto y de manera integrada. Esto lo decimos porque la nueva generación de movilizaciones, para decirlo de ese modo, no sólo de luchas, en su búsqueda de nuevos horizontes, escapando de los marcos heredados, tratando de transformar sus propias estructuras, formas, contenidos y expresiones de la movilización, apertura puentes hacia otra época histórica.

Si uno observa lo que ocurre en las nuevas movilizaciones se visibiliza que las prácticas, los sentidos inmanentes, incluso los objetivos implícitos, no son como los de antes, cuando gravitaba la concepción de la revolución, implicando la toma del poder. Ahora se evidencia la inclinación más por la autoconvocatoria, la autogestión y el autogobierno.

De las tesis apropiadas, relativas a la teoría de la unificación, una de ellas tiene que ver con la segunda ley de la termodinámica, empero releída, transformada y reinterpretada. Concebida de otra manera. Hablamos de la doble entrada respecto a la entropía. La entropía puede crear organización, precisamente porque hay una doble entrada de la entropía. Esta doble entrada produce organización  al ocasionar, en su desplazamiento, un núcleo en el centro y en el entorno del núcleo y del centro, una organización estructural. Es decir, una reorganización; en otras palabras, una nueva composición, que le da características de mayor peso, de un nucleamiento, dando lugar a una dinámica creativa y transformadora. En el entorno más externo se produce lo que comúnmente se conoce como entropía, tal cual,  es decir, se produce una especie de dialéctica, para usar improvisadamente y provisionalmente este término que hemos discutido durante tanto tiempo; lo hacemos metafóricamente.

Considerando lo anterior se puede decir, mediante analogías y acercamientos, que en las sociedades humanas también se dan los fenómenos de entropía. Es posible que podamos considerar las estructuración sociales a partir de una doble entropía social, que genera, precisamente, lo que hemos dicho anteriormente, una organización creativa. Por lo tanto una transformación en toda la estructura social; en cambio , en el entorno más externo, continúa la entropía, tal cual. Téngase en cuenta que esto es solamente una aproximación, se lo hace de manera figurada; no es exactamente lo mismo que ocurre con el referente de la doble entropía, de la reinterpretación de la segunda ley de la termoeléctrica, donde son  el sol y  las estrellas el referente.

En el caso de la sociedad, lo que tenemos es, si ustedes quieren, siguiendo con las metáforas, una suerte de analogía o de imitación, por así decirlo, puesto que las sociedades lo que hacen es aprender de manera inmanente,  implícita e inherente, lo que acontece ya en el universo. Pero, al mismo tiempo, hay que considerar las diferencias, puesto que solo considerando las analogías nos llevarían a errores. ¿Cuáles son las diferencias?  No se puede considerar exactamente al Estado como un centro de nucleamiento creativo, como en el caso de las estrellas, puesto que no sucede así en las sociedades humanas, sino, mas bien, ocurre al revés; en la sociedad son las prácticas sociales, las relaciones sociales, las que, en un determinado momento, generaron y edificaron el Estado, respondiendo a sus propias contradicciones. Es de suponer que esto acaezca cuando las sociedades empiezan a desarrollar estructuras sociales diferenciales, cuando se da lugar a lo que se llama la primera deuda infinita, impuesta por el emperador, que se apropia, expropia, todas las tierras, y después cobra tributo por ellas.

En el caso de las sociedades humanas se puede decir que es en el entorno, en las periferias, desde donde se avanza a la creación de organizaciones y recomposiciones creativas. No necesariamente tienen que ver con centros, menos con el Estado, sino con formas de organización y de instituciones útiles a la sobrevivencia; también hay potenciamiento de las capacidades humanas. El problema es que a partir de un determinado momento, que posiblemente tenga que ver con los 5000 años de civilización, se produce un punto de inflexión, una bifurcación, que lleva a convertir imaginariamente a las criaturas y creaciones humanas, las organizaciones y las instituciones, como si fuesen el centro, el nucleamiento creativo, cuando fueron solamente unas criaturas de la humanidad. Entonces se produce aquí un dislocamiento, lo que ocurre realmente en los planos de intensidad de las prácticas y de las relaciones sociales se transfiere al imaginario dónde se distorsiona, se adúltera y se invierte lo que ocurre realmente, convirtiendo a las criaturas en creadoras. Tal como lo interpretó Ludwig Feuerbach. Al respecto, prarece acertada la tesis respecto a la esencia del cristianismo, que puede generalizarse al resto de las ideologías humanas, desde las religiones hasta las ideologías modernas. Imaginariamente el Estado es el centro creativo y las instituciones son los dispositivos creativos del Estado; las instituciones sociales se vuelven el principio creativo de las prácticas y relaciones humanas. Cuándo ocurre todo lo contrario.

Lo que importa anotar es que puede usarse la tesis de la entropía de doble entrada en la interpretación de las sociedades humanas; las sociedades humanas obviamente no escapan a la entropía, así como las estrellas en un momento determinado de implosión o, en su caso, de explosión. Lo mismo ocurre con sus instituciones, sobre todo con su Estado. Más aún cuando se trata de instituciones imaginarias de la sociedad, como lo dijo Cornelius Castoriadis. Lo que importa ahora es entender cómo funciona todo esto en las sociedades humanas, cómo funciona la entropía de doble entrada en la sociedades humanas.

La entropía configura también desorden, así como incertidumbre, también pérdida de información. Es una medida matemática, el cálculo de la entropía, considera su análisis desde la segunda ley termodinámica, que tiene que ver con el logaritmo natural del número de microcomponentes de un sistema dado. En las sociedades humanas hay entropia en el sentido de las prácticas, de las singularidades, que se dan numerosamente. ¿Cómo enlazan las singularidades sociales? Los resultados también son azarosos o aleatorios, calculados estadísticamente, son probabilístico; es decir, definen tendencias, que no son controladas, definen resultantes del conjunto de fuerzas concurrentes, que también son inesperadas. Lo interesante es que esta entropia social, esta conjunción azarosa de las prácticas y las singularidades sociales, ocasionando situaciones que son otras singularidades, de composiciones también singulares, todo esto puede contraer transformaciones de las mismas estructuras inmanentes de la sociedad, de las estructuras estructurantes, como hablaba Pierre Bourdieu. De esto se trata la doble entrada de la entropia, que se crea composiciones y recomposiciones, transformaciones estructurales, que terminan cambiando a la sociedad misma, aunque los cambios se hayan dado, en parte, de manera imperceptible, en parte, de manera perceptible.

Desde este punto de vista, la crisis de la que hemos hablado mucho, a lo largo de nuestras investigaciones, en otros ensayos, en otras exposiciones y otros escritos, incluso cuando la nombramos como crisis múltiple, puede ser comprendida e interpretada de otra manera, es decir, desde la perspectiva de la doble entrada de la entropía. ¿Cómo funciona la entropía en la sociedad, respecto a sus propias estructuras constitutivas, sobre todo, cuando la sociedad se encuentra en crisis? En este caso, la crisis vendría ser creativa.

¿Cuándo comienza el acontecimiento político?

¿Cuándo comienza un acontecimiento político? Por ejemplo, relativo a la crisis social y política. ¿Cuándo se hace evidente? ¿Cuándo atraviesa a los medios de comunicación,  que convierten en noticias lo que ocurre?  ¿Un poco antes? ¿Cuándo se dan lugar precisamente estos eventos? Constatando las acciones, que se definen como movilizaciones y protestas, las movilizaciones están relacionadas a demandas, las demandas pueden tener distintos grados, distintas magnitudes, distintos alcances. En la medida que hay un interpelación nacional, se tiene un alcance nacional, es decir, que, de alguna manera, cuando se suceden estos hechos, los medios de comunicación están obligados a informar sobre los mismos. Los medios de comunicación responden de una determinada manera, más aún, ahora, cuando hay monopolio de los medios de comunicación. Hay manipulación de los medios de comunicación, hay maneras de informar y maneras de desinformar. En contraposición, se despliegan y conforman medios alternativos, que tratan de compensar la desinformación con una información más fidedigna, más cercana a los hechos o más cercana a la voz y la palabra de los movilizados, de los que acuden a la protesta.

El problema de la temporalidad de una crisis social y política no es solamente éste, cuando comienza a manifestarse la crisis, sino también cuando emerge la crisis, que puede ser mucho antes que se haga evidente. Esto tiene que ver, sobre todo, con las causales de la crisis. Esto es algo de mucha importancia, en relación precisamente a la conexión de causa y efecto, también tiene que ver con la temporalidad que se da entre las causas y los efectos.  Respecto a los distintos efectos, unos, pueden ser imperceptibles, al principio, otros, pueden hacerse perceptibles, en la medida que se desordena un ambiente social, en la medida que se cuestionan determinados mapas institucionales y determinadas conductas políticas. En tercer lugar, tenemos efectos de mayor alcance, cuando se manifiesta propiamente la crisis social y política, cuando las movilizaciones se irradian, adquieren connotaciones políticas, se convierten en levantamientos y rebeliones.

Las causales de la crisis actual del Perú, crisis múltiple, tiene varios sedimentos. Cuanto más atrás vamos, nos encontramos con causales históricas más antiguas. Hablamos de las crisis estructurales ciertamente de los Estado nación flamantes del continente de Abya Yala. Todo esto tiene que ver con la conquista y la colonización, con las oleadas de conquista y colonización.  Este es el sedimento quizás más antiguo de la crisis estructural de las repúbicas nacientes. Respecto al pasado de estas repúblicas,  se puede señalar a las crisis vinculada a la administración virreinal,  de las capitanías y de las audiencias.  No olvidar que siempre ha habido resistencias, desde un principio, desde el Taki Unkuy  hasta el levantamiento panandino del siglo XVIII, continuando con levantamientos dispersos después. Estamos tocando sedimentos de larga duración, incluso de mediana duración. Tanto en lo que respecta a la colonia, así como a la colonialidad posterior, durante los periodos republicanos, se trata de temporalidades de larga duración. Se requieren también observar temporalidad más cortas y más recientes, que puedan enfocar sedimentaciones causales de la crisis más singulares y específicas, que tengan que ver con historia reciente.

 

Crisis en la historia reciente

Vamos a considerar la historia reciente, arbitrariamente vamos a delimitar esta historia reciente a partir de lo que se viene en llamar la “guerra interna”, que se desata durante la década de los ochenta y abarca hasta los primeros años de los noventa. Es el periodo de la guerrilla y de la contrainsurgencia. Hablamos de la incursión de dos guerrillas, la de Sendero luminoso y la del MRTA. Esta “guerra interna” parece marcar un quiebre en la historia del Perú, un antes y un después.

Para seguir adelante con el análisis crítico vamos a considerar el concepto de trauma del psicoanálisis, usarlo metafóricamente en lo que respecta a la crisis política. Eso es sugerente por los efectos que tiene el trauma social, ya extendiendo indebidamente el concepto de trauma a la experiencia social, en lo que respecta a la memoria social y, sobre todo la incidencia que tiene en los comportamientos y las conductas.

Para acentuar su temporalidad disruptiva, Sigmund Freud también denomina al trauma al instante traumático, como una cantidad pulsional excesiva para el aparato psíquico, algo que sobrepasa cierto límite y, en tanto tal experiencia no puede ser simbolizada.

El trauma es una experiencia que desorganiza la mente de la persona que lo experimenta y puede dar lugar a la aparición del TEPT o de experiencias disociativas.

También podemos definir trauma como una emoción o impresión negativa fuerte que produce un daño duradero. Un trauma surge tanto porque has sufrido recientemente un miedo de gran intensidad, terror, o porque te has sentido incapaz de manejar un peligro real o potencial.

 

La metáfora del trauma político y social

Vamos a recurrir a una metáfora, la metáfora del trauma psicoanalítico. Una redundancia metafórica del trauma, puesto que el trauma tiene connotaciones físicas, biológicas y anatómicas. Entonces, el trauma psicoanalítico ya es una metáfora, pero valga la redundancia metafórica, pues la figura del trauma ayuda a interpretar lo que ocurre cuando el cuerpo es afectado por un golpe, por lo tanto, por una conmoción. Desde la perspectiva del psicoanálisis el trauma es una huella, una huella psíquica, que queda en la memoria, pero que no puede ser simbolizada, debido a la represión. Queda en el inconciente, sin embargo, tiene efectos en los comportamientos, en las conductas y en la estructura psíquica. Estos defectos tienen que ver no sólo con la represión, con la inhibición y el ocultamiento del trauma, sino con la aparición del trauma en los síntomas síntomas que nos llevan a la interpretación del inconciente, pues el trauma no ha desaparecido del inconciente y se expresa de una manera angustiosa.

Ahora bien, en relación a la tesis de nuestra exposición y análisis, que tiene que ver con la doble entrada de la entropía en el acontecimiento social, la metáfora del trauma político y social viene a explicar la relación causa efecto del trauma político y social, que es inhibido en la memoria social, debido a la experiencia traumática social con un evento perturbador. Entonces, podemos decir que ocurre algo parecido a lo que supone que hubo, que acaece, en el psicoanálisis, en la estructura del sujeto, que hay como una represión institucional, una represión de orden ideológico y cultural en la modernidad tardía. Podemos decir que se trata de una represión y ocultamiento mediático. El evento perturbador aparece reprimido, inhibido y ocultado en lo que corresponde al acontecimiento, al que se debe este evento y la perturbación misma. Hablamos de una crisis de orden mayor, como una guerra; este acontecimiento es ocultado y manejado institucionalmente, dependiendo de quien usa las instituciones, de quien gobierna. Podemos decir que a pesar del ocultamiento institucional e ideológico el acontecimiento, que causa el evento perturbador en la experiencia social y se pierden los recovecos de la memoria social, termina manifestándose en los síntomas sociales, en consecuencia en los comportamientos, en las conductas y en las prácticas sociales. La sociedad actúa en función del trauma social, ese comportamiento, esas conductas y prácticas sociales tienen efectos políticos.

Volviendo al referente la crisis múltiple del Perú, como hemos dicho en una exposición, que la crisis, entre las causas de la misma, tiene que ver en la historia reciente con un trauma político y social. El trauma tiene que ver con la “guerra interna” en el Perú entre un Estado contra insurgente y la guerrilla, dada durante la década de los 80s, guerra que se extiende hasta los primeros años de los 90s. Frente a la guerrilla el Estado adquiere el carácter terrorista, la respuesta a la violencia de la guerrilla es la violencia del Estado, el terrorismo de Estado. La violencia descomunal del Estado responde la violencia desmesurada de la guerrilla, sobre todo de la guerrilla de Sendero Luminoso. El Estado sólo encuentra el medio de la violencia y el uso demoledor del ejército como solución al desafío de la guerrilla. A su vez, la guerrilla sólo encuentra el medio de la violencia, el camino de la fuerza desbocada, con el objeto de la toma del poder, para, según ideología bolchevique, hacer la revolución. El problema es que esta revolución se empieza parecer, desde un principio, por así decirlo, desde el huevo de la serpiente, al terrorismo de Estado, que enfrenta la misma guerrilla. Esta es una de las paradojas de la revolución. Al respecto, nos remitimos a un ensayo, que tiene por título precisamente este denominativo, paradojas de la revolución. Empero, el asunto aquí corresponde al trauma ocasionado por este acontecimiento relativo a la violencia de la guerrilla y de la contrainsurgencia.

Han pasado más de dos décadas, desde la derrota de la guerrilla y la victoria del Estado contrainsurgente. Después de esto, lo que aparece en la escena política es la decadencia política. Sobre el vaciamiento del tejido social, sobre la destrucción del tejido social, destrucción que se basa en ampliar la guerra contrainsurgente contra los partidos de izquierda, que no están metidos en la guerrilla, contra los sindicatos, incluso contra la sociedad misma, resaltando la violencia desatada por el ejército contra las comunidades campesinas, que se encuentran entre fuegos cruzados, se da el montaje del teatro político, la comedia vulgar, el despligue de la trivialidad política. Se produce el vaciamiento ideológico de los partidos políticos, quienes tienden al pragmatismo más reductivo, al oportunismo más descarado y a las prácticas de corrupción  más perversas. De esta manera podemos decir que el trauma empieza actuar no solamente en la inhibición respecto a la memoria social, sobretodo a la interpretación de lo que ha ocurrido, impidiendo la recuperación de la memoria de manera abierta, analítica y crítica. El trauma tiene efectos, se manifiesta en los síntomas políticos y sociales, en el empobrecimiento social, político e ideológico. La consecuencia del desenlace de la “guerra interna” va a derivar en una sociedad traumatizada por la “guerra interna” entre la guerrilla y  el Estado de la contrainsurgencia. Desde entonces se ha optado por el pragmatismo más desnudo. Sólo se trata del poder, el poder se convierte en el oscuro objeto del deseo, en objeto para satisfacer este deseo, que es, en realidad, imposible de satisfacer. Se tiene que llegar al poder a como de lugar, se tiene que tomar el Estado a como de lugar, se tiene que ejerce el poder a como de lugar y para preservarlo emplear los medios más perversos. Esta incursión maquiavélica es, más o menos, la historia reciente del Perú, posterior a la guerrilla, a la guerra de contrainsurgencia.

Sin embargo, esta trivialización, está banalización de la política no es el único síntoma del trauma político y social del que hablamos. Intermitentemente ha venido apareciendo, sacando su cabeza, un ejemplo notorio es la violencia desmesurada en el caso de Bagua[1].

La llamada masacre de Bagua

El 5 de junio de 2009 en el contexto del conflicto de Bagua aconteció la llamada masacre de Bagua, también llamada Baguazo, en las cercanías de la localidad de El Reposo, cerca de las ciudades de Bagua y Bagua Grande, en el departamento peruano de Amazonas.

De acuerdo a la información oficial del gobierno de entonces, el enfrentamiento tuvo un saldo de 33 personas fallecidas, 23 policías y 10 nativos, además de 1 desaparecido.​ Esta tragedia aconteció debido al desalojo de aproximadamente cinco mil nativos aguarunas, huambisas y otros grupos étnicos amazónicos, junto con muchos pobladores de las ciudades cercanas de Jaén, departamento de Cajamarca, Bagua y Bagua Grande, departamento de Amazonas, que se encontraban bloqueando la carretera Fernando Belaúnde Terry. El bloqueo duraba ya cincuenta y cinco días, lo que ocasionó el desabastecimiento de combustible, gas y alimentos a los departamentos de Amazonas, Cajamarca, San Martín y Loreto.

El enfrentamiento entre los indígenas, pobladores y la policía, habría comenzado por la arremetida de las Policía Nacional para desbloquear la carretera. La orden fue dada por la ministra del Interior Mercedes Cabanillas y el primer ministro Yehude Simon, durante el segundo gobierno de Alan García Pérez. La falta de una comunicación efectiva, por parte del Gobierno, habrían detonado la revuelta y violencia, la que se expandió desde una zona con escasa población hasta las ciudades cercanas.

De acuerdo a las primeras informaciones conocidas, la noche del 5 de junio se reportaron oficialmente 23 policías y 10 indígenas fallecidos, además de 100 heridos. También hubo reportes de secuestrados, decenas de locales públicos destruidos y saqueados en tres ciudades del departamento de Amazonas. Más tarde, la Defensoría del pueblo cuantificó en 33 los muertos, 23 policías y 10 civiles. Además 83 personas habrían sido detenidas y otras 200 habrían resultado heridas[2].

La masacre de Bagua es ilustrativa cuando el gobierno manda a la policía a reprimir un levantamiento indígena del Amazonia, reproduce los hechos conocidos de violencia desmesurada. Es decir, se dan lugar, abiertamente, a manifestaciones de la violencia descarnada, irrupciones de una “guerra interna” dilatada en el tiempo.

Conflicto minero

Lo mismo ocurre cuando se trata de reprimir las protestas de los pueblos y las comunidades contra la extracción minera de las grandes empresas trasnacionales extractivistas.

Las empresas extractivistas mineras, principalmente trasnacionales, que utilizan el corredor minero del sur de Perú, enfrentan resistencias de los pueblos a su actividad de explotación. Se desatan intermitentemente conflictos en protesta  a la explotación minera, afectando al desenvolvimiento de la extracción minera. De acuerdo al último informe del Observatorio de Conflictos Mineros (OCM), el nivel de conflictividad ha resaltado mucho más que en otras zonas.

El llamado corredor minero atraviesa las regiones Arequipa, Apurímac, Cusco, Moquegua, Tacna y Puno; allí radican las empresas Las Bambas, Hudbay y Antapaccay —filial de Glencore—, las que realizan las explotación minera en las regiones Apurímac y Cusco.

El reporte del OCM destaca que una característica de la conflictividad corresponde a la fragmentación de agendas y demandas. En el corredor minero del sur, más o menos a cada treintena de kilómetros de distancia se pueden hallar demandas diferenciadas, que generan movilizaciones, con protagonistas distintos. Individualmente no tienen ni la capacidad de resolver del todo la realización de las demandas, tampoco muestran el interés de articularse entre sí, hacer más fuerza y actuar en bloque. Se hace notoria una competencia entre distritos, provincias y regiones, también entre comunidades. El OCM dice: “Lo que una comunidad consigue de una negociación con la empresa minera o con el Estado, puede terminar siendo el incentivo de nuevas demandas de las comunidades vecinas que terminen en nuevos estallidos”.

De acuerdo al informen del OMC, entre Apurímac y Cusco, autoridades y comunidades, se da como una concurrencia. La propuesta del gobernador de Apurímac, buscando encontrar una vía alternativa para la salida de los minerales, que no pase por Cusco, es un claro indicador de las tensiones y recelos que crece entre esas regiones.

Otra característica de los mentados conflictos en la actividad minera, de acuerdo  al observatorio, es que la agenda de los trabajadores mineros está cada vez más divorciada de la agenda y demandas de las comunidades, como ocurre en el caso de la mina de cobre a cielo abierto Cuajone, que se ubica en Moquegua y es operada por Southern Copper.

En uno de los recientes conflictos, las comunidades de Tumilaca, Pocata, Coscore y Tala se tomaron el reservorio, que abastece de agua a la empresa minera. Esta toma de las comunidades estuvo a punto de derrivar en un enfrentamiento con los trabajadores de la empresa, los que anunciaron que iban a recuperar por la fuerza las instalaciones tomadas. En el caso de Las Bambas, los trabajadores se han movilizado en Apurímac, Arequipa, Cusco y Lima, en contra de los bloqueos y la paralización de las operaciones, llamando la atención sobre el impacto y en la consecuente pérdida de puestos de trabajo.

El conflicto social y las tensiones entre las comunidades y las empresas mineras, en el corredor minero, han venido creciendo y sumándose. Esto tiene que ver con las propias características de la zona, así como de las operaciones de explotación que se desarrollan. Se trata del entorno de una vía de más de 400 kilómetros, que atraviesa por cuatro provincias alto andinas, decenas de centros poblados y comunidades campesinas, que reciben los impactos, tanto de la zona de extracción como del transporte de los minerales.

De acuerdo al informe del Observatorio, el mapa de conflictos se fue conformando gradualmente, desde los inicios de la fase operativa del proyecto Las Bambas, en 2016, sobre todo, desde la puesta en marcha del transporte de los minerales por la vía nacional. Las tensiones se han agudizado, con conflictos con las comunidades, que llevaron a la paralización de las operaciones de la mina.

Otra característica de la conflictividad tiene que ver con el avance de la minería ilegal, sobre todo en nuevas zonas de explotación. Donde ya no solo se explota oro sino también otros metales, como cobre; hablamos de zonas como Apurímac, Cusco y Puno, entre otras. Esta explotación es incentivada por los altos precios de los minerales. Incluso hay casos en que la minería informal se asienta en zonas que ya han sido concesionadas a empresas mineras formales. Por ejemplo, la minera Ares, filial de Hochschild Mining, denunció que el campamento del proyecto Azuca fue quemado y destruido por mineros informales; una situación similar se dio en el campamento del proyecto Los Chancas, de Southern Copper. Situaciones similares de tensión entre mineros informales y titulares de concesiones y proyectos en desarrollo, se viven en Cotabambas, en la Región Apurímac; Chumbivilcas y Espinar, en la Región Cusco.

El informe del Observatorio dice: “Hoy en día, la minería informal ya no es exclusividad de los productores de oro y comienza a ser motivo de tensión y de disputa con las propias empresas mineras formales”.

El observatorio sugiere convertir al corredor minero del sur en una vía por donde transiten no solo minerales sino también la producción de las provincias alto andinas, también propone construir un sistema de gobernanza para los territorios, donde estén representados el Estado, nacional y el gobierno subnacional, los actores productivos de la zona, incluida la minería, y los estamentos representativos de las poblaciones. El Observatorio concluye que: “Está claro que es necesario hacer un giro en el abordaje del conflicto”[3].

 

Descripción de la crisis política y social reciente

El 7 de diciembre del año pasado, el ahora detenido expresidente Pedro Castillo, hizo una declaración a la Nación, en la que ordenaba la disolución del Parlamento Nacional y la intervención de otras instituciones del Estado, incluyendo el Tribunal Constitucional, el Poder Judicial y la Fiscalía de la Nación. Esta declaración es considerada, prácticamente, como un golpe de Estado, un autogolpe que no se consumó. Las Fuerzas Armadas no acataron la orden del presidente, interpretada por los políticos como inconstitucional. En estas condiciones el Congreso apresuró la votación para destituir al mandatario, argumentando violación a la Carta Magna. 

Castillo fue arrestado ese mismo día, cuando se dirigía, con su familia, a la embajada de México en Lima. Un fallido intento por encontrar refugio y lograr asilo político, que el gobierno de México le concedió, como se supo después. El desenlace fue el siguiente: La entonces vicepresidenta Dina Boluarte asumió la jefatura del país por sucesión constitucional. Era la primera vez –tras 16 meses de confrontación entre poderes– que la mayoría derechista y conservadora del Congreso respaldaba al Ejecutivo de turno[4].

Esta maniobra política, de sustitución constitucional en la vicepresidenta de Pedro Castillo, encontró una rápida respuesta de la sierra peruana, principalmente del sur. Se exigió, en principio, la restitución a la presidencia de Pedro Castillo, empero, este pedido se fue diluyendo en la medida que se desenvolvía el conflicto social y político, adquiriendo tonalidades mayores y una espiral de violencia. Trayendo al recuerdo no solo el cronograma de la violencia intermitente en el Perú, en la historia reciente, sino de manera recurrente, sobre todo en la argumentación y justificación gubernamental de sus acciones violentas, represivas e inconstitucionales, la remembranza del fantasma de Sendero luminoso.  

Los primeros muertos se dieron en el sur del Perú, cerca de la frontera con Bolivia.  En principio, por lo menos 18 personas fallecieron en el sur de Perú, durante choques entre la policía y manifestantes, que exigían la convocatoria de nuevas elecciones y la liberación del destituido exmandatario Pedro Castillo. Las muertes se produjeron cerca del aeropuerto de la ciudad de Juliaca, ubicada en el departamento de Puno. En un principio la Defensoría del Pueblo de Perú informó de 9 fallecidos, cifra que horas más tarde fue incrementada a 18. El Ministerio del Interior informó de la muerte de un agente de policía al que prendieron fuego los manifestantes. El primer ministro, Alberto Otárola, anunció este martes la imposición de un toque de queda en Puno que regirá durante tres días entre las 8pm y las 4am.

La marcha macabra de la muerte se incrementó considerablemente y de una manera dramática, de una forma donde la rapidez de los eventos los vuelve vertiginosos e incontenibles. El número de fallecidos se acercó al medio centenar durante las protestas desatadas en Perú desde diciembre, del año pasado, después de la destitución y detención de Castillo, quien en la actualidad se encuentra en prisión bajo una orden de detención preventiva por 18 meses mientras enfrenta un juicio por el delito de rebelión[5].

Mirelis Morales Tovar de la BBC News Mundo hace una descripción ilustrativa del impacto de la destitución y del apresamiento de Pedro castillo. Escribe:

Como reacción a lo que empezaba a ocurrir en el acontecimiento político, minutos después de que el expresidente Pedro Castillo anunciara la disolución del Congreso y el gobierno de excepción, un joven se apostó en la plaza de Armas de Cajamarca gritando que el mandatario, poco después destituido, dejaba mal parados a los cajamarquinos. «Chotano ridículo, dejas mal a los cajachos», vociferaba con una pancarta. Esa escena la relata Rosario Chuquiruna, una comunicadora popular, quien asegura que aquel acto que se difundió por redes sociales refleja el sentir de una parte de los habitantes de Cajamarca, uno de los departamentos más pobres del país y cuna del maestro, que llegó a la presidencia de Perú en julio de 2021. La indignación proviene, por un lado, del grupo de cajamarquinos de la capital que siempre estuvo en contra del ascenso al poder de un campesino.

 

 

 Rosario Chuquiruna explica de esta manera: Existe en Cajamarca una clase muy similar en pensamiento a la gente de Lima, con sus mismos prejuicios y sentimientos de discriminación, que sentían que un cholo, marrón, con acento marcado era una figura que no los representaba». Del otro lado, están los cajamarquinos menos favorecidos, quienes habían depositado sus esperanzas en Castillo para alcanzar peticiones que por décadas han sido ignoradas. «Cuando ganó Castillo, había en muchos la sensación de orgullo. Se pensaba: ‘Ya era hora que un campesino nos represente’; ‘por fin alguien que viene del sector educativo y lo va a atender’ «.

 

Cajamarca constituye uno de los departamentos más pobres de Perú (39,7%), seguido por Amazonas (30,1%) y La Libertad (26.8 %), según cifras de la Encuesta Nacional de Hogares 2021. Casi el 60% de la población vive en zona rural, y 9 de cada 10 cajamarquinos trabaja en el sector informal, lo que significa que no tienen acceso a seguridad social, de acuerdo con reportes del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI). De ahí que el famoso mensaje de Castillo («no más pobres en un país rico») caló tanto durante la campaña presidencial.

 

Su discurso abogaba por una reforma de la constitución y la recuperación de la riqueza nacional, que tuvo buena acogida en una región que lleva décadas protestando por los abusos de las empresas mineras. El respaldo de los cajamarquinos, al final, se vio reflejado en las urnas, donde Castillo obtuvo 70% de los votos en el departamento en la segunda vuelta contra Keiko Fujimori.

 

Chuquiruna continua explicando: El triunfo de Castillo fue una victoria simbólica para poblaciones postergadas». «Un avance en la descentralización, una ganancia para los pueblos. Un maestro, un campesino y alguien del interior del país había llegado a la presidencia. Castillo representaba a una gran mayoría de peruanos».

En Cajamarca se siente una «profunda tristeza». Esa es la percepción de estos últimos días que tiene Dina Mendoza, una activista conocida por su oposición al proyecto de extracción del gran yacimiento de oro Conga. «Nos sentimos tristes y defraudados. Teníamos muchas esperanzas, porque Pedro Castillo ofreció que se iban a revisar las empresas internacionales y que se dictarían leyes a favor del pueblo. Pensábamos que las cosas iban a cambiar. Teníamos una voz de esperanza».

 

Castillo llegó al gobierno por elección popular, luego de que Perú viniera de arrastrar una cadena de destituciones, que inició con Pedro Pablo Kuczynski, siguió con Martín Vizcarra y terminó con Manuel Merino. Su mandato significaba a priori la restitución de la tranquilidad política, en medio de un contexto de la crisis sanitaria que golpeó con fuerza al país.

Sin embargo, Castillo tuvo todo en contra desde el principio de su gestión. Y así lo reconocen quienes lo apoyaron. Dina Mendoza comenta: «Tenemos un Congreso a espaldas del pueblo, que no lo dejó gobernar». «Un legislativo que solo atendió intereses individuales. Una vergüenza. Pero Castillo tampoco supo ponerse los pantalones para defender su constituyente. No puso a ministros de confianza. Ni tenía las fuerzas políticas para cerrar el Congreso».

 

Incluso, dentro del círculo de las rondas campesinas, del cual fue parte Pedro Castillo, esas objeciones sobre su gestión tienen eco. Las rondas son una organización comunal de defensa que funciona en Cajamarca desde 1976 y que se le conoce como el ejército de los pueblos.  Santos Saavedra, presidente de la Central Única Nacional de Rondas Campesinas, comenta: «Castillo no cumplió con las expectativas porque tuvo que enfrentar un ataque sistemático del Congreso». «Se distanció de las propuestas. Se dejó convencer por gente oportunista. Y, al final, ambos poderes no lograron ponerse de acuerdo para avanzar en los cambios que anhelaba el pueblo».

 

Pese a que la esperanza de su mandato solo duró 18 meses, muchos de sus seguidores siguen creyendo en el ideal que pintó Castillo de romper con las élites que han gobernado el país .Saavedra agrega: «hizo el intento». «Promovió más de 50 proyectos de ley. Insistió en hacer una consulta para cambiar la constitución. Los congresistas lo que hicieron fue bloquearlo. Ahora nos toca levantar cabeza y exigir un cierre del Congreso. Ellos no nos representan». En las filas del partido Perú Libre, no dan todo por perdido. Hay quienes reconocen que Castillo le cumplió a varios gremios, en especial, a los educadores. Para ese sector, se consiguió la reivindicación de sus salarios; el pago de una deuda social por evaluación y preparación de clases que habían dejado de percibir desde 1993, la compensación del tiempo de servicio y el aumento progresivo del presupuesto al sector educación de 3,2% a 10% para 2026. Jorge Spelucin, dirigente regional del partido, asevera: «Él logró una aspiración histórica, como dirigente de origen popular que ascendió a la presidencia». Pero este fue un gobierno satanizado y perseguido. Lucharemos para que el pueblo recupere el poder que ganó el 28 de julio de 2021″.

 

La pretensión de Castillo de instaurar un gobierno de excepción no pareció extrañar a muchos en Cajamarca. La sierra peruana está acostumbrada al autoritarismo. Por eso ciertas prácticas de las rondas campesinas para poner orden tienen gran aceptación. Chuquiruna comenta:  «imponer su autoridad no le resultó a muchos descabellado y menos con el cúmulo de descontento que existe en el país». Sin embargo, lo que no están dispuestos a perdonarle a Castillo es que las acusaciones por corrupción resulten ciertas.  Al respecto, la activista Mendoza opina lo siguiente: «No decimos que no se le investigue. Pero merece que se haga bajo el debido proceso. Si él cometió actos de corrupción, que se le juzgue. Aquí no vamos a avalar la corrupción».

 

Hasta ahora, el destino de Castillo resulta incierto. El exmandatario podría ser investigado por los delitos de rebelión y conspiración. En cualquier caso, el término adelantado de su gestión constituye una pérdida irreparable para sus coterráneos y para una buena parte del país que confío en «el primer presidente pobre de Perú». Chuquiruna lamenta: «La caída de Castillo afianza el centralismo y esa creencia de que el interior no está preparado para gobernar». «Refuerza la idea, de un sector de la población, de que solo los grandes empresarios pueden dirigir con éxito el país. Lo de Castillo fue una esperanza perdida y una traición que deja una herida en el pueblo»[6].

 

Ya contando con el desenvolvimiento más avanzado del acontecimiento político en cuestión, Guillermo D. Olmo, corresponsal de BBC News Mundo en Perú, describe lo que acaece vertiginosamente:   

La ciudad de Lima no había visto, hasta ahora, incidentes tan intensos y violentos como los que se han producido en las últimas semanas, en otros lugares del país, donde son ya – sumaban para ese entonces, el momento de la crónica – 52 los muertos y más de un millar los heridos. Pero, la convocatoria a «la toma de Lima», lanzada por las diversas organizaciones y colectivos que exigen la renuncia de la presidenta Dina Boluarte y elecciones generales, para renovar el Ejecutivo y el Congreso, ha derivado en protestas con violencia. Manifestantes y policías antidisturbios se enfrentaron en las avenidas centrales de la capital. La policía ha lanzado gases lacrimógenos y ha formado cordones para impedir el avance de los manifestantes.

 

El primer ministro Alberto Otálora anunció que el gobierno extendió el estado de emergencia a todo el país, incluido Lima, lo cual restringe algunos derechos civiles. Algunos manifestantes pudieron llegar a calles aledañas al Palacio de Gobierno y la sede del Congreso, dos puntos fuertemente resguardados por las fuerzas de seguridad. Decenas de unidades de Bomberos atendieron un gran incendio en un edificio de tres plantas en el centro de Lima, cuyo origen se desconoce. No se reportaron personas heridas por este hecho, aunque el fuego dejó imágenes impactantes.

 

La convocatoria a la protesta reunió a miles de personas de diferentes puntos del país en la plaza San Martín, la plaza Dos de Mayo y el campus de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde se les da cobijo, alimentos y otra asistencia. El clima en la ciudad había sido de tensión a lo largo de la mañana. Las clases universitarias fueron suspendidas y el gobierno recomendó a las empresas que facilitaran el teletrabajo durante todo el día.

 

El Ministerio de Salud declaró en alerta roja a todos los centros sanitarios en todo el país, ante la previsión de que las protestas en la capital se replicaran en otros lugares. El despliegue policial en la capital fue muy extenso, con 11.800 agentes para controlar posibles disturbios, «además de 120 camionetas y 49 vehículos militares, y también la participación de las fuerzas armadas», indicó el jefe de la Región Policial Lima, general Víctor Zanabría.

 

En las ciudades de Arequipa, Juliaca y Cusco, centenares de manifestantes intentaron acceder por la fuerza a los aeropuertos. En el caso de Arequipa, la terminal aérea informó que había suspendido sus operaciones este martes por precaución. Los asaltantes, que lanzaron piedras y derribaron parte de la valla de ese aeropuerto, se enfrentaron con los policías, que usaron bombas lacrimógenas para dispersarlos. El diario La República, citando a autoridades de salud, informó de la muerte de un manifestante en esa ciudad.

En Cuzco, el Aeropuerto Internacional Alejandro Velasco Astete también suspendió temporalmente sus operaciones. En la red de carreteras se ha interrumpido el tránsito en 127 puntos de 18 de las 25 regiones del país por las protestas, según el Ministerio de Transportes y Comunicaciones.

 

La crisis comenzó con la detención y destitución de Pedro Castillo el pasado 7 de diciembre. El entonces presidente fue detenido y luego destituido por el Congreso tras anunciar por televisión la disolución del mismo y el establecimiento de un gobierno de emergencia en Perú. De acuerdo con la Constitución, asumió entonces el cargo su vicepresidenta, Dina Boluarte, y pronto surgieron manifestaciones de protesta.

Varios departamentos del país, principalmente en el sur, se llenaron de bloqueos de carreteras y se produjeron ataques a edificios públicos e intentos de tomar aeropuertos. La violencia se desbordó en el sur, especialmente en el departamento de Puno, donde 19 personas murieron en la ciudad de Juliaca el 10 de enero. Las denuncias de que la policía utilizó munición letal indiscriminadamente contra los manifestantes desbordaron la indignación y resolvió a muchos a trasladar la protesta a la capital, pese a que las autoridades aseguraron haber actuado en defensa propia y de una manera proporcional.

 

En realidad, el lema de la «toma de Lima» ha sido usado otras veces para promover movilizaciones en la capital peruana que luego no tuvieron mayor trascendencia. Esta vez, fue enarbolado por los distintos colectivos del sur del país que decidieron marchar hacia la capital para exigir la renuncia de Boluarte.

A lo que al principio surgió como una iniciativa de comunidades indígenas y agrupaciones vecinales y estudiantiles del sur del país, se sumaron más tarde los estudiantes de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y la Confederación General de Trabajadores del Perú, uno de los principales sindicatos del país, que convocó este jueves un paro nacional coincidiendo con la «toma de Lima».

 

Este miércoles, en la sede del sindicato en Lima, junto a la que ya se han congregado numerosos manifestantes, comparecieron ante los medios dirigentes de organizaciones locales llegados desde los departamentos de Huánuco, Ancash, Lambayeque, Tacna, La Libertad, Moquegua, Apurímac, el Vraem, Arequipa, Loreto, Cajamarca y Junín. Aseguraron que no se marcharían de Lima hasta no haber logrado sus objetivos de que renuncie la presidenta, se disuelva el Congreso y se convoquen elecciones. «El pueblo y las comunidades campesinas se movilizan. ¿Cómo es posible que tengamos que venir a Lima para que entiendan nuestra agenda? Este gobierno se ha deslegitimado desde el día uno», aseguró Leonela Labra, representante de Cusco. Desde diferentes puntos del país han salido en los últimos días caravanas de vehículos con destino a Lima, que han recibido apoyo en algunos puntos del trayecto.

 

En una movilización tan heterogénea hay diversas peticiones y reclamos, pero el objetivo compartido por todos los que protestan es la renuncia de la Presidenta, la disolución del Congreso y la convocatoria de elecciones inmediatamente. Algunos claman también por una nueva Constitución para Perú y la liberación del expresidente Castillo. Acusan al gobierno de las muertes en las protestas y de que la actuación policial ha violado los derechos humanos.

 

La presidenta Boluarte ha reiterado que no piensa renunciar. El viernes dijo: «Mi compromiso es con el Perú, no con ese grupo minúsculo que está haciendo sangrar a la patria». Boluarte invitó a los descontentos a manifestarse en Lima, pero pidió que lo hicieran pacíficamente. También ha ofrecido diálogo, pero excluyó explícitamente abordar aspectos como la disolución del Congreso o la reforma constitucional por quedar fuera de las competencias presidenciales.

El gobierno ha prometido que todas las muertes serán investigadas y la Fiscalía ha abierto diligencias preliminares contra la presidenta y el primer ministro, Alberto Otárola. Al poco de suceder a Castillo, Boluarte afirmó que su plan era agotar el mandato de su predecesor y mantenerse en el cargo hasta 2026. Pero tras la primera ola de protestas propuso adelantar las elecciones y en el Congreso se ha votado un acuerdo preliminar para qué se celebren en abril de 2024[7].

 

 

Como si la muerte desatada se ensañara con los cuerpos, acumulando su tétrica acumulación de cadáveres, dos personas murieron el sábado, 21 de enero de 2023, en las protestas antigubernamentales en la localidad peruana de Virú, en la región norteña de La Libertad. Lo que eleva a 62 los fallecidos, desde que comenzaron en diciembre del año pasado las manifestaciones, que piden la renuncia de la presidenta Dina Boluarte, también el cierre del Congreso.

Uno de los fallecidos tenía 23 años, murió en una de las carreteras, la misma que fue escenario de enfrentamientos entre las fuerzas policiales y los manifestantes. En tanto que la segunda víctima mortal era un hombre de 54 años, las circunstancia de su fallecimiento está por aclararse, hay versiones encontradas, una es la de la policía.

Estas dos muertes se suman a las de una mujer y un bebé nonato, que falleció este jueves, con esto suman, al menos, cuatro los decesos en Virú. Es aquí donde, desde el 16 de enero, las movilizaciones sociales bloquean la carretera, se enfrentan a la policía.

Con la misma vertiginosidad de los hechos violentos desbocados, la violencia desatada, se suceden otros eventos de extrema violencia, esta vez vulnerando la autonomía universitaria. La Policía Nacional de Perú detuvo el sábado a cientos de manifestantes, después de irrumpir militarmente el campus de la Universidad Mayor de San Marcos, en Lima. Destrozando con una tanqueta la puerta de entrada, mandando un mensaje con este acto innecesario, grotesco y desesperado. Es en el campus universitario donde acampaban otros estudiantes, venidos de otras ciudades del país, con el objeto de apoyar a las protestas sociales, que tomaron Lima.

 

Las protestas piden la renuncia de la presidenta Dina Boluarte, el cierre del Congreso, la convocatoria a elecciones generales para este año y el establecimiento de una Asamblea Constituyente. Al respecto, queriendo justificar la actuación premeditada del gobierno, el ministro de Interior, Vicente Romero, afirmó que “existe una acción planificada y concertada” en las manifestaciones, que se presentan desde hace un mes en el país, con la intención de chantajear al gobierno”.

 

Ante los sucesos del conflicto ya desbocados, el Gobierno de Dina Boluarte ordenó el desalojo de la Universidad San Marcos, que acogía a los manifestantes en Lima, así como el cierre de Machu Picchu. Desde el miércoles, 18 de enero, empezaron a llegar Lima, primero centenares, después miles de personas de Puno, Arequipa y Cuzco, entre otros poblados del país, para participar en las protestas en contra del gobierno de Dina Boluarte. Los manifestantes piden: La renuncia de la presidenta Dina Boluarte, el cierre del Congreso, la convocatoria de una Asamblea Constituyente, el adelanto de elecciones. Los manifestantes también exigen la liberación del expresidente Pedro Castillo, quien fue destituido y arrestado el 7 de diciembre del año pasado, después intentar disolver infructuosamente el Congreso.

La Policía Nacional de Perú (PNP) detuvo el sábado a más de 200 estudiantes, después el desalojo del campus de la Universidad Mayor de San Marcos (UNMSM) de Lima, donde cientos de manifestantes venidos de todo el país acampaban desde el miércoles, 18 de enero, para participar en las marchas antigubernamentales en la capital, informó un vocero del Ministerio Público. El fiscal superior provisional y coordinador Nacional de las Fiscalías en Prevención del Delito, Alfonso Barnechea, anunció a los medios en las puertas de la universidad que fueron 200 personas las detenidas en el operativo y que se han trasladado una veintena de fiscales a este lugar para verificar que se hayan respetado los derechos humanos de los ciudadanos. Sin embargo, esta versión es desmentida por los comunicadores de los medios alternativos y la Defensoría del Pueblo. Aproximadamente a las 9.30 hora local, la Policía Nacional de Perú echó abajo con una tanqueta la entrada de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos e ingresó al campus para desalojar a cientos de manifestantes, que más tarde fueron detenidos y trasladados a distintas instalaciones policiales.

Antes de sumar los 62 decesos, en lo que va del conflicto social y político, se informaba de la muerte de un hombre en la región sureña de Puno, con lo que, en aquel momento, el viernes 20 de enero,  se elevaba, todavía a 60 el número de los fallecidos en las manifestaciones antigubernamentales, antes de contar las muertes en Virú.

La Dirección Regional de Salud (DIRENA) de Puno señaló, en redes sociales, que un hombre de 62 años falleció tras sufrir un shock hipovolémico mientras era conducido por una ambulancia hacia el hospital regional de Puno. La víctima mortal fue identificada como Isidro Arcata Mamani, fue una de las personas heridas durante los violentos enfrentamientos que se desencadenaron entre manifestantes y las fuerzas de seguridad en la ciudad andina de Ilave (Puno). Arcata figuró en una lista previa de 8 personas que fueron atendidas de emergencia en el Hospital de Ilave, donde llegó con una fractura tercio proximal en fémur izquierdo y pronóstico reservado. En el hospital también fue atendido otro hombre, de 46 años, por una herida de proyectil a nivel abdominal y pronóstico reservado, así como otras seis personas con fracturas, heridas y contusiones de diversa consideración.

La irradiación del conflicto y la virulencia de los enfrentamientos obliga a las autoridades peruanas cerrar desde el sábado, 21 de enero, la turística ciudadela de Machu Picchu y la red de caminos del inca, con objeto de garantizar la seguridad de los turistas, que se encuentran en el ojo de la tormenta, en medio de las protestas que están sacudiendo al país. La Dirección Desconcentrada de Cultura Cusco señaló en un comunicado que “frente a la actual coyuntura social en la que se encuentra nuestra región y el país, se ha dispuesto el cierre de la Red de Caminos Inca y la llaqta de Machupicchu, desde el día 21 de enero hasta nuevo aviso”.

Perdido en su laberinto, el gobierno, agitando las manos, denuncia “acción planificada”. El ministro de Interior de Perú, Vicente Romero, afirmó este viernes que “existe una acción planificada y concertada” en las manifestaciones, que comenzaron hace un mes en el país, con la intención de “chantajear al Gobierno”, que preside Dina Boluarte. “Existe una acción planificada y concertada que obedece a intereses políticos, principalmente, que quiere chantajear al Gobierno de turno. Estas acciones evidencian que se quiere desatar el caos, no solamente en Lima, sino a nivel nacional, buscando víctimas”, aseguró Romero. Incluso, de manera cínica, durante una declaración conjunta con otros ministros, Romero elogió la “actuación policial muy profesional” en las manifestaciones, que comenzaron este jueves en Lima; dijo que, “a pesar de que la situación es muy compleja”, se ha buscado evitar “en todo momento el costo social” en la capital peruana – no se entiende qué son para el ministro las 62 muertes acumuladas -. Agregó, de todas maneras, sin darse cuenta que lo que dice y hace no es otra cosa que evidenciar sus malabarismos discursivos, que pretenden encubrir los asesinatos, que los manifestantes incendiaron módulos y casetas de atención en la mina Antapaccay, en el Cuzco, también se presentó un intento de ataque a la comisaría de Chao, en la región norteña de La Libertad, así como intentos de tomar los aeropuertos de las ciudades sureñas de Arequipa y Juliaca[8].

 

Interpretación de la crisis política y social singular

Ciertamente una descripción de los hechos es un recorte de la realidad, sinónimo de complejidad, mucho más aún cuando este recorte corresponde al estilo periodístico. Sin embargo, cuando este estilo se apega a la descripción de los hechos, buscando informar, lo que es tarea de los periodistas y los medios de comunicación, ayuda a contar con una buena información, por lo menos puntual e inmediata. No hablamos de la descripción como resultado de una investigación, que resultaría ser más completa e incluso mejor descriptiva. Decimos eso para distinguir el periodismo y los medios de comunicación que todavía se apegan a este formato descriptivo e informativo, del periodismo y los medios de comunicación empresariales que no se guían por este formato, mas bien, lo han abolido, prefieren la inclinación por la manipulación y la invención de “realidades” convenientes al poder.

 

En la descripción de la crisis política y social reciente tenemos un panorama inmediato, armado por recortes de información puntual, escogiendo a los periódicos y medios que todavía mantienen cierto apego a la información y a la descripción; son los menos, la mayoría de los medios de comunicación son dispositivos ideológicos y de manipulación de las estructuras de poder. Conscientes de que estamos ante recortes, no integrados, no necesariamente articulados, tampoco continuos, sino, mas bien, discretos, hemos intentado, por lo menos contar con fotografías inmediatas de los hechos.

 

Lo que se observa, con la información a mano, es el desenvolvimiento del acontecimiento político singular, la crisis múltiple del Estado nación y de la sociedad institucionalizada. Las mismas acumulaciones de muertos, de heridos, de detenidos, de damnificados, nos muestra, por así decirlo, el recorrido vertiginoso de la violencia, en escalada y en forma espiral. Interpretando esto se puede decir, exponiendo en forma de ecuación el enunciado, que el uso de lo violencia es inversamente proporcional a la fortaleza estatal. En consecuencia, cuando se recurre a la violencia es porque se responde a una debilidad patética y una vulnerabilidad evidente, aunque esto se quiera precisamente ocultar con la retórica gubernamental y de los medios de comunicación afines al poder.

 

Lo dramático para el ejercicio del poder es cuanto más violencia emplea, para preservarse, ocasiona todo lo contrario, se acortan sus plazos. No solo alcanza niveles insostenibles de ilegitimidad, sino incluso comienza a quebrar la apariencia de legalidad. Si antes, de alguna manera, de forma latente, ya mostraba síntomas de ingobernabilidad, después del empleo de la violencia se hace manifiesta, visible, la ingobernabilidad. De todos los gobiernos que siguieron a las gestiones del gobierno de Alberto Fujimori el de Dina Boluarte es el que más se ha dejado llevar por la espiral de la violencia, atrapado en un torbellino catastrófico del que no se sale sino con el derrumbe mismo.

 

Esta es una interpretación todavía general, vale la mena ahondarla, buscando, en la composición de lo que acontece, entrever las dinámicas molares, es decir institucionales, de lo que ocurre. Se observa claramente el comportamiento del ejército, que ha tomado militarmente puno, y de la policía, que ha perpetrado con el ejército las masacres cuantificadas. Estas instituciones están perdidas en el laberinto junto al gobierno de turno. Digan lo que digan, lo que se evidencia es la guerra declarada, implícitamente, de parte del Estado contra el pueblo peruano, con todas las multitudes, colectivos, identidades, configuraciones, que contiene. Esto convierte al ejército más en un ejército de ocupación que en un ejército que defiende al país. Este es un rasgo colonial del Estado.

 

La crisis múltiple del Perú, del que hablamos y escribimos con cierta secuencia y continuidad, atendiendo al dramatismo de los hechos, sucesos y eventos, en los espesores de la coyuntura, anuncia la clausura de una época, que contiene periodos específicos, la época del Estado aparente, mucho mejor dicho, de la República aparente. Ha llegado el momento de acabar con la apariencia y realizar la liberación plena del pueblo. Esto implica avanzar a una democracia plena, que no puede ser otra cosa que el autogobierno del pueblo. La armonía social, económica, política, cultural y territorial exige avanzar hacia las sociedades ecológicas.   

 

Terrorismo del Estado gamonal

El Estado no encuentra otra salida a la problemática social que la represión y, ahondando, el terrorismo de Estado, con el objeto de mantener los privilegios de las empresas trasnacionales extractivistas mineras, para mantener los beneficios de la clase empresarial y de la casta política, que se benefician de esta explotación extractivista de los recursos minerales. En otras palabras, volvemos al la intermitencia de una «guerra interna» dilatada. Desde esta perspectiva no debe sorprendernos que vuelva aparecer esta “guerra interna” dilatada, esta vez la guerra del Estado contra el pueblo peruano serrano, contra el pueblo peruano no limeño, extendiéndose a la guerra contra el mismo pueblo limeños, contra la sociedad peruana, que apoya la propuesta de las organizaciones sociales serranas, sobre todo del sur del Perú, quedando el gobierno aislado, peleando solo contra el mundo. Por eso, tenemos esta recurrencia a la violencia bélica y a argumentos enacrónicos, que toman como referente la guerra contra Sendero Luminoso. Argumentación insostenible, por cierto, de parte de los gobernantes, de un gobierno de sustitución constitucional, por lo tanto legal sin embargo ilegítimo.

En el imaginario gubernamental de la burguesía gamonal peruana y de una clase media alta limeña se está, de nuevo, en una guerra contra Sendero Luminoso, también contra los agentes externos e internos, así como contra la conspiranción “terrorista” contra la estabilidad. No solamente es sorprendente esta argumentación, anacrónica e insostenible empíricamente, sino que hablen de “estabilidad” precisamente cuando no hay estabilidad. No hubo estabilidad desde la victoria del Estado contrainsurgente sobre la gerrilla. No se puede decir que los gobiernos de Alberto Fujimori, las gestiones de estos gobiernos, corresponden a una estabilidad; al contrario, corresponden a una inestabilidad institucional, que se puede nombrar irónicamente como paz  gamonal, lograda por masacres. Entonces no se trata de otra cosa que de una inestabilidad lograda a costa el despilfarro de los recursos naturales, de haber convertido al Estado en un botín y haberse apropiado privadamente de los recursos naturales del Perú. Por lo tanto, se trata de una inestabilidad congelada, debido al saqueo del Perú. La situación se agrava posteriormente, después de la salida del gobierno de Alberto Fujimori, pues asistimos de manera elocuente a la inestabilidad descongelada, a una inestabilidad compulsiva, que se manifiesta claramente en la notoria inconclusión de las gestiones de gobierno, que resultaron elegidos en las sucesivas elecciones. Las gestiones de gobierno no culminan debido al boicot congresal, donde el fujimorismo impone la proliferación de juicios y de vacancias de los presidentes elegidos. Su lema es más o menos el siguiente: el fujimorismo no gobierna, a pesar de ser ampliamente votado, si el pueblo peruano vota contra el fujimorismo para que no salga en una segunda vuelta, entonces la estrategia fujimorista consiste no dejar gobernar a nadie. La inestabilidad se expresa es una ingobernabilidad absoluta, por así decirlo.

La crisis múltiple del Perú en la presente coyuntura es esquizofrénica, los gobernantes, los medios de comunicación empresariales, la burguesía gamonal, viven en un imaginario retenido y anclado en la “guerra interna” de hace más de dos décadas, mientras la realidad efectiva transcurre por otros caminos; uno de ellos tiene que ver, también elocuentemente, con las resistencias sociales, populares e indígenas, en contra las formas reiteradas de gobiernos gamonales. Formas de gobierno anacrónicas, actualizadas a su manera, a la manera neoliberal peruana. La realidad efectiva corresponde a la crisis múltiple del Estado y de la sociedad, también es una crisis cultural; son clara muestra de esto una ausencia de valores, una desaparición de la ética, sobre todo, en la casta política. La crisis múltiple se expresa precisamente en la resistencias de los pueblos y de las comunidades, en la lucha por sus demandas, en la búsqueda de soluciones al problema crónico de ingobernabilidad, de la desigualdad social y de la herencia colonial.

Estos entramados son los síntomas del trauma político y social del que hablamos, en consecuencia, conviene tomar en cuenta este trauma colectivo, descubrirlo en su configuración compleja, para lograr, por así decirlo, usando otra metáfora del psicoanálisis, la transferencia; en otras palabras, la liberación de la sociedad y del pueblo respecto al trauma político y social. Esto no puede lograrse si no se hace esta terapia social, que corresponde al conocimiento objetivo, al reconocimiento de lo que ocurre, a una interpretación clara y honesta de lo que ha pasado en la historia reciente. Obviamente no hay que olvidar que la historia reciente se sostiene en las estructuras de larga duración de la historia. Por el momento concentrémonos en la historia reciente. No se puede lograr está Liberación de la memoria, a través de la liberación de la memoria de la experiencia social, si no se hace una pedagogía social, una pedagogía política y una pedagogía cultural.

Conclusión

La entropia y el trauma son dos metáforas que correponden a dos conceptos – todo concepto es ya metáfora, de acuerdo a Jacques Derrida -, útiles para la interpretación y el análisis de la crisis múltiple de la civilización moderna, del sistema mundo capitalista, del Estado nación, del orden mundial y de las sociedades, en esta modernidad tardía y capitalismo tardío, en plena clausura de la civilización moderna y del sistema mundo capitalista.

Hemos usado la tesis de la entropia de doble entrada para analizar la crisis múltiple en el Perú, también la metáfora del concepto de trauma del psicoanálisis, extendiéndolo a la figura de trauma político y social. Al respecto de lo que dijimos, usando la tesis de la entropia de doble entrada, podemos decir, respecto al trauma político y social, que no se trata de una entropia creativa, sino, mas bien, de todo lo contrario, de una entropia destructiva. Ya no es el referente la estrella o el sol, en su plenitud, donde se produce la entropia de doble entrada, que genera organización y transformación del núcleo, sino, de lo opuesto, de una estrella o un sol en pleno colapso.

 

Notas

[1] La provincia de Bagua es una de las siete que conforman el departamento de Amazonas en el Perú. Está ubicada en la parte septentrional del país y su capital, Bagua, se encuentra en el valle del bajo Utcubamba.

[2] Masacre de Bagua: https://es.wikipedia.org/wiki/Masacre_de_Bagua#:~:text=El%205%20de%20junio%20de,el%20departamento%20peruano%20de%20Amazonas.

[3] Crecientes protestas en Perú afectan corredor minero del sur: https://www.bnamericas.com/es/noticias/crecientes-protestas-en-peru-afectan-corredor-minero-del-sur.

[4] Perú en un nuevo tope de la crisis política y social: 5 puntos para entender su último estallido: https://www.france24.com/es/am%C3%A9rica-latina/20230122-per%C3%BA-en-un-nuevo-tope-de-la-crisis-pol%C3%ADtica-y-social-5-puntos-para-entender-su-%C3%BAltimo-estallido.

[5] Mueren al menos 18 personas en el sur de Perú durante protestas para exigir nuevas elecciones y la liberación de Pedro Castillo: https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-64218613.

[6] Crisis en Perú | «Una esperanza perdida y una traición que deja una herida en el pueblo»: la decepción en Cajamarca, el gran bastión del expresidente Pedro Castillo, tras su destitución: https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-63932709.

[7] «La toma de Lima»: quién estaba detrás y cuáles eran los objetivos de las protestas contra el gobierno en la capital peruana: https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-64330302.

[8] Se elevan a 62 los fallecidos en las protestas en Perú:  

https://www.primicias.ec/noticias/politica/violentas-protestas-contra-gobierno-peru-fallecidos/.

Lo que ocurre está en otra parte

Lo que ocurre está en otra parte

Raúl Prada Alcoreza

 

Cristo Redentor

 

Boceto arqueológico de nuestro locus

Lo hemos dicho varias veces, lo que importa es comprender cómo funciona, cómo funciona aquello que se convierte en referente de nuestro análisis. Si atendemos una problemática es indispensable comprender las dinámicas moleculares, su articulación compleja, el entrelanzamiento de los distintos planos de intensidad, la composición del acontecimiento. Desde esa perspectiva podemos iluminar el acontecimiento, entendido como multiplicidad de singularidades, incluso como multiplicidad de procesos singulares integrados. Interesa esta perspectiva que hemos llamado compleja para evitar buscar otros nombres quizás más apropiados, puesto que se confunde la perspectiva compleja con una de las teorías de la complejidad, sin comprender que se trata de una arqueología del saber complejo, que data de lo que el mismo Karl Popper reconoce como el cisma de la física. La emergencia de una nueva percepción, la conformación de un nuevo zócalo epistemológico, momento de ruptura epistemológica, cuando se da el cisma con la irrupción de la física relativista y la física cuántica. Desde entonces se tienen consecuencias en el resto de la conformación de la episteme moderna, antes de la construcción de la nueva episteme..

En primer lugar, se va desordenando la anterior episteme, en este caso, lo que viene a ser la episteme moderna. En segundo lugar, se da comienzo en construcción a la nueva episteme, que, por motivos de comodidad, hemos llamado episteme compleja. Quede claro que cuando hablamos de episteme compleja nos referimos, para decirlo de ese modo, a su momento constitutivo, correspondiente a la emergencia de la física cuántica y la física relativista. Después, de manera más configurada y elaborada, hablamos de uno de los ejes y una de las historias epistemológicas que tiene que ver con la construcción del pensamiento complejo. Estamos hablando de la teoría de sistemas. La teoría de sistemas comienza, primero, desde una perspectiva cibernética, empero, después, se va transformando hasta llegar a ser la teoría autopoética de sistemas, que tiene como referente la vida, la biología, la célula. Entonces, aquí tenemos desplazamientos epistemológicos, que van a impactar también en la sociología alemana, Niklas Luhmann, cuando se incorpora la perspectiva de la teoría de sistemas autopoético a la ciencia de la sociedad. Sin embargo, en la construcción del pensamiento complejo este eje no es el único, hay otros, que también tienen que ver con el impacto de la física relativista y la física cuántica en las otras ciencias y saberes, dando lugar a desplazamientos epistemológicos.

Otro eje de desplazamiento epistemológico corresponde, por así decirlo, a las teorías nómadas. Estamos hablando de la crítica de la epistemología francesa, Michel Foucault, Félix Guattari, Gilles Deleuze, Jacques Derrida. No podemos olvidarnos de cierta anterioridad a esta irrupción nómada y deconstructiva,  así como de la diseminación, que tiene que ver con el filósofo de la fenomenología, Edmund Husserl, respecto de quien se puede considerar como continuador consecuente y radical a Merleau-Ponty, que desarrolla la fenomenología de la percepción. Los críticos de la modernidad, mencionados anteriormente,  recogen las reflexiones fenomenológicas, se convierten en los herederos de la fenomenología, transformada en las vertientes de las teorías nómadas. Tampoco podemos olvidarnos del epistemólogo Gastón Bachelard, así como del escritor, ensayista y crítico George Bataille, ni del investigador biólogo y filósofo Georges Canguilhem. Se trata aquí de los antecedentes arqueológicos de las teorías nómadas. Hay otras fuentes más de la nueva episteme en construcción, como la hermenéutica contemporanea, la teoría de la narración de Paul Ricoeur.

Moviéndonos de continente, debemos incorporar el pensamiento propio y crítico anicolonial, descolonizador y anticapitalista; por el momento, basta algunas menciones al respecto, el marxismo afro del Caribe o de las Antillas, el marxismo propio de José Carlos Mariategui. En estos casos, el marxismo descolonizador, el pensamiento crítico anticapitalista se transforma desde la perspectiva y la experiencia de las resistencias.

Sin embargo, este boceto arqueológico de la emergencia de la nueva episteme es solo para volver a situarnos en el locus desde donde enunciamos. Lo que nos interesa es situar en el mapa epistemológico la arqueología de la construcción de la nueva perspectiva epistemológica, es decir, la nueva episteme. Comprendiendo a las distintas composiciones de la misma. Esto para que  no se pierda de vista desde donde hablamos.

Como se puede ver esta exposición no trata de la arqueología de la epistemología, sólo hemos mencionado parte de un boceto epistemológico de la nueva episteme, buscando clarificar lo que entendíamos por perspectiva compleja o pensamiento complejo. Sin embargo, ahora creemos que es necesario cambiar el nombre, usado provisionalmente, porque genera confusiones. Se puede optar por otros nombres, que no dejan de ser provisorios, que sean más adecuados para entender que se trata, en primer lugar, de un nuevo zócalo epistemológico, físico y matemático, que tiene que ver con la física relativista y la física cuántica. En segundo lugar, se trata de vislumbrar lo que acontece en la conformación, configuración y construcción de esta nueva episteme, que tiene que ver con las consecuencias de el cisma de la física.

En este buscarle un nombre a la nueva episteme, en este bautizo a esta nueva perspectiva integral epistemológica, es indispensable tener en cuenta lo que los mismos físicos están buscando con la teoría unificada, es decir, unificar ya no solamente los distintos campos de fuerzas, que tienen que ver con la fuerza gravitatoria, con la fuerza electromagnética, con la fuerza fuerte atómica, con la fuerza débil atómica, así como con otras fuerzas, que todavía no están descubiertas. Sobretodo se parte del criterio de que es menester una mirada integral de lo que ocurre, tanto en la dimensión cuántica como en la dimensión, para decirlo de ese modo, de la formación molecular y de la formación molar de la materia. En lo que respecta a las formaciones sociales, se considera menester incorporar los saberes de las llamadas ciencias humanas y sociales. Entonces, se trata de la teoría unificada.

Brian Greene anuncia una teoría unificada de alcance mayor, que va más lejos; se trata de unificar también las otras ciencias y los otros saberes, es decir, unificar sus problemáticas y entender que vivimos en un universo integrado, en sus distintas escalas. En ese sentido, se propone la unificación de todo, aunque el autor se distingue de los que postulan la teoría del todo. Dejemos aquí esto pendiente. Lo que nos interesa es partir precisamente de esta sugerencia, de esta comprensión de que debemos tener una teoría unificada de todo, en sus distintas dimensiones integradas. Entonces, aquí Brian Greene propone incluso la integración de lo que ocurre con la mente, con la conciencia, es decir, se requiere incorporar a nuestro mismo cerebro, cómo funciona nuestro cerebro; no solamente en términos moleculares, biológicamente, cómo funciona la red neuronal, cómo funciona todo esto de manera subjetiva, pasando por el substrato sensitivo. ¿Qué ocurre con el pensamiento? Sino también, simultaneamente, cómo se da de manera cuántica, para que ocurra todo esto. En consecuencia, como verán, estamos ante el sugimiento de la episteme correspondiente a la teoría unificada en la integridad del todo.

A diferencia de la episteme moderna, que supone una división del trabajo, una diferenciación de los campos de las ciencias, de los saberes, en las nueva episteme de la teoría unificada se trata, por el contrario, para decirlo de ese modo, de la integración, de la unificación, de la armonización. En consecuencia, volviendo al nombre de la nueva episteme, otra vez provisoriamente, podemos llamarla episteme de la unificacIón integral.

Análisis del acontecimiento

Ahora, volviendo a nuestro tema de inicio, el relativo al análisis del acontecimiento, tenemos que comprender lo que ocurre de manera inmediata, como hemos dicho antes, en los distintos planos de intensidad, en los distintos espesores de intensidad, articulados, entrelazados, integrados. Vale decir, si se trata del acontecimiento social, requerimos visualizar y comprender los distintos entrelazamientos y entramados de los distintos campos en los que se mueven las relaciones sociales, las prácticas sociales y las estructuras sociales. Además, comprender lo que ocurre subjetivamente, qué pasa con las estructuras de la subjetividad, lo que antes, en la sociología, se llamaba sujetos sociales. En ese sentido, también lo qué pasa en la singularidad subjetiva, lo que es la filosofía llamaba individuo.

Al respecto del análisis del acontecimiento vamos a centrarnos en un acontecimiento singular, dado en los espesores de la coyuntura, en una geografía política concreta, Bolivia. El acontecimiento singular tiene que ver con la crisis múltiple del Estado y del modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente.

Contextos históricos

Comencémos con los contextos, que son espacios y tiempos territoriales. Los contextos conforman composiciones singulares sociales, económicas, políticas y culturales propias, del momento o de la coyuntura. Los contextos se distinguen por los desplazamientos y las modificaciones de sus composiciones. Para comenzar es menester distinguir estas diferencias, por más sutiles que sean. Después hay que identificar el entrelazamiento específico de los planos de intensidad, político, económicos, sociales, culturales, subjetivos. Después de todos estos pasos es indispensable interpretar el sentido inmanente del acontecimiento.

Respecto a éste conjunto de recorridos del análisis complejo, es necesario efectuar el análisis de las dinámicas sociales, culturales y territoriales. De lo que se trata es de comprender el funcionamiento social de la problemática en cuestión. Desde esta perspectiva hay que esclarecer el sentido y la diferencia de los desplazamientos de los contextos. A partir de la diferencia de los contextos interpretar los hechos, los eventos, los conflictos de las distintas coyunturas.

Las movilizaciones cruceñas

Un primer contexto, delimitado para este análisis, puede situarse alrededor de la demanda de 11% de regalía hidrocarburífera. Al respecto, hay que tener en cuenta un antes y un después de la revolución nacional de 1952 y, a partir de entonces, las modificaciones estructurales que se dan en el país, teniendo en cuenta, además, las diferencias regionales y microregionales, los impactos de la revolución en la geografía política, en los distintos ámbitos espacio-temporales. En lo que corresponde a Santa Cruz es indispensable tener en cuenta la construcción de la carretera de Cochabamba a Santa Cruz y el ferrocarril de Santa Cruz al sur, con sus ramajes a Brasil y Argentina. Esto es, en parte, resultado de la aplicación del plan Bohan, plan que asume el gobierno del MNR a partir de 1956, como plan de estabilización.

Considerando ambos cambios estructurales en la formación espacio-temporal-territorial-social, sobre todo en la infraestructura correspondiente,  teniendo en cuenta la importancia que va adquiriendo la explotación hidrocarburífera en aquel entonces, principalmente la explotación del petróleo por parte de de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos, se va a pelear por las regalías. Un número del porcentaje, 11%, comienza a convertirse en consigna de la demanda de regalías departamentales. Alrededor de esta demanda por las regalías de los departamentos productores de petróleo, a partir de un epicentro activo, que es Santa Cruz, se tiene un conjunto de disposiciones y dispositivos, de organizaciones involucradas, tanto en la consecución de la demanda como en oposición a la demanda, que en parte viene del gobierno central. Entonces, tenemos por un lado, organizaciones cívicas como el Comité Cívico, incluyendo a la Juventud Cruceñista, y otras organizaciones sociales vinculadas o no al Comité Cívico. Por otro lado se tiene a partidos políticos, que están implicados en el conflicto político del país, principalmente, obviamente, el partido que gobierna, pero también, en el caso de Santa Cruz, la Falange Socialista Boliviana, que involucra a parte del Comité Cívico y a parte de la Juventus Cruceñista, en un proyecto golpista, que va a ser respondido por el gobierno de manera contundente. Se tiene como trágicos los sucesos dados en Terebinto.  Los acontecimientos del desenlace fatal se dan durante el gobierno de Hernán Siles Suazo. Se da lugar a la intervención del ejército, así como se moviliza a las milicias campesinas, principalmente de Ucureña. Esto sucede frente a lo que considera el gobierno como una conspiración y una proyección separatista. El trágico desenlace da como resultado mortal seis fallecidos cruceños.

El desenlace final de la lucha por el 11% es el haber conseguido la realización de la demanda perseguida, contando con la aprobación del Congreso y la promulgación del ejecutivo; lo que es una victoria para la movilización regional en torno a las regalías petroleras. Al respecto, sin embargo, hay que hacer otras anotaciones, porque hay, como podemos decir, ausentes y ausencias notorias. Estas ausencias se muestran, en sus vacíos y silencios, en las fuentes de la hemeroteca, en las fuentes de información, en la referencia notificada de este conflicto y de esta demanda por las regalías.  Esas ausencias tienen que ver con los sujetos sociales que no aparecen. Estamos hablando, en primer lugar, de las naciones y pueblos indígenas de tierras bajas, que por aquel entonces no están organizados. Esto sorpende pues ya, durante la colonia, las misiones registraron y reorganizaron en cabildos a los pueblos nativos. En cambio, lo anterior contrasta con lo que ocurre durante la la República; se hace caso omiso a estas formas de organización y de representación indígenas. Se olvidan los registros de las misiones.  Por otra parte, en los ausentes y ausencias, no aparecen las organizaciones campesinas del oriente, salvo en lo que respecta a las organizaciones campesinas de occidente.

En otras palabras estamos ante  una historia oficial, tanto si esta historia viene contada desde las versiones gubernamentales o desde las versiones regionales, puesto que aquí, en esta narrativa, no se encuentran las naciones y pueblos indígenas y los campesinos, son ausentes. La pregunta al respecto es: ¿Quiénes se apropian del excedente de los hidrocarburos? Hablamos del 89% que corresponde a la administración central del Estado y el 11% que corresponde a las regiones productivas del petróleo, principalmente el departamento de Santa Cruz. La ley va a establecer, de manera puntual, la composición de la distribución. A propósito, nos interesa no solamente esta distribución sino quiénes se apropian de este excedente. Recordando a los ausentes y a las ausencias, estos son quienes no aparecen, sino en la sombra, estos son los que no se apropian del excedente. Ésta es una primera anotación que debemos hacer para completar esta parte del análisis de las movilizaciones en Santa Cruz.

Haciendo una recopilación, tenemos como antecedentes la ley de 1938, el Código del Petróleo, el artículo 104, que debe ser interpretado respecto a la regalías; por último, el logro de la reinvindicación regional del 11%.

El segundo contexto tiene que ver con la emergencia del eje económico agroindustrial de Santa Cruz. A partir de la recepción de las regalías petroleras, de la articulación caminera entre oriente y occidente, además de la vinculación ferroviaria con Brasil y Argentina, se estructura una economía capitalista empresarial, basada en la agricultura, en la pecuria y en la industria, vinculada a estos rubros. Más tarde aparece el cultivo expansivo de la soya y la industria asociada. Se tiene como antecedentes históricos el cultivo y la  cosecha de la caña y su industria asociada, principalmente del alcohol. También, no hay que olvidar, el cultivo y la cosecha del algodón. Como se puede ver, estamos ante una historia económica capitalista del oriente, que se impulsa a partir de la revolución de 1952, considerando sus antecedentes y las transformaciones de las condiciones de posibilidad económicas y políticas.

Quizás se tenga que distinguir tres planos de intensidad de este desarrollo económico. Uno, el que tiene que ver con el plano de intensidad económico, propiamente dicho, donde la intervención empresarial destaca. Segundo, el plano de intensidad cívico, que juega un papel importante en la organización social departamental, sobretodo respecto a las demandas regionales. Tercero, el plano de intensidad político, que, si bien, corresponde al ámbito nacional, tiene que ver con el papel que juega Santa Cruz en los distintos contextos políticos.

En lo que respecta al plano de intensidad político, el papel de Santa Cruz es notoriamente polémico. Durante la revolución de 1952-1964 el acercamiento de la Falange Socialista Boliviana al Comité Cívico y a la Juventud Cruceñista ocasiona la represión del Estado y su intervención. Sin embargo, hay que anotar, que el MNR también tuvo influencia y presencia en el Comité Cívico. Así como tuvo su dispositivo represivo y de vigilancia en el famoso Control Político. Después, se puede decir que durante el periodo de las dictaduras militares el empresariado cruceño va a ser hartamente beneficiado, sobre todo a través del crédito. Esta vinculación va marcar un perfil polémico, comprometido políticamente, marcando a las élites cruceñas, aunque, después de las dictaduras jueguen, mas bien, otro rol en la democracia formal.

Durante el periodo neoliberal también el empresariado cruceño va a ser beneficiado con las políticas de privatización, una vez clausuradas las Coorporaciones Departamentales. También esta incidencia marca rasgos en el perfil político de las élites cruceñas.

Cuando se vuelve conflictiva la relación con el proceso político es durante el proceso constituyente. El Comité Cívico se opone al proceso constituyente y se aventura en una oposición activa contra el proceso, incluso tomando instituciones. Este comportamiento también va marcar rasgos polémicos en el perfil de las élites cruceñas. Sin embargo, durante las gestiones del gobierno de Evo Morales se van dar lugar a vinculaciones económicas que benefician al empresariado cruceño. Se dice que es cuando más gana la burguesía oriental. De todas maneras, estas conexiones económicas con el “gobierno progresista” no impiden contradicciones manifiestas, como cuando se desatan las movilizaciones contra el Código Penal, así como cuando se da la convocatoria por el referéndum sobre la reforma constitucional, después por la defensa de los resultados del referéndum. A continuación, durante los conflictos de 2019 en defensa del voto. Podemos decir que, en este último caso, el perfil de Santa Cruz evidencia desplazamientos. Comienza a dejar de manifestar, en el plano de intensidad político, una conducta meramente regional, proyectando un comportamiento de carácter nacional.

Durante el conflicto del censo, que dura un poco más de un mes, Santa Cruz expresa ya su incidencia nacional de manera indiscutible, aunque no tenga todavia plena conciencia de ello. Hablamos de la ciudad más grande del país, demográficamente más grande que la ciudad de La Paz y la ciudad de El Alto juntas. También hablamos del departamento con más habitantes, aunque no lo reflejen todavía las estimaciones, pues con la ausencia de censos científicos desde el 2001, no hubo, propiamente hablando censo en 2012, se subestima las magnitudes demográficas. Santa Cruz suma un crecimiento vegetativo pujante y un crecimiento social dinámico.

En lo que respecta  al plano de intensidad económico, el departamento de Santa Cruz, para decirlo de manera usual, es el motor económico departamental de la economía nacional, por lo menos considerando su incidencia y su participación en el Producto Interno Bruto. Volviendo al plano de intensidad político, desde el plano de intensidad económico, su articulación e impacto con el plano de intensidad político, lo que no ocurría antes se nota ahora, el eje político comienza desplazarse al oriente, hacia Santa Cruz. Esto quedó claro en el conflicto del censo.

En el reciente conflicto, que se desata por el apresamiento abrupto del gobernador de Santa Cruz, se observan contradicciones entre los rasgos heredados de un perfil pasado y las características novedosas de un perfil nuevo nacional de Santa Cruz. En términos del peso político, se vuelve a notar la fuerza de convocatoria de Santa Cruz, su capacidad de movilización y el efecto que tiene a nivel nacional. En cambio, aspectos que tienen que ver con el discurso del gobernador, incluso con el discurso en defensa del gobernador por parte del Comité Cívico, vuelven a mostrarnos la persistencia de los rasgos meramente regionales y con un marcado tono conservador, sobre todo por una ideología notoriamente conservadora y patriarcal.

Caracterizaciones de crisis política en la coyuntura convulsionada

 

El gobierno perdido en la espiral de la violencia

El gobierno, perdido en su laberinto, para salir del torbellino opta por la espiral de la violencia. No encuentra sociego pues es la encarnación misma de la crisis múltiple. Crisis de legitimidad pues nunca cumplieron con la Constitución. Crisis política pues son la expresión abigarrada de la combinación perversa entre el lado oscuro del poder y el lado institucional del poder, empero adulterado. Crisis económica pues despilfarraron el excedente dilapidándolo, evaporando los ingresos del Estado en la época de las vacas gordas, cuando el precio de las materias primas era alto; hicieron desaparecer las reservas internacionales; incrementaron la deuda externa e interna a magnitudes insostenibles. Crisis histórica y política pues destruyeron el país a cambio de una demagogia delirante y una impostura espasmosa, la comedia grotesca de la política de los saltimbanquis.

Estos “revolucionarios de pacotilla” creen que revolución es sustituir a los que antes gobernaron, continuando, de esta manera el círculo vicioso del poder. Grises figuras en tiempos de la decadencia, cuando los valores se esfuman, los horizontes mueren y es asesinado el porvenir. No son más que la expresión posmoderna del barroco perverso del poder prologado artificialmente, son mafias políticas.

Guerra de los cárteles

El ciclo largo del capitalismo vigente no solamente ha llegado a su fase de clausura, cuando el ciclo se cierra, sino, en su agonía, la enfermedad congénita de la fetichización generalizada, de la valoración abstracta, ahora en plena especulación desbocada, muestra sus más putrefactos síntomas de muerte. La pus se esparce en el cuerpo. Tal parece que incluso la genealogía de todos los ciclos largos del capitalismo se clausura; después del cierre del último ciclo no habrá otro.

La fase del ciclo largo del capitalismo, que deriva en la dominación del capitalismo financiero y especulativo, ha desatado el más monstruoso extractivismo y ha expandido aterradoramente las formas perversas de la economía mundo, que tiene que ver con los tráficos, denominados por la jerga administrativa como “ílicitos”, que, en realidad, son extensión de los tráficos “lícitos” de los mercados donde circula proliferantemente el fetiche de la mercancía. A los monopolios de la economía mundo capitalista acompañan complementariamente los cárteles del tráfico “ilícito” y la producción “industrial” de las drogas y estupefacientes y demás vainas. El mismo sistema financiero internacional, con sus dispositivos nacionales, se encarga de blanquear el excedente de la economía mundo paralela, el lado oscuro de la economía.

El lado oscuro del poder, que corresponde a las formas paralelas de dominación, ha tomado, hace tiempo, el lado visible del poder, el lado institucional. El Estado es la máquina de dominación tomada por los cárteles y las mafias. El terrorismo de Estado se ha convertido en el terrorismo descomunal desbocado de los cárteles y mafias, que pugnan por el control territorial.

Las sociedades y pueblos no solo están amenazadas por la combinación perversa de los dispositivos de poder, que desencadenan violencia, sino por la mezcla abigarrada de aparatos de la violencia y terror de los dispositivos de dominación tanto del lado visible del poder como del lado oscuro del poder. Incluso el lado oscuro ya se ha hecho visible. Las organizaciones paramilitares, las conformaciones de avasallamientos territoriales, se han hecho visibles, han salido de las cavernas y de las sombras. Ahora campean a plena luz del día. Lo hacen protegidos por los aparatos de emergencia del Estado, principalmente la policía.

La expresión conservadora de la política, también en decadencia – la decadencia es compartida por “progresistas” y conservadores -, acusa a los gobiernos neopopulistas de “izquierdistas”, hasta de “comunistas”. Su extrema miopía le impide ver de qué se trata y quiénes son a los que acusa. Esta “derecha” devela constantemente sus propios fantasmas y miedos. Su consciencia culpable la obnubila, a tal punto que no puede ver que los llamados “progresistas” no son otra cosa que los mismos “conservadores” disfrazados de “revolucionarios”. Se pusieron la máscara y se invistieron de jacobinos en el carnaval político. Los “gobiernos progresistas” fueron más lejos que los gobiernos neoliberales en extender intensivamente el modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente. Alcanzando dimensiones depravadas.

El terrorismo de Estado, las trasnacionales, los cárteles y las mafias han declarado la guerra a las sociedades y pueblos. No hay, como dice la jerga jurídica, Estado de derecho, es más, no hay Estado, no hay orden, leyes, reglas de ninguna clase, que se respeten.

Se ha llegado al reino desnudo, descarnado y descarado de la violencia. Ante esta catastrófica situación las sociedades y pueblos tienen la responsabilidad de autoconvocarse, movilizarse, autoorganizarse, conformar autodefensas, realizar autogestiones y autogobierno. Si no asumen la responsabilidad de defender la vida, los territorios, los bosques, las cuencas y la democracia, avanzando a la democracia plena, han de ser convertidos en esclavos de las formas de dominación mafiosas.

Las formas del patriarcalismo

Indudablemente las formas del conservadurismo tienen su base en las formas del patriarcalismo. El conservadurismo arranca en las estructuras de poder edifcadas por la dominación masculina. En la modernidad tardía no solamente subsisten y persisten estas formas anacrónicas sino que se reiteran de una manera perversa. Lo hacen supuestas “autoridades originarias” o “autoridades religiosas” a nombre de las tradiciones y de la cultura heredada, incluso de la religión. Esto da pie a fundamentalismos atroces que oprimen a las mujeres y a los hombres.

La invención colonial de cierta indumentaria y cierta inclinación al castigo es parte de la pervivencia de las formas del patriarcalismo, que corresponde a formas anacrónicas de dominar. Se alude al derecho de “autoridades originarias” a ejercer el castigo, es más, en el folclore político se usa a las supuestas “autoridades originarias” para reprimir las protestas. Esto no es otra cosa que conservadurismo anacrónico al servicio de la continuidad colonial.

La descolonización implica la destrucción de las estructuras coloniales de dominación, entre ellas, las más recientes, corresponden a las estructuras modernas del capitalismo. Sin embargo, el mercado capitalista y el mercadeo político usa inapropiadamente los símbolos culturales para prolongar el colonialismo y la explotación capitalista. Estas supuestas “autoridades originarias” no son otra cosa que agentes de la colonialidad y del modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente. Además de ser los verdugos locales del círculo vicioso del poder.

Las auténticas autoridades originarias son comunitarias, ligadas a sus instituciones propias y normas y procedimiento propios, además y sobretodo de estar vinculadas al territorio comunitario. Cuando se disocian de la comunidad, de las instituciones, normas y procedimientos propios, sobretodo cuando se rompe con el territorio comunitario, no hay condiciones de posibilidad para autoridades originarias. Se trata de manipulaciones políticas de las formas clientelares de dominación.

Es menester recuperar el radicalismo anticolonial y anticapitalista en el periodo de la decadencia política. Es urgente el activismo contra las formas de manipulación de la forma de gubernamentalidad clientelar, que no son otra cosa que la extensión de la colonialidad y la prolongación de capitalismo dependiente. Hay que desenmascarar a los impostores, a los que usan demagógicamente la cultura para ejercer poder.

Psicología de los funcionarios

Creen que el mundo se reduce a la red jurídica de leyes, códigos , reglas, todas manipulables y susceptibles de interpretación leguleya, según la ocasión. Conforman el sistema de coerción, chantaje y extorsión. Son funcionales al gobierno de turno, particularmente del gobierno neopopulista, pues éste ha expandido la forma clientelar de dominación.

Sobre todo los funcionarios del órgano de poder judicial expresan, de manera desmesurada, esta inclinación compulsiva por las prácticas leguleyas y de corrupción. Si se tiene que buscar un ejemplo de la corrosión institucional, llevada a extremo, es en los ámbitos de la «administraciones de justicia» donde se encuentra el fenómeno de manera patética.

Los funcionarios se han apoderado de los intersticios y mediaciones de la sociedad, sobre todo de aquellos que tienen que ver con el Estado. Obstruyen el libre y espontáneo desenvolvimiento social, obstaculizan y alteran los trámites y transacciones, pervirtiendo las mismas prácticas sociales.

Psicología del llunk’u

Solo miran el ombligo de su Caudillo, creen que el centro del mundo es ese pupo. El mundo, en consecuencia, es el entorno del ombligo contemplado, entorno que gira alrededor de la compulsión del Caudillo. Son eunucos, entregaron sus órganos al déspota. No tienen voluntad propia, solo obedecen órdenes.

Tienen en la cabeza un esquema simplón para resolver sus dilemas. Nosotros, los buenos, ellos los malos. Nosotros tenemos derechos, ellos, los enemigos del Caudillo, no los tienen. Nosotros podemos protestar, ellos no pueden. Nosotros podemos matar, que es en defensa del “proceso”, ellos no pueden, si lo hacen son asesinos, incluso siguen siéndolo si no lo hacen. Los enemigos siempre son culpables, en cambio nosotros, los soldados del Caudillo, siempre tenemos razón, pues el Caudillo nunca se puede equivocar.

Si el Caudillo entrega los recursos naturales a las empresas trasnacionales, como lo han hecho los neoliberales, tiene razón de hacerlo, pues es en beneficio del país, antes no lo era. Si el Caudillo pierde el mar en La Haya lo hace por el bien del país, pues el Caudillo es patriota. Si el Caudillo cae en desgracia es porque el “imperio” y ellos, los enemigos, han conspirado. El Caudillo ha gobernado bien, por el pueblo. Si el pueblo no reconoce es ingrato.

Si ahora el Caudillo no se encuentra gobernando, como corresponde, es porque los traidores lo suplantaron. Por eso exigimos su inmediato retorno al poder. En consecuencia, podemos recurrir a todos los medios y métodos; el fin justifica los métodos. Pues el fin es en beneficio del país, el retorno del Caudillo.

El llunk’u es zalamero con su jefe, pero se convierte en un verdugo cuando hay que defender al Caudillo déspota y a un “proceso de cambio” ya muerto, asesinado por el Caudillo y su entorno palaciego. Para el  llunk’u el “proceso” no ha muerto aunque sea visibleblemente un cadáver.

Al llunk’u le parece bien que se avasallen los territorios indígenas, áreas protegidas y parques nacionales; es parte del desarrollo, aunque se quemen bosques y se contaminen cuencas. Al llunk’u le parece bien que se armen grupos paralelos, aunque se diga que forman parte de los Cárteles, pues siempre es en defensa del “proceso”. Lo demás es invento de la “oposición”. En fin, el llunk’u ha resuelto los problemas de un sopetón, usando este esquematizado simplón.

Ahora, que tiene dos líderes, uno gobernando , el otro desterrado en su propia tierra, se encuentra perdido en su laberinto, desolado en sus dilemas irresolubles.

La muerte de la rebelión, de la crítica y de la revolución

La rebelión anticipa a la revolución, es la energía de la revolución. La revolución es permanente mientras la rebelión la sostenga, la impulse y la proyecte. Cuando la revolución se institucionaliza, cuando se hace Estado, se desentiende de la rebelión, la inhibe, la apaga y termina matándola. Cuando ocurre esto muere también la revolución pues su corazón, la rebelión, ha dejado de latir. En vez aparece el monstruo de la impostura, es Estado policial, después el totalitarismo.

Los funcionarios de la monstruosidad estatal del Estado policial buscan legitimarse invistiéndose de “revolucionarios”, a quienes han perseguido y asesinado. Sobre el cadáver de sus víctimas, las vanguardias de la revolución, edifican la tiranía de una burocracia gris, que solo atina a la propaganda para parecerse en algo a lo que fue una revolución.

Al desaparecer la rebelión desaparece la crítica, que es una de las prácticas de la rebelión. Desaparece la reflexión y el pensamiento. La burocracia del Estado policial sustituye estos vacíos con adefecios discursivos, ideología instrumental de la burocracia. La impostura ha llegado lejos. Se aplasta al pueblo a nombre de una revolución que ellos mismos asesinaron.

Se experimenta la dominación artificial del mundo bizarro, donde los asesinos se invisten de “revolucionarios”, empero para continuar con el modo de producción capitalista, dirigido por la burocracia. Lo hacen a su estilo, inaugurando la versión de la escasez del modo de producción capitalista, en contraste con la versión de la abundancia del mismo modo de producción.

En la periferia de la geopolítica de Sistema mundo capitalista el mundo bizarro adquiere connotaciones barrocas. Las burocracias son populistas y convocan al pueblo recurriendo al mito mesiánico del Caudillo. La burguesía rentista gobernante se inviste folcloricamente de símbolos culturales para legitimar su forma clientelar de gobierno. También se hace desaparecer la rebelión y la crítica, se asesina el proceso de liberación en las primeras de cambio. La única alternativa que tiene para mantenerse en el poder es, además de la propaganda y publicidad compulsiva, el recurso a la violencia. Lo hacen a nombre de un proceso de cambio que no se dio, que fue truncado por los propios gobernante y representantes de la “revolución democrática y cultural “.

Asistimos pues, en plena decadencia de la civilización moderna, en plena clausura del sistema mundo capitalista, en plena crisis del Estado, a las manifestaciones más grotescas del círculo vicioso del poder, que busca prolongar su agonía con el artificio del espectáculo mediático y el incremento de la violencia, el terrorismo de Estado.

El derecho a la subversión

Cuando la sociedad se moviliza es síntoma de crisis, de crisis del poder. Aunque la movilización no tenga claros sus objetivos o todavía amarre sus demandas con antiguos discursos, ambiguamente conservadores, de todas maneras se trata de una movilización de interpelación social al poder.

El Estado responde como todo Estado, en defensa del orden, un orden de la dominación particular de la que se trate, con pretensiones progresistas o institucionales. Un gobierno neopopulista reprime de la misma manera que un gobierno neoliberal. Lo hacen utilizando a la policía y el ejército, dispositivos de emergencia del Estado en crisis.

La espiral de la violencia se sucede en ambos casos. Es absurdo distinguir, como lo hacen los eunucos al servicio de la dominación, entre represión de “izquierda” y represión de “derecha”. La represión es la misma, terrorismo de Estado.

El tema es el siguiente: No se puede eludir la contradicción estructural entre Estado y sociedad. El Estado ha suplantado a la sociedad con la pretensión de reprepresentarla y gobernarla. Esta pretensión es, en si misma, una violencia explícita contra la sociedad, disminuida a una condición infantil, para hacerla dependiente. Se conforma una casta política que domina a la sociedad. Este fenómenos ocurre tanto en sus versiones de “izquierda” como en sus versiones de “derecha”.

La democracia plena es el autogobierno del pueblo, sin la impostura de los “representantes” y gobernantes. El pueblo tiene que prescindir de los “representantes” y gobernantes si quiere dejar de ser esclavo político. Cuando esto ocurre, cuando el pueblo se da cuenta de la contradicción con el Estado, a través de conflictos, debe recurrir a su derecho a la subversión, un derecho consagrado en las mismas constituciones inaugúrales.

La opresión política es, de por sí, un oprobio. Se tiene como evidente la opresión conservadora, empero cuando la opresión se inviste con máscara “revolucionaria” es grotesca. Oprime al pueblo a nombre del mismo pueblo. Haciendo paráfrasis a Robespierre diremos: ningún político es indispensable, es más, está demás, solo el pueblo es inmortal.

Réquiem de la política

Réquiem de la política

 

Raúl Prada Alcoreza

 

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Hoy amanece nublado.

Atmósfera curvada en su deseo insatisfecho.

Presencia del momento

perdido en el laberinto de su memoria

insondable.

 

Moviéndose lentamente,

imperceptible,

los conglomerados de vapor

planean en el aire,

recordando el comienzo de fuego.

 

Se hunde el tejido del espacio-tiempo

en la singularidad sin principio ni fin.

Olvido irremediable en la profundidad

Donde muere el tiempo

y se disemina el espacio.

 

No hay recuerdo,

se ha ido el acontecimiento.

No volverá a ocurrir nuca más.

Ha desaparecido hasta su huella,

no queda nada de su paso fugaz.

 

¿Habá otro comienzo alguna vez?

En otro universo flamante,

autopoietico e irradiante,

inventando en sus recorridos

mundos ensimismados. 

 

Sebastiano Mónada: Alborada del ocaso

 

 

 

Hay que salir del error

Hay un gran equívoco en el que nos hemos metido y nos empuja al abismo si no salimos del mismo, sino corregimos el error. Este error consiste en haber delegado la voluntad y la potencia social a una casta de aprendices de brujo, enamorados de sí mismos, creyentes de que fueron destinados a dirigir, cuando apenas se bambolean en sus propias contradicciones y miserias humanas.

Esta casta, que fue sacerdotal, ahora es política, ha hecho construir con sus esclavos una estructura piramidal de poder y se ha aposentado en la cúspide. Hace como que dirige el destino de los pueblos, de las naciones y países, cuando todo ocurre por interacción incontrolada de múltiples prácticas sociales, empero ocurre de una manera entrópica. Mientras los gobernantes efectúan el teatro político, empero beneficiándose de su función y rol apócrifo.

El problema que este error de delegación y representación de las voluntades a grupos de poder, cada vez más decadentes y mediocres, ha acumulado una secuencia de desastres e incoherencias que ya amenazan con la destrucción misma de la sociedad y los territorios. El persistir en este embobamiento generalizado ha de implicar la muerte social y del porvenir.

Los gobernantes y la casta política, con todos sus juegos de contrastes y oposiciones, que no ofrecen perspectiva ni tienen horizonte, salvo el de sus propias miserias humanas, que redundan en la inhibición patética de la potencia social, deben irse, deben ser retirados. Se debe desmantelar la máquina abstracta de poder y los agenciamientos concretos de dominación, si es que se quiere sobrevivir y tener un futuro para los hijos y los hijos de los hijos. Si no se interrumpe la marcha al abismo, si los pueblos no toman las riendas, si no liberaran su potencia creativa, el futuro inmediato será catastrófico.

El desmoronamiento

Se puede conjeturar, como se lo ha hecho, que se trata del fin de un ciclo, por lo tanto, se trata de una clausura. Pero hay que ir más lejos y más a fondo. La crisis múltiple ha calado, ha penetrada a la estructura misma que sostiene la arquitectura estatal, ha removido los cimientos. El régimen de la forma de gubernamentalidad clientelar ha colapsado.

Los gobernantes tratan, desesperadamente, de detener su propio fin. No pueden; están condenados a perecer. Pero no asumen su propia muerte anunciada, pelean, dan manotazos de ahogado. Es de prever que ocurra esto. Es parte del comportamiento de los que se niegan a irse.

El problema es que si se van quieren irse llevándose todo al abismo, arrastrando a su muerte a todo el país. Prefieren la destrucción de todo acompañando a su propia desaparición. Ciertamente este es el colmo de los caudillos caídos en desgracia. Por eso actúan con el máximo de violencia, se desbocan. La desmesura es el desborde destructivo con el que intentan detener el desenlace.

Una descripción sucinta de esta destrucción es alarmante. Demolición ecológica de bosques, territorios y cuencas; saqueo exacerbado de los recursos naturales; expansión intensiva del modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente; despilfarro bochornoso del excedente; evaporación de las reservas internacionales; incremento insostenible de la deuda externa y la deuda interna. Empeorando el panorama histórico y político, la corrosión institucional y la corrupción galopante. Consecuencia de este descalabro: democracidio e ingobernabilidad, que se trata de compensar con expansión depravada de las relaciones clientelares y las prácticas prebéndales. Si esto ayuda un lapso perentorio, después resulta contraproducente, pues el clientelismo no sustituye a la convocatoria perdida, mucho menos a la legitimidad.

En consecuencia, el desenlace de la clausura se precipita dramáticamente. El único recurso a mano es el incremento de la violencia estatal, incluso hasta convertirla en violencia desquiciada. Aunque mueva y haga hablar a la masa elocuente de llunk’us, cada vez más mermada e infiel. Se pretende retener a esta clientela inconsistente con obsequios de tierra avasalladas, avanzando desaforadamente contra áreas protegidas, parques nacionales y territorio indígenas. Se arma a grupos paramilitares para implantar el terror. Se tiene compromisos perversos con transnacionales extractivistas y cárteles. Pero, estos dispositivos son también de corto alcance, no sustituye a una economía de mediano y largo alcance. Fuera de ser medios perversos, que solo pueden mantenerse, mientras duren, por la violencia descomunal y la destrucción del tejido social, tampoco garantizan la sobrevivencia de un régimen putrefacto.

Degradación y decadencia

Efectivamente corresponden al defectuoso funcionamiento de la máquina abstracta del poder y sus agenciamientos concretos de dominación, a sus dispositivos y engranajes perversos de prácticas de corrosión institucional y corrupción, de derrumbe ético y moral. El discurso sirve para buscar realizar la pretensión de legitimación. Pueden hablar de “justicia”, pero, en realidad persiguen la acumulación ilícita de riqueza apropiada indebidamente.

Exigen reconocimiento cuando no se sabe qué hay que reconocer, salvo el avasallamiento mediante la violencia y el despliegue de dominaciones polimorfas, sustentadas en el patriarcalismo inicial y anacrónico. Sus objetivos se resumen a la ostentación de abalorios inútiles, a espectáculos de feria chabacana, a portar los signos de la burguesía de los nuevos ricos.

Exactamente no tienen ideología sino un atado de rencores, frustraciones y complejos, que buscan ocultar mediante el chillido de consignas estridentes y sin sentido. La casta política gobernante es capaz de vender a su madre con tal de conseguir el título nobiliario apócrifo de reconocimiento social y político. Por eso se esmera en repetir, hasta el cansancio, un pupurri trillado de elecuencia falsa, queriendo justificar sus grotescos atropellos.

La casta política gobernante tiene terror de su propia vacuidad, por eso grita hasta ensordecer. Se inclina al desborde descontrolado de violencia con tal de lograr asustar, aunque sea por un lapso perentorio, donde se ilusiona con una eternidad imposible. Mientras tanto han contaminado, depredado y destruído los territorios, cuencas y bosques. Han entregado los recursos naturales a las trasnacionales extractivistas y han prostituido a una masa elocuente de llunk’us, regalado el país a los cárteles. Todo a nombre de un “proceso de cambio” que nunca se dio, es más, fue asesinado por ellos mismos, los “revolucionarios de pacotilla”, en los primeros latidos fetales.

Espectáculo pestilente

Espectáculo pestilente del circo político. Sin perspectiva ni horizonte, circunscrito en la miseria humana, atrofiada en prejuicios brutales y rencores guardados,  labrados en el resentimiento. Consciencias desdichadas y sujetos desgarrados en sus contradicciones groseras. No hacen política, porque ésta ha muerto en la decadencia de la casta de oportunistas y pragmáticos, que consideran que ahora les toca robar a nombre del pueblo. Venden la patria a trasnacionales extractivistas y la prostituyen entregándola a cárteles.

Impostura delirante

Circunscritos en un centrismo estrecho, limitado al agobio de sus prejuicios soterrados. Creen que el mundo es su propio ombligo y gravitan en este pupo autocontemplado. Son las víctimas eternizadas en una narración trivial, cuando ya son verdugos de tiranías anacrónicas.

Inclinados al desborde iracundo, se desgarran las vestiduras, mostrándose ofendidos, cuando son los que avasallan, depredan y destruyen, dejando estériles los territorios y las cuencas. No ofrecen nada como porvenir, no tienen horizontes, salvo la compulsión por enriquecimiento depravado y la usurpación del poder. Consideran que son impunes a pesar de cometer crimenes y saqueos. Hablan a nombre del pueblo, empero son los nuevos ricos y la burguesía mafiosa.

Sostienen el despotismo vernacular y pretenden presentar este terrorismo de Estado como «democracia». Usan el discurso político para transmitir balbuceos extravagantes, que están muy lejos de parecerse a alguna argumentación. Está es la encarnación de la decadencia en la periferia del sistema mundo capitalista.

 

Réquiem para un país abandonado

¿Por qué se empezó a perder el litoral del Pacífico y el Atacama? Porque se desatendió el litoral y el Atacama. Otra población migró a la zona, sobre todo empresas privadas se hicieron cargo de la explotación del guano y el salitre. La ocupación militar fue el desenlace de una pérdida territorial anunciada. Hoy pasa lo mismo, las fronteras son desatendidas, entre ellas la frontera con Chile. Esta frontera se ha convertido en tierra de nadie, donde se imponen formas paralelas de tráficos, de contrabando, saqueando recursos naturales, que escapan de todo control Estatal. Es más, funcionarios del Estado están comprometidos en este saqueo.

Se contrabandea salmuera del Salar de Uyuni, además de otros minerales que son prácticamente robados de yacimientos que todavía no son explotados. El contrabando, desde Chile, atraviesa decenas de caminos secretos y llega hasta las ciudades capitales, a pesar de la supuesta «lucha contra el contrabando». En realidad el contrabando ha comprometido a las comunidades y poblaciones fronterizas, que forman parte de esta economía paralela, incluso ha comprado a los militares.

Los hijos de los comunarios de la frontera pasan clases en escuelas del país vecino porque en su comunidad son desatendidos, no hay escuela o está en muy malas condiciones. No hay prácticamente Estado, pero el neopopulismo se engolosina con discursos propagandísticos.

El panorama y la situación es calamitosa, en la práctica ha desaparecido la soberanía. Sustituida por la demagogia neopopulista, el país se disemina, mientras su pueblo no hace nada para detener su desaparición.

Sabíamos que la politiquería de la casta política es el adormecente, que atrofia los sentidos y convierte al pueblo en objeto de manipulación. El neopopulismo ha ido más lejos, es una droga que embrutece al cuerpo social, que ya no atina a nada, salvo a la autodestrucción.

¿Hay todavía una reserva ética para activar la voluntad de vivir? Si los bolivianos y las bolivianas quieren el porvenir para sus hijos y sus nietos tienen que activar la potencia social. Demoler con el «sistema» de la impostura, destruir el Estado de la delincuencia generalizada, luchar por el futuro, defendiendo la vida, los ecosistemas, las generaciones de derechos conquistados y constitucionalizados. El pueblo si quiere existir tiene que rebelarse.

El sistema perverso

Es como un sistema perverso del lado oscuro del poder. Los avasallamientos no son un fenómeno aislado, al contrario, forman parte de una estructura paralela del poder. Trasnacionales extractivistas, burguesías mafiosas y burguesías rentistas, las que gobiernan, cárteles, traficantes de tierras y una gama de tráficos. Todas estas formaciones paralelas hacen a un modelo de saqueo, de expoliación y de extorsión.

No son campesinos pobres, como cuando se lucha por la tierra. Hace tiempo que las organizaciones apócrifas renunciaron a la reforma agraria. Estas organizaciones, impostoras de la representación genuina, optan por prácticas delincuenciales, desde la corrupción hasta el avasallamiento con el objeto de la especulación y el negocio. Los grupos armados nada tienen que ver con las antiguas prácticas revolucionarias, al contrario son una extensión paramilitar de los cárteles.

Por eso se avasallan territorios indígenas, a pesar de estar reconocidos por la Constitución y las leyes, invaden parques nacionales y áreas protegidas. Por dónde pasan dejan la huella de la muerte, la contaminación y depredación. Los ríos están enfermos por el mercurio, los bosques se talan para ampliar la frontera agrícola de manera demoledora, que muchas veces implica la ampliación de la frontera agrícola de la coca excedentaria. La minería del oro y la producción de cocaína, aunque no son lo mismo, comparten el efecto de la destrucción a su paso. En esto incluida la destrucción del tejido social.

Rebelión, sensación, pensamiento y existencia

Rebelión, sensación, pensamiento y existencia[1]

 

Raúl Prada Alcoreza

 

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La realidad ha sido y es un desafío para el pensamiento, aunque el pensamiento no deja de formar parte y pertenecer a la realidad. Se puede decir que el pensamiento o, mejor dicho, el devenir pensamiento, deviene, de los devenires de la realidad o, si se quiere de las dinámicas complejas e integrales de la realidad. Concretamente el pensamiento forma parte de la fenomenología de la percepción y de la fenomenología corporal, ambas fenomenologías son componentes de las fenomenologías ecológicas. Ciertamente pensar tiene que ver con razonar, pero tenemos que insistir que hablamos, de manera integral del razonamiento concreto, que se potencia en la fenomenología de la percepción. Lo que se ha venido en conocer como razón abstracta no es más que una forma acabada del razonamiento concreto; no hay razón abstracta independiente de la percepción y de la experiencia corporal, salvo en el imaginario de la filosofía moderna. Entonces, se puede decir que pensar es razonar con todo el cuerpo, con toda la experiencia corporal, que, en lo que respecta a los entramados corporales, se amplifica como experiencia social.

 

Pensar es interpretar la realidad, lo que equivale a hacerse cargo de la realidad desde las configuraciones del pensamiento, es decir desde las intervenciones intelectivas hechas usando el lenguaje y recurriendo a la cultura. Tanto el lenguaje como la cultura tienen sus historias constitutivas, de desplazamiento y de transformación, aunque este último acontecimiento se dé de manera, mas bien, diferida. Pensar también es reflexionar, considerar un tópico, una temática, una problemática, incluso considerarse a uno mismo, analizar, evaluar, interpretar. El pensar se desenvuelve en íntima relación consigo mismo y con el mundo. El pensamiento puede realizarse en distintas formas de expresión, ideas, metáforas, configuraciones, narrativas; en lo que respecta a la filosofía se construyen conceptos. Las ciencias también construyen conceptos de otra índole, descriptivos y explicativos, en tanto que los conceptos de la filosofía son ideas sintéticas, corpus teóricos de sistemas interpretativos.

 

La realidad es operada por el cuerpo, por el entrelazamiento corporal, por el entrelazamiento social, por el entrelazamiento cultural, por la intersubjetividad, por el espíritu, que corresponde a la comunidad. Entonces se puede hablar del devenir realidad, desde el devenir corporal, desde el devenir social, desde el devenir cultural, que suponen la constitución de la materia, la constitución de la naturaleza, la constitución de la realidad, la constitución del espíritu. Podemos situar la construcción conceptual en la fenomenología de la percepción, basada en la experiencia corporal, en la experiencia individual, singular, y en la experiencia social. Entonces los conceptos vienen a ser devenir teórico en el devenir realidad, realizaciones teóricas de la fenomenología de la percepción.

 

Pensar es comprometerse, es también exponerse, ser comunidad, es colocarse en situación vulnerable, hurgar con la mirada a los propios espesores del cuerpo, es tomar consciencia de la propia condición existencial de la condición humana. Sus posibilidades y potencialidades. Hay que aclarar, el pensamiento no es imitar pensar, hacer teatro donde se actúa como pensador. El pensamiento supone la experiencia del padecer, así como también supone a la experiencia del goce, a la plenitud de la alegría; el pensamiento acude a la experiencia del sufrimiento, así, como también, en contraste, acude a la experiencia del entusiasmo. El pensamiento acude al leguaje y a la cultura, otorga la palabra a la experiencia; es decir, otorga, la palabra al cuerpo, en consecuencia, el cuerpo habla.

 

En Meditaciones en el ojo de la tormenta

 

 

 

 

Pensamiento crítico propio

 

Arturo Borda

 

Hay que volver a indagar sobre la relación entre experiencia social y pensamiento, sobre todo partiendo de una experiencia social concreta y un pensamiento crítico, que responde a una realidad específica. Hugo Zemelman Merino hablaba de una episteme latinoamericana, nosotros hablamos de una episteme boliviana, basándonos en este proyecto de Zemelman, suponiendo la episteme latinoamericana. La pregunta es: ¿Cómo se forma un pensamiento propio, además crítico? Podemos partir, por cierto, de que el pensamiento es de por sí crítico; no hay pensamiento sino es crítico, porque el pensamiento es reflexivo.

 

Por otra parte, no podemos obviar de que la experiencia es siempre concreta, se remite a una realidad específica, padecida y gozada. Entonces, el pensamiento del que hablamos responde a esa realidad específica. Tanto experiencia social y pensamiento corresponden a fenomenologías singulares, que acaecen en los cuerpos, por cierto, empero en una temporalidad y espaciamiento determinados. Como se dice comúnmente, en un contexto y periodo determinados; es decir, son susceptibles de historiarse. Sin embargo, la relación entre experiencia y pensamiento, esta fenomenología, corresponde a condiciones de posibilidad corporales, sociales, culturales y ecológicas. 

 

La condición de posibilidad existencial de los cuerpos es, indudablemente, fundamental. Sin los cuerpos no hay vida o, mas bien, la vida se manifiesta a través de los cuerpos. Los cuerpos son organismos sensibles, capaces de capturar información a través de los sentidos, como decía Emmanuel Kant captan la multiplicidad de los fenómenos, aunque él se refería a la condición de posibilidad de la experiencia, a la sinopsis que logra el sujeto mediante los a prioris del espacio y el tiempo. No estamos en la crítica de la razón pura, sino, mas bien, en biología o, si se quiere, en la psicobiología. Los cuerpos gozan y padecen, experimentan el placer y el displacer, en esto estamos en la crítica del juicio, que es una crítica estética. Ahora bien, de lo que se trata es de saber cómo interpretan los cuerpos la información que reciben. En el caso de las sociedades humanas la interpretación está mediada por el lenguaje.

 

Ahora bien, el lenguaje no solamente supone lengua y habla, hasta podríamos decir escritura, como lengua no solamente es un sistema de signos, sino que el lenguaje está atravesado por la cultura, este sistema de símbolos, de alegorías simbólicas, de mitos, de narrativas. Los cuerpos establecen relaciones, no solamente entre los cuerpos, sino también con el entorno, con el territorio, con la atmósfera, con el ciclo climático, con el ecosistema. Las sociedades humanas suponen estructuras socioculturales, estructuras antropológicas. Quizás las comunidades iniciales fueron el substrato de fenomenologías sociales que devinieron instituciones, que no solamente son estructuras externas, por así decirlo, sino también corresponden a estructuras internas, si se quiere, psíquicas. Los esquemas de comportamiento corresponden a coagulaciones de habitus.

 

El devenir cultural es la clave de las posibilidades interpretativas. No vamos a hacer toda una arqueología del saber de las culturas, sería muy largo, lo que si podemos hacer es partir de un gesto cultural, de una actitud de apertura, que se puede asociar a un momento de la modernidad. Nos referimos al iluminismo, concretamente a la crítica que enciende el fuego del iluminismo. Al respecto, no podemos obviar la posibilidad de otros iluminismos, anteriores a la cultura moderna, es indispensable rastrearlos en una antropología y una etnología no eurocéntrica. Pero, esta es una tarea pendiente. Lo que importa, por el momento, es indagar sobre la crítica singular en el continente de Abya Yala, en pleno desenvolvimiento emancipativo.

 

En Bolivia, particularmente, aparece la crítica, elaborada discursivamente, durante el siglo XX, aunque, por cierto, se la puede rastrear en los siglos anteriores. Sin embargo, nos interesa comprender la crítica singular asociada a determinados nombres, que se asumen en la lucha militante contra las dominaciones barrocas en el continente, sobre todo las dominaciones que se conforman en el capitalismo dependiente. Uno de esos nombres es Sergio Almaraz Paz.

 

Al respecto, vamos a sugerir algunas hipótesis interpretativas de la singularidad intelectual crítica. ¿Qué es lo que constituye a esta intelectualidad crítica? En primer lugar, el desacuerdo con una realidad social dada. Diría Albert Camus, la rebelión. Este rechazo despierta una voluntad de cambio, una voluntad que usa al bagaje cultural tanto para comprender, entender, conocer, las dinámicas de una realidad dada, así como interpelarla. Pero, qué es lo que motiva esta rebelión o, mejor dicho, antes, qué es lo que ocasiona un malestar. En segundo lugar, diremos que la experiencia personal, involucrada en la experiencia social de su tiempo, imprime una memoria, que no solamente es la propia, sino la de su sociedad, con todas las contradicciones que ésta sobrelleva. Hablamos de la revelación de su propio país. Las claves se encuentran en cómo va constituyendo no solo su concepción del mundo sino la concepción de su país en el mundo.

 

Un intelectual se forma en una atmósfera intelectual, aunque parezca redundancia, empero es distinto referirse a un perfil intelectual que a una atmósfera intelectual. De todas maneras, en este boceto de la génesis intelectual, provisionalmente, vamos a sugerir otras tesis interpretativas.

 

Hipótesis sobre la génesis intelectual

 

  1. Ciertamente, en la modernidad se introducen los dispositivos educativos en lo que Pierre Bourdieu llama el campo escolar. Después vienen otros dispositivos, que no dejan de ser escolares, como las universidades. Esto lo decimos no de una manera cronológica, pues en la historia de la educación, de la pedagogía, incluso de la formación profesional, lo que ha sucedido se ha dado de una manera compuesta, combinada, incluso hasta se podría decir simultánea. Este ambiente de dispositivos escolares y universitarios tiene como espacios de discusión, de debate, de difusión, de concurrencia intelectual, por así decirlo. No hay que dejar de nombrar a asociaciones, hasta grupos que se ocupan de generar debate, pero, tampoco hay que olvidar a las tertulias y a los grupos de amigo, que no dejan de ser factores de influencia. Todo esto y más hacen a una atmósfera intelectual que no deja de ser difusa.
  1. Por otra parte, paralelamente, se encuentra el substrato de donde proviene el intelectual, este substrato es, en primer lugar, la formación social. Comúnmente decimos el país de donde proviene este intelectual. Respecto a su país, en principio, aprende, lo experimenta, conforma su propia experiencia y, a partir de un momento genera una relación respecto a este su referente, que es su mundo, en primera instancia. Toma una actitud, de adaptación, de adecuación o, en su caso, de negación, que pude derivar en el rechazo o, mas bien, en la voluntad de cambiarlo. Entonces es su concepción de mundo y su concepción del país en el mundo lo que se va constituyendo y constituyendo su subjetividad. De donde van a emerger sus interpretaciones, sus teorías.

 

  1. Yendo a una mayor aproximación del boceto de génesis del perfil del intelectual, diremos que, respecto a su sociedad, determinados estratos sociales se convierten en el referente de interlocución. Pueden ser los estratos dominantes o, mas bien, los estratos subalternos. La intelectualidad crítica, que es importante en la modernidad, por su función en el desenvolvimiento del iluminismo local y nacional, incluso regional, toma como referente de su interlocución a las clases explotadas, en la perspectiva marxista, al proletariado. En las expresiones del discurso crítico suele aparecer la referencia al pueblo, en tanto la voluntad nacional inhibida, que debe ser liberada. En este perfil intelectual la experiencia social y su propia experiencia con el pueblo lo marcan profundamente. Puede llegar esta marca a adquirir la figura de un mito, el pueblo como mito, también el proletariado como mito. En el continente se ha construido también al indio o indígena como mito. Se trata de mitos de convocatoria, aunque también, mitos en las tesis interpretativas, que se usan como conceptos en la narrativa teórica.
  2. Por otra parte, hay problemas de su tiempo, de las coyunturas y periodos que le tocó vivir, problemas sociales, nacionales, regionales y del mundo, que son asumidos como objetos de análisis. El intelectual busca explicar la dinámica de estos problemas, a partir de su análisis elabora la crítica. La crisis se convierte en ocasión abierta a la formación del conocimiento.

 

6.  Ciertamente las lecturas, los autores de su preferencia, las corrientes filosóficas, teóricas y epistemológica, del intelectual singular forman parte de los recursos con los que trabaja y elabora su propia narrativa y crítica. Sin embargo, el logro de un pensamiento propio depende de su capacidad creativa, inventiva, de su facultad de imaginación. Claro está, también de su capacidad sensible.

7.  Se pueden notar distintas etapas de la formación intelectual, sobre todo en su elaboración intelectual. No es descabellado diferenciar a la etapa joven del intelectual de la etapa madura del intelectual, así como lo hizo Louis Althusser en su análisis del pensamiento de Karl Marx. Sin embargo, sería muy riesgoso, como es en el caso de Althusser, suponer una ruptura epistemológica. Cuando se trata de la memoria teórica es improbable que se den rupturas epistemológicas, así como hablaba Gastón Bachelard cuando se refiere, mas bien, a corrientes científicas y filosóficas. En un individuo, se podría decir, no hay rupturas epistemológicas, a no ser que hablemos de rupturas psicológicas. Solo una crisis profunda en la subjetividad, que puede conllevar a una autocrítica puede aproximarse metafóricamente a lo que se denomina ruptura epistemológica. Lo que interesa, mas bien, es cómo transforma su propia experiencia en narrativas teóricas, que pueden llegar a ser distintas.

 

8.  Cuando se trata de una trayectoria intelectual, importa la evaluación que hace el intelectual de su propio desenvolvimiento y de su propia experiencia, además de considerar la evaluación de la experiencia social. Algunos terminan haciendo memorias o anti-memorias. Otros no tienen esta oportunidad.

 

 

 

Habíamos dicho que el substrato de la crítica es la rebelión, que la rebelión emerge desde las profundidades constitutivas de la subjetividad, desde la inscripción de las emociones en el espesor corporal. Es desde el fondo mismo de la experiencia social de donde emerge la rebelión; para decirlo de un modo rápido, el humano se rebela contra la realidad. Esto corresponde al brote de lo que vamos a llamar ética, que, también podemos concebir como la valorización de la vida. 

 

¿Qué es la ética? No desde la perspectiva de la filosofía, sino desde la conmoción profunda de la constitución del sujeto. Desde el momento que la memoria sensible se inicia como experiencia corporal. La ética como acontecimiento existencial. En consecuencia, en el devenir, la ética como rebelión.

 

Si bien la crítica supone las condiciones de posibilidad de la experiencia y las condiciones de posibilidad del conocimiento, no solamente los a prioris del espacio y tiempo, sino el conjunto de las facultades que ponen en juego combinaciones y composiciones, entre ellas la capacidad de imaginación, la crítica emerge con la rebelión.

 

Para decirlo ilustrativamente, la ética está más acá y más allá de la moral, más acá y más allá del bien y del mal. La ética es la iniciativa activa del sujeto una vez que el cuerpo, a través de las sensaciones, captura el universo, mejor dicho, la exterioridad que se revela a sus sentidos se inscribe en la piel, se inscribe en los espesores del cuerpo. La recepción de los fenómenos es pasiva, retiene información, la acción es, obviamente, activa, interviene en el entorno, comienza el devenir.

 

Ética, rebelión y crítica son tres acontecimientos primordiales en el ser humano, que se constituyen en sujeto autónomo o que constituye su propia autonomía, adquiere pensamiento propio, en consecuencia, puede actuar libremente. También, como se puede entender, estos acontecimientos corresponden a tres conceptos, el de ética, rebelión y crítica. Hasta podríamos decir que los tres conceptos corresponden a tres planos de intensidad, incluso, mejor dicho, a tres espesores de intensidad existencial. El concepto de ética tiene como referente el acontecimiento vital del devenir consciencia desde el devenir vida. El concepto de rebelión tiene como referente el acto de ruptura con la dominación y la institucionalidad. El concepto de crítica tiene como referente el acontecimiento del pensamiento propio.

 

Ahora bien, no nos bastan estos conceptos, el juego de estos conceptos en la interpretación de la singularidad de la intelectualidad crítica, requerimos del referente del contexto donde emerge esta intelectualidad. Al respecto, hablamos, en otros ensayos, del acontecimiento Brasil, del acontecimiento México, del acontecimiento Colombia y, de alguna manera, del acontecimiento Ecuador, también el acontecimiento Chile. A lo largo de los ensayos críticos, tanto antes del periodo de Comuna, durante el periodo Episteme, durante el periodo de Comuna, sobre todo después, en la fase autocrítica, nos ocupamos del acontecimiento Bolivia. Respecto a la intelectualidad crítica boliviana, escribimos y publicamos un ensayo que titula La episteme boliviana. Ahora retomamos el hilo, como quien dice, para volver al tema del pensamiento crítico en Bolivia. Lo vamos a hacer con Sergio Almaraz Paz.

 

El substrato de la formación espaciotemporal, territorial, social y cultural

En el contexto histórico-político de Bolivia, el país ya había vivido por lo menos cuatro guerras, sufriendo mermas territoriales tan grandes que afectan a más de la mitad de la geografía política con la que se inaugura la república. En lo que podemos llamar la historia económica Bolivia ya había pasado por el ciclo de la plata, ya había transcurrido parte del ciclo del estaño e ingresaba al ciclo de los hidrocarburos. Lo que dejaron los primeros ciclos económicos son, como dice Sergio Almaraz Paz, cementerios mineros. Almaraz ya había escrito y publicado Petróleo en Bolivia y El poder y la caída. Un análisis de la función de despojamiento de las empresas trasnacionales extractivistas de los hidrocarburos, su papel desempeñado en el desencadenamiento de la guerra del Chaco. Un análisis genealógico de la estructura del poder en los tiempos de los Barones del estaño. Ahí tenemos algunos de los vínculos entre la formación del intelectual crítico y la formación social boliviana.

 

Hay otros vínculos importantes, el pueblo, sobre todo la memoria social, la memoria de sus luchas, de sus resistencias. Particularmente le conmueve el substrato profundo del pueblo, las poblaciones indígenas, su presencia omnipresente en la historia social, política, económica y cultural de Bolivia. Obviamente el proletariado, propiamente el proletariado minero. Siendo fundador del Partido Comunista comprendió inmediatamente el alcance de la revolución de 1952; sus camaradas del comité central lo acusaron de tendencias nacionalistas y lo expulsaron del partido por leer más a Albert Camus que a Fëdor Vasilevich Konstantinov. Su consecuencia, su irradiación crítica, su análisis lúcido, lo caracterizaron en su trayectoria comprometida con el país y el porvenir del pueblo, el destino del proletariado. También le ocasionaron problemas con entornos políticos opacos y mediocres, que solo buscaban destacar sus esquematismos o, en otro caso, sus pragmatismos elementales.

 

Lector de Albert Camus tenia un apego por la reflexión auscultadora del sentido existencial de la praxis humana. Armado de una escritura clara y una narrativa exquisita compuso libros nucleares para comprender, entender y conocer las dinámicas políticas y sociales de la formación social boliviana. El último libro, Réquiem para una república, es el más conmovedor. No solo por el balance de la revolución de 1952, que duró doce años, sino por la sensibilidad lúcida con la que desentraña el acontecimiento de la revolución y su posterior decadencia.

 

En El hombre rebelde Albert Camus habla de que para existir es indispensable rebelarse. Haciendo una paráfrasis al enunciado cartesiano de pienso luego soy, cogito ergo sum, que ha sido traducido y un tanto tergiversado en la traducción al presentarlo como pienso luego existo, el filósofo dice: me rebelo luego existo. Sergio Almaraz asume la rebelión como una existencia comprometida con el destino del país. El sentido, en este caso, viene dado por la lucha contra la dominación imperialista y sus cipayos, la lumpen-burguesía, como diría André Gunder Frank.  Se podría decir que para Almaraz el ser es lo mismo que pensar y hacer, la acción, parafraseando a Parménides, en la búsqueda del sentido de la existencia. Concretamente el sentido convertido en el destino del pueblo y de la nación.

 

La relación del intelectual crítico con el substrato es constitutiva de su pensamiento. No solo tiene que ver con su experiencia primordial y con la memoria, sino con las dinámicas mismas de su propio pensamiento. El pensamiento crítico deconstruye el sentido común, también el sentido en boga, que puede ser institucional, así como mediático, que está atiborrado de prejuicios, en el sentido de juicios heredados en distintos entornos. Costumbres de grupos, entre ellos, de grupos académicos, sobre todo de grupos de opinión. Lo que salva, por así decirlo al intelectual crítico es el bagaje de un conjunto de certezas devenidas de la vivencia del substrato. Lo que comúnmente se llama la relación con el país, con la realidad del país, realidad que, obviamente, corresponde a la experiencia propia en el contexto de la experiencia social. Esta relación íntima se convierte en un compromiso existencial.

 

Es así como el pensamiento deja de ser una reflexión abstracta para convertirse en una actividad intensa de la rebelión. El pensamiento se pliega en lo recóndito del ser, en su memoria, y se despliega en la vitalidad corporal. Adquiere plenitud en las fenomenologías corporales y sociales, sobre todo cuando se rebela. Se puede decir que se conoce desde el iluminismo de la rebelión. Aquí la intuición adquiere vuelo y logra comprender anticipadamente la totalidad de la crisis, así como la intencionalidad impulsa con potencia la sinopsis, la síntesis, el análisis contenido, la interpretación inicial de la comprensión, substrato del entendimiento y el saber.  

 

 

Potencia y proyección del pensamiento propio

 

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Impostura o liberación

La historia del capitalismo es mundial, también la historia del Estado moderno; las peculiaridades nacionales son singularidades en estas historias mundiales. El sistema mundo moderno nos abarca planetariamente. Las culturales específicas han sido fragmentadas y recicladas en el conglomerado articulado del sistema mundo cultural de la banalidad y del consumo. Los folclorismos son los mecanismos de subsunción de lo que fueron las culturas antiguas al sistema mundo cultural de la banalidad; a la vez, son los fetichismos ideológicos provisionales para mantener la ilusión inocente de “autenticidad”. La geopolítica del sistema mundo capitalista se legitima mediáticamente, espectacularmente y folclóricamente.

Hay poses políticas nacionalistas, culturalistas y localismos que siguen la corriente de esta ilusión ideológica y de esta subsunción al sistema mundo de la banalidad cultural. Es más, hasta llegan al colmo de creerse contestatarias, cuando son funcionales al sistema mundo capitalista, cuyos substratos contienen los desenlaces de las olas de conquista y de las olas de colonización, la marcha de la colonialidad recurrente. La mayoría de estos nacionalismos chauvinistas, culturalistas, folclorislistas y localistas optan por el jolgorio electorero, donde pretende legitimarse, mediante la simulación democrática, la dominación de la colonialidad perdurable y el modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente.

La convocatoria al pueblo por parte de estos nacionalismos, culturalismos y folclorismos es una excusa en los juegos de poder, donde variados grupos improvisados pugnan por acceder a la reconfiguración de las élites y recomposición de la casta política. Es así como se reproduce y desenvuelve la colonialidad y la dominación mundial, nacional y local de la acumulación originaria de capital, por despojamiento y desposesión, y la acumulación ampliada de capital, por transferencia de recursos naturales, al centro cambiante de la geografía política del sistema mundo capitalista, y por industrialización. La masa votante es cómplice de la continuidad de la colonialidad y del saqueo de las periferias del sistema mundo capitalista.

Las liberaciones, descolonizaciones y despatriarcalizaciones solo pueden emerger y realizarse por la subversión de la praxis, la liberación de la potencia social, de la potencia de las memorias culturales, que conectan las experiencias sociales de los pueblos con el porvenir vital, la armonía y sincronización de las sociedades humanas a los ciclos vitales planetarios.

 

Metáfora del enseñoramiento

Usemos la siguiente figura para interpretar metafóricamente el fenómeno de la decadencia política:

Los recientes moradores llegaron a una casa en ruinas, que en otros tiempos fue una casa solariega, acogedora y espléndida, hogareña y prometedora, donde los antiguos moradores gozaron de sus comodidades, bondades y residencia placentera. Sin embargo, a pesar de encontrarse visiblemente en ruinas la deteriorada y casi destruida casa, los nuevos moradores, que no conocieron su esplendor de otrora, tampoco su proyección prometedora, creen haber logrado el sueño de su vida, tener la suerte de estar albergados en la famosa casa solariega, que por solo adquirirla obtienen el prestigio y la grandeza de su pasado. Son los “señores” de la casa y, en consecuencia, enseñorean en todo el barrio y hasta en toda la ciudad. No se dan cuenta tampoco que el mismo barrio y hasta la misma ciudad se encuentran gravemente deterioradas. Menos se dan cuenta que enseñorean sobre escombros, para ellos, lo que importa es poseer los títulos de la casa. Se ilusionan con que nada ha pasado, que todo sigue igual como antes, ignoran el deterioro, las ruinas y el mismísimo descalabro.

Si los ocupantes tardíos pretenden enseñorear sobre ruinas, los ocupantes anteriores, inclusive los originales, también pretendían enseñorear, aunque lo hacían en la apoteosis arquitectónica de la casa solariega, bien construida y mantenida. Tampoco estos ocupantes, anteriores y antiguos, lo lograron, pues enseñoreaban en un entorno dominado por las violencias iniciales, la guerra de conquista, y sostenido por las violencias perdurables de la colonización y de la colonialidad. “Enseñoreaban» en un ambiente de apariencias, de ceremonialidades y ritualidades simbólicas; tenían del otro lado a sus siervos y pongos; entonces enseñoreaban sobre despojamientos y desposesiones. Tenían una consciencia sierva, amaban las ilusiones que otorga el poder.

Esta figura, literaria, pude ilustrarnos sobre lo que ocurre en la modernidad tardía y en las periferias del sistema mundo capitalista.

 

Tomemos la casa solariega como metáfora del Estado. La diferencia entre los que gobiernan en la actualidad y los que gobernaron antes, sobre todo teniendo en cuenta, desde el comienzo de la genealogía del Estado, siguiendo su secuencia, particularmente cuando se constituye materialmente a través de la revolución nacional, es que antes se contaba con una arquitectura estatal estructurada jurídica, política e institucionalmente, en cambio, ahora, no se cuenta sino con las ruinas de un Estado desmoronado, derrumbado.

Realmente no existe la posibilidad de enseñoramiento efectivo, salvo en las apariencias manifiestas que otorgan las ceremonialidades del poder, la sumisión de la burocracia de funcionarios y la masa elocuente de llunk’us. Esta ilusión de poder va a continuar mientras el pueblo siga el juego de la dialéctica del amo y el esclavo, también de la dialéctica del verdugo y la víctima.

 

Dialéctica de la modernidad

No solo hay una modernidad, sino muchas. Para resumir y esquematizar, con el propósito pedagógico de ejemplificar, hablaremos interpretativamente y teóricamente de una dualidad, si se quiere, ilustrativamente, de una dialéctica de la modernidad, lo que denominaban dialéctica del iluminismo Adorno y Horkheimer.

En la crítica de la civilización moderna, que desenvolvimos y expusimos en distintos ensayos, hicimos hincapié en el aspecto destructivo de la modernidad, aunque, de vez en cuando, hacíamos notar que también había otro aspecto de la modernidad, más bien, de apertura y vertiginoso, cuando todo lo sólido se desvanece en el aire, haciendo paráfrasis de una frase de Marx que, a su vez, hacia paráfrasis a un enunciado que se encuentra en La tempestad de Shakespeare. Si olvidamos este otro aspecto de la modernidad es porque la negatividad destructiva parece preponderar desmesuradamente, sobre todo en los períodos de la modernidad tardía. Sin embargo, no podemos olvidar que la modernidad nace como ilustración, como crítica de la razón y como razón crítica, además como liberación de las potencias sociales, en el contexto histórico, social y cultural de este acontecimiento, el del iluminismo.

Vamos a usar la dialéctica de la ilustración de manera metafórica. Entonces diremos que el momento crítico de la modernidad es contrapuesta por la negatividad del momento opuesto, el de la legitimación. La astucia de este otro momento negativo no radica en que se opone directamente a la ilustración, a la crítica demoledora, sino que usa los recursos de la ilustración y la crítica para amortiguar y limitar sus efectos, si se quiere para docilizar y domesticar la propia ilustración iluminista y la propia crítica demoledora.

Esta merma, este sabotear por dentro a las potencialidades y posibilidades de la ilustración, resultan en plegamientos conservadores de la modernidad. La genealogía constante de este socavamiento conservador, respecto de la vertiginosidad transformadora de la modernidad, termina imponiendo una ruta regresiva, para después convertirse en una ruta conservadora a secas y destructiva. La historia dramática de la modernidad nos muestra el camino sinuoso de una modernidad iluminista saboteada por una modernidad artera, regresiva, retardataria y bizarra, que lleva a las tragedias demoledoras, conocidas en la historia del siglo XX, incluso antes, desde el siglo XVI, como anticipando, desde los comienzos mismos del sistema mundo moderno, emergido de la colonización, avanzando compulsivamente a la destrucción planetaria.

En este transcurso sinuoso de la dialéctica de la modernidad aparecen ilustraciones acortadas, limitadas, barrocas, donde se conjuga una combinación perversa entre crítica, por cierto controlada y acotada, y señoríos teóricos autoritarios. Una de estas ilustraciones barrocas es el marxismo, que, desde sus fuentes mismas, ya preñadas de autoritarismo teórico, ha venido desenvolviéndose como una arqueología de un saber crítico que sabotea su propia capacidad crítica, y una genealogía que marcha indetenible a un autoritarismo descomunal, que adquiere la forma de un dogmatismo, por lo tanto, no saber, vaciado de los antiguos contenidos iluministas olvidados. El marxismo, paradójicamente, siendo crítica de la ideología, derivó en una ideología, que, en el presente, dice muy poco para ser instrumento apropiado en la lucha por las liberaciones múltiples.

En el contexto de la crisis ecológica, que amenaza la sobrevivencia humana, de la crisis de la civilización moderna, que devino sistema mundo cultural de la banalidad, de la crisis del sistema mundo capitalista, dominado por el capitalismo financiero, especulativo y extractivista, se requiere de un iluminismo del iluminismo, de una ilustración de la ilustración, ya convertida en un oscurantismo, se requiere de una crítica de la crítica. Es más, se requiere de la reinserción de las sociedades humanas a los ciclos vitales planetarios; se requiere de la clausura del  horizonte de la modernidad y de la apertura a otros horizontes civilizatorios; se requiere salir del círculo vicioso del desarrollo, que no es otra cosa que la marcha fúnebre de la muerte de los ecosistemas; se requiere salir del círculo vicioso del poder, de la genealogía de las dominaciones polimorfas. Estos requerimientos no se pueden dar sin la participación plena de los pueblos y las sociedades, pero esta participación requiere, a su vez, de una deconstrucción crítica, de una descolonización plena, de la diseminación de los dispositivos autoritarios, de los discursos señoriales portadores de la verdad revelada, de los ateridos patriarcalismos.

 

 

El chantaje culturalista

Hay un estilo de discurso político que acompaña y acompañó a los regímenes neopopulistas, por cierto, comprometidos hasta la médula con el modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente; encubriendo a las empresas transnacionales extractivistas, que saquean los recursos naturales de las periferias del sistema mundo capitalista; este discurso se esmera por demostrar su “autoctonía”. Para tal efecto se inviste de los símbolos y los ropajes de pretendida “ancestralidad”; se esfuerza por mostrar la pervivencia, encarnada en estos políticos, de un “pensamiento propio”, que data desde los abuelos y más remotamente. En sus discursos hacen gala de términos simbólicos, culturales y lingüísticos, supuestamente heredados, empero nunca desarrollan la idea, la composición desenvuelta del “pensamiento propio»; queda esta emisión propagandística como un resumen corto, atiborrado de títulos y subtítulos, sin sus respectivos contenidos.

 

El pensamiento existe como propiedad intrínseca corporal, conformado y configurado por procesos culturales locales, nacionales, regionales y mundiales entrelazados. No olvidemos que la cultura se constituye como autorreferencia respecto a otras culturas, entonces tiene una relación heterorreferente con el universo cultural. La cultura es un sistema de interpretación y comunicación, de memoria colectiva y de constitución intersubjetiva, un sistema dinámico de saberes en acción, también en reserva. Las sociedades ancestrales y antiguas nacen en las culturas iniciales y desde las culturas inaugurales nombran al mundo. La modernidad ha fragmentado, incluso, en algunos casos, diseminado las culturas nativas, al colonizar a los pueblos aborígenes. Ha vuelto a reunir estos fragmentos en un bricolaje folclórico; de esta manera el sistema mundo moderno pretende presentarse como multicultural. Empero, a pesar de la fragmentación y diseminación cultural, los sistemas culturales, ancestrales y antiguos, no han desaparecido, se encuentran como configuración inscrita en la conjunción gramatológica de las huellas hendidas en la memoria social. Para que emerja esta memoria se requiere de la liberación de la memoria y la potencia social, encriptadas.

El pensamiento no existe por sí solo, como entelequia, esto sería no solamente ingenuo, sino que denota el acto de cosificación y fetichización ideológico. Esto corresponde a una recolonización enmascarada y disfrazada de “autoctonía” al servicio del despliegue recurrente de la colonialidad y de la geopolítica del sistema mundo capitalista. El pensamiento existe porque los seres humanos piensan, activan la facultad corporal del pensar, contenida en la fenomenología de la percepción. El pensamiento es propio cuando los seres humanos asumen el acontecimiento de la vida como problemática y desafío, inmiscuyéndose en la experiencia social del acontecimiento, padeciendo y gozándolo, construyendo interpretaciones, narrativas y teorizaciones. En cambio, el pensamiento propio no acaece cuando se imitan conformaciones ideológicas preestablecidas, difundidas por aparatos ideológicos y por dispositivos mediáticos, machacadas balbuceantemente por políticos pajpak’us. Tampoco cuando se folcloriza, cuando ocurre esto se disminuye la potencia cultural, inscrita en la memoria social, a la banalidad de una mística posmoderna. En este caso hay flojera de trabajar en serio en la emergencia, actualización y construcción del pensamiento propio.

Los “gobiernos progresistas» han manipulado los símbolos culturales con el objetivo de legitimación de la forma de gubernamentalidad clientelar, con esta actitud artera vacían de contenido a los símbolos, a las alegorías simbólicas, a los sistemas culturales, que no dejan de ser dinámicos. Los “gobiernos progresistas» han manipulado los nombres y categorías del socialismo, que es una utopía, vaciándola de contenido, con la finalidad de legitimación del modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente, que practican. Los “gobiernos progresistas» han manipulado los conceptos comunitarios, vaciándolos de sus contenidos subversivos y ecológicos, buscando la legitimación del despliegue recolonizador de las políticas neopopulistas.

 

Hipótesis sobre el pensamiento propio

La ciencia, la filosofía, el pensamiento antiguo, que, obviamente no podemos homogeneizarlo, tuvieron como referencia, también como problema, a los llamados elementos, el agua, la tierra, el aire y el fuego. Esta referencia puede variar en sus señalamientos, idiomáticamente y culturalmente, incluso pueden variar en su número los elementos de referencia, sin mencionar todavía al quinto elemento, más bien, abstracto, indefinido e indeterminado, que Alexandro de Mileto denominaba ápeiron, que viene a ser el arché, el origen. En otras palabras, las sociedades antiguas han concebido el cosmos a partir de los elementos, por lo tanto, de cómo se combinan y componen los elementos conformando así el mundo. Las interpretaciones de cómo ha acontecido y acontece varían según culturas y escuelas; es en esta variación donde podemos compararlas y atender a sus analogías y diferencias, obteniendo la singularidad de sus cosmovisiones.

En el continente de Abya Yala, antes de las oleadas de conquista y de las oleadas de colonización, las sociedades antiguas del quinto continente configuraron cosmovisiones propias, adecuadas a la experiencia social, territorial y cultural vivida por los pueblos nativos. Las narrativas simbólicas, las alegorías y mitologías continentales sostienen, por así decirlo, narrativas interpretativas singulares, que conjugan clasificaciones, taxonomías, medidas y magnitudes, observadas y calculadas, cósmicas y terrestres, aplicadas a la agricultura, con interpretaciones sobre los orígenes del fuego, del agua, de la tierra y, también, dependiendo de la figura metafórica, del aire. También los mitos continentales se refieren al origen de la recolección y de la caza, al origen de los instrumentos de caza y de las armas, al origen de la agricultura, así como al origen de la artesanía, también al origen de la cocina, de la culinaria y de la mesa. Se podría decir, como lo expresa Claude Lévi- Strauss, de alguna manera, que se trata de una consciencia de la naturaleza y de la cultura. No dijimos, a propósito, consciencia de la diferencia entre naturaleza y cultura, que es lo que termina estableciendo la antropología estructural, puesto que, más bien, puede darse una conjunción dinámica entre naturaleza y cultura en las sociedades precolombinas de Abya Yala.

El término pacha, en aymara y en quechua, alude precisamente a esta conjunción dinámica entre naturaleza y cultura. Se ha interpretado, por intelectuales andinos, que pacha expresa la dualidad del espacio y tiempo, aproximando el concepto pacha al concepto del tejido espacio-tiempo de la física relativista y cuántica. Se trata de interpretaciones contemporáneas. También, desde la antropología, se ha interpretado pacha como dualidad complementaria, la dualidad que mueve y conmueve la organización social del ayllu. Se trata de otra interpretación, que compartimos en ensayos anteriores al colectivo Comuna y durante la actividad de este colectivo. Lo que nos interesa ahora es proponer hipótesis interpretativas de la constitución del pensamiento en las sociedades antiguas precolombinas. Es distinto a hablar de la constitución del pensamiento propio después de la conquista y la colonización, abarcando los períodos coloniales y los periodos republicanos, hasta llegar a nuestros días, cuando se busca recuperar el pensamiento propio o, desde otra perspectiva, construir el pensamiento propio, teniendo en cuenta la remoción arqueológica de los saberes.

Volviendo a la conjunción de naturaleza y cultura, la hipótesis retoma esta premisa y propone que para las sociedades precolombinas la cultura es una continuidad de la naturaleza, para decirlo de ese modo, usando términos conocidos en la ciencias humanas y sociales, que se remiten a la physis y a la noesis de la filosofía griega. Entre cultura y naturaleza se pliegan y despliegan tejidos fácticos y tejidos sociales, ligazones prácticas y ligazones imaginarias. Todo un entramado de conexiones, articulaciones, metamorfosis y transformaciones, pasando por adaptaciones y adecuaciones, conllevando equilibraciones. Entonces se entiende que los mitos se remitan no al origen del humano sino a la anterioridad de la aparición humana, de la aparición de la gente, es decir, se remite a la anterioridad de las plantas y animales, de la tierra, de los bosques, de las montañas, de las aguas, por cierto, de los ríos, se remite a la anterioridad de las estrellas, del sol y la luna. Es de esta anterioridad que los humanos aprenden. No hay pues humanos sino devenir planta, devenir animal, devenir humano. Metamorfosis.

La segunda hipótesis propone que este devenir naturaleza y devenir cultura es el substrato de la experiencia social, colectiva y comunitaria, así como de las memorias de los pueblos nativos, dando lugar a la emergencia de imaginarios culturales y formaciones expresivas simbólicas y narrativas, que se estructuran a partir de la idea de ciclo. Pacha Kuty, en quechua, significa gran cambio o trastorno en el orden social y político, sinónimo también de cataclismo. Pacha Kuty, en tanto tiempo y espacio, implica regreso, kuty, a la pacha, al espacio y tiempo, a un nuevo ciclo cósmico, también social, que puede interpretarse como de alcance civilizatorio. Entonces, la idea de ciclo es primordial en la cosmovisión andina.

El término pacha tiene variadas connotaciones, se usa para referirse al gobierno territorial, entendiendo territorio en su acepción espacio temporal, como movimiento, cuando se nombra Pacha Kamaq. Aunque también tiene una connotación cósmica al referirse a la causa de la creación. Así mismo tiene connotaciones catastróficas cuando se refiere a cataclismos, como terremotos, cuando se menciona pacha kuyuy. Del mismo modo, adquiere el significado de luz universal, cuando se habla de pacha k’anchay. En un sentido específico se remite a la madrugada, cuando se dice pacha paqariy. Abriéndonos a más connotaciones del pacha también significa época, es decir, ciclo largo; otra connotación es mundo; con mayor alcance, universo, cosmos. Pacha, entonces, es un término polisémico, abierto a connotaciones múltiples, dependiendo del uso práctico o teórico del lenguaje; empero, este mapa semántico, tiene como un núcleo de sentido, si se quiere de sentido inmanente, este sentido es el de la configuración de ciclo.

La tercera hipótesis se propone una búsqueda retrospectiva a partir de un hito histórico, donde se persigue precisamente el retorno a los dioses, un movimiento de resistencia contra la conquista y la colonización, dado en el siglo XVI, llamado Taki Unquy, que hemos interpretado, en ensayos anteriores, como el camino de retorno a los dioses, pero cuya traducción puede significar canto de la enfermedad o enfermedad del canto. Taki, en quechua, se traduce por canto, takina significa canción; pero, takillpa quiere decir talón, taklla, cuando se encuentra en chaki taklla, significa arado de pie. Quizás por esta connotación taki también se comprende como camino, en su expresión, mas bien, alegórica. En todo caso, la aproximación de canto y camino viene a ser altamente significativa de manera metafórica.

Entonces, este retorno a los dioses es el retorno a las huacas, a las deidades andinas, abandonadas desde la conquista, cuando se impuso la religión cristiana, exigiendo la fe monoteísta. Es el retorno al politeísmo y, se quiere, al animismo, aunque mejor suena al panteísmo. En consecuencia, podemos encontrar un substrato politeísta en el pensamiento andino. Hemos dicho que se trata de un pensamiento del devenir, ahora decimos que, en todo caso, se trata de un pensamiento plural más que dualista, que es lo que establecen las interpretaciones conocidas académicas. Por lo tanto, no se trata tanto de complementariedad dual sino de complementariedad plural. Se trata de la armonía no solo, volviendo a la exposición inicial, de los elementos primordiales, sino de la armonía o sincronía de los distintos ciclos vitales.

La cuarta hipótesis propone la concepción de un movimiento circular, que no necesariamente es el ciclo, pues se trata de la forma circular, también esférica, así como de remolino; estas son las connotaciones del término muyu, que significa círculo, también, en otra connotación, fruta. Muyuchay quiere decir redondear, muyuchiy hacer girar, muyupayay merodear, en tanto que muyuq wayra significa torbellino. Las implicaciones prácticas de esta concepción del movimiento circular son múltiples en la vida social de las comunidades, por ejemplo, la rotación de mandos en el ayllu.

La quinta hipótesis propone la concepción de la reciprocidad o ayni. Esta reciprocidad tiene que ver, desde una mirada interpretativa más amplia y más profunda con lo que la antropología de Marcel Mauss denomina don o circulación del don. Aunque los estudios etnográficos de Mauss se localizan en la polinesia, en Samoa, en Maorí, en las islas Andamán, en Melanesia, en Nueva Caledonia, en Trombriand, en América del Norte y, a través de los estudios de Bronislaw Malinowski, se basó en el intercambio del kula, la institución del Potlach, Dominique Temple aplicó el concepto de reciprocidad a las regiones andinas, amazónicas, del Caribe y México, ampliando ostensiblemente la geografía de irradiación de la circulación del don y de la complementariedad de la reciprocidad.

La sexta hipótesis propone la concepción transversal de la complementariedad, que mueve el cosmos, el mundo, que mueve a las sociedades y comunidades. La complementariedad integra, armoniza y sincroniza.

La séptima hipótesis es propiamente filosófica, para decirlo de esa manera. Propone la sabiduría a partir de la comprensión mediante la noción, yacha, en quechua. Sabiduría, yachay, que se logra a través del aprendizaje, yachaqay, y la enseñanza, yachachiy. El aprendizaje requiere de la experiencia de recorrer el camino de la sabiduría; este camino es el de la intuición, de la comprensión, del entendimiento y del conocimiento de la complejidad de las dinámicas integrales y de los ciclos de la pacha.

Ahora bien, estas son meras hipótesis prospectivas, en el boceto de un análisis retrospectivo del pensamiento propio ancestral de las sociedades y comunidades precolombinas de Abya Yala. Se requiere contrastarlas mediante investigaciones multidisciplinarias, no sólo etnohistóricas, pues no son suficientes, sino arqueológicas, también semiológicas, como las que se dieron respecto a la lengua maya, logrando descifrar los códigos binarios de la escritura jeroglífica maya, escritura silábica. Los códigos de la escritura maya, las formas de expresión, son parecidas a las inscripciones de Tiwanaku.

Ahora bien, estudiar y abordar el pensamiento propio después de la conquista y la colonización, requiere de otro enfoque que, aunque incorpore el enfoque sobre el pensamiento propio ancestral, amerita desplazamientos que abarquen los trastocamientos civilizatorios y culturales dados durante los periodos coloniales y los periodos republicanos. Así como abordar la tarea del pensamiento propio en la actualidad requiere de una evaluación crítica de los movimientos de descolonización y de liberación dados durante el siglo XX y principios del siglo XXI. No hacerlo, equivale a renunciar al pensamiento propio y optar por la impostura demagógica de la ideología neopopulista, indigenista, no indianista, que implica radicalidad; ideología que degrada, vacía contenidos, banaliza, folcloriza y termina subsumiendo y subordinando los actos, las expectativas y las pretensiones a nuevos procesos de recolonización.

 

 

La actualidad de Sergio Almaraz Paz

 

Almaraz 

 

 

Una arqueología del pensamiento propio

José Luis Saavedra escribe el ensayo El legado ético y político del pensador revolucionario Sergio Almaraz. El ensayo se basa en el testimonio del hijo de Sergio; entonces, comienza con la entrevista a Alejando Almaraz. En el resumen, el autor de la remembranza y el análisis de la trayectoria y proyección del intelectual crítico expresa lo siguiente:

En el presente ensayo procuramos destacar y patentizar las matrices primordiales del pensamiento de Sergio Almaraz y lo hacemos tanto en relación con el tiempo que le cupo vivir, como con las proyecciones de su pensamiento en el actual decurso del proceso político boliviano. Así, no sólo nos interesa hacer una rememoración más o menos reflexiva de lo que ha sido y es el pensamiento de Almaraz, sino también relievar sus repercusiones y significaciones frente a los desafíos del tiempo presente.

En el cometario a este ensayo sobre el legado ético y político de Sergio Almaraz vamos a retomar las preguntas que se hace José Luis Saavedra, sobre todo una, particularmente la relación afectiva y pasional, además de intelectual, de Sergio Almaraz Paz con los recursos naturales. Lo que viene es una reflexión analítica de uno de los decursos de la obra de Sergio Almaraz, tomando como referente el ensayo comentado.

 

Actualidad

¿Se puede decir que ser actual es ser en el tiempo? ¿Es como actuar en el tiempo en el momento presente, en todos los presentes? ¿Es estar presente en el tiempo? Aunque ya no creemos, por así decirlo, en el tiempo absoluto, tampoco en el espacio absoluto, pues consideramos, mas bien, el tejido del espacio-tiempo como condición de posibilidad de las dinámicas del universo y el multiverso, usamos el término y el concepto de tiempo como figura ilustrativa.

Cuando la presencia intelectual de un autor permanece en el tiempo, se prolonga, se hace presente, lo que ha dicho y escrito tiene validez para abordar los problemas del presente. Esta es la actualidad de Sergio Almaraz Paz. El pensamiento de Sergio Almaraz es actual ante la persistencia dilatada del modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente. Andrés Soliz Rada decía que Almaraz era como el detective no pagado de la defensa de la nación. Sergio Almaraz Paz es conocido como el defensor de los recursos naturales; consideraba que los recursos naturales son el substrato material de la nación. Substrato material asociado al substrato social y colectivo del pueblo. La consigna fue recuperar los recursos naturales para el país, recursos que se encontraban en manos de las empresas transnacionales extractivistas. El destino de la nación está vinculado a la posibilidad de esta recuperación. Los recursos naturales son como la materialidad vital de la formación económico-social e histórica, formación social expuesta al dramatismo de la historia de la vorágine capitalista. La dependencia es pues la tragedia del país.

Para Sergio Almaraz los recursos naturales están asociados a la independencia del Estado-nación y a la posibilidad de edificar un Estado-nación autónomo e independiente. La nacionalización de los recursos naturales y de las empresas trasnacionales extractivistas tiene inmediatamente efectos estatales, tienen que ver con la formación de la consciencia nacional, como decía René Zavaleta Mercado, además de la constitución de un Estado-nación propio. Por esta razón Sergio Almaraz Paz postulaba también la nacionalización del mismo Estado y del mismo gobierno, pues el Estado se encontraba en manos de la oligarquía entreguista, bajo el mando de un gobierno subordinado al imperialismo.

Interpretando, desde la actualidad, el momento presente de este escrito, Petróleo en Bolivia y El poder y la caída, dos libros de Sergio Almaraz Paz anteriores a Réquiem para una república[2], podemos decir que en Almaraz encontramos una concepción articulada del mundo entre los recursos geológicos y la formación económico-social. En esta concepción integradora de lo geológico y lo social el intelectual crítico y comprometido, militante de la liberación nacional, concibe la construcción del Estado-nación como soberanía nacional y autonomía social, frente al saqueo de Bolivia.

¿Cómo se subjetivan los recursos naturales convirtiéndose en el contenido de la narrativa nacional-popular? ¿De qué manera se vuelven concepto cardinal de la interpretación de la formación-económico-social del capitalismo dependiente? A propósito, se puede sugerir la hipótesis dialéctica de que la consciencia nacional recupera la materia exteriorizada, extrañada y externalizada, que son, los recursos naturales. Al hacerlo, esta materia recuperada por la consciencia, en forma de concepto, comienza su devenir en voluntad del sujeto social.

Esta hipótesis dialéctica es ya parte de la narrativa teórica del discurso nacional-revolucionario. Pero ¿qué hay de la correspondencia entre hipótesis y realidad? ¿Qué hay entre la correspondencia entre discurso teórico y realidad efectiva de la formación-económico-social? En la historia efectiva se puede decir que se trata de la crisis política en la periferia de la geopolítica del sistema-mundo capitalista, donde se distribuyen las formas singulares del capitalismo dependiente. Crisis política, montada sobre la crisis económica generada por la dependencia, crisis que hace emerger la crisis social. Son pues las multitudes las que toman consciencia y se rebelan contra la dominación imperialista y el saqueo de Bolivia. Observando la cronología del acontecimiento político, se puede decir que la intelectualidad crítica denuncia y devela los engranajes del saqueo, crítica antecedida por la rebelión social. Es el proletariado minero que da los primeros pasos en esta rebelión contra el saqueo de Bolivia; saqueo que viene asociado a la explotación del proletariado. Las masacres son las respuestas del gobierno de la oligarquía minera, los “Barones del estaño”; después las masacres van a continuar con las dictaduras militares. La intelectualidad crítica y el proletariado organizado sintonizan y se lanzan a la lucha por la liberación nacional.

Esta breve descripción, sucinta, del acontecimiento político, en cuestión, la relativa a la genealogía del poder en Bolivia, un tanto esquemática para ilustrar, ayuda a contrastar la hipótesis teórica del nacionalismo revolucionario. ¿A dónde vamos con esta contrastación? No se trata de verificar o, en su caso, falsar la hipótesis, como en una investigación empírica, se trata de comprender el devenir sujeto de los recursos naturales en la narrativa del discurso del nacionalismo revolucionario. Sabemos que este devenir sujeto acontece en la experiencia cognitiva, por así decirlo, del intelectual crítico. Es, entonces, en el transcurso de la construcción de la interpretación crítica donde acontece el devenir sujeto de los recursos naturales; acontece metafóricamente. Ocurre como si los recursos naturales experimentasen inmediatamente, como sujeto natural, sufrieran, la extracción y la explotación de su materialidad geológica. Es más, ocurre como si explotasen como dinamitas en la consciencia crítica del nacionalismo revolucionario.

En pocas palabras, se produce una metaforización de los recursos naturales, acompañada por una metamorfosis simbólica, aunque ésta sea imaginaria, es decir, ideológica, dándose lugar en la narrativa nacional-popular. En contraste, se puede decir, que lo que sí acontece en el plano de intensidad económico es la acumulación originaria de capital, por despojamiento y desposesión, y la acumulación ampliada de capital, por explotación técnica y económica de los recursos naturales, reducidos a materias primas, produciéndose su transformación en las cadenas productivas, acompañadas por la valorización del valor en la metafísica económica. La narrativa del nacionalismo revolucionario es pues una disposición abierta a la lucha por la recuperación de los recursos naturales para la nación, además de dispositivo de las prácticas discursivas y de acción en el combate contra la dominación imperialista y el saqueo de Bolivia. Ahora bien, siendo Sergio Almaraz Paz marxista, conecta y articula la formación de la consciencia nacional con la formación de la consciencia de clase; en otras palabras, el paso de la consciencia en sí de clase a la consciencia para sí de clase está vinculado al paso de la consciencia en sí nacional a la consciencia para sí nacional. La lucha de liberación nacional está asociada a la lucha de clases.

En la actualidad, en el momento presente, en la coyuntura de transición, después de la implosión del gobierno clientelar del neopopulismo del siglo XXI, la problemática tratada por Sergio Almaraz sigue vigente. El modelo colonial extractivista se encuentra en una expansión inusitada, primero por la implantación del ajuste estructural del periodo neoliberal; después, continuando el modelo extractivista, de manera paradójica, por el llamado “gobierno progresista”, que implementa lo que Eduardo Gudynas llama el neo-extractivismo progresista; seguidamente, por el gobierno de la “transición” interminable, que extiende de manera descarnada, manifestando un barroco neoliberal, una combinación saturada de neopopulismo y neoliberalismo. No solamente se hallan comprometidos los recursos naturales minerales, sino también los recursos naturales hidrocarburíferos, además, y esto es nuevo, otros recursos naturales, ahora explotados, por el desarrollo de la agroindustria y la técnica de la manipulación genética, es decir, los transgénicos. Como nunca los bosques de la Amazonia, del Chaco y también de los valles, están amenazados a desaparecer. En la etapa tardía del ciclo del capitalismo vigente, que contiene al ciclo del capitalismo dependiente, en las periferias de la geografía política del sistema-mundo capitalista, el modelo extractivista ha adquirido una demoledora expansión e intensidad, empleando tecnología de punta y recurriendo a la técnica de la biología molecular, utilizada en la manipulación genética, con el objeto de la acumulación ampliada del capital, en plena fase de la dominancia del capitalismo financiero, especulativo y extractivista.

 

El hombre rebelde

No es desconocido que Sergio Almaraz Paz era camusiano. Lo expulsaron del Partido Comunista de Bolivia, además, después de acusarlo de nacionalista, por leer más Albert Camus y menos a Fedor Vasilévich Konstantinov[3]. Esta influencia se nota en Réquiem para una república, libro dedicado a la crítica del periodo de la revolución nacional (1952-1964). En el capítulo El tiempo de las cosas pequeñas cita o hace paráfrasis a Camus:

Lo difícil en efecto es asistir a los extravíos de una revolución sin perder la fe en la necesidad de ésta… Para sacar de la decadencia de las revoluciones lecciones necesarias, es preciso sufrir con ellas, no alegrarse de esta decadencia.

 

En El hombre rebelde, Allbert Camus escribe:

En nuestra prueba cotidiana la rebelión desempeña el mismo papel que el «cogito» en el orden del pensamiento: es la primera evidencia. Pero esta evidencia saca al individuo de su soledad. Es un lazo común que funda en todos los hombres el primer valor. Yo me rebelo, luego nosotros somos.

 

En el capítulo citado de Réquiem para una república, Sergio Almaraz Paz escribe:

El gobierno del Movimiento Nacionalista Revolucionario antes de su caída vivía el tiempo de las cosas pequeñas. Una chatura espiritual lo envolvía todo. Un semanario partidario, un año más tarde, se expresaría en una frase: “Laicacota, sepelio de tercera clase para una revolución arrodillada”. Un gobierno vencido de antemano por la desilusión y la fatiga no podía resistir. Estaba solo. En las cuarenta y ocho horas que precedieron a su caída tuvo que pagar agravios y errores. El pueblo quedó expectante, atrapado por una sombría duda. Abandonado por sus dirigentes, él también estaba solo. Nunca la historia de Bolivia tocó tan desmesuradamente los extremos de la lógica y el absurdo. En Laicacota se disparó sobre el cadáver de una revolución.

Ésta es la síntesis de la evaluación de la revolución nacional (1952- 1964). En este párrafo se expresa la lucidez de Almaraz, el intelectual crítico, el hombre rebelde. En este caso, la rebelión es también contra lo absurdo. Como en Camus lo absurdo es la contradicción misma; pero esta contradicción, inherente a la decadencia de la revolución, tiene su explicación en el tiempo de las cosas pequeñas:

El impulso constructor de la revolución estaba muerto. La revolución fue achicándose hasta encontrar las medidas señaladas por los americanos, cuyas proporciones las descubrieron a su vez en la propia miseria del país. Se consideraba posible hacer la revolución sirviéndose de su dinero. “Alianza para el Progreso” armonizando con esta filosofía mostraba sus abalorios: una letrina, una posta sanitaria o motocicletas para la policía. Era el tiempo de la menor resistencia. El tiempo de las cosas chicas, “sensatas y realizables”, como se repetía a menudo.

La historia sería simple si los avances y retrocesos respondieran exclusivamente al juego alternativo de gobiernos revolucionarios y contrarrevolucionarios. La revolución desde el gobierno también puede capitular con retrocesos lentos, a veces imperceptibles. Una pulgada basta para separar un campo del otro. Se puede ceder en esto o aquello, pero un punto lo cambia todo; a partir de él la revolución estará perdida. Por esto suena falsa la proclamación de la irreversibilidad de la historia cuando se confunde la totalidad del proceso con una de sus áreas particulares. Bolivia no volverá, efectivamente, a 1952; en este sentido la totalidad de la historia es irreversible, pero no se debe abrigar la menor duda acerca de que la desnacionalización de las minas está en marcha; en este otro sentido, el retroceso ha sido fácil y posible. La revolución boliviana se empequeñeció, y con ella sus hombres, sus proyectos, sus esperanzas. La política se realiza a base de concesiones, y entre éstas y la derrota no hay más que diferencias sutiles. ¿Cuándo se tomó el desvío que condujo a la capitulación? Previamente debiera interrogarse: ¿los conductores estaban conscientes de que capitulaban, se dieron cuenta de que llegaron a aquel punto desde el que no hay retorno posible?

 

Esta reflexión puede aplicarse en el momento presente, teniendo en cuenta, claro está, el cambio de contexto, con referencia al llamado “proceso de cambio”, salvando las diferencias, pues en este caso no hubo una revolución, sino que ésta se suplantó por una comedia, como decía Karl Marx en El 18 de brumario de Luis Bonaparte. A diferencia de la revolución nacional, el “proceso de cambio” arrancó, casi desde un principio, con el tiempo de las cosas pequeñas, con el retroceso sinuoso, cruzó cuatro veces el límite, pasado el cual, el “gobierno de los movimientos sociales” se enfrentaba al pueblo. Primero ocurrió con la crisis del “gasolinazo”, cuando se constataba la marcha regresiva del proceso de desnacionalización de los hidrocarburos con la aprobación de los Contratos de Operaciones; después, más grave aún, con el conflicto del TIPNIS, desenmascarando el carácter anti-indígena del “gobierno progresista”. El tercer cruce del límite ocurrió en la crisis del Código Penal, cuando el gobierno clientelar quiso imponer una ley inquisidora que criminalizaba la protesta y la movilización; por último, el cuarto cruce del límite aconteció de manera lenta y dilatada, con el sistemático desmantelamiento de la Constitución y la destrucción minuciosa de la democracia.

El hombre rebelde, el intelectual crítico, Sergio Almaraz Paz, elabora su crítica y activa su militancia en defensa de los recursos naturales, por el país, por el proletariado, por el pueblo, desde la dramática experiencia del saqueo y desde el acto heroico del proletariado y del pueblo contra la dominación de las genealogías de las oligarquías y la irrupción perdurable del imperialismo.

En El hombre rebelde, Albert Camus dice que la insurrección humana, en sus formas elevadas y trágicas no es ni puede ser sino una larga protesta contra la muerte; en otras palabras, el rebelde defiende la vida, incluso aunque lo haga de una manera paradójica, inmolándose, entregándose en el acto heroico, que dona su cuerpo por amor a la vida, a los humanos, al pueblo, al proletariado, a los ciclos vitales, integrados y armonizados, del Oikos, del planeta Tierra. Pero, la rebelión misma es paradójica:  

El rebelde no quería, en principio, sino conquistar su ser propio y mantenerlo frente a Dios. Pero pierde la memoria de sus orígenes y, en virtud de la ley de un imperialismo espiritual, helo en marcha hacia el infinito. Ha arrojado a Dios de su cielo, pero el espíritu de rebelión metafísica se une entonces francamente al movimiento revolucionario; la reivindicación irracional de la libertad va a tomar paradójicamente como arma la razón, único poder de conquista que le parece puramente humano. Una vez muerto Dios quedan los hombres, es decir, la historia que hay que comprender y edificar. El nihilismo que en el seno de la religión sumerge entonces a la fuerza creadora sólo agrega que se la pueda construir por todos los medios. A los crímenes de lo irracional, el hombre, en una tierra que sabe en adelante solitaria, va a reunir los crímenes de la razón en marcha hacia el imperio de los hombres. Al «me rebelo luego existimos», agrega, meditando prodigiosos designios y la muerte misma de la rebelión: «Y existimos solos»[4].

También la revolución es paradójica, sobre este acontecimiento político, altamente intenso, hay que anotar la diferencia entre rebelión y revolución, Albert Camus se expresa con claridad:

El espíritu revolucionario se encarga así de la defensa de esa parte del hombre que no quiere inclinarse. Sencillamente, trata de dar su reino en el tiempo. Al rechazar a Dios elige la historia, en virtud de una lógica aparentemente inevitable[5].

Y un poco después, Camus escribe:

El movimiento de rebelión, en su origen, se interrumpe de pronto. No es sino un testimonio sin coherencia. La revolución comienza, por el contrario, a contar de la idea. Precisamente, es la inserción de la idea en la experiencia histórica, en tanto que la rebelión es solamente el movimiento que lleva de la experiencia individual a la idea. Mientras que la historia, incluso la colectiva, de un movimiento de rebelión es siempre la de un compromiso sin salida en los hechos, de una protesta oscura que no compromete sistemas ni razones, una revolución es una tentativa para modelar el acto sobre una idea, para encuadrar al mundo en un marco teórico. Por eso es por lo que la rebelión mata hombres en tanto que la revolución destruye a la vez hombres y principios. Pero, por las mismas razones, se puede decir que todavía no ha habido revolución en la historia. No puede haber en ella más que una, que sería la revolución definitiva. El movimiento que parece terminar el rizo inicia ya otro nuevo en el instante mismo en que el gobierno se constituye. Los anarquistas, con Varlet a la cabeza, han visto bien que gobierno y revolución son incompatibles en sentido directo. «Implica contradicción – dice Proudhon – que el gobierno pueda ser alguna vez revolucionario, y ello por la sencilla razón de que es gobierno». Hecha la prueba, añadamos a eso que el gobierno no puede ser revolucionario sino contra otros gobiernos. Los gobiernos revolucionarios se obligan la mayoría de las veces a ser gobiernos de guerra. Cuanto más se extienda la revolución tanto más considerable es lo que se arriesga en la guerra que ella supone. La sociedad salida de 1789 quiere luchar por Europa. La nacida de 1917 lucha por el dominio universal. La revolución total termina así reclamando, ya veremos por qué, el imperio del mundo[6].

 

Haciendo melodía con la tonalidad camusiana, Sergio Almaraz Paz, en el capítulo Cementerios mineros, escribe:

El locus económico de la minería es la transferencia unilateral de la riqueza, lo que en otras palabras significa que Bolivia queda inerme en el polo de la miseria. Esta condición debe entenderse como el empobrecimiento físico del país que un día no tendrá nada más que sacar de su subsuelo, como ya sucedió con la plata y en parte con el estaño, y en función de una aniquilante dinámica de la miseria y de la violencia que no llega a la destrucción total, pero produce la invalidez. Hay una diabólica fatalidad: el estaño a tiempo de darse destruye a los que lo toman. Y no es que mueran precisamente sepultados en un socavón, la muerte está organizada burocráticamente para admitir este desenlace imprevisto y violento. La acción depredadora no proviene de la naturaleza si no, mas bien, de los hombres, así residía que la silicosis y la tuberculosis son aliados de un sistema. La pérdida de la riqueza con ser inevitable engendra una especie de fatalismo. ¡Los bolivianos son tan increíblemente modestos en sus demandas! Y tienen que serlo, la historia no transcurre en vano, hay demasiadas minas agotadas, demasiados socavones silenciosos, demasiados muertos para alimentar futilidades sobre el futuro. En el norte chileno hay cementerios inexplicables. De pronto surgen en plena pampa sin rastros de poblaciones próximas. Es como si se hubieran dado cita para hacerse notar solamente ellos. Se los defiende contra las arenas del desierto lo que da cierta idea de consideración por ellos. En otro tiempo había calicheras y poblaciones de trabajadores, pero tuvieron que partir y se llevaron todo, hasta los techos y las paredes de los campamentos. Quedaron los que llegaron a la última jornada. En el Altiplano los muertos son inmemoriales como que ya los había tres siglos antes del primer caído en las calicheras. Siglos de trabajo yacen congelados en Potosí, las minas del sud y del sudoeste. Allí no hay  construcciones que la posteridad conserve reverente; los grandes testimonios están bajo la tierra mientras que lo precario, el hombre y sus poblaciones, quedan arriba en forma de laberínticos muros semiderruidos y cementerios abandonados[7].

 

Continua después con una aseveración contundente, que puede considerarse trágica, atendiendo al género literario:

Ninguna política social cambiará este cuadro mientras no concluya el exilio minero. Ninguna reforma es posible porque los reformadores están atrapados en el mismo exilio, ninguna forma de “humanismo” ofenderá tanto como la miseria misma. Ya es tarde para buscar exculpaciones. Los hechos de la historia trágicamente rígidos hicieron surgir dos condiciones irreductibles: la de los condenados reducidos al exilio y la de los que subsisten en la medida en que mantienen la condición de aquellos. Esta situación excluye el reconocimiento de cualquier “derecho” sin la destrucción previa del sistema. Muchos bolivianos honestos hasta ahora se dejaron ganar por la ilusión… Ellos también están descubriendo su verdad. Los hombres en las minas mueren por hambre y abandono como en tiempos de la peste o la guerra, ¿quién, que sea extraño a ellos, podría hablar en estas condiciones de ponerlos en posesión de su propia dignidad? Hay una dignidad que no la han perdido, es cierto; más que de gestos dignos para los que no hay cabida cuando el hambre destruye criaturas, se trata de un sentimiento trágico, de la lúcida aceptación de una existencia irremediablemente perdida, el reconocimiento de un destino que es el exilio. Pero no hay que llamarse a error. No puede ser masa anulada la que es matriz sufriente de la revolución: los que pueden rescatarse a sí mismos no están perdidos. Nada tiene que ver aquí la justicia, sobre todo aquella que, lejos de la carne que sufre, es concebida en términos abstractos y con la cual las buenas gentes quieren erigirse en jueces. Se cree de buena fe que los mineros forman un sector proletario cuyas luchas pueden oscilar dentro de márgenes dados de reivindicaciones posibles. Es un error, porque en las minas la vida ha retrocedido a la última frontera; para rescatarla hay que destruir un sistema y no será precisamente el reformismo el inductor del cambio, aunque fuese inspirado por hombres honestos, lo que no sucede. Si se trata de reconocer derechos correspondería a los mineros pronunciarse en primer lugar: son las víctimas. De hecho, algún día lo harán y ese día será la muerte de la República con su actual carga de miserias, o su renacimiento[8].

 

El hombre rebelde, entre ellos, el intelectual crítico, la rebelión y la revolución, forman parte del acontecimiento existencial, inmanentemente paradójico, acontecimiento compuesto de multiplicidad de singularidades y procesos entrelazados singulares, en constante dinamismo, articulación, integración, desarticulación y desintegración, así como rearticulación y reintegración. Haciendo paráfrasis a Michel Foucault de Las palabras y las cosas tendríamos que decir que, si bien después de la muerde de Dios continua la muerte del hombre, entonces, después de la muerte del hombre continua la muerte de la historia. No el fin de la historia, como entendía un filosofo inventado por el establishment, sino la muerte de la historia, es decir, la muerte del desenvolvimiento y el despliegue del nihilismo como historia. La muerte de la voluntad de nada, entonces, el renacimiento de la voluntad de potencia, de la potencia creativa de la vida.

 

Un devenir de la escritura

La escritura, la inscripción de la huella, la hendidura en la memoria, la narración del acontecimiento es la expresión gramática del devenir del ser y del ser en devenir. Escribir, en latín es scribere; el sentido implícito de escribir es grabar, raspar, esculpir. Esto debido a que antiguamente se esculpía, escribía, en piedra, en madera, luego en tablillas cubiertas de cera, en corteza, papiro, también en piel de animal. El escrito tenía que ver con anotaciones, cronogramas, clasificaciones, relatos primarios, pero también con composiciones escritas, es decir narrativas. Las composiciones narrativas son complejas, pues articulan, en distintos planos de intensidad, composiciones de imágenes, composiciones simbólicas, composiciones literarias, composiciones de interpretaciones; toda una variedad de composiciones de la narrativa, que la hermenéutica crítica, el arte de la deconstrucción puede develar.

En el caso que nos compete ahora, los escritos de Sergio Almaraz Paz, hablaremos de tres estilos de la escritura; de un estilo denunciativo y descriptivo de situación o condición económica y social, que se encuentra en Petróleo en Bolivia; de un estilo genealógico, relativo a la genealogía del poder de los “Barones del estaño”, que se expresa en El poder y la caída; de un estilo analítico e interpretación trágica existencial, que se halla en Réquiem para una república. Una interpretación aproximativa puede proponer que Petróleo en Bolivia corresponde a una escritura más apegada al marxismo postulado por Sergio Almaraz, en cambio, sin dejar el enfoque marxista, El poder y la caída despliega una genealogía del poder de los “Barones del estaño”. Pronunciando una tonalidad más literaria, con acento camusiano, Réquiem para una república cobra una narrativa crítica existencial. Sin embargo, ya desde el primer libro se nota, en el despliegue de la escritura, la inclinación literaria del autor; hay páginas que tienen como contexto la guerra del Chaco donde sobresale no solamente las anotaciones históricas sino el dramatismo bélico y el oprobio de las empresas trasnacionales en formas expresivas literarias intensas. Lo mismo, el segundo libro, las descripciones paisajistas y el dibujo de la personalidad de Simon I. Patiño sobresale en su dibujo literario. Ciertamente en el tercer libro el talento literario cobra vuelo, también muestra sus alas la inclinación filosófica del autor.

No sé si Sergio Almaraz Paz leyó la novela El talón de hierro de Jack London – es posible que lo haya hecho -, pues se puede hacer analogías entre la exposición de Ernesto Everhard, personaje de la novela, militante y candidato del Partido Socialista de Estados Unidos de Norte América, de la primera década del siglo XX, sobre la oligarquía capitalista norteamericana, el desarrollo de los trust, y la exposición de Sergio Almaraz sobre el dominio mundial de las trasnacionales del petróleo. Ernesto realiza exposiciones marxistas ante un auditorio atónito de sacerdotes y otro auditorio exaltado de filántropos de la oligarquía capitalista. Almaraz describe detalladamente el desarrollo y el dominio de los oligopolios trasnacionales, coaligados con la banca y los estados de las potencias industriales e imperialistas. ¿Por qué́ hacemos esta comparación? Precisamente por la inclinación literaria temprana del intelectual crítico en consideración.

En El poder y la caída destaca el manejo de la biografía del potentado y multimillonario del consorcio del estaño, acompañado por la génisis de la oligarquía minera y su relación con la estructura de poder, en tanto “Super-Estado” minero, que manejaba los engranajes no solamente del gobierno sino también de ese Estado-nación incipiente, anterior a la revolución nacional de 1952. Aunque se trata de una investigación y análisis crítico del poder de la oligarquía minera, sobresale la exquisita escritura sobre las historias de los personajes involucrados y de las empresas mineras que se desarrollan a costa la pobreza del proletariado y del país, que queda inerme ante esta explotación articulada al desarrollo del capitalismo industrial y de la transnacionalización de las economías nacionales y locales.

Como dijimos, el ojo psicológico y la sensibilidad intelectiva sobresalen en la obra literaria, donde el ensayo, la literatura y el análisis se combinan, conformando una composición lúcida de la interpretación de la formación económico-social-política-cultural de Bolivia y de las genealogías del poder inherentes, además de la dramática social. Los perfiles de la psicología de la vieja oligarquía y de la nueva oligarquía se muestran desnudamente, haciendo evidente la relación perversa que tienen con el país y su pueblo. El capítulo Una cena en la embajada parece de una novela de magnates bandoleros y de funcionarios instrumentales al sistema del saqueo de los recursos naturales; se trata de la pugna de las fundidoras del estaño, la competencia entre la Williams Harvey, que controlaba Patiño, pero con tres de sus seis hornos paralizados, entonces, y la fundidora, establecida en Estados Unidos de Norteamérica, en Texas City, de propiedad de Wa-Chang. La embajada norteamericana era un dispositivo de presión y disuasión sobre el gobierno de Víctor Paz Estenssoro; el embajador presionó para que se cumpla el contrato con Wa-Chang, conseguido a duras penas, en la disputa con la fundidora británica Williams Harvey, aunque no en las pretensiones que buscaban alcanzar los estadounidenses. Los asesores norteamericanos también boicotearon al Banco Minero, pretendían el control de esta institución y extorsionar a los mineros, exigiendo que les suban un cien por ciento los impuestos. Lograron sacar al gerente del Banco, pero no lograron lo que querían en cuanto  al impuesto a los mineros. Solo fue cuestión de unos días, cuando después del golpe militar del general René Barrientos Ortuño, pupilo del general Fox, agente de la CIA, los norteamericanos consiguieron todo lo que buscaban.

Estamos pues ante despliegues y desplazamientos de estratos gramáticos de la escritura de Sergio Almaraz Paz. Las capas de narrativas que se articulan se vinculan, conformando composiciones en el desenvolvimiento del devenir de la expresión crítica y de la escritura comprometida de un intelectual activista, al servicio entregado al país, al pueblo y a la nación esquilmada por las estructuras de poder mundiales y nacionales, por los empresarios y funcionarios de las potencias industriales capitalistas y los funcionarios cipayos del Estado-nación subalterno.  

 

 

Pensamiento propio

 

Miguel Alandia Pantoja

 

 

 

Apuntes sobre la episteme boliviana[1]

A modo de introducción

 

Vamos a desplegar algunos apuntes sobre la episteme boliviana, apuntes de los que no esperemos un dibujo completo de los horizontes de visibilidad y de decibilidad de las arqueologías del saber periféricos, en este caso de un país andino amazónico y chaqueño. Esta tarea, la de una arqueología de los saberes en Bolivia, la dejamos pendientes para una investigación exhaustiva. Deben considerase temporalidades, contextos y espesores culturales, la historia de la literatura, de las expresiones artísticas, estéticas y culturales, también, por qué no, sobre todo los saberes corporales, la gramática de los cuerpos, la gramática de las multitudes, que son las que abren verdaderamente los horizontes. Los “intelectuales”, si podemos seguir usando este término tan discutible, se ponen a trabajar sobre estos horizontes abiertos por los colectivos convulsionados. Esto ha sucedido en Bolivia en toda la dramática historia de su insurgencia permanente. Ahora nos encontramos ante un nuevo horizonte, el abierto por los movimientos sociales y las luchas indígenas, sobre todo en el intenso periodo de 2000 a 2005; este horizonte es pluralista y comunitario, también ecologista y territorial. Ante este horizonte abierto, la mayoría de los “intelectuales” ha preferido retroceder y defender sus saberes aprendidos en horizontes históricos pasados y sobrepasados por la nueva condición de visibilidad.

 

A propósito, lo que ofrecemos en estos apuntes, es un recorrido crítico de lo que llamaremos el pensamiento político de la cuestión nacional y estatal, pensamiento construido en la experiencia convulsiva social posterior a la Guerra del Chaco. Lo que interesa es lograr una caracterización de las sugerentes expresiones críticas y búsquedas de iluminación, de inteligibilidad, de comprensión de las formaciones sociales y económicas periféricas. Lo que importa es lograr comprender la correspondencia con su tiempo y sus problemas, aprender de esa experiencia, también de las representaciones construidas. Así como, sobre todo, comprender la diferencia de tiempos que vivimos, de horizontes históricos-culturales que vivimos, de periodizaciones del ciclo del capitalismo que vivimos, por lo tanto también de sus crisis. No se trata de cuestionar una forma de pensamiento, una forma de saber, una forma de conocimiento, sino de lograr comprender su estructura y sus alcances.

Lo que importa ahora es vislumbrar los desafíos que enfrentamos después del ciclo de movimientos sociales de 2000-2005, desafíos políticos y epistemológicos. Por eso importa una revisión como la que efectuamos. Hay que anotar que el ideologüema del que hablamos, de la episteme de esa formación discursiva y enunciativa, de alguna manera se ha clausurado. Se notan su culminación crepuscular cuando se desatan las movilizaciones y construcciones discursivas políticas y culturales kataristas, después de la masacre del valle, perpetrada por la dictadura del General Bánzer Suárez (1974).También se nota en los quiebres, en los desplazamientos conceptuales que se dan después de estos acontecimientos. Una notoria intelectual crítica, sensible a estas irrupciones y desplazamientos, como Silvia Rivera Cusicanqui expresa en sus escritos las rupturas con el ideologüema del nacionalismo revolucionario[2]. También las intervenciones, prólogos , ensayos y polémica de Javier Mediana, sobre todo el haber abierto un campo de publicaciones como las de Hisbol, donde se plasman las investigaciones antropológicas del mundo andino, muestra también las marcas de la ruptura y el distanciamiento con una forma de pensar del iluminismo criollo.

Arqueología del ideologüema del nacionalismo revolucionario

 

Uno de los proyectos, que realizó en parte, de Hugo Zemelman Merino era escribir un libro sobre el pensamiento latinoamericano, concentrarse sobre todo en la episteme latinoamericana. Para tal efecto tomó en cuenta como referentes a connotados intelectuales críticos, de los que se podría decir construyeron un pensamiento propio. Entre ellos se encontraban dos bolivianos, uno era Sergio Almaraz Paz, el otro era René Zabaleta Mercado. Del primero decía que le asombraba su lucidez sobre la cuestión nacional y sobre el segundo su lenguaje tan rico y metafórico, tan propio y creativo, a la vez poético y conceptual. Al primero no lo conoció, pero leyó sus libros; al segundo lo conoció en México. De Marcelo Quiroga Santa Cruz tenía una gran consideración por su papel político; en lo que respecta a la labor intelectual del país, en general apreciaba mucho lo que se producía en Bolivia. Una vez nos dijo, de tantas llegadas consecutivas que tuvo desde 1985 hasta 1995, que Bolivia era un país apto para la epistemología. Se refería a las condiciones históricas y políticas para la construcción de un pensamiento propio. Le impresionaba la historia rebelde de las clases populares, del proletariado minero y los estratos explotados de la sociedad, le llamaba la atención la historia de insurrecciones que habían marcado las temporalidades políticas. En el periodo que estuvo, aprendía el valor de la emergencia indígena, de la gente que trabajaba la episteme andina en el colectivo Episteme. El libro proyectado salió publicado por Siglo XXI, es un aporte a una especie de arqueología del pensamiento latinoamericano[3].

 

¿Cómo caracterizar a Sergio Almaraz Paz, a René Zavaleta Mercado y a Marcelo Quiroga Santa Cruz? Se trata de un pensamiento nacional, fuertemente vinculado a la defensa de los recursos naturales, sobre todo el primero y el tercero. Aunque su labor intelectual no puede reducirse a este decurso, va más allá, fuertemente vinculada a comprender la formación social y económica boliviana, particularmente el segundo. Los tres se encuentran vinculados a una formación marxista singular, sobre todo el primero y el segundo. El primero, venía de su experiencia en el flamante Partido Comunista, que impulsó a fundar, después de abandonar la dirección de la juventud del PIR, incorporándose, posteriormente al MNR; el segundo, provenía del MNR y termina militando en el Partido Comunista. Parecen historias complementarias, con rutas inversas. El tercero, tiene otra historia, más vinculado a la literatura, después al ensayo, bastante distanciado de la Revolución Nacional de 1952, de la que tenía muy poca consideración. Su participación como diputado opositor en el gobierno del General René Barrientos Ortuño va a ser notoria sobre todo por sus críticas, acusaciones y denuncias a su gobierno. Marcelo Quiroga Santa Cruz va a ser más conocido a partir de su papel como ministro del Gobierno del General Alfredo Ovando Candía, empujando la nacionalización de la Gulf Oíl; esta nacionalización lo va encumbrar como político y luchador de los recursos naturales, combatiente de la soberanía[4]. Definitivamente cuando forma el PS1 y logra una votación importante en los barrios obreros y los populares, después de insistir en sucesivas elecciones, se proyecta como un candidato alternativo, incluso a la decadente y complicada UDP. Los tres intelectuales bolivianos forman parte de una trayectoria y una tradición. Hablamos de un pensamiento crítico y nacional. No me atrevería a calificarlo de nacionalista, prefiero usar un término que se empleó después, para caracterizar un posicionamiento político en la cartografía ideológica; se trata del término que caracteriza el posicionamiento de la izquierda nacional para distinguirlo del planteamiento o, mas bien, de los planteamientos políticos de la izquierda tradicional, estructurados sobre todo por el POR y los partidos comunistas.

Los libros de Sergio Almaraz Paz forman parte de esta herencia nacional; Petróleo en BoliviaEl Poder y la Caída y Réquiem para una República son investigaciones y ensayos iluminadores sobre las estructuras de poder, que condicionan la historia política y económica del país. En Petróleo en Bolivia asistimos a un penetrante análisis de la dramática historia del petróleo en Bolivia y en el mundo; se abren los entretelones de las determinantes de la Guerra del Chaco; se muestra el comportamiento sinuoso de la Gulf Oíl, así como de los personeros de gobierno de turno. También se narra la lucha por la recuperación del petróleo, donde se involucran personas comprometidas, algunas instituciones patrióticas, las resistencias populares y las tomas de posición de organizaciones sociales. Se forja la narración de la historia de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), sobre todo en su etapa inaugural, y un análisis comparativo de los contratos, donde se hace evidente el entreguismo de funcionarios de gobierno y de los bufetes.

La investigación de El poder y la Caída asombra por hacer inteligible lo que hoy podríamos llamar la genealogía del poder en Bolivia, la estructura del poder minero, de los llamados Barones del estaño. El análisis es penetrante y devela el diagrama de fuerzas institucional, sobre todo por las tesis en juego, la vinculación entre la estructura económica y la estructura política; no tanto tomando esta última como superestructura, como en un análisis esquemático marxista, sino mostrando las compenetraciones de ambas estructuras, estructura o base económica y superestructura o estructura estatal, política, ideológica y cultural. Su invención, institución y configuración a partir de ciclos, particularmente el ciclo del estaño, ligado al ciclo de la hegemonía del capitalismo británico. El análisis de la temporalidad política y de las temporalidades estructurales del poder es sobresaliente por el enfoque analítico de lo concreto. ¿De qué estamos hablando en estos casos? ¿De una economía política, de una sociología política, de una antropología política? Hablamos de un autor que tiene la habilidad de moverse en varios campos teóricos para dar cuenta de realidades complejas como las formaciones económicas y sociales periféricas.

 

Quizás el libro más apasionado es Réquiem para una república, donde hace una evaluación crítica de la Revolución Nacional (1952-1964). Con un lenguaje camusiano enfrenta la decadencia de la revolución, de la que dice que hay que aprender de sus lecciones dramáticas. El capítulo Psicología de la vieja rosca hábilmente abre el análisis del libro, en tanto que el capítulo Psicología de la nueva rosca clausura el recorrido de una temporalidad decadente. En el libro hay capítulos conmovedores como Cementerios mineros, donde interpela a la nación desde la experiencia del proletariado minero; el autor dice que llegará un día cuando los mineros se nieguen seguir sosteniendo la nación sobre el escarnio de su propio cuerpo. El capítulo más elocuente sobre la decadencia de la revolución es El tiempo de las cosas pequeñas, donde se describe el minucioso y detallado retroceso del gobierno y del partido nacionalista, el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), retroceso del que no se dan cuenta, no toma conciencia, incluso cuándo se encuentran al otro lado de la vereda enfrentando al pueblo[5]; por ejemplo en el combate de Sora-Sora contra las milicias mineras (1963).

 

La obra de René Zavaleta Mercado es prolífica y puede caracterizarse por periodos; desde la Formación de la Consciencia Nacional hasta Lo nacional-popular en Bolivia el autor atraviesa intensamente por distintas elaboraciones teóricas, las mismas que tratan de responder a una obsesión de vida: ¿Cómo hacer inteligible una formación histórica y social abigarrada? Luis Tapia Mealla caracteriza esta trayectoria como La producción de un conocimiento local[6]. Requeriríamos tiempo y espacio para detenernos en la producción de René Zavaleta Mercado; por estas razones preferimos concentrarnos en la última producción intelectual del autor, publicado póstumamente; hablamos de Lo nacional-popular en Bolivia[7].

 

La querella del excedente es un capítulo impresionante, por el penetrante análisis de la conflagración bélica. En el capítulo se analiza la Guerra del Pacífico desde una perspectiva densa y compleja, que pone en consideración las condiciones histórico-políticas de Bolivia, Perú y Chile en el momento de la guerra. Es un análisis de la condiciones de posibilidad de sus bloques históricos, de sus articulaciones específicas entre estructura y superestructura, usando estos términos metafóricos, relacionados a la legitimidad y hegemonía logradas en sus sociedades. Por otra parte, acompañando este análisis dialéctico de las historias singulares de los países involucrados en la guerra, el autor efectúa la evaluación de la construcción estatal. Como se puede ver el enfoque teórico gramsciano atraviesa este análisis histórico-político.

 

Otro capítulo imponente es El mundo del temible Wilka, donde se interpreta la guerra aymara en la Guerra Federal (1898-1899) en el contexto del mundo capitalista, en la temporalidad del ciclo del capitalismo británico y la revolución industrial, en la trabazón de la perversa relación ente la acumulación originaria y la acumulación ampliada de capital. Se trata ciertamente de un análisis marxista, pero no al estilo esquemático, como se acostumbra en el difundido marxismo vulgar, sino desde una erudición densa y asombrosa; análisis que da cuenta de la complejidad de la crisis de Estado.

 

En El estupor de los siglos se efectúa un análisis histórico de la crisis de Estado, caracterizando al Estado oligárquico en sus distintas fases, desde la condición del Estado aparente hasta la condición de la autonomización estatal, en cuanto autonomía relativa del Estado, respondiendo al carácter de capitalismo organizado. La conclusión es que no logra formarse el Estado, que se mueve en una oscilación entre el Estado aparente y el Estado instrumental, oscilación que no resuelve su condición espacial y territorial, pues estamos ante una oligarquía restringida a la visibilidad de tamaño de sus propiedades mineras, peor aún, de sus propiedades latifudiustas.

 

¿Se puede decir que es nacionalista este pensamiento, esta formación discursiva? No, de ninguna manera. Estamos ante un pensamiento marxista elaborado, trabajado desde la experiencia del abigarramiento de la periferia boliviana, comprendiendo la intensidad de la crisis del Estado. La cuestión nacional es trabajada como parte de la cuestión estatal, no resuelta, inacabada, problemática. Un lenguaje poético y barroco busca romper las dificultades de las resistencias de la complejidad de la formación económica social periférica a ser conocida. El recurso a la erudición pone en juego la contrastación con otras experiencias y la comparación con figuras teóricas; de esta forma hace hablar a los personajes, haciendo emerger significaciones que los mismos actores históricos quizás desconozcan; sin embargo, reproducen en los contextos y tejidos históricos.

En comparación, se puede decir que el discurso de Carlos Montenegro era nacionalista; reivindica la nación como comunidad imaginada frente al coloniaje, frente al proyecto de supeditación de la oligarquía minera y terrateniente. Retomando esta comparación, podemos considerar que La formación de la consciencia nacional, de los primeros libros de René Zavaleta, se mueve en los códigos del discurso del nacionalismo revolucionario; incluso libros anteriores como El asalto porista (1959), Estado nacional o pueblo de pastores (1963) y La revolución boliviana y la cuestión del poder  (1964), también pueden considerarse textos que forman parte del discurso del nacionalismo revolucionario. No ocurre lo mismo con El poder dual (1974), Bolivia hoy (1983), Las masas en noviembre (1983), Lo nacional-popular en Bolivia(1986), Escritos sociológicos y políticos (1986), Clases sociales y conocimiento (1988), El Estado en América Latina (1989), 50 años de historia (1992). Estos últimos escritos no pueden considerarse formar parte del discurso del nacionalismo revolucionario, salvo La caída del MNR y la conjuración de noviembre, que se publica con posterioridad, siendo un escrito anterior (1995). En estos últimos textos estamos ante un Zavaleta Mercado innovador,  investigador multidisciplinario, que se ha apropiado, a su manera, de la teoría sobre hegemonía de Antonio Gramsci, así como de  las consideraciones teóricas sobre la superestructura del marxista italiano. Teorías que la utiliza modificándolas hasta el escándalo de cruzar sus límites, aportando con un cuerpo teórico propio, haciendo uso crítico del marxismo, para lograr una hermenéutica adecuada de la formación económico-social boliviana.

 

Ciertamente, es ostensible, elocuentemente exhibida, en estas preocupaciones intelectuales, la problemática de la cuestión nacional, problemática desplazada por los teóricos de la izquierda tradicional. La relación entre René Zabaleta Mercado y Sergio Almaraz Paz es amistosa y afectiva, militaron en el mismo partido (MNR), pertenecieron ambos, uno primero y el otro después, al PC; la entrañable amistad se la puede vislumbrar en el Prólogo que le dedica Zavaleta Mercado en Réquiem para una República a Sergio Almaraz Paz. No pasa lo mismo en su relación con Marcelo Quiroga Santa cruz, que más bien es polémica, sobre todo cuando Zavaleta milita en el MNR.

 

Revisando estas trayectorias, particularmente la producción intelectual de estos autores, Sergio, René y Marcelo, la formación enunciativa en cuestión no puede restringirse al discurso del nacionalismo revolucionario, va más allá; el análisis de la estructura de poder, el papel de la centralidad minera y el socialismo vivido, como califica Hugo Rodas Morales, refiriéndose a la entrega apasionada e intelectual de Marcelo Quiroga Santa Cruz, no se circunscriben a un pensamiento nacionalista.

Marcelo Quiroga Santa Cruz va a ser conocido polifacéticamente, en las etapas de su itinerario; primero, como literato, en su condición de novelista; después, como ensayista y; por último, como político socialista. Las novelas de Los deshabitados y Otra Vez marzo van a ser reconocidas y connotadas internacionalmente. Estamos ante un escritor, un literato, en pleno sentido de la palabra. Preocupado por las expresiones artísticas y estéticas. Lo que no deja que también se ocupe de la candente cuestión política boliviana. Es notoria su oposición a la revolución nacional de 1952, tiene ante ella críticas morales y éticas. No podríamos hablar de una polémica propiamente política, menos que se lo hace, en aquél entonces, desde una perspectiva socialista. Es también difícil sostener, como algunos apresurados han tratado de interpretar, que Marcelo Quiroga hacia una crítica desde las posiciones de clase de la oligarquía terrateniente. En todo ese tiempo está más cerca de la literatura y bastante distante de los intereses materiales; en estas condiciones existenciales, es insostenible esa interpretación provisional, llena de prejuicios, que atribuye a Marcelo  una supuesta “ideología” de clase, una especie de cosmovisión oligárquica.

 

René Zavaleta Mercado es duro en la polémica con este Marcelo Quiroga Santa Cruz. René Zavaleta más rudo, más experimentado en las cuestiones políticas, más cerca del debate de coyuntura, en tanto que Marcelo Quiroga, mas bien, sensible a los códigos morales; ambos intelectuales están abismalmente distanciados. Uno escribe desde la penetrante experiencia de la revolución nacional (1952-1964), el otro lo hace desde la esfera de la crítica estética y ética desplazada desde los espesores de la literatura. Realidad y ficción no se encuentran.

Podemos decir que es después de la caída del MNR, con el golpe militar de 1964, que Marcelo Quiroga Santa Cruz incursiona decididamente en la política. Una breve reseña de su vertiginosa vida puede resumirse de la siguiente manera:

Durante las elecciones de 1966 consigue ser elegido diputado por Falange Socialista Boliviana (FSB), partido que lo inscribe en sus listas y lo postula.  Entonces es representante del departamento de Cochabamba. En estas elecciones es elegido como presidente el candidato militar General René Barrientos Ortuño. Desde el Congreso Marcelo Quiroga Santa Cruz, en su condición de diputado, efectúa un juicio de responsabilidades contra el presidente elegido. Siendo una voz solitaria – hasta el partido que lo postulo lo abandona -, en un Congreso mayoritariamente barrientista, el juicio de responsabilidades le cuesta el desafuero parlamentario. Después sufre el secuestro, seguido por el confinamiento en Alto Madidi, culminando la represión parlamentaria en la cárcel.

En la memoria popular, Marcelo Quiroga Santa Cruz va a ser conocido como defensor de los recursos naturales. Contando con estos antecedentes, se convierte en el autor intelectual de la nacionalización del petróleo, en su condición de Ministro de Minas y Petróleo (1969), durante el gobierno del General Alfredo Ovando Candía.  Sin embargo, fue ministro durante sólo un lapso, hasta su renuncia, asumida debido a lo que consideraba  la capitulación gubernamental frente a la empresa de petróleos nacionalizada (Gulf Oíl Co.), cuando el gobierno cede a las presiones de la empresa para ser indemnizada.

 

Ya curtido en la ingrata experiencia política, fundó el Partido Socialista en 1971,  acompañado por un grupo de intelectuales y dirigentes sindicales. Su estadía en Bolivia ha de durar poco, hasta el cruento golpe militar del 21 de agosto de 1971, encabezado por el General Bánzer Suárez.  En el exilio se ocupa de múltiples actividades, entre ellas académicas; es columnista, participa en distintas instituciones y organizaciones, forma parte del Tribunal Socialista con sede en Yugoeslavia. El 1977, cuando se evidencia la crisis de la dictadura militar, retorna clandestinamente a Bolivia, retoma la conducción del Partido Socialista, partido proscrito durante régimen dictatorial; el partido asume otra sigla, va a ser conocido como PS-1. Incursiona como candidato a la presidencia durante las elecciones consecutivas de 1978, 1979 y 1980. En su trayectoria electoral logra conquistar y seducir paulatinamente a un electorado popular y obrero, llegando a aglutinar en las últimas elecciones unos 120.000 votos, logrando de esta manera el cuarto puesto.

En su condición de parlamentario en la legislatura de 1979 retomó la tarea del juicio de responsabilidades a la burguesía, como le gustaba decir; esta vez, el juicio de responsabilidades, se enfocaba en la figura del General Hugo Bánzer Suárez. La alocución de Marcelo Quiroga Santa Cruz fue brillante, minuciosamente trabajada, con una voluminosa documentación de apoyo; su voz aguda y de gran orador fue escuchada ante la impavidez del resto de diputados, que incluso como Guillermo Bedregal se hicieron la burla.

El programa de gobierno del PS-1, en las elecciones nacionales de 1980, contrastaba con el programa tímidamente reformista que enarbola la UDP; se trataba de un programa de nacionalizaciones frente a un programa que no se atrevía ni a discutir la posibilidad de la nacionalización. Lo mismo ocurrió con el frente de Izquierdas, Frente Revolucionario de Izquierda (FRI), que tampoco quiso plantearse un programa de nacionalizaciones, a pesar de los reclamos de Domitila Chungara, quien fue reprendida por el propio PC-ML. Este contraste llama la atención en plena apertura democrática, después de la noche de las dictaduras militares. En esta sintomatología se nota la desubicación de la izquierda tradicional ante los acontecimientos políticos, ante la irrupción democrática de las masas. La izquierda tradicional se encontraba lejos de comprender la cuestión nacional y la necesaria recuperación de la soberanía por medio de la nacionalización de los recursos naturales. La UDP prefirió optar por la demagogia nacionalista, demagogia expresada elocuentemente por el Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR). El gobierno de la UDP quedó entrapado en dos frentes; un frente con la derecha en el Congreso y un frente con la izquierda obrera, con la Central Obrera Boliviana (COB), en las calles.

La entrega apasionada y comprometida en la lucha socialista y el proyecto nacionalizador lo llevó raudamente a su desenlace fatal, a su asesinato por las huestes militares bolivianas y argentinas.  Esto ocurrió el 17 de julio de 1980; el narco-golpe militar de García Meza y Arce Gómez decidió una guerra sucia y de exterminio, tomando el ejemplo de los militares argentinos. Marcelo Quiroga fue reconocido y herido por los paramilitares que tomaron la sede de la COB, fue apresado y conducido al Estado Mayor del Ejército, dónde lo asesinaron, haciendo desaparecer ignominiosamente sus restos, que hasta ahora no han sido recuperados. Se entrevé una complicidad del gobierno de Evo Morales Ayma con los militares bolivianos para encubrir este asesinato y evitar su esclarecimiento, así como la devolución de sus restos.

Un recuento de sus participaciones puede resumirse de la siguiente manera: En 1952 fundó y dirigió el semanario «Pro Arte»; en 1959 la revista «Guion», dedicada a la crítica cinematográfica y teatral; en 1964 abre el periódico «El Sol». En 1953 es nombrado delegado boliviano en el Congreso Continental de Cultura; en 1969 es expositor en el Congreso Intercontinental de Escritores. En 1957 publica su primera novela Los deshabitados. Junto a Garciliano Ramos de Brasil, Miguel Ángel de Asturias, de Guatemala, Augusto Roa Bastos, del Paraguay, José María Arguedas, del Perú y Juan Carlos Onetti, del Uruguay, recibe el premio Williem Faulkner; premio que es entregado en 1962 a la mejor novela escrita desde la segunda guerra mundial. La otra novela, Otra Vez Marzo, se publica en 1990; se trata de una novela póstuma, aunque inconclusa. Fuera de su labor literaria amaba el arte cinematográfico, incursiona en este campo; en 1964 realiza el cortometraje El Combate. Esta multifacética trayectoria nos muestra el ímpetu y el talento del insigne e intenso intelectual.

 

Concentrándonos en  su vasta producción de ensayos, de los que hay que hacer una clasificación temática, se puede decir que, algunos de ellos es indispensable nombrarlos por su carácter polémico, otros por su vinculación a la defensa de los recursos naturales. La crítica a la Revolución Nacional se encuentra en La victoria de abril sobre la nación (1960); la crítica a las políticas entreguistas ya aparecen en Desarrollo con soberanía, desnacionalización del petróleo (1967); se retoma esta crítica en Lo que no debemos callar (1968). Un elocuente testimonio se encuentra en Acta de transacción con la Gulf – análisis del decreto de indemnización a Gulf (1970). El análisis y la denuncia consecuente podemos encontrarlos en un libro más elaborado que titula El saqueo de Bolivia (1973);  lo mismo acontece en Oleocracia o patria (1976), donde ya hallamos una caracterización de la estructura del poder en Bolivia, caracterización no disímil a la que hizo Sergio Almaraz Paz.

 

Improvisando un análisis de evaluación, dejando las trayectorias de vida, a propósito de esta construcción de un pensamiento propio, de esta formación discursiva, de esta formación enunciativa, emergida de un haz de relaciones históricas, políticas y culturales, la pregunta pertinente es: ¿podemos hablar de una episteme boliviana, en el sentido que le da Michel Foucault al término episteme, como horizonte de visibilidad y de decibilidad? Ciertamente para responder a esta pregunta no basta circunscribirnos a tres trayectorias intelectuales, por más intensas y profundas  que estas hayan sido. No es suficiente la consideración en el terreno que nos hemos movido, que es el del análisis político, el de la crítica política, que puede incorporar lo que podemos llamar la economía política de los recursos naturales y la interpretación de la superestructura estatal. Debemos tener en cuenta que hemos considerado la formación discursiva desde la problemática de la cuestión nacional y la cuestión estatal.

 

Hay otras construcciones concurrentes, que no hemos mencionado, el discurso obrerista, lo que defino como el marxismo de guardatojo[8], desarrollado sobre todo por el POR, particularmente por un prolífico intelectual, militante e historiador, Guillermo Lora. Elaboración intelectual de la que no se puede decir que su trabajo se reduce a una transferencia de la tesis de la transición y la tesis de la revolución permanente de León Trotsky. Eso sería no comprender las particularidades propias de un marxismo minero, construido desde los socavones. Un producto de esta peculiar manera de interpretar la revolución boliviana se encuentra precisamente en la Tesis de Pulacayo. No se desentiende de las llamadas tareas nacionales, de lo que llamamos la cuestión nacional, cometidos a los que interpreta en un recorrido ineludible hacia la revolución socialista, conducido por el proletariado minero.

 

No nos vamos a detener en una evaluación de la obra de este intelectual trotskista, sino solamente llamar la atención, en lo que respecta a la episteme boliviana, en el despliegue de formaciones discursivas paralelas, que, sin embargo, no se reconocen, no se leen ni llegan a discutirse en serio. Se ignoran. Salvo quizás Zavaleta Mercado quien tenía una gran consideración por Guillermo Lora, lo leía y comentaba; a quien lo llamaba graciosamente el “Fiero”. En la abundante producción de este intelectual militante, la voluminosa Historia del movimiento obrero boliviano[9] es la más conocida; empero hay otros escritos de importancia que deben ser tomados en cuenta como La revolución boliviana[10]. El enfoque indudablemente tiene un contenido de clase, el análisis y la interpretación de la historia giran en torno a la organización proletaria, a su potencialidad revolucionaria y de vanguardia. Al respecto, habría que separar sus investigaciones históricas, apoyadas con copioso archivo y documentación, de sus intervenciones políticas. Las investigaciones históricas arrojan luces sobre la dinámica molecular de los hechos, en tanto que los escritos políticos expresan la voluntad obrera, la intransigencia de la conducción y la dirección.

 

Ambas formaciones discursivas, la de la izquierda nacional y la de la izquierda tradicional, a pesar de sus distintas perspectivas, hablan prácticamente de lo mismo, de la crisis del capitalismo periférico, de la crisis estatal y del no cumplimiento de la cuestión nacional y ciertamente, en el caso de Guillermo Lora, de la perspectiva socialista. Son, de alguna manera, discursos contemporáneos, aunque no terminen de encontrarse. ¿Por qué ocurre esto? ¿Hay una mutua descalificación? Sobre todo en el caso del discurso trotskista, que considera a los otros discursos como burgueses; por lo tanto, en esencia impotentes para dar cuenta de la crisis y la lucha de clases.

 

El discurso del POR en los periodos de formación de la conciencia de clase, de la organización del proletariado minero, ha de ser un dispositivo enunciativo y organizativo importante; empero, su irradiación se detiene en los límites de la clase obrera boliviana. No construye hegemonía y, por lo tanto, le va a ser difícil lograr lo que persigue, liderar un frente de clases explotadas a partir de la alianza obrero-campesina. Por otra parte, su apego a la problemática de clases, en códigos del determinismo económico, lo aleja de interpretar y analizar las estructuras de poder, la crisis de la superestructura estatal, las problemáticas de la dependencia en las periferias del capitalismo. Lo que el otro discurso, el de la izquierda nacional, en contraste hace. En comparación, a un discurso le falta lo que el otro tiene; lo que parece estar ausente en el discurso de la izquierda nacional es el análisis de la lucha de clases, el análisis histórico-político cuyo núcleo y eje reflexivo es el enfoque de la sociedad desgarrada por la lucha de clases, aunque este análisis termine siendo muy esquemático en las interpretaciones de la izquierda tradicional.

 

El crítico literario y epistemólogo Luis H. Antezana escribe un análisis filológico y lingüístico sobre el discurso del nacionalismo revolucionario. En el documento observa que se trata del mismo ideologüema que comparte la izquierda y el nacionalismo; el nacionalismo revolucionario es como una herradura que contiene distintas expresiones, desde la derecha a la izquierda, siempre moviéndose en el imaginario de la nación y bajo la referencia del Estado-nación[11]. Este ideologüema vendría a ser una episteme, es decir, un horizonte de visibilidad y de decibilidad, compartido tanto por los discursos nacionalistas como por los discursos izquierdistas, tanto de la izquierda nacional como  de la izquierda tradicional. En otros términos, desde otra perspectiva, más filosófica, hasta podríamos hablar de un horizonte de mundo[12]. Hablamos de estructuras de pensamiento, que orientan a los mismos discursos y a las mismas acciones de los sujetos involucrados. En este sentido podríamos hablar de una episteme boliviana, que es como el campo de posibilidades históricas de los conocimientos, conocimientos y memoria social, que se van a desatar desde la experiencia dramática de la guerra del Chaco.

Desde nuestro presente, suponiendo desplazamientos y rupturas epistemológicas, sobrepuestas y entrelazadas a los dramáticos acontecimientos políticos de la historia insurgente boliviana, debemos lanzarnos preguntas acuciantes. ¿Cuáles son las características de las estructuras de pensamiento de la concepción política boliviana? ¿Se clausura la episteme boliviana? ¿Cuándo se clausura esta episteme? Dejando para otra ocasión la tarea de una configuración más completa de la episteme boliviana, vamos a señalar algunos rasgos definidores del perfil epistemológico, con el propósito de lograr seguir sus alcances temporales.

 

Un rasgo sobresaliente es la comprensión o la certeza del inacabamiento, de la no conclusión, de la tarea pendiente del Estado-nación. Hay una gama de consideraciones que expresan el dramatismo de esta condición incompleta del Estado;  desde las caracterizaciones del Estado oligárquico hasta las caracterizaciones del poder dual, pasando por las figuras del Estado aparente. Hay como una idea de vivir una constante transición hacia la totalización de la nación y del Estado. Pueden caber distintas versiones de esta transición, distintas direcciones de la transición, desde las más conservadoras hasta las más radicales. Todas se encaminan a resolver la cuestión estatal, a completar el Estado-nación, incluso por la vía revolucionaria de la dictadura del proletariado. Por esto y por otras razones, la relación con el Estado resulta problemática; el Estado es el referente paternal, el instrumento indispensable para resolver los problemas económicos, sociales, políticos, culturales, salariales. De esta manera, también el Estado se convierte en el botín absoluto; la disputa se da por el control de esta fabulosa maquinaria.

 

Otro rasgo con-figurante es el mito del origen de la nación; la nación se origina en las arenas y trincheras de del Chaco, donde las distintas clases del país se encuentran y mueren, derraman su sangre, escribiendo trágicamente un pacto político y social. Aunque no todas las expresiones discursivas comparten este mito, el mismo es un referente histórico de la bolivianidad, de la formación de su consciencia nacional. Este mito del origen de la nación es altamente significativo pues no sólo plantea un nuevo comienzo, más profundo, más completo y abarcador, más consensuado, más inclusivo, que el dado en el comienzo histórico de la independencia. La hipótesis implícita, si podemos hablar así, de hipótesis contenida en el mito, es que es la primera vez que se encuentra todo el pueblo o que, mas bien, se constituye el pueblo, todas las clases de la nación. Campesinos, obreros, clases medias, se encuentran y se reconocen; se da lugar como una autoconciencia[13]. Enfrentando a la muerte, los bolivianos se reconocen como semejantes y comprenden que comparten un destino, no solamente el destino de enfrentar a la muerte, sino el destino de la nación misma, el destino como nación. Descubren que el enemigo no es el que está enfrente, el paraguayo o lo que llamaban popularmente el “pila”, sino en el propio país, gobernando, manejando los destinos del país, apropiándose indebidamente de los recursos naturales. El enemigo es la oligarquía minera y terrateniente. La desmovilización, después, de la guerra, es el retorno a las ciudades para recuperar lo que es nuestro. El camino a la revolución nacional comienza en esta revelación en pleno combate: la nación tiene que liberarse de la oligarquía, la nación tiene que liberarse del coloniaje de la oligarquía, de la anti-nación.

 

Un tercer rasgo es el mito de la modernidad, que viene acompañada por el mito del progreso, el mito del desarrollo, el mito de la industrialización. Así como los liberales del siglo XIX soñaban con la construcción de ferrocarriles, que traería progreso, los nacionalistas del siglo XX soñaban con la industrialización como el medio primordial del desarrollo. La industrialización conlleva el desarrollo, saca del atraso, provoca la modernización. En este sentido se espera la modernización de las conductas, la modernización de las instituciones, la modernización de las ciudades, la modernización de las comunicaciones, entre las que entran las carreteras. Ahora bien, no todos comparten de la misma manera estos mitos. El ideologüema del nacionalismo revolucionario, la episteme, tiene estratos, composiciones, diferencias y desplazamientos. Hay quienes, que llamaremos los técnicos del desarrollo nacional, se concentran en la necesidad de las fundiciones, es decir, en la industria pesada. Este estrato es minoritario, sin embargo, es el que asume de manera consecuente el proyecto de la industrialización. Los otros se pierden en discursos, en proyectos que incluso cuentan con recursos; empero, los despilfarran, los desvían y usufructúan de los mismos. Para estos últimos, que llamaremos retóricos del desarrollo nacional, la industrialización es una meta que hay que alcanzar algún día, lo primero que hay que hacer es formar la burguesía nacional; esta constitución de clase empresarial se logra primero enriqueciéndose, aunque sea a costa del Estado. Este quizás era el estrato mayoritario que comparte el ideologüema del nacionalismo revolucionario. Hay otra composición sugerente, los que consideran que la modernización se efectúa primero por la burocratización, la formación de una gran masa de funcionarios, instituyendo un aparato en forma de malla que cubriera el país. La formación del Estado pasa por la construcción weberiana del Estado,  por la conformación de una burocracia de especialistas, que hagan funcionar la gran maquinaria estatal, que activen el campo burocrático y el campo institucional, campos configurados por las cartografías de funciones y especializaciones. Este es otro de los recorridos que se ha de tomar en serio en esto de la modernización del Estado. En un país de mayoría campesina, que es el término que se utilizaba para referirse a las naciones y pueblos indígenas, el mejor camino de la modernización, de acuerdo a la tendencia más liberal del nacionalismo, es la reforma agraria por la vía farmer, es decir, la constitución de los propietarios privados de la tierra. De esta forma, los hombres desiguales se convierten en hombres iguales, en tanto propietarios privados de la tierra. Esta idea, tomada como premisa política, incluso la llega a compartir René Zavaleta Mercado cuando reflexiona sobre el acontecimiento de la igualación de los hombres.

 

En esta metáfora de la herradura, que corresponde al mapa del ideologüema del 52, hay que nombrar también a los radicales, que si bien no son nacionalistas, comparten la episteme nacional, el imaginario de la nación y del Estado-nación, el imaginario de la modernidad, el progreso y el desarrollo. La izquierda del ideologüema, la versión proletaria o expresión ideológica de los proletarios mineros, pensaba que el camino al desarrollo socialista era conformar empresas colectivas campesinas, koljóses, para avanzar en la industrialización y en la solución masiva de la alimentación. Como se puede ver, en este asunto de la modernización, el progreso, el desarrollo y la industrialización, el mapa del ideologüema del nacionalismo revolucionario es más diverso y estratificado.

Un cuarto rasgo del ideologüema en cuestión es el proyecto de conformar la burguesía nacional. Ante la constatación de que la burguesía minera formaba parte de una burguesía intermediaria, mediadora de los intereses de las burguesías de los imperialismos dominantes, considerando que los intereses de esta burguesía internacionalizada no coincidían con los intereses de la nación y el Estado, es indispensable formar una burguesía nacional, que cumpla con las tareas pendientes, democráticas y burguesas. Esta interpretación es de alguna manera compartida por los ideólogos del nacionalismo y por el propio Partico Comunista, que tiene una concepción por etapas de la revolución socialista. Esta interpretación no era compartida por los trotskistas, quienes tienen una concepción permanente de la revolución; son los propios obreros, en alianza con los campesinos, los que tienen que cumplir estas tareas pendientes de una burguesía nacional inexistente. De todas maneras, a pesar de las divergencias, esta hipótesis sobre la ausencia de la burguesía nacional forma parte de una concepción histórica, de una compresión de las temporalidades históricas, de los cursos y el devenir históricos. Esta concepción histórica está íntimamente compenetrada con el desarrollo capitalista, en tanto que este desarrollo ha pasado a la fase imperialista, a la fase del dominio del capital financiero, las contradicciones con el imperialismo, entre nación dominada e imperialismo se suman a las contradicciones de clase, entre proletariado y burguesía, entre campesinos y terratenientes.

 

Las burguesías de los países dominados por el imperialismo nacieron tarde, prefieren aliarse a los latifundistas y conservadores que cumplir con sus tareas democráticas. En estas circunstancias, las revoluciones populares, en la periferia del sistema-mundo capitalista, han optado por dos salidas a la crisis. Una de ellas es conformar simuladamente una burguesía nacional, conformación artificial que ha terminado constituyendo el estrato social de nuevos ricos, los mismos que han preferido inclinarse por el gasto de la reproducción placentera, renunciando a la inversión y ahorro calvinista; estos nuevos ricos son los mismos que terminan aliándose a las viejas clases dominantes. La otra salida es la opción sustitutiva; la opción por la sustitución de la burguesía inexistente mediante el papel administrativo del Estado; la burocracia sustituye a la burguesía. Este segundo camino termina convirtiendo al Estado en un administrador de empresas.

 

Quizás un quinto rasgo del perfil del ideologüema del nacionalismo revolucionario es la apreciación fatal, el sentido común que se tiene sobre la inevitabilidad del avance, expansión y cumplimiento del capitalismo. Esta racionalidad histórica, inscrita como astucia de la razón, es la razón en tanto “realidad” y la “realidad” hecha razón. Este prejuicio histórico es compartido entre nacionalistas, liberales, neoliberales, pero también por la izquierda, tanto nacional como tradicional. El capitalismo no sólo es una “realidad” sino una especie de destino que tiene que cumplirse, aunque sólo sea para crear las condiciones objetivas, el desarrollo de las fuerzas productivas, para construir el socialismo y después el comunismo. A partir de este sentido común sobre el capitalismo, podemos ver que si bien hay posiciones enfrentadas entre los que defienden el capitalismo como fin de la historia, culminación de la evolución humana, y los que consideran que debe vivirse el capitalismo como etapa al socialismo, los que consideran que es el proletariado que va cumplir con las tareas pendientes de la industrialización, en un proceso de transición, todos se mueven en el horizonte de la modernidad, todos son desarrollistas, asumen el ritmo histórico como desarrollo en la linealidad del progreso. Todos comparten la matriz de los valores de la misma civilización, la civilización moderna.

 

Un perfil epistemológico, aunque todavía insuficiente en su acabado, del ideologüema del nacionalismo revolucionario, puede obtenerse a partir de algunos rasgos diseñadores, algunas figuraciones ideológicas, componentes de una weltanschauung, de una concepción de mundo compartida.  Como hemos visto, estos rasgos diseñadores son la certidumbre del Estado inconcluso, el origen dramático de la nación en la Guerra del Chaco, el mito de la modernidad, acompañadas por el telos del progreso, del desarrollo, de la industrialización; finalidad histórica que opera la formación de la burguesía nacional o, en su caso su sustitución por la burocracia, en su perspectiva radical, su sustitución provisional por el proletariado de la revolución permanente. Esta concepción histórica y política supone la conjetura de la inevitabilidad del capitalismo como “realidad” ineludible.

 

¿Qué clase de mundo es este; es decir, ante qué imagen de mundo estamos? ¿Qué saber, qué arqueología de saber? Ciertamente no podemos separar este saber de lo que pasa en el mundo, del debate que se da en el mundo, particularmente en las academias, aunque también en las organizaciones sociales y políticas, aunque estas se encuentren rezagadas respecto al débete teórico, debido a su temprana inclinación al dogmatismo. No podemos olvidarnos que, en el periodo de construcción del pensamiento nacional, estamos asistiendo en América Latina a los avances de la Teoría de la Dependencia, la misma que ya plantea un concepto integral del capitalismo, nos referimos al concepto de sistema-mundo. Se trata de un concepto geopolítico que comprende una gran división geográfica entre centro periferia del sistema capitalista. En esta geopolítica la inmensa periferia del sistema-mundo se convierte en el gigantesco espacio dominado, relegada a geografía dependiente, reducida a cumplir con la tarea asignada por la división internacional del trabajo, que es la de la transferencia de recursos naturales de las periferias a los centros del sistema-mundo capitalista. Podemos decir que se trata de una inmensa geografía donde se produce constantemente la acumulación originaria de capital por los métodos del despojamiento y la aplicación desmesurada del modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente.

 

La crítica académica, ligada al marxismo teórico, va a buscar dar curso a una mirada renovada, sobre todo después de las dramáticas experiencias de la primera y segunda guerras mundiales, las burocráticas y autoritarias experiencias de la Unión Soviética y de República Popular de China. Hay dos propuestas renovadoras que comienzan a circular; una es la de la escuela de Frankfurt y la otra es la lectura e interpretación de los Cuadernos de la Cárcel de Antonio Gramsci. Ambas propuestas teóricas van a ser tematizadas en las academias latinoamericana, en las investigaciones y en los debates teóricos, sobre todo la segunda, que va a ser la más conocida y estudiada. Es explicable entonces que se usen como herramientas analíticas y como recursos interpretativos las tesis de Gramsci sobre  el Estado, el partido, la hegemonía, el bloque histórico, la sociedad y la cultura. Así mismo, es explicable que Sergio Almaraz Paz adquiera un tono camusiano, recurriendo a la literatura y filosofía existencialista de Albert Camus, teniendo en cuenta los desplazamientos críticos de la reflexión contemporánea, en su hermoso libro Réquiem para una república. Hay necesidad de dar cuenta de las nuevas realidades históricas o de los desplazamientos históricos a partir de nuevos conceptos. Entonces estamos ante una imagen de mundo que responde a estas circunstancias, a la condición periférica desde dónde se emiten los discursos, a la condición de una conciencia temporal basada en la incertidumbre de la transición, en el deseo de alcanzar las metas postergadas, en la necesidad imperiosa de una identidad nacional, aunque también en el deseo de resolver los problemas de transición de una manera radical.

 

Como puede verse, no estamos dentro la configuración epistemológica de la ciencia general del orden, tampoco en la configuración epistemológica  de las ciencias de la historicidad, de las empiricidades, de la vida, el trabajo y el lenguaje, de la antropología, la psicología y la sociología. Estas epistemes pueden ser las matrices profundas de los saberes contemporáneos y regionales, de los saberes nacionales, empero asistimos a la emergencia de saberes de la transición, que buscan desesperadamente comprender los tránsitos, los despliegues, los puentes, las mediaciones y, por lo tanto, comprender las propagaciones en el tiempo y el espacio. Por eso, esa certeza de lo incompleto, de lo inacabado, por eso, esa ansia de modernidad, pero también de identidad, por eso esa búsqueda del sujeto social encargado de estas tareas, por eso, también la paradójica idea de la “realidad” como adversidad.

 

Sin embargo, hay algo sobresaliente en este ideologüema, se ignora la condición colonial de la mayoría de la población boliviana, se ignora la cuestión indígena. Se ignoran los levantamientos indígenas y su interpelación al Estado, a la nación y a la sociedad boliviana. Se supone tácitamente que este problema está resuelto con la reforma agraria y con la incorporación campesina al proyecto nacional. Esta realidad histórico-política, la relativa a las formaciones coloniales y al diagrama de poder colonial, esta parte impenetrable de la “realidad”, este lado oscuro del mundo, es taxativamente desconocida. No es un problema de conocimiento para el iluminismo criollo. Esta gran falta le impide a la episteme boliviana comprender los alcances de la problemática histórica sobre la que se asientan proyectos tan inestables como el Estado-nación, la modernización, el desarrollo, la industrialización. Estos límites del ideologüema del nacionalismo revolucionario le impiden construir una crítica completa de las dominaciones, de las explotaciones, de las razones profundas de la dependencia, de las razones profundas del inacabamiento del Estado y de la nación. No puede desarrollar una teoría crítica del capitalismo desde la matriz y la condición colonial de este sistema-mundo y modo de producción capitalista. El marxismo boliviano y también el latinoamericano se quedan en el umbral epistemológico, impedidos de ver y comprender las matrices profundas de la historicidad, de sus complejas formaciones económico-social-culturales, sobre todo de sus dinámicas moleculares formativas. No puede desenvolver una teoría crítica descolonizadora del Estado, por lo tanto tampoco puede comprender la condición colonial del Estado-nación. Han preferido quedarse en ese umbral y repetir consabidamente generalidades, verdades universales, que no le hacen mella a los órdenes, instituciones y formas de dominación capitalista. La izquierda se termina convirtiendo en un factor más de la reproducción del colonialismo interno, en un discurso funcional a la modernidad y al capitalismo contemporáneo. Los izquierdistas siguen peleando contra las formas antiguas el capitalismo, básicamente las del siglo XIX, las que estudió Marx, ajenos a las transformaciones estructurales y mundiales del ciclo largo del capitalismo vigente.

 

Claro que hay intuiciones, anticipaciones, perspectivas solitarias como las de José Carlos Mariátegui y Tristan Marof; sin embargo, estas son voces solitarias, desdeñadas en su tiempo y retomadas después de su muerte con objeto de difusión, sin reflexionar profundamente sobre las implicaciones de sus desplazamientos enunciativos, sus aproximaciones a la problemática colonial y a la cuestión indígena. Podemos encontrar otros trabajos solitarios, empero ninguno de ellos se convierte en escuela, en comportamiento, en conducta, en una nueva forma de pensar,  en un proyecto político descolonizador.

 

En relación a esta falta, a esta restricción de la realidad histórica y social, llama también la atención el síntoma de la omisión, síntoma manifiesto en la práctica de este saber de lo nacional que ignora al pensamiento indio, lo desconozca, lo descalifique de entrada. Por eso el discurso del Otro va a ser desterrado de la comprensión del ideologüema del nacionalismo revolucionario. Hay una forma sugerente de hacerlo, cuando se lo hace a nombre del mestizaje. Bajo este postulado el indígena y lo indígena habrían desaparecido en la realización de la raza cósmica, la mestiza, tal como pregona José María Albino Vasconcelos Calderón. Este escritor mexicano no podía hacerlo de otra manera pues responde a la experiencia de la revolución mexicana, sobre todo al proyecto cultural e institucional desprendido después de la revolución, proyecto institucional que se construye sobre el asesinato de Emiliano Zapata, sobre el cadáver el insigne revolucionario campesino; esto es el proyecto de la república mestiza.

 

Al respecto, en todo caso, deberíamos discutir tesis más contemporáneas, renovadas y diferenciales sobre la condición mestiza, como las de Serge Gruzinski, quien en el Pensamiento Mestizo plantea la comprensión del mestizaje cultural sin borrar las diferencias entre la herencia indígena y las otras herencias que configuran la modernidad barroca.  Hay que anotar varias confusiones en esta interpretación de la raza cósmica; no está en discusión el mestizaje biológico; todos somos mestizos desde nuestra condición biológica. Lo que está en cuestión es la condición histórica de subordinación, de dominación, de explotación, de exclusión en las que se encuentran las comunidades indígenas, sus formas sociales, culturales, políticas e institucionales de cohesionarse, de ser en el mundo. Lo que está en cuestión es la violencia inicial, la guerra de conquista, la colonia, la continuidad colonial, las formas del colonialismo interno, las formas de colonialidad, que tienen sometidos a pueblos que devienen de otros proyectos civilizatorios. Todas las sociedades criollas, desde Alaska hasta el Estrecho de Magallanes, se han construido sobre cementerios indígenas, sobre territorios despojados, sobre violencias coloniales. Estas sociedades no pueden reclamar una condición democrática si es que no se resuelve la cuestión de la herencia colonial. Tampoco puede pretender abolir el pasado colonial mediante la amnesia mestiza de que sólo cuenta el proyecto nacional.

 

Podemos apreciar entonces dónde radica la importancia de la emergencia y la movilización de las naciones y pueblos indígenas originarios, dónde radica la importancia de la insurrección indígena, de los levantamientos y marchas de los pueblos originarios. Donde radica la importancia de su propuesta, el proceso constituyente y la Constitución. Se trata de superar la condición de incompletud permanente del Estado-nación, de un Estado-nación subordinado al orden mundial del capitalismo, mediante otra transición, la transición pluralista y comunitaria. La forma institucional de transición es el Estado plurinacional comunitario y autonómico. Una transición que se plantea el cuestionamiento mismo de la matriz cultural que cobija al capitalismo, la modernidad y a la ilusión de desarrollo. Transición que se plantea superar el capitalismo de la única forma que se puede hacerlo, de una manera civilizatoria, el cambio civilizatorio de la modernidad. La riqueza de estos planteamientos no se los puede eludir, sobre todo después de las dramáticas experiencias del llamado socialismo real. La transición de la dictadura del proletariado en la medida que se quedaba en los límites de la modernidad, por lo tanto en su condena histórica, no podía sino revivir al capitalismo por otras vías, por la vía burocrática. Las transiciones populistas y nacionalistas, que se han dado en las periferias del sistema-mundo no podían sino reproducir la dependencia por otras vías, sin mellar las estructuras de dominación del capitalismo a nivel mundial. Estas experiencias no pueden ser propuestas ahora como solución, ya han sido experimentadas y adolecen de límites congénitos insuperables, pues no comprendieron integralmente la problemática del capitalismo, no comprendieron la matriz colonial del capitalismo, no comprendieron la matriz extractivista y destructiva del capitalismo.

 

Al respecto, no se puede decir, como dicen algunas voces apresuradas y poco reflexivas de la izquierda, que el Estado plurinacional ha periclitado, hablando y refiriéndose a la crisis del llamado proceso de cambio, cuando este Estado plurinacional nunca ha sido construido. Lo que ha hecho el gobierno neopopulista es restaurar el Estado-nación para beneplácito de izquierdas y derechas. Esta izquierda es demasiado indolente y orgullosa de sus propias pobrezas, como para ponerse a trabajar seriamente y reflexionar sobre los alcances de seis años de luchas semi-insurreccionales (2000-2005), luchas que abrieron el proceso político que todavía vivimos, con todas sus contradicciones inherentes. Prefiere repetir los viejos y desgastados discursos de la dictadura del proletariado o de la soberanía Estado-nación. Un firme aliado de ambos discursos, sobre todo del segundo  es el gobierno neopopulista, pues ha restaurado el Estado-nación y hace gala de un nacionalismo descollante. Aunque también por ahí sigue hablando de un socialismo comunitario, figura paralela y complementaria del socialismo del siglo XXI, proyectos que no son otras cosas que renovaciones fragmentarias e inconsecuentes del socialismo real. Así mismo, tiende a optar por métodos autoritarios y despóticos para acallar la interpelación de las naciones y pueblos indígenas originarios y de los movimientos sociales que lucharon por la apertura del proceso. Eso, aunque sea un remedo cruel de la dictadura del proletariado, repite el procedimiento de los estados en su confrontación con las sociedades, el procedimiento del Estado de excepción.

 

A modo de conclusión

 

Hay algunos sepultureros del proceso de cambio, que se adelantan ansiosamente, mostrando su apresuramiento, para diagnosticar la muerte temprana del proceso constituyente, regodeándose de sus contradicciones, como si éstas no se dieran en todo proceso revolucionario. Creyendo que estas contradicciones presentes no formaran parte de las contradicciones que anidan en la historia, en las historias singulares de las formaciones sociales. Quizás esperanzados en que éstas contradicciones, las del proceso de cambio, anulen sus propias contradicciones históricas, la de las oligarquías, la de las burocracias, la de los voceros del “pragmatismo” de la sumisión y subordinación, contradicciones de las clases dominantes. Contradicciones políticas manifiestas en los fracasos e discordancias legendarias de las formaciones coloniales y periféricas del sistema-mundo capitalista. A estos sepultureros debemos decirles que, cuando se abre un proceso político, como el abierto por los movimientos sociales y las luchas indígenas, no se clausura este horizonte despejado, aunque fracase un gobierno, que no necesariamente ha respondido adecuadamente, desplazándose en la explanada del horizonte abierto, sino, mas bien, ha mostrado su apego al pasado, inmovilizándose en el umbral. El horizonte queda abierto como desafío, como visibilidad, como espacio que hay que recorrer. Esta es la tarea, tanto política como epistemológica, reconducir un proceso contradictorio y dar apertura una comprensión y conocimiento pluralista, en el contexto de las teorías de la complejidad y las cosmovisiones indígenas.

 

Miseria de la crítica

¿Cuándo la crítica es crítica? ¿Qué es la crítica? La crítica, que viene del griego, de κρίνειν krínein, que quiere decir discernir, analizar, separar; de las que deriva κριτικός kirtikós y κριτική kritikē; es decir, crítico, crítica; relacionado a juzgar, también dirimir. La palabra crítica, la acción de discernir, deriva de la palabra criterio; que connota el uso de conceptos. Ampliando la interpretación etimológica, tomando en cuenta la raíz griega kri(n), derivada del proto-indoeuropeo kr̥n, que, en latín, también deriva en palabras como secretum y discernere,  se puede concluir que la crítica alude al análisis, cuya finalidad es la contrastación, no solo con la realidad sino también con las teorías. Se trata entonces de la consistencia o correspondencia con la realidad, también con la consistencia teórica. Emmanuel Kant llevó la crítica más lejos, cuando establece la crítica como el análisis de las condiciones de posibilidad del conocimiento y de la experiencia. A partir de este desplazamiento epistemológico de la crítica, se pasa a la filosofía crítica, convirtiendo al pensamiento en la mimesis conceptual del movimiento efectivo. Quizás la expresión mayúscula de esta pretensión teórica es la filosofía de la historia. A partir de este paradigma racional, que convierte a la historia en el escenario dialéctico de las astucias de la razón, se desprenden las críticas a los corpus teóricos con pretensiones científicas. Karl Marx desarrolla la crítica de la economía política.

 

Se ha hablado de la crítica, de la crítica de la crítica, también de la crítica general o generalizada. De alguna manera, este decurso se enuncia en la filosofía dialéctica, tanto en su versión “idealista” como en su versión “materialista”. En este último caso la crítica forma parte de la política, como realización de la filosofía. También el marxismo es sometido a la crítica por las corrientes postmarxistas. La crítica, en sus modos variados, forma parte de las prácticas teóricas, filosóficas, epistemológicas y científicas; si se quiere, forma parte de las contrastaciones teóricas, lógicas, epistemológicas y metodológicas. La crítica adquiere otras connotaciones en la hermenéutica; en este caso la crítica tiene que ver con la interpretación del texto en el contexto; en principio, de textos, después, de contextos histórico-culturales. El método del círculo hermenéutico es un claro ejemplo de esta forma de crítica, que adquiere el sentido de la interpretación de nunca acabar. Jacques Derrida lleva la crítica hermenéutica más lejos con la deconstrucción, cuando la crítica se comporta como el desmontaje de textos, que suponen tejidos y capas de tejidos. La deconstrucción articula etimología, interpretación narrativa, interpretación conceptual, interpretación simbólica, interpretación metafórica, conectadas con interpretaciones histórico-culturales y políticas.

 

Estamos pues ante una herencia acumulativa de la arqueología de la crítica. En el presente, se espera que la crítica recoja esta herencia o, por lo menos, parte de ella. De ninguna manera se espera que se pretenda que sea “crítica” una narrativa “ideológica”, sobre todo tratándose de una de las “ideologías” conservadoras. No se puede llamar crítica a la reducción de la obra de una autor a una caricatura, después, ejercer sobre esa caricatura la pretendida “crítica”.  Esto no es nada más que un discurso prejuicioso. Se puede estar de acuerdo o no con un autor, con su obra, con la pertinencia o no de su obra; sin embargo, cuando se trata de la crítica de esa obra y ese autor, se requiere la comprensión de la estructura de la obra, la estructura conceptual de la obra, incluso si se trata de desplazamientos estructurales y conceptuales de la obra, definiendo distintas etapas. Cuando se obtiene la composición narrativa y teórica de una obra, entonces se está en condiciones de iniciar la crítica del texto o del conjunto de textos, que hacen al contexto hermenéutico de la obra.  Si se reduce la obra a una caricatura, lo único que puede salir es otra caricatura de “crítica”, no la crítica en sentido pleno de la palabra.

 

Llama la atención la pobreza de la “crítica” de la obra de René Zavaleta Mercado. Se parte de las premisas prejuiciosas, de partida, de que el autor aludido no piensa bien Boliviano piensa bien la sociedad. Nunca se expresa claramente el referente con el que se contrasta, referente que, se supone, corresponde a la verdad de la sociedad y a la verdad de Bolivia. Las fallas de la obra o del pensamiento del autor, inherente a la obra, tienen que ver con que no es un pensamiento democráticoes un pensamiento determinista y es un pensamiento populista. ¿Es esta una crítica? El eje central de la argumentación consiste en encontrar una composición doble en el pensamiento de Zavaleta, heredero del ideologüema del nacionalismo revolucionario y de la teoría marxista. De esta teoría hereda el determinismo histórico, de la que no escaparía Zavaleta, a pesar de su apego y recurso a las concepciones gramscianas del marxismo, que ya ventilan desplazamientos teóricos y conceptuales. Por otra parte, el otro eje de la argumentación tiene que ver con la concepción dramática del destino de la nación; una nación arrebatada por la dependencia y la subordinación a la dominación extranjera. En otras palabras, la crítica develaría, supuestamente, un discurso y una interpretación de victimización.

 

Resulta difícil reconocer la obra de Zavaleta en esta interpretación tan esquemática y maniquea, independientemente de la inclinación por las concepciones del autor. El método de la crisis como procedimiento de conocimiento no puede ser reducido a la violencia, al deseo de violencia, que no sería otra cosa, que deseo de venganza. Es cuando se delata esta supuesta crítica; muestra sus enormes vacíos en lo que respecta a la descripción adecuada de la obra, al manejo de los conceptos de la narrativa zavaleteana. Nada más lejos de los sentidos implícitos en las escrituras, en la formación discursiva y enunciativa de Zavaleta.

 

No se entiende por qué tendría que ser determinista la tesis de la formación social abigarrada, tesis principal de la teoría de Zavaleta. En resumidas cuentas la formación social abigarrada alude a la complejidad de la formación social, a la yuxtaposición de sus formas, contenidos y expresiones. Esto no puede ser, de ninguna manera, determinismo. Tesis de donde se desprenden el concepto de crisis, que viene a ser, en Zavaleta, un concepto epistemológico, también una configuración problemática, que debe ser desbrozada a partir de la lectura de la crisis, que tiene connotaciones políticas, también sociales y culturales; se está hablando de la crisis de Estado; no de la violencia descarnada. Parece que el “crítico”, en este caso, tiene problemas con los fantasmas de la violencia, que le impiden elaborar una crítica, empujándolo a una diatriba contra sus propios fantasmas.

 

No se reconoce ninguno de los capítulos de Lo nacional-popular en Bolivia, obra póstuma de Zavaleta. La querella del excedente, capitulo donde el autor trata de la guerra del pacifico, es reducida a síntomas del resentimiento; dejando de lado el sugerente análisis de Zavaleta sobre las características estatales de Chile, Perú y Bolivia, las diferencias sociales y culturales, las condiciones diferenciales de sus tendencias económicas, sus estructuras económicas y estructuras de poder, a pesar de las analogías de formas jurídicas.   No se toma en cuenta El mundo de Willka, capitulo intenso, donde se relata y analiza la Guerra Federal, en el contexto del sistema-mundo capitalista. No está pues Zavaleta, la obra del autor, en el objeto de esta “crítica”. Nos encontramos con los fantasmas y miedos del pretendido “crítico”.

 

Teoría política boliviana[14]

 

Sospecho que con la decadencia del MAS, es decir, con las consecuencias políticas, por no seguir con el proceso de cambio, y embarcarse en círculo vicioso del poder, repetimos la triste historia del tiempo de las cosas pequeñas, de aquel tiempo del que hablaba Sergio Almaraz Paz. Sin embargo, esta revolución, la del  52, fue nuestra revolución, cuando nos constituimos como nación, como Estado-nación efectivo, no solamente jurídico. No supimos defender lo que quedaba de esa revolución en 1964. Era como abandonar a un familiar ante el peligro de muerte, justificar el abandono por haberse descarriado. Ahora pasa lo mismo, la decadencia en el MAS y del gobierno es alarmante; empero, son nuestros monstruos, emergidos de la movilización prolongada. La vieja rosca, la nueva rosca, el eterno retorno de las roscas quiere sacar la cabeza. Ellos creen que es el anuncio de su retorno. La tarea es difícil; no podemos dejar de hacer la crítica, buscar la profundización de un proceso de cambio «traicionado», por un lado; tampoco podemos dejar que las eternas roscas saquen la cabeza, por así decirlo, y pretendan decirnos lo que siempre nos han dicho, mostrarnos sus miserias y mezquindades como verdades. Volvemos a momentos decisivos como los de 1964. Debemos defender lo poco que queda del proceso de cambio, sin dejar de hacer crítica, sin dejar de hacer activismo, sin dejar de mantener el fuego para que una chispa vuelva a incendiar la pradera.

 

 

Conversaciones con Luis Minaya

 

¿Cómo interpretar una escritura, incluso si esta sufre sus desplazamientos y transformaciones? ¿Cómo interpretar una obra, que es lo que se llama en referencia a un conjunto, más o menos secuencial, de escritos, si se quiere a una constelación de textos? ¿Cómo interpretar la obra de René Zavaleta Mercado? Estas son las preguntas que nos hacemos en la segunda década del siglo XXI, cuando asistimos a la decadencia de un “gobierno progresista”, que, en vez, de profundizar el proceso de cambio, ya sea en transiciones lentas, si es que no se lo quiere hacer o se cree que no se puede hacerlo  más rápido, ha optado por lo de siempre, por el circulo vicioso del poder. Nos hacemos estas preguntas cuando una lectura rápida, provisional, conservadora, pretende descalificar a la obra de Zavaleta, descalificando también al autor, sin más argumentos que los prejuicios cultivados en el espíritu de revancha  de las élites derrocadas. Escribimos en La episteme boliviana sobre este iluminismo criollo y mestizo, que efectuó la interpretación crítica de la historia política y de la historia económica de Bolivia, ocasionando una especie de paradigma de interpretación de la formación social boliviana[15]. Es, sin duda, un acontecimiento intelectual, pues se teorizaba, se construían interpretaciones, corpus enunciativos, para hacer inteligible la formación social abigarrada. Frente a este aporte, la intelectualidad conservadora no mostró más que sus miserias; repeticiones e imitaciones deslucidas de lo que le parecía honorable de las teorías universales de la modernidad. Por otra parte, la formación discursiva conservadora criolla hacía gala de sus vacíos y lagunas, sobre todo de su miopía, al no ver, no percibir, no comprender ni explicarse el país en el que vivían.

 

Como decía Hugo Zemelman Merino, Zavaleta era elocuente en la exposición luminosa de conceptos plásticos, cargados metafóricamente, casi figuras poéticas. Seres humanos como René Zavaleta se encuentran conmovidos por los espesores históricos de su país, del que tienen la memoria de las huellas inscritas en sus territorios, cuerpos y ciclos. Hablan, si se quiere, piensan, con todo el cuerpo. No se sienten externos a una realidad, que para otros se convierte en un objeto de estudio. Forman parte de ella, viven, sufren y se alegran con las contingencias, avatares, planos y espesores de intensidad de esa realidad. Bolivia para Zavaleta era su pasión, el amor perdido que hay que recuperar. Sus escritos, en todas sus etapas, la más vinculada al ideologüema del nacionalismo revolucionario, la de transición a un marxismo gramsciano, la de un desplazamiento a un más allá del marxismo, cuando intenta percibir desde los ojos de Willka, son escritos con sangre, como exigía Friedrich Nietzsche, son dispositivos a usarse en acciones emancipadoras de un país atrapado en las mallas de la colonialidad y en las redes del sistema-mundo capitalista.

 

La intelectualidad conservadora no lo ha querido a Zavaleta; les parecía una hecatombe discursiva, una convulsión pasional que iluminaba con sus irradiaciones interpeladoras. No lo quieren, ahora, habiéndonos dejado hace un buen tiempo, pues sus escritos recuerdan a esta ardiente llamarada de palabras, que quema. No se le puede perdonar a este intelectual cholo, erudito e irreverente, por estas pretensiones iluministas. Los intelectuales, según ellos, de nuestro continente, de las periferias del sistema-mundo capitalista, deben honrar a las verdades universales institucionalizadas. Además, deben decirse estas verdades, con calma, mesura, con voz de profesor aburrido, a un ritmo de letanía amarga. Zavaleta era todo lo contrario, seducía a su auditorio, hablaba efusivamente, exponía intempestivamente, desplegando largas disertaciones eruditas y críticas.

 

Hay que leer sus escritos entonces acercándonos a su percepción apasionada del país. Debemos encontrar, primero, sus intuiciones asombrosas, para captar los sentidos inmanentes de la experiencia social, transmitidos a su escritura, abordados con la singularidad de su formación. Después podemos interpretar los conceptos. Esto para evitar exegesis como de diccionario, deducidas de paradigmas teóricos institucionalizados. Un concepto puede conllevar su efecto abstracto, su irradiación general; empero, cuando se lo uso en un discurso, en un escrito, adquiere connotaciones propias, singulares; sólo se lo puede decodificar atendiendo a la experiencia y a la memoria social e individual.

 

En la Formación de la consciencia nacional Zavaleta parte del acontecimiento de la guerra del Chaco. La considera una experiencia conmovedora e inaugural de la consciencia nacional. ¿Qué hay de criticable en esta premisa? ¿Colocar el nacimiento de la consciencia nacional, por lo tanto, del Estado-nación efectivo, en este acontecimiento bélico, y no en la guerra de la independencia? ¿Por qué tendría que ser la guerra de la independencia El nacimiento del Estado-nación y no, mas bien, uno de los nacimientos, quizás abortados? Pues el Estado-nación no se termina de constituir en su materialidad institucional jurídica, política, social, económica y cultural. Esta manera de asumir el análisis forma parte de lo que Michel Foucault considera los discursos histórico-políticos, a diferencia de los discursos jurídico-políticos.

 

Los discursos histórico-políticos son críticos de la dominación; se estructuran como interpelación a las dominaciones. La guerra es un concepto que hace inteligible la formación social, precisamente en su crisis, como enunciaba Zavaleta. De esto se trata la tesis inicial de este intelectual crítico. Independientemente si se está de acuerdo con esta tesis, si se quiere con el paradigma histórico-político, que se tenga más apego al paradigma jurídico-político de legitimación del poder, lo importante es seguir la estructura de esta interpretación de la realidad histórica y social de Bolivia, seguir su lógica. Si se quiere criticar, no hay que perder de vista la descripción del cuadro conceptual. Sin embargo, la pretendida “crítica” no hace esto; prefiere bañarse en sus propios prejuicios, usar la regla de su formación académica, como si esta fuera aplicable universalmente, además de desatender a las propias corrientes y debates contemporáneos en las teorías, por lo tanto al cuestionamiento de las pretensiones de verdad y de las pretensiones de universalidad de las teorías institucionalizadas.

 

Esta pose de nobleza no hace otra cosa que desatender lo que lee; por lo tanto alejarse del texto y extraviarse en sus recónditos miedos. Esta lectura conservadora de la obra de Zavaleta no solamente es “ideológica”, sino es represiva consigo misma, no se da la oportunidad de comprender la obra, de entenderla, incluso para criticarla.

 

En Lo nacional-popular en Bolivia nos encontramos a un Zavaleta que ha dejado como sedimentación de su memoria al ideologüema del nacionalismo revolucionario, que ha incursionado en la formación marxista, adscribiéndose a la crítica gramsciana, que articula imprescindiblemente, en su inmediatez, la estructura económica y la superestructura ideológica, jurídica y política. No hay determinismo, sino lo que el marxista italiano llama bloque histórico. El concepto de bloque histórico debe interpretarse epistemológicamente como entrelazamiento de estructura y superestructura, antes que como bloque de clases sociales, como el gramscianismo vulgar acostumbra. Sobre o, mas bien, dentro esta concepción de totalidad intrínseca se puede deducir, si se quiere, la descripción del bloque de clases o alianza de clases. Zavaleta no es, de ninguna manera, ajeno a esta concepción, más hegeliana, que engelsiana, de la estructura social. Mal se puede decir que Zavaleta es determinista. Esto es no haberlo entendido.

 

En Lo nacional-popular también se nota a un Zavaleta preocupado, como no lo había hecho antes, por la problemática colonial, en el sentido de la dominación estatal sobre las naciones y pueblos indígenas. Ahí está, como corroboración de lo que decimos, el capítulo de El mundo del temible Willka; también su replanteamiento de la concepción espacial. Esta intuición como condición de posibilidad de la experiencia, en el capítulo sobre La querella del excedente. En La querella del excedente el tema es la pérdida de Atacama en la guerra del pacífico; el análisis es sobresaliente, al margen y  muy lejos de los revanchismos y chauvinismos acostumbrados, Zavaleta desmenuza la condición de posibilidad histórica territorial, el efecto des-articulador de la pérdida de un espacio acoplado a los archipiélagos andinos. Espacio borrado por la mirada oligárquica, que sólo entendía como territorio la extensión de sus fincas y de sus minas. Analiza las condiciones y las composiciones de los tres Estado-nación en guerra; Bolivia, Chile y Perú. Para decirlo resumidamente y no hacer una larga exposición al respecto, la estructura gamonal del poder en Bolivia y Perú debilitan a estos estados en su capacidad de respuesta, de defensa de sus territorios; en cambio, la transición del gamonalismo chileno hacia una burguesía pujante, consigue la modernización institucional y de sus aparatos bélicos del Estado-nación chileno. Sin alargarnos, de todos modos, en ambos casos, la cuestión indígena es parte la composición y las razones de la guerra del pacífico. El Estado-nación criollo chileno reinicia la guerra contra los pueblos indígenas del sur, sobre todo con la nación y pueblos mapuches, como preludio de la guerra del pacífico. Por el otro lado, dos Estado-nación, con preponderante población indígena, van a la guerra enseñoreados de sus tenencias, riquezas y sus dominaciones coloniales. Como dice Zavaleta, la guerra estaba pérdida de antemano, si es que no se acudía a transformaciones estructurales e institucionales de estos Estado-nación, perdidos en el ostracismo de sus oligarquías criollas.

 

Comparando la guerra del pacífico, la guerra federal y la guerra del chaco, Zavaleta observa que sorprende que la sociedad no haya respondido, como corresponde en estos momentos, a la pérdida de Atacama, que haya tardado en asimilar esta pérdida hasta muy tarde; que la que sabía que se perdía el litoral, la oligarquía gobernante, creyó que no era una pérdida irreparable. Por eso prefirió negociar el Atacama, recibiendo dinero y un ferrocarril a cambio; firmando esta entrega en el Tratado de 1904. En cambio la guerra federal fue un acontecimiento estatal; lo profundo de la sociedad se movilizó, la estructura misma del Estado se conmovió y terminó no solo de desplegar su crisis, sino de transformarse. De un Estado-nación patrimonial se pasó a un Estado-nación jurídicamente liberal, con instituciones liberales, que pretendían encaminarse al progreso y al desarrollo. Sin embargo, la ilusión jurídica liberal y la restringida malla institucional liberal no podían ocultar a la inmensa mayoría poblacional, ajena a esta burbuja jurídica-política, que tampoco dejaba de ser oligárquica, aunque esta transitaba seriamente  a conformar una burguesía minera. Es la guerra del chaco la que vuelve a conmocionar al país entero; las clases sociales, los pueblos, mestizos e indígenas, se encuentran en las arenas del chaco, confraternizan en las trincheras y se abrazan en la muerte. Para Zavaleta este acontecimiento, en su singularidad, se convierte en la matriz de la consciencia nacional.

 

El momento constitutivo y la disponibilidad de fuerzas son dos conceptos que conciben la intensidad del acontecimiento, momentos históricos creativos, de desplazamiento y de posibles rupturas. Momentos de articulación desmesurada y de apertura enérgica. Se puede decir que el método de la crisis como procedimiento para hacer inteligible las formaciones sociales abigarradas, el momento constitutivo y la disponibilidad de fuerzas, son concepciones que elaboran un pensamiento propio en Zavaleta. Esta propiedad del pensamiento singular, en su etapa “madura”, no pertenece al ideologüema del nacionalismo revolucionario, tampoco a la concepción marxista gramsciana; ya forma parte de una nueva etapa del pensamiento intenso de este intelectual militante y comprometido. Si bien esta etapa ha quedado inconclusa, debido a su muerte temprana.

 

En torno a La querella por el excedente

En el capítulo de La querella del excedente se analiza el Estado, la formación del Estado-nación en Bolivia, Chile y Perú. Se analiza el Estado en relación al excedente, a la disponibilidad y al óptimo de la ecuación Estado-sociedad. El excedente, de por sí, no garantiza la disponibilidad; es decir, la retención y la absorción del excedente por la materialidad estatal; cierta absorción del excedente no garantiza el logro del óptimo de la ecuación Estado-sociedad. Entonces la pregunta es sobre las condiciones de posibilidad histórica, las composiciones y combinaciones históricas adecuadas, que hacen posible el óptimo. René Zavaleta Mercado considera que el análisis del juego de estas condiciones de posibilidad históricas, de estas composiciones y combinaciones históricas se hace posible en la contrastación de los momentos constitutivos. Las historias de las sociedades y los estados están erigidas por momentos constitutivos, momentos que inscriben en los decursos estructuras estructurantes, por así decirlo, usando en nuestra interpretación un concepto de Pierre Bourdieu, de los desenvolvimientos de la historia misma. Las estructuras estructurantes de los momentos constitutivos pueden dar lugar a la apertura de recorridos al óptimo o, por lo contrario, pueden clausurar estos recorridos históricos, en los periodos correspondientes, donde el momento constitutivo hace, a la vez, de matriz y de horizonte.

En la región andina un momento constitutivo inaugural fue la estrategia social desplegada de la articulación y complementariedad de los pisos ecológicos; estrategia sobre la que se establecen las formaciones sociales andinas precolombinas, desde las formas complementarias de las comunidades nómadas hasta el Estado Inka, institución cultural y territorial compleja, que articula la constelación de ayllus y markasdel Tawantinsuyu, pasando por la conformación transversal de las alianzas políticas y territoriales de los ayllus.  Otro momento constitutivo es la conquista y la colonización,  momento constitutivo éste que ha requerido des-constituir, primero, el momento constitutivo andino y su irradiación cultural y territorial. Zavaleta encuentra que la viabilización al óptimo se hallaba en el momento constitutivo andino y se clausura, de alguna manera, en el momento constitutivo de la conquista. Para lograr otro óptimo en el horizonte históricoirradiado por el momento constitutivo colonial se requería transformaciones estructurales e institucionales del Estado colonial; cosa que no ocurrió, salvo, de manera improvisada, en la emergencia de la guerra contra las naciones y pueblos indígenas, sobre todo en el caso de la historia de Chile. Los españoles derrotados en el sur, amenazados por el asedio indígena, fueron obligados a modificar la forma organizativa de hueste de conquista para conformar un ejército. Este aparato de guerra se instaura como la matriz del Estado. Después de la guerra de la independencia, esta es la herencia colonial del Estado-nación de Chile, Estado-nación, por cierto oligárquico; empero, obligado a la convocatoria autoritaria a toda la población. El gobierno del periodo de la guerra del Pacífico no podía comenzar la guerra de expansión al norte sin antes tratar de resolver el problema pendiente dejado por los españoles, la dominación estatal sobre las naciones y pueblos indígenas del sur. Por eso, retomó la guerra contra los indígenas, como preludio de la guerra del Pacífico.

El Estado-nación de Chile se había preparado para guerra con tiempo de anticipación, teniendo como antecedente que se trata de un Estado que nace no solamente en la guerra y por la guerra, sino guerreando efectivamente contra los indígenas. El antecedente de esta guerra, la del Pacífico, se encuentra en la guerra contra la Confederación peruana y boliviana, que era el proyecto asumido por el Mariscal Santa Cruz. En esa guerra, el ejército chileno apoya a la oligarquía costeña peruana en su lucha por la hegemonía contra la oligarquía serrana, que era una de las bases de la composición de la Confederación. Se trata de una guerra del interior contra la costa, una guerra ente los proyectos estatales del interior contra los proyectos estatales de los puertos, cuya mirada se encuentra en el mercado internacional. Esta guerra la perdió el interior, la perdió la Confederación; este es el desenlace compartido por otras guerras equivalentes en el continente. Ganó el mercado internacional contra la posibilidad de un mercado interno, ganó la oligarquía porteña contra las oligarquías del interior, que se encontraban en alianzas con estratos populares. Se puede decir también que las derrotas del proyecto hegemónico endógeno respecto al proyecto hegemónico exógeno, fueron momentos constitutivos distribuidos en la geografía del continente, en coyunturas decisivas. Clausuraron la posibilidad de óptimos estatales-sociales en la configuración histórica posterior de los Estado-nación del continente, desplegando ecuaciones histórico-políticas, por así decirlo, inciertas e inestables, manifestando permanentemente la crisis múltiple de los estados.

A la guerra del Pacífico asistió el Estado chileno preparado para la misma, en cambio, el Estado de Bolivia y el Estado del Perú se encontraron, como quien dice, desnudos, descubiertos en sus propios apuros, en sus propias vulnerabilidades, sin capacidad de disponer de todas sus fuerzas, pues, si bien contaban con el excedente, hasta en demasía, respecto de Chile, no tenían disponibilidad y estaban lejos del óptimo.  Esta guerra se la podía vencer en una guerra larga y en la sierra, en el interior; sin embargo, las burguesías liberales de Perú y Bolivia, más volcadas al proyecto portuario de mercado internacional, conspiraron contra esta posibilidad de resistencia y guerra prolongada. Prefirieron pactar con el vencedor. El país que más perdió en esta guerra fue Bolivia,  al perder el Atacama y clausurar su salida portuaria, que serviría tanto al proyecto endógeno como al proyecto exógeno. La oligarquía gobernante prefirió abandonar la guerra con anticipación, dejando al Perú pelear por tres años, después prefirió canjear el Atacama por dinero y un ferrocarril. Esta miseria política, diplomática y estatal de la oligarquía boliviana muestra patéticamente cuan lejos estaba de no sólo el óptimo sino incluso de la voluntad de disponibilidad.

 

Las guerras de los pueblos del interior y las oligarquías porteñas

En Guerra periférica y geopolítica regional[16] escribimos:

La  Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana concurre desde el año  1836 hasta 1839. Se enfrenta la Confederación Perú-Boliviana  a la alianza formada por peruanos contrarios a la confederación y la República de Chile.

Cuando se dio lugar la Confederación Perú-Boliviana, la reacción de la oligarquía costeña fue contraria; se opusieron contra lo que consideraron era el dominio de la sierra peruana y boliviana.  Destacamentos peruanos al mando de Felipe Santiago se enfrentaron a las fuerzas confederadas. El desenlace del enfrentamiento bélico fue favorable a la Confederación, culminó con la derrota y fusilamiento de Salaverry. La flamante Confederación andina no sólo tuvo que enfrentar esta oposición peruana y chilena, sino también el desacuerdo argentino; la Confederación Perú-Boliviana  combatiría a la Confederación Argentina, dirigida por Juan Manuel de Rosas. En las batallas emprendidas  en este frente de guerra se pugnaron territorios del altiplano. En este caso, también el ejército confederado de Andrés de Santa Cruz  consiguió imponerse.

Empero, básicamente la guerra confederada se desenvuelve en el enfrentamiento de la Confederación Perú-Boliviana con la República de Chile, que apoyaba a peruanos contrarios a la confederación. Estos “restauradores” deseaban la reunificación del Perú y la expulsión de Santa Cruz del poder.

La segunda fase de la guerra culminaría con la victoria de las tropas del Ejército Unido Restaurador,  ocasionando la disolución de la Confederación Perú-Boliviana, dando con esto también culminación al protectorado de Andrés de Santa Cruz.

¿Por qué se opuso Diego Portales a la Confederación Perú-Boliviana? ¿Por qué también lo hizo la Confederación argentina? ¿Por qué los peruanos del norte se alzaron en armas contra la Confederación andina? Revisando los hechos,  tal parece que en tiempos de Andrés de Santa Cruz, Bolivia contaba no sólo con un estratega y estadista, sino también con un ejército capaz de hacer frente a dos guerras casi simultáneas. Este general de Simón Bolívar, oficial curtido en la guerra de la independencia, era como la presencia o la proyección de una época gloriosa, de la cual devienen todavía los aires de la Gran Colombia. En el caso del Mariscal de Calahumana, incluso podemos no sólo tener en cuenta la extensión geográfica del Virreinato del Perú, sino incluso del Tawantinsuyu. Se trataba de buscar corregir los errores locales del nacimiento de las repúblicas independientes. Ahora bien, ¿por qué no entró en este proyecto Chile? No eran estructuras sociales tan distintas, aunque había más analogía entre las estructuras sociales de Bolivia y Perú. Al final se trataba de repúblicas que habían sido liberadas por los ejércitos independentistas de Simón Bolívar y San Martin, quienes se pusieron de acuerdo en Guayaquil, sobre el curso a seguir. Cuando estos países se vieron amenazados por la flota española que incursionaba el Pacífico, confraternizaron para afrontar la amenaza. ¿Qué ocurrió en los 40 años posteriores a la finalización de la guerra de la Confederación para que la situación cambie, para que la correlación de fuerzas cambie tan drásticamente, que la ventaja cualitativa la tenga Chile contra Bolivia y el Perú?

La oposición de Portales a la Confederación fue enunciada claramente: Bolivia y Perú eran mucho más que Chile. De concretarse esta unión era como que el destino de Chile se circunscribiría a un papel modesto. ¿Por qué no pudo pensarse de otra manera? ¿Los intereses económicos que se conformaron al sud, en Santiago, y al norte, en Lima, visualizaron como amenazas la conformación de una Confederación que potenciaba la sierra y los Andes, el interior, contra la costa? ¿Se repetía la misma mezquina perspectiva de las oligarquías locales que se opusieron a la Patria Grande? Bolivia tenía como referente administrativo la Audiencia de Charcas, y como referente económico el entorno potosino, vale decir la economía de la plata, que comprometió a una geografía que venía desde Quito y llegaba a Córdoba. Esta economía, que podemos llamar endógena, con cierta cautela, se contrapone a la economía de la costa, altamente articulada al mercado internacional de la revolución industrial. ¿No se podía combinar ambas geopolíticas, ambas estrategias económicas? ¿Por qué tendrían que ser dicotómicas? Tal parece que en estas contradicciones se encuentra la explicación de las tensiones entre el interior, las provincias del interior, y las capitales, que tienen la mirada puesta en la costa, que los subordina al mercado internacional. La guerra gaucha, de las provincias del interior contra Buenos Aires, parece tener el mismo sentido. Así también la guerra de la triple alianza, Argentina, Brasil y Uruguay, contra Paraguay, país que conservó una perspectiva endógena.

El ciclo del capitalismo de la revolución industrial, bajo hegemonía británica, arrastró los centros económicos de los países periféricos a la costa, condicionando sus economías a circunscribirse a una división del trabajo internacional, a una geopolítica capitalista, que los condenaba a ser países extractivistas. No es pues inapropiado nombrar a la guerra del Pacífico como guerra del guano y del salitre, la querella del excedente. Estos países periféricos, involucrados en la guerra, disputaron el excedente para satisfacer la demanda británica y europea. La guerra que  se peleó fue para favorecer a sus oligarquías, que eran intermediarias del capital británico. Las oligarquías locales no podían tener otra perspectiva que la de sus intereses locales; era entonces imposible que de ellas se genere una perspectiva integral. Entre las incipientes burguesías nativas, boliviana, chilena y peruana, con sus propias contradicciones coloniales,  enfrentando a sus poblaciones indígenas, aunque lo hagan en distintos contextos y de distinta manera, la que parece haber resuelto, para entonces, problemas de constitución de clase, es la burguesía chilena, en tanto que las burguesías boliviana y peruana, todavía se debatían en la ambigüedad de proyectos contrastados. Entre persistir en la dominación gamonal, latitudinaria y colonial, o transformar su dominación, modernizando sus relaciones de poder, proletarizando a su población.

La burguesía chilena, intermediaria del capital hegemónico, no encontró otra cosa, como proyecto propio, que expandirse, controlar los recursos naturales que sus vecinos no sabían explotar ni administrar. Se trata de una guerra de conquista de mediana intensidad. Se puede decir que la estatalización en Chile se dio más rápidamente que en Bolivia y Perú, a quienes les costó más tiempo conformar un Estado-nación. Parece que es en el transcurso de esas décadas, que vienen desde los treinta y van hasta los setenta del siglo XIX, que la burguesía trasandina se inclina por una estrategia militar. Concretamente se prepara para la guerra; desde la guerra contra la Confederación Perú-Boliviana hasta la Guerra del Pacífico, concurren reformas institucionales administrativas y militares, tendiendo a una modernización, equipamiento, disciplina y adecuación a las tácticas y estrategias de la guerra moderna, para ese entonces. En cambio, parece no concurrir esto ni en Bolivia ni en el Perú, que enfrentan la guerra con los resabios de la guerra de la independencia y la guerra confederada.

Zavaleta Mercado habla de disponibilidad y de óptimo. Dice que el Estado chileno logró esta disponibilidad de fuerzas y un óptimo para cuando estalló la guerra del Pacífico. Lo que no ocurrió con Bolivia y Perú, que contaban con excedente, pero no con disponibilidad de fuerzas y un óptimo. Zavaleta cree ver que la militarización del Estado chileno tiene que ver también con la contingencia de la constante amenaza de la guerra indígena; Chile se vio obligado a conformar un Estado fortaleza, encargado de cuidar y definir las fronteras permanentemente. Puede ser; empero, esta característica también la compartían Bolivia y Perú, aunque en otro contexto y de otra manera. Es preferible concentrarse en dos aspectos: 1) la mejor adecuación y adaptación de la burguesía trasandina a las demandas de materias primas de la revolución industrial, logrando pautas de reproducción social más afines al nuevo ciclo del capitalismo; y 2) la reorganización y modernización del Estado, incluyendo, claro está, de la armada y del ejército.

La hipótesis de interpretación es la siguiente:

La guerra confederada forma parte de las historias de las guerras entre el interior y la exterioridad misma de la formación económico-social, entre los proyectos endógenos y los proyectos exógenos. La historia de estas guerras más se parecen a la historia de guerras civiles entre las provincias del interior y la capital, núcleo primordial de la externalización. Este tipo de guerras civiles se han dado en todo el continente americano; también podemos considerar, como formando parte de esta tipología, guerras que se presentan como guerras entre estados, como es el caso de del guerra confederada, así también como la guerra de la triple alianza contra Paraguay. Este país era el ejemplo de un proyecto endógeno en marcha y consolidado; tuvo que enfrentarse a tres proyectos económicos, políticos y sociales exógenos. No parecía posible la convivencia entre ambos proyectos confrontados. El ciclo hegemónico de la revolución industrial exigía una clara división del trabajo internacional, una definida geopolítica que diferenciará los centros de las periferias del sistema-mundo capitalista. Así como convertir a las periferias en espacios de compra de los productos manufacturados, siendo economías primario exportadoras. La orientación económica, social y política paraguaya era, en el siglo XIX, un desafío a la geopolítica del sistema-mundo capitalista del ciclo de la revolución industrial.

La guerra confederada andina no dejó de connotar estas características de una suerte de guerra civil entre un interior y una exterioridad, aunque ésta forme parte de la propia formación social y económica. La contradicción entre los intereses de una oligarquía costeña y otra oligarquía serrana hablan de ello. En el espacio discursivo e “ideológico” se puede notar también este contraste, cuando los voceros y políticos costeños calificaban a Andrés de Santa Cruz como “serrano”, queriendo usar este término despectivamente; incluso se lo calificó de “guanaco de los Andes”.  Ahora bien, los actores involucrados no tienen que ser plenamente conscientes de estas contradicciones; empero, basta que sus acciones y perspectivas se involucren en una proyección distinta a la de subordinación al mercado externo, como para marcar la diferencia; así, como al contrario, adecuando, mas bien, la forma Estado a este requerimiento. Puede pensarse que el proyecto de la Confederación era una reminiscencia del proyecto independista integral de la Gran Colombia; se puede incluso concebirlo como una reminiscencia de  la convocatoria de Tupac Amaru de formar una gran nación desde el Pacífico hasta el Paititi. Como reminiscencia ya no tenía el alcance que contenían los proyectos de la Patria Grande; sin embargo, era, esta proyección disminuida, una actualización, en menor escala, de aquellos.

La derrota del ejército confederado era una derrota más del interior contra la costa, de la interiorización contra la externalización, de los proyectos endógenos contra los proyectos exógenos. Se puede decir también que la derrota de la Confederación anticipa la derrota de Bolivia y Perú en la guerra del Pacífico, aunque esta guerra es de otra índole.  Ya no se trataba de una guerra entre un interior y la externalización, entre unos proyectos endógenos y otros proyectos exógenos, pues claramente los tres países optaron por la externalización, por el proyecto exógeno, por el modelo extractivista de sus economías. La guerra del Pacífico fue una guerra de tres proyectos de externalización, fue una guerra por el excedente para externalizarlo. Cuando decimos que la derrota de la Confederación anticipa la derrota de la guerra del Pacífico, decimos también que, la burguesía chilena fue más eficaz con la conformación y consolidación de este modelo, procurando una modernización institucional, administrativa, educativa, militar, adecuada a los tiempos de la revolución industrial. Las oligarquías peruana y boliviana se adormecieron con la externalización de sus excedentes, que los tenían en más que en lo que respecta a Chile, se adormecieron con una suerte de sobrevaloración de sus capacidades, que, viendo los desenlaces, resultaron hartamente obsoletas, dadas las circunstancias y los cambios habidos durante el siglo XIX.

Zavaleta anota otro tópico en el análisis del desenlace de la querella por el excedente. Este es el de la vinculación con el espacio. Considera un vínculo con el espacio en las civilizaciones andinas, pre-coloniales, distinta al vínculo dado en las repúblicas. Mientras las civilizaciones andinas emergían del espacio, nacían del territorio, domesticando plantas, arrancando a la tierra una fertilidad difícil, mediante tecnologías agrícolas innovadoras y la organización colectiva. Las repúblicas producirán el espacio, por así decirlo, conformaban un espacio adecuado al mercado internacional; sin embargo, no todas lograron controlar su propio espacio.

Zavaleta escribe:

“Los espíritus del Estado en Bolivia no veían los hechos del espacio sino como una dimensión gamonal. Lo característico era la forma gamonal del Estado[17]”.           

Refiriéndose al espacio andino dice:

“La agricultura andina, que no en balde es el acontecimiento civilizatorio más importante que ha ocurrido en este lugar y en América Latina entera, y después Potosí o sea Charcas, se organizan y se identifican en torno a este discurso territorial… El Atacama, por lo demás, era de un modo arquetípico una tierra apropiada, incorporada al razonamiento ecológico de esta instancia de los andinos de tal manera que no es cualquier costa apta para el comercio moderno lo que podía ocasionar semejante sentimiento gregario de desagregación[18]”.

Este vínculo ancestral con el espacio se quebró o se redujo a su mínima expresión; ya no es el espacio articulado por las complementariedades, ya no es el archipiélago andino el que hace de matriz territorial reproductiva a la sociedad organizada en comunidades, ayllus, sino es otro espacio o espacialidad el que hace de referente de los flujos y desplazamientos, un espacio mercantil cuya gravitación radica en los núcleos de externalización de los recursos naturales. Es con relación a este otro referente espacial que hay que entender lo que pasó; por qué no reaccionó la sociedad boliviana ante semejante pérdida.

Zavaleta se pregunta:

“Se necesita explicar sin duda por qué la otra Bolivia, la que sí debería ver estas cosas como una adversidad gravísima, tardó tanto en su evaluación. La perplejidad con que vive el cuerpo social una pérdida tan considerable se explica porque la lógica espacial previa, que era en realidad una combinación entre la agricultura andina clásica y el Estado despótico como su culminación natural… se había replegado a lo que será el aspecto de la cristalización u osificación de la historia del país[19]”.   

La respuesta que se da es:

“Recluido en su coto cerrado de la agricultura y practicando una economía moral de resistencia, conservación e insistencia, el vasto cuerpo popular, aunque se demoraría en tomar consciencia del problema, lo haría después con una intensidad que sólo se explica por la interpelación que tiene el espacio sobre la ideología o interferencia en esta sociedad[20]”. 

 

Conclusiones

  1. La teoría del Estado de René Zavaleta Mercado se basa en la disponibilidad del excedentey en la habilitación del óptimode la ecuación Estado-sociedad-territorio.
  2. Se trata de una teoría, que podemos llamarla genealógica, que toma en cuenta los momentos constitutivoscomo nacimientos y la irradiación de estos momentos constitutivoscomo emergencias, actualizaciones coyunturales de los momentos constitutivos de referencia.
  3. Se trata de una teoría que apunta a evaluar la capacidad auto- determinante de las sociedades, que sólo se puede lograr por el autoconocimiento de sus condiciones históricasy sus procesos inherentes y desatados en periodos constitutivos o des-constitutivos.
  4. Encuentra que es la crisis histórica-política-socialla que abre la posibilidad de inteligibilidad de las formaciones sociales abigarradas, al mostrar el bricolaje insostenible de sus yuxtaposiciones, al mostrar las inciertas costuras de la pluralidad, al mostrar el campo de posibilidades alternativas para articular la pluralidad de una manera integral.

 

Hermenéutica de El mundo del temible Willka

¿Cuál la relación entre un acontecimiento acaecido y la formación discursiva que lo interpreta, que, sin embargo, irradia hasta el presente? ¿Cómo interpretar, a su vez, la formación discursiva de otro presente, un presente pasado, en nuestro presente? Nos preguntamos sobre la relación de la guerra federal de 1899 y la formación discursiva zavaleteana. La crisis del Estado-nación oligárquico, que también es una crisis social, abre la posibilidad de inteligibilidad de la formación social abigarrada de entonces, al descorrer las cortinas institucionales y mostrar las costuras forzadas de un Estado constituido en la ilusión jurídica, combinada con la práctica de la dominación colonial sobre las naciones y pueblos indígenas. René Zavaleta Mercado aplica el método de la crisiscomo procesos de conocimiento de la singularidad de la formación social boliviana de entonces. El autor de Lo nacional-popular en Bolivia encuentra que la participación aymara en la guerra federal, aliada al General Pando y los liberales paceños, se da como respuesta a la apropiación de tierras que se dio entre 1868 y 1871, en su primer ciclo, y 1874 y 1899, en el subsiguiente ciclo de despojo. La participación del ejército aymara en la guerra federal se asienta en la memoria larga del levantamiento indígena pan-andino del siglo XVIII. La alianza con los liberales del norte en contra de los conservadores del sur es, en parte, un fenómeno regional. Los paceños, en principio, preferían a los aymaras que a los sucrenses. Sin embargo, la alianza se basa en un acuerdo fundamental para los aymaras, la devolución de las tierras comunitarias usurpadas desde Melgarejo, incluso más antes. En el transcurso de la guerra se observa la autonomía del ejercito aymara respecto a los mandos formales del ejercito liberal; esto, en principio, con la connivencia del mismo Pando, que había nombrado general a Pablo Zárate, el Willka aymara. La guerra federal contenía otra guerra, la guerra de razas[21], la continuidad de la guerra anticolonial; en la medida que se sucedía la guerra, esta significación de la guerra se hizo más evidente. Cuando estaba clara la derrota del ejército del sur, Pando dispuso perseguir a los jinetes fugitivos, más para salvarles el pellejo de manos de la milicia aymara que para cazarlos. El cambio de opinión en Pando se efectuó en los momentos del desenlace bélico, si es que no fue antes; de preferir a los aymaras que a los sucrenses pasó a preferir un acuerdo con los del sur antes que el ejército aymara y un levantamiento indígena acabe con ambos.

El lenguaje de la narrativa teórica de Zavaleta no es descriptivo, es más bien analítico y reflexivo, se detiene a elucidar los hechos, comprendidos como síntomas de la crisis del Estado oligárquico, también como síntomas de una trama histórica donde concurren pretensiones señoriales de una consciencia desdichada y anhelos populares nacionales, acompañando al proyecto alterativo anticolonial indígena. Sin embargo, no es una trama decodificable solo localmente o regionalmente; es menester interpretarla desde el mundo en el que se inserta. El mundo de Willka es el mundo del sistema-mundo capitalista de entonces, en pleno ciclo de la hegemonía británica.   Por lo tanto, es indispensable interpretar el acontecimiento de la guerra federal en el acontecimiento mundo de entonces, en el mundo del temible Willka. Por eso las elucidaciones desde el acontecimiento capitalista y el acontecimiento de la modernidad, ya no solo desde las implicaciones del excedente, sino también desde las irradiaciones y condicionamientos de la acumulación de capital, originaria y ampliada. Implicaciones, por cierto, no economicistas, sino integrales, consideradas en su totalidad, en su efecto totalizador, absorbente, donde se produce la subsunción formal y la subsunción real, donde se recepciona el acontecimiento como intersubjetividad.

El contraste entre las formaciones sociales y los Estado-nación singulares le muestra la variedad de disponibilidades; es decir, de ecuaciones Estado-sociedad, y de óptimos diferentes. La relación con la reforma moral e intelectual de estas disponibilidades y estos óptimos viene desde la renuncia a una reforma intelectual y moral, buscando solo la incorporación al mundo mediante la heurística capitalista, descartando la hermética capitalista, hasta la apuesta por una reforma intelectual y moral radical, pasando por intermedios y combinaciones que coleccionan ritmos y matizaciones de la incorporación económica y reformas intelectuales recortadas. No se trata de hacer valer sólo una finalidad, la de la reforma intelectual y moral radical, frente a otras opciones, sino de evaluar el Estado desde la hegemonía alanzada o no alcanzada. La pregunta crucial es: ¿por qué la oligarquía renuncia a la hegemonía creyendo que sus títulos bastan para validar la diferencia instituida pomo estructura de poder?

Para no dar muchas vueltas en nuestra  interpretación del capítulo El mundo del temible Willka,  diremos que la respuesta, en resumen, se encuentra en la mentalidad señorialde la oligarquía criolla. Una de las claves para explicarse la persistencia tenaz de esta mentalidad señorial, no la única clave, sino una en conexión con otras, es que se trata de un Estado que vivía del tributo indigenal, herencia tributaria colonial. Solo cuando se recupera la economía de la plata se producen desplazamientos;  empero, estos no necesariamente modifican sustancialmente la mentalidad señorial, sino ocasionan cambios en el estilo de gobierno o de gubernamentalidad. Se pasa del estilo impuesto por los caudillos bárbaros al estilo de la simulación liberal electoral.

Lo sugerente del análisis de Zavaleta es esta composición y combinación teórica, donde se articulan herramientas analíticas de la crítica de la economía política, herramientas de la teoría crítica gramsciana de las superestructuras, herramientas de la filosofía de la historia, con interpretaciones de las subjetividades e intersubjetividades sociales, y reflexiones en torno a la experiencia social y memoria social boliviana. En Lo nacional-popular en Bolivia, no se puede decir que Zavaleta  se caracteriza por su nacionalismo revolucionario heredado y por su marxismo, en tono gramsciano, asumido; esta definición es muy simple y esquemática. Es el facilismo de la costumbre académica de clasificar. Desde nuestra interpretación, en Lo nacional-popular Zavaleta desarrolla una teoría propia; de acuerdo con la tesis de Luis Tapia, que propone que se trata de la producción del conocimiento concreto[22].

Las teorías en uso, como herramientas, pierden su perfil propio, cuando son sometidas al trabajo de interpretación y explicación, de una formación social singular. Cuando, combinadas, dan cuenta, a su modo, de esta composición social histórica singular, salen, de la elaboración conceptual, diferentes; no son las mismas teorías; han sido afectadas por el acontecimiento que interpretan. La virtud de Zavaleta se encuentra en esto, en la creación de nuevos conceptos, por lo tanto, de una nueva narrativa teórica. Llama la atención que tanto los pretendidos críticos de Zavaleta, así como los pretendidos seguidores de Zavaleta, pierdan de vista este acontecimiento Zavaleta, que es creación de conceptos y de un corpus teórico propio, correspondiente a la experiencia social y memoria social de un pueblo rebelde. Creen que se resuelve la lectura de Zavaleta encasillándolo en clasificaciones establecidas académicamente. Esta es la flojera de la intelectualidad tanto conservadora como pretendidamente “revolucionaria”, incluyendo a los declarados zavaleteanos.

 

Tesis de las composiciones de las formaciones histórico-sociales singulares

El capítulo El mundo del temible Willka comienza con el problema de la conmensuración; es decir, de la medida y de la magnitud. La medida como verificación del conocimiento positivo; como acto de conocimiento iluminista en un mundo que deviene transformado en su propia vertiginosidad, la de la modernidad, cuando todo lo sólido se desvanece en el aire. La pregunta, en este caso es: ¿qué pasa cuando las formaciones sociales abigarradas impiden la iluminación de la medida y la conmensuración?  En consecuencia: ¿Es posible conocer las formaciones sociales abigarradas? Zavaleta pondera los alcances y las limitaciones de la medida; prefiere moverse en la cualidad del valor,  como síntesis histórica y cultural de las formaciones sociales afectadas e incorporadas al capitalismo. El valor supone la igualación de los hombres, la intersubjetividad constituida en el reconocimiento de las autoconciencias, la autodeterminación a partir del acuerdo entre “hombres libres”.  ¿Qué pasa entonces cuando no hay estos “hombres libres”, cuando se mantienen supeditados o subordinados a dominaciones autoritarias, en el marco de relaciones capitalistas extendidas? Este es el problema primordial al momento del estallido de la guerra federal. En la clase dominante no se tiene consciencia del valor; por eso, se prefiere renunciar a esta valoración, incluso a la valorización; se opta por controlar riquezas, monopolizar tierras, contar con propiedades mineras; empero, no como procesos productivos, sino como fragmentos económicos de la división internacional del mercado.

El valor no deja de ser un hecho histórico-económico; sin embargo, este hecho es mundial, acontece mundialmente, repercute en los países de manera diferenciada, dependiendo de su condición central o periférica. Por eso, a pesar del desprendimiento de la clase dominante periférica, de su falta de consciencia del valor, este concepto es para Zavaleta, crucial para interpretar la crisis en el momento de la guerra federal, independientemente si sus actores comparten o no la certeza del valor. Es reveladora esta parte del capítulo, por su prolijidad reflexiva, sobre todo por su posicionamiento epistemológico, no solo hurgando los conceptos, sino poniéndolos en cuestión ante el desafío del acontecimiento. Zavaleta encuentra un exagerado optimismo en Marx en sus expectativas progresistas de la revolución industrial; observa, mas bien, considera las paradojas de la expansión capitalista de la revolución industrial en la inmensa geografía de los países periféricos.  La expansión de este capitalismo refuerza la consolidación de las castas, de las clases dominantes contrarias a la reforma moral e intelectual, consolida formas autoritarias y despóticas del Estado; afianzando los mecanismos coloniales.

Para Zavaleta el valor es la síntesis concreta de las múltiples determinaciones del mundo moderno. No solamente como plusvalía o valorización económica, como deducen los pretendidos críticos o los pretendidos seguidores, sino como síntesis cualitativa histórico-cultural; para decirlo, en nuestros términos, como plegamiento de la episteme moderna,que considera el tiempo como tiempo de producción, entonces como multiplicidad, tal como lo menciona Zavaleta. Entonces la insurgencia aymara es interpretable desde la incompletud misma del valor en su localidad generada, aunque sea realizada mundialmente. En este sentido, también son explicables los dramas de un Estado-nación incompleto, “aparente”, como dice el autor, pues no logra su óptimo,  no accede a la disponibilidad, precisamente por esta incompletud del valor.

Para decirlo resumidamente, en la época del valor, la valorización se realiza de todas maneras mundialmente, incluso su realización local es peleada por los actores de los dramas históricos, a pesar de que no sean conscientes de ello. Las figuras carismáticas convocativas y las multitudes nacional-populares actúan como disputando la territorialidad de la valorización, en cambio, las figuras oligárquicas regionales prefieren aceptar la externalización de la valorización, con tal de retener la renta y el control del poder. La ponderación o la evaluación de las tramas singulares de las sociedades desde la perspectiva del valor, ayuda a obtener mapas de las composiciones sociales, de las estructuras de poder, de las contradicciones inherentes a las formaciones sociales abigarradas. En este sentido resalta la figura de Belzu encabezando la multitudes rebeldes en la pugna contra la oligarquía, también se explica la aproximación aymara a Pando, contrastando con las otras figuras que expresan, con distintas tonalidades la mentalidad señorial, como las de Melgarejo, de manera brutal, de Ballivián,   de una manera afable,  de Arce y Pacheco, de una manera aburguesada. Aunque Pando no alcance a ser el caudillo popular; lo fue, mas bien, Zarate Willka para las multitudes aymaras, de todas maneras su perfil es decodificado por aproximaciones a las figuras de los caudillos populares, aunque esto haya  ocurrido al principio, decodificándose después de manera opuesta.

De manera elocuente Zavaleta describe esta situación:

Se traza así lo que se puede llamar con propiedad la disputa de las dos sangres o de las dos estirpes en Bolivia. Es un tema que recorre no sólo esta exposición, sino, es obvio,  la propia historia de la que trata esta exposición. Cada sociedad, en efecto, lo vimos en el caso de Chile, tiene un conjunto de “creencias invisibles” o, si se quiere, tiene una religión que la agrega (religiatio)  en el sentido que dio Durkheim a este concepto. La producción de la sustancia social  o sea el equivalente general considerado como un hecho no meramente económico, en otros términos, el cemento social global, todo ello se refiere siempre a lo mismo.

Es cierto, de otro lado, que una sociedad puede tener varias articulaciones o planos de articulación, algo así como distintos niveles de vida y de consciencia o tener una sola articulación central que puede ser el resultado inmediato de un pacto ecléctico, etc. La cuestión de la unidad ideológica o identidad inconsciente es una que no está resuelta en Bolivia porque las dos estirpes o identidades enseñan una extraña pertinencia a lo largo del tiempo. En cierto modo no quieren ser más de lo que son y entienden eso como una voluntad de no pertenecerse, de no fusión. Es una insistencia en formas inconclusas, que tienen una provisionalidad notoria o se las vive como estatutos provisorios. Eso hace una diferencia y hasta cierto indicio favorable, por cuanto en los casos que hemos mencionado (es uno más que en el otro) esta suerte de dilema, si existió alguna vez, se definió de un modo al menos preliminarmente reaccionario. Aquí, como decíamos, estamos ante un  duelo que nadie ha ganado. Bolivia no devino tan virreinalista como el Perú y la terquedad asediante de lo popular hizo que tampoco pudiera nadie implantar aquel autoritarismo tan antiindígena como en Chile. Las ideas de la clase dominante no han logrado aquí convertirse en ideas de toda la sociedad, sino de un modo travestido, aunque perseverante. No obstante, antes de adentrarnos en una materia que es de por sí muy espesa, se debe hacer un recaudo. Hablar de dos estirpes es en realidad una simplificación, pero no si se entiende por ello dos programas históricos que son los que se confrontan. Es un pacto profundo y a la vez un pacto no resuelto. Los términos  mismos pueden confundir en lugar de darnos una definición de las cosas porque sin duda se trata en esto de una confrontación entre mestizos, pues es tal el carácter con que han ocurrido nuestras sangres. Se habla por tanto de una cierta connotación o preponderancia, y en esto el propio asiento racial o rango no son sino soportes de una doctrina o visión de la organización de las cosas. Tampoco debe deducirse del nombre de esta disputa que se hubiera dado una separación entre las sangres; se diría, por el contrario, que es la forma de interferencia de una en la otra y en último término la imposibilidad de ver el propio rostro sin ver de inmediato el del interlocutor histórico lo que caracteriza este mundo problemático de la intersubjetividad boliviana[23].

Leída esta cita podemos comprender que se enfrentan representaciones contra representaciones del mundo, también proyectos que expresan estas representaciones.  Las representaciones no son la verdad, aunque tengan esta pretensión de verdad; las representaciones son como la herencia de una memoria social, usada para apoyar y activar el proyecto político-cultural. Cuando estas representaciones no alcanzan a configurar la complejidad del mundo, por lo menos de una manera plausible, aunque no sea del todo adecuada a la complejidad de un presente, las representaciones obstaculizan no solamente la comprensión del mundo sino inviabilizan las acciones mismas. Por eso, se puede decir que René Zavaleta Mercado tiende más a inclinarse por la reforma intelectual y moral radical, lo que ahora llamamos la revolución cultural.

 

Interpretaciones de El estupor de los siglos

René Zavaleta Mercado considera que hay un extenso letargo, que se extiende desde antes de la independencia hasta la guerra del chaco, incluso después, hasta la revolución de 1952. La oligarquía se aposenta en sus creencias, por cierto no sostenibles; empero, “ideológicamente” inscritas en el “alma” de la casta dominante.  Se trata de una indiferencia respecto al país y su destino; la casta terrateniente y minera se siente estar por encima del país y sus habitantes, preponderantemente indígenas, quienes no eran reconocidos como ciudadanos. Este comportamiento, esta psicología de la rosca, como la llamaba Sergio Almaraz Paz, se caracterizaba por un extrañamiento respecto del territorio donde vivía y su población aborigen. Es probable que este sentimiento lo comparta con el resto de las oligarquías de América Latina; empero, la diferencia radica en que la existencia de la clase dominante y del naciente Estado-nación boliviano dependía del tributo indigenal; es decir, del aporte indígena, por su condición étnica, por así decirlo. En cambio, países como Argentina y Chile optaron por el exterminio de estas poblaciones o su exclusión taxativa, incursionando la ruta de la europeización. La oligarquía boliviana no tomó consciencia de esta condición; es decir, de su dependencia de la existencia de los pueblos indígenas. Se ilusionó con una ruta parecida a Argentina y Chile, países que lograron aparentemente la viabilización de esta extranjerización, que no era otra cosa, que la versión colonial en la república; esta vez, en las restringidas fronteras de los Estado-nación. Sin embargo, con el transcurso de los años, sobre todo en la contemporaneidad, vamos a ver que tampoco estos estados escapan de la condicionalidad indígena. Nadie escapa de las condiciones de posibilidad históricas.  Esta enajenación de la oligarquía le va costar caro, en el transcurso de su vida, hasta la revolución de 1952.

El capítulo El estupor de los siglos comienza con el tema crucial del racismo; en términos del texto, con la concepción internalizada del social darwinismo. La pretensión de superioridad sobre la población indígena y mestiza la lleva a un aislamiento destructivo. Gobierna; pero, lo hace sobre la restringida población “blanca”, donde tiene irradiación; esta minoría pretendidamente “blanca” y europea, al igual que las clases dominantes de los países vecinos. En palabras de Zavaleta, se trata de un Estado aparente. El desprecio de la población nativa y mestiza, siendo ellos, la oligarquía, también mestiza, le lleva a una desconexión con la realidad y sus  sucesos, optando por una representación postiza, que no logra expresar el acontecer, salvo en los rasgos más generales. Una casta que no aprende las lecciones de la guerra federal, que se enseñorea en su victoria sobre los chuquisaqueños, también sobre sus aliados, los aymaras comandados por Zarate Willka.  Esta sobrevaloración de su victoria va a ser su perdición.

La oligarquía excluye a los indígenas y gran parte de los mestizos de la participación política; al hacerlo, renuncia a la hegemonía optando por la dominación a secas; salvo, el auto-convencimiento en la propia clase. Entonces se cierra el camino a la disponibilidad, también al óptimo de la ecuación Estado-sociedad.  La concepción social darwinista de la oligarquía se inscribe en sus habitus y comportamientos; hay como todo un estilo cultural de sus modalidades, conductas, prácticas y representaciones. Es posible que esta situación no fuera distinta en el resto de las oligarquías criollas del continente; sin embargo, en el caso de preponderancia demográfica indígena, este aislamiento repercute negativamente en la consolidación estatal, mucho más que en el caso de los estados que decidieron el exterminio de los pueblos nativos o su exclusión absoluta.

La oligarquía construyó un Estado aparente. René Zavaleta escribe:

En todo eso, hacia la situación del Estado oligárquico, podemos distinguir al menos cuatro momentos estatales:

  1. Tendríamos, primero, la situación en la que existen los elementos formales o paraméntales del Estado moderno, pero no los fundamentos de su entidad sustantiva. Esto ocurrió con todos los países latinoamericanos en la hora de la independencia. Es un Estado aparente porque la cantidad cartográfica no corresponde al espacio estatal efectivo ni el ámbito demográfico a la validez humana sancionable.
  2. Está, de otro lado, la composición opuesta. Por razones patéticas o de excepción pura, hombres distintos entre sí en lo habitual se colocan en un ademán de ofrecimiento o disponibilidad. Se constituye el Estado político con un poder más o menos indefinido sobre la sociedad civil y en consecuencia se da la capacidad casi general de transformación de las costumbres políticas. El Estado es capaz de normar la rutina y hay una reforma pactada de lo cotidiano. A esto es lo que se ha llamado, con cierta vulgaridad intelectual, el Estado hegeliano.
  3. Aquí debe tenerse en mente la situación en la que el elemento dominante en la sociedad civil se convierte él mismo, en carne y hueso, en Estado político, o sea, en un aparato especial desprendido de la sociedad. La clase dominante no solo ocupa el Estado, sino que una y otro son lo mismo. La subordinación del Estado al grupo dominante es tan grande que no hay mensaje de intercambio entre la sociedad civil como conjunto y el Estado, sino que la clase dominante se impone sobre ambos. En este sentido, el sentido leninista o engelsiano (si eso puede reducirse así) del Estado, el llamado concepto instrumental, no es una visión arcaica de las cosas, sino un momento histórico patentizable.  Se tiene una visión instrumental del zarismo o del somocismo no porque sea instrumentalista, sino que lo eran el somocismo y el zarismo. 
  4. Tenemos, por último, el capitalismo organizado. Aquí, sin duda, el Estado está desprendido. Es la práctica de lo que Marx llamó la autonomía relativa del Estado. Es un ejercicio hegemónico en el cual el factor dominante “aprende” (aprehende) las formas pertinentes de su dominación en el propio dominado, o sea que el argumento del opresor aspira de un modo sofisticado a contener, en su propio argumento, el argumento del oprimido. Esto es algo que está presente en la teoría de la dictadura en Lenin. La dictadura es entonces la democracia para nosotros, la democracia interior o en el seno de la dictadura proletaria, de la misma manera que la llamada democracia en general es la democracia en el seno de la dictadura o ultimidad política burgués. Con ello los criterios de dictadura o democracia adquieren un carácter binario constante[24]

 

Zavaleta dice que el Estado oligárquico contenía una oscilación entre el momento del Estado aparente y el momento del Estado instrumental. La evaluación del Estado oligárquico se efectúa respecto al cuarto momento estatal, el del capitalismo organizado, el del Estado separado de la sociedad, el Estado que se conforma sobre la hegemonía de la burguesía. La oligarquía no estaba en condiciones de avanzar a este momento, precisamente por la exclusión racial en la que se basaba su dominación, también su forma de gubernamentalidad. Este Estado del apartheid no puede construir hegemonía cuando la mayoría de la población estaba excluida de la participación política institucional. A lo más que llegó, en ciertas circunstancias, es al momento del Estado instrumental, el Estado como instrumento de dominación taxativa, sin mediaciones, sin el ejercicio democrático formal, salvo la mimesis grotesca de la democracia liberar restringida a la casta y sus entornos.

Este Estado oscilante vive, primero, del tributo indigenal, después, de los magros tributos que daba la pujante minería de la plata y del estaño. Si se forma una burguesía, en pleno sentido de la palabra, esta es externalizada junto con la transferencia de recursos naturales de la periferia a los centros del sistema-mundo capitalista. Los “barones del estaño” más que ser una burguesía nacional forman parte de la burguesía internacional, ya articulada a la economía-mundo capitalista, a los monopolios y controles de las mallas empresariales del capitalismo mundial. Los ciclos largos del capitalismo son leídos, desde la perspectiva periférica, como ciclos del despojamiento y desposesión de los recursos naturales, como ciclo de la plata, ciclo del estaño, después ciclo de los hidrocarburos, del petróleo y el gas. Ciclos que no conllevan acumulación de capital en la periferia, sino todo lo contrario, des-acumulación.   A modo de digresión, vamos a retomar estos tópicos en lo que escribimos en Cartografías histórico-políticas. En el apartado  Ciclos largos y medianos del capitalismo, expusimos:

Es indispensable contar con una mirada temporal del capitalismo, así como una mirada espacial; diremos entonces, con una perspectiva espacio-temporal. A David Harvey le hubiera gustado decir geográfica, pero quizás sea mejor volver a recoger la perspectiva geopolítica del sistema-mundo capitalista, así como también las estructuras y ciclos de larga duración ya investigados por Fernand Braudel. En lo que respecta a las periferias del sistema-mundo capitalista, es también importante evaluar lo que ocurre en la economía-mundo, desde la perspectiva del saqueo de sus recursos naturales; desde este punto de vista, desde la temporalidad propia de los recursos naturales, de los tiempos del modelo extractivista, de la renta vinculada a la explotación con los recursos naturales, podemos hablar de los ciclos de la extracción y explotación de estos recursos, de las estructuras periféricas vinculadas a las formas del capitalismo dependiente y de los Estado-nación subalternos, a las formas de su economía rentista.

En el presente ensayo vamos a tratar de dibujar algunas de las articulaciones estratégicas entre periferia y centro del sistema-mundo capitalista, a partir de los ciclos de los recursos naturales. No se trata de configurar las formaciones económicas y sociales, tampoco la articulación de los modos de producción en la formación económica y social, aunque estos temas sean subyacentes, sino de comprender como funciona el sistema-mundo en las periferias, sobre todo en periferias determinadas, vinculadas a la extracción minera e hidrocarburífera. Uno de los casos paradigmáticos es ciertamente Bolivia, por su historia económica, su historia política y social. Caso complejo y, a la vez, singular, por las características de tierra adentro, por el condicionamiento geológico de la Cordillera de Los Andes, sus cadenas y ramales, bordeando como brazos la explanada inmensa del altiplano; geografía andina colindante con el continente verde de la Amazonia y el Chaco. Entonces vamos a tratar de situar la perspectiva al interior de los ciclos de la minería de la plata y de la minería del estaño, después al interior de los ciclos de los hidrocarburos, como ejes dominantes en la formación de las matrices económicas. En relación a esta delimitación, se va buscar el desciframiento y la hermenéutica de estos ciclos en las estructuras cualitativas, no en los cuadros e indicadores cuantitativos. Estas descripciones cuantitativas se dejaran para otro momento. Lo que interesa es poder construir una interpretación conceptual de los ciclos del capitalismo desde las periferias, teniendo en cuenta la materialidad de los recursos naturales.      

Giovanni Arrighi describe los ciclos largos del capitalismo en lapsos de prolongada duración, ciclos que comienzan a durar como 220 años (largos siglos XV-XVI); es el caso del ciclo que contiene a la hegemonía genovesa. Comienza con este ciclo capitalista, del que sigue una secuencia de ciclos largos, para ir acortando su duración, haciéndola menos extensa, pero sí más intensa. El siguiente ciclo dura 180 años (largo siglo XVIII); es el caso del ciclo que contiene a la hegemonía holandesa. Le sigue un ciclo de 130 años (largo siglo XIX); es el caso del ciclo que contiene la hegemonía británica. Por último, le sigue un ciclo de 100 años (largo siglo XX), que corresponde al ciclo que contiene la hegemonía estadunidense[25]. Durante estos ciclos, la estructura de la hegemonía se mantiene, también la configuración y composición del estilo del capitalismo desplegado. Lo que se observa es un avance hacia el dominio del capital financiero, pasando por el capital comercial y el capital industrial. Habría que hacer dos apuntes sobre el estilo hegemónico de los países y las burguesías involucradas; la hegemonía genovesa se basa en una fuerte red comercial y financiera, apoyada de alguna manera por las ciudades Estado. La hegemonía holandesa se basa en la creación de un sistema de acciones, que amplían considerablemente los recursos de capital, apoyados de alguna manera por su Estado, constituido después de una larga lucha con el imperio español, del que formaron parte. La hegemonía británica se basa en el imperialismo del libre comercio, el dominio del mar, y en la revolución industrial, que trastoca las condiciones de la producción capitalista, apoyada directamente por un Estado territorial, que se articula plenamente con el capitalismo. La hegemonía estadounidense se basa en el auge del sistema de libre empresa, una revolución administrativa y en la organización de la producción en cadena, apoyada por un imperialismo geopolítico y estratégico a escala mundial; imperialismo emergiendo después de las conflagraciones mundiales como híper-potencia económica, tecnológica, militar y comunicacional.

Comprendiendo estos grandes ciclos del capitalismo, debemos entender cómo han incidido en la configuración del sistema-mundo capitalista, en la relación entre centro y periferias, cómo han afectado y estructurado las economías en las periferias; también cómo han afectado en la formación de sus estados y sus formaciones económicas y sociales. Para hacer esto es conveniente centrarse en lo que pasa con los recursos naturales, pues los países de la periferia del sistema-mundo capitalista son convertidos en reservas de recursos naturales; países productores y exportadores de materias primas. La división internacional del trabajo les asigna esta tarea, reduciéndolos a países que transfieren valores, que constantemente sufren de des-acumulación relativa y de despojamiento de sus recursos naturales y económicos, debido a la constante reaparición de la acumulación originaria de capital, en beneficio de la acumulación ampliada de capital de los países del centro, sobre todo de la potencia hegemónica. Desde esta perspectiva, desde las miradas de las periferias, se puede hablar de los ciclos de despojamiento de los recursos naturales, dados durante los ciclos hegemónicos del capitalismo. En Bolivia podemos distinguir los ciclos de la plata, del estaño y de los hidrocarburos, correspondientes a la hegemonía británica y a la hegemonía estadounidense. Lo que se da antes, durante la hegemonía genovesa y holandesa, ocurre bajo el manto del dominio del imperio español; la articulación con el sistema-mundo se produce a través de las redes comerciales monopolizadas por la Corona española. Los virreinatos, las audiencias y las capitanías son formas administrativas extraterritoriales de la Corona y del imperio ibérico; en ese contexto histórico otra modernidad se gestaba durante esos siglos coloniales, anteriores a la revolución industrial[26]. Las independencias en el continente coinciden con la hegemonía británica, las repúblicas constituidas se articulan con el sistema-mundo a través de las redes comerciales del dominio marítimo británico. Entonces los ciclos de la economía de la plata, de la economía del estaño y de la economía de los hidrocarburos son como las matrices de espacio-tiempos que condicionan la conformación de los circuitos, de los mercados, de los flujos de capital, de la infraestructura técnica y material de las instalaciones productivas, de las minas, de los ingenios, de los sistemas de exploración y explotación de yacimientos, de los ferrocarriles y los caminos. Un tejido de relaciones sociales atraviesa y usa estos dispositivos, formas de propiedad, relaciones con el mercado externo, con el capital financiero, relaciones con el Estado; normas jurídicas, cruzan estos ámbitos de circuitos, flujos y stocks. Las poblaciones se asientan en los territorios y en los espacios configurados por estos procesos de articulación al capitalismo; las sociedades forman sus estratificaciones, se conforma un mapa institucional y se termina dándole un carácter al Estado, definido por el perfil de los gobiernos. Lo que interesa es comprender en qué se distinguen estos ciclos en las periferias; ¿cuál es la característica del ciclo de la plata a diferencia del ciclo del estaño y en qué se distinguen estos ciclos del ciclo de los hidrocarburos[27]?

René Zavaleta hace comentarios lapidarios sobre el comportamiento oligárquico ante el excedente; retomamos dos anotaciones al respecto de los ciclos de los recursos naturales; escribe:

Esto significa, liso y llano, que la retención del excedente era inexistente. Dejemos de lado la ineptitud basal en la defensa del máximo excedente posterior a Potosí, que fue la sesión del salitre y el cobre. La fetichización del excedente era tan exultante que se practicaba el sinsentido de sacrificar el propio gran excedente efectivo – el salitre – por la perspectiva de un excedente futuro. El modelo, por tanto, era Chile, pero solo por chilenofilia viciosa; Chile en cuanto apéndice o socio de los ingleses y no el Chile que había deseado y conquistado un excedente. He ahí lo que hizo el montismo con ese elemento tan central de su visión de mundo con su piedra filosofal. Si por excedente se entiende una disposición de recursos que no solo reproduce de un modo simple los niveles previos, sino que los rebasa, o sea una alteración favorable de los medios con relación a la reproducción social, era indudable que Bolivia había dado lugar a un nuevo ciclo excedentario. Los hombres de la oligarquía lo dilapidaron con una desaprensión incomprensible[28].

En la otra anotación que compartimos, el autor escribe:

En principio, la explicación de eso sería la falta de capacidad burguesa de un uso burgués de la riqueza y no tendría otra fuente la alta de voluntad de sí mismo que mostraba el Estado, o sea que el concentrado social no asumía la avidez de una cosa ni la otra. En esas condiciones, es razonable suponer que lo mismo que con la segunda plata y el estaño habrían ocurrido con el salitre y el cobre, como pasó en efecto con Chile. Esto nos conducirá en algún momento de la exposición a otros niveles de análisis. Es llamativo el que se tratara de un país con cierta experiencia mercantil y aun capitalista. No es casualidad que las “mutaciones cruzadas” (Ashton), es decir que tendiera a la incorporación de la técnica como si hubiese nacido en ella y a la vez a la subsunción del criterio mananger a la forma desfalcatoria clásica. Patiño en persona es una prueba de que no existían verdaderas obstrucciones culturales para una comprensión mas bien exhaustiva del mundo ni del capitalismo. Se puede decir, por el contrario, que él mismo era un caso de individualismo posesivo sin nación, o sea que era la nación o aquellos que asumían el monopolio de su nómbrelos que carecían de tales nociones de individualidad y posesión. Los elementos señoriales en Aramayo o Arce eran más importantes, así fuere por ósmosis, y los cosmopolitas en Hoschild. El jefe real o caudillo empresarial  era, sin embargo, Patiño. Es por eso por lo que debemos preguntarnos en qué condiciones era posible realizar todos los actos propios de la lógica burguesa y a la vez renunciar de inmediato a su efusión como lógica nacional. La propia privilegiada combinación de bajos consumos y una relativamente alta adaptación a la tecnología avanzada por parte de los trabajadores, así como la preexistencia de un cierto mercado interno parecían la convocatoria a una suerte de efecto de imitación hacia el desarrollo del capitalismo. Sin embargo, Patiño mismo se constituyó en el ejemplo de la forma falaz del aburguesamiento porque, siendo burgués hasta el fondo de su alma, era capitalista en forma, pero no nacional. Es estudiando los perfiles de los grandes burgueses cómo podemos encontrar indicios acerca de las imposibilidades insidiosas de lo burgués en una formación como la boliviana. Lo cierto es que resultó una tierra inhóspita para ello[29].

El Estado aparente, la “ideología” social darwinista y la renuncia a la retención del excedente, es decir, la renuncia a la disponibilidad, definen a una oligarquía refugiada en sus ilusiones y pretensiones señoriales, también hacen de condición de imposibilidad histórica para la emergencia de una burguesía nacional. Lo que se da es una burguesía, que si bien, nace en el país, se externaliza volviéndose parte de la transnacionalización de los recursos y de la valorización. Estas características de la formación social singular de Bolivia, de aquel entonces, que hacen, a su vez, de condiciones históricas, se refuerzan mutuamente, convirtiéndose en un círculo vicioso de reproducción improductiva, que llama Zavaleta el estupor de los siglos.

En estas condiciones ingresa Bolivia a la guerra del Chaco. Va a la guerra empujada por la desenfrenada compulsión por el aniquilamiento, que expresa la oligarquía, sobre todo en su hombre símbolo Daniel Salamanca, a quien lo convierte en presidente, un poco para contrastar con su mediocridad oficiosa, presentando lo mejor que tenía; un perfil abstracto encarnado en la delgada figura de un intelectual solitario y apesadumbrado. Como dice Céspedes, en su ensayo El metafísico del fracaso, Salamanca ganaba la guerra en el mapa, mientras los paraguayos la ganaban en el terreno de operaciones. Es en el Chaco donde la oligarquía despliega todas sus miserias, sus vulnerabilidades, todos sus desajustes e incomprensiones del país y de la guerra misma. Esa guerra se sostiene por el sacrificio de contingentes de bolivianos, de indígenas y mestizos, abandonados en el Chaco, prácticamente a su suerte, sin contar con una logística adecuada, tampoco con entrenamiento, sometiéndolos a mandos de generales extranjeros, como si en esto radicara la conducción estratégica y táctica de la guerra. Con esto demostraba la oligarquía que era tan extranjera como esos generales aparacaidistas, que a lo único que recurrieron como talento es a optar por el asalto directo a las líneas y trincheras paraguayas. Se conformaron tres ejércitos, sucesivamente, después de calamitosas derrotas, a pesar de las pocas victorias debidas al heroísmo de los oficiales y soldados bolivianos, heroísmo reconocido por los oficiales paraguayos.

Sin embargo, en el Chaco se encontró el pueblo. Aprendió por sacrificio la enseñanza dramática de la guerra; combatían hermanos, de un lado y del otro, hermanos del infortunio, adversidad obligada por la dependencia de sus países, arrastrados por conspiraciones concurrentes de empresas trasnacionales petroleras, para quienes los países no importan, tampoco los costos mortales de una guerra. Lo que importan son las reservas hidrocarburíferas, de las que se hacen dueños, al posesionarse a través de concesiones. El enemigo no era el paraguayo, sino la misma oligarquía que empujo al país a una conflagración con un país que ya había sufrido la guerra de la triple alianza, instigada por Gran Bretaña.

 

Conclusiones

  1. No se puede caracterizar como atrasoalgo que corresponde a la pusilanimidad. Estupor conformado tanto como subjetividad derrotista como en las prácticas habituales de un Estado aparente.
  2. El Estado aparentees Estado sólo por su presentación jurídica-política; puede oscilar al momento instrumental cuando recurre a la institucionalidad, para efectuar la dominación en el sentido mismo del monopolio de la violencia, la represión.
  3. Que el Estado se haya reducido a su apariencia o a su instrumentalidad provisional se debe, en gran parte, a la renuncia a la retención del excedente, por lo tanto, a la renuncia a la disponibilidad.
  4. La guerra del Chaco es el escenario dramático donde emergen otras condiciones de posibilidad históricas; esta vez referidas a la posibilidad del Estado-nación efectivo, basado en el acceso a la disponibilidad y la recuperación del excedente.

 

La formación enunciativa zavaleteana

La formación discursiva se configura en la conexión de tres circuitos; el colateral, el correlativo y el complementario; supone un haz de relaciones que hacen a los enunciados, entendidos como visiones de los horizontes de visibilidad y de decibilidad. El circuito colateral tiene que ver con el campo propiamente discursivo, la concurrencia entre discursos, si se quiere, la concurrencia entre teorías. El circuito correlativotiene que ver con la composición discursivacomposición que tiene que ver con los sujetos, con los objetos y los conceptos. El circuito complementario tiene que ver con las prácticas no discursivas; es decir, con las fuerzas; en otras palabras, con las relaciones de poder. Vamos a intentar una interpretación de la formación discursiva zavaleteana abarcando las conexiones de estos circuitos mencionados.

 

Circuito colateral

El discurso y la enunciación de Zavaleta concurre en un campo discursivo donde el discurso o los discursos marxistas tradicionales pululan; en contraste, también asisten los discursos del nacionalismo revolucionario, aunque de revolucionario quede poco. A su vez se encuentra, persistiendo, el discurso o los discursos conservadores, sobre todo aquellos que ofician de historia institucional, sostenida por la versión académica; también  se tiene a los discursos de las ciencias sociales, incluyendo en ellas a la economía, con pretensiones de verdades objetivas; discursos conformados y consolidados por la academia. ¿Qué es lo que comparten estos discursos en el circuito colateral?

En un tiempo se podría haber dicho que se trata del discurso del nacionalismo revolucionario, quizás hasta el escrito de El poder dual, a excepción del discurso conservador, correspondiente a la “ideología” oligárquica pasada; empero, preservada como “ideología” latente. En un tiempo subsiguiente se podría haber dicho que se trata del discurso marxista, apreciado en su conjunción global,  a excepción del discurso nacionalista, incluyendo a la retórica chauvinista del discurso nacionalista. Sin embargo, cuando hablamos de lo escrito, inscrito, expresado, en Lo nacional-popular en Bolivia, el discurso de Zavaleta no comparte con la herencia del discurso del nacionalismo revolucionario, tampoco comparte con esa globalidad de corrientes que llamamos marxistas; es más, se podría decir que se efectúa un desplazamiento epistemológico hacia otro horizonte de visibilidad y de decibilidad.

Cuando los discurso comparten el mismo circuito o, si se quiere círculo, incluso mejorando la figura, esfera discursiva, los discursos compiten la interpretación del referente o los referentes en cuestión; pretenden decir la verdad del referente. Cuando un discurso se zafa del circuito, efectuando desplazamientos, entonces el referente o los referentes no son los mismos; por lo tanto, no comparten la misma formación discursiva. A groso modo, se puede decir que el discurso delnacionalismo revolucionario y el discurso o los discursos de la izquierda tradicional, comparten el mismo horizonte de decibilidad y de visibilidad. Lo que no ocurre con el discurso conservador de la oligarquía, cuyo horizonte de visibilidad y decibilidad pertenece como a otra época enunciativa, la época dominante de la colonialidad descarnada. Entonces, no solo hay desplazamientos, sino también estancamientos o retrasos respecto a una formación discursiva vigente.

Los desplazamientos discursivos y enunciativos de Zavaleta, en Lo nacional-popular en Bolivia apuntan a otro horizonte de visibilidad y de decibilidad, si se quiere a otra episteme. En el transcurso, si bien la premisa de la que parte es el de las condiciones de posibilidad del conocimiento de las formaciones sociales abigarradas, efectúa el análisis de las formaciones sociales singulares, en su especificidad histórico-social.  En ese sentido se componen conceptos como el excedente, pensado como disponibilidad; el mismo concepto de disponibilidad, que se refiere a la posibilidad de lo óptimo. El concepto de crisis aparece como el referente privilegiado, como el no-lugar de la incompatibilidad de las formas conjugadas, en la provisionalidad histórica de los juegos de poder. Entonces, se trata de conocer la crisis, conocer en la crisis, interpretar en la crisis la singularidad de la formación social abigarrada.

No se trata ya de generalizar, de expandir los alcances conceptuales, sino de profundizar, de lograr la comprensión singular de la formación singular. Diríamos que estamos ante una episteme de la singularidad; entonces, complementando, forma parte de la episteme de la pluralidad.  Zavaleta de Lo nacional-popular es el puente y la transición teórica hacia la episteme de la complejidad, la que nosotros definimos en su proliferación y alocución plural, en su perspectiva pluralista del acontecimiento.

Esto no quiere decir que sea solo puente y transición teórica, sino al cruzar los límites epistemológicos, ya forma parte del horizonte de visibilidad y decibilidad, mas bien, de los horizontes de visibilidad y decibilidad contemporáneos, la de la episteme compleja. Precisamente esto puesto que la singularidad forma parte primordial de la pluralidad, del acontecimiento, entendido como multiplicidad de singularidades.

 

Circuito correlativo

En el circuito correlativo del discurso de Zavaleta se configuran sujetos, sobre todo los nuevos; el sujeto multitud, teniendo como correlato al sujeto masa, que comparten, en esta transición y desplazamiento, con el sujeto clase y con el sujeto nacional-popular. Estos últimos sujetossujeto clase y sujeto nacional popular, forman parte de la herencia discursiva anterior, si se quiere marxista, en su tonalidad gramsciana, incluyendo al sujeto nacional-popular, que tiene reminiscencias del discurso del nacionalismo revolucionario. El sujeto oligarquía, también el sujeto rosca, derivan de la formación discursiva que Luis Antezana llamó propiamente el discurso del nacionalismo revolucionario.

Vemos, que en lo que respecta a los sujetos enunciados, los nuevos sujetos comparten, en espesor discursivo, los escenarios narrados.

Los objetos apreciados son, en primer lugar, el excedente, ahora entendido no en su circunscripción economicista, sino como acontecimiento histórico-cultural; en segundo lugar, aparecen  las fuerzas de la disponibilidad, también las fuerzas que se oponen a la disponibilidad, que prefieren externalizar el excedente.  De manera concreta, aparecen los recursos naturales, en sus formas específicas, como minerales e hidrocarburos. También como mención general, en su dicotomía, aparece el mercado, el mercado interno y el mercado externo.

De los conceptos ya hablamos; sin embargo, podemos reiterarlos; estos son el concepto de excedente, esta vez tomado como estructura enunciativa, más que como referencia a un objeto. El concepto de disponibilidad como capacidad de retención del excedente y también de internalización del mismo. El concepto de óptimo como logro de la ecuación Estado y sociedad. Debemos mencionar el concepto de crisis; en tanto concepto forma parte del método de conocimiento de la singularidad, de las estructuras singulares; lo que llama Luis Tapia producción del conocimiento local. Obviamente el concepto de formación social abigarrada, enunciada abiertamente; en su concreción, el concepto de formación social singular,  enunciación, mas bien, implícita.

 

Circuito complementario

Como dijimos, el circuito complementario tiene que ver con las prácticas de poder; es decir, con la relación saber-poder, con la actualización del poder en la pronunciación del saber, teniendo como escenario privilegiado las instituciones, tomadas como agenciamientos concretos de poder. Estas prácticas de poder, en el discurso de Lo nacional-popular en Bolivia, se refieren a las prácticas de exclusión, a las prácticas de instrumentalización de las dominaciones, también a las prácticas de despojamiento y desposesión de las empresas, así como a las prácticas de explotación de la fuerza de trabajo. En el contexto, se refieren a las prácticas de monopolio del poder, al monopolio de la violencia legítima del Estado. En este sentido, a las prácticas de control de este monopolio del poder, prácticas que tienen que ver con  la reproducción de la rosca.

Como se puede ver, las practicas discursivas no se desentienden, de ninguna manera, de las prácticas no discursivas, de la fuerzas, de las prácticas de poder; al contrario, las practicas discursivas son dispositivos discursivos de las estrategias de poder. En esta perspectiva, solo se puede decodificar los discursos comprendiendo el espesor de las fuerzas que los sostienen. Es sugerente ver que Zavaleta conecta constantemente los discursos con los perfiles, estrategias, perspectivas de poder, que entran en juego. Entonces la interpretación que hace de los discursos la efectúa desde la comprensión de las estrategias de poder que entran en juego, además del análisis de lo que efectivamente dicen los discursos.

Entonces la formación discursiva zavaleteana, en Lo nacional-popular, se desplaza en estos tres ámbitos enunciativos, el colateral, el correlativo y el complementario, ocasionando una formación enunciativa que se relaciona con los otros discursos a partir de otro terreno, que ya no es compartido con los discursos concurrentes; se relaciona con ellos desde otra episteme. Se piensa, por así decirlo, los sujetos, objetos y conceptos de otra manera, aunque los términos de estos sujetos, objetos y conceptos sean compartidos por los distintos discursos. Lo más importante, se produce, en el desplazamiento, otra interpretación del poder, que no es la clásica, referida y circunscrita al Estado como síntesis suprema del poder, sino la que podríamos llamar las dinámicas moleculares del poder. Ciertamente, Zavaleta efectúa explícitamente una teoría del Estado en las formaciones sociales abigarradas, teoría que sirve para dar cuenta de la composición singular del Estado en las formaciones sociales singulares. A pesar de que es así, en nuestra interpretación privilegiamos los desplazamientos epistemológicos, no tanto así los temasheredado del marxismo, como es este de lograr una teoría del Estado.

 

Notas

[1] El texto forma parte del ensayo Cartografías histórico-políticas. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-2014. Amazon: https://kdp.amazon.com/dashboard?ref_=kdp_RP_PUB_savepubhttp://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/acontecimento_pol__tico.docx.

[2] Revisar de Silvia Rivera Cusicanqui: Oprimidos pero no vencidos. Yachaywasi; La Paz.

[3] Hugo Zemelman Merino: De La Historia a la Política: La Experiencia de América. Siglo XXI.

[4] Revisar los tres tomos de Hugo Rodas Morales: Marcelo Quiroga Santa Cruz. El Socialismo Vivido. Publicado por Plural. La Paz.

[5] Revisar de Sergio Almaraz Paz Obra Completa. Plural. La Paz.

[6] Revisar de Luis Tapia Mealla La producción del conocimiento local. Historia y política de la obra de René Zavaleta Mercado. Muela del diablo. La Paz.

[7] René Zavaleta Mercado: Lo nacional-popular en Bolivia. Plural; La Paz.

[8] Tengo proyectado un libro sobre el Marxismo de guardatojo. La consciencia histórico política minera.

[9] Guillermo Lora: Historia del movimiento obrero boliviano. Los amigos del libro. La Paz.

[10] La Obras completas de Guillermo Lora se encuentran a la venta el propio POR, en la Sección de Enlace por la Reconstrucción de la IV Internacional. La Revolución boliviana ha sido publicada en la ciudad de La Paz por la editorial d la Librería Juventud. También podemos mencionar los dos tomos de la Revolución de 1943. Contribución a la historia política de Bolivia. Tomos que se encuentra en las Obras Completas.

[11] Luis H. Antezana: Sistemas y procesos ideológicos en Bolivia (1935-1979); en Bolivia Hoy. Siglo XXI 1983. México.

[12] Desde la perspectiva de la filosofía existencialista y fenomenológica de Martín Heidegger.

[13] Revisar el concepto de autoconciencia en la Fenomenología del espíritu de Hegel. Siglo XXI. México.

[14] Comuna publicó un libro que titula Teoría política boliviana, después de las publicaciones de El retorno de la Bolivia plebeya y Tiempos de rebelión. Ponemos este título a un análisis hermenéutico y político de la obra de René Zavaleta Mercado.

[15] Ver de Raúl Prada Acontecimiento político. También La episteme boliviana. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-2015.  https://kdp.amazon.com/dashboard?ref_=kdp_RP_PUB_savepubhttp://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/acontecimento_pol__tico.docx.

[16] Ver de Raúl Prada Alcoreza Guerra periférica y geopolítica regional; Dinámicas moleculares; La Paz 2013.

[17] Ibídem: Pág. 23.

[18] Ibídem: Pág. 23.

[19] Ibídem: Pág. 27.

[20] Ibídem: Pág. 29.

[21] Ver de Raúl Prada Alcoreza La guerra de razas, en Crítica de la economía política generalizada. Dinámicas moleculares; La Paz 2014-2015. http://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/critica-de-la-economia-politica-generalizada-/.

[22] Ver de Luis Tapia Mealla Producción del conocimiento concreto. La muela del Diablo; La Paz.

[23] René Zavaleta Mercado: Lo nacional-popular en Bolivia. Plural; La Paz 2008.

[24] René Zavaleta Mercado: Ob. Cit.; págs. 154-155.

[25] Ver de Giovanni Arrighi El largo siglo XX. Akal 1999; Madrid.

[26] Ver de Serge Gruzinski Las cuatro partes del mundo. Historia de una mundialización. Fondo de Cultura Económica 2010; México.

[27] Ver de Raúl Prada Alcoreza Cartografías histórico-políticas. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-2015. http://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/cartografias-historico-politicas/. Amazon:  https://kdp.amazon.com/dashboard?ref_=kdp_RP_PUB_savepubhttp://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/acontecimento_pol__tico.docx.

[28] René Zavaleta Mercado: Ob. Cit.; pág. 167.

[29] Ibídem. Págs. 169-170.

Leer más: http://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/pensamiento-propio/
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Notas de Rebelión, sentimiento, pensamiento y existencia.

[1] Ponencia presentada en el Seminario Nacional: Estado de las ciencias sociales y humanidades en Bolivia. Seminario a cargo del Doctorado Científico en Ciencias Sociales y Humanas de la UMSS.

[2] Estos libros se encuentran republicados en la Obra de Sergio Almaraz Paz; Plural Edtores; La Paz 2011. 5.

 

[3] Esta es la interpretación que usaba el Grupo Octubre, almaracista por definición, por su adscripción a lo que se llamó la “izquierda nacional”. La interpretación se basaba en una carta del Comité Central del Partido Comunista a Sergio Almaraz paz. El tono y la redacción de esta carta llama la atención dado que Alber Camus perteneció al PCF hasta su distanciamiento debido al pacto germano-soviético, que consideraba una traición a los postulados de la revolución internacional y proletaria.

 

[4] Albert Camus: El hombre rebelde. Editorial Losada; Buenos Aires 1978. Pág. 99.

 

[5] Ibidem: Ob. Cit.; pág. 100.

[6] Ibidem: Ob. Cit.; pág. 101.

[7] Sergio Almaraz Paz: Réquiem para una república; Cementerios mineros. Ob. Cit.

 

[8] Ibidem: Ob. Cit.

 

Los constructores de derrotas

Los constructores de derrotas

 

Raúl Prada Alcoreza

 

Constructores de derrotas

 

 

 

Constructores de derrotas, esta definición se usó en el debate político e ideológico, uno de los ideólogos que lo usó fue León Trotsky refiriéndose al papel de Joseph Stalin en la conducción de la revolución rusa institucionalizada. Nosotros usamos la figura cuando hicimos el balance crítico de la historia de la república de Bolivia, nos referimos a la conducción política y militar de la casta política y de la casta militar, tanto en los tiempos de paz, como en los tiempos de guerra. Ahora volvemos a la figura dramática para referirnos a la conducción política de la forma de gubernamentalidad clientelar del neopopulismo. Aunque ya lo hicimos cuando analizamos las contradicciones y paradojas dislocadoras del proceso de cambio, comenzando con la movilización prolongada (2000-2005), siguiendo con el proceso constituyente (2007-2008), continuando con las gestiones de gobierno, que comenzaron el 2006, pero se vuelven regresivas, restauradoras y decadentes desde la promulgación de la Constitución (2009). Lo que buscamos es volver al asunto, a una especie de condena o fatalidad, a una inclinación de las conductas de las élites por el fracaso, llevando al país a la permanente frustración.

 

¿Cuál es la interpretación del uso de esta figura dramática relativa a la construcción de derrotas? Cuando usamos la figura en cuestión develamos una fatalidad que contraen las revoluciones, todas las revoluciones cambian el mundo, pero se hunden en sus contradicciones. ¿Por qué? Decíamos que las revoluciones, paradójicamente, restauraban lo que destruían, que, al final, en la temporalidad larga, resultaba que la revolución servía para reproducir el círculo vicioso del poder. Que el Estado mejoraba su maquinaria fabulosa, sofisticando los engranajes de su institucionalidad, incluso haciéndose más represiva; peor aún, regresando a la condición y composición de Estado policial, retrocediendo de la condición y composición de Estado liberal, apariencia democrática institucionalizada en el Estado de derecho, democracia restringida, por cierto, empero buscando legitimidad en el teatro político de la representación y delegación. También decíamos que no son los mismos los que comienzan la revolución por así decirlo, las vanguardias, los que terminan dirigiéndola y, después, los que gobiernan. Estas modificaciones del perfil de los participantes van en detrimento de la misma potencia de la revolución, la misma que se va deteriorando, inhibiendo, hasta desaparecer como potencia, sustituida, por lo contrario, por la impotencia misma, que es la contra-revolución que se incuba en la misma revolución. Una vez roto el huevo de la serpiente, la contra-revolución asesina a la revolución, para después, convertirse en el monstruo del totalitarismo, ahogando a la sociedad misma.

 

En la historia dramática de Bolivia, república que perdió más de la mitad de la geografía política con la que se inició a la vida independiente, se observa, desde un principio, la usurpación de parte de los estratos oportunistas, que no estuvieron nunca a la altura de las exigencias histórico-políticas. No eran, por así decirlo, conscientes del acontecimiento, menos podían tener una concepción estratégica. Solo respondieron a sus inmediatos instintos políticos de “caudillos bárbaros”. Incluso, más tarde, después de la guerra federal, cuando se instauró una aparente institucionalidad liberal, aunque restringida, los gobernantes liberales firmaron el Tratado de 1904, entregando el litoral del Pacifico, el Atacama, al Estado de Chile, a cambio de un ferrocarril. Esta es la dimensión mezquina de la casta política gobernante. Este cambio de territorio por ferrocarril se volvió una costumbre, ya antes, después de la guerra del Acre, se hizo lo mismo con la República Federal de Brasil.  Si bien con respecto a la guerra del Chaco no aconteció lo mismo, la conducción de la guerra fue desastrosa por parte de la casta militar.

 

En resumen, se puede decir, que los estratos mejor preparados fueron arrinconados por los estratos oportunistas e inescrupulosos. El perfil del demagogo, del astuto, se impuso, en detrimento de  mejores políticos, de  mejores oficiales, por lo menos en las circunstancias en que se daban las coyunturas críticas y las conflagraciones. A esto llamamos los factores de la construcción de derrotas.

 

La crisis de la derrota de la guerra del pacífico desencadenó la guerra federal, la crisis de la derrota de la guerra del Chaco desencadenó la revolución nacional de 1952. Esta revolución repite el drama de la dramática insurgencia boliviana, que termina en derrota. Una desbordante insurrección popular, proletaria y urbana, después campesina, vence al ejército, lo destroza. Se imponen las milicias armadas mineras, populares y campesinas. La aplastante victoria nacional-popular lleva a la nacionalización de las minas, a la reforma agraria, al voto universal y a la reforma educativa. La revolución y las nacionalizaciones tienen efecto estatal, el Estado nación se materializa. Sin embargo, no se tarda en experimentar las contradicciones. Se paga veinte millones de dólares de indemnización a los Barones del estaño, descapitalizando a COMIBOL. Solo hay un año de cogobierno, COB-MNR, después el gobierno del MNR se va a ir distanciando de la COB, de las milicias obreras, incluso de la misma nacionalización, al boicotearla por dentro, sobre todo por corrupción y corrosión institucional, distanciándose, poco a poco, en un tiempo de las cosas pequeñas, como dice Sergio Almaraz Paz, de la misma revolución. Cruzó la línea, sin darse cuenta, y en 1963 se enfrentaba al pueblo, a las milicias mineras en Sora Sora.

 

La revolución de 1952 ya estaba mortalmente herida en 1956; el Plan Triangular, una especie de neoliberalismo anticipado, expresaba patéticamente esta derrota, al entregar la conducción de COMIBOL a ingenieros norteamericanos. Lo que ocurrió en 1964, el golpe militar, no era más que la culminación triste de una revolución arrodillada. Los conductores de la revolución de 1952 no estuvieron a la altura de una revolución hecha con el acto heroico del pueblo.

 

Más de tres décadas después del golpe militar de 1964 se desata la movilización prolongada (2000-2005). Los nietos de los milicianos, los herederos de la memoria social insurreccional, la corporeidad social nacional-popular, las naciones y pueblos indígenas, se levantan contra el costo social del ajuste estructural del proyecto neoliberal. Esta insurrección, que dura seis años, deriva en un proceso constituyente, que escribe una nueva Constitución, que contiene las proyecciones de un Estado Plurinacional, Comunitario y Autonómico. Sin embargo, los que llegan al gobierno no son lo más auténtico de la movilización prolongada, al contrario, responden, como antes, en la dramática historia política boliviana, a los estratos oportunistas, que aprovechan la confusión, se suben a la cresta de la ola de las movilizaciones sociales y se hacen cargo del gobierno. Desde un principio su conducción es sinuosa, empero, no se nota al comienzo, pues el entusiasmo obnubiló y enmudeció a la crítica. Las organizaciones sociales se confiaron, inocentemente, en el proceso constituyente, en una Constitución que, supuestamente, iba a iniciar las trasformaciones estructurales e institucionales, que nunca llegaron.

 

La paradoja de la Constitución es que, en la práctica, fue des-constituyente. No se aplicó la Constitución, no se ejerció lo que manda la Constitución, al contrario, se la vulneró. Se la puso en la vitrina para beneplácito propagandístico, empero, para encubrir la práctica expansiva e intensificada del modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente. El proceso de cambio murió temprano, con el incumplimiento de la Constitución, con el despliegue de la impostura política y la demagogia, que uso desbordantemente la propaganda y la publicidad, pretendiendo sustituir la realidad con la ficción publicitaria. Después de la promulgación del decreto ley Héroes del Chaco, que supuestamente nacionalizaba los hidrocarburos, los Contratos de Operaciones entregaron el control técnico de la explotación hidrocarburífera a las empresas trasnacionales, que nunca fueron expropiadas.

 

Lo que ocurrió el 2019 fue la culminación de una implosión anunciada. No fueron 21 días de movilización urbana, sino una larga secuencia de resistencias que estallaron el 2010 con la movilización popular contra el “gasolinazo”, continuaron con la movilización indígena de tierras bajas, en defensa del territorio y de la vida, concretamente en defensa del TIPNIS. Siguieron con las movilizaciones sociales en torno al conflicto del Código Penal. Las tres movilizaciones derivaron en derrotas consecutivas del gobierno. La movilización en defensa del voto y del referéndum constitucional, que perdió el gobierno, derivó en una insipiente insurrección, labrada a lo largo de las resistencias sociales contra el “gobierno progresista”. Incipiente insurrección que fue detenida por el acuerdo político entre el MAS y la “derecha”: ambas expresiones políticas querían evitar la insurrección. Lo hicieron a través de un acuerdo. Que haya dos versiones mediáticas, contrastantes, de lo ocurrido, se debe a la pugna política de la casta política. Pero, en realidad, se ha mostrado, en sus comportamientos, su perversa complementariedad.

 

La primera derrota de la guerra del Pacífico fue militar, la segunda derrota de la misma guerra fue política y diplomática, la casta política liberar firmó el Tratado de 1904. La tercera derrota de esta guerra fue también diplomática, en La Haya, durante una de las gestiones del gobierno neopopulista de Evo Morales Ayma. Ahora se viene el diferendo internacional del Silala, que, científicamente, corresponde a la clasificación de aguas fósiles, que, sin embargo, el Estado de Chile define al Silala como río. La diplomacia del gobierno de Evo Morales y del actual gobierno neopopulista retornado de Luis Arce Catacora no supieron defender ni argumentar, como es debido, ante el organismo internacional. Su irresponsabilidad ha llevado a Bolivia a una probable derrota nuevamente. Vuelve a repetirse la lamentable historia de derrotas y frustraciones. Uno de los factores para que esto ocurra se debe al comportamiento de una casta política que no está a la altura de sus responsabilidades.

 

Pero, en todo caso, no se trata solo de unos, sino de todos. La casta política a lo largo de la historia política ha tenido un esquema de comportamiento perecido, el de constructores de derrotas. La pregunta es ¿por qué? ¿Por qué ha ocurrido esto? Ciertamente hay que salir de ese enfoque acomplejado de que solo a los bolivianos les ocurre y les ha ocurrido eso. Ya hablamos, en lo que respecta a las revoluciones, que se trata como de una regularidad paradójica. Que ocurra en el mundo de distintas maneras, con sus propias singularidades, es otra cosa, al mismo tiempo es la misma cosa. Pero, concentrémonos en la singularidad boliviana.

 

Les ha ocurrido a los “caudillos bárbaros”, les ha ocurrido a los liberales, les ha ocurrido a los del nacionalismo revolucionario, les ha vuelto ocurrir a los neopopulistas. No vamos a hablar aquí de las dictaduras militares, que, en si mismas son la expresión patente de la crisis. Ya lo decía Carlos Montenegro, el motín es expresión del vacío político, es decir, de la crisis. Claro que les ha ocurrido de manera distinta, en diferentes contextos y coyunturas. Pero, lo importante es este acaecer político que llamaremos explícitamente de la decadencia. Cuando se opta por las apariencias, por la especulación, por la demagogia, por el espectáculo, y se desecha la adecuación con la realidad, aunque esta adecuación sea aproximativa, incluso parcial, se evidencia la predisposición a la provisionalidad. En el fondo, psicológicamente, se cree que se puede sustituir la realidad por la astucia. Pero, se trata de una astucia muy restringida, una astucia poco astuta; un autoengaño.

 

La psicología de la “astucia criolla”, que comparten todos los perfiles de la casta política, desde los comienzos mismo de la república hasta ahora, que comparten los unos y los otros, criollos, mestizos e “indígenas”, mas bien, pretendidos “indígenas”, se sostiene en un halo de impunidad. Se puede hacer lo que se quiera hacer, con tal que no te descubran, con tal que los interlocutores te crean, con tal que seas hábil en el manejo de los asuntos. Lo importante es conseguir lo que se busca. Esta piscología tiene una imagen muy reductiva del pueblo. En realidad, poco respetuosa, pues lo considera objeto de manipulación. Cuando hablan de pueblo lo convocan, empero, para que los aplauda. Lo necesitan para ser reconocidos. Reclaman desesperadamente el reconocimiento. Esta psicología también es autocomplaciente. Se consideran elegidos.

 

Sin embargo, el problema no queda ahí, pues todo esto no puede ocurrir sin la concomitancia de parte del pueblo. Hay como una complicidad del auditórium, del interlocutor, del pueblo convocado. En la medida que no es crítico, que acepta, que se deja manipular, en esa misma medida es cómplice de la construcción de derrotas. En la medida que oculta las derrotas, que no reacciona ante ellas, para corregir el curso de los acontecimientos, está también comprometido con la construcción de derrotas.

 

Arqueología de la ideología

¿Por qué ocurre esto de la concomitancia con la construcción de derrotas con parte del pueblo? Esta es la pregunta. Se ha usado, para explicar esta situación, esta complicidad en la derrota de la casta política con parte del pueblo, la tesis de la ideología. La ideología, la máquina fabulosa de la fetichización, afecta la consciencia social, de tal forma, que sustituye la realidad por una versión, una narrativa, hegemónica dominante. Pero ¿qué ideología era hegemónica durante la derrota de la guerra del Pacífico, en el contexto anterior y posterior a la conflagración? Después, ¿qué ideología era hegemónica durante y en el contexto de la guerra del Acre? Lo mismo, ¿qué ideología era hegemónica durante la guerra del Chaco y en el contexto de la preguerra y la posguerra? Siguiendo con la misma pregunta en recientes contextos, ¿qué ideología es hegemónica durante la tercera derrota de la guerra del Pacífico en La Haya?   

 

Al respecto, es importante recordar que cuando se habla de ideología se hace mención a la polisemia de la palabra. Cuando Antoine-Louis-Claude Destutt de Tracy definió la ideología como estudio de las ideas lo hacía desde la pretensión científica. Lo que interpretó Destutt de Tracy, considerando sus investigaciones sobre ideología, es que el comportamiento humano está vinculado a las ideas y las ideas tienen un núcleo afectivo, sentimental. Según Michel Foucault hasta Destutt de Tracy funciona como zócalo y tejido de los saberes en la episteme clásica, la ciencia general del orden. Con Destutt de Tracy se genera un clivaje, por así decirlo, con la teoría de las representaciones y la ciencia de las ideas. Después, con la incorporación de la perspectiva histórica, las empiricidades y positividades, cuando se producen desplazamientos y rupturas epistemológicas, cuando hay una consciencia, por así decirlo, de la finitud y la mortalidad, cuando la filosofía se formaliza o se hace apofántica, las representaciones desaparecen y se ingresa a la lingüística, a la filología, al análisis estructural del lenguaje y de la cultura. Es Napoleón Bonaparte el que usa despectivamente el término ideología, para descalificar a Destutt de Tracy y a los miembros de la academia que enseñaban ciencia moral y ciencia política.  Son Karl Marx Friedrich Engels los que retoman el término ideología para referirse a la filosofía alemana. Para las fuentes del marxismo la filosofía alemana es ideología, es decir, una especulación conceptual, algo parecido, por así decirlo, a una fantasmagoría teórica. En la Crítica de la economía política Marx habla de la economía como una ideología, no como una ciencia, sino como una interpretación que legitima la explotación del proletariado, poniendo como base de su narrativa el fetichismo de la mercancía.

 

La sociología de ideología la define como una masa ideacional que actúa como recurso interpretativo de la realidad, mejor dicho, el recorte de realidad, que se tiene a partir de una experiencia social circunscrita. Esta masa ideacional funciona como una provisional concepción del mundo, también circunscrita al mundo enfocado socialmente por determinado estrato social. En consecuencia, en este caso, la ideología tiene un alcance relativo, menos absoluto y abarcador de lo que se entendía por ideología en las teorías anteriores. Desde esta perspectiva podemos abordar las preguntas que nos hicimos, considerando más bien, un aparato interpretativo ideológico, improvisado, armado a partir de herencia culturales, de transmisiones valorativas o prejuiciosas de determinados estratos sociales en concurrencia.

 

Por otra parte, hay que considerar que, a pesar de la hipótesis subyacente de hegemonía, donde la ideología dominante juega un papel absorbente e irradiante, afectando a las otras concepciones e interpretaciones sociales subalternas, de todas maneras se dan, efectivamente, diferencias interpretativas. Por lo tanto, no tenemos un mapa homogéneo ideológico, sino, mas bien, un bricolaje ideológico, una gama de interpretaciones concurrentes.

 

Al respecto, usando este desplazamiento conceptual de la ideología, podemos suponer que, en el contexto de la guerra del Pacífico, si bien preponderaba una ideología conservadora en los ambientes estatales e institucionales, no necesariamente ocurría los mismo en otros estratos sociales, sobre todo en los pueblos que estaban distanciados del Estado y no accedían a esta institución nacional. Por así decirlo, en el medio del mapa social, lo que podemos llamar, con cierta reticencia, clases medias, combinaban interpretaciones locales, devenidas de tradiciones culturales barrocas, con interpretaciones en boga, ya sea conservadoras o ya sea liberales. Ciertamente se necesita una investigación histórica para responder a las preguntas, empero, mientras tanto, podemos sugerir hipótesis interpretativas que nos ayuden a bosquejar explicaciones provisorias. Sin olvidar lo que son prácticamente los hechos constatados. La casta política liberar se apresura a firmar el tratado de paz con el Estado de Chile, entregando el litoral por un ferrocarril. Esto habla del desprecio o, por lo menos, del desapego, de la casta gobernante por los territorios de la geografía política nacional.  Sin embargo, esto también parece ocurrir en cierta parte de la sociedad, la que podía manifestarse, porque aceptan el tratado de 1904. Hay pues una concomitancia entre gobernantes y parte del pueblo en ratificar la derrota militar en la derrota diplomática y política.  

 

El problema histórico político es que este comportamiento derrotista se repite a lo largo de la historia política y militar de Bolivia. Parece un arquetipo de una sociedad institucionalizada y de un Estado que han optado por construir derrotas, lejos de asumir sus responsabilidades. Un pueblo que no defiende sus territorios a muerte deja mucho que desear.

 

El comportamiento respecto al litoral perdido, también respecto al Atacama perdido, se ha repetido casi un siglo y medio después, 139 años. En el diferendo marítimo entre Bolivia y Chile. La Haya concluye que Chile no tiene obligación de negociar con Bolivia. Esto es indudablemente una derrota catastrófica, diplomática y políticamente. Sin embargo, la casta política gobernante se justificó, a pesar de haber conducido, desde un principio, pésimamente el pleito y el juicio diplomático y jurídico. Los gobernantes confundieron la demanda marítima, largamente reiterada, como si fuera una campaña política. Parte del pueblo, sobre todo el que apoya al gobierno, asumió la versión del gobierno, considerando que si se hablaba de derrota se apoya a la oposición. Como se puede ver, tanto Estado como sociedad, tanto gobierno como pueblo, evidenciaron su vocación derrotista. Cómplices en la tercera derrota de la guerra del Pacífico.

 

Este comportamiento perdura, de manera dramática, incluso diríamos enfermiza. Respecto a la demanda del Estado de Chile sobre el Silala, que es un manantial y fuente de aguas fósiles, el gobierno de Evo Morales Ayma y el gobierno de Luis Arce Catacora se comportaron de la misma manera, repitiendo la inclinación pusilánime de construcción de derrotas. Han aceptado la versión de Chile de que el Silala es un río. Nuevamente, como condena, se repite el comportamiento de desapego y decidía respecto a los recursos que cobijan la geografía nacional y los territorios, comprendiendo la diversidad de sus ecosistemas. ¿Cuál va a ser la respuesta social? ¿Cuál va a ser la respuesta del pueblo? ¿Va a repetir también su concomitancia con la construcción de derrotas?

 

En el contexto ideológico de la guerra del chaco, considerando la preguerra y la posguerra, se da lugar otro panorama ideológico. Las ideas anarquistas se articulan, temprano, en los comienzos de la historia del movimiento obrero y de las organizaciones sindicales, con las tradiciones comunitarias. El marxismo se difunde no solo en la intelectualidad crítica, sino de una manera colectiva, incluso dando lugar a la formación de partidos con vocación socialista. Por otro lado el nacionalismo revolucionario se expande en el continente, en parte como irradiación e influencia de lo que llega de la revolución mexicana, particularmente de lo que ocurre durante el gobierno de Lázaro Cárdenas con relación a las nacionalizaciones. En parte a la propia historia de resistencias, que constituyeron una memoria social rebelde, en este caso circunscrita a lo que llama René Zavaleta Mercado la formación de la consciencia nacional.  Así mismo la ideología conservadora falangista es asumida por otros portadores de las clases medias, los que se oponen, precisamente, a las ideologías socialistas. Estamos claramente ante una lucha ideológica, en el sentido clásico de la palabra. Ciertamente, el ámbito ideológico o, dicho de mejor manera, el campo ideológico no se reduce a estas formaciones discursivas que, podríamos llamarlas modernas.

 

Las resistencias indígenas tienen su propio itinerario, desde el Taki Unquy, que corresponde al retorno a las huacas, a través de la recuperación de ceremonias, en lucha abierta contra la religión cristiana, hasta el sitio de ciudades en septiembre del 2000, retornando al levantamiento panandino, sobre todo al sitio de Túpac Katari sobre la ciudad de La Paz, pasando por la lucha de los apoderados por las tierras comunitarias, así como por los levantamientos en Jesús de Machaca, se tiene una contra-genealogía del contra-poder indígena.

 

Durante la movilización prolongada (2000-2005) aparecieron expresiones interpeladoras de las nuevas generaciones de luchas sociales, que se pueden datar con el levantamiento zapatista de 1994 en la Selva Lacandona de México. Estas expresiones interpeladoras son, a la vez, indígenas, comunitarias, autogestionarias, autónomas y de autogobierno, además de ecológicas. Otorgándole a la lucha contra el capitalismo un carácter de clausura de la civilización moderna.

 

Ciertamente, en estos panoramas, en distintos contextos históricos, la guerra del Chaco, la revolución de 1952, la de la movilización prolongada, no se pueden obviar otras concepciones del mundo, circunscritas y provisorias, sobre todo heredadas del latente conservadurismo. Este conservadurismo no es como el que se dio en el contexto de la guerra del pacífico, a fines del siglo XIX, tampoco como el que aparece en su versión falangista, sino adquiere una amalgama discursiva entre herencias liberales, neoliberales, desarrollismo y regionalismo.

 

Fuera de esta clasificación perentoria, no hay que olvidar que también se dan fragmentaciones difusas ideológicas, en tanto prácticas y habitus de ramificaciones sociales en desplazamiento, sobre todo considerando la movilidad social y las migraciones rural-urbanas. Así como se dan fragmentaciones difusas ideológicas en gremios, de distintos tipos de asociaciones, también cooperativas. Lo mismo pasa respecto a ciertas castas institucionalizadas, como las relativas al ejército y la policía. Entonces, estamos ante un conglomerado complejo de lo que podemos llamar el espectro enmarañado ideológico.

 

Antes de finalizar este boceto de la nueva reflexión crítica de la ideología, en el contexto de una interpretación arqueológica y genealógica de los constructores de derrotas, vamos a configurar los rasgos, perfiles, contenidos y expresiones de la situación actual, donde se evidencia el alcance de la decadencia política e ideológica generalizada, particularmente del llamado neopopulismo.

 

En ensayos anteriores definimos al neopopulismo, a diferencia del populismo, distinguiendo populismo ruso y populismo latinoamericano, el primero campesinista, el segundo barroco, no como una ideología sino como un bricolaje ideológico, una especie de traje de aparapita hecho de fragmentos ideológicos y discursivos de toda índole. Dijimos que el neopopulismo cose retazos del populismo heredado, pedazos del discurso socialista, mal comprendido y asimilado, trozos del simbolismo, la alegoría simbólica y la interpelación indígena, mal comprendida y mezquinamente asumida. Además de reunir otros cortes de tela maltrecha del discurso desarrollista.

 

Con este traje seudoideológico no se puede esperar algún aparato discursivo con pretensiones interpretativas de lo que ocurre, mucho menos puede esperar una comprensión del acontecimiento. Solo se trata de la emisión de un discurso Frankenstein, que se difunde por inercia, para acompañar auditivamente lo que se hace, las prácticas del clientelismo en expansión intensiva, las prácticas de la corrosión institucional y de la corrupción galopante. Aunque de alguna manera se pretende aparentar ser la sombra perdida de los héroes renombrados, hasta el cansancio, en la reiteración de ceremonias cívicas de carnaval político. O, en su caso, una pretensión mayor, de arlequines del teatro político, ser evocaciones oficiales de una revolución que nunca se dio, que brilla por su ausencia. A lo mucho que llegan es a ser “revolucionarios” de pacotilla.

 

En consecuencia, el bricolaje ideológico neopopulista es el síntoma pestilente de los alcances de la decadencia política e ideológica. Útil para acompañar con ruido a la destrucción y clausura de los ciclos histórico-políticos anteriores, sobre todo, del último, el de la grotesca comedia de la dramática insurgencia, que derivó en sorna.

 

Conclusiones

La construcción de la derrota supone condiciones de imposibilidad histórica, por así decirlo. Nos referimos a lo contrario a las condiciones de posibilidad histórica, que son las que permiten el acontecimiento histórico y político. Hemos hablado antes de condiciones de imposibilidad, tanto en lo que se refiere al acontecimiento histórico, así como en lo que se refiere al acontecimiento político. Incluso, alguna vez, de una manera indirecta, hablamos de condiciones de imposibilidad epistemológica. Un enunciado derivado de la tesis de obstáculos epistemológicos. Las condiciones de imposibilidad de la construcción de derrotas tienen que ver con la ausencia de voluntad para construir, para abrir horizontes, para proyectarse en el porvenir.

 

Las castas gobernantes de la república no tuvieron voluntad para construir precisamente la república, se contentaron con nombrarla, con tenerla como fantasma, de tolerarla en la Constitución, pero, de ninguna manera estaban dispuestos a llevarla a cabo, a materializarla. La república ha tenido que hacerse, poco a poco, abriéndose camino, dándose cuerpo por intervención de la rebelión social. Los derechos democráticos fueron conquistados por el pueblo insurrecto.

 

Cuando se escribió la reciente Constitución, Plurinacional, Comunitaria y Autonómica, que establece un Estado compuesto por los tres ejes fundamentales – que no deja de ser república, pues la república es cosa pública -, la nueva élite gobernante hizo lo que hicieron las anteriores, de desentenderse de la realización del Estado Plurinacional Comunitario y Autonómico. Prefirieron colocar en la vitrina la Constitución y optar por el realismo político, el pragmatismo y el oportunismo. Construyeron derrotas, asesinaron el proceso de cambio.

 

Hay algo que comparten todas las élites gobernantes, las de todas las gamas políticas e ideológicas, que han pasado por el palacio de gobierno, es que, en el fondo no creen en el país, tampoco en el pueblo. Respecto a sí mismo tienen una imagen rimbombante, son los que mandan y enseñorean, empero, tampoco se lo toman tan en serio, pues, en la práctica se comportan como canallas.

 

El problema es, como dijimos, que el pueblo, parte de éste, es condescendiente con estas élites, con sus comportamientos, que terminan siendo tolerados, incluso justificados.  Parte del pueblo sufre de lo mismo, de la ausencia de voluntad. Toma con resignación lo que ocurre, lo que se repite como condena y fatalidad, la larga secuencia de derrotas, que terminan frustrando al sujeto social que los padece. Entonces, se da una complicidad perversa entre casta política y pueblo. Ambos son responsables de la derrota. El pueblo es corresponsable, porque no se rebela y no se levanta contra este destino, impuesto por las estructuras de poder, las que reproducen la subordinación y la dependencia.

 

Cuando el pueblo se rebela, se insurrecta, como que recupera su voluntad de existir, libera su potencia social. Empero, esto dura lo que dura la fiesta, lo que dura el desborde, mientras el control se los sucesos están en sus manos. Cuando el control vuelve a la casta política, aunque cambie el perfil de ésta, todo vuelve a los causes anteriores, al orden, al Estado. La revolución se institucionaliza y, al ocurrir esto, la revolución muere.

 

La condena y fatalidad de esta construcción de derrotas ha de continuar sino se detiene este viaje nihilista por el despeñadero hacia el abismo. Si no se crean las condiciones de posibilidad históricas, políticas, sociales y culturales para abrir alternativas, sobre todo si son alterativas. Hay que desandar el camino y comenzar de nuevo.

 

 

Geografía política de los desplazamientos sociales

Geografía política

de los

desplazamientos sociales

 

Raúl Prada Alcoreza

 

Porongo 2

 

 

La geografía, ciencia de la descripción de la Tierra, es decir, del planeta, puede brindarnos interpretaciones espaciales sugerentes sobre las modificaciones sociales en la historia, pónganse en el presente, en la historia reciente. Por ejemplo, si queremos comprender las modificaciones, los desplazamientos, incluso las transformaciones de los mapas sociales en el tiempo, por así decirlo, en el mundo, en la región, en la geografía nacional y en lo local. Sin embargo, no hay que olvidar que esta es una perspectiva, por lo tanto, relativa, en un campo de posibles perspectivas. En el tejido del espacio tiempo lo que acontece se da de manera simultánea y dinámica, entonces no hay centros, tampoco periferias, ni lo que se ha venido llamando geopolítica del sistema mundo capitalista. Estas son perspectivas centradas, focalizadas, en el fenómeno de la acumulación y en el dato de la concentración. Para decirlo de una manera, esto del centreamiento y de la acumulación se da en el mundo, en el sistema mundo moderno, no necesariamente en el planeta. El planeta es un acontecimiento integral, acontece simultáneamente; cualquier parte del planeta está condicionada a la armonía planetaria.

Sin embargo, desde la perspectiva de las ciencias sociales, se observan fenómenos de concentración, incluso de conformación de centralidades que gravitan respecto a los entornos, ocasionando conformaciones sociales, territoriales y políticas, que definen nuevas composiciones espaciales de impacto en la geografía humana. En este sentido vamos a efectuar un repaso sobre aportes investigativos e interpretativos sobre la problemática en cuestión, buscando establecer nuevos enfoques para abordar la crisis múltiple del Estado.

Territorialidades y geografía política

En el libro El territorio como recurso, volumen colectivo a cargo de Odile Hoffmann y Abelardo Morales Gamboa, investigadores y autores, en el capítulo Las configuraciones territoriales de movilidad, o el espacio como lenguaje político, en la introducción Odile Hofmann escribe:

“Partiendo del postulado de que las relaciones tejidas con y alrededor del espacio se recomponen cuando se modifican los entornos y ambientes de vida, buscamos entender cómo la experiencia de movilidad (migración, circulación, retornos) redibuja las categorías de experiencia, en particular las categorías de prácticas y representaciones espaciales de los sujetos-habitantes-migrantes. Entendemos que el espacio no es mero soporte ni contexto, que sólo existe en tanto que concebido, comprendido y producido por actores sociales y sociedades y, de manera compleja y diferencial, dentro de estas sociedades (lo desarrollo más adelante). Pero, además de ser una producción y una construcción social, el espacio también es portador de sentido y, por lo tanto, productor de comportamientos o acciones. Es decir, el espacio es a la vez producto y productor de sentido social, se sitúa en el interfaz de la innovación y de la reproducción social y política. Comprender mejor las relaciones que se tejen entre los sujetos alrededor del espacio y de las prácticas espaciales, a distintas escalas y en distintas temporalidades, nos lleva a comprender mejor los resortes societales y políticos de las sociedades concernidas.

La exploración de esta cuestión me llevó a probar dos hipótesis principales. La primera consiste en plantear que los contextos de movilidad favorecen las “innovaciones territoriales”, aunque sea sólo para responder a la novedad objetiva de las situaciones con las que se encuentran las personas, las familias y los colectivos durante sus desplazamientos. La segunda hipótesis plantea que estas innovaciones territoriales son una vía privilegiada de expresión pública para los que no disponen de capital suficiente para hacerse oír a través de los medios políticos institucionalizados: los que no tienen acceso a un capital económico negociable; o los que no disponen de suficiente capital discursivo para garantizarles un mínimo de capacidad de negociación en las escenas públicas. Es decir, sugiero que el espacio funciona como un lenguaje político accesible a los que suelen estar excluidos de las arenas políticas instituidas. Esto no significa que las prácticas espaciales deban entenderse como un lenguaje específico de los subalternos. Recordemos, en efecto, el control y el manejo del espacio siempre han sido instrumentos privilegiados de los poderes existentes. Gobernar, es primero conocer y controlar los recursos, entre ellos el espacio; es implementar técnicas de poder basadas en el espacio y el territorio, como lo han señalado autores clásicos desde Raffestin (1980), Lacoste (1976). Me inscribo en esta línea de interpretación con una matiz, pues no enfoco mi análisis hacia las prácticas espaciales de los actores dominantes sino hacia las de personas y colectivos que están en posición de subordinación, a veces incluso de franca dominación. Al igual que otros lenguajes, las prácticas espaciales se insertan en juegos de poder en los que, según los casos, pueden – o no – imponerse frente a prácticas y argumentos de los demás. Reconocer que el espacio funciona como lenguaje político no es, en sí, una novedad. En cambio, reconocer el potencial político de este lenguaje entre actores y sujetos cuya legitimidad territorial es sistemáticamente cuestionada, como en el caso de los migrantes, constituye una contribución que merece desarrollarse. Empezaré exponiendo los fundamentos teóricos de mi argumento, para luego analizar distintas configuraciones empíricas que permiten apoyar mis hipótesis”.

En el apartado Recortar y categorizar el espacio, las tecnologías territoriales, la autora expone lo siguiente:

“Desde los años 1970 existe un relativo consenso alrededor de nociones centrales en geografía: el espacio no es una categoría objetiva sino que éste sólo existe en cuanto está vivido, percibido, representado por individuos y colectivos sociales. Se transforma y reinterpreta cotidianamente por las poblaciones que lo explotan, lo viven, lo atraviesan (Frémont, 1976). Reconocerlo llevó a plantear que el espacio se construye socialmente; es un producto social (Lefevbre, 1974). Hablar de espacio « construido » implica hablar de los actores de esta construcción, los agentes, los procesos de construcción (técnicas, tecnologías) y la historia, los tiempos.

Es así como una corriente importante de la geografía se dedicó a explorar las funciones políticas de la disciplina, en la medida en que ésta proporciona técnicas de gestión y manejo del espacio que son instrumentos de control y dominación. Después del famoso libro de Lacoste en 1976 ( « La geografía sirve, ante todo, a hacer la guerra »), otros autores han descrito como el control del espacio ha sido históricamente una prerrogativa del Estado que la ha ejercido a través la creación de institutos militares de geografía, la formación de personal técnico especializado, la monopolización de las cartografías nacionales y ciertas políticas públicas que han llevado a desigualdades e injusticias socio-espaciales (Reynaud, 1981). Otro paso importante consistió en reconocer que esta dimensión política no es solo instrumental, sino que es consustancial al espacio. El espacio es, en naturaleza, político (Lévy, 1994). Si espacio y sociedad no existen separadamente, significa que, lógicamente, el espacio no solamente es socialmente construido sino que también participa en la construcción social. El espacio es producto social, pero también productor de sentido social.

Ahora bien, ¿de dónde viene esta calidad consustancialmente política del espacio, en la práctica? Viene de que vivir en el espacio es una experiencia humana universal; implica la coexistencia y la obligación de convivir, es decir de “ver” y finalmente de comunicar y negociar con el otro, aunque solo sea para evitarle o eliminarle. En tanto que siempre una posición en el espacio siempre debe “negociarse”, nunca es “natural”. El espacio es el ámbito de experiencia de la pluralidad, de la co-presencia necesariamente negociada; este aspecto ha sido particularmente desarrollado en la antropología urbana que ve en la ciudad, aunque sólo sea por la densidad de población que la caracteriza, el ámbito privilegiado de la negociación espacial (Joseph, 1998).

En las décadas de 1990 y 2000, se vuelve a enfatizar en la dimensión política del espacio, pero « lo político » es ahora visto desde otro ángulo, de una manera que rebasa la geopolítica de los años 1970 e insiste en la dimensión filosófica de la relación espacio-política. El espacio es doblemente político, en tanto que hace posible y visible el debate público, y en tanto que obliga a uno (individuo) a actuar a la vista del otro (Dikeç, 2012). Es decir, el espacio (las prácticas en el espacio, del espacio) es condición y expresión de democracia.

Desde la sociología política, se reconoce que el espacio es político en cuanto que es un “sistema de relaciones”. Significa, prácticamente, que la espacialización hace posible ciertas puestas en relación, algunas sí y otras no, algunas más que otras. La relación (entre dos personas, colectivos, fenómenos) nunca es evidente, natural ni sistemática. Se construye en el proceso de subjetivación. La noción de subjetivación define el proceso de construcción de la relación sujeto / espacio, en la medida en que no existe sujeto fuera de un posicionamiento espacial, ni espacio sin sujeto social que lo conozca y lo identifique. La subjetivación no se construye desde el exterior; se construye desde la acción y el posicionamiento; la subjetivación es fundamento de la ciudadanía y de cualquier relación política (definida como relación entre sujetos legítimos) (Agier, 2013). Y siempre es espacializada.

Visto así, el manejo político del espacio ni es sistemáticamente una prerrogativa del poder y la autoridad como se había documentado ampliamente en los años 1980-90, ni tampoco es un recurso siempre movilizable por los subalternos en su movilización para la emancipación o la resistencia (Nicholls et al. 2011; Scott, 2008). El espacio es más bien un campo de disputa, un lugar de posible imposición y también de posible protesta contra el orden establecido. Para Dikeç (2005) que retoma al filósofo Jacques Rancière, la naturaleza política del espacio viene de su capacidad de introducir polémica proponiendo nuevos principios (en su caso, igualdad y libertad). El espacio vale por su capacidad a (de) aportar sentido a las acciones, individuales y colectivas, sin utilizar vocabulario explícito previo y fijo. Hay códigos pero gran latitud para interpretarlos.

Las prácticas redibujan tanto los sujetos como los espacios. Ambos adquieren calidades distintas en función de su interrelación: los pobladores de tal o cual porción de espacio se transforman en « tributarios » o « ciudadanos » en cuanto ésta se vuelve jurisdicción (municipio, estado, nación). Al revés, una lucha política o económica entre facciones fácilmente adquiere expresiones espaciales que pueden desembocar en nuevas divisiones territoriales, el caso más evidente sigue siendo el de las luchas anticoloniales y de la creación de territorios políticos independientes. Es ahí donde la diferencia entre espacio y territorio se hace más pregnante. A diferencia del espacio, que es un campo de disputa a la vez material e inmaterial (político, cultural, etc.), como lo acabamos de precisar, el territorio es una porción delimitada de espacio, sujeta a un proceso de apropiación por sujetos sociales y actores políticos, sean individuos (territorio corporal, territorio familiar) o, lo más comúnmente, colectivos: los territorios de un pueblo, una empresa, un grupo étnico, una nación.

Históricamente, en la tradición política occidental, el modelo del estado-nación moderno westfaliano que se impone en el siglo XVII ha legitimado un orden territorial que se construyó sobre la adecuación entre espacio y población, territorio y pueblo, es decir una supuesta correspondencia entre una nación, un pueblo, un territorio nacional e, idealmente, una lengua común. Desde entonces, en este modelo occidental, gobernar consistió en gestionar estas dos entradas: el control del territorio (soberanía territorial, fronteras) y el control de la población (fiscalidad, registro civil). Para ello, la administración organizó e instituyó categorías, tanto de espacio como de población: jurisdicciones territoriales (municipios, distritos, departamentos o provincias, etc.); categorías demográficas (por edad, sexo, empleo, residencia, religión, etc.). En el acto de gobernar se toman en cuenta las interacciones entre las categorías de un orden (espacial) y las categorías del otro (poblacional) y las maneras en que evolucionan (por ejemplo: qué políticas públicas adoptar cuando se detecta la presencia de más pobres en tal lugar, de menos jóvenes en tal otro, etc.). Se podría pensar en la democracia como una permanente y necesaria reorganización entre distintos registros de clasificación: espaciales, identitarios, económicos, etc., siendo, cada una, una puesta en orden parcial del mundo que sólo cobra sentido respecto a los demás. Al contrario, el totalitarismo aparecería cuando la adecuación es total y fija entre espacio y población: cuando cada quien “está en su lugar” y nadie se mueve sin una buena razón y sin autorización.

Los contextos de movilidad son lugares de observación privilegiada de las interacciones entre espacio, población y el actuar político. La migración (comprendida en el sentido amplio de circulación y movilidades múltiples) significa ruptura en el espacio y también en el tiempo, o más bien en las temporalidades: afecta al tiempo cotidiano (tiempo del espacio doméstico que se transforma con la migración), al tiempo colectivo (ligado al espacio del pueblo o la comunidad que se deja o a la que se llega), al tiempo también de las pertenencias sociales ampliadas (los ritmos de la ciudadanía con las elecciones y las manifestaciones cívicas de un país o de otro, por ejemplo). En contexto de migración se rearticulan las escalas espaciales y temporales -así como sus relaciones- para dar lugar a nuevos significados de espacios y lugares que cuentan con una morfología renovada. Estas reorganizaciones no se hacen de manera natural, flexible y armoniosa. Se elaboran en medio de incertidumbres, desconocimientos, limitaciones, imposiciones y, a menudo, violencia. En efecto las reorganizaciones espaciales movilizan jerarquías e introducen nuevos mecanismos de poder, cuestionan el orden establecido y llevan a reinventar mecanismos de hegemonía local, regional o nacional. Moldean nuevos sujetos sociales y políticos, y fronteras entre estos sujetos.

Estas propuestas teóricas tienen repercusiones metodológicas y empíricas muy concretas. Para entender las transformaciones en y del espacio hay que observar las prácticas espaciales, las tecnologías territoriales, las escalas de tiempos y espacios, los actores y sus comportamientos, las representaciones que se tiene de los lugares, territorios y espacios. También hay que entender el espacio en su materialidad y poder describir su ubicación, extensión, sustancia (lugar, área, zona, región, el vocabulario emic, etc.). Para lograrlo, se necesita combinar los enfoques de la geografía con una etnografía que contemple tanto los procesos estructurales como la agencia de los sujetos espacializados. Así se busca detectar y describir dispositivos territoriales originales con el fin de comprender mejor las lógicas de los actores y las escalas de acción que los respaldan. En las últimas décadas este enfoque se ha desarrollado principalmente en contextos urbanos marcados por una intensa movilidad y un fuerte impacto de los fenómenos de globalización. Así, los estudios sobre la “ciudad global” resultante de las circulaciones distinguen algunas formas ideales-típicas como la ciudad diaspórica, la ciudad fronteriza o la ciudad cluster (Besserer, 2015), mientras que los estudios sobre las movilidades transnacionales pusieron en evidencia la existencia de enclaves étnicos comerciales y “territorios circulatorios” (Tarrius, 2009; Parella, Valenzuela y Güell, 2015), entre otras posibles formas territoriales.

En este trabajo, propongo examinar algunas configuraciones territoriales de movilidad en las que claramente es el proceso de movilidad el que explica y condiciona la aparición de nuevas categorías territoriales. Presento sucesivamente tres casos: los territorios étnicos; los territorios ad hoc nacidos de coyunturas específicas; las configuraciones territoriales en diáspora”.

En al apartado Los territorios étnicos, la investigadora propone:

“Me refiero aquí a espacios tradicionalmente asociados a pueblos o comunidades pensadas como estables –las comunidades indígenas rurales- y que, en contextos de movilidad, se reconfiguran in situ, en los lugares de origen de los migrantes. Tomaré dos ejemplos, el del pueblo misak en Colombia y el del territorio comunal maya en Belice. Ambos casos son representativos de las dinámicas políticas y étnicas que, desde los años setenta del siglo pasado en América Latina, llevan a ciertos colectivos étnicos a reivindicar derechos específicos, en particular derechos territoriales asociados a los pueblos autóctonos. Sin embargo, aquí no me intereso tanto por las reclamaciones territoriales basados en la ancestralidad de una comunidad en un territorio dado, sino por la manera en que la noción de “territorios étnicos” se adapta a procesos recientes de movilidad y migración fuera del territorio “ancestral”.

En Colombia, el pueblo misak (antes conocido como guambianos, unas 21.000 personas en 2005, que viven en la cordillera central en el departamento del Cauca) reivindica la autonomía de gestión de sus territorios ancestrales definidos, en otros argumentos, sobre la base de las tierras de resguardo asignadas por los gobiernos coloniales y posteriormente republicanos (siglo XIX). Para construir una legitimidad territorial portadora de autonomía política y cultural, las organizaciones étnicas misak movilizan la historia, la memoria, la autoctonía y la ancestralidad. La autonomía territorial se justificaría, en particular, por una construcción cultural muy específica del espacio que se ilustra en la figura 1.1. Según la visión misak, el territorio se expande “mediante 4 direccionales lingüísticas hasta llegar a expresar la redondez infinita (…) Con respecto a las nociones de espacio, la lengua guambiana siempre refiere al individuo a un punto o lugar de referencia, a partir del cual desarrolla su espacio hasta abarcar el territorio y el mundo, a este ejercicio los Misak lo llaman “desenrollar”. Este punto o lugar de referencia es la casa, o el sitio de habitación del grupo de parentesco” (Duarte, 2015, p. 289, tomado de Muelas, 1993, p. 21).

Esta lectura culturalista de las relaciones entre la comunidad étnica y su espacio de pertenencia es privilegiada por las organizaciones étnicas para justificar sus peticiones. También responde a las exigencias de las instancias de decisión gubernamental que piden a los grupos étnicos ofrecer pruebas de “especificidad cultural” para poder ser sujetos de políticas de reconocimiento de derechos con base en su diferencia cultural o étnica. Sin embargo, a finales del siglo XX, esta lectura queda sujeta a una fuerte presión debido a cambios estructurales que afectan las relaciones de las comunidades con sus espacios de vida. En efecto, la presión demográfica y los grandes cambios económicos (principalmente el declive de la actividad agrícola) suscitan la migración de personas misak fuera de sus territorios de origen, dirigiéndose ellas hacia las ciudades o hacia otras regiones del país. En este contexto, las autoridades tradicionales misak ampliaron sus concepciones de “espacios de vida”. Se concibe ahora el pueblo misak como un “pueblo disperso”, cuya territorialidad no implica continuidad espacial sino que integra potencialmente cualquier nueva localidad en la que residen los misak. El territorio misak se extendería a cualquier lugar habitado por un misak. Al mismo tiempo, aparece entre los dirigentes la necesidad de organizarse políticamente para adaptarse a esta nueva situación, constituyéndose en una confederación. La Confederación de territorios indígenas misak “representaría el paso necesario hacia la constitución de una Nación indígena Misak o Nuna Chak, en el interior de la nación colombiana” (Duarte, 2015, p. 304). En este caso, es realmente la movilidad –aquí la migración- la que, mediante nuevas prácticas espaciales, lleva al pueblo misak a inventar nuevas representaciones de sí mismo en el espacio y, por lo tanto, de su lugar en espacios más globales, en este caso espacios nacionales. Las prácticas espaciales se insertan en temporalidades múltiples que articulan la ancestralidad de la presencia (resguardos indígenas) con la actualidad de la migración laboral y combinan las legitimidades procedentes de ambos posicionamientos. La práctica espacial (aquí la dispersión) es la que crea un nuevo sujeto colectivo (la Confederación misak).

Encontramos un caso similar en Belice, donde los mayas del sur del país –principalmente hablantes de mopan y q’eqchi’- se organizan desde hace veinte años para luchar contra su marginalización, contra las concesiones que el gobierno otorgó a empresas forestales y petroleras sobre lo que consideran sus tierras y, en general, por el reconocimiento de sus derechos territoriales en una amplia región del distrito de Toledo. Reunidos en varias organizaciones (Toledo Alcaldes Association, Maya Leaders Alliance, Toledo Maya Cultural Council), los dirigentes mayas empezaron luchando por la protección de las tierras de pueblos que correspondían a las “indian reservations”, las reservas coloniales que el gobierno colonial británico les habían asignado a principios del siglo XX. En este esquema de movilización, a cada localidad (village) le corresponde una tierra propia y una autoridad política reconocida (alcalde). Más recientemente, a raíz de su inserción en las redes internacionales de solidaridad con los pueblos autóctonos en América Latina, los dirigentes mayas actualizaron sus discursos y reclamos sobre los territorios. Las organizaciones elaboraron el concepto de “Maya homeland”, el territorio maya ancestral o “tierras comunales” (communal land) asociadas al grupo maya en su conjunto (mopan y q’eqchi’). En esta concepción, el maya homeland no es la suma de las reservas territoriales otorgadas por el poder colonial sino que es un territorio unificado y contiguo que cubre el conjunto de lugares apropiados por gente maya. Se trata de una innovación discursiva y conceptual de primera importancia ya que abandona la noción de las “tierras de reservas” o de pueblos / localidades / villages, que son unidades separadas las unas de las otras, para promover la defensa de un territorio colectivo sin límites fijos que se adapta a las movilidades y los anclajes de los habitantes maya. Lo ilustra la cartografía del Maya Atlas, una magnífica obra realizada por las comunidades mayas de Toledo en su lucha por el territorio maya, publicada en 1997. Una de las láminas del atlas representa las tierras de pueblos (land villages) como tantos territorios distintos unos de otros. Otra lámina del mismo Atlas ilustra la misma cuestión de las tierras pero con otro código gráfico: dibuja un área unificado que viene a englobar y sobreponerse a las anteriores tierras de pueblos, bajo otra apelación: es el maya homeland o communal lands.

La adopción de una nueva categoría de espacio – el maya homeland – da cuenta de la evolución política, demográfica y geográfica del asentamiento maya en el sur de Belice. La noción es construida por y para un nuevo actor colectivo -el pueblo maya- que no preexistía a estas innovaciones. Por supuesto, ya existían campesinos y pueblos mayas, lenguas mayas (mopan y q’eqchi’), organizaciones maya, pero no un “pueblo maya” capaz de tomar la palabra y exigir derechos específicos frente al Gobierno nacional y a las organizaciones internacionales (en particular, la Corte Interamericana de los Derechos Humanos, CIDH). Ahora es el caso. Aquí no es la práctica espacial (migración) en sí misma la que modifica los contornos del sujeto social colectivo y sus espacios, sino las elaboraciones discursivas y cartográficas cuyo efecto performativo es muy eficaz (Wainwright y Bryan, 2009)”.

En el apartado Los territorios ad hoc, Odile Hoffmann enuncia:

“Una segunda configuración territorial de movilidad corresponde a casos de construcción territorial explícitamente pensada para solucionar un problema preciso y concreto, por lo que los llamo territorios ad hoc. En Colombia, Jessica Corredor (2015) documentó este fenómeno en el caso de los desplazamientos forzados que se multiplicaron en el país en los años noventa. Después del trauma del desplazamiento, alguno.as campesino.as ambicionaron volver a vivir sobre sus tierras y se organizaron para lograrlo, a pesar de la presencia de actores externos que los acosan cotidianamente: los paramilitares que quieren expulsarlos para controlar el espacio, algunas plantaciones agroindustriales que pretenden explotar las tierras sin restricción o el propio gobierno que busca imponer sus propias instituciones y autoridad. Concretamente, en el departamento del Chocó, en la parte noroccidental del país, los desplazados lucharon para regresar a su espacio de origen, reinstalarse y crear las condiciones materiales y políticas de su protección. Para ello, una vez reinstalados en casas provisionales, empezaron a reorganizar la vida social colectiva y la protección de los habitantes. Cercaron las áreas de residencia y de trabajo, controlaron entradas y salidas, registraron usuarios con derechos, etc. Con el apoyo de las ONG, exigieron que el gobierno los recibiera para negociar garantías y políticas de acompañamiento en sus nuevas instalaciones. Así es como nacieron algunas áreas llamadas zonas humanitarias (ZH) y zonas de biodiversidad (ZB), que son espacios concretos, delimitados, cuyo acceso se controla y se reserva estrictamente a los desplazados y sus “acompañantes”, o sea las ONGs humanitarias. Las zonas humanitarias (ZH) son las áreas de residencia, mientras las zonas de biodiversidad (ZB) corresponden a parcelas de actividad agrícola. Ambas son pensadas para ser espacios de refugio que se sustraen al conflicto y sus actores armados (paramilitares, ejército, narcotraficantes, guerrillas, entre otros). Al instituir estas zonas, tanto en el terreno como en el discurso, los desplazados se dotaron de una territorialidad original que les permite resistir a las presiones de los actores externos.

Las zonas humanitarias y de biodiversidad se convirtieron en soportes de la movilización política en pro del derecho al retorno y de la protección de la vida. Son territorialidades políticamente instrumentalizadas por actores que, a partir de algunos lugares y espacios delimitados, movilizan un amplio espectro de recursos a nivel local/regional y, sobre todo, nacional e internacional (las ONG humanitarias). Para los campesinos desplazados, la inscripción en un espacio local (las ZH y ZB) da acceso a una palabra ampliada que se hace escuchar mucho más allá del lugar de enunciación. Permite exigir -y obtener- de los actores situados afuera de las “zonas” el respeto de los que están ubicados adentro de las mismas. La legitimidad territorial adquirida mediante el control material de un espacio local, aunque fuera de tamaño muy reducido, -su delimitación, su control, su uso-, sirve para ganar poder de negociación frente a las autoridades en otros registros. A partir de las zonas humanitarias y las zonas de biodiversidad, los protagonistas locales del Chocó hasta pudieron pretender influir en políticas públicas relativas al trato de las víctimas del desplazamiento forzado en todo el país. La convergencia entre una demanda local territorializada y una lógica de negociación más global hizo posible la emergencia de una dinámica política nacional.

Este ejemplo ilustra la manera en que categorías de espacios instituidas (las “zonas”) remiten a prácticas de intervención asociadas a colectivos sociales ( “los desplazados retornados”), así como a métodos específicos de gobierno (las autoridades de los grupos de retornados y las ONG acompañantes). Es muestra de un registro político calificado por Planel de “derogatorio”, en el sentido en que, en ciertos espacios delimitados, el gobierno instituye normas particulares de regulación (Planel, 2015). Esta autora insiste en que la excepción territorial es, en sí, un dispositivo de control de la población que ahí reside. A esto sólo añadimos, con el caso de los territorios ad hoc, que este tipo de dispositivo territorial derogatorio no solo le sirve a los dominantes para imponer su propio orden, sino que puede promoverse también como recurso por parte de actores subalternos que encuentran ahí argumentos de resistencia (Hoffmann, 2016; Nicholls et al. 2011). Encontramos otro ejemplo de expresión territorial de la resistencia en las movilizaciones sociales que, en Francia, se dan en torno a conflictos ambientales en áreas calificadas de “ZAD”. El acrónimo ZAD es inicialmente una sigla empleada por las autoridades para señalar “Zonas de ordenamiento diferido” (zones d’aménagement différé), es decir, zonas cuyo uso se restringe ya que se “reservan” para operaciones de ordenamiento a futuro (aeropuerto, presa, etc.). Posteriormente este significado fue desviado por los militantes ecologistas y anticapitalistas que se movilizan en contra de dichos proyectos de ordenamiento territorial. Ellos ocupan las zonas reservadas y las renombran según el mismo acrónimo ZAD pero que significa ahora “Zonas por defender” (Zones à défendre). Ellos mismos se transforman entonces en zadistes. La palabra entró en el vocabulario usado en los medios de comunicación y hasta figura en el diccionario Petit Robert en su edición de 2016. Es el espacio (ZAD) el que define los contornos del actor político (zadiste); es la zona que define la función a defender, y en consecuencia el colectivo político zadista”.

En el apartado El caso de las configuraciones de diáspora, la autora propone:

“Finalmente, un tercer caso de configuración territorial en movilidad, más conocido, es el de los espacios diaspóricos, en los que la movilidad va acompañada de un cambio radical de la territorialidad, consecuencia de la pérdida traumática de la relación con el territorio de origen. Numerosos trabajos han subrayado la intensidad de los traumatismos de los exilios forzosos (Hovanessian, 2007 (2011); Chivallon, 2004). Otros autores destacan la manera en que, en contextos de globalización, la circulación acelerada de personas y sujetos lleva a la constitución de diásporas culturales y de nuevos “paisajes” (los scapes de Appadurai, 1996). En efecto desde hace varias décadas, el concepto de diáspora se ha extendido a los casos de migraciones masivas; califica fenómenos que afectan a numerosas regiones del mundo y reorganizan las territorialidades, tanto en las zonas de salida como en las de llegada, y sus interacciones. Para América Latina, los trabajos sobre la migración hacia los Estados Unidos pusieron en evidencia lógicas de migración transnacional (Glick-Schiller, Bash y Blanc-Szanton, 1995) que desembocan en la construcción de comunidades transnacionales (Portes, Guarnizo y Landolt, 2003) cuya existencia se formaliza a veces en el vocabulario popular (Nezayork, Oaxacalifornia).

Las relaciones entre migrantes y residentes suscitan procesos de recomposición de los espacios de vida y de los colectivos de pertenencia, siendo los migrantes tanto de aquí como de ahí, de aquí o de ahí, de aquí gracias a ahí, de aquí dentro de ahí, etc. Ya no se oponen los lugares de salida y los lugares de llegada sino que se transforman unos y otros gracias a nuevas articulaciones e interpenetraciones. La multiplicidad de las formulaciones traduce la multiplicidad de los fenómenos que sustentan estas innovaciones espaciales. Unos remiten al campo cultural, como lo ilustra la realización de eventos culturales gemelos en los lugares de origen y de residencia, en los dos países: típicamente la fiesta patronal del pueblo mexicano que se adapta a la localidad de residencia de los emigrantes integrando imágenes y símbolos de los Estados Unidos, por ejemplo su bandera. Otro caso lo ilustra la adaptación de algunos rituales de curación que se siguen celebrando en el pueblo de origen, aun en ausencia de los pacientes que están en migración pero cuya “presencia” se garantiza a través de su teléfono móvil.

Otros fenómenos dan cuenta de esta territorialidad compleja que ofrece nuevas oportunidades económicas. Así en Playa Vicente (Veracruz) a principios de los años 2000, una señora se dedicaba a la venta de “pan hecho en casa” a los migrantes residentes en Estados Unidos. Se beneficiaba de una visa que le permitía viajar muy frecuentemente, trayendo de vuelta noticias de los migrantes y ropa de segunda mano. El comercio transnacional de bienes íntimos de escaso valor mercantil pero muy valorados por los migrantes (objetos de la vida corriente o bienes personales, alimentos preparados en el pueblo) resultaba lo suficientemente redituable –junto con el comercio de ropa- para pagar los pasajes aéreos. En este esquema los bienes transitan de un lado a otro de la frontera, en los dos sentidos, y mantienen un potente vínculo entre residentes de los distintos lugares. Estas situaciones resultan en su mayoría de iniciativas personales o familiares, a menudo poco estabilizadas y poco institucionalizadas. No solo ponen en relación los lugares de origen y de residencia de los emigrantes, sino que crean nuevos espacios, materiales o inmateriales, y nuevas prácticas económicas o de sociabilidad (la relación con el especialista ritual, los nuevos espacios rituales cívicos o religiosos, los espacios físicos y económicos de circulación). Varios autores desarrollaron a este respecto el concepto de comunidades transnacionales que serían fruto de “procesos transnacionales subalternos” resultantes de una “globalización desde abajo” en oposición a la globalización impuesta desde arriba (Besserer, 2015, p. 8). No obstante, conviene matizar este entusiasmo y recordar que estos procesos transnacionales no se inventan en contextos de armonía y consenso. Al contrario, como cualquier innovación, provocan rivalidad entre registros de autoridad y entre los sujetos y actores sociales que los experimentan: entre los que se quedan en el pueblo y los que emigraron, entre los que “lo han logrado” y tienen recurso y los que no lo tienen, entre los que adoptan las nuevas normas de vida (familiar, de pareja, de género, de trabajo, de religión) y los que no cambian, etc. Las nuevas prácticas se dan en lugares específicos que estructuran el espacio de manera distinta a la anterior: nuevas iglesias, nuevos comercios, nuevas casas, nuevas organizaciones políticas, etc. Aunque el fenómeno ya está bastante documentado en la literatura especializada, conviene recordar las conclusiones que se pueden extraer para sentar nuestra argumentación: las prácticas del espacio desarrolladas en contextos de diáspora visibilizan nuevos colectivos, como pueden ser “los emigrantes” que viven lejos de sus lugares de origen, “los ilegales” que comparten la experiencia traumatizante de la migración sin tener los papeles legales, “los paisanos” sujetos de las políticas públicas mexicanas, “los conversos” miembros de tal o cual nueva iglesia, etc. Las fronteras entre estas nuevas identidades son múltiples y no coinciden unas con otras. De la misma manera que no hay ruptura definitiva entre espacios y actores migrantes y no migrantes, tampoco hay adecuación sistemática entre espacios y actores sociales en diáspora. La configuración territorial en diáspora se caracteriza más bien por yuxtaposiciones, a veces intersecciones entre grupos de actores que comparten lugares para acciones o tiempos específicos (de residencia, de trabajo, de prácticas religiosas…), sin constituir territorios estabilizados”.

Por último, Odelie Hoffman llega a las siguientes conclusiones:

Conclusiones

“La primera hipótesis que había planteado en la introducción queda sobradamente consolidada, en realidad era bastante intuitiva. La movilidad crea nuevas territorialidades y a veces, incluso, nuevos territorios. Los ejemplos han mostrado la capacidad de los protagonistas para crear territorio a partir de competencias vinculadas a su movilidad, e implementar acción política usando herramientas geográficas. Ante una movilidad obligada, por ejemplo, los protagonistas inventan categorías geográficas que les sirven para expresar sus nuevos posicionamientos en el registro político. El espacio funge como recurso para construirse e identificarse. Hemos visto en el ejemplo de las zonas humanitarias y de biodiversidad cómo la privación violenta de espacio (las personas desplazadas) generó nuevas prácticas territoriales (el regreso en las zonas humanitarias) que a su vez instituyeron y legitimaron nuevos colectivos sociales y políticos. El espacio remite al grupo que lo crea, lo comprende, y a la vez se crea a él mismo (la nación misak, el colectivo de víctimas del desplazamiento forzado, los zadistas).

La relación del sujeto con el lugar/espacio es constitutiva de la relación de uno con sí mismo y sus vecinos. Cimenta las fronteras simbólicas y políticas que organizan el mundo en cada sociedad o grupo (Gupta y Ferguson, 1992). Estas fronteras remiten generalmente a procesos de separación “nosotros/ellos” e incluso de discriminación “nosotros contra ellos”. Históricamente, en los modelos occidentales, la frontera entre estados- naciones ha sido la más pregnante y pretendió ser a la vez social, económica, cultural y política. A finales del siglo 20, también se reconoció el significado político de otras territorialidades, específicamente en el caso de los grupos étnicos que reivindican subjetivaciones territorializadas en tanto Naciones originarias, Pueblos autóctonos, pueblos indígenas, pueblos maya de Guatemala, entre otros ejemplos. En ambos casos –las fronteras nacionales y las territorialidades étnicas la gestión de los lugares y los territorios ocupa un papel estratégico en el aprendizaje político, cultural y social de los protagonistas de la historia. Transformar los espacios es transformar a los sujetos y a su relación unos con otros.

En la gobernanza por medio del espacio, no todo está controlado por un grupo o colectivo en particular. Y allí es donde nuestra segunda hipótesis ha mostrado su pertinencia y nos ha ayudado a interpretar las situaciones observadas. El espacio puede ser efectivamente un recurso accesible para los sin-voz, un medio de expresión para los que no tienen la práctica ni los medios de hacerse oír en las escenas públicas. El espacio ofrece la oportunidad de “decirse” sin tener que elaborar un discurso verbal normalizado. Es un lenguaje accesible para los que no dominan los códigos utilizados en las transacciones comúnmente llevadas a cabo entre actores públicos.

Interesándose por la arquitectura, A. Lévy también veía ahí un lenguaje, sosteniendo que esta propuesta implicaba dos postulados: “(I) el espacio no necesita hablarse para significar, sino que significa directamente; (ii) el espacio significa algo más que él mismo, algo más que su materialidad física” (Lévy, 2008). Si el espacio significa por sí mismo, sin necesidad de traducción, entonces es necesario atenderse a sus características propias, materiales (estructura, tamaño, composición, ubicación, etc.), para entender este significado. Es decir, el espacio no es sólo metafórico, sino que saca su eficacia discursiva de su materialidad oponible a la experiencia práctica de cada uno. Muy concretamente, la materialidad del espacio impone negociaciones en caso de co-presencia, lo hemos visto en los ejemplos mencionados. Y al mismo tiempo, con o sin conflicto, en un mismo espacio concreto, las territorialidades suelen ser múltiples y competir unas con otras. Las territorialidades superpuestas activan regímenes de legitimidad y autoridad que entran en rivalidad los unos con los otros (Agnew y Oslender, 2011). En este sentido, el espacio significa también mucho más allá que su materialidad. No hay transcripción directa del espacio geográfico sobre lo político, no hay proyección inmediata de uno sobre otro (por ejemplo, en la relación entre control territorial y control político). Es decir, no estamos frente a un nuevo determinismo espacial. Al contrario, el espacio abre el abanico de opciones. Las prácticas espaciales componen un lenguaje político en cuanto que posibilitan rupturas con el orden social imperante, como lo propone Dikeç, incluso sin tener que afirmarlo verbalmente. El espacio es intrínsecamente político no solo como recurso negociable, sino como lenguaje potencialmente subversivo. Ahora bien, las prácticas espaciales no son, como tales, subversivas; pero llevan en ellas este potencial, son el resultado de luchas simbólicas o materiales (Lussault, 2009). Como lo mostró el ejemplo de los territorios ad hoc como las ZH/ZB o las ZAD, las prácticas espaciales se vuelven luchas que activan procesos hegemónicos de construcción de la autoridad y del poder, mismos que rebasan de mucho el ámbito geográfico de los espacios concretos de donde surgen”[1].

Como se puede ver, el espacio y el territorio son conceptos dinámicos. Si bien responden a su propia arqueología del saber espacial, desde cuando se configuraron desde una perspectiva geométrica, en un caso, y una perspectiva antropologica, en otro caso, ahora, en la actualidad, cuando se han desatado, por así decirlo fenomenologías espaciales singulares, en el devenir de las movilizaciones poblacionales y sociales, dando lugar a una proliferante invención del espacio. Tomando en cuenta la exposición de Odile Hoffmann, podemos también observar que la construcción del espacio es también política. No solamente en lo que respecta al Estado, a la administración estatal de la geografía, sino también por las resistencias. El espacio se ha convertido, entonces, en una topología móvil, dependiendo del diseño que dejan las fuerzas sociales concurrentes. Obviamente, no podemos quedarnos solo con las categorías que nos ofrece la investigadora, que afronta problemas concretos de espacialización social, política y antropológica, que tienen que ver con los desplazamientos sociales y espaciales en la modernidad tardía, con los fenómenos sociales y culturales de las migraciones, con las resistencias étnicas, por así decirlo, con las diásporas de los pueblos, con las contingencias que hay que afrontar, tanto por parte del Estado, así, en contraste, con las resistencias que ocupan y recuperan espacios y territorios.

En lo que respecta a los desplazamientos espaciales y sociales que generan el crecimiento social de las ciudades, sumándose al consabido crecimiento vegetativo, que redundan en la configuraciones espaciales y políticas, que transforman los campos gravitatorios económicos, sociales, políticos y culturales, debemos proponer categorías apropiadas a la problemática singular. Las ciudades modernas de Latinoamérica y el Caribe, convertidas, algunas de ellas, no pocas, en metrópolis, por lo tanto con densidades demográficas notorias, son espacios complejos de conglomerados territoriales, que interactúan entre los territorios urbanos, dando lugar a dinámicas barrocas. También se puede caracterizarlas como multiculturales, usando este término discutible, puesto que las migraciones a las ciudades conllevan los habitus y pautas culturales de origen. El crecimiento de las ciudades las convierte en centros gravitantes, dando lugar a la reconfiguración de los entornos, de la región y de la geografía política nacional.

Las ciudades tienen siempre un origen, sino es que varios, varios nacimientos, incluso distintas fundaciones, además no olvidar que muchas veces repiten el nombre de otra ciudad a la que recuerdan, solo que, a veces le aumentan el término “nueva”. Santa cruz de la Sierra es una de estas ciudades, solo que, esta vez, no lleva el término “nueva”, pero si indicando que es de la “Sierra”, una pequeña cordillera que se encuentra en los llanos.

 

Breve historia de la fundación de Santa Cruz de la Sierra

Santa Cruz de la Sierra fue fundada el 26 de febrero de 1561 por Ñuflo Chaves.  La fundación se dio lugar con una expedición integrada por 158 soldados, que partieron desde la ciudad de Asunción de Paraguay. El nuevo poblado fue bautizado con el nombre de Santa Cruz de la Sierra en honor a la ciudad natal del conquistador en la Extremadura Castellana.  La fundación se realizó a orillas del arroyo Sutús de la serranía de Chiquitos – actual yacimiento arqueológico de Santa Cruz la Vieja Santa Cruz la Vieja – como una avanzada al este de los territorios ocupados por la Corona española, en las proximidades donde hoy se asienta San José de Chiquitos, que fuera fundada como pueblo de misión jesuita de la Chiquitania en 1697. Tras la fundación, Ñuflo de Chaves marchó a Asunción; allí consiguió convencer a los pobladores de aquella ciudad para que emigraran a Santa Cruz de la Sierra. El gobernador, el obispo y una gran mayoría de los pobladores de Asunción emigraron a Santa Cruz de la Sierra; donde fueron bien recibidos.

Se asentaron en Santa Cruz de la Sierra, que fue sumando población y provocando un desarrollo vertiginoso que llegó a casi 40 manzanas urbanizadas, convirtiéndola en la más importante de la región platense. Posteriormente fue fundada la ciudad de San Lorenzo el Real de la Frontera por el gobernador Lorenzo Suárez de Figueroa.

 

El 9 de febrero de 1825 se promulgó un decreto que mandó convocar a todas las provincias de Charcas a una asamblea constituyente. De acuerdo al decreto, Santa Cruz de la Sierra eligió a Antonio Vicente Seoane y a Vicente Caballero como representantes para asistir a la asamblea constituyente de la Audiencia de Charcas, que daría nacimiento a la República de Bolivia. Por diversas circunstancias, los representantes de Santa Cruz no llegaron a tiempo a las deliberaciones, pero sí para la firma del acta de la independencia el 6 de agosto de 1825.

El advenimiento de la República cambió el estatus político-administrativo de la región, pasando a constituirse como departamento de Santa Cruz, convirtiéndose en uno de los cinco departamentos fundadores de Bolivia, a la vez que Santa Cruz de la Sierra sería designada capital de dicho departamento[2].

Algunos datos demográficos

Santa Cruz de la Sierra contaba con una población de 10 000 hab. en 1810, cien años más tarde con 18 000 hab. (1910) lo que refleja un crecimiento demográfico lento. Muchos factores como el auge del petróleo y la riqueza agropecuaria, entre otros, son los que dieron origen a la gran explosión demográfica de Santa Cruz de la Sierra que paso de ser un pueblo a una ciudad producto del aumento de la población ocasionada de los migrantes del campo o áreas rurales del interior del departamento y migrantes del interior del país. Santa Cruz de la Sierra de 10 000 hab. en 1810; 18 000 hab. en 1910; pasó a tener 57 000 hab en 1955, 325 000 en 1976, 697 000 en 1992, 1 029 471 en 2001 y según el Censo 2012, el área metropolitana de Santa Cruz de la Sierra cuenta con 1 784 549 habitantes. La ciudad de Santa Cruz de la Sierra ha sobrepasado los límites del municipio homónimo, y los barrios más nuevos la han conectado con los municipios de La GuardiaCotocaWarnes y Porongo. El área metropolitana de Santa Cruz de la Sierra tiene un estimado de 1 800 000 habitantes, en tanto que su población estimada llega a 2 730 120 habitantes. La ciudad forma parte del municipio homónimo y es el epicentro del área metropolitana de Santa Cruz de la Sierra, que es actualmente el núcleo urbano más poblado de Bolivia, con una población estimada de más de 3,8 millones de habitantes en el 2022. Esta área metropolitana está formada por una conurbación de siete municipios correspondientes al departamento de Santa Cruz de la Sierra, la Guardia, Warnes, Cotoca, El Torno, Porongo y Montero.

El conflicto por el Censo de Población y Vivienda

Así se ha conocido el último conflicto social y político, el conflicto por el censo, empero, obviamente el conflicto no se circunscribe solo a la problemática del censo o, mas bien, a la problemática de no haber hecho censo ni siquiera el 2012.  No es tampoco, no se limita ni se circunscribe, el conflicto por los escaños y el reparto presupuestario, como algunos “analistas” creen entrever. De la misma manera, no se puede resumir el conflicto a la versión oficialista de que se trata de una repetición de la consabida hipótesis de la “conspiración oligárquica”, ni mucho menos en la delirante suposición de un “golpe de Estado”. El tema y el problema, relativos al conflicto reciente, es más complejo y requiere una mirada más amplia y más auscultadora. Se requiere de un enfoque crítico, que comprenda miradas geográficas, históricas, sociales y políticas. Eso es lo que vamos a intentar a hacer.

Hablaremos de los desplazamientos geográficos y sociales, que reconfiguran a la formación histórica y social. La formación social boliviana ha devenido distinta en la extensión de sus propios ciclos largos del capitalismo dependiente, vinculados al extractivismo colonial de sus recursos naturales. El ciclo de la plata, el ciclo del estaño, el ciclo de los hidrocarburos. Sin embargo, lo que hay que anotar, que antes de la colonia, estas tierras andinas, amazónicas y chaqueñas tenían otras vocaciones, por así decirlo. La vocación agrícola, la vocación cazadora, pescadora, recolectora, tanto en el altiplano como en los valles, también en la Amazonia. El modelo colonial es lo que trastroca estas vocaciones o, mas bien, las inhibe, subsumiendo a sus territorios y poblaciones a la vorágine del capitalismo extractivista.

Lo que se ha venido llamando la región oriental, que en realidad corresponde a la Amazonia y el Chaco, donde se asentaron las misiones jesuíticas, después dominicas y franciscanas, no ha dejado sus tradiciones agrícolas, ni cazadoras y recolectoras. Se fueron incorporando tarde, después de la revolución nacional de 1952, a la subsunción del modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente. Preponderaban las haciendas, escasas y dispersas en gigantescos territorios, también los comunidades nativas amazónicas y chaqueñas, sobre todo en lo más profundo de la selva amazónica y de la red de ríos de la cuenca. Ciertamente las haciendas avanzaban en los territorios indígenas, las comunidades optaban por adentrarse más en la selva y en los ríos profundos, o, en su caso, terminaban intercambiando, inc luso asimilándose, en muchos casos, culminando en la esclavización.

Los barones del estaño y sus gobiernos optaron por alimentar a la población minera con la importación de productos agrícolas, desdeñando la incorporación de la producción agrícola del oriente. Esto habla de que estaban más articulados a los puertos que a la integración nacional. La revolución de 1952, que constituye materialmente e institucionalmente el Estado Nación, antes era solo una ilusión jurídica, integra políticamente y económicamente al oriente, conformando una geografía política institucionalizada de alcance nacional.

A partir de entonces Santa Cruz de la Sierra se transforma rápidamente hasta convertirse, hoy, en el departamento más pujante económicamente, y, poco a poco, se está convirtiendo en un epicentro político. Claro que debemos anotar que, a lo largo de estos desplazamientos y transformaciones, no hablamos de la misma Santa Cruz de la Sierra, pues ha venido cambiando. Tenemos que reconocer distintos contextos y diferentes escenarios. Para no ir muy atrás, un contexto histórico es el que se da después de la guerra del Chaco, cuando se reclama y se lucha el 11% de las regalías petroleras. Otro contexto es el posterior a la revolución de 1952, cuando la ciudad y el departamento adquieren relevancia económica y comienzan a crecer tanto demográficamente como urbanamente. Otro contexto notorio es el que se da después de la llamada de “recuperación de la democracia”, desde 1982, cuando Santa Cruz se enfrenta a sus dilemas y contradicciones, entre el pasado y el porvenir, entre opciones en pugna, la hacendada y la campesina, la industrial y la ambiental, todavía esta última incipiente, además de la variopinta constelación de partidos políticos, que, en todo caso, más que diferenciarse se parecen. Este contexto se extiende hasta entrado el llamado “proceso de cambio”, sobre todo en la etapa del proceso constituyente, cuando el Comité Cívico opta por la estrategia de la “media luna”, oponiéndose al proceso constituyente. Esta estrategia deriva en la derrota política.

El reciente contexto es otro, las concomitancias entre el gobierno central y cierta burguesía cruceña es patente, a pesar de las pugnas protagónicas entre la gobernación y el Comité Cívico con el gobierno central. Santa Cruz de la Sierra ha cambiado, es otra ciudad y es otro departamento. Hablamos de una metrópoli plural, que conglomera distintos perfiles demográficos, que interactúan y se entrelazan, ocasionando mezclas y abigarramientos dinámicos. Sin embargo, podemos entrever que los ritmos de estas modificaciones estructurales no son acompañadas en el plano de intensidad político. El campo político está, por así decirlo, rezagado respecto a los desplazamientos sociales y demográficos, las modificaciones antropológicas, así como a los desplazamientos geográficos, en el sentido de la geografía humana.

Si bien el conflicto ha estallado por motivos de la postergación del censo, el conflicto contiene un conglomerado de contradicciones acumuladas. La contradicción más visible tiene que ver las condiciones adecuadas para las próximas elecciones nacionales y subnacionales. No es, por cierto, la contradicción más profunda. Ahondando en los espesores del presente se pueden auscultar planos de intensidad más profundos, que, incluso, tienen que ver con periodos de más larga duración. A pesar de ser el departamento económicamente más pujante, la perspectiva y proyección económica sigue atada al modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente. Lo que pasa es que acabado el ciclo de la plata y el ciclo del estaño, que nos dejaron cementerios mineros, como describe Sergio Almaraz Paz, e ingresando a la clausura del ciclo hidrocarburífero, la composición económica nacional se desplaza hacia la agroindustria, que está asentada prioritariamente en Santa Cruz. Lo que pasa con la extraxión del oro, sobre todo por cooperativas mineras, no corresponde a ningún ciclo de los recursos naturales, sino a la incursión del capitalismo salvaje, extremadamente depredador, contaminador y destructor, en la transición de la recomposición del modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente. Solo que el extractivismo ahora se hace sentir en la ampliación demoledora de la frontera agrícola, en la expansión de la agricultura de los transgénicos.

Entonces, de la contradicción de la que hablamos tiene que ver con el porvenir mismo de la región. ¿Puede sostenerse a largo plazo una economía extractivista, aunque industrial, basada en la ampliación expansiva de la frontera agrícola, en la destrucción de los bosques, en el arrinconamiento de las comunidades indígenas. La respuesta es no.

En consecuencia, en plena crisis ecológica, crisis de la civilización moderna, crisis del sistema mundo capitalista, de la economía mundo, que contiene al modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente, no hay porvenir para la población, para el pueblo, para la sociedad, con la continuidad expansiva de este modelo, ahora recompuesto hacia formas agrícolas e industriales de extractivismo. Ciertamente esta contradicción no ha aflorado visiblemente, ni se ha hecho consciente el pueblo de la misma, salvo los colectivos activistas, ambientalistas, ecologistas, salvo las comunidades indígenas afectadas. Sin embargo, es una contradicción latente, que, de todas maneras, asoma en las insatisfacciones sociales, en las desigualdades sociales, en el crecimiento urbano, que repite la historia de otras metrópolis, ahora abrumadas, precisamente por las consecuencia de una economía motivada por la acumulación abstracta.

No podemos dejar de anotar una contradicción que se hizo patente a lo largo de la historia reciente, la contradicción con el centralismo. El Estado es de por sí centralista, supone la centralización jurídica, politica y administrativa, incluso en el Estado federal de carácter liberal. Lo que es distinto, radicalmente diferente es la Confederación y la Federación anarquista, que es abiertamente anti-centralista, además de realizar la autonomía, la autogestión y el autogobierno. Sin embargo, debemos tomar en cuenta, en la historia del ciclo mediano y en la historia reciente la lucha y los logros de la descentralización. En lo que respecta a esta historia, Santa Cruz ha llevado la batuta, los otros departamentos han obtenido el 11% de regalías. Después, en concomitancia con otros departamentos, se han iniciado procesos diversos de descentralización administrativa. Han sido introducidas las competencias autonómicas departamentales en la Constitución, además, claro está, del entramado de competencias, sobre todo las competencias correspondientes a la autonomía indígena, que se deben a la larga lucha de las naciones y pueblos indígenas.

La contradicción con el centralismo es, en el fondo, una contradicción contra el Estado, entre sociedad y Estado, es una contradicción puesta en evidencia por el anarquismo. Sin embargo, el federalismo liberal ha limitado los alcances de esta contradicción amortiguando el carácter centralista del Estado. En otras palabras, ha mantenido el centralismo, solo que descentralizado en estados de la república federal. De todas maneras, el federalismo liberal no deja de contener la manifestación latente de esta contradicción entre Estado y sociedad, contradicción que tiene que ver con la democracia, en pleno sentido de la palabra, el autogobierno del pueblo. Como se puede ver, se trata de contradicciones no resueltas y que no se resuelven con el federalismo liberal.

Ciertamente, también tenemos que mencionar la contradicción de clases, que el marxismo ha denominado lucha de clases, enunciado que, empero, viene de otras interpretaciones, teóricas y del saber popular, anteriores al marxismo. Empero, hay que tocar esta problemática, de la lucha de clases, en sus singularidades, no de una manera abstracta, como lo hacen las sectas partidarias ideológicas del marxismo militante. El mismo Antonio Gramsci ya hablaba, buscando la singularidad, del fragmento geográfico de clase. Para tal efecto, vamos a abordar las categorías y clasificación de la investigadora Odile Hoffmann, que hemos citado anteriormente.

Uso de las categorías de territorio en el análisis del conflicto

Comencemos con la categoría territorios étnicos, que se refiere a las territorialidades de las naciones y pueblos indígenas. En el departamento de Santa Cruz de la Sierra y en Bolivia sigue pendiente la cuestión colonial y la problemática de la colonialidad. No se ha asumido ni se ha aplicado la Constitución, sobre todo lo que establece el segundo artículo, que reconoce la preexistencia de las naciones y pueblos indígenas, en consecuencia, su derecho a la reterritorialización, a la autonomía, al autogobierno, fuera de la lengua y cultura propias, las normas y procedimientos propios.

En Santa Cruz de la Sierra se encuentran manifiestas los territorios étnicos. Los territorios guarayos, que se encuentran en la provincia de Guarayos, se dedican a la agricultura y crianza de animales. Los territorios chiquitanos, que se encuentran en las provincias de San Ignacio de Velasco, San Miguel, San Rafael. Se dedican a la agricultura de maíz, arroz, yuca, plátano, algodón. Los territorios ayoreodes, que se encuentran en las provincias Germán Busch, Chiquitos, se dedican a agricultura y recolección. Los territorios yuracares, que se encuentran en las provincias de Villa Tunari, Chimoré, Puerto Villarroel, se dedican a la agricultura de maíz, arroz, cítricos, café, maní, frijol, zapallo, yuca, plátano. Los territorios yukis, que se encuentran en las provincia de Carrasco, se dedican a la caza, pesca, recolección, artesanía. Como se puede ver, algunos pueblos indígenas mencionados cruzan los límites departamentales, lo que ya nos plantea el uso de la otra categoría que es territorios de la diáspora.

Sobre todo en la ciudad capital podemos hablar y usar la categoría de territorios ad hoc. Los dispositivos estatales y municipales define ciertos espacios problemáticos y buscan controlarlos mediante procedimientos cartográficos y otros ordenamientos. Como dice Odile Hoffman, a veces estos espacios son ocupados y se convierten en espacios de resistencia. En la Conferencia sobre Diálogos Urbanos se vertieron varios criterios y análisis sobre la problemática urbano. Nos vamos a ayudar con un informe sobre la conferencia mencionada para identificar algunos territorios ad hoc u otros que requieren otras categorías de clasificación.

El director del Centro de Estudios Urbano Regionales (CEDURE), Fernando Prado inauguró el evento con el siguiente diagnóstico:

“Este es un evento importantísimo para los cruceños, una palestra internacional de gran magnitud. Es importante para discutir nuestros problemas. Participaré y comentaremos lo que sucede en el área de la región metropolitana en Santa Cruz”. Desde el punto de vista de Fernando Prado, Santa Cruz ni siquiera ha entendido las problemáticas que está viviendo, razón por la cual la conferencia es vital para el desarrollo de la ciudad y del país.

“Esta ciudad está creciendo dentro de una burbuja… una burbuja de riqueza, de post-modernidad, de globalización, pero en sus minorías, no sabemos lo que realmente está sucediendo”. Prado considera que Diálogos Urbanos significa una esperanza: “vamos a  abrir los ojos y poder tratar distintos problemas que estamos metiendo debajo de la alfombra”.

La anfitriona de la conferencia de prensa fue la directora del Instituto de Investigación de la Facultad de Humanidades de la UAGRM, Mercedes Nostas. La antropóloga destacó la relevancia de contar con connotados académicos y miembros de organizaciones sociales del mundo en la capital cruceña. El expositor del movimiento Rios Vivos de Colombia, Juan Pablo Soler, dijo que el fenómeno latinoamericano de la expansión de la urbanidad es una problemática muy presente e importante a tratar. “Implica una migración de pueblos rurales a la ciudad, comunidades campesinas, indígenas, afrodescendientes, arrieras, barriqueras, que se dedican a la interacción permanente con los ríos, pero fruto de las hidroeléctricas,  fruto de los grandes proyectos minero-energéticos, están siendo despojados de sus formas de vida y siendo obligados a migrar a la ciudad”. Según Soler es esta temática la que preocupa también a Bolivia, teniendo en cuenta los proyectos del Chepete Bala y Rositas, comentando solo dos de los  mismos. “Aplaudimos la posibilidad de pensar el presente, porque con esto construimos el futuro. La expansión desmedida de las ciudades implica mayor extracción de energía, materiales de la ruralidad”. Desde el Movimiento Ríos Vivos de Colombia plantean y socializan propuestas, que se construyen desde los pueblos afectados y amenazados por represas.

Los movimientos sociales que estuvieron presentes en la conferencia se encuentran el movimiento Kaaguazu Rositas, la comunidad alto Tacana, la Federación Nacional de Mujeres Campesinas, Artesanas, Indígenas, Nativas y Asalariadas del Perú, Movimiento Interestatal de Quebradoras de Coco Babazú y el Movimento dos Atingidos por Barragens de Brasil. Entre otros, también se encuentran los movimientos de base rural como la Federación de Fabriles de Riberalta, la Comunidad María Auxiliadora de Cochabamba, el Barrio Luis Espina, el Consejo de Personas con Discapacidad de La Paz y otros varios grupos del país.

El primer diálogo, en la plenaria, trató sobre las problemáticas, perspectivas teóricas y abordajes metodológicos en los procesos de urbanización en Bolivia y Sudamérica, contando con la participación del experto nacional, Fernando Prado (Bolivia), el creador del término urbanización extensiva y experto en planificación urbana, Roberto Luis Montemor (Brasil), la antropóloga Alison Spedding (Bolivia – Reino Unido) y finalizó con el investigador Horn.

El segundo diálogo trató sobre articulaciones y acción colectiva, más allá de la oposición urbano – rural, desde una mirada de los movimientos sociales y, en particular, de las mujeres que los conforman y lideran. Contó con la participación de la presidenta de la Federación Nacional de Mujeres Campesinas, Artesanas, Indígenas, Nativas y Asalariadas del Perú, Lourdes Huanca y la representante del Movimiento Interestatal de Quebradoras de Coco Babazú, Brasil, Rosenilde Dos Santos, además del ex miembro de la Fejuve de El Alto en octubre del 2003, Vicente Fernández.

Otras temáticas que se abordaron son los relativos a la conflictividad por la tierra urbana, las formas de apropiación y propiedad del suelo y la vivienda, la metropolización y la importancia de las ciudades intermedias, las aproximaciones alternativas a la dicotomía urbano – rural en Bolivia, la diferenciación socio-espacial en las ciudades, las representaciones de la ciudad en las artes, tales como el cine y la literatura.

A propósito de la problemática urbana

El coordinador del proyecto Programa Urbano de la Red UNITAS, Carlos Revilla, uno de los muchos organizadores del evento, dijo: “Queremos establecer un espacio de diálogo entre actores diversos para mostrar cuales son los rasgos de los nuevos procesos de urbanización que se viven a nivel regional y nacional. Muchas organizaciones sociales con las que nos relacionamos están viviendo problemas muy complicados y situaciones nuevas, vinculadas a la reconfiguración actual de lo urbano”.

Interpretando su exposición, de acuerdo a diferentes estudios sobre urbanismo, la tercera década  de este siglo encontrará al 60% de la población mundial viviendo en ciudades. Por ejemplo, en la actualidad y contra lo que quizás algunos piensan, Bolivia es un país predominantemente urbano con un aproximado al 68% de la población que vive en centros urbanos y en las ahora llamadas inter-ciudades, como son Montero, Colcapirhua, Yacuiba o Viacha. Tomando en cuenta el último reporte del Programa de Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (UN-Habitat), las ciudades continúan siendo los motores de las economías nacionales, dado que entre 60% y el 70% del Producto Interno Bruto (PIB) de América Latina y el Caribe se origina en áreas urbanas. Las ciudades también son la fuente de numerosos “bienes públicos que resultan decisivos para el bienestar y la cohesión social de la población”. Bolivia cuenta con cinco centros urbanos mayores -más de 250 mil habitantes- y 27 centros urbanos intermedios -entre 20 mil y 249 mil habitantes- haciendo un total de 20 nuevas ciudades intermedias en un periodo de sólo 30 años.

El investigador, que forma parte del Programa Urbano de UNITAS, Walter Arteaga, explicó: “Entre los factores que dan cuenta de las transformaciones urbanas en la sociedad boliviana, encontramos la metropolización y la emergencia de ciudades intermedias como elementos distintivos de este proceso”.  Arteaga señala que Bolivia cuenta con tres regiones metropolitanas -articuladas a La Paz, Cochabamba y Santa Cruz- y 20 ciudades intermedias por fuera de las vinculadas a esas regiones metropolitanas. “Las ciudades intermedias, sean capitales de departamento o centros urbanos en corredores viales, zonas fronterizas, zonas agropecuarias expresan un complejo entramado, en el que la población boliviana busca ingresos laborales, protección social, vivienda, servicios básicos entre otros, y constituyen un desafío para lograr un país inclusivo donde las y los ciudadanos ejerzan sus derechos”[3].

La ciudad de Santa Cruz de la Sierra ha renacido con la planificación urbana, que toma como referente el control circular mediante círculos concéntricos, a partir de un determinado momento, desafiada por su crecimiento vertiginoso, tanto económico como demográfico. Empero, a partir de otro momento, precisamente por los ritmos de crecimiento económicos y demográficos, estos crecimientos desbordan a la planificación urbana, en consecuencia, se experimenta el crecimiento sin control ni planificación.

En la investigación La planificación urbana y su impacto en la calidad de vida en Santa Cruz de la Sierra[4], a cargo de Gabriela Gonzales Faria y Judith E. Serrano Serrano, se visualizan dos Santa Cruz, en sus palabras, una Santa Cruz supuestamente satisfecha y una Santa Cruz insatisfecha. Las mencionadas investigadoras dicen:

“Santa Cruz de la Sierra es actualmente la ciudad con mayor movimiento económico del país; sin embargo, su capacidad para gestionar el factor humano es cuestionable, razón por la cual intentamos identificar las causas que contradicen o paralizan el diseño y la gestión urbana en detrimento de la armonía social y del desarrollo personal. Consideramos que existe una estrecha relación entre la planificación urbana y la calidad de vida, ya que la planificación urbana estratégica se encarga de diseñar una ciudad con base en las demandas y necesidades de la población y gestionarla, priorizando los problemas más complejos”.

Continúan:

“En esta ciudad todo crece a paso acelerado: su territorio, su población, su actividad productiva y laboral, entre otros aspectos. La urbe palpitante del presente es el resultado de un ciclo de vida desequilibrado e irregular, por lo que la sostenibilidad de ésta, la calidad de sus servicios, la oferta de su infraestructura pública, la desigualdad y el nivel de calidad de vida, entre otros temas, generan debates y discusiones entre los especialistas y ciudadanos, a la vez que el interés de inversores, empresarios y gobernantes”.

La planificación urbana se propuso:

“Convertir una aldea de polvo y barro en una ciudad moderna, tendría repercusiones sociales, económicas, culturales, tecnológicas y geopolíticas, que contribuirían decisivamente a transformar la realidad cruceña y boliviana (Limpias, 2010). Los cambios en las dinámicas y procesos multidimensionales de esta ciudad derivaron en su crisis y descontrol, lo cual se refleja en tres hechos contemporáneos:

  • Posicionamiento económico y financiero de la ciudad en el marco nacional e internacional (dimensión económica e institucional).
  • Crecimiento explosivo de la población, asociado a las corrientes de migración (dimensión socio-cultural, económica e institucional).
  • Expansión descontrolada de la mancha urbana (dimensión socio-cultural, físico-espacial y ambiental, económica e institucional).

Estas transformaciones no pasaron desapercibidas en la escala nacional o las redes de ciudades en las que Santa Cruz de la Sierra está insertada. Al ser la ciudad más vital de Bolivia, sea ésta una ciudad global o no (Sassen, 2005), comparte retos y problemas constatados a escala global entre las ciudades que adoptaron el modelo de desarrollo competitivo, como ser: exclusión, migración, contaminación, formalidad vs. informalidad, desigualdad y segregación social, entre otros (Borja, 2007; Mattos, 2010). Se trata, sin duda, de una ciudad donde se habla mucho del modelo competitivo y poco del otro modelo -el sostenible-. ¿Es que acaso este último no presenta rivalidad para lo competitivo en nuestro contexto?

En los instrumentos oficiales de la PUE de Santa Cruz de la Sierra, se establecen objetivos, políticas y programas para un modelo urbano mixto, reconociendo la importancia de dos ciudades o dos versiones de una misma ciudad que son vitales para el funcionamiento de ésta: la Santa Cruz formal y la informal (Gobierno Municipal de Santa Cruz de la Sierra, 2005). Sobre esta dicotomía, Isabella Prado comenta que Santa Cruz de la Sierra es una ciudad que proyecta una imagen de modernidad, riqueza, progreso y oportunidades. Si bien todo esto es cierto, no menos real es la creciente periferia cruceña, que convive y se cruza tangencialmente con esta realidad, sin llegar a ser parte de ella, más que como espectadora. Más allá de mostrarnos una desigualdad en la distribución del ingreso, nos descubre una ciudad contradictoria, con características de ciudad dual(2008: 1).

La Santa Cruz de dos caras arrastra características urbanas de un pasado planificado eficientemente para su momento, pero ¿qué tan planificada es la realidad urbana en la que vivimos actualmente? Fernando Prado declara que la cotidianidad cruceña poco tiene ya de lo planificado, y lo que debería planificarse permanece sin resolverse, puesto que se siguen desarrollando planes urbanos de orden meramente infraestructurales (1993). Más de medio siglo atrás quedaron los esfuerzos iniciados por los colectivos técnicos y sociales que dieron paso a la gran metamorfosis de Santa Cruz, pues los cambios socio-económicos de la década de 1970 se habrían profundizado con el paso del tiempo hasta la actualidad, al no haber sido tratados desde una visión más amplia e integral para la PU.

Luego de la puesta en marcha del Plan Techint, la OTPR desarrolló Planes Directores en los años 1972 y 1978. Sin embargo, en la década de 1980, poco se intervino en el crecimiento territorial y poblacional, muy distinto a la década de 1990, donde los esfuerzos que se llevaron a cabo -y fueron muchos, entre ellos el Plan Director 1995- estuvieron alineados a lo que se conoce hoy como el Plan Estratégico de Desarrollo Municipal (PDM), requisito establecido por la Ley de Municipalidades (Bolivia, Ministerio de Planificación del Desarrollo, 1999). El Plan Director de 1995 (Gobierno Municipal de Santa Cruz de la Sierra. Oficina Técnica del Plan Regulador, 1995) constituye el plan más reciente, promotor de cualidades urbanas de las cuales la ciudad goza desde el año 1998 -cuando se empezaron a cosechar resultados de la puesta en marcha de éste- hasta el presente. Entre sus objetivos generales, estaban:

  • Jerarquización del sistema vial urbano en vías distribuidoras troncales, vías distribuidoras primarias: anillos y radiales, vías colectoras, vías locales y peatonales.
  • Reorganización de los escalones urbanos, sin modificar el orden de unidad básica como el barrio, que, una vez agrupados en cuatro, formarían una U.V. (80 a 100 hectáreas aprox.), luego 10 U.V. formarían un distrito (800 hectáreas en promedio), que es el nuevo elemento de estructuración urbana.
  • Descentralización del poder hacia las subalcaldías de los distritos.
  • Destinación del 35% de las áreas urbanizables para el municipio como áreas públicas.

Luego de la elaboración y puesta en marcha del Plan Ordenador de 1995, se han elaborado y aprobado otros documentos técnicos de planificación -mencionados brevemente con anterioridad-, como ser, el Plan de Desarrollo Municipal (Gobierno Municipal de Santa Cruz de la Sierra, 2008), que sería el único de los municipios bolivianos que incorpora nociones de PU en esta herramienta (CEDURE, 1999), y el Plan de Ordenamiento Territorial (Gobierno Municipal de Santa Cruz de la Sierra, 2005), de contenido meramente urbano. Estos constituyen un momento urbano más cercano, sin embargo, no estarán desvinculados de los aportes del Plan Ordenador 1995.

En la práctica urbana, las herramientas y los recursos financieros no son los únicos factores necesarios para la buena gestión de la PUE, pues es necesario un gobierno competente que gestione el presupuesto según los planes, conformando, por tanto, una triada: planes urbanos, medios económicos y voluntad política de parte de los gobernantes. ¿Cuántas de estas condiciones se cumplen en Santa Cruz? Fernando Prado resume algunas de las características del ejercicio urbano cruceño:

Tenemos una estructura de clase que frena las políticas populares para el desarrollo urbano y que desconoce la profundidad del problema urbano. Sin embargo, tenemos un potencial enorme en la población migrante que es la que alimenta la economía y que requeriría de políticas radicalmente distintas a las que se aplican hoy. Políticas que valoricen sobre todo a la gente, a la calidad de vida y a las actividades productivas y no a lo meramente estético (Antelo y Fuente, 1988: 12)”.

En lo que respecta a los territorios de las diásporas, tenemos las territorialidades urbanas conformadas por los migrantes. Las migraciones abundantes de los valles, del altiplano y de la cordillera son notorias en el nuevo perfil de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra.  Obviamente también se nota la migración a la ciudad capital de pueblos nativos de tierras bajas. Entonces, de alguna manera podemos hablar de territorios de diásporas indígenas en la propia ciudad de Santa Cruz.

Una vez utilizado las categorías de territorios éticos, territorios ad hoc y territorios de las diásporas, provenientes de la investigadora Odile Hoffman, vamos a proponer otra categoría de análisis espacial, vamos a hablar de territorios avasallados, ahora que los colonizadores y las cooperativas mineras invaden los espacios de los parques nacionales, áreas protegidas y territorios indígenas.

Como se puede ver toda esta complejidad geográfica, política, sociología antropológica, económica y cultural, hace de contexto e incide, con sus dinámicas inherentes, en la situación y condiciones singulares de una coyuntura en crisis múltiple. Las distintas territorializaciones, también desterritorializaciones, así como reterritorializaciones, configuran espacialmente la geografía social del país y del departamento de Santa Cruz, modificando el perfil de sus ciudades y del área rural. Es en este contexto geográfico y tomando en cuenta sus dinámicas y sus vectores que debemos analizar, interpretar, comprender y entender el estallido del conflicto social y político en la actualidad.

Conclusiones provisionales

  1. Se nota una tendencia marcada de desplazamiento geográfico político y social en Bolivia, del llamado “occidente” se pasa al llamado “oriente”, como núcleo organizador de una nueva composición del campo gravitacional económico y político, también social.
  1. Santa Cruz de la Sierra es el escenario de estos desplazamientos geográficos, políticos, sociales y culturales. Ciertamente no solo, pues las singularidades de las trasformaciones y desplazamientos se dan en toda la geografía social y humana de Bolivia. Solo que en Santa Cruz se hace visible por la intensidad del conflicto y la crisis múltiple, que afecta al país, al continente y al mundo.
  1. Estamos asistiendo a la emergencia de otro pueblo, compuestos por otras multitudes, otros colectivos, que articulan, de manera dinámica, las herencias decodificadas y actualizadas.
  1. Sin embargo, las ideologías persistentes quedan, insistiendo en sus anacronismos, en sus limitaciones, en su incapacidad de interpretar la realidad, sinónimo de complejidad. Los “enemigos”, que, en realidad son cómplices del círculo vicioso del poder, se aferran a estas ideologías trasnochadas. Siguen insistiendo en pugnas, opciones y antagonismos pasados, que no tienen validez ahora. Lo hacen para preservar sus privilegios, tanto de casta política, de “izquierda” o de “derecha”, de burguesías, tanto las tradicionales como las de los nuevos ricos, burguesía rentista y burguesía mafiosa.
  1. La realidad, sinónimo de complejidad, puede ser interpretada desde la experiencia social, en sus distintas memorias, la corta, reciente, la mediana, nacional, la larga, indígena. La interpretación se hace efectiva desde la potencia social, desde la rebelión. El conformismo o la repetición de lo mismo inhibe la potencia, limita la visión y la comprensión, anula la capacidad de entendimiento y, sobre todo, de actuar.
  1. Los nuevos perfiles del conflicto social, en la coyuntura de la crisis múltiple, anuncian una nueva generación de luchas, cuyas finalidades son otras, nuevas, distintas, a los objetivos de las luchas pasadas. Se hace presente el deseo de autonomía, autogestión y autogobierno.
  1. La alternativa alterativa a las genealogías de la dominación, basadas en la larga y permanente guerra contra las mujeres y la vida, genealogía de las civilizaciones, es el confederalismo democrático de los pueblos.

Notas

[1] Ver de Odile Hoffmann “Las configuraciones territoriales de movilidad, o el espacio como lenguaje político”. https://books.openedition.org/irdeditions/32687#tocfrom1n5.

[2] Ver Santa Cruz de la Sierra en Enciclopedia Libre, Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/Santa_Cruz_de_la_Sierra.

[3]  Ver Desde Santa Cruz se debate sobre problemáticas urbanas de Bolivia para la región. https://www.urgente.bo/noticia/desde-santa-cruz-se-debate-sobre-problematicas-urbanas-de-bolivia-para-la-región.

[4] Ver La planificación urbana y su impacto en la calidad de vida en Santa Cruz de la Sierra, de Gabriela Gonzales Faria y Judith E. Serrano Serrano.  http://www.scielo.org.bo/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1990-74512014000200004.

El federalismo de Zárate Willka

 

 

El federalismo de Zárate Willka  

Raúl Prada Alcoreza

Zárate Willka

Este artículo fue publicado el 27 de noviembre de 2019 en Bolpress. Se lo reproduce debido a que se vuelve a introducir el concepto de federalismo como alternativa a la crisis múltiple del Estado. Sin embargo, se lo hace de una manera superficial y sesgada, sin manejar la arqueología conceptual y política del federalismo, incluso tampoco la versión restringida liberal. Solo es un recurso improvisado por parte de un sector político en pugna con el oficialismo centralista.

En el momento presente, que hemos comprendido como espesores del presente, desde la perspectiva de la complejidad, que, por lo tanto es entendido, en su singularidad, como síntesis provisional de las dinámicas complejas de la simultaneidad dinámica, que es como deben mirarse y decodificarse los espesores del presente o, si se quiere, el presente en sus espesores[1], lo que ocurre parece exigir una comparación con acontecimientos trágicos y dramáticos dados en los decursos de la genealogías políticas. En la dramática insurgencia de Bolivia, como nombra Charles W. Arnade a la historia política boliviana , un acontecimiento crucial fue indudablemente la guerra federal de fines de siglo XIX y el levantamiento armado de la nación aymara, al mando del connotado Zárate Willka. Este acontecimiento emerge desde los espesores del presente, en la actual coyuntura, que comienza con el derrocamiento del régimen neopopulista de Evo Morales Ayma; esto debido a que se han emitido voces regionales demandando un régimen federal, tanto en Santa Cruz como en Potosí. Por eso, es menester evaluar la coyuntura y, sobre todo estas demandas regionales, desde una perspectiva histórica, para decirlo de esa manera.

La consigna federal de fines del siglo XIX adquirió no solo fuerza sino también connotación ideológica debido a la apropiación aymara del federalismo, como forma de Estado, que configura la posibilidad de la Confederación y en esta asociación de pueblos, la participación de la nación aymara. También adquirió fuerza y connotación ideológica por la insurgencia del socialista Andrés Ibáñez. Esta anotación es importante sobre todo para comparar este federalismo de fines del siglo XIX con las demandas regionales de la segunda década del siglo XXI, por lo menos de dos departamentos, por un régimen federal. Hasta donde se ha escuchado esta demanda regional se sitúa básicamente en la descentralización administrativa y política, dejando de lado las connotaciones ideológicas y políticas de los levantamientos federales de fines del siglo XIX. Por ejemplo, no se remite al carácter descolonizador, que ya se ventilaba en el levantamiento aymara de 1899, tampoco se remite al carácter socialista del planteamiento federal de Andrés Ibañez. Desde esta comparación, podemos decir que la demanda actual federal es menos densa, por no decir, más superficial, sin quitarle el mérito a las ganancias de descentralización administrativa y política, que ya están contenidas en la Constitución. Esta menor densidad llama la atención, sobre todo cuando se tiene cono referente la Constitución del Estado Plurinacional Comunitario y Autonómico, que establece la carta magna y que supone la condición Confederada del Estado.

La crisis política y de legitimación del gobierno de Evo Morales Ayma se ha desatado por la usurpación de la victoria del pueblo por parte de una casta política, que prefirió el espectáculo y renunció a las transformaciones estructurales e institucionales, que implicaba la construcción del Estado Plurinacional Comunitario y Autonómico. En pocas palabras, la banalización de la política y de las gestiones de gobierno, que no solamente socavaron el proceso de cambio, sino que lo destruyeron, conllevó a un vaciamiento completo del sentido mismo histórico-político de lo que se denominó proceso de cambio.  Ahora, después del derrocamiento del régimen neopopulista, se abre una transición que convoca a elecciones; la pugna política se transfiere, entonces, a la concurrencia electora. Empero, lo que sobresale, en esta coyuntura, es también la banalización de la política, por otros discurso y gestos políticos. Se resume toda la crisis política a la crisis institucional; en consecuencia, se tiene como solución la tarea de institucionalizar al Estado, a la sociedad y al país. Por más que sea una base del buen entendimiento entre todos, la institucionalización de por sí no resuelve lo que está en el substrato de la crisis de la forma de gubernamentalidad clientelar, esto es la crisis múltiple del Estado-nación, que se viene cargando desde la fundación misma de la república. Por lo que se ve, las fuerzas concurrentes electorales, por los menos las que parece se presentarán y definirán el panorama de esta concurrencia, no toman en cuenta este substrato histórico-político-cultural de la crisis múltiple del Estado; como si se tratara de “volver a la normalidad”. ¿Qué normalidad es ésta? ¿La de la historia anterior al gobierno neopopulista? Esa es precisamente la “normalidad” institucional que estaba preñada de crisis política, a lo largo de la historia política de Bolivia, la “normalidad” que desató intermitentemente emergencias convulsas de la crisis política, que no dejaba de evidenciar también la crisis institucional permanente. En pocas palabras, los actores de la concurrencia electoral se ilusionan con una solución aparente de “institucionalización”, sin saber exactamente qué contiene esa susodicha “institucionalización”, salvo lo que implica respetar y garantizar la división de poderes, la Constitución, las leyes, las normas y las reglas institucionales. Si fuese verdad que respetan la Constitución, lo primero que habría que hacer es cumplir y aplicar la Constitución Plurinacional, Comunitaria y Autonómica, algo que precisamente no han hecho las gestiones del gobierno de Evo Morales Ayma. Es decir, efectuar transformaciones estructurales e institucionales que sostengan la construcción del Estado Plurinacional Comunitario y Autonómico; ejercer el Sistema de Gobierno de la Democracia participativa, directa, comunitaria y representativa; efectuar la construcción colectiva de la decisión política y de la ley, tal como establece la Constitución. No exportar materias primas, no mercantilizar los recursos naturales, mas bien, destinarlos al vivir bien. Combinar transiciones económicas pluralistas, que complementen las distintas formas de organización económicas, inherentes a la formación social-económica boliviana. Avanzar sustantivamente en el desarrollo sostenible, incorporando la perspectiva ecológica en todos los quehaceres de las sociedades y pueblos. Como se puede ver, estamos lejos, como antes, de querer aplicar la Constitución, como corresponde; sigue persistiendo la inclinación, como antes, a un saludo a la bandera.

 

 

 

De los conceptos en cuestión

Antes un breve repaso a los conceptos en concurrencia sobre la condición federal[2].

El federalismo es antes un proyecto de autogobierno anarquista que una forma de Estado-nación de la república. Sin embargo, en ambos casos, uno radical y libertario, el otro liberal y formal, permite una concepción administrativa pública descentralizada; siendo, en el primer caso, anarquista, una descentralización gestada desde el autogobierno, en cambio, en el segundo caso, se trata de la composición del Estado Federal conformado por los Estados que hacen a la Federación. En este caso, el de la forma liberal del Estado Federal, se trata del ejercicio del gobierno distribuido en competencias descentralizadas y con autonomía política relativa; es decir, se observa el diseño de un Estado jerárquico, combinado con descentralizaciones administrativas y políticas.

El federalismo es una concepción ideológica y política que se conforma en base a las asociaciones orgánicas; por ejemplo, que el Estado esté conformado por organismos, estados, asociaciones, agrupaciones, sindicatos, que se asocian delegando algunas libertades o poderes propios a otro organismo superior, a quien pertenece la soberanía, Estado Federado o Federación, que conservan una cierta autonomía, ya que algunas competencias les pertenecen exclusivamente. En otras palabras, es un sistema político en el cual las funciones del gobierno están repartidas entre un grupo de Estados asociados, en primer lugar, que luego delegan competencias a un Estado Federal central.

Pierre-Joseph Proudhon, anarquista, usó el concepto de federalismo para definir el programa político y también la ideología libertaria. Escribió un libro titulado El principio federativo. Francisco Pi y Margall coincidió con Proudhon en la idea del federalismo. Mijail Bakunin, basándose en la experiencia social de los consejos de obreros, teorizó sobre las federaciones de asambleas, que son la base organizativa del anarcosindicalismo. Tuvo como referente primordial a la Comuna de París, el prototipo de una estructura para la federación anarquista. El cantonalismo constituye una forma de federalismo radical, un puente de unión entre el anarquismo y el federalismo. El anarquista individualista estadounidense Benjamin Tuckuer afirmó que “Los anarquistas son, simplemente, demócratas jeffersonianos hasta las últimas consecuencias y sin miedo de estas. Ellos creen que ‘el mejor gobierno es el que menos gobierna’, y el que gobierna menos es el que no gobierna en absoluto“; hace referencia a Thomas Jefferson, republicano, y a Henry David Thoreau, anarquista. Retomando una visión anarquista, al respecto, el federalismo es la forma primordial en que los anarquistas prefieren organizarse.

Es menester aclarar que la idea proudhoniana de la federación no es una forma de Estado sino un principio constitutivo de la sociedad. Un individuo está federado sí y solo sí cada parte recibe a cambio de lo entregado algo proporcional y si se entrega a la federación menos libertad de la que tiene el individuo, en contraposición a posturas central-demócratas o estatistas donde el individuo entrega a la organización más libertad de la que se queda. “Si no hay acuerdo, no hay libertad”. Por lo tanto, fuera de lo que está acordado, nadie se puede legislar, y no hay federación[3].

 

Entrando en materia genealógica y contra-genealógica[4]

Sobre el federalismo de Zárate Willka[5]

Al clausurarse el siglo XIX se desató la guerra federal (1899) entre el norte liberal y el sur conservador de la república de Bolivia, entre el norte federal y el sur unitario. Esta guerra federal se da después de la derrota de Bolivia y el Perú en la guerra del Pacífico (1879). La derrota bélica hace evidente las profundas debilidades de la república de Bolivia, nacida de una guerra de la independencia y de una Constitución liberal, pero que no logra materializarse institucionalmente. El Departamento de La Paz se alza contra el Estado Unitario asentado en Sucre, capital de la república y del Departamento de Chuquisaca; en otras palabras, la burguesía paceña se alza en armas contra la casta oligarca de terratenientes y propietarios mineros de la plata. En el contexto de la correlación de fuerzas, sobre todo contando con que el grueso del ejército estaba en manos de los unitarios, los liberales paceños llevaban las de perder. Fue el ejército irregular aymara, comandada por Zárate Willca, aliado del general José Manuel Pando, quien desequilibró esta correlación adversa para los federalistas liberales, ocasionando prácticamente la derrota del ejército unitario.

Pablo Zárate Willka, más conocido como Willka, también llamado “El temible Willca”, fue un líder y caudillo indígena de Bolivia, que se formó como militar en el ejército boliviano, llegó a alcanzar el rango de coronel. Fue líder del levantamiento indígena contra el gobierno conservador en 1899. El 28 de diciembre de 1870, cuando Mariano Melgarejo es nombrado en ese entonces sargento mayor del Ejército, se entrevistó con él; este encuentro influyó mucho en Pablo Willka y en el entonces soldado José Manuel Pando. Para la guerra federal en 1898, Pando hizo una promesa formal al cacique Willka, jefe de los aymaras:

Willka -le dijo- te doy el grado de coronel; levanta al indio; destruye al blanco del Sud, al blanco alonsista. Cuando derrotemos al Ejército Constitucional, yo seré presidente y tú serás el Segundo Presidente de Bolivia. Y devolveremos la tierra al indio; la tierra que le ha arrebatado el general Melgarejo.

En consecuencia, al ingresar a la guerra, el líder comunero exige la liberación de los colonos; la participación de los quechuas y de los aymaras en el gobierno y la restitución de las tierras comunales que les fueron usurpadas. Pablo Wilka recibe la propuesta de José Manuel Pando por intermediación de su esposa, Carmen Guarachi Sinchi Roca, oriunda de Sicasica y enlace de los liberales con el creciente movimiento comunero aymara.​ Esta mediadora hace la ofrenda de coca a la Pachamama y convence a Omasuyos, Pacajes, Sicasica e Iquisivi para iniciar el hostigamiento a los Conservadores.

El “temible Willka” organiza y dirige un ejército de aymaras, conformado por conglomerados de montoneras, convocando densas concentraciones humanas. Willka recurrió a la guerra de guerrillas, dirigida por Mallkus. Una guerra de guerrillas que se basaba en las dinámicas territoriales de los ayllus. Las fuerzas originarias, armadas de palos, q’urawas, piedras, sables, machetes, también con armas de fuego, se enfrentan al bien pertrechado ejército unitario. Como anécdota de la guerra se cuenta que pusieron un nuevo nombre al río de Huayllas, denominándolo Chunchullmayo, río de tripas, por los restos de los descuartizados combatientes. Al día siguiente llega Willka a la cabeza de dos mil kataris, se enfrenta en Vila Vila a los cañones sucrenses. Con la táctica de no huir, sino de correr hacia el enemigo dejando atrás las explosiones, logró Willka de esta forma una contundente victoria militar. La ventaja que poseía el ejército aymara radicaba en el conocimiento y el apego del territorio, además de la cantidad, lo que suplía su falta de armas pesadas.

El manifiesto de Willka, conocido como “La proclama de Caracollo”, plantea:

1.- “… deseamos hallar la regeneración de…Bolivia.”

2.- “los indígenas, los blancos nos levantaremos a defender nuestra República de Bolivia…que quiere apoderarse… vendiéndonos a los chilenos”.

3.- “…deben respetar los blancos o vecinos a los indígenas, porque somos de una misma sangre e hijos de Bolivia, deben quererse como hermanos con los indianos… hago prevención a los blancos… para que guarden el respeto con los indígenas…”

Este manifiesto aymara, emergido de la memoria de las luchas, además de la elaboración, cocinada a fuego lento, de un nacionalismo nativo, perseguía la constitución de una patria entrañable, basada en la tolerancia y la equidad. El ejército aymara no se detuvo sino hasta lograr la victoria final en Paria el 10 de abril de 1899.

Willka impulsa la fundación en Peñas del Gobierno Comunal, federado; nombra al Jatunruna Juan Lero como presidente. El levantamiento aymara se plantea como objetivo, por lo menos así se conoce en el “primer gobierno”, en la república indígena de Peñas, lo siguiente: la constitución de un gobierno indígena; la restitución de tierras a sus dueños originarios, y la guerra contra las corruptas minorías dominantes. Esta medida fue tomada como amenazante a la independencia e integridad nacionales, ya que se planteaba como una administración autónoma a Bolivia; este sería uno de los motivos por el cual fue encarcelado. Posteriormente entra a Oruro con 50.000 aymaras, a los que encabeza demandando la devolución de tierras. Allí, es homenajeado, protegido y custodiado por el ejército federal, que le corta posteriormente toda forma de comunicación con las provincias.

Luego Willka junta a noventa líderes comunales; los federales evalúan la situación y ven a Willka una amenaza a la estabilidad nacional. Esta es la razón, por tanto, porque todos los líderes, incluido Willka, son apresados, interrogados y torturados. Después fue mandado a prisión bajo cargos de sedición de los que al final fue absuelto. Permaneció cuatro años en la cárcel de Oruro, de donde salió por el amotinamiento del 10 de mayo de 1903, a partir de ahí vivió en la clandestinidad. Murió ejecutado en la hondonada de Chu’llunk’iri en 1905 por cargos que se le imputaban, como amenaza a la estabilidad nacional, a la unidad boliviana[6].

El federalismo de Zárate Willka está íntimamente vinculado al comunitarismo indígena y a la institucionalización de la nación aymara, dentro de lo que podríamos llamar una Confederación. Además, tenía como demanda la devolución de tierras usurpadas por la Ley de Ex-viculación, promulgada por Mariano melgarejo. Añadiendo la participación de aymaras y quechwas en el gobierno federal. Entonces, son cuatro componentes fundamentales los que hacen al federalismo de Willka, que impulsan su participación en la guerra federal:

1) Comunitarismo,

2) nación aymara dentro la Confederación,

3) devolución de tierras a las comunidades originarias,

y 4) participación indígena en el gobierno federal.

El desenlace de la guerra federal se puede denominar una traición de los liberales a Zárate Willka y al ejército aymara, que dio el triunfo bélico a los norteños; también como una traición al proyecto federal. Lo que resultó del acuerdo entre liberales y conservadores, entre norteños y sureños, entre “federalistas” y unitaristas, fue un barroco político, que mantenía el Estado Unitario, empero se trasladaba la sede de gobierno a La Paz. Fue como la segunda vez, hasta entonces, que a diferencia de construir una república plena, no solo en la apariencia jurídica política, sino también en la materialidad institucional, así como en la hegemonía, se optó por lo incompleto, por lo inconcluso, por la mezcolanza política, que solo perseguía la preservación del poder en manos de las castas blancoides-mestizas.

En consecuencia, en los espesores del presente, en la complejidad dinámica y sincronizada de la coyuntura, se tiene pendiente la tarea no cumplida del federalismo, por la que se levantaron no solo los liberales paceños, no solo la burguesía paceña, sino la nación aymara. ¿Cómo asumir esta tarea pendiente en el contexto de la crisis múltiple del Estado-nación, durante la segunda década del siglo XXI? Esta es la pregunta que vamos a tratar de responder y lo vamos a hacer desde la interpretación integral de la Constitución.

 

La Confederación de Naciones del Estado Plurinacional Comunitario y Autonómico

El Estado Plurinacional Comunitario y Autonómico, que establece la Constitución, supone una Confederación de Naciones. El Estado Plurinacional Comunitario y Autonómico no puede ser unitario; este es un contrasentido. Por eso, al optar por un Estado Unitario, la misma Constitución se contradice a sí misma. Sabemos que esto de preservar la condición unitaria fue impuesta por la cúpula del gobierno del MAS, que intervenía constantemente en el desarrollo mismo de la Asamblea Constituyente. Si la Constituyente logró plasmar una Constitución fue porque el gobierno no logró controlar completamente la Asamblea Constituyente, fue porque las dos crisis, la de la de los 2/3 y la de la “capitalía”, apresuraron la escritura de un texto constitucional, que quedó en manos de los asesores de la Asamblea y después en la Comisión Técnico-Jurídica de la Asamblea Constituyente. Tanto los asesores como los de la Comisión tuvieron como referente el documento del Pacto de la Unidad, entregado a los constituyentes, al comienzo mismo del desenvolvimiento de la Asamblea, documento trabajado y elaborado después de octubre de 2003 por las cinco organizaciones componentes, las trillizas campesinas y las dos organizaciones indígenas. El documento mencionado titulaba Estado Plurinacional Comunitario.

Por otra parte, el entramado de competencias del régimen autonómico, que consiste en competencias privativas, exclusivas, compartidas y concurrentes, son ya el substrato jurídico-político no solo del pluralismo autonómico, como establece la Constitución, sino también, en extensión y en proyección, de un régimen federal.

Retomar el proyecto federal es pues la tarea pendiente de las voluntades histórico-políticas, que tienen como problema la crisis múltiple del Estado-nación. Puede no ser una tarea inmediata para cumplir en la tocante coyuntura, abierta por la convocatoria a elecciones, promulgada recientemente por el gobierno de transición y el Congreso; sin embargo, es una temática fundamental que se debe retomar no solamente en el ámbito político, sino como responsabilidad de toda la sociedad abigarrada boliviana.

Dado que el estilo político reciente, desplegado, es el de la búsqueda de consensos, lo que parece apropiado es abrir las deliberaciones colectivas sobre el tema en todas las instancias sociales, donde la sociedad misma pueda reflexionar, recuperando su memoria y experiencia sociales. Quizás sea esta deliberación democrática y abierta la más adecuada, antes de lanzarse a una nueva Asamblea Constituyente, como lo han sugerido algunos portavoces de la demanda “federal”; aunque, hay que anotar, que las concepciones inherentes a esta demanda se muestran endémicas, concebidas en balbuceos discursivos, que no parten de un manejo integral ni teórico del federalismo. Es mucho más adecuado que sea la sociedad la que se apropie, en el decurso de la pedagogía política, de la problemática en cuestión y de la temática abordada.

En todo caso, la propuesta federalista, como proyección de tareas pendientes, como resolución de problemas persistentes, en el desenvolvimiento de la crisis múltiple del Estado-nación, puede suponer etapas de desarrollo; por ejemplo, primero el cumplimiento pleno de lo que se encuentra en la Constitución, como régimen autonómico, para después abordar la construcción colectiva del régimen federal.

Lo que importa, en esta deliberación colectiva, es que se considere el debate sobre el federalismo, en el contexto mismo de la Constitución, en la proyección de transformaciones estructurales e institucionales que implica el Estado Plurinacional Comunitario y Autonómico. Además, tomando en cuenta el Sistema de Gobierno establecido por la carta magna, el de la democracia participativa, directa, comunitaria y representativa. Por otra parte, ahondando y sacando las consecuencias políticas e institucionales del entramado de competencias autonómicas, establecidas en la Constitución. En otras palabras, lo que exige la coyuntura – después de la insurrección en marcha, detenida por el acuerdo entre el MAS y cierto sector de la “derecha”, para evitar la salida insurreccional y forzar la salida “constitucional” – y la reacción de movilizaciones sociales, en pleno desconcierto político e ideológico, es otorgarle contenidos a la transición, pero, sobre todo, a la concurrencia electora, para que no resulte una nueva banalización de la política, situando la problemática heredada, solo en la mera circunscripción de la crisis institucional. Se trata, nuevamente, en la intermitencia de la genealogía del poder, de la crisis orgánica y estructural múltiple del Estado-nación.

NOTAS

[1] Ver Poliedro de la coyuntura.

https://issuu.com/raulprada/docs/poliedro_de_la_coyuntura_2.

[2] Ver Acontecimiento libertario.

https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/acontecimiento_libertario.

[3] Referencias: El País – Las razones del federalismohttp://campus.usal.es/~dpublico/areacp/materiales/4.5.distribterritorial.pdf. . https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=FederalismoLeer Federalismo. Enciclopedia Libre: Wikipedia. https://es.wikipedia.org/wiki/Federalismo.

[4] Ver Nudos y tejidos socioterritoriales. También Fuerza social y vacío político. 

https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/nudos_y_tejidos_socioterritoriales_.

https://issuu.com/raulprada/docs/fuerza_social_y_vac__o_pol__tico_2.

[5] Leer de Ramiro Condarco Morales Zárate, el “Temible” WillkaHistoria del rebelón indígena de 1899. Imprenta y Librería Renovación; La Paz 1892. Segunda edición.

[6] Leer Pablo Zárate Willca. Referencias: Rivera Cusicanqui, Silvia (2011). “De Túpac Katari a Evo Morales: política indígena en los Andes”. En Bolivia en el inicio del Pachakuti: La larga lucha anticolonial de los pueblos aimara y quechua. Madrid: Ediciones AKAL, pp. 61-112 (véase pp. 82). Coompilación de Esteban Ticona Alejo.  Mendieta, Pilar (2010). Entre la alianza y la confrontación: Pablo Zárate Willka y la rebelión indígena de 1899 en Bolivia. La Paz: Plural Editores. pp. 164, 105, 156. Reinaga, Fausto (1970). Manifiesto del Partido Indio de Bolivia. La Paz: Ediciones PIB. p. 39. Sus fuerzas contaron con guerreros indígenas como Juan Lero, Feliciano Mamani, Asencio Fuentes y Manuel Flores. Luis Oporto Ordóñez. «ZÁRATE, EL “TEMIBLE” WILLKA Y LA REBELIÓN INDÍGENA DE 1899, DE RAMIRO CONDARCO MORALES». Consultado el 29 de marzo de 2017. Enciclopedia Libre: Wikipendia: https://es.wikipedia.org/wiki/Pablo_Z%C3%A1rate_Willca.